Él no era la persona más brillante, pero sabía que algo extraño había pasado en esa reunión. Pudo percibirlo en el rostro de Giorno, en el ambiente, en la conversación. Pero sus sospechas fueron solo eso. De manera superficial todo lucía normal. La exaltación que vio por un momento en el rostro del rubio desapareció y su conversación se desarrolló con aburrida normalidad por los siguientes treinta minutos; quizás solo estaba pensando demasiado.
Convertirse en la mano derecha del jefe de Passione le había dado un sentido de alerta bastante particular que a veces resultaba molesto. Giorno podía cuidarse perfectamente solo, pero el no podía evitar adjudicarse la responsabilidad la mayor parte del tiempo y quizás era eso lo que hacía las cosas tan distantes entre ellos últimamente.
No recordaba la última vez que conversaron de algo que no fuera trabajo o hubiera visto a Giorno descansar. Desde que Passione estaba en manos de su amigo, su vida, contrario al sueño utópico del que Giorno hablaba, se había convertido en un mar de obligaciones y alerta. Y es que Giorno podía ser fuerte, tener un stand aterrador y un liderazgo excepcional, pero cuando lo veía sentado a esa enorme mesa llena de capos y señores, el seguía luciendo como un niño.
No podía evitar preocuparse por eso. Giorno era su mejor amigo, su compañero de batalla, pero más allá de eso, era último vestigio de lo que alguna vez consideró una familia. Lo que le pasaba le concernía, era lo que pensaba a menudo cuando sentía sobrepasar el estado de ansiedad normal que sentía un hombre al ver a su mejor amigo en peligro, pero la realidad era un tanto más triste y sencilla.
Mista aún estaba lidiando con el duelo. Bucciarati, Narancia y Abbacchio eran un hueco vacío en su corazón, que ardía donde alguna vez sintió que estaba su hogar.
Él era un hombre bastante más típico de lo que alguien podría esperar. Un sujeto sencillo con un profundo sentido de pertenencia en su pandilla y cuyo soporte se redujo repentinamente a un solo miembro; Giorno. Claro que iba a estar preocupado por la única figura fraternal que le quedaba. Así que sin importar cuanto odiaba las reuniones de Passione, se sentaba allí cada que hacía falta para cuidarle la espalda a su jefe de lo que sea que pudiera amenazar el frágil equilibrio que regía su vida. Y hoy no era la excepción. Sabía que algo pasaba y no podía ignorarlo.
No esperó hasta que todos hubieran abandonado el cuarto para preguntar y tampoco quedó satisfecho con la explicación. Giorno mentía tan a menudo sobre que todo andaba bien, que había empezado a desconfiar de sus palabras tanto como de su estabilidad mental.
El chico lucía cansado. A penas llevaba tres meses al mando, pero todo había sido tan extenuante, burocrático y crítico, que incluso Giorno podría empezar a tener problemas.
La vida en los altos estratos de la mafia no era como la imaginó. Todo era más sutil, diplomático y demandante de lo que aparentaba cuando lo veía desde la línea de batalla. A penas habían tenido trabajo fuera de las paredes de la mansión y joder, vaya que extrañaba la acción.
Prefería la batalla antes que la palabrería. Estaba cansado de oír a Giorno negociar con ancianos y firmar documentos. Necesitaba un poco de aire fresco, un respiro fuera de la interminable agenda de reuniones y pendientes que Fugo agregaba a su vida día tras día.
—¡Hey! Giorno, vamos a comer afuera —propuso irguiéndose en la silla repentinamente—
A Giorno le tomó unos segundos despegar los ojos de los documentos que Fugo le estaba mostrando antes de negar y sugerirle que se adelantara.
Eso lo molestó, pero no pudo simplemente dejarlo. El lugar al que quería ir no era el tipo de lugar al que pudiera presentarse solo.
