Disclamer: Todo lo conocido es de Horikoshi Kohei, a mi sólo déjenme poner a ciertos personajes juntitos.

Trigger Warnings: Creo que esto lo resume todo...

-Pensamientos, Intentos y Recuerdos de varios suicidios; incluyendo morir desangrado.

-Shouto tiene ansiedad y Bakugou está aprendiendo a controlar sus propios problemas.

-Izuku intenta no romperse en ningún momento pero eso no significa que él esté totalmente bien.

Si crees que me hace falta añadir alguna advertencia, házmelo saber! Gracias!

Foto de Portada: Potatoccalon en Twitter.

Disfruten del masivo hurt con un poco de comfort!


Ya Shouto lo había pensado miles de veces pero no lo había llegado a intentar de nuevo desde que sus novios le habían pedido con insistencia que confiara en ellos, que ellos siempre estarían para él. No era la primera vez que se encontraba a sí mismo abriendo la puerta del balcón, caminando hacia la baranda con una apresurada y fingida determinación, y colocando ambas manos sobre ella; presionaba con fuerza casi como queriendo que sus dedos pasaran a través del material.

Podría intentar derretirlo, ya lo había probado antes pero Katsuki lo había encontrado antes de que pudiese lograr su cometido. En aquel momento aún no eran pareja ni habían tenido aquella conversación sobre querer estar juntos.

Aquella estúpida noche él se había despertado con uno de sus, cada vez más usuales, ataques de ansiedad. La presión en el pecho impidiéndole respirar, el dolor y ardor en el estómago casi como si alguien estuviese apretándolo y enroscándolo. A Shouto le parecía que querían exprimirlo.

Sí, a veces era capaz de calmarse a sí mismo. Sentarse sobre el tatami, con la espalda apoyada en la cama, y los brazos rodeando sus piernas, presionándolas contra su pecho, apoyando la frente en sus rodillas, las manos subiendo y bajando por sus espinillas, al ritmo de su respiración.

El temblor de su cuerpo no le ayudaba pero Shouto intentaba ignorarlo, superarlo, destrozarlo hasta que desapareciera. Procuraba respirar tranquilamente, lo más profundo que podía; tal como le había enseñado la psicóloga de la academia.

Sí, llevaba años lidiando con la presión, con el dolor, con los gritos, con los empujones, con la falta de información y comunicación, con la soledad, con las restricciones; pero nunca se había planteado buscar ayuda, creía que sería peor al estar siempre bajo el mismo techo que el ser que más detestaba en el universo.

No fue hasta que llegó a la academia, hasta que se mudó a la residencia con sus compañeros, que sintió un poco libertad; por primera vez, Shouto creía que sí había mucho más que lo que él había vivido y que sí existía gente preocupándose porque él no estuviese mal.

No, aquel sosiego no era tanto como en los años anteriores. Aunque no era suficiente, igual lo empujaba a no estar totalmente seguro de que le tranquilizaba sentirse de esa manera, pero sí podía admitir que no era tan malo como cuando comenzó a sentir a la ansiedad apoderarse de su cuerpo; había pasado por momentos muy difíciles desde que tenía uso de razón.

Una corriente de aire le dio en el rostro, desarreglando su cabello, mezclando las hebras blancas y rojas en la parte superior de su cabeza; trayéndolo de vuelta a la realidad. Siempre le pasaba lo mismo. Se perdía en sus recuerdos unos minutos, a veces relajándolo, a veces incitándolo a terminar lo que estaba intentando hacer desde hace más de cinco años: terminar con su vida.

Shouto sabía que saltar del quinto piso no podría ser su causa de muerte, tenía que tener demasiada suerte para que eso sucediera y él no era poseedor de tal cosa; ni creía en ella, si era sincero.

Una pequeña parte de su cerebro le pedía a gritos que regresara a su habitación, que volviera a cerrar la puerta del balcón y que buscara ayuda; intentando convencerlo de que Izuku y Katsuki siempre estaban dispuestos a acompañarlo, a estar con él. Pero él no podía moverse a consciencia, además, ya estaba allí y sólo necesitaría un empujoncito de su subconsciente.

Shouto no quiso pero lo buscó con ansias. Imágenes de la vez en la que se había sentado sobre la baranda de la terraza de la academia, sobre cómo se sentía al estar rodeado de tanta oscuridad. Aquella noche estaba seguro de lo que quería hacer, totalmente convencido de que era una señal el hecho de que había logrado llegar allí sin que nadie lo descubriera, persuadido por el aire frío del invierno helándole los huesos.

Había cerrado los ojos antes de empezar a dejarse ir, pidiendo perdón mentalmente por lo que estaba a punto de hacer. Sabía que Izuku lo odiaría si se enterara de que sonreía al saberse cerca del final; sus pensamientos nublados por la falta de cordura del momento.

