Sin Escoba

Declaimer: los personajes de esta historia pertenecen exclusivamente a J.K. Rowling.

Este fic fue inspirado por un reto que nunca presenté "visitando a los muggles" del foro "El triángulo donde tres, están unidos". Lo dejé incompleto hace tiempo (irónico siendo tan corto) y recién me senté a terminarlo.

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SINOPSIS:

En la primera practica de Quidditch de Harry, Oliver Wood lo hizo practicar con pelotas de Golf en vez de arriesgar a perder la Snitch. ¿Pero como conocía Oliver de estas pelotas de un juego muggle? A los doce años, Oliver tendrá una sin magia que justifica esto. ONE-SHOT.

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Eran casi las nueve de la noche, mis padres me llamaban para que bajase y entre a casa. Una gran molestia en realidad, no era muy tarde, el tiempo era perfecto. El cielo despejado, una ventisca espectacular, aumentaba mi velocidad y ponía un reto mayor cuando iba en dirección contraria. Mi Nimbus 1700 me llevaba por todo el patio a gran velocidad…

-Oliver, ¡ya te dije que bajes de esa escoba! No me hagas utilizar el encantamiento convocador en los dos. -Mi mamá gritó desde abajo.

Bajé rápidamente de la escoba, la limpie y la coloque cuidadosamente en su puesto. Mi escoba es la mejor, la amo con mi vida. Talvez no sea el último modelo, muchos compran ahora ultimo una Cometa o una Barredora. La Nimbus no ha sacado un modelo nuevo en años, pero aun así deja a todas las demás atrás. Escuche que la próxima Cometa 260 que todos quieren, apenas llegará a 93 kilómetros por hora. La mía en cambio, tiene una velocidad máxima de 108 kilómetros por hora. Los deja barriendo el suelo. Rápidamente me bañé, me vestí, y me fui a dormir. Mientras más temprano me acueste, más temprano me puedo levantar al día siguiente para empezar a volar. Debía practicar mucho para ingresar al equipo de Quidditch de Gryffindor. En un mes empezaría mi segundo año en Hogwarts y al fin podré ingresar al equipo de Quidditch. Charlie Weasley es el capitán y uno de los mejores jugadores que el equipo podría tener. De seguro nos dirigiría directo a la victoria y yo debo participar de ella.

A la mañana siguiente me levanté a las seis de la mañana y salí corriendo a ver mi escoba. Sin embargo, mi mamá me detuvo. Me recordó las reglas, "nada de volar hasta después del desayuno". Y para colmo, el desayuno aun ni siquiera estaba listo. Me puse a jugar con mi juego de Gobstones en la sala. En cierta forma, me ayuda a practicar mi puntería, aunque prefiero cubrir un poste que apuntar a él.

Después del desayuno, estaba listo para salir a volar, pero otra vez mi mamá me detuvo.

- ¿Por qué no dejas la escoba por un día? Sal a pasear, respira aire fresco….

- ¿Qué crees que hago haya arriba en el cielo? Hay mucho más aire que acá abajo -farfullé.

-Ve a estirar las piernas, entonces. (Le dirigí una mirada molesta) Volaras en la tarde, ahora ve, sal a caminar.

Salí de la casa malhumorado, hacia las colinas. Tenían grandes espacios verdes que serían geniales para crear un campo de Quidditch. Con un par de hechizos alejaría a los muggles de ahí y se podría crear algo grandioso. Hoy no parecía haber nadie, por lo menos no por ahora. Así que pase a inspeccionar el área, imaginar cómo se vería con los postes de Quidditch y las tribunas. Habría que quitar las banderas y tapar los hoyos, dañaban la imagen.

Me coloqué a observar junto a una clase de arbustos, o algo así. Mirando los arbustos, vi que un palo gris sobresalía. Lo cogí y lo examiné. Era como una vara larga y liviano, del largo de mis piernas, y en la parte de arriba tenía como un gancho grueso como ovalado y aplanado. De la forma más extraña que jamás haya visto. Me imagino que es un objeto muggle¸ ¿me pregunto para que lo utilizaran?

