Aclaración: Los personajes de Robotech no me pertenecen y solo los utilizo con el único fin de divertir y sin intenciones de lucrar.
MADNESS
Fanfic basado en Robotech-Macross
Capítulo 1
No me cabía duda de que los gustos de Rick eran muy exigentes, la chica con la que comenzaba a salir era una de las más bonitas de la ciudad, si no la más Bonita. Yo me conformaba con un romance a distancia, con un hombre al que le interesaba más el trabajo en los puestos de avanzada que en las bases de la tierra, en la que podría estar conmigo, su novia desde hacían casi cinco años.
Suspiré cuando los vi entrar juntos en el restaurante, preguntándome cuando podría tener una cita como esa con ni adorado Karl. No recuerdo haber sentido envidia de otros, pero ahora era inevitable ese vil sentimiento.
—Se ven lindos—susurró Claudia.
—Ella es Bonita.
Eché a andar siguiendo mi camino sin poder deshacerme de mis sentimientos, Claudia se cuadró a mi lado al rato. Por el rabillo del ojo me daba cuenta de que me miraba con demasiada insistencia, lo resistí por unos cuantos minutos pero después ya no pude soportarlo y paré encarándola.
—Escúpelo de una buena vez.
Ella me miró absolutamente satisfecha.
—No entiendo por qué guardas tanta fidelidad a Riber. El tipo ni siquiera está interesado en llamarte—la miré como si fuera el peor insulto que me dieran en mi vida—Te he oído llorar cuando crees que estoy durmiendo, y pienso que no vale la pena sufrir por un hombre que te deja en último lugar de las cosas de importancia su vida.
—Karl me ama y con eso me basta.
—Pero mientras él no está aquí y mientras no se entere podrías perfectamente mirar para el lado, para llenar esos vacíos que te hacen llorar todas las noches.
—¿Acaso te escuchas cuando hablas? —sencillamente no podía creer que ella me estuviera diciendo eso.
—Ese piloto, Archer, no tendría problemas en compartirte, y tú no le das bola porque estás enfrascada en un romance perfecto que todos vemos como el más disfuncional de la tierra.
Esa misma noche me pregunté si Claudia tenía razón, y en ese momento me cuestioné mi forma de ser, no porque quisiera ser infiel a mi corazón, sino más bien por qué ya tenía edad suficiente para estar con el hombre de mi vida, pero lo único que tenía a mi lado eran reportes, disgustos, y muchas peleas con los pilotos que nunca estaban conformes con mis decisiones. Pensé que era hora de comenzar a vivir, vivir un romance, vivir una real aventura en la cual me pudiera arrepentir algún día.
Sí, evidentemente Karl estaba muy lejos de mí y seguro siendo hombre en algún momento busco la compañía de una mujer en esas eternas noches de soledad en la base de Marte. Y al final de cuentas, fue quién me alejó de su vida y se aseguró de que yo no lo siguiera con una promesa de que algún día iba a volver para concretar nuestra promesa de un unirnos en matrimonio.
Asomándome a la ventana vi las luces destellantes a lo lejos, era evidente que con la urgencia de anticiparnos a un nuevo enemigo los trabajos no cesaban ni siquiera de noche, y era cuestión de semana para que todas las labores en la nueva fortaleza terminaran; tendríamos que partir en un viaje que duraría mucho tiempo.
Me decidí en ese justo momento.
A la mañana siguiente, con solicitud en manos me dirigí al despacho del Almirante Gloval. Como siempre lo encontré con la pipa en mano y un café humeante sobre la mesa. Parecía estar esperándome, como siempre.
—Buenos días, Lisa—me dijo pausadamente.
Me senté frente a él sin mediar en un saludo y extendí mi solicitud deslizándola la por la mesa. Él la revisó y alzó una ceja, sé que le había dicho que no me sumaría a la misión y seguramente eso llamó su atención.
— ¿Así que quieres el puesto de primer oficial? —preguntó, yo asentí—Lo siento Lisa, ese puesto ya está tomado.
Pasé saliva a duras penas pensando que me oportunidad se iba como agua entre los dedos.
—Entonces quiero postularme el primer puesto disponible, no importa cuál sea—dije rápidamente, aunque un poco insegura.
—Muy bien, Lisa. Veré tu caso en formal especial.
Apenas crucé la puerta de salida pude respirar con tranquilidad, aunque mi corazón no dejaba de latir apresurado por la decisión rápida que estaba tomando. Pero había quién dijo alguna vez que para avanzar había que dejar algo atrás y estaba decidida a arriesgarme y seguir adelante, dejando atrás todo lo que provocaba que mi vida se fuera apagando y mi mundo se convirtiera nada más que dormir y tomar turnos extenuantes la base.
