Su cabello de color rojo fuego era dócilmente acariciado por el viento, mientras que sus ojos, color verde agua, sólo podían mirarla a ella, con una intensidad tal, que sentía que le atravesaba los huesos. La potencia de su voz, cantando desde lo alto del escenario, llegaba a deslumbrar cada parte de su pequeño ser, como si fuera el más perfecto de los sueños, pero hecho ya una realidad.
—Gaara-sama… —susurró la jovencita, la única espectadora en aquel concierto, dedicado totalmente a ella, sentada en primera fila, con su cabello castaño suelto al viento y sus ojos negros brillando más que nunca, sólo por estar frente a él.
—¿Te ha gustado, princesa? —le oyó preguntar, notando como lentamente se despojaba del micrófono y caminaba hacia ella, sonriente, pero enigmático a la vez, tan seductor y a la vez reservado, tan perfecto como sólo él podía serlo.
—Claro que sí, mi amado Gaara-sama —respondió la castaña—. No sabes cuánto te amo.
—Y no sabes cuánto yo te amo a ti, mi Matsuri —dijo el pelirrojo, y justo en aquel momento, la imagen de él pareció dispersarse, la realidad se distorsionó y, Matsuri supo que acababa de despertar…
—¡Ah! —exclamó, estirando sus brazos al cielo para desperezarse, realmente había dormido como un tronco y había soñado con su príncipe de ojos verdes.
Se levantó emocionada de la cama y lo primero que hizo fue correr hacia un calendario que estaba situado al otro lado de su habitación, colgado en la pared. Había varias cruces marcadas y ella marcó una más, indicando aquel día y que sólo quedaba uno más para una fecha muy esperada por ella, al igual que para millones de chicas japonesas.
—¡Kya, finalmente! —exclamó, con las mejillas enrojecidas—. ¡Mañana será el concierto de Gaara-sama en Tokio y yo tengo las entradas al backstage! —se dejó caer de espaldas sobre su cama—. Estoy tan emocionada…
Sí, porque la vida de aquella joven de tercer año de preparatoria giraba prácticamente alrededor del idol más popular de Asia, Sabaku No Gaara, The Prince.
Aquel día, Matsuri se sentía realmente afortunada de poder estar tan cerca de su ídolo, sin sospechar que las cosas comenzarían a cambiar.
—*—*—*—*—*—*—*—
—No me gusta —dijo fríamente el muchacho, mientras miraba despectivamente el traje que su vestuarista había escogido para el concierto de mañana—. Quiero otro, este es horrible y está pasado de moda.
—S-sí, señor —respondió intimidada la mujer, recogiendo rápidamente todo lo que estaba sobre la mesa—. Mis más sinceras disculpas.
—Lárgate de mi vista, estoy de mal humor —dijo con voz cansina, dejándose caer sobre el sofá que estaba a su lado, para observar como la mujer corría alejándose de él, asustada de ser despedida, como comúnmente sucedía con los empleados que no satisfacían a la perfección sus caprichos.
Aunque fuera el Idol más célebre del continente y tuviera la fama de ser tan caballeroso y galán, la realidad era que Sabaku no Gaara tenía una personalidad terrible, era el tipo más frío y cruel que muchos habían conocido y todo el mundo le tenía miedo, incluso quienes estaban por encima de él.
—Permiso —se oyó una voz masculina, luego de oírse los golpes a la puerta—. Con tu permiso, Gaara —apareció un hombre de extraño peinado de hongo, el cual hacía una y mil reverencias frente a la estrella—. Vengo a leerte tu itinerario para hoy… No tienes problema, ¿verdad?
—Hazlo rápido, Lee, tengo mucho sueño —contestó de mala gana el pelirrojo.
El hombre de cabello negro asintió nerviosamente, lo que menos deseaba era poner a Gaara de peor humor, aunque sabía que él sería el único en no ser despedido, pues, en realidad, ni siquiera era empleado de Gaara, (era su representante, lo que significaba que trabajaba para la discográfica) sólo estaba cubriendo temporalmente el puesto de asistente, luego de que el pelirrojo despidiera a la pobre mujer por echarle una cucharada de azúcar menos a su café.
—S-sí —respondió Lee.
