Advertencias:Este OS contiene espoilers del capítulo 120 del manga y en general del incidente en Shibuya, si no estás al corriente por favor no leas y si lo haces es bajo tu propio riesgo.
—Malasia...si Malasia está bien...construiré una casa a la orilla del mar. Finalmente desempolvare los incontables libros que he comprado y nunca he leído y al pasar página tras página recobrare el tiempo perdido...
"No, ahora estoy yendo a Salvar a Fushiguro...¿Dónde estará Yuuji?...pero también ¿Qué pasó con Maki y Naobito?...Yuuji ¿dónde estás?...¿Qué les pasó a todos?...te necesito Yuuji ahora, aquí conmigo..."
"Demonios estoy cansado...muy cansado...si exhausto...ya hice suficiente ¿No crees Yuuji?.
Nanami comenzó a caminar sin pensarlo en cuanto las llamas se apagaron gracias a su energía maldita y con la que apenas alcanzó a cubrir parte de su cuerpo con ella y no morir consumido por esas feroces llamas, ese calor intenso y que no se comparaba con nada que hubiera sentido antes. No recordaba exactamente dónde estaba, así que solo era su cuerpo caminando en modo automático.
La grave quemadura de tercer grado en su lado derecho se extendía desde su abdomen hasta la cabeza y dónde consumió hasta dejar expuesto el hueso de su cráneo. Su ojo ya lo había perdido pero no siente dolor, supone que la adrenalina y el shock a bloqueado su sistema nervioso, tampoco es que quedaran muchos nervios, carne y piel ahí.
Respira con dificultad y persiste el olor a carne quemada, decide ignorarlo y se mantiene alerta, ve claramente todo el panorama y sabe que debe de seguir; ¿A dónde? No lo tiene claro. ¿Para que? Tampoco lo sabe. ¿Por quién?...por Yuuji.
Necesita encontrarlo para saber que está bien. No lo ha visto desde que la misión empezó, tampoco desde hace una semana atrás donde lo último que se dijo entre ellos fue una confesión y un rechazo.
—Nanamin te amo, se que piensas que soy un niño...y si lo soy, pero este niño tiene claro cuánto te ama y quiere estar a tu lado.
Nanami lo vio con su expresión plana y solo atinando a decirle que estaba confundido, que el pensar que moriría joven le había hecho tomar decisiones apresuradas y todo lo que sentía en realidad era producto del impulso de sus hormonas y que él no podía hacer nada por ello.
Yuuji trató de abrazarlo y él detuvo sus manos sujetándolas firmemente en sus costados. Aún que Yuuji derramó lágrimas, le pidió regresará a los dormitorios del campus y se olvidara de todas esas tonterías.
Al llegar a casa se quitó su saco, lo aventó sin cuidado al sofá largo de pana negro, aflojó su corbata y fue directo al minibar; sacó un vaso de la gaveta baja, fue al refrigerador por una charola de hielos para sacarlay ponerla unos segundo bajo el chorro de agua. Tres cubos de hielo salieron con facilidad y se depositaron en el vaso. Regreso a dónde una selección amplia de botellas de bourbon lo esperaban como todos los días, tomo la más próxima a su mano y la destapo, vertiendo el líquido ambarino sin preocuparse en que casi llena el vaso, ni haber olisqueado desde la botella como acostumbraba hacerlo, dejando que el aroma frutal y amaderado inundara sus fosas nasales. En esos momento no estaba de humor.
Por un segundo vio más atractiva la idea de llevar el líquido directo de la botella a su boca, pero ya había preparado el vaso y eso sería un desperdicio. Dejó la botella en la superficie del minibar y sin pensarlo le dió un gran trago a su vaso.
Dejó que el líquido se derramará por toda su boca, sintiendo la quemadura y el ardor del alcohol por toda esta y al bajar por su garganta. Aunque estaba fresco por el hielo, en su esófago se sintió cálido hasta que se perdió la sensación más adentro. En otro trago fue que se terminó el resto de su bebida y se sirvió más.
