La botella de vino rodó por el suelo, deteniéndose al inicio de la alfombra. Con torpeza una mano la arrojó descuidadamente hacia al otro lado, sonriendo mientras sus labios se unían a los de su acompañante.
Harry jadeó un poco cuando el aire abandonó sus pulmones, separándose unos centímetros para tomar aire, momento que su compañera aprovechó para rodear sus hombros y sentarse sobre su regazo antes de volver a atacar sus labios.
Uno.
Dos.
Tres.
Harry volvió a asfixiarse. Los besos cada vez eran más demandantes y urgentes, y los espacios de tiempo para respirar no eran suficientes antes de que su boca fuera explorada salvajemente. Lo que comenzó como algo bueno, ahora lo estaba dejando sin aliento y no de la manera en que se suponía que debía ser.
El cuerpo de la chica, a éstas alturas completamente sobre el suyo se aferraba con destreza, impidiéndole separarse, pidiéndole que reaccionara con el mismo entusiasmo. Pero era tarde, Harry ya había pensando demasiado las cosas como para poder apagar su mente.
—¿Por qué... no seguimos mirando...?
Ella sonrió sobre sus labios.
—No seas aguafiestas. No nos veremos mucho en unos días— protestó, agudizando su voz para hacerla dulce, pero no surtió ningún efecto. Las manos de Harry ya estaban en sus caderas, separándola de él con todo el cuidado que fue capaz de reunir.
—Precisamente por eso...
Nuevamente volvió a ignorarlo, y sus labios bajaron lentamente por su cuello. Cuando la sintió depositar un beso sobre su piel, Harry la tomó por las manos y la obligó a sentarse sobre la alfombra en vez de sobre él.
—¿Qué?— se quejó con tono irritado, mirándolo fijamente con molestia.—¿No quieres estar conmigo?
El mohín que se formó en sus labios casi hizo a Harry sonreír, con ella parecía extraño y ridículo ver a una chica de veintitrés años intentando quejarse con una rabieta, especialmente porque era claro que intentaba parecer tierna. Con una rápida inspección a su rostro, Harry descartó cualquier posibilidad.
No era precisamente el tipo de chica que catalogaría como adorable, ni siquiera si lo intentaba. Todo en ella era demasiado atractivo y terminaba por alejarse de la imagen que aparentaba dar. Su belleza era... fría.
— Claro que sí. Pero estabas ayudándome con esto— le recordó, señalando las cajas y bolsas esparcidas por la alfombra.
—Y es aburrido— murmuró ella, cruzándose de brazos.— Creí que mi idea era mejor.
—Lo es pero... ¡Mira! ¿Habías visto ésta? Él era...
Ella apartó su mano, y la foto que le mostraba de un manotazo. Sirius y él terminaron cayendo nuevamente al suelo, junto con las otras fotografías.
—Dijiste que haríamos algo divertido.
Harry evitó no suspirar, y en su lugar jugueteó con uno de los mechones obscuros de su largo cabello.
—Esto lo es.
—Pero amor...— se quejó, y se acercó nuevamente a él como un cazador hacia su presa.—Esto no es lo que prometiste, sino todo lo contrario, lo que yo te sugiero es...
Su boca se acercó a la suya y Harry solo atinó a darle un rápido beso fugaz y a colocar más fotografías, libros y cosas a su alrededor. A veces, podía jurar que era, como Ron decía "muy lento con las chicas" y otras, se decía a sí mismo que se trataba únicamente de conservar su espacio personal.
Ella murmuró algo entre dientes, y Harry se conformó con verla comenzando a ayudarlo, nuevamente de mal humor.
—Mira esta.
—Sí, que pequeño eras y no muy guapo, ¿No?
Ella tomó la foto y la miró de refilón, antes de dejarla en el montón que le correspondía.
—Y ahí están mis libros. Podríamos agruparlos.
—¿Por qué no seguimos con las fotos?— sugirió con una sonrisa falsa, y extendió la mano. Harry prefirió no discutir, y le pasó el último montón de fotos sin mencionar nada.
En momentos como éste no dejaba de preguntarse qué lo había llevado a estar ahí, con la compañía de alguien con quien las probabilidades de conocerse parecían imposibles, ahora convertida en su novia.
Victoria Wilde era una bruja joven y atractiva, con la que hasta hace más de un año Harry jamás habría creído estar involucrado, pero la cuestión era que todo era dolorosamente real. Sin siquiera verlas, Victoria recogió todas las fotografías que Harry le entregó y levantándose las dejó caer en una de las cajas.
—¡Terminamos esto!— se alegró, y comenzó a cerrar la caja con impaciencia.
Harry no esperaba que le gustara ayudarlo con cosas tan pequeñas. Durante la primera semana, sus amigos aceptaron ayudarlo a organizarse en su nuevo departamento, y como sabía que ella no valoraría inmiscuirse en tareas demasiado laboriosas no se lo sugirió aunque, de todas formas, no resultó muy bien. Ella siempre preferiría salir a conocer algún sitio interesante en Londres, a cenar a grandiosos restaurantes o visitar algún nuevo sitio recién abierto que tuviera recomendaciones populares, muggle o mágico.
A su manera, era muy enérgica, siempre queriendo hacer algo importante, y de preferencia que fuera algo que alguien más quisiera, y si lograba hacerlo antes que esa persona mejor. Era competitiva y detestaba perder.
A veces Harry se preguntaba si todos los americanos eran así de enérgicos. Desde que la conoció ella se mostró así, pero en ese entonces lo relacionó con sus ambiciones personales, que básicamente estaba logrando. Tenía un buen empleo internacional como una de las editoras populares en una revista muy buena en Estados unidos, empleo que le permitió llegar a Londres y viajar constantemente.
También estaba su carrera como modelo que, aunque recién comenzaba a despegar parecía muy prometedora. Victoria era sumamente atractiva, con su largo y abundante cabello negro cayéndole siempre con gracia, siempre brillante y radiante. Y sus ojos grises, nariz pequeña, labios llenos y rostro de pómulos altos eran el típico prototipo de modelo, era lógico que fuera requerida en diversas sesiones fotográficas, que además la ayudaban a redactar más artículos sobre moda y belleza.
Fue por eso por lo que la conoció.