—*—*—*—*—*—*—*—
Ese día, la escuela era un verdadero caos. Todas las chicas estaban enloquecidas por ir al concierto de Gaara y rogaban a Matsuri que les invitara a ir con ella, ya que la muy suertuda se había ganado unas entradas exclusivas para el backstage en un programa de radio.
—¡Matsuri-san, por favor! —le gritaban unas chicas, casi llorando por obtener la atención de la fémina, quien sólo podía mirarlos con una gotita recorriendo su sien, pues nunca antes se había sentido tan popular en su vida.
—Tsk, qué estupidez —habló de pronto un chico alto, de cabello castaño y mirada salvaje. Tenía dos extrañas marcas rojas sobre cada mejilla y además su piel era algo tostada. Portaba el uniforme masculino de la escuela superior Konoha, el cual consistía en una camisa blanca, un pantalón gris y un chaleco también gris, aunque él no lo usaba y, además, tenía la camisa afuera del pantalón, con los primeros botones desabrochados, dejando ver algo de su pecho y sin usar la corbata, lo que le daba un look rebelde y despreocupado.
—¿Qué dices que es una estupidez, Kiba? —habló una chica de larga cabellera rubia y hermosos ojos azules, la cual llevaba el uniforme femenino de la escuela, es decir, una blusa blanca, falda a cuadros de color gris y zapatos a juego, con calcetines a media pierna. Ella se veía algo enfadada con el comentario de su compañero; se veía que era fan incondicional del idol y no soportaba que nadie le insultara o insinuara algo malo sobre él.
—He dicho que todo esto de Sabaku No Gaara no es más que una estupidez, ¿quién querría dar su vida por ir a verle cantar? Ustedes las mujeres se emocionan demasiado —dijo cruzando sus brazos sobre la nuca.
—No seas así, Inuzuka-san —le dijo Matsuri amablemente, llamando la atención del chico salvaje, quien en cuanto la vio, se sonrojó levemente—. Está bien que no te guste, pero no tienes por qué criticar los gustos de los demás, eso es muy feo.
Kiba la miró por algunos segundos en silencio, hasta que finalmente su expresión se relajó un poco, quitándose los brazos de la nuca para luego bajar la mirada avergonzado.
—Está bien, tienes razón, para la próxima lo recordaré —dijo derrotado, pero no por los argumentos de Matsuri, sino por su misma presencia. Probablemente, Matsuri era la única en toda la escuela que no lo sabía, pero Kiba había estado enamorado de ella desde hace mucho tiempo.
—Eres un idiota —le insultó Ino Yamanaka, la joven rubia que adoraba a Gaara como nadie, tal vez más que Matsuri.
—Cállate, teñida —le retó el castaño.
—¿Qué dijiste, perro sarnoso? —cuestionó la Yamanaka.
—¿Quieres pelear, bruja del pantano?
—¿A quién llamas bruja del pantano, descerebrado?
Matsuri no pudo evitar que una gotita resbalara por su sien, pues en realidad le parecía que sus dos amigos eran un poco graciosos, siempre se peleaban de esa manera tan infantil, hasta estaba segura de que había algo más entre ellos dos, que ninguno se atrevía a contar aún, ni ante ella ni ante nadie.
—D-de todos modos… —trató de hablar Matsuri—. Ino-chan… ¿te gustaría ir conmigo?
—¡Tú sabes que sí! —respondió Ino, interrumpiendo su discusión con Kiba y con los ojos llenos de destellos de estrella—. ¡Realmente te amo, eres la mejor amiga que he tenido en toda mi corta y hermosa vida! ¡Te estaré eternamente agradecida! —saltó a los brazos de la castaña—. ¡Kya!
Matsuri sólo sonrió, al final, resultaba ser que ella y su mejor amiga disfrutarían de un maravilloso concierto el día de mañana; eso era simplemente fantástico.
—*—*—*—*—*—*—*—
El pobre joven Lee ya había terminado de leer las actividades programas para Gaara, así como también había realizado un montón de tareas que éste le había pedido. Ahora mismo se encontraba organizando los afiches del próximo concierto, cuando leyó algo que hace rato había pasado por alto; el asunto de unas entradas VIP para una de las fanáticas del ídolo.
—Esto… Gaara… —palideció de sólo pensar en la forma en que se pudiese comportar Gaara con esa fan, lo más seguro era que no disimularía ni un poco su molestia, conociéndole, la iba a tratar peor que a una criada—. Hey, necesito hablar contigo de algo serio.