El resto del día transcurrió sin ninguna novedad y a la hora de ir a la cafetería y repetir mi rutina de todos los días, coincidí con Claudia. Apenas vi su rostro fui consciente de que arrastraba una gran impresión.
—Toda la base lo comenta y no puedo creer que no me contaras a mi, que soy tu mejor amiga.
—Claudia, no tengo idea a qué te refieres— tuve la impresión de que se trataba de mi solicitud, aunque preferí fingir demencia.
—Eso que te estás postulando a comandar el SDf-2.
Casi escupí el café, y me había atacado por una tos repentina.
—Yo no…—apenas balbucee.
—A esta hora el almirante Gloval propone tu nuevo ascenso ante el concejo y si es aprobado no tengas duda de que conseguirás puesto.
—Pero yo no pedí…—mejor guardé silencio ante el recuerdo de lo que le solicité al almirante—Bueno, yo sólo dije que quería un puesto disponible y no pensé que fuera ese y menos que se tramitara tan rápido.
—Pues es urgente, ¿no recuerda que las pruebas de vuelo de la fortaleza se harán en dos semanas? Y como no hay un comandante designado tu solicitud se ve como una prioridad.
—No creo que proceda, la mitad del concejo me odia y resto simplemente pensará que no estoy capacitada y que no tengo la experiencia suficiente.
—Estás muy loca si piensas que no tiene la experiencia suficiente, si alguien aparte del almirante la tiene, esa eres tú.
—Gracias por la confianza amiga, pero yo tengo dudas.
— ¿Desde cuándo Elizabeth Hayes duda de sí misma? Te va mal en el amor amiga mía, pero en tu trabajo eres una de las mejores.
Claudia sí que sabía cómo subir mi ego militar y a su vez, tirar mi ego amoroso por los suelos.
Y entonces sucedió, Rick apareció al lado de Max; apenas me vieron comenzaron a aplaudir, y ante todo mi pesar, todo el mundo en esta cafetería comenzó a imitarles, provocando que mis mejillas comenzaran a arder de pura vergüenza.
—Felicidades— me dijo Max acercándose.
— ¿Así que te decidiste a marchar? —preguntó Rick.
—Nada está dicho, el concejo tiene la última palabra.
—Será un hecho— dijo Max con mucha confianza.
Mi mirada se cruzó con la de Rick; lo noté ansioso, con ganas de preguntar, pero antes de eso Max lo jaló de la solapa.
—Vamos Rick, las chicas quieren celebrar a solas.
Terminé hablando cosas triviales con Claudia ; después volví a mi puesto y agradecí sinceramente no haber coincidido en ese turno con las conejitas, no habría podido con sus comentarios y preguntas. A la salida de la base me esperaba un vehículo para llevarme a casa como siempre, pero esta vez decidí caminar. Tenía que analizar cada uno de los aspectos de mi decisión y cómo había cambiado las cosas desde mis planes iniciales cuando me desperté en la mañana. Comandar una nave era una gran responsabilidad y en mi interior no me sentía preparada para ponerme los zapatos del almirante Gloval, yo no era como él, pero sin duda había aprendido muchísimo desde mi experiencia combatiendo a los Zentradis.
La noche estaba helada y sentía que mi fiel gabardina no era suficiente contra el frío. Traté de caminar rápido, aunque no tanto porque de alguna forma quería debatir en mi mente y llegará la paz antes de llegar a casa.
Y me detuve de pronto cuando a lo lejos divisé una pareja; pensé que podría ser Karl y yo, pero después me imaginé viendo a Rick y a Minmei. Evidentemente eran a una muy linda pareja y no sé porqué al verlos o al imaginarlo más bien, algo me molestaba en lo profundo de mi ser.
Me puse a pensar que Rick era uno de esos pilotos con mucha habilidad, muy respetado por sus capacidades; era como él héroe máximo que había hasta el momento en la tierra, y por supuesto, todo héroe, debía estar con la damisela bella que siempre estaba en problemas y necesitaba ser salvada. Mientras yo era exigente, estricta, y respetuosa de todas las reglas habidas u por haber, dedicada al trabajo, perfecta en ello, odiada, pero sin vida personal y sola.
Sólo al pensar en eso comenzó a doler algo en mi interior.
No tenía quien me salvará en este planeta.
Por eso quería marcharme, buscar un mundo donde alguien peleara por mí, por lo que en verdad era. Que amara lo que había bajo el uniforme militar.