Hacia un año Harry no pudo negarse a no asistir al mundial de quidditch luego de ver arruinada su única oportunidad cuando era adolescente. Ahora, siendo un adulto, él y Ron no encontraron ningún pretexto para no asistir a unos cuantos partidos.
Ese día una tormenta azotaba, pero nada impidió que el partido se llevara a cabo. Con gruesas gotas y visibilidad escasa, Gran Bretaña y Estados unidos se disputaban la victoria, y Victoria estaba ahí, todavía siendo reportera independiente, cubriendo uno de sus artículos sobre algo relacionado con el quidditch y las chicas que lo amaban, especialmente a los jugadores.
Al estar en el mismo palco, uno cerca del otro, fue inevitable no verse. Ella era hermosa y Harry no era ciego de ninguna manera, y las miradas esporádicas en su dirección solo lo hicieron caer en su tentador juego.
Quizás por la emoción del momento, y la obvia competitividad que debía haber entre ambos, Harry se encontró apostando en su contra y ella, con una sonrisa autosuficiente aceptó.
Al final del partido, ella había ganado.
"Siempre gano" le dijo regalándole una sonrisa de dientes blancos. "Y como yo gané, no quiero tu dinero, sino una cita contigo"
Harry hubiera sido un tonto de no aceptar cuando todo parecía indicar que en lugar de perder estaba ganando, y durante las horas siguientes ambos no pudieron perderse de vista. La atracción fue instantánea, y ayudó mucho que ella no supiera con quién estaba metiéndose, ni conociera su fama como el Elegido.
Él detestaba a las fanáticas y Victoria no era del tipo que idolatraría a nadie más que a sí misma. Intercambiaron números y datos, y la próxima vez que se vieron, esta vez en Londres, ya sabía todo de él, pero no significó ningún cambio.
Ella rápidamente consiguió un empleo mejor que le permitió viajar y a veces quedarse en el país como editora, su carrera de modelo la mantenía todavía activa de un lugar a otro.
Al principio a Harry le gustó no tener que verse diariamente, ni vivir en el mismo continente, básicamente. Pero cuando la revista, y sus artículos en particular comenzaron a hacerse más reconocidos los periodos de tiempo en los que se quedaba en el país fueron haciéndose más largos. Los encuentros furtivos dejaron de ser pequeños para alargarse por días, hasta que se encontró con que Victoria estaba quedándose a dormir en su casa algunas noches.
Luego de medio año, era normal salir con ella y pasar buenos momentos en medio del coqueteo y su atracción mutua. Lo demás todavía era borroso, hasta que Harry se dio cuenta que tenía una nueva novia y una relación completamente real.
No es que no hubiese tenido novias luego de que la guerra terminara, pero ninguna formal, y sobre todo, no durante el tiempo suficiente.
Simplemente, a veces no entendía como sucedió.
—Olvidaste este aquí— la oyó quejarse antes de cerrar la caja y agacharse para tomar algo tirado en el suelo— Una vez cerrada no me harías volver a.… espera, no me mostraste éste.
Harry entrecerró los ojos, intentando enfocar con atención que tenía entre sus manos. Un pequeño álbum de cuero negro, rasgado por los bordes y opaco por el tiempo, pero fue imposible no reconocerlo. Ella ya lo había abierto, y lo hojeaba con repentino interés, hasta que se detuvo, mirando fijamente una de las fotos.
—¿Y dónde está Ronald?— preguntó luego de unos segundos y volvió a tumbarse en la alfombra a su lado, la sospecha impregnaba su voz.
Harry se arrastró a su lado para mirar a que se refería y al momento en que sus ojos se encontraron con la fotografía en movimiento se sintió palidecer, no por la ausencia de su mejor amigo en ella, sino por quiénes sí aparecían, algo que no cambiaría en las fotos siguientes. Todas eran terriblemente similares.
Había olvidado lo que ese álbum contenía, había olvidado que fue un regalo de fotos que Collin tomó en su mayoría y por supuesto, olvidó que se trataba de su cuarto y quinto año en Hogwarts.
—Claramente no en la foto— bromeó torpemente, y se encogió de hombros. Al extender una mano para quitárselo Victoria se lo arrebató y comenzó a pasar más páginas mientras se ponía de pie.
—Eso ya lo veo— murmuró entre dientes, y siguió pasando páginas ávidamente. Antes de que Harry pudiera inventar una excusa para quitárselo de las manos definitivamente, ella se detuvo.
—¡Oh, no! Definitivamente no— protestó, deteniéndose en seco. Él sabía ya a que se refería y todos sus planes se vinieron abajo. No había más que hacer.
—Nunca mencionaste esto.
—¿El qué?
—No juegues a hacerte el tonto conmigo— le advirtió amenazante y sostuvo el álbum abierto en alto. Las dos personas en la fotografía se movieron sincrónicamente, felices y orgullosos, como si se burlaran de él mientras todos los recuerdos volvían a su mente.
—Esto es algo importante que no debiste pasar por alto, ¡Odio que me mientan!
Harry parpadeó, y alejó la mirada.
—No entiendo porque debí decírtelo— alegó y comenzó a reagrupar sus libros sin prestarle atención.
—¡Porque cambia todo!— exclamó Victoria y se agachó sin cuidado frente a él. —Siempre termino enterándome de todo, ¿Qué te hizo pensar que esto sería diferente?
Harry le arrebató el álbum, quitándole importancia cuando lo arrojó sobre los libros.
—Porque ni siquiera estaba ocultándolo— respondió tajante, y se levantó también recogiendo todo y llevándose el libro consigo—¿Aún quieres ir a cenar a ese sitio? Si estás tan aburrida seguro...
Victoria no se movía, solo lo miraba, midiendo todas sus acciones como si lo considerara estúpido. Harry la miró sobre su hombro y sonrió falsamente.
—¿Qué pasa?
Echando su largo cabello hacia atrás, de ese modo en el que solo ella sabía cuándo estaba a punto de hablar en serio, Harry entendió que nada serviría, éste era su nuevo tema, y no descansaría hasta obtener respuestas.
Avanzó decididamente hasta la caja y extrajo el libro sin mucho cuidado, abriéndolo en la misma página para mostrárselo, al mirar las fotografías, algo dentro de Harry pareció detenerse.