—Ahora no, ¿no ves que estoy en medio de mi masaje de relajación? —respondió el pelirrojo, quien efectivamente estaba recostado boca abajo sobre una camilla, mientras una bella señorita le hacía un masaje en la espalda. La chica en cuestión estaba casi a punto de desmayarse, no podía creer que estaba tocando al famoso Sabaku No Gaara, pero a pesar de eso, trataba de mantener la compostura.
—Es algo importante —insistió Lee—. ¿Recuerdas que para este concierto se ofrecerían un par de entradas VIP para una de tus fanáticas?
—¿Que hay con eso? —preguntó con desinterés la estrella.
—P-pues… sólo quería pedirte un favor —habló el pelinegro con nerviosismo—. Sólo… asegúrate de que ella se lleve una gran impresión de ti, ya sabes, no te comportes como siempre haces.
Gaara se quedó callado, cosa que sorprendió y a la vez asustó a Lee, no sabía con qué le podría salir su amigo y representado, él era todo un enigma.
—Descuida —fue todo lo que dijo el pelirrojo, provocando que Lee soltase un suspiro de alivio, estaba contento de que Gaara hubiese prometido ser bueno con la chica, al menos que fingiera un poco que era un chico cálido y amable, así seguiría teniendo la misma fama que hasta ahora, aunque nadie supiera que en realidad era un divo.
—*—*—*—*—*—*—*—
Matsuri no podía más de la emoción; el día finalmente había llegado y ella ni siquiera había podido conciliar el sueño, estaba demasiado feliz de poder conocer a su ídolo en persona.
Aquel día lucía especialmente linda, aunque ella no era de esas chicas que se arreglaban y producían inútilmente, esta vez había decidido al menos usar ropa nueva –comprada especialmente para la ocasión– y peinar un poco más su cabello, para que éste se viera más liso.
Llevaba puesta una remera de color blanco, con líneas horizontales de color negro, ésta no tenía mangas, por lo que encima se puso un pequeño bolero de mezclilla de color azul claro. Llevaba medias de color negro que cubrían todas sus piernas y además usaba una mini falda también de mezclilla. Finalmente, calzaba unas bonitas botas blancas que casi le topaban las rodillas, pero terminaban un poco más abajo.
—No puedo creerlo, finalmente llegó el día, hoy lo conoceré —se dijo a sí misma, con una enorme sonrisa—. Seguro que es el chico más dulce de este mundo, con las canciones que canta, debe de ser así —se convenció. Tomó su pequeño morral y partió hacia la casa de su mejor amiga, quien debía estar igual de emocionada que ella, no todos los días se podía conocer a una estrella tan famosa.
—*—*—*—*—*—*—*—
Las maquillistas estaban arreglando los últimos detalles en el rostro del guapo Gaara, el cual se veía muy molesto, pues esas mujeres no lograban eliminar el brillo en su cara.
—¿Es que acaso ustedes han venido de maquillar a un payaso? —se quejó luego de ver su resultado, haciendo que las pobres damas se asustaran debido a su oscura y ruda mirada—. Háganlo de nuevo y más les vale que sea perfecto —ordenó.
—Sí, señor —dijeron las dos mujeres.
—Gaara, ¿no te estarás pasando un poco? Yo creo que te ves muy bien —le dijo Lee, tratando de suavizar la situación, pero como muchas veces anteriores, fue totalmente ignorado por el cantante, lo que sólo lo hizo suspirar—. Este chico… realmente me estresa —susurró.
En ese momento fue llamado por uno de los miembros del staff, ya que había surgido un problema con el escenario, por lo que se alejó para resolverlo.
Las maquillistas hicieron su mayor esfuerzo con Gaara y por suerte él pareció notarlo, por lo que en cuanto terminaron, les dijo que se fueran. Luego de eso, decidió relajarse un poco y cerró los ojos. No podía evitar ponerse algo nervioso antes de cada concierto, aunque nunca lo demostrara y nadie pudiera darse cuenta de ello.
—Vamos, esto será perfecto, como todo lo que hago —se dijo a sí mismo, abriendo de pronto sus ojos para luego ponerse de pie y revisar sus ropas. Ya había escogido el vestuario que usaría para el concierto y había puesto especial cuidado en ello, procurando que el elegido fuese perfecto; no podía admitir ninguna falla en su trabajo.