Eché a andar sólo para darme cuenta de que la pareja eran dos perfectos desconocidos que vivían su momento de romance sin pensar en lo helado que estaba la noche.
Después todo fue paz y calles vacías, solo el ruido de mis pisadas rompía el silencio de la noche. E imaginé mi casa, fría y oscura, también una copa de vino antes de meterme a mi tibia cama.
Ese último pensamiento realmente me alegró.
Hurgué en mis bolsillos buscando las llaves en tanto apresuraba el paso, y mi mano se topó con una fotografía de Karl y yo; estaba arrugada, desgastada, y la devolví tal cual al mismo rincón.
—Ya no más, Karl.
Rick me esperaba en la puerta, por su aspecto noté enseguida que llevaba tiempo de pie allí. Temblaba de frío.
Era toda una sorpresa, muy inesperada.
Lo invité a pasar y mientras dejaba mis cosas, él se acomodó en el sillón. Me miraba esperando alguna explicación, o al menos eso sentí.
—Y bien Rick, ¿A qué se debe tu visita? —pregunté tajantemente, solo quería que se fuera pronto para poder dormir.
—Nunca me dijiste que pensabas enlistarte en la misión.
—No pensé que tuviera que rendir cuentas ante todo el mundo.
Apenas respondí me di cuenta de que había sido demasiado dura, pero quién era él para venir a pedir explicaciones de mi decisión.
—No soy todo el mundo, soy tu amigo…al menos de mi parte te considero una amiga. - dijo bastante inseguro y tal vez un poco arrepentido de venir a mi casa.
—Soy un oficial, no espero la empatía o amistad de nadie, de la única forma que quiero que me vean es como una imagen de respeto.
Justo en ese momento me di cuenta de que mi padre estaba hablando por mí—Pero por el tiempo que llevamos trabajando juntos, puedo decirte que la decisión la tomé hoy.
Y a pesar de que intenté reparar el golpe inicial de mis palabras, él no advirtió simpatía alguna. Se puso en pie, no parecía molesto, más bien estaba decepcionado.
—Entonces espero el concejo apruebe tu solicitud, creo que te lo mereces.
No tuve tiempo de contestarle él simplemente dio media vuelta y se perdió tras la puerta.
Esa noche la cama no fue ni cómoda y cálida, fue mi peor enemigo y no me permitió dormir. por la mañana tenía todo listo para salir cuando alguien llamó a la puerta.
El conductor de mi transporte, frente a mí me dio un saludo formal.
—Señora, soy su nuevo conductor asignado. Soy el cabo Henry Genaro, y si está lista, la llevaré a la base.
— ¿Puedo negarme, cabo? Me gustaría caminar como todas las mañanas.
—Lo siento señora, su nueva insignia demanda que yo la acompañe a todos lados.
Intenté comprender lo que estaba pasando y sólo se me venía una cosa a la cabeza, que el concejo había probado mi solicitud, y no estaba muy equivocada porque cuando llegué a la base el almirante Gloval me estaba esperando, junto a otros miembros de concejo, entre y yo Maistroff.
Saludé cuadrándome ante ellos.
—Capitana Hayes, estamos aquí para informarle sobre su nueva asignación—informó el almirante.
—Contra mis cuestionamientos, pero creo que la mayoría votó anoche a favor de que usted comande la fortaleza SDF-2.
A través del vidrio de la ventana de la oficina del almirante pude ver al gigante que estaba esperando mi mando, en poco tiempo más esa nave sería sólo mía, sería mi vehículo para escapar de la Tierra. Y una sensación agridulce se apoderó de mí ser.
Me senté a escuchar todo lo que tenían que decirme y después me dieron la fecha de la ceremonia oficial donde me otorgarían el cargo.
Salí conforme de la oficina, pero no feliz.
Claudia y las chicas prácticamente se lanzaron sobre mí a felicitarme, preguntando si me emocionaba pensar mi nueva aventura.
En algún momento Claudia me jaló a su lado para hablar en privado.
—Tienes que saberlo, el personal de la base Sara en Marte serán traídos a la tierra por el riesgo que supone la presencia de los maestros de la Robotechnia.
—Me iré de todas formas, Claudia.
—-Pero Karl.
—Karl nada.
Mi vista se perdió a lo lejos, en el lago.
— ¿Ya no lo amas?
—Karl ha estado tanto tiempo lejos de mí, y pienso que es más fácil reconstruir la tierra que nuestra relación.
—Más te vale que te vayas antes de que ellos lleguen aquí, no vayas a descubrir que lo sigues amando y todo sea un desastre.
Lo que Claudia decía tenía sentido, no había pensado en esa situación.