Agarrado del gancho, lo puedo mover como una espada, tal vez sea una clase de arma que no está hecha con intenciones de lastimar sino de practicar movimientos. Sería un deporte interesante (claro que muy por debajo del Quidditch) y daría un bueno físico. Agitando, apuntando, golpeando, cortando.

-Vamos, Oliver, derriba a tus enemigas, bloquéalos, bloquéalos. Dale paso a los tuyos, protégelos, bloque la entrada y protege el arco. No debes dejar que ningún enemigo pase. Zas, zas, zas.

Esto se estaba poniendo divertido, soy bastante competitivo y obsesivo con los juegos. Aunque sea imaginario, me emocionaba por la idea de ganar y haber realizado bien mi parte.

-Ji, Ji, Ji, ji. Que gran caballero eres. Ojalá otros soldados no vengan con espadas filudas y corten tu palo es segundos.

¡Uhh!, asustado me voltee rápidamente a ver quién había hablado. Pensé que estaba solo, no sabía que me observaban. Había una chica rubia, como de once o doce años. Tenía un cabello largo, rubio y rizado que llevaba suelto. Una piel clara y ojos azules. No sabía quién era, pero tenía un presentimiento de que la había visto antes.

- ¿Qué haces aquí? – pregunté rápidamente.

-Es un lugar abierto y libre para todos, ¿O no? -respondió con una sonrisa.

-Mi padre es socio del club de golf, por lo que he venido aquí muy a menudo desde pequeña. Hoy está cerrado, pero también me gusta venir cuando no hay nadie, el silencio es agradable.

-Uhu.

No sabía que más decir. Hablaba tanto y yo no tenía palabras. Si se supone que era un club y estaba cerrado, yo no tenía por qué estar aquí y no tenía una excusa.

- ¿Eres Oliver Wood? ¿Verdad? -continuó.

Eso me tomó por sorpresa. ¿Cómo sabía mi nombre?

- ¿Cómo sabes mi nombre? -pregunté.

- Te he visto en la escuela, a veces. Con otros de Gryffindor como Weasley. El pelirrojo. -Se sonrojó.

¿Es una bruja? Oh sí, creo que ya recuerdo haber visto su cara en Hogwarts.

- ¿Eres de Ravenclaw? ¿Verdad? -Asintió.

-Me llamo Penélope Clearwater.

-Un gusto. Charlie es mi amigo. Espero unirme a su equipo este año.

-Oh, yo no me refería a ese Weasley. Sino al hermano menor, al que está en tu año, Percy. -Volvió a sonrojarse.

- ¿Percy? - ¿Qué le pasa que se sonroja a cada mención de él? No será que… no lo creo.

-Es una chico inteligente y responsable. Pero le faltan ánimos para divertirse. No sabe de lo que se pierde al no vivir la buena vida. Siempre anda estudiando de un libro o recitando las reglas.

Mientras decía esto, agitaba las manos para mostrar el aburrimiento que Percy producía, pero olvide que tenía el palo-muggle en la mano y terminé dándome en la cabeza.

- ¡Auch! Para ser tan liviano, sí que pega duro.

-Por supuesto que pega duro. Está hecho de metal. Aunque tenga una cubierta externa y suave que lo cubra.

¡Ahh! Que dolor. Me frotaba la cabeza en la cual de seguro me quedó una marca. Ahora tendré que ir donde mi mamá a contarle todo ya que yo aún no tengo permitido usar magia fuera de la escuela.

-Si quieres puedo llevarte al salón interno donde hay una caja de primeros auxilios. Para que te cures.

- ¿Una qué? - ¿De qué está hablando esta chica?

-Un botiquín con medicamentos igual que las pociones, que los muggles tienen para curar heridas sencillas como esas.

-Ah, bueno. Eso estaría bien.

