[1] Él es Itadori y tiene el cabello rosa.

Mikasa no entiende por qué, pero el rosa le gusta —y el chico que lo porta sonríe en una fila de dientes blancos— algo raro en un lugar tan cruel como un hospital.

Ella no entiende, pero deja que el calor del sol que se filtra a través de sus ojos marrones tibie un poco su espíritu —y la esperanza que nunca existió, surja en el interior de su pecho retumbando como caballos a través de su caja torácica— ella le dice su nombre.

Él parpadea lentamente, solo absorbiendo cada información que ella le da, entonces vuelve a sonreír.

— Te llamas como ese barco que sale en los libros de historia — Mikasa sabe que su nombre está basado en uno de ellos. Su padre había querido ser muy original con eso, lastima Mikasa no lo conoció lo suficiente para preguntarle el por qué de su curioso nombre.

Resopló una risa nerviosa sosteniendo la botella de agua que había sido la causante de ese encuentro.

Él también lo hace para despedirse. Mikasa no sabe por qué el pecho se aprieta cuando escucha su adiós —y con él, una de sus sonrisas— Él le explica que debe ir a cremar a su abuelo recién fallecido, Mikasa se siente mal, porque ya no volverá a verlo.

[2] — Cuando muera, quiero que te deshagas de esa bufanda — le dice Eren en uno de los pocos momentos que tiene de lucidez —esos dónde no está profundamente dormido gracias a los fármacos que llenan su sangre y la corroen, algo así como ella cada vez que lo ve en esa muerte que todavía no es muerte.

La parte más oscura de Mikasa dice que sufriría menos si el pitido que emiten las máquinas cesarán de una vez y con eso también el sufrimiento de la persona que más ama, ella estira las esquinas de su boca en una sonrisa rota y descuidada —como ella—

— Sabes que no puedo prometer eso.

(No quiero perder lo único que me ata a tí)

— No quiero que dependas de mí. Yo voy a morir, Mikasa pero no quiero que mueras conmigo — ella se muerde los labios, sus palabras suenan como una despedida y ella no está lista aún para eso. No está lista para perder a la persona que más ama en el mundo, no está lista para ver la vida sin él — no te aferres a mi…

Es tarde para contener las lágrimas que surcan sus mejillas. Eren la ve a través de un velo espumosos que opaca el verde de sus ojos, levanta una mano para detener el llanto pero es débil y Mikasa la termina sosteniendo —y en eso se va su vida—

— Quiero que seas feliz — él dice con dificultad, se sacude en una suave tos que a Mikasa le detiene el corazón pensando que es el final del camino — No tiene que ser con alguien si no quieres...incluso tú sola-

— ¡Cómo voy a serlo! — exclamó en voz baja, temblando ante la firmeza de su mano.

¿Cómo iba a poder? ¿Cómo iba a seguir con su vida después de Eren? Ella no lo sabía pero no quería tampoco, no quería ver el otro lado de la línea si no estaba con Él.

— Quiero que sea feliz — repite y los dedos de Eren aprieta su palma — quiero que vivas para serlo, por favor.

[3] Yuuji a veces olvida lo que es una rutina sin su abuelo.

El todavía se apura en sus deberes pretendiendo terminar antes de las cinco y cuando finaliza su turno en el trabajo, corre hacia los casilleros deshaciéndose del uniforme con rapidez pensando que clase flores llevará esta vez, aunque conociendo al abuelo ni las notará.

Y —correcto— se da cuenta, que ya no hay motivos para ir al hospital, que la habitación que usaba su abuelo seguramente ya está siendo usada por alguien más y —Yuuji todavía recuerda el sonido de la pinzas recogiendo los huesos sin pulverizar de su abuelo, la silueta dibujada en la arena una vez que el peso de la persona que fue como su padre dejó de ser real— no le gusta pensar en eso.

Pero es tarde y la enfermera pregunta por el paciente y él repite el nombre de su abuelo

— Lo siento, no lo tengo registrado ¿Él tiene otro nombre? — Yuuji mira y frunce el ceño pensativo. El abuelo no tiene otro nombre. Duda mucho que en Japón se puedan usar dos nombres.

Él se ríe consciente del peso que ahora son las lilias azules dentro del ramo (correcto, el abuelo murió hace un mes)

— Me equivoqué — se excusa escuetamente ante la mirada confundida de la enfermera y se va ahora, dando pasos mecánicos a través del piso tapizado.

Correcto, él está huérfano ahora.

Y entonces la ve, de espaldas a él, hablando entre murmullos e hipidos. El cabello negro deserdonando en una cola baja —Mikasa es el nombre que ella le dió aquella vez, Itadori puede ver una nube negra nadar entre sus cabellos cuando ella lo mira por primera vez.

El dolor sordo de esperar algo, lo que sea, con tal de haber esperanza.

Entiende eso. Aquella vez le dió una sonrisa, su abuelo muerto había sido transferido a la morgue y él todavía podía escucharlo renegar desde la cama muy malhumorado, Yuuji todavía puede verlo mientras le dice que no sea como los demás.

Él le dice que ayude a la gente e Itadori se pregunta ¿cómo hacerlo? ¿cómo empezar? El abuelo estaba loco, Yuuji llega a la conclusión de que su abuelo ya estaba delirando en sus últimas palabras pero no hay forma de que se haya equivocado ¿verdad?—

(Que última voluntad más problemática)

Ahora ve su perfil, escondida entre las mangas de su suéter —y aún así puede ver las manchas de un sollozo en sus pómulos. El pecho se le aprieta en una sensación que ya conoce. El escozor de un corte profundo a lo largo de su corazón— él agita el ramo de lilias suavemente entre su rostro escondido y ella responde casi de inmediato con la mirada desorbitada y los labios resecos —y sus ojos son la viva imagen del dolor en color gris y violeta. Y a él le resultan bonitos— Parece asustada e Itadori da un paso hacia atrás mascullando una disculpa.

— Lo siento — repite una vez más cuando ella se para al mismo tiempo y rápidamente mientras esconde su teléfono en el fondo de su jeans, enjugándose las lágrimas torpemente con la palma de su mano derecha.

(Bien hecho Itadori, ahora ella parecía avergonzada)

— ¿Estás bien? — es una pregunta tonta, él lo sabe y ella lo sabe también. Nadie en un hospital estaría completamente bien y mucho menos si pillas a alguien llorando en un pasillo.