El silencio absoluto lo envolvió, haciéndole alejar las manos de la baranda. Se creía preparado para enfrentarse a lo que iba a pasar, listo para aceptar el dolor que llegaría con las múltiples fracturas que podría tener al llegar al duro asfalto; dispuesto a soltarlo todo una vez más.

Se puso de pie en la orilla y se impulsó hacia adelante, saltando con toda la fuerza que tenían sus piernas; aumentando la velocidad de la caída. Se sintió libre, más libre de lo que se habría podido sentir en cualquier otra situación.

Shouto sonreía. No había viento, no había nadie que pudiese verlo, nadie que lo escuchara, nadie que se diera cuenta de lo que estaba haciendo; el pensamiento lo hizo sentirse mejor. Quizás estaba loco pero Shouto se sentía muy feliz mientras caía.

El problema llegó cuando no chocó contra el asfaltado suelo; había caído en un lugar mucho más suave. Soltó un bufido, resignándose a que nadie lo dejaría hacer lo que él quisiera. No quiso abrir los ojos. Sabía perfectamente dónde estaba, quién lo estaba abrazando de esa forma, quién lo sostenía como si se tratase de una pluma.

Lo escuchó. Su dulce voz pidiéndole adolorida que levantara los párpados, que le dijera algo. Sentía cómo lo arrullaba, cómo se movía lentamente con él en brazos.

Un quejido escapó de su garganta, sus ojos comenzando a llenarse de lágrimas y su cuerpo volviéndose mucho más débil y sensible. Esa fue la noche en la que Izuku, su único novio en el momento, lo salvó; o eso pensaba que había hecho. A Shouto le parecía totalmente lo contrario.

Lo llevó a su cuarto y lo acostó sobre la mullida cama en donde dormía cada noche, lo abrazó con demasiada fuerza y Shouto, manteniendo su posición, pedía internamente que Izuku activara su don al 100%, que lo estrechara tan intensamente entre sus brazos que explotara.

Pero ese momento nunca llegó y Shouto se sentía decepcionado, frustrado, molesto con Izuku por arruinarle sus planes, por detenerlo cuando él ya había tomado la decisión.

Adoraba la atención, no podía negarlo, y era consciente que con él muerto, Izuku sucumbiría al dolor, bajaría la guardia y sería un blanco fácil para el ataque de cualquier villano. No podía evitar sentirse tan mal, tan solo, aunque estuviese tan cerca de su novio; él y su madre era lo único que realmente tenía… A veces pensaba que no era suficiente.

Su madre, Rei, otra que lo había intentado detener mientras estaba de vacaciones de verano en la casa que habían logrado adquirir una vez ella había salido del hospital. Esa vez no había saltado, no podía haberlo hecho; la casa era sólo de un piso.

Aquella tarde, después de que su madre se fuese a hacer las compras con su hermana, Shouto había caminado hasta la cocina, cogido el cuchillo más afilado que había encontrado en la gaveta de los cubiertos y se había dirigido a la bañera.

Se había quitado toda la ropa, sintiendo un poco de frío pero logrando estabilizar la temperatura de su cuerpo con su singularidad. Pisó el acrílico con ambos pies y respiró hondo, se sentó en el medio de la bañera y observó el cuchillo balanceándose en una esquina, a unos metros de él.

Estiró las piernas para acomodarse y alargó el brazo hasta que tuvo el cuchillo entre sus dedos. Apoyó la espalda contra el acrílico, botando el aire que había inhalado unos segundos atrás. Subió el rostro en dirección al techo, echando la cabeza hacia atrás, a punto de golpearse la coronilla contra el borde y tomó otra bocanada de aire; lo más profunda que pudo.

No quiso ver lo que hacía… pensaba que no lo necesitaría. Clavó la punta del cuchillo en su pálida piel, no tan profundo pero lo suficiente como para que hilos rojos empezaran a salir desde la herida.

Presionó un poco más, sintiendo el calor de la sangre cubrirle el antebrazo y caer de a finos chorros sobre su pierna izquierda. Le dolía, le dolía mucho, pero no pensaba detenerse.

Separó el cuchillo de la herida que ya tenía, lo cambió de mano y lo hundió en su otro brazo, casi a la misma altura del primer corte que había hecho; esa vez sintió menos dolor y no había controlado la profundidad tal como había hecho con el anterior.

No pasó más de un par de minutos cuando Shouto comenzó a sentirse mareado, su cuerpo más débil de lo que había estado en años y su mente casi totalmente nublada. Ya no sentía dolor, o al menos no tanto como al principio. Una extraña felicidad lo envolvía, una lejana voz le decía que lo estaba logrando; que, al fin, podría darle fin al infierno en el que vivía.

