Michael

No era una obsesión, de eso estaba seguro, sabía reconocerla si es que existía, simplemente, era más como una mera curiosidad.

Aquella que le atrajo casi de manera instantánea.

—¿Por qué el bastón? —se sintió prácticamente como un tonto cuando el muchacho alzó la mirada, como cansado, aunque suponía que así era su mirada, no cambiaba demasiado en el tiempo que llevaba observándole, ah por la mera curiosidad. Sintió las orejas calientes y simplemente se mordió el labio incómodo ante el silencio del otro.

Michael pestañeó lentamente, era extraño que alguien de la nada se acercase a conversar, y suponiendo la repentina pregunta, parecía ser la primera vez que acercaba a alguien así.

—¿Nos conocemos? —preguntó en genuina curiosidad y observó al azabache moverse sobre sus pies, incómodo, haciéndole aspirar con fuerza, no sabía de qué se trataba eso.

—Me llamo Stanley —se presentó, simple y le regaló una pequeña sonrisa.

En ese instante Michael pudo notar que Stanley simplemente era alguien extraño. Pero no le incomodaba.

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La siguiente vez que le preguntó algo ya no le sobresaltó o sorprendió tanto, simplemente su curiosidad aumentaba.

Por qué alguien como Stanley se esmeraba tanto en hacerle hablar o al menos intentar comenzar una conversación.

Además, le parecía impresionante cómo es que el chico podía encontrarle donde fuere. Esta vez, era en la biblioteca, en la zona apartada donde casi no llegaba la luz de las ventanas, más era iluminada tenuemente por las lámparas del sitio.

—¿Qué lees? —murmuró, inclinándose sobre la mesa a observar el pequeño libro que llevaba en manos.

—Poesía barata —contestó seco sin levantar la mirada al haber reconocido la voz del otro casi de inmediato.

Y ahí pareció terminar la conversación, sin embargo, el azabache no decidió irse, si no que tomó asiento al contrario de la mesa, quedando frente suyo y probablemente se puso a hacer sus deberes.

En realidad, Michael ya no prestó mucha atención.

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No era tiempo de calidad, más bien, solo dos personas conviviendo (sin mucha interacción) en el mismo espacio hacia sus siguientes destinos, donde irremediablemente terminaban por separarse.

Se había vuelto la rutina en poco tiempo, y si era sincero, a Michael no le molestaba tanto la presencia de Stanley, sobre todo porque no era del tipo que presionaba, simplemente estaba ahí.

El grupo de Stanley, al menos los otros tres chicos, era un tanto ruidosos y parecían meterse en problemas más de un par de veces, lo cual era, bien, pues, interesante. Increíblemente, Stanley encajaba en el disparatado grupo, tenía su propia rareza que se complementaba con la de los demás.

Al acercarse donde Henrietta, después de partir camino con el azabache, ella le miró con cierta burla, echando un vistazo a su espalda, por donde Stanley había ido con los otros, desapareciendo pronto de la vista de la chica gótica.

—Parece tu sombra, ¿quién es? —preguntó curiosa, llamando la atención de los demás muchachos, quienes miraron a Michael con interés. Él resopló, rodando los ojos mientras negaba con la cabeza.

—Stanley —dijo, como si fuese lo más obvio.

—No parece molestarte su presencia —volvió a decir, afirmando, y esta vez pudo notar claramente la burla en sus palabras, aunque no estuviese sonriendo. Le observó con fastidio, volviendo a rodar los ojos.

—No me fastidia, eso es todo —fue sincero, pues en realidad no tenía mucho para ocultar. No es como si tuviese sentimientos o algo parecido hacia el azabache.

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Se está volviendo bastante cercano a ese Stanley, ¿no crees?

Habían visto a Michael interactuar con el Marsh más de un par de veces, sin embargo, la oportunidad de pregunta nunca se había presentado. Respetaban el hecho de que no quisiera mencionarlo o simplemente no quería presentarlo, no solían ser el grupo más sociable. Pero Stanley, o mas bien, su pequeño grupo, solía ser bastante problemático y conocido, por lo cual era fácil reconocer al azabache, aunque no estuviese con los otros.

¿Te preocupa? —soltó Henrietta, dejando salir el humo que inhaló del cigarrillo, observando a Pete quien fruncía los labios, genuina preocupación en su sombría expresión. Normalmente era el más sensible del grupo.

¿Crees que cambie? —dijo, inseguro. Y Henrietta aspiró por la nariz, sin despegar su mirada del otro.

No.

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—Interesante —dejó salir Henrietta con una risita, para su sorpresa y después de eso, decidió dejar el tema por la paz, a lo que Michael se sintió aliviado, era extraño verla actuar de esa manera.

Pero sentía, por muy leve que fuera, que todos estaban cambiando, pero no sabía si era debido a la presencia de Stanley o simplemente ya estaban "madurando".