Lori y Lincoln, suben por las escaleras al llegar a casa después de los deberes. Se encierran en el cuarto de ella, y aquella pasa a ocupar la orilla de la cama que le pertenece a Leni.

La rubia suspira y estira los brazos en dirección al peli blanco; está cansada y ocupa amor...

—Ven —le dice entrecerrando los ojos y levantando y comprimiendo sus labios.

Hace una invitación de abrazo y labios, Lincoln va al llamado como si se tratase de un cachorro obediente; uno sonrojado, turbado y sumiso.

Se sienta en sus piernas; en sus grandes muslos que aprietan sus shorts cafés. La abraza y se besan un lapso corto, después repiten, y son esos besos que suenan con tronadora, que vienen en serie de diez, mientras Lori se aferra a su enclenque espalda, y aquel le toma la cintura ancha, apenado al impacto próximo y reiterado de sus bocas (húmedas a instantes finales), para después en acercamiento doceavo, no despeguen sus fauces por largos segundos, soltando el gemido silencioso de gusto de Lori, y después abriendo su boca, y para hacer que su lengua se abriera paso por su cavidad bucal, sondeando cada extremo de ella.

Él sentía que el aire se le acababa, y la suavidad de sus pechos oprimiéndose a su torso, hacían que se exaltara en más de un sentido. Fue de ello, lo que la hizo separarse de ella, dejándola con la lengua de fuera, confundida, y después frunciendo el entrecejo, haciendo un leve puchero por la pérdida del beso.

—¿Qué pasa? —interpeló la rubia, el chico tardó en contestar, y ella adoptó cierto recelo —¿No te gusta besarme?

Y él notó una hostilidad en las últimas palabras que pronunció.

Lincoln encarneció y mostró un espanto que conjugó con su timidez, mas respondió por la severidad que mostraban los ojos de su hermana.

—No es eso... —repuso sincero —. Lo qué pasa... Es q-que... —y Lori aprovechó para asirse de su cuerpo nuevamente, encorvarse para disminuir más la distancia, y pegar su rostro en el cuello de su hermano menor.

—¿Es que qué... ? —preguntó la rubia y su tono fue más meloso, un poco triste, y puso sus labios a unos centímetros de su barbilla.

—Es que... —repitió y el cosquilleó de la sensación que casi lo desconcentra, le hizo tardar, y al sentir la lengua salir levemente de la boca de ella, y lamer escasamente su cuello, le hizo casi doblegarse, pero, supo regirse, y volvió a separarse, más toscamente, bajándose de sus piernas, y tomando distancia por unos centímetros lejos de sus brazos, ya en el suelo.

Lori volvió a desconcertarse y desanimarse al verle lejos suyo, Lincoln aprovechó, para decir:

—Es que, somos hermanos...

Y el balde alegórico de agua cayó en la cabeza de la rubia, exterminándole el sentimiento, y guardó silencio por un lapso largo, mientras las facciones se le normalizaban y su rubor se acababa.

—Sé que no es lindo —empezó Lincoln —, pero, no es como si esto; esto que hacemos. Sea algo normal; No hay parejas de hermanos por ahí, ¿sabes? Creo haber leer, que es ilegal en nuestro estado casarse entre familiares incluso, y yo pienso que...

—Sí, lo sé —soltó ella interrumpiéndole con desdén alzando la voz —, pero te gusta, ¿no es cierto?

Lincoln trago saliva. Se sintió nervioso de repente, y aunque quería responder, no logro hacerlo al final, ya que su hermana mayor siguió:

—Recuerdo, que tu fuiste el que vino con la idea de los besos a mi cuarto. Literalmente me rogaste a que te enseñara a besar, ¿no es cierto? —cuestionó y su rostro fue adquiriendo una expresión cruel —Además, no sé si ya se te olvido, pero, LITERALMENTE, termine mi relación con Bobby por ti, en nuestro aniversario —dijo y sus ojos, relampaguearon severos —. ¿No tengo razón Lincoln?

Lincoln miró unos segundos a su hermana, y después bajo la vista al no poderle sostener más el contacto visual.

—No creo que sea muy justo que utilices...

—¡¿Dices que no es cierto?! ¡¿Acaso miento?!

Lincoln palideció y aquella se cruzó de brazos disgustada.

—No... —dijo él —. No dije eso... Solo digo, qué tal vez... —y tardo segundos en configurar la frase, inseguro de decirla, pero diciéndola al final por la razón:—. Digo, qué tal vez, me estés chantajeando un poco con esto Lori...

Lori se quedó en silencio, impactada.

Luego, la sazón le vino con decaído estupor al considerar. Lori se quedó sin habla por ello, y de pronto, en su silencio, le llegó el raciocinio de lo correcto, bajando la mirada y suspirando.

