Disclaimer: La mayoría de los personajes que aparecen aquí, son de la inventiva de Rumiko Takahashi, yo simplemente doy uso de ello por el entretenimiento y sin ánimo de lucro.

Advertencia: Está historia tiene muchas referencias a otras dos de mi autoría. Si queréis tener un poco de idea aquí os dejo los nombres: la primera Divine Bets y la segunda The Hanyou's legend. Ambas las encontraréis en mi perfil de . Si ya las habéis leído, cosa que me haría infinitamente feliz, entenderéis más referencias.

¡Disfrutad de la lectura!


Gruñó muy suavemente, pero dejando claro a todos aquellos que la observaban que no estaba nada contenta. El espejo que tenía delante suya estaba mostrando la imagen de una pareja joven abrazada cerca de la Rueda de la Reencarnación de un color rojo brillante. Supuestamente, los individuos que debían pasar por allí reencarnarían en sujetos que debían pasar una vida luchando en contra de la avaricia y de la posesividad*. Realmente a ella nunca le había interesado a dónde iban a parar las almas humanas después de pasar por sus estancias; mientras esas almas llegaran al mundo de los muertos, ficharan y se dirigieran a la Rueda de la Reencarnación sin hacer mucho ruido, ella estaba feliz.

Pero esa imagen no la hacía nada feliz.

Llevaba unos meses escuchado que, un medio shinigami, más pobre que las ratas, había hecho equipo con un grupo de humanos para exorcizar a aquellas almas que no habían pasado a su reino ya fuera porque habían sufrido una muerte trágica o por problemas no resueltos. Ella lo entendía, pues a ella misma le había pasado, ya que, en un primer momento, no quería estar en ese lugar, quería huir de allí e incluso estuvo a punto de escapar…

Pero las cosas no salen siempre como uno lo desea.

El caso era que a ella en ningún momento le importó que un joven utilizara a sus amigos humanos para conseguir más dinero. Total, ella no tenía necesidad de tener riquezas, poco podía conseguir con las posesiones humanas allí donde ella residía, por lo que no creyó oportuno decir nada, hasta ese momento.

Y es que, ella odiaba que los humanos, protegidos por su exmarido, camparan libremente por sus dominios. ¡Había avisado a Izanagi que no quería volver a ver a ningún humano vivo campando por sus lares! Aunque posiblemente no la escuchó, aquel maldito cobarde huyó todo lo rápido que le permitieron sus enquencles piernas.

Por culpa de ese shinigami, dos humanos, muy vivos, habían correteado por sus tierras sin siquiera dar aviso, sin firmar ningún documento que acreditara su estancia ni para qué eran necesarios. Aun así, Izanami podía hacer la vista gorda, mirar hacia otro lado e incluso, pasar por alto que uno de sus mejores administrativos, Kain, no reportara este tipo de incidencia al departamento, ya que al final, con sus informes conseguía que las arcas del Yomi estuvieran siempre llenas.

Pero había algo que seguía molestándola. Tanto o más que la vez que su ex marido la menospreció por haber tomado ella la iniciativa*.

La chica de las dos trenzas.

Sabía su nombre completo, Mamiya Sakura. Se lo sabía de memoria porque había leído y releído el documento cientos de veces, pero no le tenía ningún tipo de aprecio. Y aunque pudiera parecer extraño o rocambolesco, ya que la diosa de los muertos nunca había llegado a odiar tanto a alguien como a su exmarido, le recorría un sentimiento de ira contenida cada vez que la joven se paseaba por sus dominios. No es que tuviera nada en contra de ella, simplemente es que se había saltado las normas.

Porque ella, debería estar muerta.

Mamiya Sakura, de quince años de edad, no veía espíritus porque había comido productos del mundo de los muertos cuando era pequeña. Los veía porque había pasado el tiempo suficiente en el inframundo como para que en la lista de muertos apareciera su nombre. A Izanami poco le importaba cuáles habían sido las circunstancias de su estancia en el Yomi, eso era cosas mundanas que no le importaban en lo más mínimo.

Pero que alguien le llevara la contraria en su terrero, SU TERRENO, y que, además, le recordara que el sistema estaba corrupto, era algo que no podía dejar pasar. Y menos que ese desafío fuera lanzado por una joven estúpida protegida por Nagi*. Por ello había empezado a moverse para conseguir que esa alma pasara de forma completa por sus tierras y fuera directamente a parar a la Rueda de la Reencarnación.

Pero no lo había conseguido y sabía por qué. La niña estaba protegida.

Las almas que estaban a su alrededor esperaban su estallido porque, como ella, habían visto el halo de luz que rodeó a la joven y la había protegido para que el agua no la llevara directa hacia la Rueda de la Reencarnación. Ese halo era la marca inequívoca de su hijastra, Amatrasu, quien había decidido adentrarse en sus dominios y desafiarla. No tenía ningún resentimiento a la diosa, pero no entendía porque ella había salido en la ayuda de la joven.

Aunque pensaba averiguarlo.

Ya habían pasado unas semanas desde aquel suceso que los había acercado más. Sakura se sentía feliz, aunque muy posiblemente nadie lo notara, sentía que la vida era más colorida y que cada vez las cosas iban a mejor.

Cierto era, que su relación con Rinne, al que ya podía permitirse llamar así, había cambiado en ciertos aspectos. Habían salido varias veces juntos y aunque las citas siempre estaban repletas de espíritus, situaciones sobrenaturales y préstamos al que ahora era su pareja, a ella no parecía importarle.

Tampoco es que supiera como cambiar la situación.

Era una joven práctica, había aprendido a muy temprana edad que enfadarse no llevaba a ningún sitio y menos expresar ese enfado de forma desmesurada. Y aunque ella siempre había sido una niña feliz, su desmesurada falta de emoción parecía asustar a los otros niños que simplemente lloraban por cualquier niñería.

Por eso mismo no se enfadaba cuando algo no salía dentro de los planes de ambos. Simplemente quería disfrutar el momento.

-¡Siento llegar tarde Mamiya Sakura! – levantó la vista cuando escuchó su nombre completo. Sin poder evitarlo, sonrió muy tenuemente al reconocer a su interlocutor. Rokudô Rinne apareció de un salto a su lado, aun llevando consigo su haori mágico. El pelo estaba ligeramente desordenado y parecía jadear levemente como si hubiera recorrido una maratón él solo. A su lado, Rokumon, que anteriormente era una cabeza gigante, volvió a su forma original de gato negro – ha habido un pequeño contratiempo, pero lo hemos conseguido – él se sentó a su lado y el pequeño gato al otro. Ella abrió la canasta de comida que su madre de 39 años le había dado, y repartió una porción de tamagoyaki a cada uno. El pelirrojo aguantó estoicamente las ganas de llorar, pero alguna que otra gota rojiza caían de sus ojos.

-Masato volvió con sus intentos de sabotear el trabajo de Rinne-sama, pero al final acabó desapareciendo en toda aquella humareda sagrada – verbalizó Rokumon mientras comía hasta casi ahogarse, de la misma manera que Rinne.

