Era un camino polvoriento envejecido por el esporádico ir y venir de muchos cascos a lo largo de muchos años, años que ya nadie se toma la molestia de recordar, pues pertenecen a una edad de obscuridad. Por el caminaron una vez dos criaturas pequeñas. Una de ellas era un unicornio de rostro pensativo, casi inexpresivo. Lo cubría una desgastada capa negra con los bordes plateados, cerrada alrededor del cuello por un broche de plata con la forma de una pluma que engarzaba un pequeño rubí.

La otra contrastaba bastante con la primera, esta era más pequeña, una potrilla. De hecho solo tenía doce años y en sus ojos ardía la curiosidad e inocencia de los niños. Llevaba, algo flojas, dos alforjas simples, sin adornos. El equipaje de un niño.

La pequeña caminaba unos pasos atrás del unicornio. Era la forma en la que ella imaginaba que podía mostrar respeto asía su maestro. Un poderoso mago y un joven prodigio.

Era aquel a quien todos temen y ella ahora era su aprendiz.

Ella había soñado con él mucho antes de conocerlo, en uno de esos sueños proféticos en los que el futuro se le mostraba siempre en pesadillas confusas y misteriosas, un don ominoso que ella poco entendía y que de nada le había servido, era algo que siempre la atemorizaba cuando ocurría. Pero aquel sueño era diferente, era algo que ella atesoraba con cariño y aguardaba su cumplimiento.

Su maestro escasamente hablaba de sí mismo, así que no era mucho lo que ella sabía de él, pero lo seguiría hasta el fin del mundo, incluso si él lo quisiera o no.

La pequeña se distraía pisando las huellas que su maestro iba dejando en el polvo. Las comparaba con las suyas, que eran pequeñas mientras las de él eran un poco más grandes, pero para ella la diferencia le parecía gigantesca.

El viaje había empezado muy de madrugada a la luz de las estrellas y una luna menguante, que poco a poco sucumbieron a un alba dorada. Pero ahora el sol se coronaba en lo alto del cielo y la pequeña se iba quedando a atrás. Cuando la distancia se hacía muy grande corría para recuperar el terreno perdido, pero conforme el día avanzaba las pequeñas carreras se hacían más y más frecuentes.

Hasta que finalmente el maestro pareció perder la paciencia y con un profundo suspiro se detuvo en seco, la pequeña que estaba exhausta pensó que su maestro la regañaría por su debilidad, pero solamente señalo hacia la derecha a un viejo y solitario árbol, alto y frondoso.

supongo que podemos descansar a la sombra un rato._ Dijo el unicornio mientras se dirigía al viejo árbol.

La pequeña lo siguió hasta el solitario árbol y bajo una sombra que a la pequeña le pareció poco menos que exquisita y bajo la cual ambos se tendieron, sobre un lecho de hojas secas y hierba.

_ ¿los magos nunca se cansan?_ Pregunto asombrada la pequeña, al ver que su maestro no parecía fatigado.

sabés que puedes regresar cuando quieras, no te detengo Y si todo esto te parece muy difícil renuncia y vuelve con tus amigos, vive feliz, dudo que alguien te lo reproche._ Respondió calmadamente el unicornio.

Un fuerte y decidido "no", fue la respuesta de la pequeña que se había puesto de pie de un salto al oír lo que su maestro acababa de decir.

El mago cerró los ojos y bajo aquella sombra y por primera vez hablo de su pasado:

Creó que yo era como tú cuando tenía tu edad, soñaba con ser un gran mago. Mi maestro era un monstruo en muchos sentidos: en su poder, en su sabiduría, en su magia y por supuesto en su carácter. A veces pensaba que me odiaba y otras veces sencillamente no sabía que pensar de él, nunca sabias que pensaba o que iba a hacer eso a veces me parecía aterrador. Pero lo admiraba, realmente quería ser como él.

Sin importar lo que me hiciera hacer o lo duro y cruel del entrenamiento, yo nunca me rendía, siembre me levantaba e iba por más dolor.

Pero un día, sin decirme nada, se paró en silencio frente a mí y uso una magia antigua en palabras extrañas que hasta entonces yo nunca había oído, una técnica de transportación increíble. Lo siguiente que recuerdo es estar con él en un pequeño oasis en medio de un desierto calcínente.