Dos personas sonreían amorosamente entre sí, cerca, muy cerca, cómplices y felices antes de volverse hacia la cámara y que uno de ellos rodeara con sus brazos al otro.
"Buenos tiempos" pensó Harry y tuvo que reprimirse para no suspirar. Victoria lo empujó de repente, obligándolo a apartar la mirada.
—¡No te quedes callado!
—¿Qué quieres que diga? Ya sabes quién...
Victoria cerró el álbum con disgusto y lo arrojó lejos, Harry intentó abrazarla, pero ella se negó.
—¡No debes ser amigo de tu exnovia!
Harry cerró los ojos con pesadumbre, esa era una de las pocas cosas que nadie que lo conociera bien se atrevería a mencionar con tan poco tacto.
Haber salido con Hermione Granger nada menos todavía lo perseguía como un fantasma.
Sí, ellos habían estado juntos.
Sí, Hermione fue su primera novia.
Pero todo había terminado muchos años atrás por mutuo acuerdo, así que no veía el caso a revivirlo de nuevo y mucho menos como un reproche. Al principio encontró interesante que Victoria dijera exactamente todo lo que viniera a su mente siempre, sin filtros ni contemplaciones para los demás, pero eso conllevaba muchas desventajas, como que jamás pensara en si estaba bien o mal, o si dañaría a los demás, solo lo decía.
Su "libertad americana" la llamó Ron cada que se refería a su poco tacto y personalidad volátil, pero a veces, Harry juraba que la detestaba.
—Ha sido mi amiga desde siempre.
Ella puso una mano sobre su cadera, sin disimular el desdén al escucharlo.
—¿Qué no ha sido ella para ti? Estoy harta de que esté en básicamente todo. Ahora yo soy tu novia, la mujer que se supone esté a tu lado.
—Bueno— dijo intentando serenarse y no tomar demasiado en serio sus palabras—. Es solo mi amiga, sin importar lo que fuimos antes.
—No sé si estés mintiéndome también en esto— comenzó Victoria con lo que sonaba a una amenaza.
—¡No mentía! — tajo Harry molestándose también—, Y no miento ahora, porque no hay motivos para hacerlo. ¿Te sientes insegura con esto?
Al decirlo, al escuchar sus propias palabras, Harry entendió que acababa de equivocarse gravemente. Cualquier cosa que dañara su ego la enloquecía. Tan pronto lo escuchó, los grandes ojos grises de Victoria se ensombrecieron, como si comenzaran a quemarse desde dentro por la rabia.
Mientras Harry retrocedía, pegándose al sofá detrás de él, antes de que sus piernas pudieran tocarlo, dos firmes golpes resonaron en el vidrio de la ventana. La chica se detuvo y su atención se apartó de él, de modo que Harry terminó cayendo hacia atrás, sentándose con alivio.
—¿Una carta? — preguntó tentativamente, intentando no sonar demasiado aliviado.
Desde donde estaba solo podía ver su espalda y sus largas piernas, apenas cubiertas por un diminuto short azul y su bata.
—Lo mataré...— siseó ella, dándose la vuelta para enfrentarlo con una carta entre sus manos.
Harry intentó no moverse, cuando ella se molestaba todo se convertía en un total pandemónium, nadie que fuera listo intentaría hacerla enojar.
Tan rápido como apretaba las manos en puños, y su expresión se endurecía, viéndose justamente como era, completamente aterradora sin ninguna clase de esfuerzo, Harry sólo atinó a intentar levantarse para poder calmarla antes. No funcionó.
La chica apretó la carta, arrugándola en una bola que arrojó hacia el suelo con fuerza, con un chillido de furia.
—¡Se atrevió a contradecirme!
—Habías dicho que lo aceptó completo.
—¡Ya sé lo que dije! — chistó, mirándolo fríamente.
—¿Entonces?
—¿Quieres callarte? Estoy pensando que haré—siseó la chica levantando una mano en su dirección para mandarlo a callar.
Por los segundos siguientes, Harry se limitó a quedarse ahí, fingiendo que le importaba lo que pensaba cada que ella dirigía su mirada a él por pocos segundos, finalmente salió de la habitación como un vendaval, con una sonrisa aterradora en sus labios.
Al volver, estaba completamente cambiada, y hasta ligeramente maquillada. Sin explicarle que sucedía, o que se suponía que Harry debía hacer, Victoria tomó su abrigo y se lo puso furiosamente.
—¿Y ahora dónde vas? — se aventuró a preguntar Harry, caminando hacia ella.
—Ese fracasado decidió que el artículo se publicaría a la mitad y en segunda plana, ¡Jamás hablamos de eso! — chilló, claramente indignada mientras recogía su bolso y su otra mano sacaba el cabello que había quedado preso dentro del abrigo y lo esparcía por su espalda.
—Tomaré eso como que no habrá cena hoy— se lamentó Harry, sin sentirlo realmente.
Victoria se detuvo, mirándolo con los ojos entrecerrados.
—No he acabado contigo todavía.
— Sé que no he hecho nada así que ya sabes a dónde encontrarme.
—Sí, y cuando haya arreglado esto volveré y lo hablaremos, ojalá este tiempo sirva para que reflexiones sobre tu error.
Harry quiso burlarse un poco. A pesar de saber que hablaba en serio, la mayoría de las veces que intentaba ser intimidante, aunque para la mayoría de las personas lo era, él no se intimidaba demasiado, tan solo era como estar frente a una niña cometiendo una rabieta a la que él pocas veces cedía.
Y como no planeaba quedarse encerrado en casa a clasificar todas sus cajas y basura acumulada de años un sábado por la noche, habiéndose librado del compromiso de estar en su compañía por unas horas, él también tomó su abrigo y se lo puso.
—¿A dónde vas? — jadeó indignada, mirando sin creer como recogía su varita—. ¿Irás con ella?
Harry negó con la cabeza, frustrándose un poco por su expresión escandalizada.
—Iré con los chicos y, de todos modos, si ella estuviera ahí no tendría nada de malo.
Estaba muy seguro de que Victoria temblaba de rabia cuando se puso frente a ella. Su mano rodeó su estrecha cintura y la besó castamente como despedida.
—Nos vemos más tarde.
—Volveré aquí— la escuchó gritar, pero él ya se alejaba en dirección a la puerta.
