Esta breve historia esta narrada desde el punto de vista de un futuro Hakuba Saguru ya en la universidad.

Salía de la universidad, con la mente más bien agotada. Fue un buen día, nuestro profesor de criminología decidió acabar la clase veinticinco minutos y cuarenta segundos antes de la hora normal y eso, siempre se agradecía. Sobre todo si se trataba de un viernes por la noche. Baaya aquel día no pudo ir a buscarme por lo que decidí que tomar el metro era la opción más rápida y adecuada.

Había sido una semana horrible. Los casos no dejaban de aparecer uno tras otro y realmente lo único que me apetecía era estirarme en la cama y dormir plácidamente hasta el día siguiente. Miré a mi alrededor y me percaté que había muy poca gente en el andén. Personalmente me encontraba sin la habitual compañía de Aoko que dispuesta a ser policía inició su educación en el sector e incluso compartía asignaturas junto a mi. Sin embargo, aquel frío día, la pobre se había enfermado y su padre, el inspector la obligó a permanecer en cama y reposara.

Como indiqué, era una noche fría y muchos de mis compañeros decidieron saltarse la clase. Me tentó hacer lo mismo, pero ya había perdido muchas clases debido a mi participación en la policía y no podía perder las pocas clases a las que podía asistir. Pude escuchar algunas voces conocidas pero nunca había cruzado más de dos palabras con ellos, y realmente siempre había disfrutado de la soledad. Pasaron dos minutos y treinta-y-cinco segundos desde aquel pensamiento y pude divisar como el metro llegaba a la parada. Mientras el transporte se detenía y las puertas se abrían, aproveché para quitarme el posible polvo de mi gabardina y agarrar de mejor forma el maletín en la que llevaba mis apuntes más preciados.

Entré sin vacilar y me senté en el primer asiento visible. Podía elegir sin problema alguno, porque resultaba ser que era la única persona en aquel vagón. Me puse a observar a mi alrededor más por instinto que por cualquier otro motivo. Pero había una sombra azulada que hizo que me extrañara. Se encontraba en la otra punta y no podía ver con claridad qué era aquel objeto. Me levanté con curiosidad y mientras el metro se balanceaba a través de los túneles, atravesaba con cuidado de punta a punta del vagón vacío.

Aquel extraño objeto resultó ser una rosa. No era la típica flor roja, sino que era azul. Un azul potente y oscuro, un ¿azul rey?. El color era similar a los ojos de su amiga Aoko. Tampoco es que fuera un experto en tonalidades de colores, pero debido a algunos casos tuve que aprender a diferenciar algunos colores básicos.

Me dispuse a observar la flor que se encontraba en el suelo del vagón, allí tirada. Estaba en buen estado, como si se hubiera comprado aquel mismo día. Si no hubiera sabido con claridad que no había nadie en el vagón, me hubiera puesto paranoico a mirar si se trataba de alguna broma de Kaito o alguna broma de cámara oculta. Sin embargo, eso no quitó el hecho de que me agachara y tomara la rosa entre mis manos. Posteriormente, volví a sentarme en el primer asiento disponible.

Ahora con más comodidad me dispuse a analizar la rosa con más atención y cuidado. Había que reconocer que era hermosa y que siempre había querido recibir una y guardarla como si un tesoro se tratara. Un mísero recuerdo vino instantáneamente a mi mente y pude notar como mis ojos se humedecieron debido a ello. Y simplemente pude suspirar al respecto.

Un pequeño sonido que fue opacado por el ruido del metro circulando y los murmullos de las personas que ya habían comenzado a llenar el vagón sin que me percatara. Si la gente pudiera ver mi rostro podría notar lo afligido que me encontraba en aquel instante, y pensaría que me trataba de alguien que acababa de ser rechazado. Y si contestara con sinceridad, no se equivocarian al pensar aquello. Porque era la verdad; había sido rechazado, sabía la respuesta incluso antes de enamorarse. Y él, Hakuba Saguru, no pudo evitar acabar mirando con cariño a su antiguo compañero de clase y futuro mago famoso a nivel mundial.

