"¡Auxilio! ¡AUXILIO!"

No recibió otra respuesta más que el eco de sus gritos retumbando en el oscuro y lúgubre subsuelo de la caverna. Su perseguidor rugió desde las sombras nuevamente, iracundo y con evidente sed de sangre, recordándole que debía de seguir moviéndose si quería vivir.

"¡MAMI! ¡PAPI! ¡Ayúdenme, por favor!"

Su agudo y amargo llanto despertó a todos los Zubat que dormían encima de donde acababa de pasar. Los pequeños y ciegos pokémon murciélago, alterados y enojados, soltaron sus garras y patas de las estalactitas del techo para tirarse en picada y revolotear alrededor de ella, intentando clavar sus colmillos sobre su piel con intención de envenenarla. Más asustada que nunca, logró apartarlos lo mejor que pudo a base de manotazos, no sin recibir unos cuantos rasguños en el proceso.

El monstruoso engendro que la perseguía rugió por tercera vez en la oscuridad, infundiendo temor en su corazón y espantando a todos los Bronzor y Geodude salvajes en el proceso. El estruendoso sonido que su pétreo cuerpo producía al arrastrarse hacía temblar el árido e irregular terreno como el más despiadado de los terremotos.

"¡POR FAVOR, QUE ALGUIEN ME AYUDE!"

Había sido una estúpida en bajar allí, en haberse separado de su familia solo por querer hallar pokémon extraños a los que investigar y fotografiar, cuando el profesor le había dejado más que claro que no debía alejarse, que aquel lugar era tan engañoso como el Monte Corona o la Cueva Retorno. Y ahora estaba perdida en una zona donde nadie la escucharía gritar, encerrada con una bestia que no le tendría compasión de ningún tipo.

Un cuarto y ensordecedor rugido por parte de su acosador produjo una inesperada vibración que la hizo finalmente perder el equilibrio y caer violentamente al suelo, lesionándose el tobillo izquierdo a causa del impacto. Estaba acorralada, y ya no podía seguir corriendo. Intentó gatear, sabiendo en el fondo que era en vano. La gran serpiente de roca ya la había alcanzado, y ahora solo se limitaba a observarla con odio en sus enrojecidos ojos, jugueteando con su presa antes de rematarla.

"¡NO! ¡ALÉJATE! ¡NOOOOOOO!"

Cerró los ojos entre lágrimas mientras escuchaba al Onix alzando su larga y pesada cola con intención de aplastarla. Y justo cuando pensaba que moriría en el acto y que nadie vendría a rescatarla, oyó a su atacante soltar un gruñido de dolor, lo que la obligó a alzar su vista con curiosidad.

Una pequeña criatura que jamás había visto en toda su vida se había atrevido a venir en su ayuda, produciendo un profundo corte en el párpado izquierdo del colosal y cornudo pokémon serpentiforme con sus diminutas y no del todo desarrolladas garras en sus patas delanteras. Se trataba de lo que podía ser descrito como un reptil bípedo y obeso de escamas color azul pálido y filosos dientes, con una aleta dorsal en su cabeza que compartía cierta semejanza con la de un tiburón martillo y dos cuernos en los costados de la frente que, además de poseer una raya cían en el medio, parecían los motores de un avión jet. Carecía de cuello, y su rojo vientre se estiraba desde su abdomen hasta su maxilar inferior.

El Onix rugió colérico al ver que estaba siendo desafiado, por lo que sin pensárselo dos veces arremetió contra su nuevo oponente. El pequeño pokémon contestó de inmediato, liberando de sus mandíbulas un enorme rayo de fulgurante energía anaranjada que produjo una ensordecedora explosión, dañando a su contrincante notablemente y forzándole a retirarse. En cuanto le vio emprender la huida, se dio la vuelta para inspeccionar con la mirada a aquella a quien había rescatado, recibiendo un sorpresivo y fuerte abrazo.

"¡GRACIAS, GRACIAS! ¡Oh, amiguito, no sé por qué lo has hecho, pero me has salvado!"