—Fantástico.
—¡Y que no se te ocurra demorarte, Harry Potter!
Él gruñó algo parecido a una afirmación y salió hacia la calle, desesperado por aire fresco.
Con mejor humor se internó en la calle y las personas, alegrándose de no ser el pobre idiota con el que su "encantadora novia" descargaría toda su furia.
Un hombre robusto pasó riendo a carcajadas a su lado, sosteniendo una cerveza en alto mientras cantaba a todo pulmón una canción en francés, llenándole la camisa con cerveza a su paso.
—¿Me oyes?
Harry parpadeó confundido, alejando su mirada de la alegría que parecía invadir al resto de las personas en el sitio. Desde su inauguración había sido un lugar muy famoso y concurrido, como todos los días, las mesas estaban llenas, y la gente reía, comía y bebía.
—No, lo siento, la música...
—Ya sé, Es fantástico aquí, ¿no? Es un éxito y seguro Seamus está llenándose los bolsillos cada noche.
Harry asintió, completamente de acuerdo. La mayoría de sus antiguos compañeros habían seguido sus propios caminos, y Seamus decidió abrir un nuevo pub que desde el principio se convirtió en un éxito entre sus conocidos, desde entonces era habitual encontrarse ahí y mantenerse en contacto.
—¿Qué estabas diciéndome entonces?— preguntó Harry y bebió un trago de su cerveza.
—El porque te ves tan abrumado. No quiero ser grosero, pero pareces desquiciado— le dijo Ron, golpeando sus dedos sobre la barra al ritmo de la música.
Nuevamente, Harry había encontrado interesante la escena que se desarrollaba frente a sus ojos, sin escucharlo.
—Lo siento, ¿Qué?
—Bueno ya está, he hablado solo toda la noche—sentenció Ron.
Harry bufó, revolviéndose el cabello con estrés.
—¿Ahora tú te molestaras? Estoy un poco harto de dramas por hoy.
Ron sonrió maliciosamente al haber adivinado el porqué de su aspecto.
—Problemas, ¿eh? ¿Qué sucedió ahora? — se burló, pasándole un brazo por los hombros para sacudirlo— ¿Su artículo sobre los colores del otoño en túnicas no resultó como quería?
La mirada que Harry debió dedicarle bastó para hacerlo replantearse lo que diría.
—¡Hablo en serio! La última vez me ayudó mucho al decirme los colores que me favorecían—dijo, emitiendo un ridículo y agudo sonido de emoción—Fue fabuloso, ahora sé que el negro me va maravilloso.
Sin poder evitarlo ambos amigos rieron. Con el ambiente relajado, Ron le puso una mano sobre la nuca y se acercó afablemente.
—Bueno, cuéntamelo.
—Veíamos fotos de Hogwarts— comenzó Harry bebiendo el resto de su cerveza de un solo trago.
—Bien— lo animó Ron, invitándolo a seguir.
—Y encontró las fotos de Collin— murmuró, notando que ahora tenía toda la atención de su amigo—Las de cuarto año.
La boca de su amigo formó una enorme O al comprender.
—¿Las del baile? — jadeó, y Harry notó que se esforzaba en no reír.
—Las de final de año también— soltó Harry y Ron no pudo resistirse más tiempo, y soltó una carcajada.
—¿Y por qué estás vivo aún? — preguntó y palmeó su espalda como si intentara asegurarse que estaba ahí realmente—. Por tu cara supongo que jamás le dijiste.
—No vi necesidad— carraspeó el moreno, mirando sus manos apoyadas sobre la barra.
—A las chicas eso las vuelve locas. Normalmente les gusta conocer la competencia alrededor para poder hacerla pedazos.
Harry lo miró de reojo, extrañado por su aparente sabiduría, aunque dudaba que tuviera mucha razón.
—Conozco un poco mejor a las mujeres— explicó Ron encogiéndose de hombros—Estoy seguro de que la enloqueció saber que estuvo tan cerca de ella sin saberlo.
—El caso es que Hermione "no es competencia"— gruñó Harry intentando convencerlo y también a sí mismo.
—Lo fue, que es lo mismo— alegó Ron quitándole importancia—. ¡Eh! ¿Qué tal otra ronda y papas fritas?
Sin esperar su respuesta procedió a pedirlas, mientras Harry se sentía cada vez más frustrado, era fantástico que su mejor amigo pensara lo mismo que una chica, si es que era verdad. Para él, evidentemente no era tan obvio de aceptar como para el resto del mundo. El asunto era bastante ridículo. ¿Qué importaban sus otras relaciones? Harry no encontraría nada de malo en eso, ni siquiera si pensaba en Victoria con alguno de sus exnovios, lo que le provocaba era simplemente nada.
—Escucha— explicó Ron sabiamente—. Cuando comenzaste a salir con Hermione nadie esperó que terminaran, eso no tuvo sentido para nadie.
No, él tampoco lo esperaba hasta que el día llegó. Sin saber cómo responder a ello, se limitó a encogerse de hombros, no quería recordarlo.
—Solo pasó, éramos muy jóvenes.
Ron se río, visiblemente incrédulo.
—Siempre dicen eso.
Harry sonrío ácidamente, era justo lo que debían hacer siempre, así lo habían acordado.
—Es porque es la verdad.
—Se veían muy felices juntos, amigo— añadió Ron escondiendo una sonrisa cuando notó la mueca descompuesta en el rostro de su amigo mientras analizaba sus palabras, pensar en el pasado todavía le provocaba cierta nostalgia. Sí, su amor fue apasionante y significativo, pero muy fugaz.
—Éramos jóvenes— repitió distraídamente, como si estuviera diciendo algo aprendido—Y seguimos siendo amigos, no perdimos nada.
—Si tú lo dices— murmuró Ron bebiendo de su cerveza—. No es por nada que Victoria se haya puesto tan furiosa.
—Tonterías, no tiene nada de que temer.
En ese momento la orden de comida y bebida llegó hasta ellos y Ron pareció perder el hilo de lo que hablaban, Harry esperó que así fuera, más que ayudarlo, su conversación solo lo confundía más.
—Creí que Hermione no le agradaba mucho...— observó Ron, llenándose la boca con comida— Y luego de esto definitivamente no es su persona favorita.
