Notas:
Estaba dudando sobre publicar esto en inglés o español, pero debido a mi poco tiempo libre, lo decidí publicar en su idioma original y no trabajar en una traducción, que me tomaría algunas horas. De todas formas, pienso que el Fandom en español de JJK debe crecer, y más el GoUta (ni sé cómo es el nombre de la ship, pero ese me gusta), que a todas estas, es la primera publicación que hago sobre ellos.
Lectura de Labios.
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Gojo Satoru sabía hacer de todo. Ya no era solo que fuera el hechicero más fuerte de todos con una basta cantidad de energía maldita, una mente privilegiada o el portador de los seis ojos y el infinito, sino que cualquier cosa—cualquier cosa—se le iba a dar bien. Y si no que le preguntasen a Utahime, que cada día que Gojo venía de visita aprendía algo nuevo sobre él, muy a su pesar.
—Espera, ¿sabes hablar francés? —preguntó la mujer mientras veía como Gojo se leía un libro en un idioma que parecía… francés. Aunque, en primer lugar, era sorprendente siquiera el pensar que él disfrutaba de cosas tan mundanas como leer.
—Por supuesto —respondió Gojo, como si aquello fuera equivalente a saber tomar agua y no tuviese la mayor importancia.
Bueno, tal vez no era importante para alguien que sabía datos históricos de países de los que nadie ha oído hablar, o cómo hacer nudos marineros o la receta de la Coca Cola.
Con un novio así, Utahime se tenía que esforzar más que nunca para estar al nivel, para que nadie dijera que era poca cosa para Satoru, aunque en el fondo todos supieran que era verdad. Por otro lado, nadie estaría a la altura de Gojo jamás, así que tampoco era la gran cosa el asunto. Eso sí, por mucho que ella hiciera o se esforzara, él siempre iba a salir con otro poder o habilidad misteriosa surgida de la nada.
Al menos, sinceramente hablando, estar con Gojo era divertido—cuando no se burlaba de ella, eso sí—. Nunca se sabía por dónde iba a salir.
Por lo tanto, ella se encogió de hombros y lo dejó ser, mientras se sentaba a terminar la lista de las compras que debería hacer más tarde.
—No hace falta que compres pasta de dientes. En el cajón aún hay dos tubos sin abrir. Debes aprender a no malgastar el dinero, Utahime —dijo Gojo luego de unos minutos, todavía sentado en el sofá frente a Utahime, mientras ella repasaba la lista de la compra para sus adentros.
Tenía la réplica perfecta en la punta de su lengua, empezando por exigirle un poco de respeto y culminando con algo como: "No voy a recibir consejos financieros de alguien como tú", e incluso lanzarle algún objeto si se ponía fastidioso—aunque sabía que no lo golpearía—,pero algo mucho más grande que se registró en su cerebro, la detuvo.
Cualquiera pensaría que Gojo había leído en algún momento la lista de la compra, pero no. Utahime la acababa de escribir y era por lo que la estaba repasando, para no olvidar nada. Ahora, entre todos los descubrimientos sobre aquel hombre, este era indudablemente escabroso. Ella sinceramente tenía miedo. Este tipo le podía leer la mente. Aunque siendo Satoru, eso no supondría ninguna sorpresa.
¿Qué la vida no se cansaba de darle todo tipo de habilidades? ¿Qué motivo había para hacer a alguien considerado el más poderoso, un poco más poderoso?
Utahime le miró con desconfianza y Gojo, para colmo, sonrió como si se lo estuviese pasando bien, volteando la página del libro, pero plenamente consciente de la mirada de la mujer en su persona.
—¿Me estás leyendo la mente o qué? —decidió ir directo al grano y preguntar.
—La mente, en concreto, no.
Una respuesta cuestionable, sin duda.
Que hombre más raro—Utahime esperaba que Gojo, si leía la mente, leyera ese pensamiento también—. Con la mente fija en pensamientos destructivos para con él, Utahime siguió repasando la lista de la compra para sus adentros. Tomates, sal, lechuga, champú del barato, pizzas para microondas…
—Utahime, estoy convencido de que eres capaz de preparar una pizza por ti misma. No tiene mayor dificultad, estaría más deliciosa y no sería nociva para tu salud.
—Sí, eso lo dice el tipo que consume cantidades nocivas de azúcar —la mujer se paró de la silla y se acercó a Gojo, haciendo ademán de pegarle la lista en la cara—. Oye, ¿y desde cuándo puedes leerme la mente?
Él levantó la cabeza, mirándola con una sonrisa estúpida. —Ya te he dicho que no te leo la mente. ¿Te estás volviendo senil?
Utahime rodó los ojos y dejó pasar el comentario en pro a descubrir qué sucedía. —Pues entonces… —hizo una pausa en la que reordenó todos sus pensamientos y llegó a otro tipo de conclusión un poco menos sorprendente que Satoru leyendo la mente —, ¿me estás leyendo… los labios?
—¡Bingo! —el libro fue cerrado de golpe y dejado en algún lado del sofá —. Así es. Es una habilidad que tuve que adquirir hace años. De lo contrario, la mayoría de los comentarios peyorativos que me hacías se perderían.