En retrospectiva, la pregunta es estúpida —pero quiere ayudarla, Itadori comprende por todo eso que ella está pasando, sabe el dolor que representa perder a un ser amado. Él lo perdió— pero es necesaria.

Ella se quiebra un poco, las lágrimas se acumulan en sus ojos y después en sus pestañas —es difícil ver a una persona llorar, pero debería ser más difícil aún no poder dejar de sentir algo al verla—las lilas azules son aún más pesadas en sus manos y él aprieta los labios cuando ella de nuevo se sumerge entre las mangas de su suéter llorando desconsolada.

— Él está muerto — le dice y es consciente por primera vez del anillo que adorna su dedo anular — y ya no va volver.

Itadori la abraza.

[4] Mikasa no sabe si sentirse aliviada o devastada con el hecho de que nunca jamás escuchará el sonido de múltiples monitores sonar al mismo tiempo.

Lo único que sabe es que Eren yace frío y pálido en la plancha de la morgue y ella tiene que llenar la solicitud para la posterior cremación de su cuerpo.

Le han dejado la hoja correspondiente y el bolígrafo pero ella todavía no siente que sea real —real que Eren ya no está con ella. Tiene ganas de llorar pero sus ojos están tan hinchados que si quisiera hacerlo seguramente lloraría sangre

Pero hay algo, una voz que le susurra melodías de alivio. El alivio que daba la muerte a los que luchaban hasta el final Mikasa se pregunta cuando más tendría que pelear ella para obtenerlo— en cambio toma la pluma y comienza a firmar el acta de defunción.

[5] Itadori piensa que tras verla quebrarse una vez allá en el hospital, jamás la volvería a ver.

Pero a veces el destino era muy gracioso —todavía tiene la sensación de su pelo deslizarse por sus dedos, torpes y callosos. Los pequeños espasmos que tiene mientras deja salir hasta la última gota de dolor en su pecho— y la ve nuevamente.

Sin embargo y a pesar de lo fresco que se siente todo —la muerte de su abuelo lo persigue durante el día y el nombre de ella todavía le sabe en la boca. Una mezcla entre el dulce de una risa y la melancolía de las lágrimas atiborradas en sus ojos violetas— ya han pasado meses de eso.

Ella luce tan demacrada como la conoció.

Usa suéteres que son tal vez dos veces más grandes que ella y su cabello todavía sigue desordenado en esa pequeña cola baja, se ve tan horriblemente pálida que Itadori teme estar viendo un fantasma, su fantasma.

Hay una leve vacilación en sus pasos a medida que se acerca y —sus miradas se conectan, y ve azul en el violeta. Se da cuenta que los ojos de Mikasa tienen más colores de lo que aparentaba—

Es un pueblo pequeño, y ellos jamás se han visto antes pero le resulta familiar la forma en que se cepilla el cabello hacia atrás cuando las hebras negras se enredan en sus pestañas.

Hay un silencio que acompaña la brisa de la tarde —y el no sabe qué decir, sus palabras se le enredan en la lengua cuando ella lo atraviesa con esos ojos de plata.

Algo así como pequeños cuchillos que escarban en la profundidad de su carne— él compone una sonrisa. Un gesto simple que evita palabras complicadas.

— Es bueno verlo de nuevo, Itadori-san

[6] Hay un ligero estremecimiento en la parte baja de su espalda dónde Yuuji la toca en una muestra de caballerosidad cuando entran al pequeño restaurante.

El olor de su colonia se mezcla con las especias de las sopas que llevan las meseras y la carne ahumada, menta, tal vez hierbabuena, manzanilla incluso. Es un olor peculiar que Mikasa ha estado sintiendo a medida que la sombra de Itadori se instala

sobre ella.

Curiosamente, a ella le agrada.

Afuera el sol brilla y las cigarras cantan en medio del verano, el sudor empapa su nuca y la sensación de bochorno persiste en su cuerpo al igual que el calor de la mano de Yuuji sobre ella —sus intestinos de revuelven a medida que esquivan las mesas y él la sujetó tan fuerte de su antebrazo que presiente que se va romper

Mikasa cree que no le importaría que él la rompiese—

Encuentran una mesa en los rincones del lugar donde ellos pueden hablar frente a frente sin la mirada de cientos de lápidas grises y ramos de flores marchitas.

Mikasa se vuelve a ahogar en los ojos castaños de Itadori como la primera vez que se vieron.

Hay una nota oscura que se esconde detrás del manto brillante de sus mirada—¿la llama?—

— ¿Cómo te sientes? — pregunta en medio del tintineo de tazas, Mikasa siente la viscosidad entumir los dedos de sus pies cuando de nuevo se ve absorta en el agujero gris que ha sido su existencia desde la partida de Eren.

Su vida había sido un vórtice desde que las cenizas de Eren llegaron a sus manos junto al resto de su corazón.

¿Cómo se sentía?

Había muchas cosas que no había podido dejar atrás, las sonrisas, su aroma, la forma en que su cuerpo se amoldaba al suyo, la silueta de él en la cama, sus ojos, sus labios, sus manos. Absolutamente todo —y las sensaciones de tenerlo con ella se clavan en su piel como navajas, salpicando todo de sangre, el dolor de sus lágrimas aún latente en su pecho.

Él le había pedido que siguiera sola, ella no quería eso, no quería vivir esta vida sin él pero su promesa estaba tatuada en su cerebro así como sus caricias, quemando desde adentro.

Ella quería a Eren, pero Eren ya no estaba— se sentía…

— Irreal ...— habló por fin mirando el reflejo de sus ojos en la bebida de su taza — es como si todo fuera un sueño.

Uno en el que ella no quiere estar, uno del que no puede salir

Hay un asentimiento de parte de él, y después vacía todo en la taza como si fuese agua y no café hirviendo.

— Estaban — titubea y Mikasa pestañea en su dirección. Lo ve jugar con sus dedos tratando de formar algo con ellas — ya sabes...casados.

—hay imágenes de su boda parpadeando. Todas son simultáneas, desde su baile al centro de la pista hasta sus votos frente la iglesia— El anillo en su dedo quema, como las brasas de su presencia. Arden cómo ardió en un momento el cuerpo de Eren en el crematorio.