Caminamos hasta las cabañas, no las había visto antes. Eran algo pequeñas en mi opinión. Según he escuchado, los muggles no tienen la capacidad de hacer algo interno, más grande que por fuera. Aun así, cabían unas cuantas personas. En una mesa había tres señores sentados, conversando. Usaban unos pantalones, eso que los muggles usan para cubrirse las piernas, y una camiseta que les cubría los brazos. Pensé que solían andar con los brazos descubiertos. Además, era época de calor, pero dentro de la habitación estaba más refrescante.

- ¿Han usado tus padres algún hechizo para ventilar el área? -pregunté.

-Je je. No tonto. Mis padres son muggles. Lo que refresca el lugar es el aire acondicionado.

- ¿El aire, qué? ¿Qué es eso?

-Es un invento muggle que funciona con electricidad lo cual enfría el aire antes de que entre en la habitación.

-Elctorocidad, sí. Es lo que utilizan también para las luces y todas las cosas.

-Se dice, E-LEC-TRI-CI-DAD. Pero sí, estas en lo cierto. Ahora vamos. Acá están unos amigos de mi padre.

- ¿No se supone que el club estaba cerrado? -cuestioné

-El club está cerrado al público, pero mi padre y sus amigos son partes del comité y tienen ciertos privilegios.

Al acércanos, vieron a Penélope con cara de reconocimiento y nos invitaron a sentarnos.

-Señorita Clearwater, un gusto verla por aquí. ¿Cómo está su padre? -dijo uno de los señores con unas negras cejas gruesas y un par de lente cuadrados.

-Muy bien gracias. Vendrá la próxima semana a jugar unos partidos. Lo acompañaré antes de tener que regresar a la escuela. -respondió elocuentemente.

-Oh sí, usted está en un internado mixto, ¿verdad? -intervino otro señor, este tenía cabello rubio y rasgos finos.

- ¿Y este amigo suyo que tiene aquí también va al internado? -añadió señalándome con la cabeza.

-Por supuesto. Se llama Oliver Wood y está en el mismo año que yo. -añadió rápidamente.

-Sí, vamos a la misma escuela, pero tenemos clases distintas. Lo mejor son los deportes. Pronto quiero unirme al equipo de Qui… ¡Auch! -Me dio un puntapié por debajo de la mesa.

-De fútbol. A Oliver le encantan los deportes y quiere jugar en el equipo de futbol de su clase.

Vaya, casi meto la pata. Hablando del Quidditch con muggles, pero es que no puedo evitar mencionarlo a cada oportunidad. En fin, ¿Qué es eso del fútbol que se compara con el Quidditch?

-Sí, fútbol. Es mi deporte favorito.

Parecía que nadie se dio cuenta del error que casi cometo. La conversación siguió fluyendo.

-Me alegra, muchacho. Todo chico debe estar interesado por lo menos en algún deporte, es bueno para la salud. Personalmente, prefiero el Golf. Bueno, es obvio dado que estamos aquí, ¿verdad? (rio) y dime muchacho, ¿Juegas al golf? -Dijo el de las grandes cejas negras.

- ¿Golf? -pregunté.

-ehh… justo ahora Oliver me decía que no ha tenido experiencias con el golf, uno de los pocos deportes con los que no ha tenido oportunidad casi ni de verlo -inventó rápidamente.

-Bueno, porque no vienen a jugar un juego. Aunque se supone que debería estar cerrado, pedí especialmente que nosotros pudiésemos usar todo el campo el día de hoy. Tengo un grupo de palos de reserva que podrías utilizar.

-Sí, vengan -habló por primera vez el tercer hombre, delgado, pelirrojo, con ojos oscuros.

-Mmm, bueno, siempre será bueno aprender nuevos deportes. -comenté.

Penélope me dio una mirada extraña, pero le encogí los hombros y seguimos al resto. Llegamos a una clase de carreta blanca con techo, con dos filas de asientos muy apretados y ¿Cómo una rueda como parte del asiento delantero? Me dieron una bolsa sobre la que salían unos palos iguales al que me encontré anteriormente. Mmm, supongo que este campo es para este deporte con los palos. Tiene sentido, hay mucho espacio para moverse como en una batalla real. También sacaron otra bolsita de la cual sacaron… una… pelota… era pequeña y blanca y como con puntitos, hendiduras. Era como del tamaño de una Snitch sin las alas. Supongo que se las lanzan al enemigo para distraerlo. Examinaba la pelota cuando me llamaron.