Hacía semanas que quería sacar el tema de volver al restaurante donde solían reunirse con la pandilla de Bucciarati, pero aún no reunía el valor. Era algo duro incluso después de tanto tiempo, algo que pensó que podrían hacer juntos en algún momento como parte de honrar de la memoria de sus amigos, pero ni si quiera podía sacar el tema sin sentir que estaba fastidiando el corto tiempo libre con el que contaba su amigo.
Bufó dejándose caer de nuevo en la silla luego de darle una mirada molesta a Fugo. El chico solo cumplía con su rol como consejero y no tenía pruebas de que estuviera arruinando a propósito sus planes, pero era así como se sentía. Cada cosa que Fugo hacía, desde que se convirtió en la mano derecha de Giorno, lo fastidiaba tanto que había empezado a desarrollar un rencor sin sentido hacia él.
Si, el sujeto los había abandonado en el momento más crítico, pero la libertad de elección era algo que Bucciarati respetaba y le había inculcado al resto del equipo. No tendría por qué estar molesto por algo que respetaba su difunto capo, pero lo estaba.
Quería pasar un mísero momento con Giorno a solas recordando lo que fue la pandilla, reír, contar anécdotas, superar el dolor. Vivir el proceso normal del duelo, pero parecía que Giorno estaba demasiado ocupado salvando Italia para eso y que Fugo simplemente había pasado página. En ese punto se sentía solo y a veces esas emociones escapaban de su control.
Él podía mentir sobre lo que quería, pero su stand no.
Abandonó la pequeña reunión extendida de Fugo y Giorno para ir a la cocina y darle el almuerzo a sus Bullets y no tardó en notar que uno de ellos faltaba. Suspiró fastidiado, sabía perfectamente a dónde había ido número 5 y no podía creer lo obvias que eran las manifestaciones de sus emociones en su stand.
Número cinco solía escapar para molestar a Giorno. Una escena que ya se había repetido un par de veces. El pequeño Bullet se metía entre los mechones del rubio llorando hasta que Giorno le prestaba atención.
La escena ya había iniciado cuando llegó corriendo a la oficina del rubio. Solo pudo estamparse la mano en el rostro completamente avergonzado por las acciones de su stand.
El rubio le sonrió mientras acariciaba al bullet.
—Bien, creo que voy a tomarme un pequeño descanso —dijo haciéndolo emocionar—
Fugo lanzó un suspiro cansado. Había demasiado que hacer como para perder el tiempo con el stand de Mista, pero no iba a ponerse a discutir con su jefe. Una parte de él comprendía lo joven que era Giorno y lo mucho necesitaba comportarse como alguien de su edad de vez en cuando, pese a lo maduro que podía lucir. Así que tan solo se apretó el puente de la nariz tratando de mantener la calma y lo dejó ir.
Mista lucía agradecido. Si bien no pudieron tener el momento especial que quería para recordar a los caídos, pudo compartir la mesa con Giorno y una comida que el mismo preparó.
No era la gran cosa, pero se esforzó por darle un toque elegante para que ambos pudieran relajarse.
Hablaron un poco, bromearon; al menos él lo hizo y Giorno rio un poco, entonces, cuando el ambiente era más tranquilo y el silencio más agradable, Giorno lo rompió.
—No tienes que venir a la reunión la próxima semana… —soltó sin quitar la vista del paisaje campestre de la ventana— sé que lo odias y no necesito otro guardaespaldas. Estoy bien con Fugo.
En otro momento se habría alegrado. Su presencia no era realmente necesaria, pero ahora se sentía intranquilo. Sabía que había visto algo y que Giorno ya no lo quisiera cerca incrementaba sus sospechas sobre que algo fuera de lo común ocurría.
—Prefiero asegurarme por mí mismo —negó dándole una sonrisa al rubio y creyó que con eso el asunto quedaría zanjado—
No esperaba que el nuevo Don insistiera tan puntualmente en eso. Podía seguir sonando como una sugerencia, pero había un tono de prohibición en el asunto que no hizo más que agrandar su preocupación y ponerlo más alerta de lo normal. Así que cuando el día llegó, se aseguró de estar allí antes de lo normal y fijarse en cada detalle.