—*—*—*—*—*—*—*—
—Es que no puedo creer que estemos aquí —decía Ino, tan emocionada que apenas y podía hablar. Parecía que quería soltar un grito, pero éste no salía de su garganta. Finalmente, se abrazó a su amiga y saltó con ella entre sus brazos—. ¡Te adoro, pequeña mocosa!
—¡Ino, suéltame! —le gritó la pobre castaña, la cual estaba siendo literalmente asfixiada por la rubia.
Ambas estaban afuera del lugar del concierto, observando la enorme cantidad de gente que asistiría al evento también, aunque ellas se sentían superiores por tener las entradas VIP, ya que, con ellas, tendrían un encuentro exclusivo con Gaara después de que la presentación acabara. Estaban tan felices por esto, que ninguna se podía contener, no dejaban de sonreír.
—Matsu, en serio gracias por traerme, eres la mejor amiga que alguien podría tener —le dijo Ino, por fin dejándola respirar.
—Eso sólo lo dices porque te traje aquí —susurró la joven, entrecerrando la mirada, aunque, de todas formas, su amiga siempre se comportaba así, era demasiado efusiva cuando algo realmente le gustaba, como era el caso de Gaara. ¿Y a quién podría no gustarle? Todos le adoraban, para cada una de sus fans, él era el hombre perfecto, pero si realmente le conocieran, no pensarían igual.
Las dos chicas estuvieron un momento más esperando afuera, hasta que salió uno de los guardias y les indicó que podían pasar, a ellas y al resto de chicas que pertenecían al fan club oficial. Pero al verlas ingresar, otras fans se enloquecieron y también quisieron pasar, formando un alboroto en la entrada que los guardias se vieron obligados a resolver. La aglomeración de gente provocó empujones y atoches en los pasillos. Al final, Matsuri terminó separada de Ino.
—¿Ino-chan? —comenzó a llamarla preocupada, pues había sido apartada hacia un lado y cayó de cola al suelo. Cuando se levantó, vio como todas las chicas que estaban adentro corrían hacia los pasillos y se perdían de su vista, entre ellas, también iba Ino—. ¿Ino-chan? —volvió a llamarla, pero no había caso, su amiga había desaparecido.
Soltó un enorme suspiro al darse cuenta de que se había quedado sola en un lugar desconocido y desolado, ya que había sido arrastrada hasta ahí por esas chicas demasiado emocionadas y ahora no sabía cómo llegar al lugar del concierto. En verdad, tenía muy mala suerte, hasta había perdido a su amiga.
—Ay… ¿y ahora por dónde me voy? —se preguntó confundida y algo asustada, pues no estaba acostumbrada a meterse en lugares que no conocía y mucho menos sin la compañía de nadie. Miró para todos lados y decidió que lo mejor sería moverse, seguro en ese solitario pasillo nadie la encontraría—. En verdad este lugar es enorme, no veo la salida ni tampoco un lugar que me indique dónde queda la entrada al escenario, estoy perdida —se lamentó.
Bajó la mirada en cuanto sintió que no saldría de ahí nunca, mas siguió caminando, ahora sin ver al frente, por lo que no notó cuando una puerta se abría a su derecha, saliendo de ella una persona que llevaba en su mano un vaso de café de plástico. Iba tan despistada y deprimida que, sin querer, tropezó con aquel desconocido, haciendo que se manchara su camisa con el contenido del vaso y, a su vez, cayendo al suelo por el golpe.
—Eso dolió… —murmuró ella, sobándose el trasero, ya que era la segunda vez en el día que se caía encima de él y esta vez había dolido más—. Ah… de verdad hoy tengo mala suerte —susurró para sí.
—Hey, tú —escuchó una voz grave y masculina, pero en un tono realmente amenazante y molesto. Tal parecía que esa persona en verdad estaba mosqueada, no parecía bueno quedarse en ese lugar mucho tiempo. La muchacha, avergonzada, levantó la cabeza lentamente, quedándose perpleja cuando sus ojos se posaron sobre dos orbes de color aguamarina, tan perfectas y a su vez frías, que casi le hicieron pensar que estaba soñando. Segundos después, su mirada se posó sobre la boca, semi abierta en un gesto de frustración y rabia, pero aun así poseía labios perfectos, deseables. El cabello era tan rojo como el fuego y estaba desordenado, como si fuesen rebeldes llamas tratando de quemar algo.