El minúsculo escualo terrestre esbozó una amistosa y graciosa mueca con sus fauces que parecía una sonrisa mientras ella tomaba de su pequeño bolso la pequeña enciclopedia portátil que le habían regalado por su cumpleaños el mes pasado, con intención de escanearle y obtener información sobre él. El dispositivo finalizó su tarea hablando con una voz sintética femenina que formaba parte de su programación.

"Gible, el pokémon terrascualo. Ataca usando su enorme boca y, con lo torpe que es, también se suele dañar con sus potentes ataques. Los machos se caracterizan por tener un corte triangular en la aleta dorsal."

"Vaya. No pareces tener ningún corte triangular como el que dice mi pokédex. Entonces, eso quiere decir que eres una niña, ¿No es cierto?"

La Gible gruñó muy contenta, feliz de que aquella humana hubiese reconocido su sexo, y comenzó a darle pequeños e inofensivos mordiscos en la mano izquierda. Ella sonrió al ver aquella conducta tan tierna y juguetona. Pero la alegría le duró poco al oír un trío de voces familiares.

"¡Por allí!"

Giró la cabeza levemente para mirar hacia más adelante, solo para hallarse con el escenario que ya se temía encontrar: el profesor Rowan, acompañado de sus padres, venían corriendo hacia ella, frenando a tiempo para detenerse a verla con miradas repletas de reprobación y de decepción. Su madre fue la primera en gritarle.

"¡Cynthia! ¡Casi me matas de un infarto! ¿Qué tienes que decir en tu defensa?"

Se quedó unos segundos en silencio, insegura de qué excusa inventar para evitar un castigo ejemplar. Miró a Gible, quien todavía le sonreía con júbilo, como si estuviese feliz de estar a su lado. Y entonces una alocada idea atravesó su mente, dibujándole una sonrisa en los labios y llevándola a hacer una declaración con orgullo.

"¡Quiero ser entrenadora!"


"¡Gabite, usa Terratemblor!"

"¡Riolu, Palmeo!"

Ambos pokémon acataron sus respectivas órdenes sin pestañear. Mientras Gabite golpeaba fuertemente la rocosa superficie con ambas patas para generar una contenida onda sísmica expansiva, Riolu saltó lo más alto que pudo para evadir el ataque y luego aterrizar justo enfrente de su rival, donde procedió a realizar una serie de golpes con sus palmas que Gabite esquivó a la misma velocidad, siguiéndole el ritmo mientras esperaba las próximas instrucciones de su entrenadora.

"¡Ahora Gabite, utiliza Golpe Bis!"

Ansiosa por enseñar todo su poder, Gabite no vaciló e iluminó con un resplandeciente brillo verde claro las aletas en sus brazos, convirtiéndolas en poderosas cuchillas que entraron en contacto con su ya agotado oponente, produciendo dos potentes cortes en su torso que le hicieron caer rendido a causa del dolor. El combate había concluido, y una vez más las dos se habían hecho con la victoria.

Mientras el joven de cabello oscuro y ojos azul marino socorría a su pokémon, Cynthia corrió contenta hacia su pokémon con la intención de abrazarla.

"¡Oh Gabite, te has lucido como siempre!"

La pokémon se sonrojó y miró para otro lado, halagada por el comentario de su dueña y mejor amiga. El joven y su Riolu no pudieron evitar enternecerse al ver el vínculo que las unía a ambas.

"Realmente tú y Gabite se han vuelto más poderosas de lo que jamás podremos llegar a ser, Cindy."

"Tú y Riolu tampoco pelean mal, Riley. Estoy segura de que algún día podrían llegar a convertirse en miembros del Alto Mando con la dupla que forman."

Riley descartó el comentario de su vieja amiga con un breve gesto de interjección.

"Sí, claro. Probablemente me tome años alcanzar tu nivel, entrenando aquí en la Isla Hierro. Pero tú sí tienes oportunidad. Si tus pokémon y tú siguen entrenando así de duro, lo más seguro es que terminen siendo los ganadores del torneo por el título de de nuevo campeón de Sinnoh este año."