(Todavía lo siento aquí conmigo, no sé cómo no verlo)

— En abril, cumplimos nuestro tercer aniversario.

[7] Su abuelo le dijo que ayudará a los demás. Dijo que no esperara nada, dijo que ayudará a los que lo necesitaban.

Mikasa lo necesita —ella perdió una parte de sí misma y él la quiere sanar—

Itadori quiere ayudarla por eso le da su número de teléfono con la promesa de llamarla. Yuuji quiere asegurarse de que sonría como aquella vez junto a la máquina expendedora.

Yuuji Itadori ayudará a Mikasa, por qué lo necesita, Mikasa necesita a Yuuji.

[8] Armin le había dicho que se deshiciera de todas las cosas de Eren, Mikasa se pregunta si eso también la incluía a ella.

Ella es parte de él, así como él de ella.

Hay muchas cosas que todavía le recuerdan a Eren, desde su habitación hasta la ropa nueva que había comprado y que no tuvo la dicha de usar. Su taza favorita, sus zapatos preferidos, la bufanda que le había regalado en diciembre.

Armin le había dicho que podía quemarlo

—su mano tiembla ligeramente mientras busca el contacto de Itadori. Su sonrisa bajo las farolas de la cafetería le recuerda a la primera vez que lo vio en el hospital.

Yo te ayudaré, en lo que necesites—

Ella se pregunta si podría arder en las llamas junto a él.

[9] El olor a gasolina se impregna en sus fosas nasales y el tiene que asegurarse de no salpicarse él mismo sino quiere correr el mismo destino que el cuerpo de su abuelo.

Es el último galón que vacía toda la sala antes de devolver sus pasos hacia afuera.

Mikasa está al borde del porche con una maleta a sus pies y la mirada perdida en su casa.

— ¿Estás segura de que no estás siendo muy extremista? — le pregunta una vez que llega a su lado.

Mikasa no se mueve desde su lugar clavando sus ojos en él pero sin verlo realmente. Ella hace un tirón en sus labios que él no sabe reconocer como una sonrisa.

— Este lugar es todo lo que me queda de él —

— ¿Y por eso planeas quemar toda la casa? — dice tentativamente, midiendo las expresión de Mikasa. Hay un sollozo en sus labios que sabe reconocer muy bien pero ella es terca para dejarlo salir — ¿a dónde irás?

— Aún no lo he pensado

(Ella te necesita)

Eres fuerte, ayuda a las personas no tiene que ser todo el mundo, solo salva a los que puedas.

Mikasa lo necesita y él está dispuesto a ayudarla a salir del pozo que se ha convertido su vida, porque entiende que la muerte da miedo pero también es tentadora —por que la quiere liberar de ese sentimiento tan opresor que le quita la fuerza para respirar—

Escucha el sonido del fuego crepitar en los labios de Mikasa cuando enciende un cigarrillo sin darse cuenta. Itadori la observa meditando e inhalando el mismo veneno que ella.

— Lo siento…¿quieres? — ella le tiende la cajetilla entre sus pálidas manos y él duda entre sostenerla o no.

— No fumo...— ella asiente mientras esconde la cajetilla entre los bolsillos de su suéter y da una profunda calada al cigarrillo que mantiene en sus labios — Es bueno que no lo hagas, es un asco…

— ¿Por qué fumas entonces? — la pregunta sale de él sin pensar y es tarde para retener las reacciones que la mirada de ella le transmite.

Ella exhala el humo nuevamente mientras mira la punta encendida de su cigarro.

— Algunas veces por qué lo necesito, otras por qué no sé cómo dejarlo y la mayoría es simple costumbre — ella resopló una risa sin gracia alguna mientras posa nuevamente el cigarrillo entre sus labios — es vicio después de todo, no necesitas una razón realmente para tenerlo.

Él asiente y cierra los ojos reflexionando en lo que le ha dicho.

Se acerca a ella y le quita el cigarro de lo labios, probando del mismo elixir, la punta que ella antes mantenía en su boca ahora está dentro de la suya sintiendo la humedad de los labios de Mikasa; él inhala profundamente llenando sus pulmones de humo, el vicio de ella y ahora, uno que compartirá con él.

—tal vez él quiere otro tipo de adicción—

La tos lo ataca sorpresivamente y tiene que respirar aire fresco para aliviar el horrendo sabor de boca que le deja el cigarro —Mikasa está ahí parada, ojos ingenuos en medio de mejillas rojas— de verdad es asqueroso.

— Es verdad, realmente es un asco — dice y la toma de la mano rebuscando la cajetilla en su suéter ante la incredulidad y sorpresa de ella — así que es mejor que lo dejes.

Él extiende la mano esperando a que ella le entregue el encendedor solo para prender el cartón de la cajetilla y lanzarlo hacia el interior de la casa bañada en gasolina. Las llamas son lentas pero poco a poco lamen su rostro en una luz naranja y amarilla.

Yuuji aprieta la mano de Mikasa mientras su hogar arde lentamente al igual que sus mejores recuerdos junto a su esposo.

Ella lo necesita, ella puede quebrarse en cualquier momento, ella podría correr el mismo destino que su abuelo y terminar en una vasija de porcelana formando parte de cientos más en el cementerio.

Mikasa lo necesita (ella me necesita)

[10] El departamento de Yuuji es pequeño y está lleno de muebles, hay varias cajas apiladas a la entrada y aunque Mikasa siente curiosidad por preguntar ella simplemente se traga sus dudas y sigue la espalda de Itadori hacia el final del pasillo.

— Y bueno, bienvenida — hay una enorme sonrisa en el rostro del peli rosado que es contagiosa y ella tira un poco de sus resecos labios antes de echar un vistazo a todo lo que hay. La cocina está en perfectas condiciones a pesar de ser un lugar bastante pequeño. Hay una puerta hacia el final del camino, Itadori señala que es el baño, la sala de estar tiene solo dos sillones y una pequeña mesa que sirve como comedor al mismo tiempo, un pequeño televisor al frente —Mikasa distingue en una de las esquinas la foto de un anciano risueño— pero ahora solo hay una habitación para dormir.

