"Mientras hay vida, hay esperanza."

—Refrán popular.


Después de la tormenta, llega la calma...

El cielo se despeja, dando paso a los rayos de luz que iluminarán sus corazones.

Después de la devastación, el dolor y las pérdidas, las tierras recobraron su fertilidad cinco años después.

El retumbar de la tierra, iniciado por el mal llamado Eren Jaeger—el portador del titán fundador, de ataque y warhammer—, dejó secuelas en lo que había sido su pueblo natal. No había un sólo rastro de su pasado—ni casas, ni animales y mucho menos su población—, instalando un nuevo inicio.

Una hoja en blanco. Un cuaderno listo para ser reescrito. Ese fue su legado.

Sin embargo, los vestigios de la guerra trajeron consigo algunas tragedias que fueron recordadas por los habitantes más pequeños. Decenas de niños y niñas fueron encontrados después de algún tiempo, mientras intentaban sobrevivir como podían ante la hambruna y su mal estado de salud.

Entre la malaria, la falta de agua potable, de alimentos y recursos económicos; los sobrevivientes debieron adaptarse a una vida donde el más fuerte era quien ganaba un día más de vida.

En ese lugar, la tierra donde alguna vez estuvo la casa de la familia que había acogido a Mikasa de pequeña, se había transformado en el refugio donde formaría su actual familia.

Ese sería su nuevo hogar.

—¡Señorita Mikasa! —escuchó las voces de las niñas más grandes del grupo y corrían a su dirección.

Mikasa Ackerman—gracias al apoyo incondicional de la reina Historia Reiss— creó un lugar en donde los niños que habían sido víctimas de la guerra pudieran volver a empezar. Muchos de ellos habían perdido a sus padres, hermanos, abuelos... Pero jamás la esperanza.

Ella deseaba devolver aquella demostración de amor que alguna vez Grisha, Carla y Eren Jaeger les habían regalado.

—¡Señorita Mikasa! —nuevamente la llamaron.

La Ackerman se encontraba divagando en el pasado y al escuchar que la llamaban, regresó en sí. Allí se percató de la presencia de las dos niñas de nueve años, aproximadamente.

—Mina, Nala... —musitó mientras colgaba las amplias sábanas blancas en el tendedero—¿Sucedió algo?

Sus sonrisas eran el motivo que la impulsaba a vivir.

—¡Si! —dijeron al unísono—¡¡Nuestra reina ha llegado al hogar y nos pidió que te buscáramos!!—exclamaron emocionadas.

—¡Oh, nuestra reina! —respondió con alegría— ¡Avísenle que enseguida voy! Sólo me quedan estas sábanas y... —musitó con nerviosismo.

—Déjanos ayudarte—las pequeñas manos de Mina abrazaron la suya, transmitiéndole la calidez y la esperanza—. Nosotras terminaremos con esto.

Mina era la más apegada a Mikasa. Ella estuvo al borde de la muerte cuando la Ackerman la encontró en la orilla del río, con claros signos de haberse ahogado. Ella aplicó los primeros auxilios y, una vez que logró que expulsara el agua de sus pulmones, la llevó consigo hasta la pequeña cabaña que había construido en el lugar donde vivió junto a la familia Jaeger.

Mina era apenas muy pequeña y sus recuerdos estaban completamente dañados cuando despertó. Lloraba desconsoladamente cada noche y Mikasa se encargó de consolarla hasta que ella se dormía profundamente.

Así, con el paso de los meses, ambas construyeron un lazo muy fuerte donde la pequeña aprendió a vivir junto a su salvadora.

—Gracias, Mina—sonrió y acarició su cabello—. A ti también, Nala—agradeció a su amiga.

Había muchas cosas que debía hablar con Historia. No desde su posición como reina, sino como su amiga.

Al regresar a la cabaña, podía divisar a sus pequeños rodeando a la reina. Los niños la admiraban y sentían una gran devoción por ella.

Historia era considerada como diosa entre ellos. Su mirada les transmitía paz y esperanza, algo que creían haber perdido.

—¡Mikasa! —exclamó al ver a la Ackerman— ¡Qué gusto es verte nuevamente!

