Baboseaba, de verdad. Me puse a pensar en Shino y Kiba que los adoro. Y a Akamaru también. Esto salió espontáneo. Me gustó, lo dejo acá.

Disclaimer: Naruto no me pertenece.


Tal vez.

Por Blue-Salamon


Dicen que las cosas se parecen a sus dueños.

Akamaru no es una cosa. Y Kiba tiende a pensar en él casi más como en una persona antes que como en un animal, por ende, tampoco, piensa en Akamuru tanto como en algo que fuera de su propiedad y él tampoco suele identificarse mucho como su dueño aún cuando todos los demás trataran su relación perro-humano de aquella forma (un sutil deje de disgusto solía tirar de la comisura izquierda de sus labios antes de obligarse a dejarlo pasar cuando Akamaru tenía sus deslices de comportamiento irracional y acababa por incomodar a las personas no muy familiarizadas con los perros).

Akamaru, pues, es el mejor amigo de Kiba, casi que desde que tiene memoria, desde la primera vez en que se lo presentaron cuando ambos eran apenas tan solo unas crías, meros cachorros (bueno, Akamaru como cachorro y él como un niño).

La situación es, que no importando como fuera, el lazo entre ellos era estrecho. Y tanto así, Akamaru solía tomar acción de acuerdo a las emociones que percibía directamente de su compañero humano. Incluso antes de que el propio Kiba las manifestara tan abiertamente.

Que, en cuanto Hinata y él se conocieron Akamaru no tardó en tomarle cariño y cuidarla de la misma forma en que Kiba pronto comenzó a hacerlo. Que, al comienzo, le gruñía a Naruto cuando es que él y Hinata comenzaron a tener apenas unos pocos acercamientos antes de que Kiba dejara caer comentarios ácidos al respecto de lo molesto que era ver a la chica toda enamorada de alguien que no más no le hacía caso. Que, cuando recién se conocieron, Akamaru parecía inseguro en su comportamiento alrededor de Shino antes de que Kiba intentara hacer que la situación entre ellos como compañeros de equipo funcionara. Que, Akamaru se interesó en mantenerse al tanto y dejarse hacer por las travesuras de la pequeña Mirai las veces en que a Kiba y a Shino les tocó cuidarla por su profesora después de sus primeros meses de vida y en los que Kiba intentaba hacer reír de la misma forma a la niña haciéndole muecas que en ocasiones lograban su objetivo y en ocasiones conseguían todo lo contrario.

Que, de repente, y antes de que Kiba dijera algo formalmente, Akamaru comienza a comportarse muy cariñoso y extravagante cuando se anda alrededor de Shino.

Uno de esos días, entonces, casual, cuando Akamaru había decidido que iba a tomar un descanso —todos lo están tomando, Kiba sentado en el verde pasto con la espalda en un árbol; Shino de pie con la espalda apoyada contra otro árbol en paralelo; ambos árboles a dos pasos zancada de distancia el uno del otro, lo mismo para con ellos, descansando bajo las sombras después de otro día de entrenamiento—, sentándose no en el regazo de Kiba, más bien, en los pies de Shino (directamente, Shino puede sentir el peso del perro asentarse sobre los dedos y parte del empeine de uno de los pies), Kiba lo observa en silencio, porque aún cuando lo llama incesantemente, aún cuando le dice que no sea una molestia para Shino, Akamaru lo ignora volteándose a ver al chico en cuestión (con ojos de cachorro inocente y casi como preguntándole si de verdad era que lo molestaba), quién, sin poder evitarlo, deja caer su mano sobre la cabeza de Akamaru para comenzar a darle pequeñas palmaditas (no a acariciarlo, pese a que Akamaru detesta las palmadas, adora las caricias y es por lo que ruega).