Sintió que aquella rosa era una señal en la que el mundo se reía a su costa. No había cosa que mayor representara el motivo de sus suspiros constantes y el desgarre que sentía su corazón de un amor no correspondido que aquella flor. Aquella flor era especial para aquel mago y por ello la regalaba con frecuencia a su amada Aoko. Ella era la causa de sus sonrisas constantes y él lo sabía perfectamente. Él nunca podría ser parte de su pequeño mundo donde solo estaban ellos dos aunque ninguno de ellos hubiera dado el primer paso al respecto. Sin embargo, aún sabiéndolo con certeza, aquel sentimiento persistía y siempre anheló que una de las flores que hacía aparecer mágicamente fuera dirigida a él. Aunque solo fuera una simple vez...

La voz anunciando mi parada me hizo reaccionar y disipar todos mis pensamientos. Me levanté y caminé con calma hacia la salida de la estación. El aire frío sobre mi piel fue agradable y pude notar que algunas notas de aguanieve comenzaron a caer sobre mi cabello. Tendría que darme prisa e intentar llegar a casa antes de que las heladas gotas comenzaran a tomar fuerza y me empaparan entero.

No obstante, para mi sorpresa se encontraba Baaya esperando desde su coche aparcado esperando a que apareciera. Al verme, su pequeña figura se acercó a mí y me rodeó el cuello con una colorida bufanda y sin decir palabra alguna me arrastró hacia el coche y arrancó. No pude decir nada.

Gracias por recogerme - dije agradecido - pero hoy era tu dia libre, no deberías haberte preocupado.

¿Y no preocuparme por mi pequeño Saguru en una noche tan fría? - exclamó molesta - ¿qué haría si llegara a enfermarse?

La miré con cariño. Realmente no podría pedir a nadie mejor a su lado. Agarré la rosa con fuerza, como si me asegurara que no solo era una ilusión y de que se trataba de algo tangible, de algo real. Quizás fuera por aquel gesto tan dulce de parte de aquella señora que tanto tiempo había estado a su lado, pero todos los malos pensamientos que había relacionado con la flor se disiparon.

Quizás y solamente quizás, que apareciera aquella rosa frente a él en una noche fría como aquella era un regalo de parte del universo. Por algo conoció a su primer amor en una noche helada como aquella. Lo conoció durante un atraco con un clima parecido y solo pude pensar que lo primero que pude pensar de aquel chico, era en lo patético que se veía patinando sobre hielo.

Y sonreí al recordar. Fue mi primera sonrisa en aquella noche y Baaya que estaba atenta a las expresiones de su joven amo no dudó en preguntar.

¿La rosa te la dió alguien importante verdad? - dijo de forma comprensiva - se nota en tu cara que fue alguien valioso.

Simplemente me la encontré por casualidad - negué aquellas palabras - pero fue una hermosa casualidad.

Baaya sonrió ante las palabras del joven amo y en silencio llegamos a donde ambos vivíamos. Nada más llegar, no pude evitar bostezar de lo agotado que me encontraba. Negándome a cenar, fui a mi habitación a descansar. No sin antes, colocar aquella rosa llena de pétalos azules en un jarrón con agua sobre la mesilla. Sabía que la atesoraría mucho tiempo.

Desde fuera de la mansión, un joven de ojos azules miraba con cariño hacia la ventana en la que dormía plácidamente el detective britanico. En su mano derecha sujetaba una máscara que recién había utilizado.

Espero que te guste este truco. Lo preparé para ti - dijo en voz casi inaudible, para sí mismo - solamente para ti, Saguru.

Después de aquellas palabras, el chico solamente desapareció en medio de la noche.

Al día siguiente, al despertar vi que aquella rosa azulada había ido dejando caer pétalos azulados durante la noche, transformándose en una hermosa rosa que juntaba tonalidades azules y blancas.

Aclaraciones: La rosa azul suele regalarse para animar y tranquilizar a un ser querido y al mismo tiempo simboliza la confianza y la fidelidad. Sin embargo, históricamente fue tratada como un símbolo hacia el amor imposible debido a lo difícil que era conseguir el color. Por otro lado, la rosa blanca simboliza la pureza y la inocencia hacia el amor y es debido a ello que suele utilizarse en ceremonias nupciales. Además, se puede regalar como un símbolo de plenitud de poder estar al lado de una persona y a la vez una muestra de la atención ofrecida