Al dejar la botella nuevamente sobre la mesa el ruido del vidrio de la botella con la madera lo hizo reaccionar pues había golpeado con fuerza.
No quería pensar en nada, quería arrancar esos tontos e inútiles pensamientos sobre lo que le dijo Itadori. Convencido de que esos no eran sentimientos genuinos, no podían serlo por qué era un niño —Una vocecita en su interior que sonaba idéntica a Gojo le decía: "No, Nanami no es un niño es un adolecente en desarrollo pero más maduro de lo que te puedes imaginar"—. Maldita sea esa voz.
Tomó otro trago largo, empezando a sentir liviana la cabeza y el cuerpo, pero maldita sea la opresión en su pecho que no se iba ni se atenuaba un poco, todo lo contrario. Empeoró a partir de ahí que siguió bebiendo; recordar la expresión feliz y esperanzada cuando Yuuji declaró sus sentimientos y como está se fue apagando cuando Nanami razonó con él. Rechazandolo.
Detuvo sus manos por miedo a no detenerse él mismo si Itadori lo abrazaba. A no detenerse y besarlo. A decirle que él también se había enamorado de su arrolladora personalidad, de su enorme sonrisa, de su bondad y esperanza por un mundo mejor. De su consideración hacia todos los que lo rodeaban. De pensar en otros antes que en sí mismo y como todo eso también lo exasperaba y odiaba. Por qué Yuuji era demasiado bueno para este podrido mundo de la hechicería y conformarse con estar con alguien tan aburrido como él.
Nanami quedó hechizado desde que Yuuji le salvará la vida al quedar atrapado en el dominio del tipo cocido y quedar convencido de que no era una bomba de tiempo como contenedor de Sukuna, era un humano con una gran convicción y fuerza, ganando enteramente su respeto. En esa ocasión estaba seguro que su fin había llegado y al recapitular su vida, esta había sido aburrida y sin sentido. Absolutamente nada destacable ni cuando era pequeño. Haibara varias veces le dijo que hiciera el esfuerzo por divertirse, pero eso no tenía sentido en sus trágicas vidas.
De haber sabido que Haibara moriría en una misión tan simple como lo era una maldición de categoría 2, con sus habilidades resultaría ser pan comido, pero resulto en un categoría 1 y dios de aquella localidad. Habría hecho el esfuerzo de salir más con él; al karaoke que tanto insistía o simplemente ver una película en el cine.
Tenía arrepentimientos como todos los hechiceros, eso era normal, pero justo cuando pensó en todo lo que le hubiera gustado hacer. Itadori apareció rompiendo el dominio de la maldición de grado especial desde afuera, y considerándose afortunados, Sukuna intervino.
Había salido vivo por un pelo y al ver el rostro de Yuuji aliviado por su bienestar sintió una arritmia extraña al verlo. Había pensado que era la adrenalina y el miedo pero conforme pasaron los días y continuaron trabajando juntos, estás eran recurrentes en la presencia de Itadori.
Le tomó tres días darse cuenta de que se enamoró como lo hacen los idiotas; duro y sin remedio, pero jamás permitiría que esos sentimientos se dijeran en voz alta.
Había razones obvias y poderosas para no hacerlo, empezando por qué Yuuji apenas tenía quince años, por si misma, esa era razón suficiente para detener todo. Eran compañeros de trabajo y él tiene como regla tácita no involucrar sus sentimientos en el trabajo. Se conocía muy bien y si había intereses de por medio terminarían comprometiendo cada misión en la que participarán juntos o no, siendo eso una enorme distracción. Lo que lo llevaba a pensar en otra gran razón y es que no tenía la garantía de nada. Su trabajo tenía está constante en la que no sabían si iban a morir hoy, mañana, la próxima semana o dentro de unos años. Ser un hechicero solo te garantizaba morir joven, de una forma horrible y se necesitaba ser un verdadero demente para continuar haciendo este trabajo aún así. Efectivamente todos ellos estaban transtormados, rotos y locos.