—Reina Historia... —reverenció y los niños la imitaron. La aludida sonrió y se ruborizó al verlos—¡Bienvenida a nuestro humilde hogar!

—Me da mucho gusto regresar, Mikasa—Historia se agachó y recibió un afectuoso abrazo grupal.

Lo que más la emocionaba era el gran cambio en cada uno de ellos. Historia podía ver a su hija en los ojos de aquellos niños desamparados. No obstante, la compañía y amor de Mikasa—junto con dos colaboradores más—les devolvió la felicidad de sus rostros.

—Ustedes son muy amorosos—acarició la cabeza de cada uno de ellos—. Realmente me gustaría poder venir todos los días... —lamentó.

—Las obligaciones demandan mucho tiempo y ellos saben que su trabajo exige mucho de su presencia—justificó y esperó a que sus colaboradores llegaran para continuar.

Eran dos adolescentes que vivieron en la ciudad de Trost. Recordaban la batalla del titán femenino contra el de ataque, viendo la tragedia de perder a su familia debido al derrumbe de su hogar.

—¡Niños! Juguemos a las escondidas—propusieron y los pequeños gritaron de alegría. Se retiraron del lugar, dejando a Mikasa e Historia a solas.

En la sala principal, Mikasa y sus colaboradores habían construido una pequeña mesa y unas sillas con madera. Historia se sentó en una de ellas y se quitó el abrigo.

Mikasa fue hasta la cocina y preparó dos tazas de infusiones para poder conversar a gusto. Cuando lo hubo terminado, le cedió una de ellas a la reina y ella se ubicó a su lado.

El vapor que salía de allí le recordaba cuando estaban en la Legión. En varias ocasiones, tanto Mikasa como Historia se ocupaban del desayuno de los soldados.

—Cada día lo haces mejor, Mika—expresó después de dar un largo sorbo—. Me hace muy feliz verte mejor.

Historia conocía a Mikasa y también estaba al tanto de su largo duelo tras la muerte de Eren.

—Admito que fue difícil, pero los niños me devolvieron las ganas de luchar. Eren nos dejó este legado y estoy dispuesta a pelear por la felicidad de las nuevas generaciones—sonrió y dio un sorbo.

Ya había encontrado la razón que le devolvería la vida. Estaba contenta con su determinación.

—Por esa razón he venido, Mika—suspiró—. El consejo ha visto el arduo trabajo que haces aquí y están muy conformes con ello. Además, he recibido una carta donde han solicitado nuestra presencia para acudir en su ayuda—le cedió el sobre a la Ackerman y continuó: —. Siendo sincera, quisiera que fuéramos hoy mismo.

Mientras la azabache leía la carta, sus recuerdos llegaban uno tras otro. Estaba segura de que esa caligrafía era única y sabía a quien le pertenecía.

En la misma mencionaba que, durante mucho tiempo, aquella ciudad fue cuna de miles de injusticias en donde los niños eran las principales víctimas.

Por esa razón, en la carta solicitaban que acudan a ese lugar y rescatar a los niños. También, sugirió construir una ciudad en la superficie para que nadie más viva en un sitio tan inhóspito.

"Capitán..."

Luego de leer, respiró profundo y respondió:—Estoy de acuerdo, iré contigo a la Ciudad Subterránea y ayudaremos a quienes lo necesiten—llevó el sobre a su pecho y suspiró—. Él pidió ese favor y lo cumpliré. Es lo mínimo que puedo hacer en agradecimiento por haberme ayudado tanto...

Historia sonrió y se levantó de su asiento. Dejó la taza sobre la mesa y estrechó su mano.

—Sabía que podía contar contigo—esbozó una amplia sonrisa—. Por favor, acompáñame al carro.

La Ackerman asintió y llevó las tazas a la cocina. Las lavó y luego fue en busca de un abrigo.

Sabía que ese lugar podría ser más frío debido a la falta de luz.

—Bien, estoy lista.

[...]