Que Gojo supiera leer los labios de por sí ya era algo increíble, en serio, pero más lo era que haya aprendido a hacerlo para saber cuándo Utahime lo insultaba entre dientes—lo cual sucedía pocas veces, porque generalmente lo insultaba a todo pulmón—. Algunas cosas tuvieron sentido en ese momento, por otro lado. Todos esos años lo atribuyó a que él tenía un muy buen oído y por eso sabía exactamente lo que le había dicho.
Su interés por las habilidades extrasensoriales de Satoru la incitaron a sentarse en el sofá, justo a su lado, y observarlo con detenimiento. De inmediato supo que fue una mala idea. era una locura mirar a Gojo más de tres segundos seguidos—sin que este tuviera la venda puesta en sus ojos—sin pensar en lo atractivo que era cuando no daba mal rollo. Por lo tanto, fijó sus ojos en su cuello—todavía atractivo, pero más soportable—y se concentró en la prueba que tenía en mente.
Utahime movió los labios, como si estuviese diciendo algo, pero su voz era inaudible, tal y como lo había hecho mientras repasaba la lista de la compra. Así es, que Gojo demuestre que puede leerle bien los labios.
—Repite lo que digo —él descifró con éxito el mensaje de Utahime, sin ningún tipo de esfuerzo, lo que la hizo fruncir el ceño.
—Bien. De nuevo —esta vez, ella movió los labios mucho más rápido; tenía que ponerle algún grado de dificultad a la cosa.
—Que horrible eres, Utahime.
La mujer alzó una ceja. —Eso no fue lo que dije.
Quizá le había ganado, por una maldita vez.
—Ya lo sé.
O tal vez no.
—Entonces, ¿qué fue?
Él hizo una mueca antes de repetirlo. —Tonto engreído cara de simio. La verdad estás mal. No considero que sean cualidades que me describan.
Ignorándolo de nuevo, Utahime arrugó la nariz, dispuesta a ganarle al menos una. —Otra vez.
Gojo suspiró, pero aun así hizo de tripas corazón y le siguió el juego una, dos y hasta tres veces más. En el fondo también se lo estaba pasando bien.
Al cuarto intento, Utahime empezó a sonrojarse porque estaba siendo estúpida jugando esta cosa infantil y diciendo lo que estaba diciendo, y no fue capaz de continuar, dejando la oración a medias. Puede que Gojo no fuera capaz de leerle los labios esta vez—imposible, incluso para él—, pero fijo que sabía de todos modos qué era lo que estaba intentando decirle.
—Esa no ha valido —dijo la mujer, con las manos sudorosas y arrugando la lista de la compra.
Decir cosas cursis no era el fuerte de Utahime y nunca lo sería, mucho menos decírselas a Satoru. Así que, en la medida de lo posible, las evitaba a toda costa. Total, el hombre de cabello blanco sabía bien que ella lo quería—por alguna extraña razón—, ¿no? Si sabía de francés, las enfermedades típicas de los caballos o cálculos matemáticos, también debería haber en su cabecita un hueco para algo tan obvio como los sentimientos de Utahime.
Aun así, por si las moscas, Utahime se aseguraba de decírselo, pero a su manera. Así que como la mujer torpe que era para el amor, buscó a tientas los labios de Satoru y lo besó rápido. Tan rápido que incluso se podía jurar que nunca lo hizo en primer lugar, para después pararse como un resorte del sitio que ocupaba en el sofá, sin querer mirarlo. No podía creer que todavía tenía estos momentos de timidez absurda. A ver cuándo se le pasa la tontería, que seguro daba vergüenza ajena.
—Awww, yo también, Utahime~
Que ganas tuvo de borrarle la sonrisa—que seguro tenía plasmada—de un golpe.
—¿Tú también qué? ¿Vienes al supermercado conmigo? —Utahime, con ganas de aparentar demencia y que no se estaba muriendo de la vergüenza, caminó hacia la puerta y metió la lista de la compra sudada y arrugada en su bolsillo —. Mejor, así sirves para algo y ayudas a cargar las bolsas. ¿Vamos? Luego, si quieres, preparamos una pizza.
—No sabía que requirieses mi ayuda para meter una pizza en el microondas.
Ella frunció el ceño. —Me refería a una pizza hecha por nosotros. Dijiste que era fácil, así que me dirás cómo se prepara la masa.
Pero lo cierto era que a Utahime—y al mundo—aún le quedaban muchas cosas que aprender sobre Gojo Satoru. Lo siguiente que aprendería esa noche era que él, pese a saberlo todo y ser bueno en todo, era un desastre a la hora de cocinar y no tenía ni repajolera idea de cómo preparar una pizza.
Más notas:
¡Y eso es todo! No sé si sea muy sorprendente que alguien pueda leer los labios a la perfección y ante cualquier velocidad a a la que estés hablando, pero por lo menos yo sí me sorprendí cuando descubrí que un amigo mío podía hacerlo xD
Espero que hayan disfrutado de la lectura.
¡Cuídense!