Si había armas ocultas, vigilancia externa, alguien sonaba amenazador, o veía a Giorno incluso un poco mal, el estaría listo, pero lo que descubrió fue completamente distinto a lo que tenía en mente.
Al principio estuvo en shock, un poco incrédulo y confundido, pero… de verdad ¿acaba de ver a uno de esos ancianos dándole una mirada lasciva a Giorno? Era desagradable, pero se volvió más común de lo que imaginó a lo largo de la reunión.
En esa habitación había al menos cinco personas interesadas sexualmente en su amigo y no eran nada sutiles. Miradas hambrientas, frases con doble sentido, gestos obscenos e insinuaciones. Todo era tan incómodo y asqueroso que se sintió asqueado en algún punto y bastante estúpido ¿Cómo mierda no había notado nada de eso antes?
Se consideraba a sí mismo un buen jugador en materia de seducción, como también alguien perspicaz respecto al peligro, pero todo eso había pasado de apercibido para él hasta ahora. Tal vez solo estaba muy alejado de la posibilidad de que alguien viera a su amigo con esa intensión y nunca su detuvo lo suficiente para notarlo, pero ahora era algo que no podía dejar de ver.
¿Cómo Giorno podía estar tranquilo y continuar con eso cada semana? Era vulgar, quería abandonar ese lugar cuanto antes y romperle la quijada a un par de esos ancianos de boca sucia.
No lo entendía, nunca había considerado la posibilidad de que un hombre poseyera el tipo de atractivo para incitar esa reacción. Y sí, sabía que Giorno era atractivo, pero nunca se había fijado realmente en su apariencia más allá de lo superficial.
Esos risos sin duda eran atrayentes, pensó dándole una mirada rápida mientras trataba de descifrar el asunto. La forma en la que caían por su espalda algo sueltos en la trenza que solía llevar o cómo hacían rulos en su frente era bonita y su rostro también tenía algo. Era delicado, de labios gruesos y suaves, ojos hermosos y piel pálida. Su cuerpo por otra parte era muy masculino. Lucía firme, pero se curvaba elegantemente en una cintura pequeña y unos muslos largos y voluminosos.
Podía reconocer la belleza que había en eso, incluso podía comprender el atractivo sexual, pero esa no era razón para hacer a un grupo de ancianos comportarse de esa forma. Quizás si no usara ese escote o esa ropa ajustada… frunció el ceño tensándose en su asiento ¿Estaba culpando a Giorno por eso?
Ahora se sentía molesto. No era un asunto sobre como decidiera vestirse su jefe, era un asunto sobre el poco respeto y autocontrol que tenían esos bastardos. Giorno podía decidir no vestir nada más que ropa interior cualquier día y nadie tendría derecho a hacerle comentarios tan desagradable. Más allá de si era el jefe de Passione o tenía un stand poderoso, Giorno merecía como mínimo el mismo respeto que él le mostraba a los demás.
En ese punto Mista estaba furioso. Los comentarios de doble sentido estaban acabando con su paciencia, pero entonces llegó la gota que derramó el vaso. Allí, justo frente a sus ojos ocurrió lo impensable. Vio exactamente la misma expresión que la otra vez, pero esta vez comprendió lo que ocurría.
Su atención sobre Giorno lo había hecho sentarse a su lado, por lo que pudo ver perfectamente como la mano de uno de esos hombres se deslizaba sobre su pierna y la acariciaba.
No pudo controlarse más. Sin pensarlo se llevó la mano al cinturón donde colgaba su arma dispuesto a disparar a sus sex Pistols ahí y volarle un par de dedos a alguien, pero Giorno fue más rápido.
Su mano sostuvo la suya de forma disimulada debajo de la mesa y su mirada le dio una clara señal de negación que lo hizo rabiar por una explicación y pedir el apoyo de Fugo, pero al dirigir la mirada a este vio la misma expresión que en Giorno y entonces lo comprendió. Fugo estaba tan al tanto de lo que pasaba con Giorno y ambos estaban dispuestos a permitirlo por alguna razón.