Los oídos le zumbaban, sentía la boca seca y la garganta ardiéndole; era incapaz de moverse o decir cualquier cosa. No escuchó, consecuencia de estar a punto de morir desangrado, como la puerta se abría y cerraba, ni tampoco oyó a su madre gritando su nombre desesperadamente.

Ya fue cuando la tuvo a su lado, presionando con fuerza ambos cortes, procurando evitar que siguiera saliendo más sangre, que intentó abrir los ojos, acto que le fue casi imposible. Distinguió su cabello blanco, tan fino como el suyo propio, y separó los labios, queriendo decir su nombre pero no salió ni un poco de aire; ni un mínimo suspiro escapó de su cuerpo.

Shouto aún pensó que podía lograrlo, esperaba que ella hubiese llegado muy tarde y que el hielo que había utilizado para cauterizar ambas heridas no hubiese alejado de él la posibilidad de dejar de vivir, que su corazón se detuviera y sus pulmones se colapsaran por la falta de aire.

Cayó inconsciente algunos minutos después, sin ser capaz de hacer absolutamente nada. Cuando sus párpados pesaron demasiado como para mantenerlos abiertos, la vista se le había nublado más allá de cualquier cosa y su mente había dejado de funcionar; ahí fue cuando la esperanza lo hizo volver a sonreír, una mueca bastante desfigurada por la poca sangre que le quedaba en el cuerpo.

En algún momento lo habían llevado al hospital, le habían puesto varias bolsas de transfusiones de sangre y lo habían estabilizado. Cuando abrió los ojos fue que cayó en cuenta de que no lo había logrado, que ahora todos sabrían que lo había intentado y comenzarían a tratarlo diferente.

Ladeó el rostro y notó a un chico de cabello rojo sentado en la silla junto a su cama, el movimiento lo alertó. Kirishima era quién esperaba a que él despertara y, también fue quién presionó el botón que hizo que llegara un doctor y dos enfermeras a su habitación; quienes no le hicieron tantas preguntas y le recomendaron que no se moviera mucho.

Bajó la vista a sus brazos, las vendas rodeando el espacio donde él se había hecho aquellos cortes. Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas, el sabor salado deteniéndose en sus labios y la fría sensación al caer sobre su cuello.

La mano de Kirishima le apretó los dedos de su mano derecha, la que estaba más cerca de él, y si simple presencia lo llenó de dudas: ¿por qué no estaba Izuku o Katsuki ahí?, ¿dónde estaba su madre?, ¿cuánto había pasado inconsciente?

Se sintió incapaz de articular palabra por la sensación abrumadora en su interior. Kirishima intentó soltar su mano pero él se lo impidió, subiendo lentamente la mirada hasta sus ojos rojos, volviendo a pensar en sus demás compañeros enterándose, sintiendo pena por él; se sentía destrozado, más dañado de lo que había estado nunca.

Poco después oyó la puerta abrirse y se obligó a moverse un poco para ver quién aparecía sobre el hombro de Kirishima: sus novios. Shouto intentó sonreír pero, para su sorpresa, sus labios no se curvearon ni en lo más mínimo.

Escuchó a Kirishima despedirse de los otros dos chicos y entreabrió los labios, buscando la forma de agradecerle el apoyo y preguntarle la razón por la que lo había hecho, pero las palabras se le quedaron atoradas en la garganta, luchando por salir. Oyó el clic de la puerta al cerrarse y tomó todo el aire que sus pulmones le permitieron.

Shouto se preparó para los gritos de Katsuki, la furia desprendiéndose de su mirada y los mil apodos que le tenía salir de sus labios a borbotones; o los sollozos de Izuku, el dolor cubriendo sus pupilas y las lágrimas brotando de sus ojos.

Pensaba que había previsto cualquier cosa que sus novios hicieran pero…, pero no estaba preparado para el silencio sepulcral que invadió la habitación por lo que le parecieron años; aunque sólo había pasado menos de un minuto.

Quería llorar hasta que le ardieran tanto los ojos que le provocara arrancárselos. Quería gritar hasta que su garganta se disecara y comenzara a partirse. Quería lanzar a la pared más cercana cualquier objeto que se encontrara cerca. Quería empujar con todas sus fuerzas a los dos chicos estáticos, y en silencio, frente a él.

De verdad que no necesitaba recordar lo que había pasado luego; los abrazos de Katsuki e Izuku regañándolo. La extrañeza de la situación helándole la sangre de nuevo, tomando fuerzas en la sensación de que las cosas habían cambiado para impulsarse hacia adelante y volver a estar de pie sobre la baranda del balcón de su habitación en High-Alliance.