Sakura soltó una pequeña risa, sintiendo que ambos la misaban extrañados, para luego seguir a lo suyo. La joven se apartó un plato para ella y empezó a comer tranquila, aunque algo celosa, ya que a ella le encantaba poder acompañarlos en aquellas aventuras y sentirse útil. Sintió la mano de Rinne cerca de la suya, sorprendiéndola. Él la miró a la vez que tragaba una cantidad casi enfermiza de comida de golpe.

-La próxima vez te avisaré – ella sonrió. Desde que era pequeña, nadie que no fuera su abuela había sido capaz de leer sus silencios, por lo que le sorprendía, y por qué no decirlo, le encantaba como él había aprendido a entenderla sin esperar ninguna explicación. Le arrebató un súbito sentimiento de abrazarse a él, pero sintió que el momento pasó cuando él volvió a comer hasta atragantarse.

Suspiró algo derrotada. Nunca había sido una cobarde, eso era algo que tenía bastante claro, por lo que odiaba sentirse tan insegura en situaciones como esa. Aunque llevaban semanas saliendo como una pareja formal, solo habían tenido un acercamiento propiamente dicho: aquel abrazo cerca de la Rueda de la Reencarnación. No tenía las hormonas revolucionadas, pero sentía que las cosas estaban hiendo demasiado lentas, o eso es lo que le había advertido Anneto-sensei. Volvió a sentir la mano de Rinne apretándole la suya y volvió a sacarla de su ensoñación. Cuando lo miro, él miraba, completamente sonrojado, hacia delante a la vez que apretaba la mano, nervioso. Sakura no supo identificar qué era lo que le ocurría. De repente, él tiró de su mano y, sin ningún decoro, la abrazó.

-Em… Ma… Ma…- empezó a verbalizar el chico. Ella, se apiadó de él y le correspondió el abrazo.

-Sakura – susurró – puedes llamarme por mi nombre, Rinne – dijo con toda la intención. Se separó unos centímetros viendo por el rabillo del ojo como el pequeño gato desaparecía de la vista de los dos, pero la mirada del pelirrojo captó por completo su atención. Él, sin embargo, parecía mirar hacia sus labios, haciéndola sentir brevemente abrumada. Cerró los ojos a la vez que se tragaba sus miedos y avanzaba hacia él, sintiendo las mariposas revolotear en el estómago. Notó el aliento cálido y con un ligero sabor a salsa de soja que le agradó más de lo que pensaba. Los labios se rozaron levemente cuando sintió que era abducida por algo hacia atrás.

Abrió los ojos de la impresión al escuchar como Rinne la llamaba desesperado y desapareciendo del mundo de los vivos.

(·.·.·.·./·.·.·.·/.·.·.·.)

Rokudô Rinne había vivido muchas cosas en su vida. Su abuelo se había reencarnado en salmón y su abuela lo golpeaba cada vez que utilizaba cualquier apelativo cariñoso que hiciera referencia a su longeva edad. Había visto como su madre reencarnaba en una pequeña niña e incluso había soportado todo, absolutamente todo lo que su padre le había hecho sin perder la cordura. Pero que al besar a la chica de la que estaba enamorado desde hacía cerca de un año, la hiciera desaparecer un vacío existencial, eso acababa con la cordura de cualquiera.

Se levantó, desesperado y empezó a moverse de un lado a otro como si fuera a encontrar alguna pista, sorprendiendo a la gente que pasaba por el parque. Desesperado, se planteó preguntar a quienes allí se encontraban, pero al alzar la vista solo vio a una pareja joven que lo miraba con ojos desorbitados y a un motorista que arrancaba la moto malhumorado. Después de unos diez minutos de desesperación y locura, decidió serenarse y ponerse su haori. Llamó a Rokumon y juntos emprendieron el viaje velozmente al mundo espiritual, con el corazón en un puño. No hablaron en todo el camino, tampoco tenían nada que comentar, aunque el joven medio shinigami sentía unas ganas internas de gritar a los cuatros vientos el nombre de la chica.

Cuando llegaron a casa de Tamako-san, no hubo tiempo para los saludos. La joven mujer, lejos de presentar su encantadora sonrisa, los miraba con una mezcla de tristeza y enfado. Los hizo pasar sin emitir una sola palabra y los sentó en la mesa donde el té ya estaba preparado. Les sorprendió encontrar a Kain allí junto a los dos gatos negros de cada uno.

-Has tardado en llegar –amonestó el joven peliplata.

-¿Qué tienes tú que ver con esto? – preguntó agresivamente el pelirrojo.

-Sigues siendo igual que tu padre, todos tus problemas tienen que resolverlos los demás.

-No estoy de humor para eso ahora – alzó la voz Rinne.

-Jóvenes, no es momento de ponerse así – Tamako golpeó la mesa suavemente, pero lo suficientemente severa para que a ambos les recorriera un escalofrío por la espalda – esto es algo serio.

-¿Sabe dónde está Mamiya Sakura, Tamako-sama? – preguntó Rokumon nervioso – desapareció de nuestra vista en un bucle espectral. Casi parecía que un damashigami la había secuestrado.

-Ojalá esto fuera obra de Sabato – Tamako bebió un poco de té – pero esto no es algo que podamos arreglar tan fácilmente.

-¿Qué quieres decir? – Kain sacó una carpeta algo deteriorada, roída por el tiempo y desgastada, con manchas de, creía creer, café por toda la parte frontal. Rinne lo miró sin saber realmente que quería decir con eso. El joven de ojos azules le instó a que abriera la carpeta rudamente a lo que él tuvo que tragarse las ganas de tirarle el té, y la taza de paso, a la cabeza. Cuando se fijó mejor en la portada, el título de la carpeta lo descolocó "lista de Thanatos" – Thanatos… ¿no es aquel dios extranjero?

-Sí, el dios griego de la muerte – habló la mujer seriamente – lo conozco de hace siglos, hemos trabajado en diferentes trabajos conjuntos y nos hicimos muy amigos – sonrió por primera vez – nuestra amistad llegó a tal punto, que a veces intercambiamos trabajos que nos sean duros o difíciles – Rinne abrió la carpeta aun sin saber bien porqué le explicaban eso, sorprendiéndose de encontrar solo una hoja, con un solo nombre: Mamiya Sakura – le sorprendió que un nombre japonés apareciera en su lista, ya que hacía siglos que no recibía ninguna entrada del país nipón. Por eso me avisó, porque parece ser que recibió el mensaje de alguien de arriba.

-¿Una orden? – casi chilló el joven exasperado - ¿desde cuándo la muerte puede ser ordenada con un simple dedo? ¿No hay normas ancestrales?

-Precisamente porque se han saltado esas normas, han hecho este pedido tan especial – habló Kain – la mujer que llevas contigo al mundo de los muertos, debería haber muerto hace años, así es como quedó escrito hace años cuando visitó estos lares.

-Pero tú la salvaste antes de que entrara por la Rueda de la Reencarnación, ¿verdad abuela? – preguntó desesperado Rinne, dándose cuenta tarde de su error de llamarla abuela, pero contra todo pronóstico, la mujer no lo amonestó.

-Eso pensé yo también, por eso la devolví a la tierra – un halo de luz iluminó la estancia, dando paso a tres seres majestuosos. A la derecha apareció una mujer con el pelo largo y negro como la noche con una katana en el cinto y un kimono de colores rojizos y dorados. A su lado, otra mujer con casco y escudo relucientes, una especie de coraza que adornaba su pecho con el dibujo de una mujer con pelo de serpiente y vestida con ropajes extraños blancos y, por último, un joven rubio vestido de motero enfundado en cuero – habéis tarado.

