AVISO DE SENSIBILIDAD
Esta obra contiene algunas escenas oscuras e inquietantes de abuso y castigo, a si como secuestro, violación, palabras altisonantes y escenas escalofriantes y crueles.
POR FAVOR SI ERES SENCIBLE A ESTE TIPO DE LECTURA NO LO LEAS.
Esta historia contiene un alto contenido de lenguaje sexual explicito para mayores de 18.
Esta es una adaptación sin fines de lucro, los créditos correspondientes de esta historia pertenecen a Penelope S. Los personajes utilizados en la misma pertenecen a M. Kishimoto.
Recuerden no pretendo obtener ningún crédito de esta historia es una adaptación simplemente para disfrute de las personas que les gusta el Sasusaku igual que a mí, por favor no reporten esta adaptación y permitan que otras personas tengan la oportunidad de leerla. Promovámoos el hábito de la lectura no lo saboteemos. ¡Gracias!
Agradecimientos a: LA GRAN MAESTRA Y MI BELLA GENIO.
1
OBITO
TEMARI GUARDÓ silencio durante el trayecto a casa. No puso peros a la hora de marcharnos, ni pareció que escapar se le pasara por la cabeza. Mantuvo la vista baja al atravesar el aeropuerto, no habló durante el vuelo de vuelta y volvió a Italia sin una sola queja.
¿Cómo lograba controlarse así?
Si yo hubiera podido ver a Naori una última vez, no habría permitido que se fuera. La habría atado para que no pudiera marcharse. Quienquiera que irrumpiese por la puerta con intención de recuperarla tendría que pasar por encima de mí... y de un millón de balas.
Cuando llegamos a mi finca campestre nos fuimos inmediatamente a dormir en mi enorme cama. Las doncellas acababan de limpiar el cuarto, por lo que las sábanas estaban suaves y frescas contra mi piel. Yacimos el uno junto al otro, pero no hubo sexo.
Yo sabía que ella no lo deseaba.
Estaba agotada y se durmió en seguida.
Yo también estaba cansado, pero no podía parar de pensar. Contemplaba el techo y recordaba el abrazo de despedida que le habían dado sus padres. Ambos lloraban, hasta su padre. La abrazaron tan fuertemente que Temari tuvo que apartarles las manos.
Resultó demasiado doloroso de contemplar.
Pasaron horas antes de que me durmiera por fin, mi cerebro apagándose porque ya no quería pensar más. Mi cuerpo encontró el suyo y mis brazos se envolvieron alrededor de su pequeño torso, abrazándola como a un animal de peluche.
Al momento siguiente, ya era de día.
Al abrir los ojos descubrí a Temari enroscada a mi cuerpo. Su rostro descansaba sobre el hueco de mi hombro y parte de su cabello rubio estaba desparramado por mi pecho. Me rodeaba la cintura con el brazo, su manita subiendo y bajando sobre mi estómago cada vez que respiraba. Una esbelta pierna estaba encajada entre mis rodillas. Se aferraba a mí como si fuera su salvador, no el demonio malvado que realmente era. Ella no veía el mundo en blanco y negro. Sus experiencias traumáticas le habían enseñado que la vida era mucho más complicada que eso. A lo mejor yo era malo, pero no era el tipo de maldad del que ella tuviera que tener miedo.
La miré con párpados cargados, despertándome para escuchar el sonido de su suave respiración. A veces cambiaba de posición, movía el brazo a un sitio diferente sobre mis abdominales. Tenía los labios ligeramente entreabiertos y yo sentía su aliento cálido sobre la piel.
La miré mientras el sol se elevaba en el cielo e inundaba el dormitorio con la luz de la mañana. Ella solía despertarse al despuntar el día, y su cansancio me indicó que estaba destrozada de nuestro largo vuelo.
Como tenía trabajo que hacer, no podía continuar esperando para siempre. Me levanté, me di una ducha rápida y me marché a la base. Sasuke y yo habíamos mantenido una breve conversación telefónica justo antes de prepararnos para coger nuestro vuelo, así que no quedaba mucho que decir.
Aunque él estaba definitivamente cabreado.