Ya le había pasado tantas veces. Tantos intentos frustrados. Tantos momentos en los que lo habían salvado. Shouto había llegado a pensar que ambos muchachos lo conocían tan bien como para darse cuenta de cuándo podría pasar algo; eso o estaban demasiado pendientes de lo que hacían durante la noche.

Podía pedir ayuda. Podía no saltar. Podía regresar a su cama y llamarlos… Ellos llegarían a su encuentro sin rechistar. Pero…, pero, ¿era eso lo que él quería?

¿Quería que lo abrazaran hasta que dejara de temblar?

¿Quería que le hicieran cariñitos en el cabello hasta que se calmara?

¿Quería que se quedaran a su lado hasta que pudiese respirar de forma normal?

¿Quería que le dijeran que todo estaría bien, que nada iba a poder con ellos mientras se mantuvieran juntos?

Las preguntas volando en su mente fueron interrumpidas por una fuerte ráfaga de viento que lo hizo tambalearse. Su pie derecho resbaló hacia afuera. De pronto, se encontró cayendo rápidamente al pavimento; no tuvo tiempo de pensar en nada. Podía haber usado su don. Podía haber frenado su caída con uno de sus muros de hielo pero su mente se había quedado totalmente en blanco; no lograba reaccionar.

Unos fuertes brazos lo atraparon, como siempre que intentaba saltar a plena consciencia. El cabello rubio le hizo cosquillas en la frente cuando pudo tranquilizar mínimamente su respiración y unos ojos rojos le veían con miedo. Shouto volvió a cerrar los párpados, terminando de salir de la sorpresa y el miedo que lo había consumido sin previo aviso.

—Shou-chan —musitó aquel chico que le había pedido, por primera vez, que no lo volviera a hacer.

Frente a él, un poco más arriba, podía distinguir las pupilas verdes de su primer novio; de aquel que lo había hecho sentir amado, que lo había cuidado todas las noches en las que no estaba bien, que lo había acompañado en busca de ayuda.

Un poco más a la derecha también podía sentir los ojos rojos sobre su rostro pero no quería voltearse a verlo; sabía lo que le diría Katsuki cuando se sintiera mejor, y prefería posponerlo lo más que le fuera posible.

—Kacchan, vamos adentro —susurró esa dulce voz, empezando a liderar el camino hacia su habitación.

—¿Cuál? —preguntó el chico que lo estaba cargando, su tono era distinto; parecía tener la voz rota, sonaba como si hubiese estado llorando o gritando mucho.

—La tuya, —Izuku les hizo espacio al sostener la puerta de entrada a la residencia—, usualmente le sienta mejor. —Katsuki simplemente asintió.

Caminaron los tres juntos, bueno… dos, Shouto seguía en los brazos de Katsuki, hasta la tranquila habitación de su segundo amor. Shouto había rodeado los amplios hombros del rubio con los brazos; queriendo confiar en que no lo soltaría.

La luz le encandiló los ojos, haciendo que intentara esconder su rostro en el cuello de Katsuki; cubriéndose los párpados fuertemente cerrados. Shouto se quedó en la misma posición un par de minutos; era consciente de que había comenzado a llorar pero no le apetecía moverse.

Sintió como lo tumbaban en la mullida cama y se apretó más contra el chico que tenía enfrente; Shouto no quería soltarlo ni quería que él lo soltara.

—Tranquilo, estamos contigo —murmuró Katsuki, rodeándolo de la cintura.

—No tienes de qué preocuparte, Shou-chan —susurró Izuku, sobándole la espalda; recordándole a la forma en la que su mamá lo arrullaba cuando era pequeño después de haber tenido una pesadilla.

—Lo siento —musitó pasados unos minutos más, cuando sus cuerdas vocales habían decidido comenzar a responderle.

—Shh, —Los dedos de Katsuki limpiándole las lágrimas que se habían quedado sobre sus mejillas—, no tienes que dar explicaciones, no hace falta que hables si no quieres.

—Fue un… —Shouto se quedó en silencio un instante—, accidente —terminó de decir, antes de volver a cerrar los ojos—. Quiero decir, sí me iba a lanzar pero no en ese momento, me resbalé y terminé cayendo de la nada.

—Shou-chan, —Izuku seguía sobándole la espalda con mucha más delicadeza de la que esperaba que tuviese—, nos alegra que estés bien.

—¿Cómo hacen para siempre rescatarme justo a tiempo? —preguntó, ladeando un poco el rostro para intentar verlos a ambos.

—Somos héroes, es nuestro trabajo —respondió Katsuki, rozándole la piel con su tibio aliento.

