Sailor Moon y sus personajes pertenecen a Naoko Takeuchi, ellos son usados en la historia con fines de entretenimiento para el lector y ella misma.
Vigilia
El abrir y cerrar de las puertas de su armario no paraba, la hermosa chica de cabellos aguamarina no dejaba de botar ropa. Era la primera vez que estaba en aquel lugar; según le habían comentado todo era natural y, si te dejabas llevar las cosas fluirían, pero Michiru no dejaba de preguntarse si realmente había sido una buena elección ceder a las peticiones de sus padres y amigos del hospital.
Hizo una pequeña mueca de fastidio, en realidad no deseaba ser mangoneada por la gente que amaba, pero si había cedido era porque incluso ella estaba curiosa por saber si realmente la terapia en Segismundo podría funcionarle como lo había hecho con miles de personas en Japón.
Con algo de resignación hizo un espacio en su cama y se sentó para quedar a un lado de su buró. Miro de reojo la pequeña tarjeta blanca que le ayudaría a contactar a su médico de cabecera. Estiró su brazo y la tomó, de nuevo suspiró al leer el apellido de la "eminencia" que había tomado su caso. Al menos sus padres lo llamaban de tal manera, sabía que debía de confiar en el hombre y el único "pero" que tenía era el siguiente.
—La doctora Mizuno parece no estar muy segura de lo que me recomiendas, aunque si muchas personas hablan bien de tu terapia… Creo que puedo darte mi voto de confianza y eres colega de la doctora, así que… Supongo que debería de dejar de perder mi tiempo y comenzar con esta experiencia en Segismundo. Si tengo algún problema lo reportaré y saldré de aquí ¿cierto? Eso dijeron en las instrucciones. Debo confiar en el doctor Kou, eso es lo que debo hacer y quitarme este raro sentimiento de que algo saldrá mal.
Michiru dejó la tarjeta en el buró y comenzó a hurgar entre la montaña de ropa que ahora se erguía en su pequeña cama. Rodó los ojos, era un fastidio tener aquel desorden en la cama, pero seguramente podría darle solución de forma rápida. El nuevo problema que estaba frente a la chica era el siguiente ¿qué ponerse? Había escuchado que en Segismundo la gente que llegaba de visita se divertía a lo grande. Y por el bocinazo que había pegado el auto que estaba abajo, seguramente eso significaba que pasaban por alguno de sus vecinos.
—¡Es hora de la fiesta nene! — escuchó a un hombre gritar.
Aquel escandaloso alarido dejó a Michiru congelada, ella no era esa clase de persona que se la pasaba de fiesta en fiesta. Al contrario, siempre fue recatada y un poco seria al momento de hacer amistad con los demás, esos ánimos de querer descubrir aquel lugar se habían ido por la ventana cuando el clamor de su vecino se coló por su ventana.
—Quizá a eso se refieren los del grupo de apoyo cuando dicen que si dejo las cosas fluir lo pasaré bien. Pero nunca me dijeron que debería salir de fiesta, ¿ahora qué me pongo?
Y eso no significaba que tuviera prendas de monja en su closet, sino que eran demasiado pomposas como para ir a una discoteca o un bar. ¿En qué momento pensó que todo sería como ir a dar un tour cultural por Europa? ¿Se creyó que iría a dar conciertos a las mejores salas de teatro u ópera? Tenía 22 años y se comportaba como una abuela, eso de centrarse en sus estudios quizá no había sido una gran idea después de todo.
Escarbando entre vestidos y trajes sastres a la medida pudo encontrar un par de pantaloncillos cortos y una chaqueta de mezclilla. Negó levemente como intentando reprocharse el no pensar en preguntarle a sus amigos del grupo de terapia el tipo de actividades que había en Segismundo; debía de buscar, estaba segura de que encontraría algo mejor que… Esa ropa tan sosa.
—¡Increíble Michiru! — se regañaba.
Pues no, entre sus ropas no había nada más llamativo o menos aniñado, lo único que podía usar eran un par de tenis blancos y una playera del mismo color. Se llevó un par de dedos al puente de la nariz para dejar salir el estrés que sentía y bajó un poco la cabeza. Debería de irse vestida de manera tan lerda, no deseaba que la reconocieran, así que se puso un par de gafas sin aumento para esconder su verdadero ser o al menos cuidar su honor.
