Disclaimer: Los personajes de este One shot le pertenecen a la Mangaka Rumiko Takahashi, en cambio la trama salió exclusivamente de mi mente loca e inspirativa. No se aceptan copias/plagio del mismo.
Summary: [OU] Moroha estuvo toda su vida sola y desprotegida, luchando en un mundo al cual no pertenecía, hasta que sintió la calidez de los brazos de su madre envolverla. De pronto todo su sufrimiento se esfumó y se sintió segura. Se sintió en casa.
En los brazos de mamá
Por: Aida Koizumi
Su expresión lo indicaba todo.
La pequeña shihanyou se encontraba ensimismada. Sus pies seguían estáticos, firmes sobre la fría tierra, mientras que sus manos comenzaron a temblar. Sentía un nuevo sentimiento en su pecho y como su sistema nervioso reaccionaba ante éste.
Su perplejo y duro rostro no cambiaba ante las palabras de aquella pareja que la llamaban. Conocía sus aromas, los almacenaba en su memoria como si fuese su mayor tesoro. Creía que nunca los volvería a olfatear pues el líder de la tribu de lobos así se lo hizo saber.
Sus padres habían muerto cuando ella tenía tan solo unos meses de vida. Ellos habían tomado la decisión de resguardar su vida, mandándola a las tierras pertenecientes a la manada de Koga. Allí se crio los años siguientes, en un lugar llenos de youkais.
Siempre sintió esa sensación llamada soledad. Observaba a su alrededor y los individuos eran distintos a ella. Algunos tenían una cola peluda en conjunto a sus trajes de pieles, tenían ojos tenebrosos y de diversos colores. Otros los reconocía fácilmente por su cuerpo cubierto de pelos y por su desplazamiento en cuatro patas. Ellos solían emanar un fuerte olor a humedad, sangre y peligro. Un aroma completamente distinto al suyo.
Así se lo hicieron saber toda su vida los niños de la manada. Ella era diferente porque sus padres no eran youkais sino que ella fue producto de la unión entre una humana sacerdotisa y un medio demonio perro. Era una mezcla extraña y relativamente nueva en el mundo.
Algunos infantes solían burlarse de su apariencia humana. Aún recordaba los hirientes comentarios como «Humana inservible», «Ni si quiera te puedes defender con esos poderes que heredaste», «Tus padres son débiles» y el que más se clavaba en su corazón: «Tus padres no te quieren y por eso te abandonaron».
Los años posteriores a ese suceso creyó que ellos la habían abandonado, dejándola en un mundo completamente ajeno, tratando de sobrevivir a todo tipo de situaciones. Koga varias veces le negó tales palabras, asegurando que esos niños solamente hablaban tonterías, pero ¿y si decían la verdad? ¿Y si Koga la trataba bien solo por ser diferente y por lástima?
Ella no conocía las verdaderas razones por las cuales sus padres se distanciaron de ella ¿y si realmente no se murieron como se lo hicieron creer? ¿Y si la habían abandonado por ser un monstruo para la sociedad y porque no podrían cargar tal peso?
—Moroha...
Ahí estaba de nuevo. Aquella dulce voz volvió a retumbar en sus oídos luego de tantos años y su corazón se aceleró violentamente. En su mente los recuerdos volvieron como ráfagas de viento dejándola más perpleja que al comienzo.
«Eres una niña tan buena.»
«Esto es un recuerdo de la madre de InuYasha. Decidimos que, si teníamos una hija, le daríamos esto.»
—Esa voz... — susurró inédita.
Sus ojos se humedecieron inevitablemente y las lágrimas caían, desprendiendo el dolor que cargó toda su vida.
Sus padres no murieron. Ellos estaban al frente suyo, sumisos bajo el mismo estado que la invadía.
Su mandíbula tembló y sus labios se fruncieron nerviosamente. Trató de desviar su vista hacia otra dirección sin poder controlar el cúmulo de sensaciones exaltantes en su pecho y la asimilación de los hechos.