—Un hombre que ama a una mujer lo haría todo para estar con ella y bajo ese concepto deduzco que él ya no me ama. Me iré, lo tengo decidido, no importa si sigo teniendo sentimientos por él.
Volvimos al interior para instalarme en mi puesto y comenzar a repartir instrucciones, en ese instante Sammie me dio un pequeño empujón hacia el costado.
—Parece que no le hemos informado que sus vacaciones comienzan justo ahora.
Había regresado tan ensimismada que nunca advertí la presencia del Almirante y me vi sorprendida.
—Ya no más Tac net, Lisa—dijo la chica a mi lado.
—Desde hoy y hasta el día de la ceremonia tienes libre. Sugiero que descanses mucho y te prepares mentalmente.
—Pero señor….
—No es mi decisión, es del concejo—Tenía que acatar—Sin embargo, Genaro estará a tu disposición durante el día para llevarte donde quieras, y por la noche dos militares asignados custodiarán tu casa. Ahora eres alguien importante y tendrás las mismas condiciones que un miembro del concejo, e incluso tu sueldo se incrementará a partir de que se haga efectiva tu asignación. Dicho eso, tengo que pedirte que vuelvas a tu casa.
Volví a mi casa a cambiarme de ropa, luego corrí un poco la cortina y vi el Jeep miliar estacionado al frente, con Genaro dormitando en su interior.
Resultaba un poco difícil asumir la situación, todo había sido tan rápido que era imposible digerir los cambios, y ni siquiera había tenido tiempo de informar a los pilotos que coincidían en mi turno.
Dejé escapar un suspiro y quise pensar qué haría para no aburrirme.
Vi las flores, un enorme y costoso ramo de flores que venían hacia mi puerta con un muchacho de mandado.
Abrí antes de que llamará.
— ¿Capitana Hayes?- preguntó.
Asentí y firme la hoja que me extendió. Me permití oler el aroma de las rosas frescas y saqué la tarjeta.
"Felicidades" Leí. No había nada más.
Me esmeré en colocarlas en un florero pensando que el Almirante fue muy considerado. El problema fue sentir la libertad después de terminar de acomodarlas sobre mi mesita.
sí, esa era mi vida: sin mi trabajo no tenía nada.
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Resistí cuatro días de encierro y me vi como leona enjaulada, mi clóset y mi despensa por primera vez estaban llenos después de ocupar parte de mi tiempo yendo de compras. Ya había visto mi película favorita repetidamente y no me veía tentada a verla de nuevo.
Me asustaba que llegara una nueva noche, entonces recordé una nota. Marqué el número escrito en mi teléfono y apenas contestaron al otro lado de la línea desistí sintiéndome bien tonta.
Sin embargo, no contaba con que devolvieran el llamado. Levanté el auricular sin atreverme a esbozar una sola palabra.
—Elizabeth, eres tú.
El tono de Jack fue afirmativo.
Me aclaré un poco la garganta y le contesté con un tímido "hola"
—Esperaba tu llamado, supongo que necesitas un poco de acción con este tentador cuerpo varonil.
Quise reír de su humildad, aunque pude resistir la tentación.
—Me preguntaba si tienes la noche libre.
—No, tengo turno— ahí se iban mis planes—, pero por ti lo haré posible. Paso por ti a las nueve.
Colgó antes que me diera tiempo de reaccionar.
Jack era un piloto, aunque ni los años recibiendo órdenes mientras servía en el ejército le quitaba esa actitud rebelde de mercenario. Y ese fue el punto de mi brutal arrepentimiento.
Ya no era una mujer cualquiera, nadie podía verme al lado de alguien como él, ninguna reputación quedaba intacta después de una cita con Jack, el conquistador Archer.
—Estoy jodida.
Llamé inmediatamente a Claudia y le supliqué evitar que Jack cambiara su turno; ella me respondió que haría lo imposible, aunque no me dejaba tranquila.
Tomé mi abrigo encaminándome directo al Jeep.
—Sé que tu turno termina en una hora, pero…¿ podrías conducir hasta ciudad granito?
—Es una ruta peligrosa y tengo que pedir autorización a la base.
—Entonces conduzca a donde sea— dije desesperada.
El vehículo avanzó lento según mi petición por varias calles y luego enfilamos por una avenida.
— ¿Adónde exactamente quiere ir?
No lo sabía, sólo no quería estar en casa.
De pronto nos vimos en un taco horrible, Genaro tuvo que detenerse.
—¿Qué sucede? —le pregunté ya que él tenía mejor visual que yo.
—Un concierto a beneficio de la señorita Minmei.
