¡YAHOI! Bueno, pues aunque esto va con algo de retraso, tenía ganas de publicarlo xD.
Es un OS de un ship nuevo que no me disgusta, aunque aún queda mucho por ver. Este en concreto fue un regalo de cumple para una amiga: Abril, ya sé que te gustó (porque ya me lo dijiste xD), pero de verdad que fue un placer escribir algo bonito de un pairing nuevo. ¡Gracias por la idea!
Disclaimer: Naruto y sus personajes no me pertenecen, son propiedad de Masashi Kishimoto.
¡Espero que os guste!
A sol y a verano
Sintió los rayos del sol impactar en su rostro y se desperezó al tiempo que bostezaba. Sus pies chocaron contra el brazo del sofá sobre el que llevaba durmiendo las últimas semanas y se medio incorporó, fulminando al pobre sofá con la mirada por no adaptarse a su largo tamaño.
Mascullando maldiciones entre dientes, se levantó. El frío de la madera hizo que un escalofrío le subiera por la espalda y esperó un poco hasta que se acostumbró a la sensación. Luego echó a andar hacia la puerta de la habitación, tanteando para abrirla. Aún tenía los ojos medio cerrados por las legañas. Lo primero sería ir a lavarse la cara…
Tropezó en el pasillo con una figura más baja que él y chasqueó la lengua.
―Mira por dónde vas, imbécil.
―¿Ah? ¡Has sido tú el que ha chocado conmigo'ttebasa! ¡Idiota!
―¡Idiota tu abuela, capullo!
―¡Y una leche, hijo de-
―¡Niños, ¿ya estáis levantados?! ¡El desayuno ya está listo! ¡Bajad en cuánto os aseéis!―La voz femenina proveniente de la planta baja los hizo callar inmediatamente a los dos.
―De la que te has librado, cabrón.
―Lo mismo digo, gilipollas. ―Los dos chicos se encaminaron al cuarto de baño y, sin dejar de retarse con la mirada, se lavaron la cara y las manos. Luego bajaron hasta el comedor.
―Buenos días, Boruto. Buenos días, Kawaki.
―Buenos días, mamá. ―Kawaki se quedó callado. No fue hasta que Boruto le dio un codazo que desvió la vista y, metiéndose las manos en los bolsillos, contestó.
―Buenas. ―La sonrisa maternal de la mujer del Hokage hizo que se le encogiera el estómago. Él nunca había recibido tanto cariño de nadie, mucho menos de una mujer. Siempre habían sido su padre y él y después… después su peor pesadilla.
―Ah, Kawaki. ¿Qué tienes ahí?―Hinata se acercó al chico y, antes de que pudiera detenerla, le agarró el brazo, descubriendo unas marcas rojas en el mismo.
―No es nada… ―La Uzumaki suspiró.
―El sofá es pequeño, ¿verdad? Lo imaginaba. Le diré a Naruto-kun que hay que ir a comprar una cama. Creo que el próximo domingo lo tenía libre, así que…
―No hace falta―dijo, deshaciendo el agarre bruscamente, sorprendiendo a Hinata con el movimiento―. Estoy bien―farfulló, sintiéndose levemente culpable por haber sido tan rudo con la esposa del séptimo―a quién este adoraba; Kawaki sabía que tenía los días contados si se atrevía a disgustar o a hacer llorar a esa mujer.
―Oye, pedazo de burro, si mi madre dice-
―Boruto―lo cortó Hinata―ve a buscar a tu hermana. Dile que el desayuno ya está listo. ―Boruto abrió la boca para contestar pero ella lo cortó en seco―. Ahora. ―Boruto apretó los dientes pero asintió, sabiendo que sería mejor obedecer ahora que ganarse un castigo.
Abrió la puerta que daba al jardín con algo más de fuerza de la necesaria y salió, llamando a su hermanita.
