Existen lapsos donde Ray, quiere escribirle poemas a su mamá. Así como también hay lapsos en los que finge olvidarla y se miente diciendo el pasado ya pasó.
Y es que, resulta insulso amar y odiar a la vez a una persona que te dio la vida. Porque, se supone… Un hijo debe ser agradecido de que mamá le dio la vida, ¿no?
(– Eres egoísta).
Es un día común y corriente en el mundo humano, donde ahora vive. Que Ray, se decide por escribirle una carta a Isabella.
Una carta de sinceridad. (Posiblemente endulzada con metáforas baratas).
No quiere que nadie se meta o entere, aunque lo más probable es que Norman ya sepa lo que va a hacer.
(– Como siempre, ¿eh?)
Y es otro día ordinario y cotidiano, que Ray sale de casa sin ser visto por su familia. Dirigiéndose a ese lugar que él se encargó de hacer para aquellos que conoció y fallecieron antes de venir o estar aquí.
Su mirada se endurece y un sentimiento complicado que se asemeja a una piedra, se posa en su pecho. Frente a él, yace la lápida de Isabella.
Su madre.
Respira profundamente, cerrando los ojos, serenándose antes de sacar la carta doblada del bolsillo de su chaqueta. Mirándola un microsegundo para después, aclararse la garganta y comenzar a leer lo que ha escrito.
-… Honestamente, no tenía idea de cómo empezar – confiesa, casi riéndose –… "Querida Isabella, mamá… Yo, tu hijo bastardo y no favorito, Ray… Siempre deseé decirte que no te odié, en ningún momento de mi lúgubre y dolorosa vida – suspira –. Yo siempre tuve miedo, y así como tú te esforzabas por sobrevivir y ser una Mamá… Yo siempre traté de ser valiente y fingir, ser indiferente… Cuando la verdad es, que siempre fui un cobarde…"
Hay un largo silencio, donde él trata de asimilar ese nudo en la garganta que amenaza con ahogarlo. Y cuando se siente más listo, suspira largamente antes de proseguir.
- "Mamá… ¿Sabes cuál siempre fue mi deseo aparte de huir de esta pesadilla de ser ganado?... Nunca lo sabrás y es una pena porque yo… Yo quería vivir contigo en este nuevo mundo. Quería creer que finalmente, tú y yo, podríamos ser madre e hijo. Que nuestra relación ya no iba a estar más llena de mentiras ni manipulaciones, y que en cambio… Podríamos conocernos el uno al otro y sólo tal vez, llegar a querernos con todo y pecados – la sonrisa que comenzaba a nacer, despareció. Mientras sus ojos, brillaban de dolor y tristeza, y el corazón se le encogía –… Quería tu amor, quería ser feliz… Pero ahora, ya no me queda nada… Y hoy, sólo vivo por ellos. Y dolorosamente, no me basta y sé, que estoy siendo egoísta – apretó ligeramente los labios antes de seguir –… Mamá, yo no te odié. Pero cuando te fuiste para no volver, en ese momento, te odié profundamente y, me lamenté por ello… Lo siento…"
Arrugó la carta, haciéndola una bola de papel que más tarde arrojó lejos. Y sin contenerse más, se permitió llorar frente a ella.
(Aunque esta vez, no habrían abrazos ni palabras de consuelo).