—Vaya... —soltó con un dejó de tristeza —. Puede que tengas razón... —y la vergüenza se hizo presente en la rubia.

Estas cosas, literalmente, no las considera en nada Lori al fomentar sus deseos, aunque es cierto que está cansada. Que ha sido un día difícil particularmente hoy y quiere seguir con la anormalidad de los besos presentes, tan dejó de pecado, que le prende y deprime a la vez, en sus juegos ya establecidos.

Lincoln no se mostraba muy defensivo, ciertamente porque lo que dice su hermana mayor tiene razón en parte: él sin darse cuenta, había generado toda la situación que ahora se presenta, pero no por ello, Lori estaba fuera de la operación, ya que cada uno dictamina por sí mismo al final; Ella sabe, él sabe.

La rubia ya se veía desanimada. Y la plática de atrás, solo la cargaba en todo el proceso; el asunto de su relación sanguínea (sí, aunque pese para el normal).

Ya el peli blanco, no es más que una mirada compasiva para su hermana. Relaja la mente, y recurre al sentimiento fraternal, que la hace acercarse y compadecerla, y apoyar a los sentimientos que se representaban en ella.

La abraza fuerte, otra vez, poniéndose en sus muslos, enroscándose a su cuerpo. Y el estupor de la rubia, solo alcanzó a bajarse, con la vista inicial de sus ojos cristalizados, correspondiendo al afecto, respondiendo al llamado de su contacto, entregándose sentimentalmente, para cuando el confort se llegaba poco a poco.

No hicieron más que quedarse así por minutos. Ya luego vinieron los susurros, y las confesiones de Lori usuales, de amor, relación y apetencia, que trae con su hermano menor, tan ensanchada en su psique.

Es mujer primero que nada, y le pide mientras le dice que lo quiere, sí pueden acostarse un rato juntos, para que se le pase; Le pide la intimidad inicial de compartir el lecho. Inocente o consiguiente a algo más, el albino acepta ya los besos, que impactan en su cabellera y posteriormente en las mejillas suyas. La humedad de los impactos, son los que caen para él, los de ser cuestionados.

—Lori... —suelta aquel ruborizándose, cuando los labios caen cerca de la abertura de su boca.

—Solo son besos... —le susurra ella con los párpados cerrados, restándole importancia, yendo a la barbilla, a la nariz, a sus cuencas, y terminando de nuevo en la frente con dulzura.

"¿Tú no me das besos... ?", pregunta dulce y melancólica. Lincoln no puede decirle que no, encarniza, y dada la situación, el apego y demás cuestiones que en esta ocasión no se ondearán, le cubre de besos el rostro también, y ella siente la relajación del comienzo cuando se besaban directamente, pero con más cariño y paz que en la primera instancia representada.

Ya a un punto y a otro, ella vuelve a sus labios cuando quiere besarle uno de sus pómulos. Se dan el impacto suave, y Lincoln se separa, y Lori abre los ojos, mostrando el azul cielo que se cargan sus iris, guiándose sonrojada en el contacto visual intenso que tienen, que hace que los corazones de ambos salten.

Tímido, Lincoln no puede desviar la mirada de nuevo. Piensa en ella sin articular palabra. Se llena de los pensamientos, de las razones dichas, de su entrega hacia él, o por lo menos de lo que estipula que es el rompimiento con aquel Santiago, y la disposición que tuvo cuando le pidió que sus caprichos curiosos se cumplieran, siendo que pronto se hicieron propios de Lori.

Es por eso que correspondió al siguiente encuentro de sus labios. También aceptó la lengua, olvidando su anterior posición en cuanto a afectos no propios de hermanos.

Solo pararon, por el aire, la saliva, y la llegada de Leni, que tocaba la puerta y pedía que le abrieran, porque la encontraba atrancada de nuevo. El febril se suspendió cuando entró, y la modista les cuestionó ignorante de todo, de su tardía respuesta, que solo encontró con su pobre excusa, a la par de que veía a sus hermanos, "extraños" y "acaramelados", según su propio pensar.

Lincoln reflexionaría ya solitario fuera del cuarto, enrojecido y con el recuerdo fresco, que dicha relación, dichos afectos, y dicho secreto, habría que pararlos en definitiva, antes que las consecuencias cegaran todo lo de su alrededor, como temía que pasara.

No era la primera ocasión que le quería poner un alto a la rubia, mas, era la primera vez, que encontraba las palabras, para que su discurso se materializara.

Por otra parte, Lori que fingía ver su teléfono, pensaba en su hermano, como solo una persona piensa en su amante.