-Éste, que siempre hay que arreglar sus destrozos – protestó la mujer de la lanza.

-¿Otra vez con esas? ¡Yo no tengo la maldita culpa de que los japoneses sean unos malditos salvajes Atenea!

-Cierra la boca Cupido – amonestó ésta. Rinne abrió la boca, comprendiendo delante de quien se encontraba.

-Perdonad nuestros modales, ha sido un día duro – la mujer del kimono hizo una reverencia – Me conocéis como Amateratsu. Aquí os presento a amigos míos, Atenea y Eros, dos deidades extranjeras – ambos asintieron en modo de saludo - ¿podemos sentarnos? – Kain inmediatamente se levantó dejando espacio a los dioses, por lo que Amateratsu y Eros se sentaron, pero Atenea se sentó al lado de Rinne – hemos sabido que mi madrastra ya ha dado la orden.

-Pero no hay mucho que se pueda hacer – el de ojos azules alzó la voz recibiendo todas las miradas – hace diez años hubo un error burocrático, por lo que debe ser solucionado.

-¡No hables de Sakura como si fuera un mero número! – golpeó la mesa irritado Rinne, olvidándose de los modales – además ¿por qué ahora? ¿En diez años nadie se ha dado cuenta del error?

-Izanami está enfadada – declaró Amateratsu – y me da que nosotros hemos tenido más que ver de lo que creíamos.

-Estaría bien que se narrara toda la historia – propuso Tamako.

-Pufff – Eros se removió la cabeza, nervioso – todo empezó con una maldita apuesta en la que la tramposa de mi madre y aquí la "diosa de la inteligencia" me embaucaron y me vencieron.

-No es mi problema que no sepas hacer bien tu maldito trabajo. Los Saotome necesitaban un enfoque diferente al enfoque anticuado y patriarcal que desarrollas – contestó ella altiva.

-Y por eso – continuó el rubio como si no la hubiera oído – luego me dieron la tarea de ayudar al medio demonio y la sacerdotisa para que se unieran a través del tiempo. Después de todos los hilos que tuve que mover, no se quedó contenta y se llevó a aquí a nuestra amiga discreta, nótese la ironía – siguió despotricando Eros señalando a Amateratsu que sonrió como una niña pequeña – que luego metió a estos dos jóvenes en este embrollo.

-Explícalo bien, mequetrefe – protestó la diosa de la guerra –¡fue tú culpa que Tamako no encontrara a la niña antes de tiempo! Por eso tú tenías que protegerlos a ambos hasta que encontráramos una solución. ¡Pero tu forma de protegerlos ha sido ponerlos en peligro todo el tiempo! ¡Si no fuera por Amateratsu, esa joven ya estaría reencarnada en un perro o en un maldito sapo! ¡Por eso nos ha descubierto!

-¡Vosotras os metisteis en mis asuntos! ¡Lo tenía controlado!

-¡Silencio! – la orden de Tamako tuvo su fruto cuando ambas deidades se cruzaron de brazos y guardaron sus opiniones – nos importa, ciertamente, muy poco vuestras escaramuzas de dioses – Eros iba a hablar, pero Tamako alzó la mano ordenándole nuevamente que se callara – sea como fuere, una joven que había pasado desapercibida ahora ha sido reclamada por la muerte y no sabemos dónde se encuentra – Rinne abrió los ojos ¿no habían sido ellos? - ¿cómo planeáis arreglar esta situación?

-He hablado con mi tío – Atenea se serenó – como a él, Izanami es una romántica empedernida, y él cree que un acto de amor verdadero podría tocarle el corazón – Tamako alzó una ceja incrédula – esa fue mi cara cuando me lo contó, pero Hades no tiene porqué mentirme.

-¿Un acto de amor? – sin poder evitarlo, Rinne se sonrojó levemente.

-El tío Hades se le ablandó el corazón cuando Orfeo lloró por su amada y dejó que él fuera a buscarla – contestó Eros – la diferencia es que lo de Orfeo acabó mal, así que te aconsejo que no sigas sus pasos – Rinne tragó duro.

-Izanami fue abandonada por Izanagi cuando este descubrió que su esposa era solo un cuerpo decrépito y desobedeció las órdenes del inframundo – habló Kain – no creo que el amor haga el efecto que deseáis.

-No perdemos nada por intentarlo – Tamako se giró hacia Amateratsu – me dijiste que tenías una idea.

-Exactamente – sacó unos documentos que dejó encima de la mesa – Mamiya Sakura comió y bebió del mundo de los muertos igual que Perséfone y ella, durante seis meses pasa la vida con su madre en la tierra. Podríamos pedir un intercambio similar.

-¿Qué quiere decir? – el pelirrojo miró los documentos una y otra vez desesperado – ¡esto no es un indulto, esto es una condena leve! – se levantó de la mesa iracundo - ¿queréis que se convierta en un espíritu que habita el mundo de los muertos durante seis meses? ¿Qué pasará con sus estudios? ¿Con su familia o con su vida?

-El equilibrio debe permanecer, tarado – atacó Kain.

-Por desgracia, el contable tiene razón – Atenea alzó la voz intimidante – las normas están hechas por un fin y no deben romperse. Sino el espacio-tiempo puede sufrir altercados grabes y romper todas las líneas temporales– Rinne ni siquiera se inmutó - ¿estarías dispuesto a destruir todo y a todos, por una simple chica?

Rinne tuvo que contenerse de no soltar un "sí" como la copa de un pino. No porque tuviera miedo de las represalias o porque aquellos dioses a los que conocía de pasada se le revelaran, sino porque no quería que nadie supiera su plan. Entendía, hasta cierto punto, que mucha gente sufriría las consecuencias de sus actos y que seguramente sería castigado solo por pensar así, pero Mami… no Sakura, se lo merecía. Merecía todos los castigos y más con tal de que ella fuera feliz.

-No podemos hacer mucho más, querido – se apenó Tamako – no puedes luchar contra la diosa de la muerte.

-Eso ya lo veremos – y sin más, Rinne salió de la habitación como alma que lleva el diablo. El ambiente quedó bastante frío después de su partida. Los gatos negros, convencieron a Rokumon para que se quedará con ellos y desparecieron de la sala, pues en esta empresa no eran requeridos.

-Es demasiado rebuscado – Eros suspiró derrotado – esto no va a acabar bien – advirtió.

-Espero que valga la pena, no quiero perder el trabajo – Kain suspiró derrotado.

-Tu deuda está saldada joven. Tú y tu madre estáis fuera del influjo de mi hijo y la deuda pagada – al joven se le llenaron los ojos celestes de lágrimas, pero supo tragárselas – por descontado, nunca has estado aquí – informó Tamako.

-Ahora todo queda en manos del valiente joven de brillante armadura – sonrió Amateratsu.

-Espero que no salgan dañados – Tamako alzó la mirada hacia Atenea, retándola – porque no tengo ningún miedo en acabar con todo el panteón griego si les sucede algo a mi nieto o a la joven – la amenaza directa quedó en el aire, pero la intensidad provocó que incluso Amateratsu perdiera la sonrisa.