—¿A qué te refieres? — interrogó Harry demandante.
El pelirrojo tuvo que masticar y tragar, antes de que pudiera hablar nuevamente, con una sonrisa juguetona bailando en sus labios.
—Hermione es muy guapa— declaró, y no se mostró culpable de nada, todo lo contrario, a Harry que pareció atragantarse.
—Es mi amiga también, pero no negarás que es atractiva y lo era cuando salían juntos, fue justamente cuando se convirtió en la chica bonita que es hoy.
—Ahora es una mujer— lo corrigió Harry y pensar en ella resultó inevitable.
Su bonito cabello con vida propia, su sonrisa dulce y encantadora, y su cuerpo bien formado y tentador... Sin esforzarse, sin ser como cualquier chica, era encantadora por sí misma.
No, no debía hacerse eso, ni pensar en ella de la forma en que Ron insinuaba.
—La veo más como mi mejor amiga que como mi ex— le dijo, y Ron sonrió maliciosamente.
—No sé cómo puedes hacerlo. Esa manera cuando se enoja, la forma en que parece a punto de matarte es encantadora y cuando escribe y muerde la pluma sin darse cuenta es... Bueno, además es un encanto y bastante adorable en ocasiones.
Harry pensó en lo que él decía, en la llama que aparecía en sus ojos al molestarse, ardiente y eclipsante, y pequeñas cosas que hacía sin darse cuenta, sin notar lo atractiva que era... ¿Cómo es que Ron sabía eso? Frunciendo el ceño giró hacia su amigo.
—¿Y tú cómo...? Solo detente— lo calló malhumorado—. Si Victoria te escucha diciendo eso frente a mí te mataría.
—Pobre chica, entiendo porque está tan asustada de Hermione.
Harry lo empujó.
—Victoria también es atractiva— añadió de último momento, para convencerse a sí mismo y esforzarse a pensar en ella.
—Nadie está cuestionando tu buen gusto con las mujeres— dijo Ron, arrasando también con su porción de comida ante su poco interés—. Merlín sabe que ambas son atractivas, pero Hermione tiene todo, ya sabes, tiene carácter y puede ser el tipo de mujer a la que no te importaría obedecer en todo, pero también es bonita y dulce, y básicamente es la única que puede entenderte.
Harry quiso cubrirse los oídos con las manos. Merlín, Ron tenía razón en cada palabra.
—No estás ayudando.
—Sé quién es mejor dando consejos— susurró Ron acercándose hacia él, con la vista fija en la puerta, haciéndolo levantar la mirada. El pulso de Harry se disparó.
Hermione estaba ahí.
Lucía cansada, seguramente acababa de salir del trabajo, pero se veía increíblemente hermosa. Su cabello, recogido sin cuidado en un moño mientras algunos cabellos caían descuidadamente sobre su rostro, y su ropa de trabajo pegándose discretamente a su cuerpo, resaltando lo necesario y dejando a la imaginación lo demás. Pero fue su sonrisa, la sonrisa que les regaló al verlos, la que iluminó todo.
Abrumado, Harry no pudo responder a su saludo, para diversión de Ron, que la saludó levantando la mano y llamándola con ellos. Todo lo que podía pasar por la mente de Harry era ella, años atrás, de los dos específicamente y la transformación entre ellos estando enamorados, lo extraño, mágico y correcto que se había sentido estar juntos.
Algunas veces creía haber superado todo en su totalidad, y otras, todos los recuerdos de aquella época volvían.
—¡Harry!— lo saludó efusivamente, agachándose para besar su mejilla amistosamente, impregnando su ropa con su perfume, permitiéndole sentir su cuerpo apretándose contra el suyo por el abrazo—¿Cómo están?
—De maravilla— respondió Ron, besándola también en la mejilla antes de volverse a Harry y señalarlo con una mueca—. Problemas en el paraíso.
Harry quiso golpearlo al haberlo delatado.
—Oh, ¿Por qué? — preguntó Hermione con genuina preocupación, sentándose justo a su lado. Al momento en que su mano tocó su espalda, sintió como un torrente de adrenalina lo inundaba.
—¿Qué sucedió con Victoria? ¿Ella está bien?
Con cada segundo que pasaba mirándola, más recuerdos volvían, y se preguntó cómo es que ella podía vivir tranquilamente ahora. Cómo había podido olvidarlo todo.
—No precisamente— murmuró incómodo, y se obligó a levantarse con prisa ante la mirada preocupada de la chica—Y me matará si no llego pronto. No quiero empeorar las cosas.
En sus ojos cafés pudo ver desilusión, mientras Ron se daba un golpe en la frente, mirándolo con frustración.
—Pero acaba de llegar— lo reprendió Ron intentando frenarlo— No le harías eso a Hermione, ¡Tenemos tanto de que hablar!
—Déjalo Ron, no queremos que muera— intercedió Hermione calmándolo, se metió una papa frita a la boca y sonrió divertida.
Un simple gesto, y Harry ya quería quedarse ahí eternamente, pero sus pensamientos solo se harían peores, y eso no solucionaría nada.
No entendía que pasaba, ni porqué ahora comenzaba a sentirse tan... abrumado, pero si debía resolverlo no era con ella en el mismo sitio.
—Los veré después— se despidió, dándole una palmada a Ron en la espalda que lo hizo ahogar un quejido y luego con un pequeño, rápido e incómodo beso en la mejilla para Hermione.
—¿Estarás bien? — le preguntó ella, alcanzando su mano antes de que pudiera alejarse. Harry miró como lo tocaba, y se prometió no volver a sentirse tan sofocado la próxima vez que se vieran.
Arreglaría todo, se prometió, y todos sus estúpidos pensamientos volverían al pasado.
—Lo prometo— le dijo, y abandonó el sitio.
Victoria había vuelto. Recostada cómodamente sobre la cama, revisando alguno de sus artículos pendientes.
—¿Estás de mejor humor?
Ella lo miró sin esconder su desdén, aunque la superioridad en sus ojos los hizo brillar del entusiasmo.
—Lograr que el idiota de John publique mis artículos en primera plana siempre me hace sentir mejor. Le dije que terminaría retractándose.
—Eso es genial— respondió Harry vagamente, sentándose sobre la cama.
