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Era una noche de invierno fría y nostálgica, de esas en las que ataba sus cabellos en una sencilla coleta baja, se arropaba con una cálida yukata blanca que le hacía añorar a la madre que no recordaba y pensar en el padre que tanto admiraba. Preparó una infusión de té verde con miel y se acomodó en el sillón junto a la ventana para meditar un poco más en lo que la había traído hasta aquí. Una sonrisa cómplice se dibujó en su rostro y un ligero bochorno coloreó sus mejillas al referir lo decidida que estaba tanto a desafiar a Ranma como a obligarlo a desposarla.
Sabía que aquella promesa era vana, que fue forjada a base de mentiras en la más tierna infancia y que por tanto, no debía aferrarse a su palabra, pero estaba asustada, temerosa como cualquier niña de su edad, al saberse totalmente sola en el mundo. La muerte de su padre no le sentó bien. A ninguna persona le resultaba agradable esta desdicha, pero creía que la mejor manera de honrarlo, era hacer valer su promesa: El compromiso por el cual, Genma Saotome tomó su patrimonio como dote y partió sin mencionar hasta cuando iba a volver.
Ukyo se consideraba muchas cosas, pero ninguna de ellas era aprensiva.
Las pérdidas que sufrió desde temprana edad le dejaron en claro que nada es para siempre. Todo se esfuma como el agua entre los dedos, el viento entre sus cabellos, el calor en su exquisita taza de té. Suspiró para sus adentros envolviéndose a sí misma con una bata de seda en color zafiro.
Detestaba estos lapsus de feminidad y vulnerabilidad porque la hacían sentir dejada y patética. Le recordaban que por más que insistiera, la única persona a quien Ranma genuinamente, procuraba y amaba era a Akane Tendo.
Y ni siquiera lo hacía por obligación u honor, sino porque la quería en su interior. Eran actos espontáneos e involuntarios, interacciones que desde siempre negarían los dos, pero que estaban ahí en cada mirada esquiva, sonrisa mal disimulada, roce de dedos y ni qué decir de los celos. Era divertido hostigarlos, presionarlos para que se confesaran o lo aceptaran, pero quizás, en esa reticencia también se afianzaba su amor. A ella le encantaría encontrar a alguien así, prendarse de una persona y construir su relación como inconscientemente hacían Kuno y Nabiki, el Doctor Tofu con Kasumi o Shampoo con el atolondrado de Mousse.
Dios...
¡No podía creer que estuviera aquí, aletargada en su casa, envidiando a Shampoo y a Mousse!
¡Eso no podía ser! ¡Esta no era ella!
¡Ella era una estudiante de Preparatoria que administraba su propio su negocio y se hacía cargo de sí misma! ¡Claro que sí! Eso es lo que era…—se repitió soltando el listón blanco con que ató sus cabello, acariciando su melena espesa y suelta, dedicando un suspiro al viento porque sabía que ser una mujer autosuficiente e independiente no encajaría en el perfil que ambicionaban los hombres.
Nabiki Tendo, con toda seguridad sería una gran administradora de la fortuna Kuno, Kasumi ya era toda una ama de casa que además de cocinar exquisito se preocupaba por el bienestar de los que tenía por queridos. Shampoo encarnaría a una dictadora cruel pero justa mientras que Akane representaría a la amorosa madre que jamás permitiría que su esposo le arrancara al fruto de su vientre bajo promesa de convertirlo en el mejor artista marcial. ¿Y ella…? ¿Dónde o con quién encajaba ella?
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Si Ukyo Kuonji hubiera estado más centrada en los sonidos del derredor, enfocada en el hecho de que además de ser una estudiante y microempresaria, era una experta en combate marcial, habría detectado el peligro antes de que la golpeara. Para cuando escuchó la ventana quebrarse ya era demasiado tarde para arremeter, cubrirse o defender. El dolor la atravesó por todo el cuerpo, hizo que se arrepintiera de llevar aquellas sencillas y femeninas prendas, los cabellos sueltos limitaban su visión así que no pudo distinguir a su agresor.
Tan solo lo describiría como una alargada sombra de voz estridente y amenazante que enfatizó aquello que celosamente ocultaba a los demás: La calificó como la más mediocre de las prometidas de Ranma Saotome y después de humillarla, se esfumó.