Él la guía entre pilas de ropa limpia que él dice acomodar tan pronto como ella se instale —Mikasa se dice que no puede tardar mucho con apenas las cosas que carga. Un par de mudas, el reloj que su madre le regaló y la bufanda rojo sangre que Eren le dijo que tirara— ella entra por fin, una habitación simple. Un colchón y una mesilla, la brisa de la noche entra y le acaricia el rostro, un bálsamo después de sentir la lenta quemadura de las llamas dejar cicatrices en su piel.

— ¿Dónde dormirás tú? — pregunta al no ver nada más dónde él pueda pasar la noche. Ella no se siente agusto con la idea de que él duerma en el suelo.

Itadori la toma suavemente de los hombros al filo del umbral. Él es más alto así que tiene que levantar el rostro para verlo a los ojos —el sol en plena noche— ella siente que el corazón late con fuerza —y la oscuridad detrás de aquellos ojos ámbar se acentúa a medida que siente el apretón de sus hombros hacerse más notorio— y puede escuchar el de él retumbar con fuerza.

El fantasma de una caricia, un beso que no es beso, el mimo de la boca de Itadori sobre sus cabellos —Mikasa deja de respirar. Las ganas de llorar llegan a ella tan pronto como el aliento de Yuuji choca contra su oído—

— No tienes que preocuparte por mí

[11] Hay un tipo de ansiedad que trepa por su garganta y le atora la comida cuando las horas en el trabajo pasan lentamente —algo así como un millón de eternidades disolviéndose en los minutos que permanece en la cocina del restaurante— y el reloj parece congelado en el mismo instante en que su turno inicio

Hay algo que no le agrada de la sensación de estar atrapado en una jaula —como un león enrabiado caminando hacia los lados de su celda buscando algo, buscando a alguien— y la misma se desvanece cuando abre la puerta de su departamento y es recibido con la sonrisa a medias de Mikasa y la luz de la tarde oscureciendo su piel de porcelana.

Siente que la jaula a su alrededor desaparece a medida que se acerca a ella en ese espacio tan reducido —ella todavía parece un muerto en vida y teme tocarla, ella podría desaparecer, pero lo hace de todas formas y sus manos se enredan entre el carbón de su pelo, tinta negra que corre entre sus dedos—, Itadori sonríe ampliamente, el sol reflejando miel cristalina sobre su mirada.

— Ya estoy en casa

[12] — ¿He? — Mikasa no detiene sus manos en su labor de doblar la ropa limpia. Las camisas de Itadori son impecables entre sus manos (como él) y ella las encuentra más interesante que mirar hacia su rostro, ese que la mira entre incrédulo e ingenuo

Pero sabe que no puede hacerlo por mucho tiempo.

Mikasa no se ha cuestionado las razones por las que Itadori le ha dado la bienvenida a su casa, ni mucho menos el cómo es que un desconocido ahora la mantiene, Mikasa todavía se siente en una burbuja en la que todavía no sale por completo —Insonoro. Mikasa no escucha las partes rotas de su corazón que se hacen polvo a medida que pasan los días. Ya no hay lágrimas por las noches, ni tampoco pesadillas solo la interminable oscuridad de un sueño brumoso que solo se deshace cuando el color amarillo la despierta entre un "buenos dias" y una snrisa de perlas—

El toque de Itadori sobre su hombro es sutil, como el aleteo de una mariposa que huye tan pronto encuentro otra flor; hay una laguna de ambar que la ahoga antes de volver en sí misma.

— Solo pensé que no quiero dejar que lleves toda la carga contigo — el frunce las cejas sin comprender pero ella sacude sus intestinos por evitar que sus palabras se malinterpreten — es decir, los gastos y todo eso…

Él hace que la vea en una apretón suave que hace aflorar sus mejillas en un estallido cereza, la observa con seguridad mientras le entrega una enorme sonrisa, nada inusual en alguien tan cálido como él.

— No necesitas trabajar, yo te daré todo lo que necesites — afirma y la suelta lentamente sin abandonar su gesto alegre — no tienes que preocuparte por nada, déjamelo a mi.

— Pero no es justo que...— ella se ve interrumpida por ojos ambarinos destilando compasión.

— Me necesitas Mikasa no quisiera que te veas obligada a buscar empleo solo por qué te sientes en deuda conmigo — el aliento de él se enreda sobre sus nudillos cuando la toma gentilmente de la mano extendiendo sus dedos. La de ella es mucho más pequeña pero está llena de callosidades, Yuuuji la aprieta — déjame cuidarte, me necesitas.

El corazón de Mikasa estalla nuevamente, piezas rotas de alguien que ya no estaba con ella, la suavidad de quien la acuna sobre un pecho ajeno —lágrimas caprichosas que deciden desobedecer sus órdenes, se instalan en sus ojos mojando su pestañas—

(¿Ella lo necesita?)

[13] Llega el domingo y uno muy caluroso pero Mikasa sigue usando suéteres que le quedan aún más grandes. Él se pregunta si lo hace con el propósito de esconderse pero suspira espantando esos pensamientos.

—en la oscuridad de su mente se imagina cómo luciría sin ellos. La fantasía de su piel debajo de esas telas abrasivas ¿sería tan suave como la de sus manos? Tan lechosa y pálida como el helado que se deshace en su lengua y deja el dulce sabor a vainilla nadar en su boca. Itadori piensa que es un sabor exquisito—

Mikasa le sonríe en medio de hilos azabaches y el calor de un té cítrico bailar en sus labios, la trenza de ella está deshecha y le pregunta si puede ayudarla entre bocas risueñas y el calor del mediodía haciendo eco en su nuca empapada de sudor —La crema, se desliza tenuemente sobre la punta de su labio inferior, el sabor de fresas tropicales y el limón amargo se mezclan sobre sus alientos—

El beso es fugaz y el violeta de los ojos de Mikasa lo hacen arder en vergüenza, Mikasa aparta su mirada apenada, huyendo de su toque.

—Itadori contiene las ganas de retenerla contra la alfombra mientras rebusca en la piel pálida el vestigio de viejos caminos.

Es consciente, por primera vez y en toda extensión, que ella es viuda— y sus labios saben a crema.

[14] El agua de la regadera es fría y es un bálsamo para el bochorno de su cuerpo. El cabello se le pega a la cara una vez que la espuma del shampoo se desvanece —el olor a coco le hace cosquillas en la nariz pero ella lo deja de lado cuando la sombra de Itadori se refleja sobre el cristal de la puerta— ella aprieta la toalla contra su torso cuando él toca con sus nudillos.