Luego señalo asía el sur. Me dijo que a varios días de camino hallaría un pueblo, así que me dio dos opciones: la primera era quedarme en el oasis y vivir. La segunda era intentar cruzar el desierto aun a riesgo de mi propia vida.

"Tu magia es fuerte, pero tu voluntad debe crecer"

Y después de decirme eso desapareció con el mismo hechizo con el que nos había traído.

Y quede solo, asustado y muy confundido. Pasaron tres días en los que trate de entender por qué me abandonó, entender que era lo que se suponía que hiciera. Traté de usar un hechizo de transportación, pero son inútiles si no tienes ninguna idea de donde estás. Traté y traté con todo lo que pude, con todo lo que sabía y nada.

Finalmente decidí cruzar el desierto, iba a demostrarle a mi maestro de lo que era capaz o morir intentándolo. Así que reuní las provisiones que pude y me marché.

A partir de aquí no sé cuánto tiempo pasó. Se me acabaron las provisiones, el sol me quemaba en el día y el frío me apuñalaba por las noches.

Luego llego la sed, una tremenda e insaciable sed y un hambre que hizo que me dolieran las entrañas, los ojos se me nublaron y aluciné, visiones de desesperación y locura.

Finalmente caí y ya no tuve más fuerzas para levantarme. La obscuridad me cubrió y por un instante la sed, el hambre y el dolor se fueron. Fue en ese momento que supe que me estaba muriendo.

Pero en esa obscuridad y silencio que preceden al fin de la vida, grite con todas mis fuerzas, "no", como tú lo has hecho, no iba a morir ahí, no iba a rendirme, pero sobre todo viviría para estamparle un golpe en la cara a mi mentor…

Los ponis que me encontraron me contaron que vieron una luz que parpadeaba en el desierto, cuando fueron a ver, me encontraron arrastrándome, balbuceando palabras inteligibles. La luz que vieron era lo último de mi magia en un intento de mantenerme con vida.

Tres días estuve al borde de la muerte, de hecho no lograban entender que me mantenía con vida, sencillamente debía morir y no lo hacía.

Me tomo dos semanas recuperarme. Los ponis del pueblo eran genuinos hijos de la tierra: buenos, trabajadores y compasivos. No me permitieron partir hasta que estuve completamente recuperado.

Más tarde logre averiguar que el único oasis que al menos ellos conocían y por conocer me refiero a que al menos habían escuchado hablar de él, estaba a cuarenta días de viaje y solo era conocido por los moradores del desierto, seres extraños y sombríos, nómadas que iban y venían como el viento.

Finalmente llego el día de mi partida, había recobrado mis fuerzas. De pronto ahí estaba él, apareció de repente, sin hacer el menor ruido, solo ahí de pie mirándome con esa serenidad desconcertante. Lo mire por unos instantes sin saber qué hacer o decir, hasta que finalmente le aseste un golpe en su serena cara. Recuerdo el sonido de mi casco al golpearlo, recuerdo sentir las lágrimas corriendo en mi cara.

Lo vi caer en silencio como una pluma y levantarse inmutable y sereno como una montaña.

Le pregunte con rabia, la misma pregunta que grite ante los tres señores de la miseria: la fiebre, el hambre y la sed ¿Por qué?

_¿Por qué? _ me contesto con una calma que me heló la sangre

_Todo tiene un precio, para traer una nueva vida al mundo la madre debe sufrir, debe haber dolor y para que esta misma vida se convierta en un poni que valga la pena deben hacerse otros tantos sacrificios, para alcanzar un gran poder debe pagarse un precio muy alto. Te he dado un nuevo poder por el cual has pagado caro, ahora ven y sígueme.

Y cuando acabó de hablar escupió un poco de sangre y nos fuimos de ahí…

El mago término su relato con una serenidad extraña.

_¿Y cuál fue ese poder? Pregunto la pequeña.

_La voluntad, voluntad para ser que tu corazón vuelva a latir cuando ya se ha detenido, voluntad para ir más allá de todos tus límites: físicos, mentales y mágicos.

La pequeña estaba asustada y aun cuando trataba de disimularlo sus ojos eran ventanas abiertas que dejaban al descubierto todos los matices de su joven alma.

_¿Yo también tendré que hacerlo maestro?

El unicornio volvió la cabeza asía la pequeña, en su rostro había una sonrisa maliciosa que hizo que la pequeña diera un paso atrás. Abrió la boca, pero no dijo nada, fue como si por un instante se hubiera quedado congelado en medio de una frase mientras miraba a su aprendiz.

