DISCLAIMER: Los personajes no son de mi propiedad. Gracias por leer.

Encaje y lino

Nada podía cortar la tensión que sofocaba a Mérdia. Estaba tan cerca de él que podía sentir los latidos de su corazón sobre el de ella.

Lo besó. Únicamente juntó sus labios a la boca de Hiccup, quien, tembloroso terminó de cerrar la ya de por sí corta distancia entre ellos con un abrazo firme, como si se fuera a desvanecer. Abrió lentamente la boca para dirigir el momento con movimientos más cadenciosos, lentos y profundos, dándose tiempo para disfrutar de su suavidad y delicado sabor.

Las manos de Mérida subieron de su pecho hasta la nuca del vikingo, acercándolo más a ella metiendo tímidamente la punta de la lengua en la boca húmeda y tibia de Hiccup.

El tembloroso abrazo del castaño se interrumpió con ligero empujón.

La princesa se desconcertó. Sus ojos azules mostraron confusión y el rojo de sus mejillas comenzaba a esparcírsele en todo el rostro.

Hiccup la miró seriamente. Sus manos temblaban y su rostro, igual de enrojecido que el de ella, mostraba diminutos visos por el sudor que le brotaba de la frente y de las sientes. La deseaba tanto: su piel, sus manos…

Merida ya no soportaba el cosquilleo que sentía en las entrañas. El cabello enmarañado de Hiccup y su profunda mirada verde sobre ella le hicieron perder la razón. Se arrancó el corsé del vestido, mostrando un delicado fondo bordado que delineaba sus pequeños pechos. Tomó una de las manos de Hiccup y la posó sobre uno de ellos sin dejar de mirarse a los ojos.

El vikingo se dejó llevar. Lo apretujó a su antojo y luego el otro, bajando completamente la prenda de encaje y lino para ver ese delicioso pecho en todo su esplendor.

La misma respiración de la princesa la sofocaba. Necesitaba el aliento de Hiccup para poder seguir respirando. Se abalanzó sobre él, tomándole el rostro entre sus manos y besándolo sin ninguna restricción ni vergüenza.

Hiccup sintió el ardor de Merida dentro de su boca. Le acarició la lengua con la suya iniciando un beso húmedo y profundo acompañado de unas caricias más firmes. Le apretó las nalgas, los muslos, la espalda, todo con su respectivo tiempo de reconocimiento y de disfrute.

De un momento a otro, las pieles que vestía le pesaron. La separó sin dejar de besarla. Se quitó el chaleco, la camisola y los pantalones y luego siguió ella: le bajó completamente el vestido y lo que restaba del fondo de lino dejándola en pantaletas.

No pasó mucho antes de que terminara por recostarla en el suelo. Le besó los hombros, el cuello y toda la cara. Sus manos la recorrían una y otra vez, primero rápido y luego más lento. Otra vez rápido.

Merida cerraba los ojos y jadeaba bajito, disfrutando cómo Hiccup la consumía para volverla hacer arder.

Acercó el rostro a sus pechos, nutriéndose de su delicado aroma y suave textura. Disfrutó de sus curvas, de sus pezones. Los besó, los lamió y mordisqueó. Un gemido de la pelirroja llegó a sus oídos y volvió a besarla.

El beso ahora era más suave.

Tomó su rostro entre sus manos mientras que ella le rasguñaba ligeramente la espalda.

Hiccup bajó su mano e hizo a un lado la ropa interior de Merida. Sintió que su entrepierna caliente y húmeda le llamaba. Se acercó y con ayuda de su mano logró entrar en ella.

El mundo de Merida de Dun Broch dio un vuelco que la hizo volver a la realidad.

¿Qué estaba haciendo?

Hiccup no percibió su repentino golpe de cordura y siguió amándola.

Los movimientos en principio fueron dolorosos. Estuvo a punto de alejarlo, molesta con él y con ella misma por haber iniciado tal locura.

Pero el amor de Hiccup por ella se desbordaba en sus caricias y sus besos.

Fue un último beso robado lo que devolvió a Merida al momento en que se estaba fundiendo con Hiccup. Cada movimiento, cada roce, cada suspiro y las gotitas de sudor que le caían en la cara.

Las miradas nubladas de placer y los rostros ardiendo. Los latidos de ambos corazones llegando al máximo, sintiéndose el uno al otro en su totalidad.

Un gruñido de Hiccup al unísono que un gemido de Merida marcaron el final. Jadeante cayó sobre ella, quien le recibió con un abrazo amoroso.

-¿Qué estamos haciendo? –Preguntó de pronto con cierto remordimiento.

-Te libero – Respondió en un suspiro antes de caer en un sueño profundo.

Merida soltó una sonrisa reconfortada. Le besó la cabeza percibiendo el aroma de su cabello castaño complaciendose con la sensación de paz y libertad que desde la primera vez que se vieron Hiccup le brindó.