El impacto fue grande, lo hizo levantarse y abandonar la habitación consternado por todo lo que había estado ignorando hasta ahora. Asqueado por lo que ocurría frente a sus narices sin que pudiera hacer nada, furioso por lo que sea que motivara a Giorno y Fugo a ocultárselo y seguir adelante.
Cuando la puerta se abrió y todos abandonaron la habitación se dirigió rápidamente hacia adentro chocando agresivamente con algunos de ellos. Fue hasta Giorno y lo tomó por la chaqueta levantándolo del asiento.
—¿Qué mierda fue eso? ¿Por eso no querías que viniera a la maldita reunión?
El rubio sostuvo su mirada antes de deshacerse de su agarre y retomar su lugar con dignidad.
—No es algo que te concierna, trata de mantenerte al margen.
—¡No puedes estar de acuerdo con esto! ¡Joder Giorno, es repugnante!
—Mista, esto es más complejo de lo que crees —trató de conciliar Fugo— Giorno no lo permitiría si no fuera absolutamente necesario…
—¡Cierra la boca! ¡Tú lo sabías todo este tiempo y no hiciste nada! ¿Qué mierda pasa contigo? Se supone que de todos "Tú" deberías tener un poco de empatía sobre esto… ¿Si no es sobre ti no te importa?
—¡Hago mi trabajo! ¡Entenderías si no dejaras todo el trabajo sobre nosotros!
—¡Pues has lo que tengas que hacer por ti mismo! ¡No metas a Giorno en tus planes de mierda!
—Fue mi decisión Mista… —lo detuvo el rubio— no espero que lo entiendas, tan solo que guardes distancia. Sé lo que estoy haciendo, no necesito que me protejas.
El moreno dio un paso atrás respirando agitadamente. No podía creerlo. De todas las cosas que había hecho Giorno, y vaya que había hecho muchas para hacerse con el mando de la organización, esta tenía que ser la más absurda.
—¿Así que si es por tu sueño prostituirte está bien? —soltó con decepción y cierto sarcasmo de manera espontánea—
Salió de allí tan furiosa y bruscamente que no pensó en sus palabras, no pensó en nada. Simplemente tomó su motocicleta y condujo hasta algún campo donde se dejó caer exhausto luego de patear cosas y gritar furioso.
Eso no podía estar pasando. Giorno no podía hablar en serio.
Observó el cielo nocturno desde el pasto con la respiración agitada y escuchó el silencio absoluto del campo por unos buenos minutos antes de sentir su respiración calmarse y volver a pensar las cosas con un tanto más de claridad.
Bien, tal vez estaba exagerando. Giorno tan solo había estado aguantando algo de acoso y un toqueteo en su pierna. No es como si estuviera dándose a cambio de favores, ¿verdad? La duda lo inundó. ¿Eso era todo o el asunto ya había escalado mucho más allá?
La idea lo hizo exaltarse, no podía si quiera continuar con esa línea de pensamiento. El solo pensar en Giorno ofreciendo su cuerpo lo hacía enfurecer de manera violenta y no entendía por qué. Eran mafiosos, joder. A veces moría gente en su línea de trabajo. Todo lo que hacían imprecaba cosas turbias. Tráfico ilegal, drogas, armas, destrucción, muerte… qué más daba si también agregaban la prostitución. No era como si alguien estuviera forzando a Giorno a hacerlo… ¿verdad?
Si él estaba bien con eso, podía hacer lo que quisiera con su cuerpo. Quería comprenderlo, pero no había forma de que consiguiera calmarse.
Tal vez era acerca de la cercanía, de la idea que tenía de Giorno, de la pureza que de alguna forma había idealizado en él. Giorno era un chico joven y hermoso cuya determinación había deslumbrado sus propias ambiciones y encarrilado su vida hacia un sueño utópico cuando no creía posible ir más arriba. Giorno era su chico de la suerte, quién lo guiaba cuando no tenía idea de a donde ir, la imagen de la victoria que había concebido luego de perderlo todo.