Escuchó la queja de Katsuki cuando Izuku le dio un golpe en el brazo y dejó escapar un suspiro; quiso sonreír pero no se sentía con la fuerza necesaria. Shouto decidió que se quedaría ahí, entre sus dos novios, en silencio; sólo pasando el tiempo mientras escuchaba la acompasada respiración de ambos y, se dejaba guiar por ella para sincronizar los latidos de sus corazones.

—Además, te queremos demasiado como para perderte así —añadió Izuku con un intento de sonrisa.

Las caricias en su espalda sí lo ayudaban, siempre lo habían hecho, pero el silencio no era lo que esperaba recibir en ese momento. Abrió y cerró la boca varias veces, pensando en algo que decir pero no le salía nada; no quería hablar sobre lo que había pasado esa noche.

—Shou-chan, —Izuku le dio un dulce beso sobre el cabello—, ¿te sientes mejor?

Sólo atinó a asentir después de que Katsuki rozó su nariz con la de él; Shouto se sentía cuidado, amado.

—¿Quieres algo de comer? —le preguntó Katsuki, dando fin a su beso esquimal.

Volvió a asentir; no necesitaba decir qué quería, siempre era la misma respuesta: soba frío.

—¿Prefieres quedarte aquí a esperar o vamos a la cocina con Kacchan? —Izuku le habló tan bajito que, por un momento, pensó que se lo había imaginado.

—Acompañemos a Kat —susurró, soltando un poco el abrazo que tenía con Katsuki—, me gusta verlo cocinar.

—Está bien. —Izuku estaba más calmado al saber que él se sentía mejor.

—Izu, ¿puedo quedarme abrazado a ti mientras estamos con Kat? —Shouto no quería dejar de sentirse mimado, no en ese momento.

—Claro que sí, Shou-chan. —Lo abrazó, dejando que se aferrara a él—. Vamos.

Los tres salieron de la habitación de Katsuki en el cuarto piso y esperaron el ascensor con calma. Izuku pasándole los dedos por el cabello, relajándolo, y Katsuki entrelazando ambas manos con las de Shouto.

El chico de ojos bicolores podía sentir el sueño apoderándose a su cuerpo, sabía que esas caricias en el cabello lo hacían cerrar los ojos y dejarse caer en los brazos de Morfeo enseguida; y no le importaba. A Shouto no podía preocuparle menos que se quedara dormido como un bebé en los brazos de Izuku mientras su otro novio cocinaba su comida favorita; estaba seguro de que lo despertarían cuando estuviese listo.

Lo último que Shouto presenció antes de caer rendido fueron las puertas del elevador abrirse y cerrarse con un clic. Tenía el lado izquierdo del rostro sobre el hombro derecho de Izuku, haciéndole cosquillas al muchacho de cabello verde cada vez que exhalaba por la mezcla de aire frío y caliente rozándole el cuello.

Kacchan le dio un corto beso a Izuku cuando entraron a la cocina, antes de ponerse con su trabajo. Buscó todo lo que necesitaba y lo puso sobre la isla, puso una olla para hervir el agua y lavó los vegetales que utilizaría. Katsuki subía la mirada cada cierto tiempo hacia sus dos novios; asegurándose de que todo estuviera bien.

Metió los fideos en el agua caliente y esperó, viendo la hora en la pantalla de su teléfono, hasta que habían pasado los minutos necesarios para que estuviesen listos. Izuku se había sentado en una se las sillas que habían en la cocina, las piernas de Shouto colgando a cada lado de las suyas, y observaba con atención lo que hacía el chico rubio; no quería decir nada, ni moverse mucho, para no despertar al muchacho que estaba entre sus brazos.

Katsuki coló y enjuagó los fideos con mucha agua fría, quitando el almidón y haciendo que dejaran de estar tan calientes; los transfirió a un bol con hielo y los dejó estar ahí hasta que acomodara el espacio donde comerían. Le hizo señas a Izuku para que lo siguiera hasta la mesa que estaba justo a un lado de la puerta, en la parte de afuera de la cocina. Izuku se sentó a esperar que Kacchan trajera todos los recipientes.

Cuando estuvo todo listo, Katsuki sacó de la nevera la salsa que siempre tenía preparada para que Shouto pudiese comer soba cuando quisiera y repartió los fideos en tres recipientes; poniendo dos del lado de Deku y uno en la esquina donde él se iba a sentar.

Llevó los palillos a la mesa y se puso de cuclillas al lado de Izuku, volviendo a tomar las manos de Shouto entre las suyas, y asintió cuando percibió la mirada verdosa viéndolo.