Mientras atravesaban los grandes campos, tanto Mikasa como Historia recordaban su pasado: La batalla contra Reiner y Bertholdt, luego de secuestrar a Eren y llevarse a Ymir inconsciente. Aquel día en que Historia y ella se despidieron sin poder decirse más nada, fue demasiado triste.

Una mirada bastó para comprender el dolor de la mujer que le enseñó a amarse.

Por otra parte, Mikasa imaginaba a los soldados cabalgando con rapidez, luciendo sus capas de la Legión de Reconocimiento, la cual podía vislumbrarse aquellas alas de la libertad.

—Dependiendo del resultado de esta misión, mandaré a construirles un hogar más grande—acotó Historia—. Supongo que te negarás porque aprecias el trabajo realizado a lo largo de este tiempo, pero debes velar por su comodidad.

—Concuerdo con ello, Historia—al estar en confianza y a solas, Mikasa podía hablar con libertad—. Pero algún día ellos crecerán y formarán sus familias. Por eso, debo cuidarlos hasta que puedan valerse por sí mismos y cuando ya no tenga más nada que hacer, regresaré a la cabaña que construí.

La reina bajó la mirada y sonrió. En los últimos años, su vínculo se volvió más estrecho e Historia ya no temía al intentar hablarle a Mikasa con sinceridad. Antes, debido a que no había logrado conocerla, sentía que la Ackerman era una mujer de carácter rígido.

—Mika, tú deberías pensar en encontrar el amor y algún día sentir la dicha de ser madre—espetó—. Sé que sonaré algo conservadora, pero después de tanta tristeza, un hijo lo es todo. No existe una felicidad más grande que esa y, por experiencia, no te arrepentirás de esa decisión.

El carruaje se detuvo y Mikasa miró detenidamente a Historia. Ella se mostraba más madura y segura de sí misma. Además, desde que tuvo a su pequeña Ymir, recuperó la sonrisa que tanto la caracterizaba.

—Lo pensaré, lo prometo—bajó la mirada.

¿Era posible volver a empezar?

Uno de los guardias de la reina abrió la puerta del carruaje e invitó a las mujeres a bajar, sosteniéndolas de sus manos.

Una vez que la Ackerman salió del vehículo, contempló un paisaje que desconocía: Edificios en ruinas, basura por doquier y animales famélicos en busca de alimento.

El dolor y la impotencia que sentía era desgarradora.

—Perdónanos la tardanza—Historia se adelantó y se detuvo frente a alguien que besó su mano inmediatamente—, pensé que llegaríamos antes.

—No se preocupe, alteza—espetó en voz baja—. Estoy a su disposición.

"Esa voz..."

—Bien, Capitán Levi—Historia se hizo a un lado y esperó a que la Ackerman se acercase hasta ellos—, les encomiendo esta misión a ti y a Mikasa.

Ella dirigió su mirada hacia él y notó las cicatrices de ese año. Cada una de ellas guardaba una batalla en la que el soldado más fuerte estuvo al borde de la muerte.

—Es un gusto volver a verte, Mikasa—estrechó su mano.

—Lo mismo pienso, Capitán. Ha pasado mucho tiempo de no verlo... —respondió al gesto y sonrió.

Una sutil curvatura en sus labios fue suficiente para sentir la calma en su espíritu. Él estaba en paz después de tantos años de dolor.

—Pero ahora hay una diferencia—argumentó—. La Legión de Exploración no existe y yo ya estoy retirado. No soy tu capitán. Así que llámame Levi, sólo así.

¿Cómo podía llamarlo por su nombre si todo lo que recordaba de él era su rango militar y sus enseñanzas en combate?

Apartarlo de allí significaba pensar en él como un hombre común.

—Me costará trabajo, pero tiene razón, Levi...

Un reencuentro colmado de recuerdos olvidados. El hombre era el vivo retrato de un soldado de élite que batalló con todas sus fuerzas.

Ella, por su parte, era la imagen del renacimiento en un sitio donde aún no pudo reescribir la hoja en blanco que Eren le legó.


Hola a todos! Aquí de nuevo con una nueva obra RivaMika.

Este longfic será escrito para el concurso RivaMika del grupo "El corralito de los fanfics".

Espero que lo disfruten y leeré sus comentarios!