No podía encajar la imagen de ese Giorno con la de alguien promiscuo. El Giorno que conocía simplemente era incompatible con todo concepto vulgar. Él era un héroe que intentaba cambiar el mundo. Si, tenía métodos cuestionables, pero entre derrocar a un tirano y mantener una organización a base de "favores" había una diferencia que lo ponía incómodo.
Se frotó el rostro frustrado ¿Qué se supone que tenía que hacer? ¿Apoyarlo como hacía Fugo? ¿Abandonarlo?
Bucciarati era mejor con ese tipo de cosas. Los asuntos morales, la justicia, lo que era correcto. El habría sabido que hacer y qué decir en esa situación. Pero mientras tanto el solo era un sujeto molesto e infantil que no quería que nadie tocara a su preciado amigo. ¿Eso estaba mal? Querer mantener a alguien puro e inocente, querer protegerlo y ayudarlo… ¿En qué momento se había alejado tanto de Giorno para ni siquiera entender por qué hacía eso?
Giorno había confiado más en Fugo que en el y eso lo molestaba. Que quisiera protegerlo era una razón para que el rubio decidiera no contarle nada, así que simplemente ¿debía aprobar lo que hacía y volver a ser su hombre de confianza? De ninguna manera…
Jamás iba a estar bien con eso. ¿Qué razón tan grande podía hacer para que Giorno permitiera que lo usaran de esa forma cuando claramente le desangraba tanto? y es que la expresión que vio no era la de alguien que está bien con ceder un poco. No, la expresión de Giorno era de desagrado e incomodidad, el claramente estaba aguantando algo que no quería y no iba a engañarlo y mantenerlo al margen diciendo que todo estaba bien y era lo que él quería.
Y una mierda iba a mantenerse lejos de eso.
Tomó su motocicleta y volvió a la mansión con la clara intensión de confrontar a Giorno y sacarle la verdad. Quería conocer el dichoso asunto que hacía a su capo ofrecerse como entretenimiento y no iba a dejar que Fugo se metiera esta vez.
Subió las escaleras de manera ruidosa y molesta y fue directamente a la oficina de Giorno. No tocó, simplemente abrió la puerta y la cerró detrás de el con seguro al ver que el rubio estaba solo.
No dijo nada, solo caminó hasta el sofá y se sentó en una posición molesta con los brazos cruzados y el ceño fruncido.
—Bien… dime el motivo… —pidió con la clara intensión de no moverse de allí hasta obtener una razón—
El rubio soltó un suspiro, dejó los documentos que estaba leyendo sobre su escritorio y caminó hacia el sofá de enfrente.
—Por eso no quería involucrarte, sabía cómo ibas a reaccionar… —dijo adoptando una posición elegante que a veces hacía olvidar a Mista que era con un amigo con el que hablaba. En esos momentos Giorno se sentía simplemente como el jefe de Passione—
—Sabes que tengo razón….
—En cierta forma —ladeo el rostro viendo por la ventana— nunca dije estuviera bien, simplemente es algo que debe hacerse.
—Hay otras formas…
—Esta es la menos violenta.
El asunto tomó interés para Mista, el rubio lo vio relajar un poco su postura y sostener la mirada interesado.
—Passione mantiene una buena relación con otras organizaciones. Las disputas de territorio se resuelven en la mesa en lugar de en la calles, pero las cosas han estado inestables desde que hace unos meses. Algunos Dones con más territorio nos ven como un blanco fácil. Nápoles está bajo nuestro control por ahora, pero aun no tenemos los suficientes aliados fuera como para enfrentar una guerra territorial. Debemos hacer alianzas y expandirnos. Es por eso que hemos estado reuniéndonos con personas poderosas y otro líderes.
—¿Así que cambiamos favores por aliados?
—El confrontamiento es un hecho… debemos tener respaldo.
—Podemos pelear nuestras propias batallas ¡Maldición Giorno, incluso podrías pelear tu solo! Gold Experience Requiem aún me da pesadillas.
—El control no nos garantiza la confianza —añadió el rubio recostándose en su asiento dispuesto a explicarse— no podemos solo tomar el poder y esperar que todos nos sigan. Hay que establecer vínculos.