¡Sin duda era él!
—G-Gaara-sama… —dijo sorprendida, casi atragantada; ¡No podía creerlo!
—Niña tonta —dijo de pronto aquel hombre perfecto, haciendo evidente su enojo—. ¿Acaso sabes lo que has hecho? —preguntó, señalando su cara y hermosa camisa de seda de color rojo fuerte, la cual lucía simplemente perfecta en él. No había otra forma de describirlo una vez que se le veía en persona, la palabra ideal para señalarlo era: perfecto. Sin embargo, su humor no lo era y eso le estaba quedando claro a la pequeña fan del cantante.
—Y-yo… l-lo siento tanto, señor… —dijo la chica, aún desconcertada y encantada por estarle hablando a él; jamás creyó que algo así fuese posible en su vida. ¿Es que acaso se había golpeado en la cabeza y había muerto para ir a parar al paraíso?
—¿Lo sientes? —volvió a hablar Gaara, con ese tono despectivo que hasta ahora Matsuri apenas y había notado—. ¿Dices que lo sientes, de verdad?
—S-sí —aseguró la chica, pero entonces observó algo que la sorprendió; él estaba riendo de forma maliciosa.
—Dime algo, ¿de qué me sirve que una chica tan simplona como tú me diga que lo siente? ¿Crees que con que lo sientas mi cara camisa se va a arreglar? ¿Piensas que tus disculpas son suficientes?
—Eh… y-yo…
—¿Sabes realmente cuánto cuesta esta camisa?
—Y-yo, se la pagaré si así lo puedo reparar —dijo ingenuamente la castaña, al mismo tiempo que se ponía de pie, pero nuevamente, la sonrisa despectiva estaba presente en el rostro del pelirrojo.
—Escucha esto, niña, esta camisa es importada directamente desde Paris. ¿Sabes cuánto cuesta una camisa de diseñador importada desde Paris? —cuestionó, acercando su rostro al de ella y mirándola como si fuera una tonta.
—N-no, señor.
—Pues cuesta más de lo que tú podrías ganar en un año —aseguró el chico—. Entonces… ¿crees poder pagarla? Porque si es así, aceptaré tu dinero y olvidaré el problema.
—Yo… —Matsuri bajó la mirada; ahora se sentía avergonzada, por fin estaba comprendiendo que no sólo estaba frente a su ídolo, sino que se había metido en un verdadero problema y él estaba muy enojado. Jamás esperó que, al cumplir su sueño de conocerlo, automáticamente se ganaría su odio—. Yo… no lo creo, señor.
—Esa es la respuesta que esperaba oír —Gaara frunció el ceño, viéndose terriblemente enojado, tanto así, que a Matsuri le daba miedo. ¿Acaso él estaría pensando en pegarle o algo así? Ciertamente se estaba asustando, ya no estaba nada feliz de verle en persona, sobre todo cuando él se le acercó más, pero amenazadoramente—. Y dime… ¿cómo piensas arreglar este problema? En pocos minutos debo subir a un escenario y no puedo hacerlo con esta camisa manchada… ¿Tienes una solución… o tendré que hacerte pagar de otra forma?
—Y-yo… —Matsuri comenzó a retroceder. Por Dios, ¿qué iba a hacerle este hombre?
—¿No vas a responder? —preguntó Gaara, al mismo tiempo que la acorralaba contra una pared y su cuerpo. Posó ambas manos a los lados de la cabeza de la chica, sobre la pared. A su lado, ella era realmente pequeña y se veía muy frágil, pero aun así no le daba ningún remordimiento el amenazarla de esa manera.
—Es que… y-yo…
—¿Tú? —murmuró Gaara, casi dentro de su oído.
El corazón de Matsuri se aceleró del miedo, cerró los ojos esperando lo peor… pero entonces nada pasó, sólo hubo silencio, hasta que escuchó una voz.
—¿Qué les estás haciendo a esa chica, Gaara?