— Deje toallas nuevas aquí si las necesitas — susurra contra el cristal, ella también masculla una respuesta y escucha el sonido de la puerta cerrarse junto el borrón rosa.

—Mikasa lava sus mejillas sonrojadas contra el agua helada esperando que también las sensaciones que hormiguean sus labios desaparezcan.

Hay una mancha verde esmeralda que ve tan pronto cierra los ojos, manos de piel tostada y curtida que acarician los bordes de sus caderas, la calidez se instala en su vientre en una necesidad, un eufemismo para su imaginación.

Ella se retuerce aguantando un jadeo, manos vagabundas añorando el toque de un fantasma—

El agua está helada, pero Mikasa siente calor.

[15] Es como si el tiempo se congelará por completo en azul.

Los ojos de Gojo no dejan de ver a Mikasa, el escrutinio sobre ella hace que ella se encoja en su sitio e Itadori tensa su espalda cuando su profesor toma la mano de ella en un apretón amistoso.

— Es un placer conocerla, señorita Ackerman — dice el albino con una tenue sonrisa. Puede ver qué tan incómoda está ella pero sus labios permanecen sellados mientras Mikasa responde el saludo torpemente.

— ¿Qué tal si me acompaña a la tienda, Gojo-sensei? — cuestiona hábilmente obteniendo la atención de su maestro. El azul aguamarina brilla a través de los lentes oscuros de su profesor pero mantiene su sonrisa astuta mientras se dirige hacia la salida no sin besar la mano de Mikasa y guiñar un ojo en su dirección.

Ella frunce las cejas hacia él pero Yuuji solo le regala una enorme sonrisa con la promesa de volver pronto. Salen al calor del pasillo en total silencio y bajan las escaleras sin decir nada hasta que el sol quema la piel de Yuuji por sobre su camisa.

— Es muy adorable aunque parece un gato asustado — comenta casualmente con una sonrisa boba y los ojos muy abiertos — también me pareció ver un anillo — hay una pequeña nota de incredulidad en la voz de su maestro y Yuuji mira rápidamente por el rabillo de su ojo izquierdo — no sabía que te gustaban las mujeres casadas.

— No es lo que piensas — dice rápidamente sin lugar a réplicas y detiene su caminata en medio del pavimento.

— ¿No? — bromea — ¿Qué es entonces?

— Maestro ¿Por qué está aquí? — trata de ser respetuoso y ocultar la molestia que corroe sus entrañas tan pronto el gesto infantil de Gojo desaparece.

El albino lo mira, sin ningún tipo de expresión en la cara pero puede notar un brillo recriminatorio detrás de sus lentes de sol.

— Tu permiso en la universidad a expirado Yuuji, ya son casi tres meses desde que tu abuelo falleció pero no has puesto un pie en la facultad. A este paso perderás el semestre — una excusa. El semestre ya lo había perdido apenas transcurrió el primer mes. Itadori lo sabe y sabe que Gojo también lo sabe.

No es tonto pero hay preguntas que simplemente no deberían ser hechas, sin embargo, Gojo nunca ha respetado esa línea que separa el callar y el hablar.

— No pareces del tipo que engaña a una mujer para quedarse contigo y mucho menos alguien que usa a las mujeres como una excusa para sentirse mejor — admite, el azul convertido en hielo ártico — y en caso de que así fuera ¿Un prostíbulo no te iba mejor?

—la cuerda se rompe y el pitido en sus oídos aumenta a medida que los pozos azules de su profesor se enganchan en los suyos.

Congelado. Es como nadar en bloques de hielo, huesos petrificados y la respiración atorada al fondo de su pulmones—

Sonríe ampliamente, la luz del mediodía exprimiendo cada gota de alegría que hay en su rostro, hoyuelos marcados en una línea de blancos dientes.

— Ella me necesita — dice escuetamente, su tono de voz inusualmente plano en contraste con su sofocante sonrisa.

Él se da media vuelta por el camino de asfalto, Gojo no lo sigue, Itadori le da la espalda mientras camina de regreso al apartamento sin mirar una sola vez hacia atrás. No está dispuesto a escuchar nada más, los oídos le retumban y la sangre de sus venas arde toscamente mientras la retiene sobre las palmas de sus manos.

—el sol arde con fuerza a través del azul ¿Acaso no sabe que el hielo se derrite?—

[16] Los labios de Itadori la besan con cuidado, ella ve rojo en medio de ríos ambarinos y el olor a menta.

A ella le agrada ese olor pero no tanto como Yuuji y la sensación de su lengua deslizarse sobre la de ella —tiembla un poco cuando se separan, alientos mezclados y un suspiro a medias.

Las manos de Yuuji queman sobre su abdomen cuando la toman como una muñeca y se mete en sus piernas buscando el calor de una bienvenida— ella gime en medio del beso.

Itadori se detiene un poco para verla, retrocediendo en su toque y se encuentra cara a cara con fuego líquido; hay un recuerdo no tan lejano sobre su noche de bodas cuando ella y Eren aún inexpertos se habían tocado curiosamente pero habían terminado susurrando miel sobre las sábanas.

Ella cree que puede ver un poco de eso en la mirada Yuuji y le acaricia con ternura.

Mikasa toma sus labios nuevamente en un roce inocente que lo hace suspirar como si fuera un sueño lo que estuviese viviendo y no la realidad.

Esa en la que los besos de Yuuji son hambrientos y ella puede morir en sus brazos, solo que Itadori no quiere matarla, es ella quien quiere morir

—Ye entonces despierta, hecha un manojo de nervios y la suave respiración de Itadori al otro lado de la habitación.

El corazón le late desbocado presa del pánico y se da cuenta de las cadenas que la amarran a la cama, esas que no se había dado cuenta que tenía pero que llevaba cargando desde que Eren se fue.

Mikasa desearía no haber despertado—

[17] — ¿Gojo los mando?

Fushiguro no cambia su expresión en el rostro, aunque siendo sinceros, sus expresiones eran muy pocas, Nobara por otro, levanta la barbilla y frunce sus labios molesta sin dignarse a decir nada realmente.

— El profesor Gojo, no, más bien nosotros estamos preocupados por tí

Yuuji enarca una ceja sin saber creer lo que dice su mejor amigo, pero por alguna razón tiene ganas de reír ante el mal chiste que se estaba convirtiendo la situación.

