Al fin he logrado deshacerme un poco de la pereza y por fin he vuelto a escribir yo sola. :D
Esta historia tiene lugar después de que los chicos por fin detuvieron a los Triceratons, los Kraangs y a Destructor.
El Maestro Splinter aún esta vivo.
Resumen: La muerte de uno de los chicos amenaza con arrastrar a toda la familia Hamato hacia un fin trágico, tendrán que encontrar al responsable para evitarlo.
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Una simple ecuación
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― Ha muerto… ― declaró con profunda pena y enorme frustración el Doctor Rockwell a toda la familia y amigos del pequeño Mikey, después de dar lentamente la espalda a la camilla donde se encontraba el cadáver de la joven tortuga a quien había intentado arrancar de las garras de un destino tan cruel.
Sintiéndose vencido por completo dejó caer sus manos a los lados de su simiesco cuerpo. Su cerebro que había adquirido el talento de leer las mentes de los demás gracias a su mutación, se llenó con una oleada de pensamientos ajenos, todos sin excepción ahogados en aflicción, agonía y tormento.
Después de escuchar aquellas palabras la respiración del maestro Splinter se tornó agitada, se tambaleó hasta caer de rodillas, apretando su bastón que no fue suficiente apoyo para evitar su caída; se llevó una mano trémula a su pecho, estrujando sus ropajes entrecerró con fuerzas sus ojos preñados de lágrimas, murmurando con tono desolador el nombre de su hijo más joven.
Rafael comenzó a temblar sintiendo una rabia tal contra la vida que, si no hubiese sido por Leonardo quien pálido e igual de tembloroso que su temperamental hermano, lo abrazó con fuerza salvando no sólo la cordura de la ruda tortuga sino también la suya al tener ambos que admitir por causa de una noticia tan atroz, que todos sus esfuerzos por el travieso pecoso habían sido en vano.
Sintiendo que su sangre se helaba aún más, Cabeza de Piel, en silencio y con su vista fija en el cuerpo de su pequeño amigo, derramó muchas lágrimas al saber que ya nunca volvería a compartir momentos tiernos o divertidos con la dulce tortuga que lo había honrado con una confianza infinita salvándolo del dolor o del miedo con sus sonrisas y gentiles palabras de ánimo.
Abril y Casey, respirando apenas, como todos los demás, después de soportar esos eternos minutos repletos de angustiosa expectación, habían pasado de estar tomados firmemente de la mano a estar envueltos en un abrazo en el que ambos aún no podían creer lo que estaba sucediendo, parecía que Mikey iba a estar bien, no que todo se complicaría. Era una realidad mucho más horrenda que una pesadilla.
Slash, a pesar de tener un carácter tan salvaje e indomable como su antiguo dueño, pero aumentado diez veces por la mutación, logró mostrar el debido respeto que la situación ameritaba porque estaba convencido que, aunque decidiera dedicar su vida a encontrar al culpable y masacrarlo, no habría estado ni cerca de mitigar la ira o el sufrimiento de los que iban a vivir sumergidos en la melancolía desde ese día en adelante.
Pero algo raro sucedía, después de unos minutos, Rockwell sintió que alguien faltaba… volviéndose una vez más, miró con horror a la tortuga a la que había tratado de ayudar a salvar aquella joven vida que no debió haberse extinguido antes de tiempo.
Donatelo, por completo paralizado al lado opuesto de la camilla, miraba fijamente el pálido rostro de Mikey al mismo tiempo que parecía mirar hacia la nada. Rockwell, después de haber notado que no podía leer la mente de la tortuga quien al mismo tiempo se había convertido en ingeniero, científico y médico para el bien de toda su familia, se sintió desconcertado.
¿Acaso el cerebro de su joven colega había comenzado a degradarse por culpa del dolor de haber perdido a un ser querido quien no sólo era su hermano sino también su mejor amigo? ¿Estaría entrando a un estado de locura en el cual ni siquiera las extraordinarias facultades de Rockwell para leer la mente podrían ayudarlo? O, tal vez… por obra de una acción divina, ¿el joven prodigo podría estar dando con la solución a la misma muerte?
Muchas más preguntas habrían podido engendrarse en la mente del ex-humano científico si no hubiese sido porque la tortuga de morado comenzó a reír con tan ruidoso e insensible desenfreno que todos los demás fijaron sus ojos en él llenos de espanto el cual casi de inmediato se transformó en profunda angustia.
Antes de que alguien tuviese el valor para hacer o decir algo, Donatelo pasó de las infames risotadas a gritos colmados de culpabilidad.
― ¡ES MI CULPA! ¡YO LO SABÍA! ¡YO LO SABÍA! ¡NO SOY INFALIBLE, EN ALGÚN MOMENTO EN LA VIDA IBA A COMETER UN ERROR! ¡NUNCA DEBÍ PENSAR QUE ERA LO BASTANTE LISTO PARA SALVARLO! ― Esas acusaciones hacia sí mismo acompañadas de manos trémulas con las que se apretaba los lados de su cabeza humedecida con un sudor frío, mientras su boca se contraía en dolorosas y grotescas muecas de odio contra su persona, lo incitaron a levantar su vista para descubrir cómo los demás lo miraban con horror y confusión.
Todos conocían el arduo trabajo que el más listo entre ellos tenía que enfrentar cuando alguno de sus hermanos estaba enfermo, herido o peor aún, cerca de morir; los resultados de todo su esfuerzo eran por completo su responsabilidad. El cariño de Donatelo por Mikey siempre fue tan notable como tranquilo, cuidando de él tal como lo hacía Leonardo o Rafael. Mikey en incontables ocasiones le había dicho que él era su tortuga favorita. Era obvio que su dolor al perder a su pequeño hermano iba a destrozar su corazón, pero nunca nadie pensó que podría llegar a semejante nivel de neurosis.
― ¡LO SIENTO MIKEY, LO SIENTO! ¡PERDÓNAME! ¡YO SOY QUIEN DEBERÍA MORIR! ― Ese último grito, señal inconfundible de un alma que se ha desligado por completo de la alegría de vivir, fue la señal para que alguien entre los presentes reaccionara al fin. Por desgracia, por culpa de la confusión en el corazón de todos, nadie fue lo suficientemente rápido para detener a Donatelo cuando echó a correr después de estrellar una jeringa que aún tenía en las manos contra el piso con furia desmedida.
Donatelo, poseído por completo por la resolución que acababa de tomar, con su vista fija en un punto, aceleró su huida para encerrarse en una parte de su laboratorio donde había construido un refugio anti bombas en caso de que los Kraangs tuviesen en mente destruir esa parte de la ciudad.
Los que fueron más rápidos al tratar de dar alance a Donatelo, solo lograron golpear con sus cuerpos la pesada puerta de metal que casi tenía el grosor de una puerta de bóveda bancaria y que gracias a la computadora del más listo se había cerrado de inmediato al escuchar la orden de su creador.
― ¡Donnie!
― ¡Donatelo!
― ¡Amigo!
― ¡Hijo!
Unos segundos pasaron después de las súplicas de los demás quienes esperaban una respuesta a sus gritos. Y la obtuvieron. El amortiguado sonido de un disparo logró que la sangre en todos los que amaban a Donnie se congelara en un instante.
Continuará...