-Querida no puedes… - intentó decir la diosa sol, pero Tamako la interrumpió.

-Puede que no deba, pero poder, puedo – sentenció – y no tendré reparos en hacer un Kratos – Atenea lanzó una pequeña carcajada.

-No te preocupes, saldrá bien. Siempre tengo un as bajo la manga– Atenea se puso un poco del té – igualmente, sino fuera así, yo sería la primera en remediarlo – Tamako asintió aceptando la respuesta y se levantó para ir a hacer más té - yo también he jugado al God of War… pero prefiero el vikingo, tiene mejores gráficos – Amateratsu soltó una carcajada destensando la habitación. Eros sonrió por lo bajo y la shinigami negó con una sonrisa.

-¿El qué? – la inocente pregunta de Kaín desató las carcajadas en la sala.

(·.·.·.·./·.·.·.·/.·.·.·.)

Rinne llegó a "la casa" del inframundo. Era una construcción enorme, de estilo oriental de madera tallada con un gran pórtico decorado de flores de colores vivaces. Su abuela siempre le había advertido que nunca se acercara al hogar de Izanami si ella no lo llamaba, pues al ser un cuarto humano, no era bien recibido en sus lares y podía desatar la ira de la diosa.

Pero ella tenía a Sakura, si eso no era una llamada en toda regla, no sabía que podía llegar a serlo.

Cuando pisó la entrada, automáticamente todo se volvió oscuro y tenebroso. Los árboles, antes florecidos, estaban secos y muertos, así como las flores y césped que brillaba desde fuera. Reconocía el hechizo, lo había visto en uno de los manuales cuando estudiaba para shinigami. Sabía que era un hechizo poderoso de protección, pero desechó la idea de utilizarlo cuando comprobó la cantidad de ceros que tenía el precio.

-Es la reina el lugar, seguramente le harán algún tipo de descuento – se dijo así mismo.

Avanzó por el camino roído por el tiempo y el moho hacia la puerta. No sabía muy bien que haría cuando entrara, ni cómo reaccionaría ella, por lo que apretó su guadaña como si esta le diera fuerzas. Extrañamente, está brilló con una energía azulada que lo reconfortó, así que avanzó con más decisión atravesando el pórtico y dirigiéndose a la puerta. Subió las escaleras, encontrándose a una mujer de cabello castaño ondulado, vestida con ropajes parecidos a los de la diosa de la guerra, pero la tela estaba decorada con amapolas y granadas.

-Llegas justo a tiempo, dios de la muerte – sonrió con sorna la joven. Desprendía un aura amarilla y su piel brillaba como la de una diosa. Tan absorto estaba que no sintió que algo olisqueaba su espalda hasta que el hocico le dio en la nuca. Cuando se giró vio a un enorme perro de tres cabezas que seguía olisqueándolo – Cerbi, tranquilo, lo estaba esperando – el perro dejó que una de las cabezas fuera acariciada por la joven y se dirigió hacia uno de los árboles muertos, para sentarse a su lado – perdona, es muy protector.

-No quiero ser grosero, pero tengo prisa – decidió pasar de largo, pero la joven le agarró el brazo - ¿Qué? – preguntó algo desesperado.

-Vengo a ayudarte, una hermana mía me comentó tu situación, así que he decidido venir en tu ayuda – Rinne la recorrió con la mirada, dudando – soy Perséfone, diosa del inframundo y de la primavera.

-Tú eres la del documento… - la reconoció. Esta sonrió – tu padre, Zeus, decidió cuanto tiempo debías pasar en un mundo y en el otro.

-No fue Zeus, yo lo decidí. Y convencí a mi marido y a mi madre a aceptar el trato, porque no podía separarme de ninguno de los dos – el perro gruñó – perdón, de los tres – sonrió casi brillando con luz propia.

-A no ser que la saques de allí, no sé qué más puedes hacer – suspiró derrotado.

-No puedo entrar contigo, pero sí puedo darte consejos, ahora que nadie nos ve – Perséfone le guiñó el ojo y Rinne la miró sorprendido ¿ella había pagado ese conjuro? Con razón Hades era el dios más rico* - acércate, te voy a explicar un par de cosas.

(/)

Mamiya Sakura no era una mujer que desesperara habitualmente. La habían llamado muchas cosas, corazón helado, chica fría, robot… pero nunca la habían llamado histérica.

Aunque ahora mismo, delante de una mujer con medio cuerpo decrépito mirándola fijamente, sentada en una pequeña mesa tomando el té y siendo rodeada de espectros y onis de diferentes tamaños y gustos, empezaba a sentir ese nerviosismo puro de la histeria y casi ganas de suplicar ayuda. Pero, siguiendo en su entereza y su carácter tranquilo, prefirió respirar hondo y esperar qué era lo que aquella mujer quería de Rinne. Porque por eso estaba allí ¿verdad?

-Debo felicitarte Mamiya Sakura, mi exmarido no tardó ni dos segundos en salir huyendo y gritar por todas las estancias de los muertos en cuanto me vio – la mujer sonrió tétricamente – en cambio tú, aun y con el miedo recorriendo por las venas, te sientas ante mí con toda la entereza de la que posees.

-No sé muy bien que hago aquí – la mujer sonrió más abiertamente – si quería decirle algo a Rinne, no hacía falta que me raptara, seguro que él estará encantado en ayudar – la mujer alzó una ceja – siempre que pague bien – sonrió por lo bajo Sakura despertándole una pequeña carcajada a la diosa.

-Estos shinigamis, siempre tan capitalistas – la mujer dio otro sorbo a su té – por desgracia, no es con ese cuarto humano con el que tengo algo que tratar, sino contigo – por primera vez la joven de trenzas se mostró sorprendida – ¿de verdad no sabes por qué estás aquí?

-Sinceramente, no sé en qué puedo ayudar – la joven se llevó el índice a la mejilla – a no ser que necesite un préstamo, pero no llevo mucho suelto.

-¿Préstamo?

-Así conocí a Rokudō-kun – respondió con una sonrisa soñadora – bueno, más o menos. Él me ayudó con un espíritu que me perseguía, pero tuve que pagarle para conseguir la herramienta para hacerlo.

-¿Y no te molesta ser su ONG personal? – preguntó irónica la mujer.

-La verdad, al principio sí – tenuemente se sonrojó apartando la mirada – pero con el tiempo bueno…

-Ah, el amor – bebió un poco más de té – el primero, sobretodo, es el más intenso. Pero ¿Cómo sabes que no está contigo por el dinero? ¿o por qué lo alimentas a él y a su gato glotón? ¿Cómo sabes que es amor y no interés puro y duro?

-¿Por qué debería planteármelo? –la mujer alzó una ceja sorprendida – Rinne siempre ha tenido escasez de dinero, no ha tenido una vida fácil y sufre cada vez que compra algo. Pero sé que no solo le interesa mi dinero, sino Ageha habría sido una buena candidata.

-¿Tan segura estás de vuestro amor? – Sakura asintió enérgicamente – vamos a comprobarlo – la mujer movió la mano haciendo aparecer una imagen a su lado derecho – el joven ya sabe que estás aquí y ha venido a buscarte. ¿crees que te querrá a cualquier precio? – sonrió de manera tétrica.