Llegué a la base, me ocupé de algunos asuntos y luego me encontré a Sasuke en el edificio de montaje. Las armas terminadas se apilaban en estanterías, y había otras sobre mesas en el centro de la sala. Las estructuras estaban terminadas, pero había que terminar partes concretas del trabajo de fabricación. Sasuke estaba en uno de los pasillos con las manos en los bolsillos. Estaba mirando fijamente la pared vacía que tenía delante. Permanecía completamente inmóvil, como una de las estatuas de Roma. Su pecho no subía ni bajaba por ninguna respiración. Su expresión no parecía diferente, porque siempre tenía el mismo gesto de consternación.
Pero yo sabía que ya no era el mismo hombre.
Recorrí el pasillo y me detuve al llegar a tres metros de él. Llevaba un traje negro porque claramente tenía la intención de dirigirse a las bodegas cuando hubiera terminado en el almacén. Le di la oportunidad de hablar primero, sólo para ver hasta qué punto estaba de mal humor.
Pero no habló. Ni siquiera me miró.
Aquel iba a ser un mal día.
―Qué pared tan fascinante, ¿eh? ―Intenté mejorar el ambiente haciéndome el listo. Normalmente provocaba algún tipo de reacción en Sasuke. Observé una de las armas que había sobre la mesa, sopesándola entre las manos. Pasé el pulgar por el pulido tambor antes de devolverla a la mesa.
Sasuke volvió ligeramente la cabeza y me miró, pero su reacción fue exactamente la misma. No me ladró ningún insulto ofensivo, mi me animó a tirarme por un precipicio.
Ahora estaba preocupado de verdad.
―¿Qué es lo que ha hecho Sakura?
Él volvió a fijar la mirada en la pared.
Yo intenté tener paciencia y esperar a que Sasuke hablara cuando finalmente encontrara las palabras. Mi hermano era del tipo fuerte y callado, pero normalmente tenía alguna opinión. Debía de tener demasiados pensamientos en la cabeza como para conseguir ordenarlos. O la mandíbula tan tensa que no lograba desbloquearla para hablar.
Por fin, habló.
―Me ha traicionado.
Sakura era leal. Había arriesgado su vida para salvar la mía. Mi hermano siempre decía la verdad, pero no le creí ni por un momento.
―¿En qué sentido? ―En términos de fidelidad, tampoco iría contra Sasuke. Le era tan devota como el día que se casó con él. Yo no entendía por qué lo amaba, ni por qué había aceptado aguantarlo durante el resto de su vida, pero no dudaba de su amor.
Sasuke respiró hondo antes de contestar, como si pronunciar aquellas palabras exigiera toda su energía.
―Fue a ver a Tristan.
―¿A Tristan? ―pregunté―. ¿Tristan el psicópata?
Asintió.
―Fue allí por su cuenta para ayudar a Temari.
Las palabras se me clavaron en el cerebro y me vino a la mente una imagen de Sakura y Tristan, pero seguía sin poder creérmelo. Ninguna mujer estaba segura en sus dominios. Utilizaba a las mujeres como utilizaba las balas, desechándolas en cuanto las había usado.
–¿Se encuentra bien?
―Está perfectamente. ―Cerró los ojos, lidiando con otra punzada de dolor―. Gracias al puto cielo. Si no hubiera sido mi mujer, Tristan la habría... ―No llegó a terminar la frase, y yo sabía que no lo haría.
Me froté la sien, irritado con mi cuñada por ser una jodida idiota.
–La Virgen santa. ¿Qué le dijo?
―No tengo ni puta idea. No se lo he preguntado.
―¿No se lo has preguntado?
―Estaba demasiado ocupado dándole bofetadas. ―De repente agarró la mesa y la volcó, enviando todo el material volando al suelo de cemento. Se agarró el cráneo con las manos como si se le estuviera derritiendo por culpa de una migraña―. No he estado más enfadado en toda mi vida. No podía ni mirarla. No podía pronunciar una puta palabra. Simplemente... salté. Le dije que no quería hablar con ella en una semana. Y no ha sido tan estúpida como para intentar hacerme cambiar de opinión.
―Entonces, a ver si lo entiendo... ¿Se marchó hasta Francia ella sola?
―Se metió en un avión en cuanto me marché a trabajar.
―¿Cómo ha descubierto todo eso?
Él sacudió la cabeza.