— Entonces… ¿nos ponemos "amistosos" para que quieran apoyarnos?
—Ganamos tiempo y aseguramos aliados. Fugo está haciendo lo necesario para conseguirnos el respaldo de capos y líderes en otros bandos, pero la intromisión de Passione debe ser sutil. Mantengo el interés de sus Dones, gano su confianza y retraso lo suficiente el enfrentamiento. Solo es estrategia…
Mista no parecía del todo satisfecho, pero había calmado su rabia y lentamente se relajó y aceptó sus razones.
—¿Qué tan lejos va a ir esto? —preguntó con la mirada baja—
—Lo necesario…
Los ojos del moreno se clavaron en los suyos de manera turbada. Su preocupación y desagrado eran palpables, cosa que no comprendía del todo.
Mista era su amigo, había pasado por mucho juntos y se preocupaban el uno por él otro, pero ¿qué interés podría tener su amigo en proteger su castidad? Giorno no lo consideraba algo importante, usaba lo que tenía para cumplir sus objetivos y eso era todo, pero para Mista al parecer era algo serio.
—¿Esto te causa conflictos morales o algo por el estilo? —preguntó tratando de descifrar la desolación que había en su mirada—
—No, es solo… —pasó la mirada por el rostro del rubio incapaz de explicar lo que lo agobiaba, ya que el mismo no lo entendía— debe haber otra forma…
—Esto no es algo extraordinario… los favores sexuales son comunes en la negociación.
Mista bajó la mirada. Había visto y oído cosas peores desde que se unió a Passione, sabía que nada de eso debía sorprenderle, que lo que Giorno decía tenía sentido y que era la manera más segura y pacífica de conseguir lo que querían.
Se puso de pie y caminó hasta la puerta, pero se detuvo antes de salir del rango de visión de su amigo.
—Dile a Fugo que no me saque del programa de la próxima reunión.
—¿Eso significa que tengo tu apoyo?
—Significa que me mantendré cerca…
El moreno se fue y Giorno se dejó caer en el sillón en una posición más relajada. Era extraña la manera en la que funcionaba su relación con Mista. A diferencia de Fugo, no contaba con él en sus asuntos más íntimos, pero se sentía mucho más cercano. No podía evitar sentirse mal por hacerlo entrar en conflicto de esa forma.
Sabía que tenían ideas muy distintas sobre la manera de hacer las cosas a veces, quizás Mista le daba demasiada importancia a las emociones y el honor, cualidades que en el le parecían maravillosas, pero no podía darse el lujo de compartir.
Él tenía un sueño más importante que cualquier virtud que pudiera cosechar en sí mismo. Un sueño por el que estaba dispuesto a hacer muchas cosas, aun si eso implicaba usarse como sebo. No pensaba volver a arrastrar a nadie en sus desgracias, no habrían más Bucciarati, Narancia o Abbacchio en la lista de cosas que hizo mal. Si alguien debía salir herido sería él. Era lo que había decidido.
Estaba muy seguro de eso, pero no había pasado ni una hora desde que Mista se fue que empezó a tambalearse. Número cinco había entrado por debajo de la puerta y se negaba a soltarlo mientras lloraba.
El pequeño Bullet era una manifestación sincera de los sentimientos de Mista y estaba desconsolado aferrado a él. Lloraba sin decir por qué, simplemente repetía su nombre y terminó por conmoverlo.
No pudo evitar pensar en lo dolido y decepcionado que se debía sentir Mista mientras lo consolaba. Número 5 de alguna manera era la expresión de su lado más frágil y dulce. Le recordaba lo mucho que Mista se preocupaba por él y la importante figura que era en su vida cuando más inmerso y perdido se sentía en la persecución de su sueño.
Sabía que Mista lo veía como familia, algo parecido a un hermano, tal vez. Y sabía lo importantes que eran esos lazos de confianza cuando te juegas la vida en un trabajo como el suyo.