De pronto, todo se volvió muy rápido para ella y se encontró retenida bajo una calidez inexplicable. Unos brazos femeninos rodearon su cintura y omóplatos, la acercaron a su pecho y sintió como su cuerpo se llenaba de paz.
Todos aquellos pensamientos dañinos se esfumaron. Todos los comentarios de los niños dejaron de tener peso en ella. Su cuerpo y mente se estaban curando con la ternura con la que su madre la abrazaba.
—Mamá... — aquella palabra, pronunciada en susurro, se escapó de sus labios.
Sus ojos se abrieron de lleno al comprender la situación y las lágrimas bañaron sus mejillas de aquel líquido salino. Caían sin cesar por su piel y se perdían en la prenda blanca que la fémina portaba, humedeciéndola al igual que su corazón al ser limpiado con la pureza y la calidez que su madre le transmitía.
Kagome se encontraba igual. Sus mojados ojos declaraban el tormento que sufrió por años al distanciarse de su hija. InuYasha fue su gran consuelo pues él se sentía de igual manera, solamente que no solía demostrar dolor en sus facciones. No le gustaba sentirse vulnerable ante la situación, por lo que prefería mantenerse firme y luchar hasta presenciar el ansiado reencuentro con su cachorra.
Estar dentro de la perla negra no fue como lo habían planeado. Creían que era la mejor vía de escape, pero no eran conscientes del dolor que la distancia y la ausencia de su hija les provocaría. A pesar de estar sumidos en un sueño eterno, sus pesadillas se hacían realidad. Moroha sufría mucho, lo sentían en sus pechos mediante punzadas constantes, pero no podían hacer nada ya que sus cuerpos estaban intactos bajo ese estado somnoliento hasta la próxima liberación.
A penas volvieron a su mundo, ambos emprendieron la exhaustiva búsqueda. Necesitaban hallarla con vida y tenerla entre sus brazos para brindarles todo ese amor que conservaban por 14 años. Querían vivir en familia como siempre lo habían deseado, reiniciando sus vidas para llenarse de nuevos momentos y así alejar los dolorosos.
Cuando InuYasha captó aquel dulce aroma —que indicaba la mezcla entre su compañera y la suya—, no tardó en cargar a Kagome en su espalda y emprender el viaje lo más rápido posible.
No habían pensado en que palabras y razones le darían a Moroha, ni siquiera en si ella creería lo que dijeran. Todo fue por mero impulso y protección paternal. Sentían el asfixiante sentimiento de correr a buscarla y cerciorarse de encontrarla bien.
Cuando llegaron, todo sucedió en cámara lenta. Moroha se encontraba estática y expresando su sorpresa mediante sus facciones y el temblequeo de sus extremidades. Ella intuía la situación.
Kagome fue la primera en derramar lágrimas al observarla luego de tener en su mente el único recuerdo de su hija. La veía tan hermosa e indefensa a la vez. Su melena dejó de tener aquel tinte grisáceo —típico en infantes—, siendo ahora el tono azulado el protagonista. También tenía ciertos reflejos más claros, similares al suyo, y se encontraban perfectamente amarrados en un gran moño rojo.
Sus ojos chocolates eran cálidos, profundos y expresivos. Podría contar el sinfín de batallas que vivió su pequeña a través del brillo de estos. Estaba segura de que InuYasha le mencionaría que ella había heredado sus ojos, al igual que la forma de sus cejas y pestañas arqueadas.
Y la joven sacerdotisa le mencionaría a su compañero que su hija había heredado el pequeño colmillo —característico de su padre—, que se asomaba por sus labios abiertos y perplejos. Como también las garras filosas y distintivas en sus manos.
En algo en que ambos estaban seguros es que su pequeña se había convertido en una niña fuerte y valiente. InuYasha podía percibir su poder espiritual y su sangre youkai, como también sus sentimientos por el aroma que emanaba. Estaba temerosa ante la situación, pero no sentía la desconfianza en ella. Parecía ser una buena señal.