—Lo sé, no soporto no obtener lo que quiero.
Harry miró hacia el techo, eso no era nada nuevo, pensó. Victoria se levantó, acercándose hasta él para rodearlo con sus brazos, hincándose sobre la cama.
—¿Sabes lo afortunado que eres por tenerme?— preguntó, frotando su nariz sobre su cuello. Estando frente al espejo, ambos se reflejaban en él, y Victoria miró su reflejo muy sonriente. —No entiendo cómo puedo ser tan bonita, y además ingeniosa. La belleza y la inteligencia no están peleadas.
Sus palabras solo lo incomodaron, pero la dejó seguir si eso conseguía apaciguar su humor.
—Cualquiera querría una novia lista, hermosa, con grandes oportunidades de ser reconocida y que sabe lo que quiere, claro y que hará lo que sea por lograrlo.
Harry sonrió por compromiso, mirando lo orgullosa que se veía al mirar su reflejo. No podía dejar de encontrar que, aunque podía estar bien en cierta medida, era extraño lo mucho que ella se idolatraba, al principio fue bueno estar con una chica segura de sí misma, pero luego todo escaló hasta el punto de resultar exasperante.
—Creí que cenaríamos— comentó para desviar su atención, Victoria reaccionó y estampó un beso sobre sus labios.
—Sí, en ese sitio caro, ¡lo amé! Todavía podemos ir— dijo alegremente y saltó de la cama—Nunca me quedo con las ganas de nada, Harry.
—Pero tú demoras en alistarse— observó Harry al notar que llevaba su bata de nuevo.
—¡No sé porque volviste tan pronto!— le recriminó, marchándose en dirección al baño con un bonito vestido en manos—Ahora debes esperarme.
Resignado, Harry se tumbó sobre la cama y esperó una hora y media más. Cuando menos lo esperó ya caminaba por la calle con la hermosa Victoria Wilde de su mano, causando furor entre los que los reconocían. Por supuesto, ella disfrutó cada momento, pero Harry sólo podía sentirse cansado, preguntándose con cada flash de las cámaras si su noche habría sido mejor de haberse quedado en el pub.
Internamente, sabía que sí.
El barullo del callejón Diagon era abrumador.
Las personas iban y venían, charlando entre sí con prisa, o simplemente para dedicarse a mirar los aparadores de los diversos negocios mientras dos chicas se escabullían entre ellos del brazo, una tirando de la otra.
Al final de la calle, se detuvieron frente a una calle llena de tiendas de ropa y calzado. Una vista maravillosa para todas las brujas que entraban y salían con bolsas llenas de los locales.
Una de ellas, la más alta tiró nuevamente de la otra para adentrarse y admirar por fuera los vestidos y túnicas.
—¿Ves eso? Aquí lo encontraremos— dijo, señalando con ilusión hacia las magníficas túnicas elegantes—. ¡Vamos, quita esa cara!
—Estoy emocionada— se defendió la otra, sin oponer resistencia—. Me gusta comprar ropa, solo que estos sitios me parecen demasiado, Ginny.
Ginny Weasley, hermosa y convertida en una mujer, sonrió satisfecha.
—¡Es por eso que estamos aquí!— la reprendió, y caminó con mayor decisión—. Esto se trata de mi boda y quiero que cada aspecto sea perfecto, ¡Tú tienes que ayudarme con eso, Hermione Granger!
La castaña frunció las cejas, pero prefirió quedarse callada, Ginny tenía razón. No se trataba de nada pequeño o sin importancia, era la boda de una de sus mejores amigas y merecía únicamente lo mejor.
—¿Por qué no mejor me repites como es que estás a punto de casarte con Draco Malfoy?
El rostro de Ginny pareció deslumbrante al oír su nombre.
—No lo sé, él es un hombre con suerte.
Ambas rieron en acuerdo. Desde que los dos comenzaron a salir tres años atrás, todos creyeron que Ginny había enloquecido por iniciar una relación con un Slytherin, su antiguo enemigo natural, Malfoy en su lugar siempre se mantuvo a la expectativa, sin entrometerse, únicamente enfocándose en Ginny y sin importarle las habladurías.
Luego del segundo año, todos estaban resignados. No se trataba de ningún capricho por parte de la menor de los Weasley y cuando se comprometieron, a su familia y amigos no les quedó más remedio que esperar que fuera feliz. En el fondo, Hermione sabía que así sería; Draco siempre miraba a Ginny con una sonrisa devota y admirada, y viceversa.
—Planeo casarme una sola vez en la vida, por eso tiene que ser perfecto, Hermione. Así como tu vestido de dama de honor.
Hermione sonrió discretamente, afianzándose al brazo de su amiga, esforzándose por no caer por el camino irregular y el tacón de sus zapatos.
—¿Luna por qué no está aquí? — protestó cansinamente. Llevaba todo el día al lado de Ginny, revisando los preparativos, comprando y perfeccionando cada detalle.
—¡Porque Luna se rehusó a usar el vestido que escogí para ella! — se lamentó con una mueca, haciendo reír a Hermione, era algo que ambas se esperaban ya desde un inicio—. Tuve que cambiar todo.
—¿Qué esperabas, Gin?
— Quería que mis vestidos fueran color lila— murmuró la pelirroja— Y Luna dijo que ella ya había encontrado el vestido perfecto, ¡Y es amarillo! Así que tuve que pensar en otra cosa.
—Eso suena como a ella— concordó Hermione—. ¿Por qué no uso el que era de Luna?
— Sé que no la haré cambiar de opinión, ni me atrevería a hacerlo, así que lo dejé, pero tú no te me escaparas— prometió Ginny con suficiencia—Planeo que luzcas preciosa, en un vestido que parezca hecho para ti.
—La boda es tuya. ¿Qué hay de no eclipsar a la novia?
—Ya lo sé y mientras Draco me vea sólo a mí nada más me importa.
—Estoy segura de que sí, está casándose contigo— obvió Hermione.
—Pero también es normal que quiera que mi amiga y dama de honor se vea hermosa— alegó y apretó su mano cariñosamente—Nada puede no serlo el día de mi boda.
—Me gusta tu positivismo, pero pudiste haber elegido cualquier vestido y yo lo habría usado, ¿Por qué me usas como modelo entonces?