A Ukyo le habría encantado refutar. ¡Ella no era la más mediocre de todas! pero tan pronto como lo pensó, el dolor la paralizó, su mente se nubló y su cuerpo se desvaneció.
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Minutos más tarde en el dojo Tendo, Akane estaba practicando sus katas con especial entusiasmo. Se encontraba sumamente molesta porque esta noche le pidió de favor a Kasumi que le permitiera elaborar la cena de Ranma y su hermana mayor aceptó. Supervisó cuidadosamente cada uno de sus pasos en la cocción del arroz, las verduras tiernas y el pescado asado, lo único que le dejó al gusto fue la sencilla labor de decorar el plato con especias suaves y bueno…¡Ella no tenía la culpa de que Kasumi tuviera tantas especias en la cocina como ella armas en su recámara!
¡Tampoco era culpa suya que no todas se combinaran entre sí! ¡O que arruinaran el sabor de la comida si las mezclabas con el arroz, el pescado o las verduras! ¡Todas parecían inofensivas! Y su plato decorado lucía como una verdadera obra romance.
¿¡Qué, eso no le debería bastar al maldito ingrato que agonizaba de dolor en su cama!?
¡Jamás en la vida volvería a cocinar para él!
¡Nunca!
¡JAMÁS!
Aulló con brío al partir en dos un montón de maderos y de pronto sintió una presencia atemorizante a su alrededor, P-Chan también la sintió y comenzó a chillar en advertencia, Akane adquirió la posición defensiva. El viento calaba más frío en las noches de invierno y recordaba situaciones macabras en las que los enemigos de Ranma de pronto los acechaban o las dichosa prometidas irrumpían en su propiedad a fin de llevarle comida y bebidas calientes a su más grande amor.
¡Si veía a una sola de ellas, le rompería la cara en dos!
Claro, que más tardó en decidirlo que en lo que efectivamente, una sombra siniestra arremetió contra ella. Akane la enfrentó bien firme sobre sus pies desnudos, P-Chan desapareció por algunos momentos de su campo visual, pero cuando volvió, su padre, el tío Genma y el mismísimo Ranma estaban ahí, cuidando sus espaldas y escrutando cada esquina del Dojo.
La sombra, que en realidad era una bellísima chica de cabellos rojos como el vino tinto, ojos cual ámbar y gruesos labios tintados de carmín, se presentó a sí misma como Cornelia, una admiradora de Ranma. Ella le demostraría a él y a todos que era la única digna de perpetuar su legado.
Esta visita, era solo una cortesía.
A todas las derrotaría, justo como hizo con la más patética y débil de ellas.
Ranma sonrió de lado y comentó que no le interesaba en lo más mínimo el tema de la sucesión, pero Cornelia se limitó a devorarlo con la mirada, devolver la sonrisa ladina y aclarar que esa decisión, no era suya.
Ella lo seduciría, convencería o cómo mínimo, obtendría su semilla.
Akane tensó todos los músculos de su cuerpo y preparó su mejor patada ante aquella morbosa declaración pero no hubo oportunidad de atacar, la doncella se esfumó con el viento, la oscuridad de la noche y las hojas sueltas de los árboles.
Minutos después, mientras Ranma luchaba contra el escalofrío que recorría su cuerpo, Shampoo llegó haciendo gran alarde de sus armas y frondosa anatomía, Mousse la seguía de cerca, el chico gruesas gafas, les dijo que fueron atacados en su hogar. Desde luego, la anciana Cologne y Shampoo eran todo, menos débiles en batalla y la enfrentaron con el rostro en alto, pero la retadora alegó algo sobre lastimar a Ranma y hacerse cargo de la más patética de ellas.
—Pensamos que se refería a Kodachi o a ti. —espetó Shampoo con singular alegría, relamiendo sus labios rosados y observando a Akane como si no fuera mejor que el bonito pompón que decoraba sus zapatos abiertos. Antes de que la aludida pudiera responder, la risa estridente de Kodachi Kuno les anunció su llegada. La prepotente gimnasta también venía armada y quería saber si su adorado Ranma se encontraba bien. Shampoo repitió sus palabras cargadas de saña.