Había huido una vez precisamente por eso, regresó, pero lo cierto es que lo hizo sin un motivo claro.
Ahora llegaba Yuuji con todos esos sentimientos recíprocos hacia él y lo único que pudo pensar es que todo estaba mal.
Cómo en ese momento estando entre la vida y la muerte, todo estaba mal. Él estaba mal, pero esta horda de almas modificadas en el metro. —¿Aún seguía dentro del metro?, ¿Estaba en la calle?— estaba mal y debía continuar buscando a Yuuji.
Sin pensarlo mucho se encargó de todos ellos, dándoles un fin rápido y sin más sufrimiento.
"¿Dónde estás Yuuji? Necesito decirte algo urgentemente."
Nanami se detuvo al ver con su único ojo a la maldición del cuerpo cocido, o mejor conocida como Mahito.
—No sabía que estabas aquí.
—Sip, todo el rato, ¿Podemos charlar?. No hay vuelta atrás después de todo.
Ver a este tipo era lo último que necesitaba, pero tenía razón, no había vuelta atrás. No encontró a Yuuji a tiempo y tendría que llevarse sus sentimientos a la tumba.
"¿Haibara al final que era lo que yo quería hacer?..."
Debía ya de estar en las últimas pues ahí estaba tan claro y nítido como la última vez que lo vio con vida. Haibara, con esos ojos enormes y brillantes, con esa sonrisa fácil siempre en su boca. El uniforme de la preparatoria limpio y desarreglado como siempre solía llevarlo. No tenía sangre ni tierra y las heridas que le causaron la muerte ya no estaban.
—Tú simplemente huiste, no hiciste nada admirable y luego volviste sin un motivo claro aparte que dejaste que ese chico pensara que tú no lo querías.
"No Haibara no es así, no digas eso...quiero que lo sepa, que sepa cuánto lo amo...pero eso se convertirá en una maldición para él "
—¡Nanami!
"Ahí estás" pensó Nanami al ver por fin a Itadori. Entonces todo empezó a cobrar sentido, empezó a sentir su cuerpo y el dolor agudo de las heridas. Pensó en que no quería que esta fuera la última imagen que Yuuji tuviera de él, pero no podía hacer nada. Necesitaba ser claro con su palabras.
—Te encargó el resto.
Nanami lo último que escuchó fue el grito alto y claro de la voz de Yuuji llamando su nombre y después todo se evaporó, sus sentidos se apagaron, su mente se sumergió en lo que parecía agua y su cuerpo dejo de doler.
Pensó en que así era como se sentía morir; sentir que por fin podía descansar.
Se dejó llevar por lo que fuera que lo meciera en esa oscuridad total pero reconfortante. Pensando en que todo estaría perfecto si tan solo tuviera los brazos de Yuuji aferrados a su cintura y su cabeza descansando en su pecho mientras él acariciaba sus suaves cabellos rosados y con la otra mano libre sostenía uno de los tantos libros pendientes por leer. Ambos acostados en una hamaca colgada en el porche de la bonita casa hecha a la orilla del mar en Malasia, disfrutando de la cálida tarde y el sonido de las calmadas olas, respirando el aire con olor a sal marina.
Levantarse por el gruñido del estómago de Yuuji y preparar sandwiches de carne y volver al porche para comer en la mesa de exterior y regañar a Yuuji con cariño por dar bocados grandes y no pensar que se podía ahogar, pasando su dedo pulgar por la comisura de sus suaves labios para retirar el aderezo que se hubiera escapado y llevarlo a su boca, ambos provocándose con la mirada.