Kagome fue la primera en acortar la distancia entre sus cuerpos y la atrajo al refugio de sus brazos. La abrazó con igual sentimiento que hace unos años: con sus emociones a flor de piel por la inevitable despedida. Le quería brindarle toda la calidez y seguridad que una madre podría. Quería libertarle sus próximos miedos y jurarle que volvería a tenerla entre sus brazos cuando esté vulnerable.
Los brazos de Moroha comenzaron a desplazarse hasta rodear la cintura de su madre y llenarse de una calma indescriptible. Apretó sus dedos sobre la tela, dejándose llevar por las emociones que su cuerpo experimentaba. Sus ojos no dejaban de desprender lágrimas y su corazón, poco a poco, entraba en sintonía con la calidez del abrazo.
Un pequeño sollozo se escapó de sus labios al sentirse, por primera vez, tranquila y querida. Este era el sentimiento que muchos experimentaban como hogar. Uno que juraba haber sentido, mediante sus escasos recuerdos, cuando tenía meses de vida en los brazos de su madre.
—Tranquila, Moroha — el timbre de la joven sacerdotisa le brindó comprensión. —Todo está bien... todo estará bien. Ya no tienes que sufrir más, hija.
—Mamá, yo...
Los sollozos se pronunciaron con más fuerza, impidiéndole hablar con claridad. Solo deseaba permanecer bajo aquella calidez y la protección de su progenitora. Nunca en su vida imaginó volver a sentirse así. Creía que aquellas imágenes —que ella guardaba con anhelo en su mente—, eran solo producto del desamparado y de una ilusión donde estaba con su familia y pertenecía a un hogar.
Donde se sentía en calma, amada y protegida por las palabras y el cariño de sus padres.
A lo lejos visualizó, mediante la nubles de sus lágrimas, un espectador con traje escarlata y con melena plateada que observaba conmovido la escena.
Él se acercó y la observó con devoción y ternura. Sus labios marcaron una suave sonrisa paternal mientras que su mano, con garras similares a las suyas, se posaba sobre su cabeza y acariciaba con calma su desordenado flequillo.
—Ya no estás sola, pequeña — pronunció con seguridad y amor en sus orbes doradas. —Nosotros te protegeremos, aunque nos cueste la vida.
Las palabras de su padre calaron fuerte en su corazón y no pudo evitar soltar otro sollozo de emoción.
Al fin, ella volvió a casa.
Fin
Notas de autor: Hola, mis bellos lectores ¿Cómo los trata la vida?
Hoy quise compartirles un one shot que nunca creí escribir, al menos no por el momento, pero salió y todo fue gracias a un sueño que tuve. En él me encontraba saliendo de una situación tormentosa, corría buscando la salida hasta hallarla. Cuando salgo, me llevo la sorpresa de que mi mamá estaba ahí esperándome y me abrazaba fuertemente. No les puedo explicar la sensación que sentí en el pecho, me sentía en paz, tranquila, como lo estaba cuando era niña y corría a los brazos de mi mamá. Sentí que ella me protegía de todo el dolor que tenía y me susurraba al oído ¨Todo estará bien¨.
Lloré toda la tarde ya que hace tiempo que no soñaba con mi mamá y, para no olvidarme de las sensaciones que sentí, quise escribir este one shot dándole un contexto sentimental como lo es el reencuentro entre Moroha y sus padres. Siento que ella sentiría lo mismo que yo sentí al estar en los brazos de mi mamá. Es como volver a casa luego de un día caótico.
Les comento que mañana trataré de subir la siguiente viñeta de mi otro fanfic ¨La vida que siempre soñamos¨... ¿Por qué digo trataré? Porque justo estoy escribiendo otro One shot muy importante para mí y planeo subirlo mañana. Igual lo notificaré en mi página de Facebook, el link está en mi perfil.
Bueno, mis bellos. Espero que les haya gustado este escrito, háganmelo saber por los reviews 3
Con amor, Aida K.