-Oliver, apura chico, es tu turno.

Me quedé mirándolos sin saber qué hacer. Penélope cogió la pelota de mis manos y la colocó en el suelo.

-Coge el palo con tus dos manos y pégale a la pelota para que salga volando lejos -me dijo.

Tomé el palo entre mis manos, era una posición algo incomoda, con los pies abierto, lo coloqué en la mitad, la punta del filo del palo apuntando a la pelota. Estaba listo para lanzar, cuando Penélope me detuvo del brazo. Detrás mío escuchas carcajadas y comentarios como 'Este chico realmente no sabe nada de golf´.

-Agarra el palo como si fuera un bate y estuvieras a punto de golpear una Bludger. Claro, que apuntando abajo en el suelo y no estando en el aire. Pon el palo lateral a ti.

Cogí el palo entre mis manos con fuerza, en la punta inferior del palo. Para acostumbrarme a la posición, me coloque como si fuese a golpear una Bludger, luego baje mi bate, es decir palo de Golf, y apunte a la pequeña pelotita y batí hasta llevarme el palo a mi hombro como habría hecho con el bate.

La pelota salió por el aire, cruzo por el campo atravesando un pequeño riachuelo, y cayó un poco más allá. Parecía estar fuera del limite del juego, por lo que fruncí el sueño al haber fallado. Uno de los hombres atrás mío silbo, mientras el pelirrojo me di unas palmadas en la espalda.

- ¿Dices que nunca has jugado, chico? Pensé que como jugador de futbol tendrías mas fuerzas en las piernas que en los brazos.

-Él no es ningún principiante-intervino el último -Nadie puede hacer un tiro tan bueno en su primer intento.

- ¿Estuvo bien? -pregunté sorprendido.

- ¿Por qué no nos acercamos a ver cuántos puntos logró Oliver? -sugirió Penélope.

Recogí mi palo que había dejado apoyado sobre el suelo por un rato y me encaminé en dirección en el que había ido la pelota.

- ¡Muchacho! -Exclamó el más bajito de los tres, señalando a la carreta. Me sonroje. Habíamos venido en él por un largo trayecto, y la pelota estaba más lejos aún. Era obvio que no debíamos caminar hasta allá. Llegaríamos más rápido sobre ruedas.

Pensándolo bien, no tan rápido. Aunque caminar nos cansaría más, esta cosa no alcanzaría ni a una vieja Oakshaft. Debido a lo lento que íbamos, pasamos más tiempo movilizándonos que jugando. Apenas logre tres hoyos más, como en Quidditch, los puntos se calculaban por meter la quaffle por los aros, aquí había que meter la pelota en el hoyo. En camino al hoyo cinco, mi pendiente se calentó.

Tenia este collar desde los cinco años. Mi padre lo había hechizado con el encantamiento proteico. Él y mi madre tenían un objeto enlazado a este, del cual podían enviar una señal. Inmediatamente, el mío se calentaba, y así es como sabía que debía ir a casa. Solían usarlo para llamarme a la cena cuando estaba en mi cuarto o en el patio con mi escoba. Ahora que me permitían salir de casa por el barrio, me obligaban a llevarlo siempre conmigo y debía ir a casa.

-Penélope, creo que ya debo irme.

-Oh bueno. Fue un gusto verte, nos vemos en septiembre. Espero entres en el equipo.

-Gracias, nos vemos en septiembre.

Con una corta despedía al resto, salí en dirección a mi casa. El almuerzo estaba servido, un rico jugo de Calabaza me quitó toda la sed de la mañana.

-Me alegra que hayas caminado algo- comentaron mis padres. Claro que ellos no sabían, que de caminar hubo casi nada.

FIN