"Como si esas cosas pasaran. Todavía me hace falta reunir tres medallas más, y solo así tenga quizás la chance de participar. Además, la competencia de este año se ve feroz a juzgar por los participantes."

El joven negó con la cabeza.

"Los he visto a todos, y créeme cuando te digo que ninguno se compara a ti y a tu equipo. Escucha, eres más capaz de lo que piensas. Tan solo continúa así y ya verás lo lejos que terminas llegando."

"Bueno...quizás tengas razón. Supongo que solo será cuestión de no quedarme dormida en los laureles."

La conversación fue abruptamente detenida por un pitido intermitente. El poké-reloj de Cynthia estaba vibrando y sonando, producto de una alarma pre-programada.

"¡Rayos! ¡Son casi las siete! Mi abuela me hará picadillo si no llego a tiempo para la hora de la cena. Ya no tengo tiempo de tomar el ferry, así que me iré volando en Togekiss. ¡Muchas gracias por la sesión, Riley! Te veré mañana a la misma hora."

"Que tengas un buen regreso a casa, Cindy. Y buena suerte."

Con una rapidez fruto de años y años de haber participado en numerosas maratones, la joven muchacha rubia y su Gabite abandonaron la cueva. Justo cuando la primera se encontraba a punto de sacar la poké ball que contenía a su Togekiss, sintió como la segunda jalaba de su brazo con su garra derecha, forzándola a voltearse.

"¿Qué ocurre, Gabite?"

La dragona de escamas azul oscuro aprovechó la oportunidad y rodeó la cintura de su dueña, abrazándola con alegría. La adolescente no pudo evitar devolverle el gesto, acariciando su cabeza con ambas manos en señal de afecto.

"Yo también te quiero, chica. Es increíble lo lejos que hemos llegado, ¿No crees? ¿Y sabes qué más? ¡Podemos llegar aún más lejos! Ahora estoy más que segura de que Riley está en lo cierto. ¡Los venceremos a todos y nos volveremos campeonas! ¡¿Estás conmigo?!"

Gabite se separó de ella para responder con un reverberante rugido que pareció sacudir hasta las pequeñas piedras que había en el suelo, enorgulleciendo a su entrenadora. Ya no le cabía duda alguna a ninguna de las dos de que se harían con el triunfo. Tan solo necesitaban prepararse.


"¡Lo logramos, Garchomp! ¡LO LOGRAMOS!"

Cynthia cayó de rodillas, con sus manos tocando el liso y algo quemado piso de baldosas plateadas. Todo había ocurrido tan rápido que apenas podía acabar de procesarlo.

Garchomp, su gran compañera y la pokémon que la había acompañado desde el inicio de su viaje como entrenadora, yacía exhausta sobre el suelo, debilitada y con un montón de moretones y cicatrices. Todo su equipo había sido derrotado por completo.

Y frente a ella, tenía ahora a la autora de aquella metafórica e impresionante masacre: aquella joven de cabello y ojos azul oscuro grisáceo que le había ayudado a salvar a toda la región y al universo entero de un fin inminente, ahora abrazando a su Garchomp macho con todo el amor que le tenía y aplicándole mimos en el hocico. Su pokémon respondía lamiéndola y mordiéndola cariñosamente en ambas manos, envolviéndola con los dos brazos para abrazarla.

Una sonrisa débil se formó en sus temblorosos labios mientras comenzaba a llorar de la emoción, reconociendo la nostálgica imagen viviente que tenía frente a ella y que tantos hermosos recuerdos le evocaba. Poniéndose de pie y ayudando a su dragona a incorporarse procedió a aplaudir a Dawn para felicitarla en medio de los reflectores que las rodeaban tanto a ellas como a sus pokémon. La joven aspirante se volteó a verla sorprendida y contenta a la vez.

"Hace unos minutos sólo tenías un gran potencial. Ahora te has alzado al título y has demostrado tu valía. ¡Tenemos una nueva campeona!"

Dawn sonrió emocionada mientras Leafeon, Infernape, Floatzel, Weavile y Staraptor salían también de sus balls para formar un abrazo grupal. Aquel era el mejor día de su vida.