—su pie se mueve frenéticamente sobre las patas de la mesa en el restaurante, su turno ya había terminado pero él seguía ahí esperando saber por qué sus amigos lo estaba reteniendo—

— ¿Y qué razón tendrían para estar preocupados?

— Una mujer que ninguno de nosotros conoce pero que está viviendo contigo bajo el mismo techo cuando recién murió tu abuelo ¿No suena raro para ti? — puede sentir las uñas de sus palmas clavarse en la piel de sus muslos por sobre su pantalones. Yuuji divide su mirada entre Fushiguro y Nobara sin mencionar algo con gesto incrédulo.

—hay un pequeño acercamiento hacia la mano de Fushiguro, la banda color oro que adorna su mano derecha brilla con la luz que se filtra en el ventanal, exactamente y de la misma forma que la de Nobara.

Sus intestinos se revuelven un poco con el pensamiento de verlos en un altar—

— ¿Qué se supone que tiene de raro? No recuerdo que les hubiera dicho de las otras chicas que han estado conmigo ahí — una mentira disimulada. La vida sexual de Yuuji era tan escasa como las mujeres que conoce.

— Gojo dijo que es rara — comenta finalmente Nobara bajo sus pestañas negras y labios brillosos gracias al bálsamo transparente de su labial.

— Y él parecía un acosador acercándose así ella — resopló hastiado — la asustó.

— ¿Desde cuándo justificas más a una extraña que a tu profesor favorito? — hay reproche detrás de esas palabras, Yuuji lo sabe y pone los ojos en blanco ante lo ridículo que es todo este drama.

— Desde que comenzó a llamarla rara — dice y se pone de pie con la intención de irse bajo el fuego caoba de los ojos de Nobara — ninguno los dos la conoce realmente.

— Tiene razón, no la conocemos — habla Fushiguro para sorpresa de ambos. Yuuji lo mira anonadado pero Nobara tiene una mezcla entre enojada e indignada mientras hace un sonido con su boca que bien podría ser un gruñido. Megumi simplemente se encoge de hombros poniéndose de pie e incitando a su pareja que lo haga con él — Gojo bien podría estar haciendo otro de sus muchos berrinches y nosotros habríamos caído de nuevo.

El alivio corre por el cuerpo de Yuuji mientras el peso de sus nervios se desvanece a hasta que los ojos de Megumi se clavan intensamente en los suyos y el miedo trepa descaradamente por sus piernas, lenta y dolorosamente —las náuseas se presentan nuevamente y el corazón se encoge en su pecho—, teme por lo que podría decir a continuación su amigo.

— Él también podría estar mintiendo — acomoda la chaqueta de Nobara sobre su antebrazo y le indica que la siga liderando el camino — o bien tú podrías estarlo haciendo, Itadori.

— ¿Por qué tendría que mentirles? — cuestiona oscureciendo su mirada.

— Exactamente — señala el pelinegro — ¿Por qué Yuuji?

[18] — Es bueno saber que estas bien, Mikasa

Mikasa está segura que escucho el silencio gritar a través de su garganta, los ojos de Armin la examinan con ternura —arrancando su piel desde adentro, masacrando sus terminales nerviosas— ella siente el fuego chamuscar su piel a medida que las manos de Armin acarician sus antebrazos en una simple bienvenida.

— ¿Como...? — la garganta le duele cuando fuerza sus palabras salir, pero Armin sigue sonriendo como siempre lo ha hecho.

— ¿Sabía que estabas aquí? — dice resoplando una sonrisa — no fue fácil, no sabia como comenzar a buscarte desde que encontré la casa en ruinas.

Ella tiembla un poco y Armin aprieta suavemente su agarre brindándole un poco de estabilidad, Mikasa respira pausadamente calmando sus nervios y se hace a un lado para permitirle el acceso a su amigo.

Ella se saca las sandalias guiando a Armin hacia la sala donde le invita un poco de té. Él acepta por supuesto y se acomoda a un lado de la mesa esperando por qué ella haga lo mismo.

Puede sentir la mirada azulina de su amigo perforando la espalda a medida que pone la tetera y espera unos minutos en escuchar el pitido del agua silbar contra la olla, Mikasa siente que se trata de demorar un poco más en esa tarea si eso significa huir un poco de lo que la presencia de Armin significa.

Pero sabe que no podrá huir por siempre.

La mano de Armin se sitúa sobre la suya, su presencia tan invertida que Mikasa no escucha cuando se ha acercado a ella para envolverla en un abrazo, la barbilla de Armin descansa sobre su hombro acompañando su respiración a la par que la suya.

Mikasa tiembla de nuevo en el momento, la intimidad de su infancia alegre envolviendola.

— Ya no te escondas Mikasa — le dice él y puede escuchar el dolor en sus palabras — yo también lo extraño.

Ella puede escuchar el crujido de su corazón romperse nuevamente —ella no sabe ni lleva la cuenta de las veces en las que ese miserable órgano se ha marchitado dentro de ella, se ha preguntado muchas veces que tanto tiene que sufrir ella para que ese pedazo sangrante deje de bombear vida a través de sus arterias pero la espera es larga y la muerte es lejana. Ella no puede dejarse morir.

No es egoísta más eso es lo que su mente y espíritu cansado ha estado anhelando— puede sentir el roce de Armin contra ella y la suave respiración contra su oreja. Lucha por no llorar de verdad lo hace, sus ojos se aguadan y Armin es su ancla a la realidad.

Ella deja salir un sollozo silencioso que Armin atrapa tan pronto como le da la vuelta y la abraza contra su pecho.

— Lo extraño tanto...— hipa temblorosa mientras Armin le acaricia el cabello con dulzura.

Arlert susurra frases reconfortantes esparciendo besos por toda su coronilla —se siente como una niña nuevamente entre el suave arrullo que le proporciona su amigo— y aunque eso no detiene su sufrimiento si lo hace ameno.

Hasta que la puerta se abre y Yuuji choca su mirada contra Armin —y es como ver a dos estrellas chocar y explotar al mismo tiempo— ella piensa que podría quemarse entre el calor de ambas.

[19] El primer pensamiento que acude al cerebro de Yuuji es quien es el rubio que está en su departamento.