—¿¡Patética, yo!? ¡JAJAJAJA! La Rosa Negra es todo, menos patética. Enfréntenme cuando quieran. Claro, que si lo hacen de noche, corren el riesgo de ser sorprendidos por Sasuke, mi querido hermano o mi adorada mascota. ¡JAJAJAJA! Ranma mi amor, mañana tengo un día ocupado, así que tendremos que dejar nuestra velada romántica para otra ocasión. —un batir de su listón rojo y una sucesión de pétalos negros fue lo que se vino a continuación.
Su padre comentó que como mínimo, Kodachi debería quedarse a barrer, el Tío Genma asintió con un movimiento de rostro y tanto Shampoo como Mousse hicieron eco de la misma opinión.
—Abriremos el restaurante a primera hora de la mañana por si quieres desayunar algo delicioso, Ranma. —Shampoo le sopló un beso antes de saltar a la barda y comenzar a alejarse.
—A mi no me impresionan las mujeres que te acosan Saotome, pero deberías pensar más en los daños colaterales. —Mousse se marchó siguiendo a su musa quien como siempre lo despreciaba. Estando finalmente a solas, sus padres anunciaron que regresarían a la casa.
Kasumi y Nabiki preguntaron desde el interior a qué se debía tanto ajetreo y los mayores respondieron que había sido otra loca enamorada de Ranma.
—Si les cobráramos por irrumpir en propiedad privada, ya tendríamos una cuantiosa fortuna amasada. —declaró Nabiki.
—¡Papá! Debiste avisarme para llevarles a todos una taza de té —opinó Kasumi.
—Me temo que no hubo oportunidad, hija.
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—¿Y entonces…estás bien? —preguntó Ranma como no queriendo la cosa. Akane aún enfundada en su traje de karate asintió con un movimiento de rostro. P-Chan llevaba un rato en su regazo, se había cansado de protestar y patalear en respuesta a las provocaciones de Kodachi y Shampoo, así que ella le acariciaba la frente amplia y las orejas.
—Estoy bien, pero…¿No te dio la impresión de que a pesar de todo, Kodachi y Shampoo estaban preocupadas por ti?
—Te equivocas, si se preocupaban por alguien, era por ti.
—¡¿Insinúas que soy la más débil?! —aulló con furia, recobrando su fragor inicial. La cena habría sido perfecta, si Kasumi no la hubiera dejado de supervisar.
—Insinúo que eres… la más cercana a mi. —Ranma le dio la espalda aunque aún así ella alcanzó a ver el ligero rubor en sus mejillas y algo de eso también le afectó, la puso a la defensiva.
—¡ESO NO ES CIERTO! Bueno, sí…vivimos juntos, pero el negocio y la casa de Ukyo, no están demasiado lejos de aquí. —comentó con el rostro igual de incendiado. Ranma le restó importancia a lo dicho.
—Ukyo sabe defenderse muy bien y es mucho mas centrada que aquellas dos. Si no vino a mitad de la noche es porque sabe que mañana nos verá en la escuela.
—Es verdad, deberíamos descansar. —Ranma asintió con el rostro y se encamino hacia la casa aunque, a medio camino de eso no omitió comentar.
—Por cierto, Akane. No vayas a pensar que se trata de otra prometida que convenientemente, olvidó mencionar mi padre. A esa endemoniada mujer jamás la había visto.
—Lo sé...por lo que dijo y como actuó, me dio la impresión de que fue ella quién te observó.
—¿A caso estoy detectando algo de preocupación en tu tono de voz? —se burló de pie frente a ella, buscando acariciar sus manos, pero estaban ocupadas sosteniendo a un adormecido P-Chan. No obstante, su cercanía, el calor de su piel y la profundidad de su mirada, la pusieron histérica.
—¡ESTÁS DETECTANDO UNA MIERDA! —el puñetazo que le asestó en la quijada mandó a volar a P-Chan y a Ranma lo dejó ir en caída libre a la nada. El pelinegro bramó que con ese carácter jamás habría de casarse. Ella respondió que no le importaba, ni necesitaba casarse. ¡Ella sola podía hacerse cargo del Dojo.
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N/A: Esta historia está dedicada a Alina King, intenté que los personajes estuvieran más apegados a lo que sería el anime aunque hay notables agregados míos, espero que sea de su agrado.