—Porque el vestido será para ti— la cortó Ginny y una sonrisa maliciosa apareció en sus labios ante lo que diría—Tú eres en lo que me basaré para elegirlo y debe verse bien en ti.
—¿Qué hay de las otras chicas? — inquirió Hermione desconforme—. Tienes otras damas de honor y eso es un poco egoísta.
Ginny chasqueó la lengua, mientras se acercaban a la última tienda, con un enorme vitral que les permitía ver los vestidos más hermosos y seguramente más costosos de la calle.
—Les mandaré su vestido en cuanto lo encontremos— la tranquilizó sin tomarle importancia—Pero tú serás mi inspiración, si se ve bien en ti, entonces es lo que quiero.
—Tus amigas son muy bonitas, no veo la razón para esto.
Hermione conocía a las otras damas de honor, compañeras del equipo de Quidditch de Ginny, chicas hermosas y con cuerpos esculpidos gracias al deporte, pero todas eran muy diferentes y se alejaban mucho a lo que era ella misma. Dudaba que el vestido que le viniera bien resultara igual de favorecedor para ellas.
—¡Deja de pensar en ellas!— protestó Ginny y empujó la puerta de la tienda, llevándola consigo.
—Es tu boda— suspiró Hermione rindiéndose—Prometí hacer lo que quisieras siempre y cuando no sea un vestido demasiado...
—¿Escotado? Podría funcionar, incluso sería maravilloso— río la chica y pareció tomar una nota mental—Me has dado una nueva idea de que buscar para ti.
Hermione se cruzó de brazos, deteniéndose en la entrada, creía que valía la pena comenzar por aclarar lo que estaba terminantemente dispuesta a no usar. No veía nada de malo en esos vestidos, por supuesto que no, simplemente, no eran su estilo.
—No me pondré nada como eso, no sé porque te esfuerzas tanto en...
Ginny también parecía decidida a no rendirse, tiró de su brazo y la empujó hacia el interior de la tienda.
—Esto es para que el idiota de Harry Potter lo note.
Al escucharla, Hermione se negó a dar un paso más, negando firmemente con la cabeza con la que esperaba fuera su mejor expresión escandalizada.
—Lo que dices es una tontería.
Ginny fingió no escucharla, alejándose unos metros para mirar los vestidos, accesorios y túnicas en los aparadores. Todos eran tan hermosos y costosos, que Hermione no podía evitar no enamorarse de ellos.
Nunca fue demasiado apegada a comprar ropa desmedidamente y mucho menos tan cara, pero debía admitir que, si se trataba de ropa así, no había mucho que lamentar.
—Yo pagaré esto— le dijo Ginny como si estuviera adivinando lo que pensaba.
—Puedo pagarlo— se defendió Hermione ofendida—, Y eso pienso hacer.
—Oh, vamos— suplicó Ginny colgándose de su brazo—. Básicamente es Draco quién está pagando la mayoría, y dentro de poco todo será nuestro, éste también es mi dinero ¡Y es un regalo!
—Que romántico como hablas de su fortuna— se burló Hermione ácidamente, provocando que su amiga sonriera.
—¡Te prometo que Harry no dejará de verte!
—Ginny— le advirtió seriamente y se alejó para mirar entre los diversos modelos— Detente, y no digas más cosas como esa, Harry tiene novia ahora.
—Una espantosa arpía si me preguntas— tajó fríamente—. Sinceramente, esa chica me vuelve loca.
—Victoria no es tan mala— dijo Hermione, esforzándose por no mirar las etiquetas y los elevados precios de cada prenda.
—¡Es terrible! — la corrigió Ginny desde el otro lado de los percheros—Odio su manera de hablar, su cabello, su voz y su sonrisa, ¡Y todo a su alrededor! Como si se tratara del centro del universo y todos debieran doblegarse y rendirle tributo. ¿Sabes qué? Es eso, su falta de hermanos.
—¿Qué estás diciendo? — rio Hermione sin comprenderla, ambas detuvieron sus búsquedas, mirándose divertidas.
—Bueno, yo tuve que aprender a ser compartida y soportar a la gente que no me daba lo que quería, ¡Porque crecí con tantos hermanos! Esa chica solo ha tenido que extender la mano y obtenerlo. Alguien alguna vez debería decirle que no todo le pertenece.
—Yo soy hija única— comentó Hermione, disfrutando desbaratar sus argumentos.
Prefería redirigir la atención a otro lado lejos de la novia de Harry, antes que tener que profundizar en ello. No era su tema favorito, así que era mejor no pensarlo y no emitir ningún punto de vista.
—Rompes el molde— afirmó Ginny—¡Tú eres un encanto, Hermione! Y ella es tan pretenciosa...
Hermione meneó la cabeza con diversión, lo que Ginny decía simplemente no tenía sentido. Creció como hija única, solo ella y sus padres dándole todo el amor que pudieron darle y por supuesto, enseñándole como era que debía comportarse y buscar lo que quería sin rendirse, pero siempre sin arruinar a los otros en el camino. Solo era una simple cuestión básica de valores y educación, y no podía interferir ni catalogar a Victoria.
No era malo que una chica consiguiera lo que quisiera, le alegraba, es como debería ser si luchas por ello, y que se quisiera tanto a sí misma, tampoco era un pecado. Tal vez, todo se trataba de su actitud.
Ambas no hablaban demasiado y las veces en que la había visto siempre fue de la mano de Harry, sonriente y perfecta, y los pocos detalles como la manera en que hablaba, con los susurros y murmuraciones, entrometiéndose en las conversaciones para redirigirlas a ella, sus miradas esporádicas y analíticas a las personas cuando éstas no miraban... No, eso no bastaba para conocerla, pensó.
—No sé cómo Harry la soporta— concluyó Ginny, vagando como ella por la tienda con ojos brillantes ante los vestidos— Cuando te cases, espero que me dejes escoger mi vestido, si no tuviera ya mi vestido de novia usaría uno de estos, ¡Son tan bonitos!
—Ginny eso es cruel— la reprendió Hermione al alcanzarla, sus pensamientos no la habían dejado responderle a tiempo, demasiado ocupada replanteándose porqué Victoria le provocaba tanta incomodidad.