―Eso no importa, Obito. Fue hasta allí sin decirme ni una maldita palabra. Le dije que haría todo lo que pudiera por Temari. Es una imbécil si se cree lo bastante inteligente como para encontrar un modo que yo no haya visto. Arriesgó su vida, arriesgó todo mi mundo, al ir allí. Es imperdonable. Jodida y completamente imperdonable.
Yo sentía un fuerte afecto por Sakura y admiraba su determinación, pero esta vez tenía que darle la razón a mi hermano. Sus acciones demostraban una candidez absoluta. Si Sasuke y yo no hubiéramos sido unos aliados formidables, Tristan le habría hecho cosas innombrables. Habría echado de menos a Bones... por absurdo que eso sonara. Me parecía que mi hermano reaccionaba exageradamente ante un montón de cosas, pero en esta ocasión, su furia estaba justificada.
―Por lo menos, está bien.
Dejó escapar un sordo gruñido.
―Eso no disminuye mi enfado. Si tanto quería hablar con Tristan, podríamos haber ideado un plan juntos. Yo podría haberme reunido con él. Podría haberlo llamado y ya está. Pero es tan arrogante que piensa que puede solucionarlo ella sola. Me cabrea mucho.
–Sí...
―Ahora, Tristan y sus hombres piensan que no soy capaz de controlar a mi mujer. Me da una vergüenza de la hostia.
Aquello tampoco daba buena impresión, desde luego.
―Y además, ahora ya sabe que queremos quedarnos con Temari, y eso estropea cualquier posible jugada que pudiéramos haber hecho.
―De todas maneras, no íbamos a hacer ninguna jugada. –Yo iba a devolver a Temari en dos semanas, y no había más que hablar. Intentaría que sus dos últimas semanas de vida fueran bellas y significativas. Pero hasta ahí llegaba mi compasión. La única manera de salvarla era declarar una guerra de clanes contra Tristan, condenándome a mirar por encima del hombro durante el resto de mi vida. Por fin nos habíamos librado de Bones y recuperado la libertad. No estaba dispuesto a volver a esconderme entre las sombras... ni por ella, ni por nadie.
―¿Qué le dijo Sakura a Tristan?
―Ya te lo he dicho. ―Rechinó los dientes―. No lo sé.
―Bueno, pues tenemos que averiguarlo. Si Tristan me llama y no sé nada sobre ello, voy a parecer gilipollas.
Sasuke asintió brevemente.
―Así que habla con Sakura, y dime lo que te cuente.
―Te he dicho que no nos hablamos.
Joder, aquella pelea era grave.
―¿No has hablado con ella desde que volvió a casa?
Sacudió la cabeza.
―Ni pienso hacerlo. No puedo...
No pregunté el motivo, porque ya conocía el razonamiento. Estaba tan cabreado ahora como el día que volvió a casa. Las personas calmadas no volcaban mesas con costoso armamento encima. Él no lograba mantener las manos quietas, ni su ira bajo control.
–Habla tú con ella.
Me quedé de pie junto a él y observé su perfil. Todavía no me había mirado a los ojos.
―¿Yo?
La última noticia que tenía era que no quería que me acercara a Sakura cuando él no estuviera presente.
―Sí. ―Giró el cuerpo y me miró directamente a los ojos―. Tú.
―¿Y qué hay de todo aquel discurso sobre no estar a solas con ella?
―Ahora ya no me importa una mierda. Es obvio que no le preocupa su seguridad. ¿Por qué coño me iba a importar a mí? ―Pasó por delante de mí, su físico musculado con aspecto voluminoso dentro del traje a medida. Se disponía a volver a las bodegas, ahora que había terminado de gritar y romper nuestras cosas―. Cuéntame lo que te diga.
Yo ya había visto discutir a Sasuke y Sakura, pero nunca de aquella manera. Esto no era bueno.
―De acuerdo. ―Si Sasuke realmente pensara que Sakura estaba en peligro, haría lo que fuera por mantenerla a salvo. Así que hacerme a mí hablar con ella no era más que la confirmación de lo que había estado deseando escuchar: que confiaba en mí cuando estaba con ella―. Te diré que tal va.
.
.
.
LARS ABRIÓ LA PUERTA, DEDICÁNDOME UNA LEVE INCLINACIÓN.
―Sr. Uchiha, el Sr. Uchiha no está aquí en estos momentos. Le haré saber que se ha pasado.
―No vengo a verlo a él. Vengo a ver a Sakura.