-¡No le hagas daño! – alzó la voz sorprendiendo a todos los que estaban en la sala - ¡si es conmigo con quien tienes algo pues arreglémoselo nosotras!

-¿Estás dispuesta a enfrentarte a la diosa de la muerte? – de la nada una luz tenebrosa la rodeó por completo, dándole paso a una mujer con un kimono desgastado pero hermoso, el pelo negro azabache, lacio y sedoso y con una guadaña que brillaba con una luz tenebrosa llena motivos y dibujos relacionados con la necromancia - ¿te enfrentarás a Izanami, la diosa que trajo la muerte a los humanos?

-Si hace falta – Sakura se levantó, aun temblándole las piernas, y la miró fijamente – no tengo mucha fuerza y no conozco como hacerlo. Pero estoy dispuesta – Izanami sonrió y asintió, golpeando la vara de la guadaña en el suelo.

-Si estás dispuesta a apostar, me encantará hacer negocios contigo – y dicho esto, le tendió la mano decrépita. Aunque esa frase le provocó un escalofrío que le recorrió toda la espalda, Mamiya Sakura le apretó la mano aceptando el trato.

Porque podía ser muchas cosas, pero no era una cobarde.

(·.·.·.·./·.·.·.·/.·.·.·.)

Las puertas correderas se abrieron ante él. La voz de Perséfone con todos los consejos que ella sabía por experiencia propia o a través de su marido, le paseaban por la mente. Caminaba tranquilo, sin mirar mucho hacia los lados, donde sabía que estaba repleto de espectros a la espera de que lo mirarse a los ojos para perderse en la locura. Otro hechizo excesivamente caro que nunca podía haber comprado.

Llegó al final del pasillo en el que las puertas se abrieron sin ser tocadas. Sintiéndose bienvenido, entró en la sala aun manteniendo una la pose humilde. Sintió el poder de la diosa de la muerte frente suyo, pero no alzó la vista, esperando que esta le diera la orden. "no puedes ver a los muertos en la casa de Izanami a no ser que ella de la orden" le había repetido Perséfone hasta que se le había clavado en el cerebro. Seguía sin entenderlo ya que su trabajo era ver muertos y llevarlos al Yomi literalmente todos los días, pero prefería no preguntar.

-Puedes alzar la mirada, Rokudō Rinne – el joven la alzó pero no miró a ningún lugar concreto – puedes mirarme Rokudō Rinne – cuando focalizó la vista vio a la diosa de la muerte, majestuosa con la guadaña resplandeciente a su lado y sentada en un majestuoso trono. Su sonrisa era condescendiente y lo miraba irónica – te has aprendido las reglas, me gusta.

-Vengo a pedirte… - Izanami lo cortó.

-Sé a por lo que vienes – chasqueó los dedos y aparecieron los documentos – es una oferta interesante la que me propones, seis meses en la tierra y seis meses en el Yomi… puede que la volvamos un poco loca pero

-¡No! – Rinne apretó la guadaña intentando controlarse. Ésta volvió a emitir una luz azulada, tranquilizándolo – No vengo a proponerte ese trato.

-Entonces ¿a qué has venido, muchacho? – preguntó irónica – no pensarás que voy a saltarme las normas ancestrales ¿verdad? Y menos por una muchacha protegida por Izanagi – casi escupió el nombre.

-Para la muerte todos somos iguales ¿verdad? – empezó el pelirrojo sorprendiendo a la diosa – siempre se nos ha dicho que la muerte no hace distinciones, cae sobre quien tiene que caer, sin importar raza, riqueza o vida que tenga ese ser. La muerte es imparcial.

-¿A dónde quieres llegar, muchacho? Esas normas fueron establecidas mucho antes de que yo naciera.

-A Mamiya Sakura se la engañó de joven. Vino al mundo de los muertos por error y se alimentó aquí porque no entendía lo que ocurría. Fue injusta su entrada en el Yomi, así como lo fue que apareciera su nombre en esa lista.

-La lista no la escribo yo, el nombre aparece cuando deber aparecer.

-Pero también puede desaparecer cuando hay una razón de peso – Izanami alzó ambas cejas – Hades permitió que su mujer viaje libremente entre los vivos y los muertos, permitió que Orfeo viajara por sus dominios para sacar a su amada e incluso accedió a liberar uno de los titanes más poderosos que había sido encadenado por su hermano y al cual, un águila majestuosa le comía el hígado cada día.

-Hades es un sentimental – respondió ella hastiada.

-Tú también – Rinne avanzó un paso confiado – viendo la desesperación de tu marido porque volvieras a la vida, decidiste reunirte con los espectros del Yomi para pedir un indulto, para salir de aquí.

-¿Y cómo me lo pagó? Desobedeciéndome y huyendo como las cucarachas – se exaltó la diosa.

-Pido el mismo indulto para ella – Izanami se levantó – ella no es culpable de lo que ocurrió, solo tuvo la mala suerte de cruzarse con alguien asociado a mi estúpido padre. Merece una oportunidad de vivir.

-¿Estás dispuesto a hacer como Orfeo? ¿Estás dispuesto a recorrer estos pasadizos laberínticos y encontrar la salida sin mirarla?

-Habla claro – exigió Rinne - ¿cuáles son los términos?

-Eres la segunda persona que me sorprende hoy – sonrió alegre – escúchame bien cuarto humano, seguirás el pasillo de baldosas rojas, no mirarás nada más que tus pies y cuando la encuentres no podrás mirarla hasta que no salgáis al jardín.

-¿Al jardín? – preguntó confuso.

-Antes de bajar las escaleras y de llegar al portón hay un pequeño jardín, un hermoso jardín si vida.

-Allí podré verla y no la mantendrás encerrada en tu palacio como un espectro ¿verdad?

-Sigue mis instrucciones muchacho – repitió hastiada a la vez que movía la mano abriendo la puerta a su izquierda – no mires nada más que el suelo hasta que no llegues al jardín. Una vez fuera de esta casa, ella será libre – sonrió tétricamente.

A Rinne le parecía demasiado fácil, pero ante de que se arrepintiera, avanzó hacia el pasillo rojizo mirando hacia sus pies. Las puertas se cerraron a su espalda, sorprendiéndolo, pero no se giró. Perséfone también le había hablado de que posiblemente el trato pareciera sencillo, pero siempre escondería algo. No debía fiarse de los tratos con la muerte.

Caminó durante un largo rato siendo poco consciente de cuantas vueltas estaba dando, pero no levantó la vista de sus pies. Las voces de Sakura aparecían y desaparecían por el pasillo, llamándolo desesperada, pero no las escuchó, aunque cada lamento se le estrujaba en el pecho. Al fin, llegó a una sala más iluminada que las demás en la que el pasillo rojo acababa. Alguien lo tocó, sorprendiéndolo y casi a punto de levantar la vista.

-¿Sakura? – olvidándose de los modales y con los nervios a flor de piel, Rinne preguntó desesperado. Sintió como lo abrazaban y cerró los ojos, disfrutando de la sensación. Aunque la sentía algo fría, su corazón se calmó al tenerla en sus brazos - ¿estás bien?

-No deberías haber venido – contestó ella con la emoción contenida.