Akamaru, con todo y todo, comienza a menear la cola con calma y pausado, luego es que él mismo se frota contra la mano del chico y a final de cuentas consigue lo que quiere, porque Shino acaba por frotarle la cabeza, deslizando los dedos detrás de una de sus orejas, jugando con ella. Kiba ve todo esto con los ojos entrecerrados de disgusto, al principio; sintiéndose un poco traicionado, no acabándolo de admitir. Luego curiosidad y asombro se abren paso en la situación desenvuelta (Shino es que no es una persona de cariños y Akamaru hasta es que las palmadas se las acepta a Shino).

—No sé porqué no me hace caso... —es, casi, una disculpa, mascullada, dicha entre dientes y entre asombros, por Kiba, que sigue observando casi demasiado fascinado.

Shino devuelve su mirada al otro, curioso también. —No me molesta... —apenas alza los hombros levemente para luego agacharse otro poco y alcanzar a frotarle el lomo al perro también.

Un bufido de risa y Kiba agrega: —ya no. Bueno... —inconcluso, acaba por dejarlo de lado, también encogiéndose de hombros. Y continúa observándolos, a los dos. Sus dos mejores amigos y a quienes, igual, quiere tanto. Tal vez en mismas proporciones, tal vez. Pero, Kiba no puede dejar de admitir que le alegra que Akamaru se lleve tan bien con Shino.

En una de esas, Akamaru saca la lengua y acaba lamiéndole la mano a Shino, quién, no muy complacido, y además como de costumbre, poco expresivo, tan solo aprieta la boca en una fina línea, en la sombra de una mueca. Kiba acaba torciendo los labios hacia arriba, claro que dándose cuenta sin mucha dificultad, y hace alarde de una gran sonrisa burlona: —Akamaru te quiere.

No piensa mucho en ello cuando lo dice y es que tampoco parece la gran cosa. No lo es, no es la gran cosa. Excepto que.

—Akamaru suele reflejarte. Como un espejo, me parece... —Shino no se voltea a verlo, sigue concentrado en el animal, en Akamaru, que se relaja y restriega, casi más como un gato, en sus piernas, importándole poco si es que su pelo se queda prendado de las ropas del chico, quizá haciéndolo también intencionalmente, como si, marcara territorio, tal vez. Kiba toma nota de cepillar y dar un buen baño a Akamaru, esa misma tarde.

—Bueno, claro. Dicen que las cosas se parecen a sus dueños...

Y Kiba no le da importancia cuando responde tal cual, distraído. De verdad. Porque es muy lento para sumar dos más dos y a veces demasiado obtuso, que muchas veces necesita que le digan las cosas claras para captarlas bien.

Shino, por su parte, hace una pequeña sonrisa, en una pausa. Kiba observa estupefacto, en el instante en que siente su mirada oculta detrás de sus lentes oscuros, volviendo a verlo de pronto, su cuerpo reaccionando primero que su cerebro, un calor espontáneo comenzando a treparle por la parte posterior del cuello, subiéndole hasta las orejas, dejándoselas rojas, cuando escucha:

—Así que, Akamaru me quiere.

—¡Akamaru...!

De acuerdo. Bien.

De acuerdo, ¿bien...?

El llamado abrupto al momento de levantarse de golpe del suelo hace al perro finalmente obedecer, que corre en cuanto cree entender que su dueño quiere irse ya. Y hasta se adelanta en la dirección que les corresponde, rumbo a la casa de los Inuzuka.

Kiba se devuelve a Akamaru, se devuelve a Shino y hace un par de pasos con los que casi se tropieza al tomar la misma dirección que su amado perro. Se gira a ver una vez más a Shino, que lo mira en silencio y todavía, con aquella pequeña sonrisa sin quitársele de la boca. Eso, por supuesto, no hace más que agitar al chico perro, que vuelve a comenzar: —¡no creas que-... —los ladridos de Akamaru parecen darle la excusa perfecta para deslindarse, pero. Kiba sabe bien que con Shino las cosas no funcionan así. El chico es un bicho raro, en el sentido más estricto de todo el término. Y, por supuesto, irse así solo terminaría en.

—¡Agh! ¡Akamaru, vuelve acá!

... Darle la razón. En, lo que sea que acababa de insinuar.