El segundo es por qué Mikasa lo está abrazando.

Mira con cautela dividiendo la mirada entre el rubio y Mikasa, hay cierto tinte de familiaridad en sus ojos que lo hacen observar con más interés al rubio antes de que la pelinegra decida intervenir por ambos en esa lucha de miradas que ninguno se ha dignado a terminar.

— Él es Armin — dice con voz ronca y la aclara una vez que se asegura de haber quitado los signos de lágrimas en sus ojos— un viejo amigo.

Hay una ligera tensión que embarga el aire cuando el pronunciado se separa de Mikasa para caminar hacia él y extenderle la mano.

— Un gusto conocerle — Yuuji no vacila al tomar el gesto de la presentación.

La sonrisa de Armin es suave contra su rostro y sus ojos le transmiten cierta tranquilidad, es como ver el sol reflejarse en el agua del mar.

— Itadori Yuuji, un placer conocerte — levanta una sonrisa igual de grande y luminosa. Una competencia por quién brilla más y el apretón de manos asegura su victoria una vez que en el mar azulino de Armin capta la oscuridad de un vacío negro.

Uno que no se molesta en esconder detrás de esa sonrisa de plástico.

El tercer pensamiento de Yuuji es que no le agrada Armin.

[20] Todo es muy doméstico, cabe decir.

Mikasa dobla la ropa que cuelga afuera al aire de junio, prepara la cama y limpia el departamento.

Su rutina ha sido esa desde que llegó ahí —hay recuerdos que no son tan viejos que la envían a una casa que no fue quemada. Cuando Eren era un pésimo cocinero y ella fingía que su cocina era algo delicioso— y Mikasa no sabe cómo sentirse al respecto.

Entonces Yuuji llega en una explosión de fuego ardiente con sonrisas que pueden iluminar sus más oscuros pensamientos y ojos que son la salida a ese mundo de sombras al que poco a poco se está desacostumbrado.

Él besa su mejilla con dulzura y prisa mientras se quita la chaqueta y la deja colgado; ella también le regala una sonrisa suave escuchando las historias que trae consigo —afuera ya es otoño pero ella siente el calor de una familia que perdió en la mejilla ardiente de su rostro—

La consiente entre dulces en paquetes de plásticos y potes de helado que se van acumulando en la nevera casi tanto como las galletas en la alacena, ella cree que es demasiado azúcar para solo dos personas.

Ambos preparan la cena entre chistes malos y silencios cómodos, comen entre sonrisas y salsa en la comisura de sus labios —Mikasa estira la mano limpiando el desorden en el rostro del pelirosado bajo el escrutinio de él.

Ella se queda quieta pensando que tal vez ha errado y deshace el gesto con rapidez pero Yuuji la sostiene fuerte y firme, su corazón latiendo en sus oídos una vez que el néctar toca sus labios.

Yuuji besa con cuidado, suave y rozando apenas sus bocas, ella jadea no sabe si de la impresión o de lo bien que se siente pero no importa. Mikasa no lo detiene y eso la asusta.

Le asusta por qué el verde comienza desdibujarse en los labios de Yuuji.

[21] Él termina fantaseando con ella.

Sabe que está mal, sabe que ella seguramente no querría nada de lo que imagina con él, lo sabe por qué todavía es muy fresca la herida que le han dejado —pero aquel beso robado persiste en su boca y le quema la lengua, el repiqueteo en sus dedos ansiosos por tomarla entre sus manos y encajarse en su piel lo han hecho despertarse a media noche con la urgencia de agua fría.

Yuuji comienza a desearla pero se mantiene al borde de ese abismo oscuro al que sus pensamientos lo han orillado—

Resiste y resiste, lo intentó —aunque su cabello lo seduzca y el color de su piel expuesta lo encandile. Aunque sus manos se toquen y ella se esconda de su presencia con el rubor marcando sus mejillas.

Aunque la silueta en el baño sea borrosa pero sepa quién está detrás de esa puerta. Yuuji resiste pero su cordura tambalea y— hasta que al final cede.

El sabor a crema lo marea, Itadoria bebé de la boca de Mikasa como un moribundo, es suave apenas tocando sus labios al principio y Mikasa lanza un suspiro que muere en su boca cuando finalmente se unen en un beso.

Ella no lo empuja ni lo araña, le corresponde el beso con timidez como si la experiencia que alguna vez tuvo ya no existiera y Yuuji fuera su nuevo mentor en la materia.

Pero él realmente tiene hambre y su boca devora la de Mikasa —sus lenguas se entrelazan y la obliga a danzar con él en ese vaivén peligroso.

Ese que él ha estado esperando por un tiempo escondido entre sonrisas que brillan como el sol.

Yuuji — hay un susurro amargo y las lágrimas manchan sus ojos. Ella llora —pero sus besos son calientes y húmedos— él la consuela entre caricias efímeras y susurros mojados—

Mikasa lo necesita, él borrara sus lágrimas —y romperá la cadena que le impide beber de ella por completo—

[22] — Él no me gusta — le dice Armin una vez a solas dentro del pequeño departamento, es temprano por la mañana así que ella no se ha molestado en hacer más que un simple almuerzo. Algo de huevos y tostadas, café y tal vez una de las muchas galletas que Yuuji trae.

Pero Armin no le da importancia a eso e inyecta lava celeste con sus ojos, Mikasa traga duro tras esa repentina declaración.

— No creo que debas estar más tiempo aquí con él

Itadori había sido muy bueno con ella desde que lo vio por primera vez en el hospital,la cuido y mimo cuando estaba pasando por las peores etapas de su vida, en tiempos más oscuros donde pensaba en aislarse en la soledad de una casa entre cigarrillos y fotos de una vida diferente junto a la persona que más amaba.

Eren había sido su todo, la razón por la cual despertaba y dormía y seguía estando de pie, incluso tras su partida y Yuuji, él había sido su salvavidas en medio de ese mar infestado de lágrimas —Mikasa todavía tenía la sensación de ser empujada por la putrefacción de su mente desesperada, rasgando la poca cordura que la mantuvo presa por las noches de insomnio mientras su boca dejaba salir el veneno del fuego arder entre sus labios—

Así que no entendió, no entendió por qué justo cuando estaba por salir de ese pozo sin salida las cosas tenían que cambiar de esa manera.