—Ahora entiendo el alboroto.
—Sabe que siempre desee verla en persona.
Solo pude imaginar cómo mi rostro se iluminaba con una gran idea.
—Vamos, yo te invito.
Si bien no pudimos conseguir una entrada para el concierto, me permitieron meterme tras bambalinas.
—Verás, no somos amigas pero tuvimos una cercanía estrecha. Te la presentaré.
Nadie me impidió el paso llegando hasta su mismo camerino el cual estaba con la puerta abierta, aunque dentro las cosas no parecían nada bien. Minmei discutía con otras personas.
Me limité a no tocar, manteniéndome apartada. Primero vi salir a Kyle, furioso. Oímos varios gritos después, seguido de una salida de un cabizbajo Rick Hunter.
—Lisa, ¿Qué haces aquí?
Advertí que su tono no era el habitual.
Iba a responder cuando Minmei se asomó.
—Capitana Hayes.
—Señorita Minmei, esperaba que tuviera un par de minutos.
—Dos. Ya voy de camino al escenario.
Le presenté a Genaro y tuvo la amabilidad de firmarle un autógrafo antes de irse sin mediar en una mirada al piloto.
—No quiero meterme, pero si deseas hablar con alguien, tengo tiempo de sobra.
—Quizás es lo mejor, ella no me quiere aquí.
Rick y yo terminamos en el restaurante más discreto de la ciudad después de despedir a Genaro. Si bien el chico no quería marcharse, Rick afirmó que con su escolta estaría segura.
—Así que ahora eres alguien importante—susurró el piloto, tal vez queriendo evitar el propio tema que nos llevó a es lugar.
—Eso creo, aunque debo confesarte que no me lo esperaba. Al solicitar unirme a la misión, comandar la nave fue lo último que se me pasó por la cabeza.
—Te lo tienes bien merecido, Lisa.
Todo el mundo me decía lo mismo y cada vez que alguien lo repetía me gustaba menos.
Pero ese chico que tenía en frente, nunca se mostró tan vulnerable como ahora, no merecía que sacara a relucir mi malhumor.
—Salí de casa huyendo de una cita que hice por error con Archer—solté de sopetón. Vi como su rostro se desfiguraba de la impresión—No tengo nada con él, es simplemente que estaba aburrida y no sé me ocurrió nada mejor que invitarlo, después me arrepentí.
—Archer y tú deben estar lo más lejos posible.
—Archer seguro ya se unió a la misión al saber la noticia, no estaremos lejos aún cuando le ruegue a Dios.
—¿Y qué será de tu novio?
Me espantó saber que lo sabía, luego recordé que hablé algunas veces con él del tema cuando nos quedamos atrapados en el SDF-1.
—Me voy sola.
—¿Terminaron la relación?
—No exactamente.
Hablamos por mucho rato del tema, de alguna forma me sentí a gusto desahogándome sin recibir una recriminación de regreso como Claudia solía darme.
Cuando vi el reloj me di cuenta de que ya era casi media noche.
—Ya es tarde, e imagino que tienes turno mañana.
—Sí.
—Entonces es hora de irnos.
Nos devolvimos a casa caminando, recordando las peripecias que vivimos en el SDF-1, riéndonos de algunas anécdotas que nos pasaron, e incluso de nuestras constantes peleas.
—Voy a extrañarte cuando te vayas.
Me dijo de pronto.
No pude más que detenerme a verlo a la cara. Si no hubiera estado tan cegada en responder a sus desafíos de piloto rebelde, nos hubiésemos llevado muy bien. Ahora más que nunca lo tenía claro.
—También te extrañaré.
Lo vi acercarse peligrosamente, mi corazón comenzó a latir apresuradamente cuando noté su rostro tan cerca pensando que me iba a besar. Pero el beso que esperaba en mis labios llegó a mi frente.
Mi decepción fue enorme al darme cuenta de que yo no era más que una amiga entendiendo que fue suerte no haberme enamorado de él porque desde el inicio mi batalla estaba perdida.
—Caminemos, la hora no tiene pausa.
Llegué muy tarde a mi cama, repitiéndome a mi misma que era la última vez que demostraba debilidad.
Nota de Autor: Debido a la nostalgia o tal vez, simple desesperación de sentirme encerrada por demasiado tiempo, surgió la idea de escribir. Disculpen algunos errores, entre la locura del trabajo y el caos interno en mi casa, el tiempo no alcanzó para editar y perfeccionar; pero decidí subirlo así, porque era ahora o nunca. Y ya una vez planee no publicar, pero mis amigas dijeron que lo intentara.