Cuando Matsuri abrió los ojos, notó que Gaara se alejaba de ella y, al parecer, decía algo entre dientes. Miró hacia el frente y notó a un chico bastante más alto que ella, pero un poco menos que Gaara. Tenía el cabello cortado como un hongo y llevaba extrañas ropas verdes, parecía como algo de entrenamiento. La verdad, a simple vista era alguien bastante ridículo, sobre todo por sus espesas cejas, pero al contrario de Gaara, se veía que era alguien bueno.
—¿Qué haces aquí, Lee? ¿Ya se solucionó el problema? ¿Y por qué demonios llevas esa ropa tan ridícula? —preguntó Gaara mirándole, haciendo que Matsuri se sorprendiera de la forma en que él se dirigía al otro sujeto, parecía mucho menos amenazante ahora. Es más, con ese extraño tipo, Gaara hasta hablaba de manera informal.
—No digas eso sobre mi ropa, y sí, ya está todo solucionado. Por cierto, ¿qué le pasó a tu camisa? ¿Y por qué amenazabas a esta pobre chica? —interrogó aquel joven llamado Lee, quien sin duda había causado una fuerte impresión para Matsuri.
—Ella ha derramado el café en mi camisa, ¿crees que es algo que le pueda perdonar tan fácilmente? Ni siquiera tiene el dinero para pagarme, realmente me molesta la gente como ella —el ceño de la chica se frunció al oír las palabras de Gaara, por primera vez en la vida, aquel hombre le parecía un verdadero imbécil.
—Vamos, no seas tan hortera —le dijo Lee, riendo—. ¿No ves que las has dejado temblando?
—¿Eh? —exclamó Matsuri, sorprendida. Entonces miró sus manos y se dio cuenta de que era verdad, en serio estaba temblando, había estado tan asustada hace un minuto, que ni siquiera lo había notado. De verdad Gaara podía ser muy intimidante… ¿cómo es que en algún momento llegó a pensar que él era un chico tierno y sensible sólo por cantar esas canciones? Estaba claro que él mostraba un lado totalmente falso a las demás personas.
—Venga, Gaara, perdónala, es sólo una chica, seguro que lo hizo sin intención, ¿verdad? —preguntó amablemente, dirigiéndose a Matsuri, a quien no le quedó más opción que hacer una gran reverencia, casi sentía que tocaba el suelo con la frente.
—¡En verdad lo siento mucho! —gritó, realmente arrepentida por lo que había hecho.
—Ash, qué ruidosa eres —dijo Gaara, totalmente mosqueado, mientras Matsuri nuevamente fruncía el ceño al oírle. ¿Es que no había escuchado que ella se había disculpado al menos diez veces? ¿Por qué seguía siendo tan odioso? Algo debía estar mal con él—. De todas formas, esta camisa ya no sirve, esta tela es extremadamente delicada, ¿y tú te vas a ir sólo con una disculpa? Eso me parece muy insensato de tu parte.
—Pero yo no tengo dinero para pagar.
—Entonces te enviaré a la cárcel por destruir posesión privada.
—¡¿A la cárcel?! —exclamó la pobre chica, tan sorprendida y asustada, que no pudo evitar dejarse caer al suelo, para hacer otra reverencia—. ¡Por favor, le suplico que me perdone, Gaara-sama, haré lo que sea, pero por favor no me envíe a la cárcel!
—Gaara, no seas tan malo con ella —se rio Lee, pues bien sabía que Gaara no haría tal cosa de mandarla a la cárcel, sólo lo estaba diciendo para asustarla, porque en verdad estaba muy molesto con ella—. No pasa nada si sólo pierdes una camisa, ¿verdad?
—¿Acaso tengo otra igual? —se quejó el cantante.
—Entonces hagamos un trato —dijo el pelinegro, finalmente suspirando—. Ya que la pequeña chica no tiene el dinero para pagarte y tú necesitas con urgencia una asistente personal… —miró a Matsuri, aún arrodillada en el suelo y con la frente topando el mismo—. ¿Qué te parecería trabajar para él hasta que pagues su camisa?
—¿Eh? —Matsuri alzó la cabeza.
—¿Bromeas? —inquirió Gaara, arqueando una ceja.
—Vamos, es la idea perfecta.
—Pero yo no… —trató de reprochar Matsuri, sin embargo, era como si ella no estuviera ahí, pues esos hombres estaban decidiendo sin siquiera consultarle.