Clover llevaba poco más de un año con el mago y en ese año había visto muchas cosas extrañas, pero nada la sorprendió más que ver como el rostro de su maestro se llenaba de una genuina compasión.

_No pequeñita, jamás te haría algo así, ya se me ocurrirá otra cosa, siempre hay otro camino. Hablo el mago con ternura.

Fue tan dulce que Clover pensó por un instante que aquel no era su maestro…

_Anda enana bebe un poco, que aún queda largo trecho que andar.

La pequeña saco de una de las alforjas un odre pequeño regalo de Abelia, entregado a ella el día que abandonó la granja, para ir en pos del mago por culpa de un sueño. Y bebió de él con serena parsimonia.

_ ¿Y qué haremos en el pueblo?

_ Vamos a cazar un monstruo que lleva consigo un sueño parecido a la muerte.

Hubo un pequeño silencio, como la calma que anteceda a la tormenta, una pequeña tormenta de doce años.

_Entonces vamos por él y pongamos fin a su sueño estampándole un casco en la cara. Dijo Clover entusiasmada.

_ Bien, pero hay algo más, cuando lleguemos al pueblo probablemente oirás muchas cosas sobre mí y en su mayoría serán malas. Así que si realmente quieres ser mi aprendiz deberás confiar en mí.

_Lo seguiré hasta el fin del mundo, no me importa. Hecho el odre en una alforja y estuvo lista para partir.

_¿Por qué haces esto enana?

La pequeña habló serenamente con la voz que hubiera usado un profeta y quizá lo era. _Porque es inevitable. Clover dijo esto último sin siquiera percibir que lo había hecho.

Ambos maestro y aprendiz retomaron el polvoriento camino asía una ciudad olvidada para cazar al monstruo, que hace dormir a los vivos como muertos.

No muy lejos de ahí, unas horas antes, tres criaturas llegaron de una forma muy diferente a dos anteriores.

La primera apareció de repente, en medio de un estallido de sombras y fuego, un fuego morado y extraño mezclado con algo que parecía niebla, era como si una ominosa luz danzara con unas sombras vivientes. La criatura estaba envuelta en un manto y una capa gris, de forma que nada de su cuerpo era visible. Trato de caminar, pero su ser convulsiono en una sangrienta tos que cubrió de rojo el verde pasto. Había cruzado los abismos del tiempo, y eso casi había acabado con ella.

El suyo era un cuerpo que se había roto Hacía ya mucho tiempo.

Pero lo había logrado, ahora debía moverse. Pronto ellos también llegarían y todo se complicaría. Intentó caminar de nuevo, pero su cuerpo no respondía. Las fuerzas la abandonaban y su visión se oscurecía. Busco entre sus ropas y saco una botella pequeña llena de una sustancia púrpura, saco el corcho de un mordisco y lo escupió. Miro por un instante la botella como si le temiera y bebió de un solo trago el contenido, luego arrojo la botella y gritó.

Fue un grito vacío, grotesco como el bramido de un animal que se ahoga (el suyo era un cuerpo roto) y golpeo el suelo mientras lloraba, lloraba a través de unos ojos que resplandecieron en una luz amarilla, mostrando unas pupilas rasgadas y rojizas como las de un dragón. Y poco a poco empezó a caminar, despacio primero, lentamente y entre sollozos. Mientras lloraba y el dolor la quemaba una sola idea anidaba en su mente: "sueño se hará realidad, aunque para ello deba exhumar la más horrenda de las pesadillas"

Remonto en un rápido galope asía el pueblo donde empezaría su búsqueda. La búsqueda de un artefacto que según la historia se había perdido, un objeto que según las leyendas tenía el poder de mostrar todas las sendas del destino…

Los otros dos llegaron, o lo mejor sería decir aparecieron un poco después. No hubo fuego o sombras, sino un suave gruñido, si es que se le puede llamar gruñido a los sonidos de un artefacto concebido en un tiempo, mundo y universo diferentes. El artefacto en cuestión era una cabina azul con la leyenda "Police box" escrita en ella.

La puerta de la cabina se abrió mostrando un interior que no concedía en sus dimensiones con el exterior. Era más grande en el interior que en el exterior, por el arte de una raza antigua sobre las once dimensiones.

Del interior salió una pegaso gris de crines amarillas, poseía una mirada particular. Unos ojos que aunque extraviados, miraban todo con gran alegría y curiosidad.