-Quería venir a por ti – sintió su sonrisa en el hombro. Le dio un último apretón y se separó de ella – salgamos de aquí – la cogió de la mano y tiró de ella avanzando rápidamente por el pasillo.

Ya casi lo tenía, se dijo interiormente. Por fin, la había podido estrechar en sus brazos y por fin la pondría a salvo, la devolvería a su hogar y podrían nuevamente tener esa relación tranquila y amena sin que nadie la volviera a amenazar. Casi empezó a correr sin escuchar los llamados de ella, que para llamar su atención tiró de él, casi provocando que se callera.

-Rokudō-kun para – él exasperado se giró, pero cerró los ojos en el último momento y bajó la mirada - ¿por qué no me miras? ¿tienes miedo de verme?

-¿Qué? – estuvo a punto de encararla pero decidió calmarse ¿a qué venía eso?

-Necesito que me mires, por favor.

-No puedo – apretó la mano de ella – si lo hago, romperé la promesa y te quedarás aquí.

-¿Qué? – preguntó sorprendida.

-Es una prueba, Izanami no me ha dado permiso para verte hasta que no estemos fuera del palacio. Sino sigo sus directrices no podré sacarte de aquí – por lo que apretó su mano y emprendió el camino.

-Para, Rokudō-kun para – al ver que el pelirrojo seguía caminando le apretó nuevamente la mano -¡Rinne para! – el tremendo grito le salió de dentro, provocando que él reaccionara – nos ha engañado.

-¿Qué quieres decir? – ella le cogió la mano y se la hizo pasar por su mejilla. Contra todo pronóstico sintió una piel seca y arrugada, nada de lo que se había imaginado - ¿qué te ha hecho?

-Me dijo que serías incapaz de estar conmigo si yo estuviera igual de decrépita que estaba ella cuando murió – Rinne suspiró frutado – si no eras capaz de alzar la mirada antes de salir de sus dominios desapareceré.

-No, no, no, no, no puede ser – Rinne empezó a desesperarse, perdiendo toda la entereza que había conseguido reunir – maldita diosa de la muerte y sus malditas pruebas.

-No se puede desequilibrar el equilibrio ancestral ¿no? – preguntó entristecida. Al escuchar su voz lastimera, Rinne sacó el valor de no supo dónde y la besó, sintiendo un sabor agrio en los labios. Aun así, la abrazó obviando el olor a putrefacción que ella desprendía y concentrándose en ella, solo en ella.

-Me da igual que seas una pasa – le soltó cuando se separó de ella – no podré mirarte, pero puedo olerte, sentirte y tocarte y aunque parezcas un zombi sacado de cualquier película americana, seguiré amándote.

-Estás, oficialmente, declarándote a un cadáver – contestó ella con un tinte de humor – y consiguiendo que este cadáver también te quiera – él sonrió ante el humor ácido de ella.

-Me vendrá de familia, ya sabes, mi abuelo se casó con una diosa de la muerte… algo tenía que heredar de él – la pequeña carcajada le calentó un poco el corazón – sigamos, antes de salir del palacio encontraremos una solución – ella le apretó la mano y juntos emprendieron el camino nuevamente. Llegaron relativamente rápido a la entrada, sin ningún percance, cosa que les encogió el corazón.

-Bueno, cuando pasemos el portón se acabó – suspiró resignada ella – casi prefiero que no me vas como un zombi – se dijo irónica.

-¿Al portón? – Rinne paró de golpe en la entrada, cuando las puertas se abrieron – ¿qué fue lo que te dijo exactamente? – Sakura suspiró – es importante saber las palabras exactas, por favor.

-Aunque quisiera, no podría olvidarlas – Rinne le apretó la mano apoyándola – "Mamiya Sakura tienes la oportunidad de saldar tu deuda, una deuda que nunca más podrá ser pagada. Si vuestro amor es tan fuerte como defiendes, podrá verte a los ojos sin sentir miedo de ti antes de pasar el portón de madera. Si no es capaz de verte y sale de mi terreno sin alzar la mirada, pagarás tu deuda con mis dominios" En cuanto pises ese suelo, desapareceré.

-No del todo – Rinne sonrió tranquilizado – el portón de madera está bajando las escaleras.

-¿Y?

-Ella me dijo que podía verte en cuanto salgamos del palacio, en el jardín. Esto podría funcionar– ella tiró de él para salir primera, sacándolo a él a la vez - ¡Espera Sakura! – la encaró sin percatarse que ya habían salido del palacio y pisaban la hierba muerta de la entrada. Se sorprendió de ver la piel azul, arrugada y algo podrida de ella. Sus trenzas estaban desechas y tenía pequeñas clapas en el cabello. Su ropa estaba completamente sucia y rota, dando una imagen de muerta viviente puramente – guau – fue lo único que se le ocurrió decir.

-No has salido corriendo, creo que lo hemos conseguido – él la miró detenidamente y volvió a acariciarle la mejilla – seguro que Ageha sigue siendo mejor opción.

-Ni por todo el oro del mundo – protestó él acercándose lentamente.

-Eso sí que es una declaración de amor en toda regla y más con la subida de precios que ha habido – sonrió ella acercándose también. Estuvieron a punto de besarse cuando un grito surcó el cielo y una guadaña los obligó a separarse. Izanami iracunda, apareció en el jardín acompañada de espectros terroríficos. Rinne colocó a Sakura a su espalda y empuñó su propia guadaña a la defensiva.

-¿Por qué nos atacas? – preguntó el pelirrojo – hemos seguido tus directrices, no hemos desobedecido ninguno de los términos.

-No lo permito – movió la mano y su guadaña volvió a ella – yo hago las reglas y yo decido cuando acaba el juego – se giró a los espectros – traédmela.

Lo que pasó después, fue una batalla campal en la que Rinne no sabía muy bien que estaba haciendo. Golpeaba a diestra y siniestra todo espectro que se le apareciera para llevarse a la chica, a la vez que vigilaba que ella pudiera huir. Abrazó a Sakura y salió volando, literalmente, hacia la salida, pero antes de poder pasar los dominios, una horda de espectros agarró a la joven obligándola a quedarse. Él la agarraba del brazo, intentando luchar para que no los separaran y pidiendo ayuda a quien pasara por allí. Izanami se apareció delante de ellos y de un golpe de guadaña los separó sacando a Rinne de sus dominios y llevándose a la joven a la fuerza.

-¡Sakura! – las puertas se cerraron y el portón quedó completamente barrado por una barrera mágica. El pelirrojo golpeó la barrera con la guadaña hasta romperla y en la desesperación soltó su arma y empezó a golpearla con los puños desnudos, hiriéndose. Sus lágrimas, extrañamente, eran transparentes sin el rojo característico que las distinguía. Se arrodilló en la entrada sin obtener ninguna respuesta.

La había perdido, para siempre.

-Levántate, muchacho. No has perdido nada – levantó la mirada para ver a la diosa de la lanza coger su guadaña y arreglarla de un plumazo. En otro momento se lo habría agradecido con creces, pero en ese momento nada le importaba ya – no me has escuchado ¡levántate!

-Lo hemos hecho todo bien – Atenea lo miró impasible – y no ha importado. No hay nada que pueda hacer.