A Deku no le dio tiempo de hablar cuando sintió al muchacho de cabello bicolor removerse entre sus brazos. Parecía haberse soltado de Kacchan porque lo estaba abrazando con más fuerza; como intentando saber si era un sueño o era verdad lo que estaba pasando a su alrededor.

—Vamos, a comer —dijo Katsuki, arrastrando hacia atrás la silla que estaba al lado de Deku—. Aún no te ves bien así que come.

—No le hables así, —Izuku quiso rodar los ojos pero apreciaba su vida y no quería oír a Kacchan gritándole a esa hora—, se acaba de despertar.

—Que se siente a comer, entonces. —La ceja alzada en el rostro de Deku le hizo tener que añadir aquello que no quería decir aún—. Quiero saber qué le pasó para poder ayudarlo, ¿estás contento?

—Kacchan, no… —Se calló de inmediato al oír la débil voz de Shouto murmurar algo mientras se separaba de él.

—Tiene razón, Izu —repitió intentando hablar más alto y claro—. Tienen que saber lo que pasó.

—Tranquilo, —Izuku giró el rostro hacia su novio rubio—, Kat y yo te daremos cuanto tiempo necesites, ¿verdad, Kacchan?

—Mhm… — Katsuki estuvo a punto de soltar un bufido en respuesta pero no quería pelear, tenía que controlar sus propios problemas; no sería sabio dejarse llevar, al menos por el momento.

Shouto se separó completamente de Izuku y se sentó en la fría silla que le había movido Katsuki. Acercó el rostro al bol de salsa y lo olió, una sonrisa dibujándose en su rostro, el aroma lo empezó a hacer salivar; estaba ansioso por comer lo que le había preparado el novio que sí sabía cocinar.

Vertió la salsa sobre los fideos, estiró el brazo para agarrar un par de algas secas, que también metió en su recipiente. Subió el rostro y se encontró con la penetrante mirada de Katsuki analizándolo, como esperando que le dijera algo.

—No me hace falta probarlo para saber que es el mejor soba frío que he comido en toda mi vida —murmuró, acercando su mano a la del muchacho, rozando sus dedos con los de él y sonriéndole cariñosamente.

—Come, anda. —Katsuki quitó la mano para agarrar sus propios palillos y tomar un bocado de fideos.

—Está realmente bueno, Kacchan —dijo Izuku, cuando terminó de tragar.

—Lo hice yo, claro que va a estarlo —respondió, un poco hostil; enfocando la mirada en el bol frente a él.

—Kat, —Shouto estaba llamando su atención, parecía querer que lo viera—, vamos a hacer algo… Terminamos a comer y nos regresamos a tu habitación a hablar —susurró, tragándose el tercer bocado de fideos—, tampoco estoy para que cualquiera me oiga.

El muchacho rubio solamente asintió, terminando de comer antes que los otros dos. Les dijo que recogería la mesa y lavaría los platos mientras ellos terminaban; en pocas palabras: que los esperaría en la cocina. Se llevó consigo la mayor cantidad de boles que pudo cargar, caminaba pisando el suelo con fuerza y desapareció cuando se cerró la puerta.

—Shou-chan, —Deku quería asegurarse de que él no iba a hablar por la presión de Kacchan—, sabes que aunque Kat hable así, igual esperará hasta que en serio estés listo.

—Sí, Izu —musitó, metiéndose en la boca el último bocado que le quedaba—. No te preocupes, tengo… no, quiero contarles.

—Siempre estaremos para ti, —Deku le colocó una mano sobre el hombro y presionó débilmente—, siempre, siempre.

—Entonces… —Shouto asintió, colocando los palillos sobre el bol de donde estaba comiendo—, vamos a la cocina.

—Sí —respondió Izuku, poniéndose de pie y agarrando casi todos los recipientes que quedaban; dejándole solamente dos a Shouto.

Katsuki terminó de lavarlo todo en silencio. Veía a ambos chicos con los antebrazos apoyados en la isla, observándolo atentamente mientras lo esperaban. Se había creado una extraña, pero no desconocida, tensión entre los tres; siempre lograban librarse de ella si cada uno ponía un poco de esfuerzo en ello.

Se secó las manos en su pantalón y fue hasta el par de muchachos, les hizo señas para que empezaran a caminar hacia la puerta mientras él la mantenía abierta.

Unos segundos después ya estaban esperando el ascensor en el área común. Subieron hasta el cuarto piso y entraron en la tercera habitación. Katsuki, que fue el primero en pasar el umbral, encendió una lámpara que tenía al lado de la cama, llenando la habitación de una débil luz; era la que usaba cuando hacía los ejercicios de relajación que le había mandado la psicóloga de la academia.