Hacerle el amor en la gran cama que mandaron pedir por qué Yuuji suele dormir como estrella de mar. Sentir su suave piel y músculos marcados bajo las palmas de sus manos y dedos. Saborear su boca mientras Yuuji lo monta y oírlo gemir su nombre. Verlo metido en sus camisas a la mañana siguiente mientras prepara algo para desayunar y sorprenderlo al posar sus manos en sus caderas y acercarlo para oler su cabello con el aroma de su shampoo de menta por qué Yuuji ya no usa el suyo afrutado, diciendo que el que usa su Nanamin es mejor y le gusta oler a él.
Ir ambos por las compras al centro de la ciudad y pasar a dar una vuelta por la plaza, comprar helado de chocomenta para Yuuji y de pistacho para él, por qué tienen estos gustos que a otros se les harían de ancianos.
Escuchar su respiración acompasada y calma al dormir -y antes de que terminara al otro lado de la cama con piernas y mano extendidas- acariciar sus mejillas agradeciendo estar ahí para Yuuji y que Yuuji estuviera para él.
Si tan solo se hubiera atrevido a mandar todo al carajo y disfrutar aunque fuera esa última semana juntos. Tener un poco a no tener nada. Claro que él lo pensaba desde su perspectiva al morir, por qué él no era quien se quedaba a llorar la muerte de Yuuji. En retrospectiva fue lo mejor.
Si tan solo la vida le diera otra oportunidad...¿Realmente la aprovecharía?...definitivamente si. Al carajo todo y todos, él ya había hecho suficiente por el bien colectivo y por los más débiles. Solo déjenlo descansar con el chico que ama en el lugar que quiere. Déjenlo ilusionarse con planes a futuro; una boda y quizás adoptar un perro o gatos, quizás un niño si Yuuji quiere.
"Oh, ahí está, la luz al final del túnel"
"¿Entonces no hay otra oportunidad eh?"
"Yuuji...sigue adelante...sigue viviendo...no te rindas, y cuando estés listo ven a mi, yo te estaré esperando..."
¿A qué huelen los hospitales?, varias veces Nanami se preguntó eso. Una vez estúpidamente le pregunto a Gojo y este le dijo que a muerte. Shoko le dijo que a antiséptico, alcohol industrial y desesperanza.
Curiosamente en ese momento olía a vida.
El cuarto estaba a oscuras y había un ruido, más como un pitido constante proveniente de algún lugar y que estaba perforando su cabeza. ¿Por qué le dolía tanto la cabeza para empezar?, ¿Por qué no podía moverse?
Trato de hablar pero su boca no respondía y la sentía tan seca que al tratar de pasar saliva sintió como su una lija resbalara por ella
Dejó de intentarlo y se enfocó en calmarse, en tratar de entender lo que estaba pasando y, lo que parecía era en un cuarto de hospital, lo que se oía seguro era la máquina que monitoreaba sus signos vitales. Ya era de noche pudo distinguir por la ventana a su lado abierto de las persianas, pero estaba seguro que no sería la misma noche de la misión en Shibuya.
Entonces estaba vivo, pero ¿por qué lo estaba? si lo último que recuerda es a la maldición de primer grado tan cerca de él que estaba seguro que lo había modificado para matarlo.
El recuerdo de Yuuji llegando y gritando su nombre azotaron a Nanami con fuerza, la preocupación naciendo en su cabeza y haciéndole sentir el pecho pesado, preguntándose si Yuuji estaba bien y dónde estaba. Esto avivó su imperiosa necesidad por moverse para que vieran que estaba despierto y le dijeran dónde estaba Itadori.
Pero ante la repentina oleada de emociones sintió que nuevamente quería quedarse dormido y no no no, él necesitaba buscar a ese intrépido chico pelirosa y asegurarse que estuviera bien, por qué entonces está era su segunda oportunidad y quería, necesitaba mejor dicho, decir todo lo que sentía por Yuuji antes de que fuera tarde y algo más pasará.
—Y...u..uu...ji...jiji...Yuu...uuj...ji.