_Había olvidado lo mucho que me gustaba esto ¿en dónde estamos o cuando estamos o ambas, creo? Hablo la poni gris que había volado hacia la parte superior de la cabina azul posándose sobre ella.

_Veinte dos años antes del gran invierno y la migración de las tribus y fundación del reino unificado. Hablo otro poni que salió también de la cabina.

Este era marrón con unas crines grises, con un aspecto algo contradictorio, pues era como si fuera joven y viejo al mismo tiempo. O así le pareció a Derpy que lo miraba desde encima de la cabina.

_Este…O sea… Bueno la historia no es mi fuerte doc.

_ Estamos veinte dos años antes de la primera noche de los corazones cálidos Derpy.

La poni gris sonrió y entre cerro los ojos para ver algo que llamo su atención a la distancia.

_ Doctor creo que hay un pueblo más adelante, será el que menciono la princesa Celestia.

El mencionado Doctor arqueo una ceja.

_No será, es el pueblo que acaso dudas de mí.

_Dudar de ti, yo jamás. Dijo Derpy con una risita contenida y un tono sarcástico, que molestaron un poco a su amigo.

Derpy noto el enfado en el rostro de su amigo y salto de la cabina aterrizando suavemente a su lado y antes de que el Doctor pudiera reaccionar lo envolvió en un abraso cálido.

_Derpy, ya no soy de los que abrasan.

_Y yo soy de los que eso no le importa.

Luego ambos emprendieron la marcha al sitio en el que se alzaba el pueblo. Un lugar que estaba destinado a desaparecer. Así les había dicho la princesa del sol, un lugar que ni siquiera sobrevivirá en las leyendas. Y solo existe en los recuerdos de la milenaria emperatriz.

Al poco andar hallaron los rastros de la criatura a la que perseguían: la mancha de sangre aun fresca y la botella bacía, alrededor de la cual la yerba había crecido de forma anormal y grotesca.

El doctor olio la botella y contrajo la cara.

_Si uso esto, debe estar en el límite.

_¿Qué es? Pregunto la pegaso, que también contrajo la cara por el fuerte olor que desprendía la botella.

_Entre muchas otras cosas es sangre de dragón.

_La conoces Doctor.

_Se quien fue y se cómo murió. Pero ahora aparece más de mil años después, con un grupo de tontos que al parecer quieren provocar el fin del mundo, liberando algún tipo de monstruo. Lo cual es interesante, tú sabes lo normal. Pero aún más es que ella no debería ser, ella es imposible y eso lo que más me preocupa.

_¿Por qué?

_Derpy, las chicas imposibles son capaces de hacer cosas imposibles. Ya viajó a través del tiempo y si Celestia tiene razón y ella consigue lo que binó a buscar, causara grandes problemas en el futuro.

La pegaso se alzó en el aire emocionado.

_Entonces solo tenemos que encontrarlo antes que ella y todo resuelto.

_Y sabes al menos que es lo que vas a buscar. Hablo el Doctor sarcástico.

La Pegaso se llevó un casco a la barbilla en un gesto reflexivo.

_No, creo que no, pero posiblemente dispare, muerda, brille o sea muy peligroso y probablemente acabaremos corriendo por nuestras vidas mientras piensas alguna forma de sacarnos del problema.

Los dos ponis se quedaron viendo fija mente unos instantes Derpy con una sonrisa y el Doctor con la seriedad de un viejo terco.

_Esta me la ganaste, ahora andando rápido._ Hablo el Doctor con el tono de voz que alguien usaría después de perder una apuesta y cambiara el tema para no reconocerlo.

El pueblo era todo lo que se supone debería ser para la época y lugar donde se hallaba, las casas eran simples en su construcción pero cargadas de detalles bellos y sutiles, los caminos empedrados blancos y limpios, las farolas de aceite para alumbrar por las noches. Todo hecho con el amor y el detalle que los unicornios vertían en todas sus obras. Eran como lo serian en los siglos futuros, amantes de las artes y del placer de crear e imaginar, solo hacer por hacer esa siempre ha sido y será siempre su naturaleza. Pero todo estaba en silencio, las casas vacías, las puertas abiertas y no había quien mirase por las ventanas y un silencio tétrico se imponía sobre todo.