-Has seguido todas las normas – Rinne asintió – ¿no la miraste cuando la encontraste, ni de camino de vuelta? – él volvió a asentir extrañado – ¿y huiste cuando la viste en el jardín?

-¡No! La besé – Atenea sonrió por primera vez - ¡no tiene gracia! ¡la he perdido!

-No, no lo has hecho – lo ayudó a levantarse y lo apartó de la puerta. Con un movimiento de lanza eliminó el bloqueo y abrió el portón, entrando tan campante - ¿vienes o no? – Rinne la siguió fijándose por primera vez que la diosa desprendía un aura azul como la que desprendía su guadaña. Miró su arma, viendo por primera vez un símbolo, la lechuza – vamos, no tengo todo el día – y sin más, abrió de par en par las puertas del palacio – ¡Izanami! Mueve tu decrepito culo hasta aquí ahora mismo – Rinne corrió detrás de ella, viendo como los espectros huían de la luz de la diosa - ¿tus orejas están demasiado podridas para escucharme? ¡Ven aquí te digo! - la diosa abrió la última puerta que la llevó a la sala de reuniones, donde la diosa de la muerte la esperaba - ¿ahora ni contestas?

-¿Qué haces aquí, Atenea? Estos no son tus dominios – contestó solemne.

-No me vengas con estupideces – la diosa golpeó la lanza en el suelo – acepta la derrota dignamente y déjate de niñerías – la de la guadaña giró la cabeza indignada – deja ir a la chica.

-¿Y qué harás sino lo hago? – la retó – esto es una estupidez, Hades es un maldito sentimental y no ha salido como él me prometió.

-Él no te prometió nada, simplemente te dijo que del Hades nadie escapaba – Izanami alzó una ceja – en ningún momento te dijo que él hiciera trampas. Orfeo fue idiota y miró cuando no debía, pero en ningún momento Hades intentó engañarlo – la diosa de la muerte gruñó – además a Hades no se le escapan las almas de sus lares. Él tiene las aguas de la Laguna Estigia controladas. ¿Cómo esperas si no puedes controlar tu propio reino, que ellos no encontraran la solución a tu pequeña trampa?

-Lo del agua es algo que mis trabajadores están solventando.

-Pero no debería haber pasado – contrapuso Atenea – tú no deberías haberlo permitido. Así como tendrías que haber sido más lista que ellos o no haber entrado en el juego – Izanami se sentó en el trono, derrotada – ahora, cumple tu parte del trato y se una mujer de honor, no como el cobarde de tu marido.

-Exmarido – corrigió abatida. La puerta se abrió y de ella volvió a aparecer la joven en todo su esplendor. Rinne corrió hacia ella a abrazarla para no volver a soltarla – largaos de aquí, sois demasiado empalagosos para mí – y sin esperar nada más, ambos jóvenes salieron dirección a la salida - ¿contenta?

-Gracias – Atenea sonrió y se reverenció ligeramente - ¿Nos vemos para la cena del viernes? Aún tienes que ver cómo le restriego a Eros que he conseguido que esos dos se besen en una sola noche cuando él lleva semanas intentándolo – Izanami por primera vez sonrió de verdad.

-No me lo perdería por nada del mundo– se levantó y por primera vez se mostró como una diosa, sin ninguna imperfección – pero deberás agregar que has tenido ayuda.

-Eras mi as en la manga, querida – Atenea le guiñó el ojo y se dispuso a salir del recinto – nos vemos a las nueve – y sin más, la diosa desapareció en un halo de luz azulado.

-En las tonterías que me meten Hades y Perséfone cuando se aburren – se sentó nuevamente en el trono y movió las manos mostrando la imagen de ambos jóvenes saliendo de sus dominios. Sonrió tiernamente – estúpidos… monos, pero estúpidos.

(·.·.·.·./·.·.·.·/.·.·.·.)

Habían pasado unos días después de aquella experiencia que algunos podían llamar traumática, pero Sakura seguía siendo ella misma. Había pasado miedo, mucho, al verse atrapada en el palacio de la diosa de la muerte sin una salida, perdiendo su vida, a sus amigos y a sus padres, pero ella supo mantenerse estoica y no caer en la desesperación. Estaba más que agradecida con Rinne y con la diosa que salió en su defensa, aunque en su caso no pudo hacérselo saber.

Por otro lado, con el pelirrojo las cosas iban viento en popa. Después de aquellos segundos en los que se separaron en el jardín de Izanami, la sensación de vacío que había sentido a la vez que escuchaba los gritos de Rinne, destrozaron a la chica por dentro. Eso le había propuesto dejarse de tonterías, coger las riendas de su vida y de su relación y tragarse su miedo o vergüenza. Extrañamente a él le pasó lo mismo. Por lo que ahora eran una pareja feliz sin miedo a reconocerse como tal.

Obviamente seguían teniendo las mismas citas desastrosas, los mismos intentos de Ageha y de Tsubasa por separarlos y las ideas locas de su suegro, como Sabato quería que lo llamara, tenía, que perjudicar a su propio hijo. Igualmente, él se tomaba el tiempo para pasar con ella en cualquier momento, fuera en el instituto, en una cita o en una misión.

-¿Te he hecho esperar mucho? – alzó la vista para ver a pelirrojo vestido algo más elegante que lo habitual. Rokumon iba a su lado alegremente pasando desapercibido. Ella sonrió al verlos y se sonrojó ligeramente cuando él se acercó a besarla. No era algo que las parejas jóvenes hicieran en público, pero, aunque los abrumaba, no podían evitarlo - ¿vamos? – ella asintió. Juntos y de la mano se dispusieron a ir hacia uno de los templos más famosos de la prefectura.

Habían decidido visitar el templo aquél día porque la abuela de Anneto-sensei les había aconsejado que debían purificarse después de pasar más de medio día en los dominios propios de la diosa de la muerte. Ambos se encontraban perfectamente, pero era una excusa perfecta para tener una cita alejados de todos los que le rodeaban.

Llegaron al templo y subieron las infinitas escaleras. Al llegar había pocas personas que daban pequeñas vueltas por el patio. Sakura se fijó en alto y viejo árbol que adornaba el patio, Goshimboku un árbol mágico. Le pareció raro que no viera ningún espíritu en todo el camino y menos en aquel lugar repleto de gente. Una luz resplandecía en la estancia, de un rosado intenso y cálido.

-¡Cuidado! – Sakura se giró a tiempo para ver como una pelota casi impactaba en su cara. Al instante una mujer con el cabello corto y azulado pasó por su lado y atrapó la pelota - ¡perdón! – una niña de unos ojos dorados intensos y cabello oscuro apreció - ¿Se han hecho daño?

-Tranquila pequeña – la mujer sonrió y le devolvió la pelota – pero vigila dónde la tiras.

-Oe Akane, haz el favor de no desaparecer así – un joven con una trenza apareció ante ellas – mi prima está a punto de salir.

-Tranquilo, no me voy a escapar – se giró hacia Sakura, la cual comprobó por primera vez que la joven estaba embarazada – Saotome Akane, y mi marido Saotome Ranma, encantada.

-Mamiya Sakura – se giró a Rinne que apareció a su lado – y él es Rokudō Rinne un gusto – el joven asintió con la cabeza haciendo una pequeña reverencia – veníamos a que la sacerdotisa nos purificara.