―¡Himawari! ¡Mamá dice que vengas! ¡El desayuno ya está'dattebasa!―Hinata suspiró y luego se giró nuevamente hacia él, sonriéndole otra vez de esa forma cariñosa y maternal que lo hacía anhelar cosas que nunca había tenido y que nunca tendría.
―Ven, siéntate. Hay huevos, arroz y pescado seco. También café, por si te apetece. Boruto y Himawari prefieren el cacao, ya lo sabes, pero cogí la costumbre de hacer café al principio de mi matrimonio y… pues… ―Vio cómo las pálidas mejillas de la mujer enrojecían y él alzó una ceja, preguntándose en qué estaría pensando la fémina.
―Está bien―dijo él―. Café está bien. ―Hinata asintió y se dispuso a terminar de servir el desayuno para su ruidosa familia―. ¿Y el Séptimo?―Ella suspiró.
―Ha tenido que ir esta mañana temprano a la oficina. Shikamaru-kun lo mandó llamar.
―Trabaja mucho. ―Hinata asintió.
―Sí, lo hace. Es el Hokage―dijo, con toda la naturalidad del mundo. Kawaki no pudo evitar mirar con curiosidad para la dueña de aquella casa.
Era una mujer tranquila, cariñosa, amable y demasiado confiada. Justo como su marido. Le había dado la bienvenida con los brazos abiertos y sin hacer preguntas, aceptándolo como uno más de su familia así, sin más.
A Boruto, por el contrario, le estaba llevando más tiempo confiar en él. No lo culpaba. Un poco de desconfianza era sana. Lo reconocía y no se resentía por eso…
―¡Ah, buenos días, Kawaki!―Se tensó cuando la pequeña de la familia Uzumaki, Himawari, se lanzó a abrazarlo y a darle un sonoro beso en la mejilla a modo de saludo―. ¿Tienes hambre? ¡Yo un montón! ¡He estado ayudando a mamá con el jardín esta mañana! ¿A que sí, mami? ¡Luego te enseño lo que hemos hecho!―Kawaki se encogió de hombros, como dando a entender que estaba bien.
―Hima, estoy seguro de que tendrá algo mejor que hacer… ―Kawaki miró para Boruto; el rubio se veía bastante molesto ante la perspectiva de que un completo extraño que había invadido su casa y que se había ganado rápidamente el afecto de sus padres intentase también arrebatarle la atención de su hermana menor.
Sonrió de forma perversa, apoyando la cara contra una de sus manos mientras el codo descansaba contra la recia madera de la mesa.
―No, lo cierto es que no. Te acompañaré encantado, niña. ―El rostro de Himawari se tiñó de una amplia sonrisa al tiempo que daba una palmada, feliz.
―¡Bien! ¡Te enseñaré lo que mamá y yo hemos plantado! ¡Estoy segura de que te gustará!―La conversación se cortó en cuanto Hinata puso en la mesa varias tazas con café y cacao. El silencio se impuso mientras todos devoraban su desayuno. Boruto tenía entrenamiento con su equipo, así que se apresuró a acabar su desayuno y a salir corriendo por la puerta, contento de alejarse por unas horas del tal Kawaki.
Hinata se dispuso a lavar los platos y, aunque Kawaki hizo ademán de ayudarla, ella negó con la cabeza.
―Le has prometido a Hima que irías con ella a ver el jardín. Ya está impaciente. ―Rio y él se giró, descubriendo a la pequeña mirándolo fijamente en toda su diminuta altura. Un escalofrío lo recorrió y se rascó la cabeza.
Encogiéndose de hombros, echó a andar hacia el jardín y Himawari sonrió, dándose la vuelta para liderar la marcha. Lo guio hasta el patio trasero, a un pequeño parterre que discurría por un lado de la valla que guardaba el terreno de las miradas de los curiosos.
―¡Mira, mira! ¡Ya están floreciendo los primeros capullos!―Lo cogió de la mano y tiró de él, instándolo a ir más rápido. Kawaki se sorprendió por el toque cálido, gentil, de la mano infinitamente más pequeña que la suya.