Lo hacía sentir mal no poder corresponder la atención y lealtad que el le brindaba. Quería estar para él más a menudo, pero ese era un deseo que no iba a poder cumplir mientras no hiciera las cosas funcionar. Passione absorbía todo su tiempo y energía, no podía siquiera pensar en tomarse un día libre y la única razón por la que se sentía aun como un chico normal a veces, eran las pequeñas escapadas que le daba Mista.
No quería perder eso, no quería dejarse arrastrar por completo a su rol de capo, no quería estar de lleno en la soledad.
Suspiró. Número 5 se había dormido.
Lo arropó con el borde de su chaqueta sobre su hombro y se dispuso a continuar, le quedaba una larga noche de trabajo.
La semana en general fue ajetreada, los documentos, las reuniones, los cabos sueltos y los problemas no terminaban nunca, solo los veía multiplicarse augurando los inicios de una guerra sangrienta y temía por que no estuvieran listos a tiempo.
Para el final de la semana, estaba claro que la situación pronto iba a rebalsarse y los pocos aliado que había conseguido se escapaban de sus manos. Necesitaba entablar lazos con alguien que tuviera una presencia importante en el negocio y la oportunidad llegó justo a tiempo de la mano de Fugo.
El sujeto había pasado por un infierno para conseguir una reunión en solitario con uno de los capos más influyentes del este.
El parecía interesado en sus planes y le había mostrado simpatía en las reuniones que compartieron, pero aun no estaba realmente de su lado y tenía que hacer todo lo posible para hacerlo cambiar de opinión
Fue así como una elegante cena se llevó acabo en un hotel de bajo perfil en las afueras de la ciudad. Solo los dos capos y sus cercanos estaban invitados.
Mista había figurado en la lista de invitados como su guardaespaldas al final y Fugo hacía de organizador moviendo todo para que el evento fuera perfecto.
Giorno presentó allí con un traje oscuro de corte un tanto más tradicional, pero con su toque personal; unos zapatos elegantes y el cabello suelto. Sabía que sus risos causaban un efecto distractor que jugaba con la atención de su interlocutor y que los primeros botones de su camisa abierta le darían la elocuencia extra que necesitaba.
Se había preparado meticulosamente para ese día, todo estaba dispuesto para ser perfecto. Tenía sus palabras preparadas, un elegante plan de cena privada y tiempo para "socializar" de sobra. Debía salir de allí con un trato cerrado.
Mista, por su parte, vestía un simple esmoquin negro y una camisa a medio abotonar por fuera del pantalón, volviendo completamente loco a Fugo que había planeado hasta el último detalle a milímetro y no soportaba que el guardaespaldas del jefe luciera como un playboy.
Se río aliviando el ambiente un poco acercándose a Mista para ayudarlo a arreglar su camisa. La verdad era que el también estaba un poco tenso. Estaba acostumbrado a hablar con todo tipo de personas, pero en el fondo sabía muy bien que esa reunión no era solo eso. Que entre líneas estaba escrito que dentro de esa sala iba a pasar algo más y no era algo que se hubiera tomado el tiempo de procesar.
Pensaba en eso lo menos posible, era un sacrificio que estaba dispuesto a hacer y enterrar en el fondo de su memoria como todas las cosas desagradables que alguna vez había hecho para lograr su sueño.
Levantó la vista al terminar de abotonar correctamente la camisa del moreno y trató de darle una expresión confiada a su rostro desconfiado y atento.
No quería lastimarlo, no quería que el único amigo cercano que tenía lo viera como lo hacía, pero no tenía otro plan. Así que con pesar dejó que el moreno depositara un beso en el dorso de su mano y luego se encaminó a la enorme sala privada que se había preparado en el piso bajo del hotel.
Mista y el no volvieron a dirigirse la mirada sino hasta que cruzó las puertas de la habitación y vio atrás, dejándolo en la oscuridad del pasillo donde se supone que debía esperar hasta que el hubiese terminado de mancillar su castidad.
Notas de la autora:
Hace tiempo que quería escribir esto, volveré pronto con el siguiente capitulo. Gracias por leer.