-¡Nozomi! – un hombre con un largo cabello plateado y una gorra en la cabeza apareció del fondo de la casa – No desaparezcas así, avísanos – alzó la mirada para ver a las cuatro personas que se habían encontrado. Movió la nariz extrañado y miró directamente al pelirrojo – hueles a muerto – inmediatamente se puso a su hija a su espalda y lo miró desafiante - ¿qué eres?

-Un shinigami – soltó sin ningún reparo ante la cara espantada de Sakura – y tú eres un yokai ¿no? Más bien debería preguntarte yo a ti ¿qué haces en un lugar sagrado? – ambos se miraron retándose.

-Oe Akane ¿te has fijado que tienen casi la misma voz? – la del pelo corto se golpeó la mano en la frente.

-Que bruto eres – contestó ella.

-Él es mi papa y la sacerdotisa es mi mamá – respondió la niña sonriendo – no deberías tratar así a los clientes, mamá se enfadará – el pelipata gruñó.

-La niña tiene razón -la sacerdotisa apareció de la nada. Vestía el típico traje ancho y cargaba a un pequeño de cabello oscuro y ojos marrones– Inuyasha, relájate, él me avisó de que vendrían.

-¿Y ahora me lo dices?

-No tengo que decírtelo todo – un keh salió de los labios de él, indignándose. Se acercó a ella y cogió al pequeño quien soltó una carcajada al ser cogido por el padre - ¿cómo estás Ranma? Supongo que el papiro hizo su efecto – sin inmutarse, el hombre de la trenza sonrió.

-Puedes mojarme con toda el agua fría que quieras – sonrió arrogante.

-Por favor, pasad, he hecho té – Sakura intentó declinar la oferta – querida, no acepto un no por respuesta. Os purificaré, pero primero pienso descansar primero, ha sido un día duro – todos se dirigieron hacia la casa cuando Sakura sintió que Rinne la retenía.

-¿Qué?

-¿Te acuerdas que te hablé de los dioses extranjeros y de una apuesta? – la joven asintió – El nombre que dijeron fue "los Saotome" – Sakura abrió los ojos sorprendida.

-¿No me dijiste también que ayudaron a una sacerdotisa y un medio demonio a luchar contra las barreras del tiempo? – el pelirrojo asintió – pues parece que tenemos más cosas en común de las que parecía – él sonrió y ambos entraron en la casa. Aquella tarde prometía.

Fin.

Bonus:

El espejo pareció desfigurar la imagen a la vez que se escuchaban unos virotes. Eros contemplaba aun estupefacto el espejo, ahora sin imagen, donde había visto todo lo que había ocurrido en la casa de Izanami con aquellos dos. ¿De verdad había conseguido que se besaran? Y lo peor ¿Cómo era posible que Atenea consiguiera siempre la ayuda de quien menos se lo esperaba? ¿Quién hubiera pensado que Hades movería un dedo por dos seres vivos?

-En fin, parece que ha quedado clara la supremacía femenina en el campo del amor – Afrodita sonrió de oreja a oreja – gracias aquí a nuestra diosa de la inteligencia hemos conseguido que las tres parejas que más dolores de cabeza nos han dado estén unidas.

-No lo he hecho sola – aclaró ella, consiguiendo que Eros carraspeara- sí tú también has ayudado, mequetrefe.

-Por las almas gemelas, encontrándose – levantó la copa Psyche obviando el berrinche de su marido – y porque éstas no vuelvan a darnos problemas – todos alzaron las copas brindando.

-Esperemos, porque este último trabajo lo he hecho por ti – dijo el dios del amor.

-Hacer, no has hecho mucho – respondió Afrodita – hasta los dioses de la muerte tienen más mano que tú, deberías replanteártelo, querido – el rubio gruñó – y tú también sobrina… está claro que eres buena en juntar parejas extrañas – Atenea alzó la copa sonriente.

-Una buena estrategia siempre sale bien. Además, yo siempre tengo un as en la manga– le guiñó un ojo al Eros y le sacó la lengua.

Al menos, se dijo él, ya no tendría que lidiar con prometidas locas, caos temporales ni dioses de la muerte que entorpecieran su trabajo. Ahora solo quedaban las lindas y fáciles parejas que querían tener un San Valentín sin complicaciones y tranquilo.

-Nos han pasado la lista de parejas de este año – informó Afrodita – aquí los tienes.

Eros vio los nombres y tembló… algunos ya los conocía y sabía a qué se enfrentaba.

-¡Oh querido! La mayoría son almas gemelas es una suerte ¿verdad? – Eros gimió… ¿Por qué no podía ser él dios de la muerte?

FIN.


Bufff, antes de nada ¡Hola! Es la primera vez que escribo en este fandom, así que por favor nada de cuchillos punzantes… ¡gracias xD! Desde que empecé a leer Kyōkai no Rinne me encantaron los personajes, pero como siempre ocurre la sra Takahashi nos deja con la miel en los labios y nunca dejan que la relación fluya. Por lo que siempre había tenido ganas de escribir algo sobre estos dos, pero sinceramente siempre me había costado lo suyo. Espero que os haya gustado, ciertamente yo me lo he pasado muy bien escribiéndolo.

Aclaraciones:

*Según la tradición budista, la Rueda de las Reencarnaciones tiene diferentes colores, los cuales significan aquello a lo que debe enfrentarse el ser cuando pase por ella. Como Rumiko siempre la dibuja roja, establecí a explicar el significado del rojo según el budismo.

*El mito de Izanami e Izanagi es, según la mitología sintoísta, el mito de la creación. Aquí hago referencia a parte del mito, cuando ambos se casaron. Izanami toma la iniciativa en dar las gracias, aunque su marido creía que no era del toco correcto que la mujer se avanzara. Como consecuencia, tuvieron dos hijos que fueron deformes. Al preguntar a los otros dioses, estos les dijeron que debían repetir los votos, esta vez siendo Izanagi quien diera las gracias primero.

*Le llamo Nagi a Izanagi simplemente por ponerle un sobrenombre xD.

*El Mito de Perséfone: supongo que todo el mundo lo conocerá por lo que no me explayaré. Perséfone hija de Deméter y Zeus estaba en el campo cogiendo flores. Zeus le dijo a su hermano Hades que podía casarse con ella si quería y él la raptó y se la llevó al inframundo. Durante un año entero, Deméter la buscó y decidió dejar sus quehaceres como diosa de la fertilidad, hasta que Zeus resolvió todo el embrollo que él había creado. Perséfone, que había comido del Hades, por lo que no podía salir pero Zeus dictaminó que para que Deméter fuera feliz la dejaría salir seis meses del inframundo. Esos seis meses se conocen como primavera y verano y los seis que la joven diosa pasa con su marido son otoño e inverno. Aquí cambio ligeramente el mito, porque me gusta más una Perséfone fuerte xD

*Atenea y Perséfone son hermanastras (ambas son hijas de Zeus)

*Yomi: es el inframundo sintoísta.

Y nada más, espero que os haya gustado.

Muchísimas gracias por darle la oportunidad y si podéis dejad algún comentario o muesta de que habéis pasado por aquí.

Nos vemos en los bares!