Confiada. Himawari era en extremo confiada. Igual que su madre y que su padre. Y eso, sin saber porqué, hizo que una corriente cálida lo recorriera de arriba abajo.
Dejó que la niña lo llevara hasta las jardineras que contenían las flores que apensas y comenzaban a asomar, tímidas, de entre la tierra de color marrón. Se agachó a su lado mientras Hima se arrodillaba y acariciaba con mimo los pequeños brotes.
―Vais a crecer fuertes y bonitas. Seréis las flores más hermosas de todas. ¡Ya veréis!―Kawaki apoyó los codos en sus rodillas y miró con cierto aburrimiento y desinterés para las plantas.
―¿Qué se supone que son?―Himawari sonrió ampliamente.
―¡Girasoles! ¡Son las flores favoritas de papá y mamá! Bueno, en realidad son las favoritas de mamá, pero papá dice que cuando se enteró de que eran las favoritas de mamá también se volvieron sus flores preferidas. También eran las favoritas del tío Neji―un deje de tristeza se coló en la voz de Himawari―pero a él no lo conocimos. Murió durante la guerra, ¿sabes? Protegiendo a papá y a mamá. ―Kawaki se rascó la mejilla con un dedo y miró hacia el vasto cielo azul que estaba sobre sus cabezas.
La guerra… era un concepto abstracto para él, en cierta manera incomprensible. De pequeño, se decía que no podía haber sido tan terrible, que era imposible que un acontecimiento tan malo hubiese tenido lugar. Sonrió amargamente al recordarlo. Porque solo se lo repetía con la vaga esperanza de que, un día, su asqueroso padre se despertaría y se daría cuenta de que no valía la pena malgastar su vida por algo que no había sido para tanto.
Volvió a mirar para los parterres de flores, negándose a que los recuerdos amargos lo asfixiaran en un día tan bonito como aquel.
―¿También son tus favoritas?―preguntó, distraído. Himawari se volvió hacia él, de nuevo con esa sonrisa marca Uzumaki en su rostro todavía infantil, y asintió vigorosamente con la cabeza.
―¡Sí!
―¿Por qué?―siguió preguntando, curioso. ¿De verdad una plantita podía despertar tanta alegría?
Himawari se puso seria de repente.
―Porque los girasoles son de color amarillo, como el pelo de papá y de onii-chan. Pero también porque florecen en verano. Son las flores que anuncian el sol y el calor. ¡Y a eso huelen! ¡Mira, ven!―Himawari lo cogió de las manos y lo instó a acercarse a los parterres. Kawaki bajó el rostro y miró de reojo para la niña, quedándose paralizado durante un segundo.
Himawari estaba con los ojos cerrados, la cabeza levemente inclinada hacia delante, sus pequeñas y delicadas manos todavía sosteniéndolo y una sonrisa tranquila adornando su rostro.
Cuando abrió sus ojos azules como el mar y los clavó en él algo se agitó dentro de Kawaki.
―¿Lo has sentido? ¿El sol y el verano?―Kawaki inspiró hondo y miró para los capullos que florecían delante de ellos. Apretó sin darse cuenta apenas las manitas de la niña sobre su brazo.
―Sí, Hima―dijo, pronunciando su nombre por primera vez―. Lo he sentido―susurró.
Solo que, en su caso, el olor a sol y a verano provenía de la inocente criatura que todavía lo tocaba como si él fuera alguien verdaderamente importante, verdaderamente valioso.
Y puede que lo fuera.
En ese momento. Para ella.
Y se preguntó si podría seguir siéndolo para siempre.
Fin A sol y a verano
Cortito, pero es lo que hay. Además, ¿no dicen que lo bueno y breve dos veces bueno? Pues eso.
¿Me dejáis un review? Porque, ya sabéis:
Un review equivale a una sonrisa.
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Lectores sí.
Acosadores no.
Gracias.
¡Nos leemos!
Ja ne.
bruxi.