Era tan frustrante querer gritar y que apenas salieran estas pocas palabras y de una forma tan lamentable, pero cuando sintió algo apretar su mano derecha, quiso girar su cabeza y frustrado una vez más por que no pudo. Maldita sea su cuerpo inservible en ese momento.
—¿Nanamin?. —La voz salió baja, llena de tristeza y miedo pero con un poco de esperanza.
Nanami se concentró en mover su mano y dar un apretón, esperando que la persona ahí con él lo sintiera y deje verlo por qué tiene una idea de quién es, pues quién más que su Yuuji lo llama así, pero necesita verlo con lo que parece ahora su único ojo.
En su reducido campo de visión entre una mata de cabellos rosa que en automático lo calman. Enseguida dos pares de ojos color café caramelo rojos e hinchados lo ven sorprendido y amenazan con hacer brotar más lágrimas. Se ven tenues por la escasez de luz pero no dejan de brillar, sea por efecto natural o las lágrimas que se acumulan.
Siente algo cálido recorrer su propia mejilla y espera que sea la mano de Yuuji que lo toca y no su lágrimas.
—¡Nanamin estás despierto!, ¡Dios que alivio!— Las lágrimas de Yuuji se derraman como dos llaves de agua y a Nanami se le hace muy tierno esto de Yuuji. —Voy por Ieiri-san, espera un poco.
Nanami no puede espera un poco, así que aprieta la mano de Yuuji para que no se vaya, necesita decir esto.
—Yuu...uu...ji...te...te...am…te..a...mo.
Yuuji detuvo todos sus movimientos quedando congelado en su lugar, viendo con ojos desorbitados a Nanami, preguntándose si escucho bien o fue producto de su imaginación y de las cinco noches que lleva sin dormir bien, y sin apartarse más que para ir a ducharse y cambiarse rápidamente.
—¿Tú que...Nanamin?
Nanami cierra su ojo y necesita concentrarse para volver a ser tan claro como el agua y decir lo que siente sin miedo y sin vacilar.
—Yuuj...ji...te...amo…
Las lágrimas vuelven a brotar de los ojos de Yuuji y si pudiera se subiría a horcajadas sobre Nanami, pero Okkotsu fue claro al decir que aún necesitaba recuperarse por completo, pues su técnica de sanación inversa había curado las quemaduras y lesiones graves dentro de su cuerpo pero aún así debía recobrar las fuerzas. No pudo recuperar el ojo y tendría una gran cicatriz en toda la cara de lado izquierdo junto a su brazo, hombro, costado y estómago, pero escucho bien, Nanami Kento lo ama de regreso.
Para Yuuji lo único que le importa es que estaba vivo y que había podido salvarlo a tiempo de las garras de Mahito y que gracias al hermano de Niitta-san pudieron estabilizar su cuerpo hasta llegar con Shoko y lo atendiera . Corriendo con aún más suerte al llegar Okkotsu al día siguiente de urgencia pues Maki, Inumaki, Todou y muchos otros necesitaban atención que solo su técnica podía darles para salvar sus vidas.
—Yo también te amo Kento, no tienes idea de lo aterrado que estaba por perderte..pero estamos aquí y es todo lo que importa. —Yuuji llevó su mano a su boca para depositar un suave beso y restregar esa gran mano en su mejilla —Ahora déjame ir por Iieri-san para que te examine por favor.
Nanami lo soltó más por el abrumador cansancio que empezó a sentir nuevamente y en el que cedió. Necesitaba descansar.
A Nanami le tomó otra semana poder mantenerse despierto e intentar hablar, aún sentía la garganta irritada, Shoko le había explicado que parte de la quemadura había alcanzado su garganta y por eso la sentía extraña.