Shouto se sentó en el medio de la cama, con los pies colgando de la orilla, y palmeó a ambos lados, dándole a entender a los chicos que se pusieran a su lado. Pronto tuvo a Izuku sentado, en posición india, a su izquierda y a Katsuki, con una pierna doblada sobre la cama y la otra estirada hacia el borde, a su derecha.

Le tendió una mano a cada uno y esperó que los chicos la tomaran. Después, las haló hacia él y descansó ambas parejas de manos sobre sus muslos. Inhaló una gran bocanada de aire con los ojos cerrados y exhaló lentamente, se lamió los labios y tragó saliva antes de empezar a hablar.

—Sólo no me interrumpan, se los pido. —Observó a ambos muchachos, recibiendo asentimientos de su parte—. Incluso aunque llore o patalee… sólo, por favor, no hablen —añadió, mientras apoyaba la espalda contra la pared.

»Eran casi las dos de la mañana y no estaba pudiendo dormir, vi en sus estados que llevaban sin conectarse desde las diez, así que descarté la posibilidad de decirles algo.

»Primero me tapé con la manta, apretándola entre mis dedos con fuerza pero no cambiaba nada y con cada segundo me sentía peor. De un momento a otro, empecé a creer que la cobija me apresaba más contra la cama, así que la solté de inmediato; pero me seguía sintiendo terrible.

»Agarré los peluches que me regalaron cuando salimos de aquella primera sesión de terapia de pareja, los abracé contra mi pecho, imaginándome que eran ustedes pero no funcionó.

»Me senté en la cama con las piernas estiradas y comencé con los ejercicios de respiración. Inhalé y exhalé. Una, dos, tres veces. Me empezaba a poner más ansioso porque no lograba controlar nada.

Shouto oía los suspiros que ambos chicos dejaban escapar de sus bocas, los murmullos de su nombre y las exclamaciones sorprendidas a medida que él les iba contando.

»Busqué mi teléfono entre las sábanas pero no lo encontré. Los segundos pasaban y yo me veía sucumbiendo más al ataque de ansiedad porque, si no lo encontraba, no podría contactarlos o decirle a Aizawa-sensei que necesitaba ayuda.

»Me erguí en el sitio, boqueando en busca de oxígeno, ya comenzaba a sentir como se me cerraba la garganta. Llevé mis manos hacia mi cuello pero no podía hacer nada para revertir la dolorosa sensación.

»Abrí mucho los ojos cuando sentí mis mejillas húmedas; no me había dado cuenta de que, en algún momento, se me habían aguado los ojos y había empezado a llorar.

Shouto podía sentirlos a ambos apretarle las manos con fuerza, no tanta como para romperle los huesos pero sí la suficiente como para que pudiese ser consciente de la realidad en la que estaba.

»Intenté limpiarme las lágrimas con el dorso de la mano pero seguían saliendo a borbotones de mis ojos y me estaba desesperando; llegué a abrazarme a mí mismo y temblar como cuando era más pequeño.

»Mis músculos comenzaron a actuar sin mi permiso y me condujeron hacia la puerta del balcón; por mi mente sólo pasaban las conversaciones que habíamos tenido sobre no hacer lo que estaba a punto de hacer.

»Fue horrible no poder controlarme, incluso llegué a pensar que estaba bajo la influencia del don de Shinsou… pero él no podía estar viéndome.

»Presioné la manilla de la puerta hacia abajo y la halé hacia mí cuando la cerradura estuvo abierta. El aire frío me saludó apenas crucé el umbral hacia el balcón, dándome en el rostro, logrando que se secaran algunas de las lágrimas que seguían cayendo sobre mis mejillas.

Shouto sabía que Izuku sollozaría como un bebé a su lado, él también lo estaba haciendo, y se le rompía el corazón por ello pero era peor sentir a Katsuki rindiéndose a sus sentimientos de esa misma forma, tan poco usual en él.

»Sentí la baranda bajo mis manos, sólida como siempre; imposible de dañar con toda mi fuerza. Los recuerdos de intentos anteriores volaron por mi mente, desconcentrándome, empujándome a dejar de ser consciente de lo que estaba pasando en realidad.

»Me acordé de la primera vez en la que Kat me rescató, cuando intenté derretir la baranda para no tener que subir a ella y saltar; no digo que esté orgulloso, ni mucho menos, pero sí que no era una tan mala idea.

De igual forma sintió el apretón simultáneo que le dieron sus dos novios cuando terminó la frase. Sí, Shouto sabía que era algo horrible pero era la verdad, su verdad.

»Luego, pasaron por mi cabeza las imágenes de la noche en la que Izu me agarró en brazos cuando salté desde la terraza de la academia; creyendo que, desde esa altura, mi plan sí funcionaría.