—Te dije que no —insistió Gaara—. ¿Quién querría como asistente a una chica tan tonta y torpe? Además, es muy fea, seguro haría puras estupideces.
Esa había sido la gota que derramó el vaso para Matsuri. Ella podía soportar que le llamaran de cualquier forma, cualquier insulto no era suficiente para acabar con su paciencia, pero que alguien le dijera fea, y sólo porque sí, eso no lo podía soportar. Desde niña, sus compañeros siempre la habían molestado en la escuela porque era pequeña y algo gordita, le decían que parecía una calabaza cuando se ponía el uniforme y ella siempre terminaba por golpearlos, ya que aquello realmente la lastimaba. A medida que fue creciendo, su cuerpo comenzó a cambiar y de pronto dejó de ser un patito feo, pero aun cuando le decían aquello, ella se sentía como si de verdad lo fuera; simplemente no lo aguantaba.
—De todos modos… —habló de pronto la castaña, llamando la atención de los dos hombres. Ella ya no estaba en el suelo, se había puesto de pie y sus ojos eran cubiertos por la sombra de su cabello—. ¿Quién querría ser la asistente de un tipo tan hortera y arrogante como tú? Dime algo, ¿alguna vez te han dicho lo estúpido que eres? ¿Seguro que no hay algo mal con tu cerebro? Posiblemente hayas olvidado desconectar tu sistema de prepotencia, pero deberías saber que no todas las personas tenemos la obligación de aguantar tu agradable personalidad.
Gaara estaba con la boca abierta para cuando ella terminó de hablar, al igual que Lee, quien se rio disimuladamente a los segundos después. Realmente, nunca conoció a una persona que se atreviera a hablarle así a Gaara, ni siquiera él era capaz de hacerlo: ¡Esta chica era fantástica!
—¿Q-qué? —cuestionó Gaara—. ¿Qué soy un hortera y un… un cuanto…? ¿Cómo te atreves a decirme todo eso?
—¿Acaso no puedes repetir algo que acabas de oír?
—¿Por qué tú…?
—Ya, Gaara —Lee volvió a interrumpir en la conversación, estaba pensando que sería realmente entretenido tener a esa chica cerca de Gaara, tal vez ella podría ser capaz de bajarle un poco los humos de la cabeza—. Me llamo Rock Lee —le dijo a Matsuri—, soy el manager de Gaara, pero ahora me estoy encargando de ser su asistente también. Dime, ¿te gustaría ayudarme con eso? Como puedes ver, es un poco cabezota, pero creo que lo soportarás.
—M-mucho gusto —dijo Matsuri avergonzada, regresando a su personalidad sumisa, era como si dos personas diferentes vivieran en ella y la otra sólo aparecía cuando era provocada a fondo—. M-mi nombre es Matsuri, mucho gusto, Lee-san, y gracias por su ofrecimiento, pero no sé si…
—No insistas, Lee, será mejor que dejemos ir a esta tonta, estoy seguro de que no dará con la talla para el trabajo —dijo Gaara, dándoles la espalda, ya se estaba cansando de esta estúpida conversación, además, ¿cómo es que esa niña se había atrevido a hablarle así? De verdad debería hacerle algo muy malo para hacérselo pagar. En ese momento, fue que una idea vino a él—. Aunque pensándolo bien —habló nuevamente, dándose la vuelta para mirarla—, tal vez sí debería aceptarte, después de todo, igual debes pagar mi camisa y necesito a alguien que se ocupe de mis cosas.
—Por supuesto que puedo hacerlo —aseguró Matsuri con determinación, sin saber en lo que se estaba metiendo.
Gaara sólo sonrió, tenía una mente tan maliciosa que había planeado la forma perfecta de vengarse de esa tonta; le haría pagar cada insulto con una enorme carga de trabajo, tanto, que su pequeño cuerpo no lo soportaría. Ella terminaría por renunciar humillada y él habría ganado esta guerra, que claro, él mismo había comenzado. La pequeña Matsuri se iba a arrepentir terriblemente de haberle desafiado.
—Esto será interesante —pensó Lee. Ansiaba ver qué situaciones se desencadenarían con esos dos juntos, quería ver cómo esa pequeña chica le hacía frente a Gaara.
Esto sería tan divertido.
Continuará…