Lars continuó bloqueando el paso, sin comportarse como el mayordomo educado que solía ser. Mantuvo una mano en la puerta y esgrimió una sonrisa profesional carente de toda sinceridad. Las únicas veces que parecía sonreír de verdad era cuando hablaba con Sakura.
―Su Excelencia me dio instrucciones concretas sobre las visitas de la Sra. Uchiha. Estoy seguro de que ya lo sabe...
La última vez que había estado a solas con Sakura, a Sasuke le había dado un ataque.
―Sí, lo sé. Ha cambiado de opinión.
―Hasta que me lo diga él, tendré que pedirle que vuelva en otro momento.
―Venga, Lars. Ahora mismo no puedes estar hablando en serio.
Lars dejó de sonreír y cerró la puerta. Hasta echó el cerrojo.
Joder, vaya corte. Llamé a Sasuke, le conté lo sucedido y colgué.
Unos minutos después, Lars volvió a abrir la puerta.
―Entre, por favor, Sr. Uchiha. ¿Puedo ofrecerle alguna cosa?
Puse los ojos en blanco mientras entraba.
―Ahora no seas tan amable conmigo, después de cómo me has cerrado la puerta en la cara.
―Me limito a cumplir órdenes. ―Continuó avanzando con los brazos a la espalda―. Prepararé algo para comer. La Sra. Uchiha no está comiendo últimamente. A lo mejor puede animarla a que lo haga. ―Entró en la cocina y desapareció.
Yo busqué en la sala de estar del piso inferior, pero no la encontré. A continuación, me dirigí al patio, sabiendo que prefería sentarse fuera cuando hacía tan buen día como aquel. Allí estaba, sentada en uno de los divanes con unos vaqueros y una camiseta negra. Las gafas de sol sobre la nariz no ocultaban la tristeza escrita por todo su rostro. Hasta expuesta a la luz solar directa parecía pálida como un vampiro.
Yo me acerqué a ella despacio, con las manos en los bolsillos de los vaqueros. Una parte de mí se sentía responsable por toda aquella pesadilla. Si no me hubiera traído a Temari a casa, nada de todo esto habría sucedido.
¿Pero me hacía eso arrepentirme de ello? No.
Me senté en el diván que había a su lado.
Ella no giró la cabeza hacia mí. Probablemente sus ojos me habían detectado detrás de las gafas negras. De otro modo, habría demostrado algún sobresalto.
Me incliné hacia delante, apoyando los codos en las rodillas. Me froté las palmas de las manos y me quedé mirando el anillo que llevaba en la mano izquierda. De color negro y con una calavera en el centro, simbolizaba un pasado que nunca olvidaría.
Sakura no dijo nada, tan callada como había estado Sasuke.
―En fin... ¿Qué tal van las cosas?
No me respondió. Ni siquiera se movió. No estaba del todo seguro de que estuviera respirando.
―Tan mal, ¿eh?
―¿Qué es lo que quieres, Obito?
―Sólo asegurarme de que estás bien.
―Bueno, pues no estoy bien. ¿Ahora qué? ―Se quitó las gafas y las dejó sobre la mesa. Ahora el sol estaba directamente sobre nuestras cabezas y no le daba en los ojos. No llevaba nada de maquillaje y tenía los ojos hinchados y con los párpados pesados.
Me volví a frotar las palmas entre sí, masajeándome luego la muñeca.
―¿Puedo hacer algo?
―No.
―Pasará. Ya sabes cómo se pone Sasuke...
―Esta vez es diferente. ―Se llevó las rodillas al pecho y se rodeó las espinillas con los brazos, enroscándose en una bola.
Ella tenía razón. Era diferente.
―No me mira. No me habla. Han pasado días... pero parecen años.
Sakura siempre veía el lado luminoso de las cosas, hasta cuando todo era oscuridad. Pero ahora mismo, parecía perdida entre las sombras. Me destrozaba verla de aquella manera. Hasta ver así de taciturno a Sasuke me hacía sufrir. Me recordaba a cómo solía ser antes de que Sakura entrara en nuestras vidas. Nunca se animaba realmente, no era más que un cadáver con un cerebro funcional.
―Entonces, ¿por qué lo hiciste? ¿En qué estabas pensando?
–Ser condescendiente conmigo no me va a hacer sentir mejor.