El Doctor y su acompañante caminaron buscando con la mirada algún atisbo de vida pero todo eran casas vacías. Era como si todos hubieran huido al mismo tiempo dejando todo atrás.

_¿Ella lo hizo Verdad? Pregunto Derby con tristeza.

_No. Ella no haría algo que llamara así mi atención, está huyendo, está débil…

_Está desesperada. Interrumpió Derpy.

Antes de que pudiera haber una respuesta, otra pregunta fue formulada a sus espaldas. La voz de un niño era la que hablaba para sorpresa de ambos.

_ ¿Es usted el mago?

El Doctor y Depy se volvieron para hallar un unicornio pequeño que los miraba con ojos muy abiertos.

_Vinieron a despertar a los demás y acabar con el monstruo verdad.

_De hecho soy el Doctor y ella es mi compañera Derpy y… espera monstruo, despertar, me gusta esa combinación de palabras. Veamos que más puedes decir.

El pequeño retrocedió un par de pasos asía atrás, y por unos segundos se quedó inmóvil. Aquella no era exactamente la respuesta que esperaba escuchar, ni los ponis que se suponía debía encontrar. Pero sacudiéndose la cabeza volvió a poner los cascos en la tierra.

_ Bueno es un doctor y los doctores curan. Se supone que sería un mago y su aprendiz pero un doctor y su asistente es casi lo mismo.

El pequeño guía se dio vuelta y partió con una rapidez en la que se podía ver los atisbos de un gran problema.

_Bueno y así empezamos a correr. Dijo Derpy mientras el Doctor y ella corrían por el pueblo, rompiendo el silencio hasta entonces reinante.

La persecución los llevo un lugar abierto casi a las afueras del pueblo. Ahí tendidos en lechos improvisados yacían al menos treinta unicornios. Inmóviles, silenciosos como los muertos que esperan ser llevados a la sepultura.

_Esperen aquí voy por el doc. Bueno otro doc. Luego y sin dar tiempo a preguntas o explicaciones el pequeño corrió a una vieja cabaña, no tan trabajada o bonita como las demás construcciones que habían visto y de hecho paresia casi en ruinas.

El unicornio empujó la vieja puerta dejando pasar la luz a una habitación desordenada, llena de libros y papeles que se apilaban sobre el suelo. Un olor a humedad llenaba el aire y en una mesa la única en la habitación, en la que se acumulaban recipientes de vidrio de diferentes tamaños colores y contenidos.

_Doc, encontré ayuda. Hablo el pequeño a una silueta que se recortaba contra la luz que entraba por la puerta recién abierta.

_Ya lo sé, es un doctor y una pegaso. Hablo el doc mientras contemplaba un bulto en la cama.

_Si, ¿cómo lo supo?

_Eso no importa, ve y diles que ya voy y no digas nada de este paciente.

_Esta bien doc. Y el pequeño se dio la vuelta sin cerrar la puerta.

_Cumpliré mi palabra y no diré nada de ti, pero al menos dime quien eres. El doc como todos en el pueblo lo llamaban miraba el bulto en la cama y pudo ver unos ojos que brillaron amarillos, unos ojos como los de una serpiente, aunque a el le parecieron hermosos y al mismo tiempo aterradores.

_Soy la brisa que se lleva la nube gris.

Aquellas palabras eran una voz sin sonido. Se escuchaban en el interior de la cabeza como un pensamiento o algo así.

_¿Como terminaste en este estado?_ Pregunto el doc con compasión.

_Elegí la voz del dragón, elegí ir al lugar al que quería ir en vez del que debía ir. Y esto es el resultado.

_Supongo que soy viejo para estas cosas, pero no entiendo. Sin embargo puedo ver que estas sufriendo. Bueno iré a ver a ese Doctor, tal vez puede ayudar y si no a un queda el mago. Vaya desfile de monstruos. Vendré a verte después para revisar tus heridas y gracias por salvar al pequeño. Y salió lentamente de la habitación.

La Vieja cabaña quedó en silencio y en ese silencio ella recordó, recordó cuando no era más que una poni de tierra, recordó el norte y la nieve y las palabras del viejo oráculo:

"Un día llegarás a un lugar extraño perdido entre las sombras de la muerte y el tiempo de los vivos y deberás elegir. La voz de alguien que amaste te guiara al sitio que debes ir o la voz de un dragón que odiaras, te guiara al sitio al que deseas ir. Y la decisión que tomes afectara el destino de muchos."