—Solo digo la verdad— se defendió Ginny retomando gustosamente el tema—. Si Harry ha tenido una buena novia ese eres tú. No sé porque terminaron ¡Eran tan lindos!
Hermione se dio la vuelta para no tener que mirarla, y observó distraída entre los maniquíes.
—Éramos muy jóvenes— suspiró y el torrente de recuerdos de su adolescencia se mantuvo a raya, de no hacerlo no podría detenerse.
—Eso ya me lo sé— bufó la chica a sus espaldas— Y es una tontería.
—Es la única respuesta que tengo— murmuró Hermione encogiéndose de hombros.
—¡Vamos! Ahora serían tan... ¡Tienen tanto potencial de pareja aún!
—No le quitaré el novio a esa pobre chica, no pienso pelear por ningún chico— declaró Hermione firmemente, girándose para encararla. —Ni siquiera quiero una relación con Harry de nuevo.
Las últimas palabras supieron agrias, pero se conformó con creer que habían sonado bastante convincentes. Habían pasado tantos años desde que estuvieron juntos, que atreverse a pensar en la posibilidad nuevamente la aterraba, sería demasiado arriesgado como lo fue en su época y no tenía la certeza de si funcionaría cuando la primera vez no lo hizo.
—Como quieras—gruñó Ginny de mal humor—. Solo digo que, ya que Harry está invitado a mi boda, ¡Como uno de los padrinos!, y tú eres una de mis damas de honor, podrían divertirse como en los viejos tiempos. Ya sabes lo que dicen, en las bodas los padrinos suelen...
Alzó las cejas sugestivamente, y Hermione sólo meneó la cabeza, declarándola un caso perdido. Todo estaba yendo justo como su amiga quería, pero su mirada sobre ella y su urgente e inexistente deseo acerca de una oportunidad con Harry eran ridículos.
Ya era bastante raro que Harry fuera uno de los padrinos de Draco Malfoy cuando ambos solo mantenían una relación distante y cordial, que adivinar que Ginny tenía mucho que ver en eso no era descabellado, mucho más si se tomaba en cuenta que Ron también lo era. De todas formas, Malfoy nunca había tenido muchos amigos demasiado cercanos.
Los tres chicos se habían detestado en Hogwarts y ahora gracias al compromiso estaban a punto de convertirse en alguna especie de familia. Simplemente, Ginny estaba saliéndose con la suya en todo últimamente.
—¡Él la llevará a mi boda! No sé porque tuve que invitarla—se lamentó—Y te apuesto que a ella no le importará el "no opacar a la novia" pero no me importa, Draco solo tiene ojos para mí y básicamente, no tengo nada que envidiarle, ¡Y tú tampoco!
Hermione sólo parpadeó confundida, tampoco la envidiaba, pero no dijo nada, prefiriendo darse la vuelta para buscar en cualquier otro lugar donde no escuchara las quejas y pretenciosas opiniones de su amiga. Eran simplemente terribles, ellas no estaban en una competición.
Mirándose de reojo en uno de los enormes espejos que invadían la tienda, comprobó que a diferencia de lo que creía de niña, había logrado dejar de pensar en sí misma como alguien poco atractiva, y se sentía orgullosa.
Su cabello seguía siendo rebelde, pero era eso mismo lo que creía que la caracterizaba, además su cuerpo estaba bien formado y.… sí, tal vez no de la misma forma en que pudiera compararse con una modelo como Victoria Wilde, pero Hermione creía estar muy segura de ser muy atractiva para los chicos, e incluso para sí misma y eso era lo que la satisfacía.
Además, recordó, cuando había comenzado a salir con Harry todavía era una adolescente y no es que fuera fea, pero aún no conocía las maravillas que hacía un poco de acondicionador y su personalidad distaba mucho de ser lo que era ahora. Por entonces, encontraba mejor demostrar cuanto sabía sin importar si eso la hacía parecer presuntuosa.
Y Harry la encontró hermosa.
Recordar todas las veces que se lo dijo entre sus tantas y furtivas citas en Hogwarts le hacía imposible no sonreír tontamente.
Durante el baile de navidad Harry no paraba de hacerle saber cuánto le gustaba, mientras ella se moría porque finalmente la besara. Su relación fue tierna, llena de ilusiones y sentimientos recién descubiertos, pero sumamente inocente.
Ambos eran tan jóvenes y estaban tan enamorados... aunque eso no bastó.
Ahora era claro que los gustos de Harry habían cambiado y que prefería salir con una modelo como Victoria, con tentadoras curvas y belleza inalcanzable sin importar que molesta, desconsiderada y poco amable fuera... Él la encontraba perfecta.
Pero, por supuesto, se repitió Hermione pasando vestidos enérgicamente, no estaba compitiendo con su nueva y perfecta novia. Ni siquiera debía pensar en ella de esa forma, no era correcto.
Así que debería estar contenta por él y esperar que fuera feliz con la chica.
Harry jamás fue descortés y se esforzó arduamente en mantener su amistad luego de su rompimiento, además hizo mucho al hacerla darse cuenta cuánto valía, y todo lo que se merecía.
Exhalando para controlarse, siguió pasando y descartando vestidos sin siquiera mirarlos, sintiéndose tonta por estar ahondando más de lo necesario en un tema sepultado.
Gracias a él, Hermione llegó a amarse y a soltar todos sus prejuicios, y ahora se amaba más de lo que pudo haber pensado, entonces lo mínimo que podía hacer era apoyarlo, incluso si su novia era una pesadilla.
—¡Ese es! ¡Es perfecto!
Con una mano sobre su pecho, Hermione encaró a Ginny, visiblemente asustada por sus gritos, pero su amiga solo señalaba lo que tenía en sus manos con absoluta asombro.
Un bonito vestido color rosa palo, con un escote en forma de V y una abertura en la espalda que, aunque atrevida seguía siendo completamente elegante.
— Sí, parece que lo es— sonrió Hermione y lo puso frente a ella para mirarse en el espejo.
Ginny apareció detrás, con sus manos sobre sus hombros.
—¡Harry querrá arrancártelo!
Hermione la empujó, riéndose entre dientes mientras Ginny se alejaba en busca de la vendedora.
Pero no pudo desaparecer de su mente las palabras de su amiga, todavía mirando su reflejo, preguntándose si, de alguna forma, Ginny podría tener razón.