―Pero en serio, ¿en qué pensabas? Si Tristan tiene esclavas, ¿cómo se te ocurrió pensar que era buena idea enfrentarse a él?
―Sabía que no me tocaría, porque soy la mujer de Sasuke.
―Por si se te ha olvidado, Sasuke te secuestró de casa de Bones. No hay ninguna razón por la que otra persona no pueda secuestrarte. Hay algo en ti que te hace más valiosa que una bolsa llena de millones. Fue arriesgado. Sinceramente, fue una estupidez.
Ella mantuvo la vista al frente, sobre los viñedos.
―Soy consciente de ello. Gracias por recordármelo.
―Siempre estás corriendo riesgos estúpidos. Sasuke ha hecho la vista gorda casi siempre, pero esto ha sido demasiado. Sabes que la mayoría de las veces estoy de tu parte, pero esta vez... estoy de la suya. Arriesgaste innecesariamente tu vida y Sasuke y yo no habríamos podido salvarte. Sólo porque lleves el apellido Uchiha no eres invencible. A Naori la violaron y la asesinaron. A mí me han disparado tres veces. A Sasuke lo han chantajeado... La lista continúa. En todo caso, eres más vulnerable por ello, porque te hace más valiosa.
Bajó la mirada a sus pies, contemplándose los dedos dentro de las sandalias. Era un día cálido en las colinas, pero la ligera brisa secaba el sudor de nuestro cuello.
―No puedo dejar que una mujer sufra así. Va contra todo en lo que creo. Había una mujer que solía arreglarme para Bones, y yo la despreciaba por ello. No había una auténtica diferencia entre nosotras. Ella podría haber estado fácilmente en mi lugar, sólo con cometer un error. Y que mi encierro le pareciese bien... me daba náuseas. Si no salvo a Temari, querrá decir que no soy mejor que ella.
Siempre que hablaba sobre su cautiverio con Bones, intentaba desentenderme de sus palabras. Quería mucho a aquella mujer, y saber que había sufrido me hacía sufrir a mí. Me hacía pensar en mi hermana pequeña, y en lo que había tenido que soportar antes de que por fin le dieran un tiro en la cabeza y su sangre cubriera a mi hermano como lluvia. Era mi trabajo protegerla... y había fracasado.
Sasuke también lo había hecho.
―Para mí tampoco resulta fácil, Sakura. No quiero que Temari tenga que pasar por eso.
―Entonces no la lleves de vuelta. ―Finalmente se giró hacia mí, mirándome por primera vez.
―Si eso fuera posible, lo haría. ¿Qué te dijo Tristan, exactamente?
Sus ojos volvieron a desviarse hacia el paisaje.
―Me ofrecí a comprársela, pero me dijo que no estaba a la venta.
Yo sabía que aquella iba a ser su respuesta, pero, aun así, sentí una punzada de desilusión. Me dolió más de lo que pensaba, deprimiéndome más de lo que ya estaba.
―Por supuesto que no lo está...
―Me dijo que sólo haría un intercambio... ella por mí.
Aquello era algo muy propio de Tristan.
―No le digas nunca a Sasuke que te dijo eso. ―Sabía que mi hermano alcanzaría nuevas cotas de furia. Demolería su casa entera y la inundaría de gasolina antes de hacer con ella una inmensa hoguera. Nunca recuperaría la cordura. Los negocios dejarían de importarle. Tristan pasaría al primer puesto de su lista de venganzas.
―No tenía pensado hacerlo.
A pesar de lo repugnantes que eran las palabras de Tristan, no podía enfadarme demasiado. Sakura era la que se había metido en su guarida por cuenta propia. No pintaba nada allí, e indudablemente se había comportado como una sabelotodo en todo momento. El hecho de que no le hubiera puesto una mano encima era la prueba definitiva del respeto que nos tenía a Sasuke y a mí.
–Y esa no es una opción... Acéptalo.
―No podría ocupar su lugar aunque quisiera.
Por lo menos no había riesgo de que huyera.
―¿Te dijo algo más?
―Nada más que estupideces. Dijo que Temari era su puta favorita, y que la echaba de menos. –Cerró las dos manos en puños―. Si hubiera tenido una pistola, le habría pegado un tiro.
―Y ahora estarías muerta, así que me alegro de que no te llevaras ninguna.