»La vez en la que casi termino de desangrarme también voló en mi mente; esta fue la que me sentó peor y supongo que fue en este punto cuando me puse de pie sobre la baranda del balcón.

»Parte de mi consciencia comenzó a decir que debía alejarme de ahí, llamarlos a ustedes y quedarme entre ambos hasta que me calmara, como ya había hecho varias veces.

Ese era el momento que Shouto no quería recordar… La voz se le terminó de partir. Sollozos escapaban de su garganta a diestra y siniestra. Gruesas lágrimas rodando por sus mejillas, dejando un húmedo rastro por donde pasaban, despertando sentimientos extraños y entregándole aquel sabor salado cuando tocaban sus labios.

»Una ráfaga de viento apareció de la nada e hizo que me tambaleara, aún de pie sobre la baranda. Me caí. Esta vez no me lancé, no salté como las veces anteriores. Esta vez no fue totalmente mi culpa que terminara yendo en picada hasta el piso.

»Igual no es excusa pero por eso estaba en shock cuando los vi a los dos ahí; mis príncipes rescatándome juntos. Por eso temblaba y tenía tanto miedo; no había sido completamente yo cuando me resbalé, no había tenido tiempo de prepararme y mi mente se había quedado completamente en blanco mientras caía.

Movió las manos de sus novios hasta su pecho, presionándolas entre sus palmas y la tela de la camisa de su pijama. Cerró los ojos lo más fuerte que pudo y respiró hondo antes de abrir los párpados y observar a ambos chicos.

»Perdonen que los haya preocupado. Está mal, lo sé; siempre lo he sabido. A veces no puedo evitarlo… Se mezclan ambas cosas en mi cabeza, la ansiedad y los pensamientos suicidas, acumulando sensaciones nada placenteras y dejándome como atontado.

»Tengo que aprender a sobrellevar uno de los problemas antes de que el otro tome control de mí… No quiero que esto vuelva a pasar…

»Quisiera pedirle a Aizawa-sensei que nos permitiera dormir en la misma habitación. Sé que nuestros compañeros pensarán que será para otras cosas pero la dirección de la academia lo entendería, ¿no?

Kacchan e Izuku alzaron los hombros, deseando con todo lo que tenían que esa opción fuera aceptada por sus profesores y el director de la U.A.

—Eso podría funcionar, Shou-chan —susurró Izuku, roto como él sólo.

—¿Podemos acostarnos? —preguntó Shouto cuando terminó de hablar.

—Todo lo que quieras… —respondió Katsuki, recostándose sobre su lado izquierdo.

—Todo el tiempo que necesites —añadió Izuku, apoyándose en su lado derecho.

—Tengo mucho sueño pero no sé si seré capar de dormir, —Shouto se acurrucó entre ambos muchachos—, ¿me despiertan cuando vayan a empezar las clases?

—Sí —musitaron los dos muchachos al unísono antes de darle un suave beso en cada mejilla al de ojos bicolor.

Shouto no sabía cuánto más seguiría en ese estado pero esperaba que no fuese mucho. Esa madrugada sí que los había asustado a todos; incluso a él mismo. Se enfocó en los tranquilos latidos de los corazones de sus novios y dejó de pensar en lo que había pasado; previniendo que algo peor le pasaría si seguía comportándose de esa forma.

—Dulces sueños, Shou-chan —susurró Izuku, acercándose un poco más hacia él—, y Kacchan.

—Buenas noches, Shouto —murmuró Katsuki, volviendo a enrollar un brazo sobre el abdomen del más pequeño de los tres—, y Deku.

—Que descansen —dijo Shouto, sin intentar sacar más palabras de las estrictamente necesarias; su cuota de palabras ya la había usado al contarles lo que había pasado esa madrugada—. Los quiero.

La suave luz que iluminaba la habitación de Katsuki seguía encendida pero era tan débil que no molestaba, además, ya se habían acostumbrado. No fue mucho después que Shouto se quedó dormido; con Izuku haciéndole cariñitos en el cabello y Katsuki sobándole la espalda con delicadeza.

—Nosotros también te queremos —respondieron a la vez.

Observaron al chico hasta que habían pasado unos minutos y, por el cansancio, se les comenzaron a cerrar las pestañas. Ambos cayeron rendidos casi enseguida, tal como lo había hecho Shouto.

Lo más hermoso de la situación eran las dulces sonrisas dibujadas en los tres rostros.


¡Y eso es todo, amigos!

Debo decir que me gustó escribir esto, últimamente la vida me ha llevado por el camino de la amargura y estoy teniendo una racha de historias ansty, pero no me quejo...

Leo sus opiniones, maldiciones y comentarios en la cajita de abajo... No muerde, no se preocupen!