—Los ojos de Armin arden con intensidad en medio del mar azul de su iris pero lejos de encontrar el consuelo que hace unos días le había regalado, se ve empujada a la profundidad de un sentimiento desagradable que le llena el pecho de ansiedad y hace a su corazón latir más rápido de lo que debería—

— ¿Por qué? — ella frunce el ceño sin saber cómo reaccionar.

Armin desvía la mirada hacia su plato.

Pasan minutos eternos entre el ajetreo de la calle y los sonidos de aves cantando al sol de la mañana —Mikasa creé que ese silencio la va volver loca— pero Armin no dice nada.

— Él ha sido muy bueno conmigo Armin — comienza para no detenerse — me ayudó, me dio un nuevo hogar él-

— ¡No lo necesitas! — exclama Armin tomándola bruscamente de sus hombros para sorpresa de ella atravesando la mesa en el acto.

— ¿No te das cuenta? — susurra, el pánico manchando su voz — lo estás usando Mikasa, no lo necesitas.

— ¿Pero qué estás diciendo? — ella se aleja de su toque saltando, Armin también lo hace sin dejar de mirarla, la comida ahora olvidada y fría sobre la madera de la mesa — estás actuando raro, no me gusta.

— Dios Mikasa — ríe, tal vez le hacía gracia verla tan asustada, ella espera en que todo solo sea una mala broma — te fuiste, no contestaste mis llamadas ni mensajes, desapareciste por completo sin dejar ningún rastro ¡Quemaste tu casa! — el reproche se mezcla con el creciente enojo que bulle desde adentro, Armin la sigue mirando y tuerce su boca en una mueca horrible que no sabría describir como una sonrisa o solo tick — ¿Pero yo soy el que actúa raro?

— Me dijiste que me deshiciera de todo lo que me recordara — exclamó temblando.

— ¿Y por eso se te ocurrió prenderle fuego? — el agarra nuevamente pero el toque le quema, le asusta es como verse de nuevo aprisionada por el negro de sus pesadillas — ¿por eso estás aquí?

— Basta...— súplica—y hay un remolino celeste que la arrastra y le roba el aire dando vueltas y vueltas en un ciclo interminable—

— Eren está muerto, nada ni nadie podrá traerlo de nuevo ¿Lo entiendes?

—pero incluso desde el fondo de aquella espiral que gira sin detenerse, puede verlo, el sol brillar en lo más alto del cielo.

La cuerda floja al fin rompiéndose bajo el peso de su existencia—

Y es que Eren está muerto. Era una verdad irrevocable y tan absoluta que daba risa. Sus días habían sido efímeros a su lado y se preguntó en el interior si ella no lo había maldecido en el instante en que ambos se conocieron.

Mikasa no lograba nada al ignorar ese hecho absoluto, después de todo ¿Para que mentirse así misma?

(Y es que ella lo necesita, como el agua, como el aire, como lo fue una vez Eren, lo necesita)

Es diferente claro, ella no pega la foto de Jaeger sobre ese muñeco de cabello rosa, por qué Mikasa ya había hecho las paces con la muerte de su amado, no, Mikasa no necesita un reemplazo de Eren.

Mikasa quiere —necesita— a Yuuji y el sol que la embriaga por las mañanas, necesita sus besos, esos que chamuscan sus labios y encienden su pecho, necesita sus manos que la elevan sin dejarla caer.

Y es que la verdad, honestamente, para ser sinceros —ella no lo necesita pero lo quiere, es su propiedad tanto como ella lo es de él—

Y es que Mikasa no lo necesita.

— Soy yo quien quiere estar con él

[23] Itadori sabe que ella puede destruirlo y desgarrarlo como un trapo —por que eso es lo que ve al final de cada día, mientras se hunde entre el violeta de un abismo sin fondo— pero lo necesita aún.

Mikasa es su secreto, que no es secreto. Es la musa que lo arrulla en las noches con imágenes nítidas de su cuerpo —botones rosas entre colinas de leche.

El sabor semiamargo de una fruta, el dulce néctar de sus besos, caminos viejos que son nuevamente transitados por sus manos.

Él es Yuuji Itadori y está anonadado por ella —sabe que lo necesita, ella le ha susurrado al oído promesas cubiertas de vainilla y azúcar que se mezclan con su saliva y disuelven su sangre entre las caricias de sus dedos.

Él es un simple hombre y ella es hermosa, no le molestaría romperse —o romperla, bajo garras color púrpuras y ojos escarlatas.

Mikasa podría apuñalarlo si quisiera y él todavía le estaría agradecido— es un poco, mucho, de hecho, cuál retorcido se ha vuelto la forma en que suspira su nombre.

Es silenciosa, vaya que lo es —y su voz le rompe los tímpanos cuando su nombre resuena por todo su cuerpo mientras la semilla se clava en su terreno fértil— Mikasa no hace ruido pero su silencio lo estrangula.

Y Yuuji puede ser su salvador, quiere liberarla del dolor que la muerte ha tatuado en ella pero —quiere guardarla al interior de sus costillas, privarla de cualquier luz que no sea él. Porque si no es él entonces— prefiere ser su carcelero y ser el único que beba ella.

[24] Los besos de Mikasa arden contra su boca y Yuuji gruñe como un animal lastimado.

No necesitan de nadie más, solo sus respiraciones mezcladas entre cada embestida que da su corazón, el martillo de ambos órganos unidos, entrelazados por la sangre de sus venas y arterias —ella no necesita la dulzura de los " te quiero" de Yuuji pero los toma de todas formas, susurrando su nombre con cariño.

Y es que ella no lo necesita pero él necesita que lo necesite.


La verdad no se que hice, honestamente, tenía aproximadamente poco menos de un mes con esto en mis documentos y no saben cuánto estrés tenía por qué no sabía cómo terminarla. Es decir, el final ya lo tenía pero sentía que solo le estaba metiendo relleno pero por fin lo termine.

¿Qué les parece? Se que no es muy habitual hacer crossovers con Mikasa pero desde que salio JJK tengo algun tipo de crush con Itadori y me es imposible no querer hacer algo con Mika.

Pero bueno, espero que les guste. Si se han molestado en leerlo muchas gracias, siempre puede dejar un comentario si tienen alguna otra idea loca para Mika y su harem ;)

/ZethAmsel