―Odio sentirme así ―susurró―. Quiero sacarla de esta situación... Se merece algo mejor.
Temari era una mujer excepcional con una fortaleza equiparable a la de Sakura. Su belleza tranquila, sus ojos espectaculares, el sonido de su voz... todo me resultaba hipnótico.
―Yo también desearía poder ayudarla. Pero no hay nada que podamos hacer. Tienes que olvidarte de ello y continuar con tu vida.
–Tiene que haber alguna cosa...
―A menos que me niegue a devolverla. Pero eso provocaría una guerra. Y dado que ya tiene mi envío de armas... no es el mejor momento para ello. Morirán hombres. Sasuke y yo seremos vulnerables. Tú serás vulnerable. No merece la pena.
Continuó con la mirada perdida en los campos y aspecto solemne.
―¿Entonces qué le pasará a ella?
―Sufrirá... y luego morirá.
―Yo preferiría morir y ya está en vez de eso.
Consideré contarle a Sakura lo que le había ofrecido a Temari. Las pastillas de cianuro le provocarían un ataque al corazón. Dolería, pero terminaría pronto. Parecería una muerte natural, que el estrés por el trato que le dispensaban había logrado que se derrumbara. Y después todo acabaría.
Finalmente sería libre.
Me sentía enfermo.
―Es muy doloroso ―susurró―. Me duele mucho ser libre y que ella no lo sea.
―Tú tuviste suerte, Sakura. Si Sasuke no se hubiera enamorado de ti, quién sabe lo que habría sucedido.
―Sí, tengo mucha suerte. O al menos la tenía.
―Terminará por ceder ―repetí yo―. Siempre lo hace.
―Lleva días sin mirarme ni dirigirme la palabra. Mi propio marido no quiere saber nada de mí...
Bajé la vista al suelo.
―Pero yo también estoy enfadada con él, así que tampoco es como si quisiera que me hablase.
¿Estaba enfadada con él? No pensaba que tuviera derecho a estarlo. Era ella la que había salido corriendo y se había puesto en peligro.
―¿Qué hizo?
―Cuando regresé de ir a ver a Tristan... se le fue la mano.
―¿Qué quieres decir?
―Me abofeteó.
Arqueé una ceja.
―¿Y?
―¿Y? ―respondió ella―. Soy su mujer, no su prisionera. No puede tratarme de esa manera.
―Te metiste directamente en la boca del lobo. Tenía que castigarte para que aprendieras de tus errores. Si quieres saber mi opinión, debería haberte dado algunas bofetadas más.
Sakura me miró como si estuviera a punto de clavarme un cuchillo en el cuello.
–¿Disculpa?
―No escuchas. Te pones en riesgo constantemente. ¿Cuándo aprenderás? Eres como una niña a la que hay que darle unos azotes. Pero dado que te gusta recibir azotes, tuvo que hacer algo más drástico.
―No me pongo en riesgo constantemente.
―¿Me estás tomando el pelo? ―pregunté―. Te fuiste tú sola de compras a Florencia.
―No me puedo creer que te lo contara.
―Y también ocupaste mi lugar con Bones, dejando a Sasuke sin darle la oportunidad de hacer nada al respecto.
―Ambos sabemos que me habría detenido.
―Y tendría que haberlo hecho ―salté yo―. Fue una decisión estúpida.
Me miró fijamente con ojos agresivos, afilados como puñales.
―Estás vivo por esa decisión estúpida. De nada, por cierto.
―Pero no merecía la pena correr el riesgo por mí. Deberías haberme dejado morir, Sakura.
Ella negó con la cabeza.
―Y ahora sales con esto. Evidentemente, en ti es un patrón.
Desvió la mirada, ignorándome.
―Sé que no quieres escucharme ridiculizar tus decisiones, pero tengo que ser sincero. Vivimos en un mundo peligroso. Tienes que tener más cuidado. No lo digo sólo como el hermano de Sasuke... también lo digo como hermano tuyo.
Su expresión irritada se desvaneció por fin, y sus rasgos se suavizaron. Se volvió hacia mí, mirándome con sus ojos verdes sinceros. Su hostilidad había terminado por evaporarse como agua en una sartén caliente, su vapor elevándose por encima de nuestras cabezas y dirigiéndose a alguna otra parte.
–Lo sé, Obito.