—Hola Nanamin— Yuuji entre abrió la puerta dejando ver solo su cabeza ladeada con una gran sonrisa. Yuuji lo visitaba casi todos los días aún que fueran solo unos minutos. Le había dicho que no tenía problema con que no lo hiciera, pues entendía que ahora estaban doblemente cargados de trabajo por las bajas y la nueva misión de encontrar a Geto y la caja confinadora que selló a Gojo, sin encambio Yuuji solo lo beso y le dijo que no tenía inconveniente y que el verlo le hacía bien y estaba seguro que también era así para Nanami. Lo cierto es que si, Yuuji era su freno antes de sumergirse en pensamientos fatalistas y el miedo inexplicable pero parte del estrés pos traumático.
Aunque le dijeron que aún tardaría bastante en regresar a trabajar, él se sentía ansioso por hacerlo, salir junto Yuuji y ponerle final a los que confabularon la masacre de Shibuya. Encontrar a Gojo y por igual ponerles un freno a los altos mandos pues declarar a su compañero peliblanco un traidor e insistir con la ejecución del amor de su vida ya era suficiente y a Nanami ya no le importaba anteponer sus sentimientos ante la lógica y el trabajo.
Lo decidió y no se iba a retractar, lucharía por un futuro con Yuuji.
Años después…
La arena se siente suave entre los dedos de sus pies y poco a poco empezaba a hundirse en esta por permanecer parado ahí, decidiendo si meter aunque sea los pies al agua fría que iba y venía, su pantalón de vestir claro se arruinaría como el traje que usó junto al de Yuuji y que terminó amarillento en vez de blanco prístino aunque fuera mandado a la tintorería. Habían decidido dar una caminata a la orilla del mar justo después de la ceremonia civil y Yuuji siendo tan él, terminó arrastrándolo hacia el mar, también arruinando sus peinados que Kugisaki -que ahora era un Zen'in pero la costumbre del anterior apellido aún era difícil de quitar- había esmerado en hacer para que ambos se vieran presentables, y más Yuuji quien necesito un poco más de laca en sus cabellos rebeldes.
Optaron por usar jeans y unas sudaderas a juego para el resto de la recepción pero eso no importaba por qué ver la sonrisa de Yuuji tan grande y brillante con las olas del mar de fondo era algo que quedaría grabado en su mente hasta el día de su muerte.
Para Yuuji ver la mesurada sonrisa de Nanami era como ver un evento magnánimo de la naturaleza hecha solo para él; único e inigualable.
Besar su cicatriz e incluso el parche en su ojo izquierdo se había vuelto un ritual de adoración, por qué incluso él siempre serio y estoico Nanami kento también sentía inseguridad en ocasione;. Haberse enfrentado al espejo hace años y ver por fin el resultado de su pelea aquella noche había sido duro de asimilar y por supuesto que la inseguridad por su nuevo aspecto lo atacó, pero basto y bastaba que Yuuji besara está horrible marca para que todos sus miedos y dudas se disiparan.
Yuuji ahora su fuerte ancla y quien hacía de cada día algo especial, dándole mas sentido y emoción a su vida.
"Mira Haibara lo hice, hice algo memorable, me case con Yuuji y también compramos una casa, no en Malasia pero si en Sendai y a la orilla del mar. Ahora sabe que lo amo y puedo decírselo todas las mañanas al despertar"
Dos brazos rodearon su cintura y no fue necesario mirar para saber entre los cálidos brazos de quién estaba. Inhaló el aire impregnado a sal marina y llevó sus manos a las que se aferraban a él.
—Nanamin termine de poner los ganchos para la hamaca, ¿Quieres ir hoy por ella o después?.
Nanami tarareo pensativo; no dejes para después lo que puedes hacer hoy.
—Yo conduzco.
Nanami giro para quedar de frente a su esposo, tomar con sus dos manos las mejillas de Yuuji y besarlo.
Yuuji lo mira con ojos brillantes y una gran sonrisa cuando se aparta, pasa su brazo por la cintura de Nanami y abrazados caminan hacia el coche.