—No quiero que piensen que soy una mujer fácil, pero tampoco que crean que soy una niña de casa, dulce e inocente que no sabe lo que le agrada. ¿Por qué demonios no pensé antes en preguntar el tipo de actividades de este lugar?
Así Michiru comenzó a vestirse, ya estaba en el lugar y debía de aprovechar el tiempo, no seguirlo perdiendo entre sus dudas y malas elecciones de ropa. Se paró frente a la puerta de la entrada, llevó la mano al picaporte…
—No, primero debo de asegurarme que no hay nadie en el pasillo — se dijo.
Se acercó a la mirilla, movió su ojo de un lado y otro, nadie estaba en el pasillo. Así que asintió para darse coraje y salir corriendo del lugar. Michiru no tardó mucho en estar en la recepción del hostal, donde la voz de una persona la detuvo.
—Señorita Kaioh, ¿disfruta de su estancia en el De la Barca?
—¡Qué! — dio un pequeño salto al ver que el sujeto de recepción la había reconocido.
—Su estancia, ¿la disfruta?
—Claro, sí… El lugar es muy bonito, de hecho, me disponía a recorrer todas las instalaciones de la isla.
—Así parece, ¿desea que le haga una sugerencia?
—Por supuesto — dijo como queriendo cortar la charla.
—Se dará cuenta de que los bares y discotecas son temáticos en este lugar. Por el tipo de prenda que viste nuestra distinguida huésped, le recomendaría ir a Ilusión es una discoteca de los años 80. Sus prendas se verán muy bien allí.
—Bingo, mis amigos me recomendaron el lugar— sonrió.
—Me alegro.
—Pero no me dijeron cómo llegar.
—Señorita Kaioh no tenga miedo de perderse, porque en Segismundo todo la encuentra.
—Sí, cierto— lo apuntó en juego.
—Recuerde bien que las puertas se cierran a las 12, no llegue tarde.
—Lo tendré en cuenta.
La chica se dio la vuelta para salir del lugar, aquel sujeto estaba completamente loco. ¿Cómo rayos las cosas te encuentran en Segismundo? Además, el hostal que la hospedaba cerraba las puertas muy temprano, ¿de verdad podían disfrutar de la fiesta? No, jamás regresaría a esa estúpida isla.
—Me quedaré en este día de prueba, pero les diré a mis padres que no gasten en la estancia completa. ¿Cómo se supone que me mejoraré en este lugar si todo se acaba a las 12?
Se llevó las manos a los bolsillos de su chaqueta, bufaba mientras caminaba por ese sendero de arena. El hostal De la Barca quedaba muy cerca de la playa, al menos el sonido de las olas rompiendo la sacaban de esa indignación, el plus era que el cielo comenzaba a pintarse de naranja.
—Parece que no todo es tan malo, Segismundo tiene su encanto.
Sus ojos comenzaron a mirar el cielo, las dudas en ese instante desaparecían y sintió que el lugar realmente funcionaría, deseaba que las cosas la regresaran a la normalidad. No había algo más que deseara con tanto fervor, regresar a la realidad era aterrador e intimidante. Pero hoy, viendo el cielo y escuchando el mar la paz regresaba a ella.
Dejarse llevar y las cosas fluirían, se volvió a recordar… Cerró sus ojos unos instantes, la caminata era mucho mejor que dejarse atrapar por la vida nocturna del lugar. Una discoteca de los 80, ¿qué haría en un lugar así? ¿se divertiría? Tantas preguntas y ninguna respuesta, esa era la idea que se instalaba en la cabeza de Michiru.
—¡Pero miren quién llegó! — Michiru detuvo su caminata, aquel hombre de nuevo estaba gritando.
—¿No dijiste que tenías algo importante que hacer mañana? — preguntaba otro chico.
—¡Ya chicos! Espantarán a la super estrella — se burlaba otro.
—Dejen de molestar, que tenga una conferencia mañana no quiere decir que no pueda divertirme.
Michiru movía su cabeza de un lado a otro, se preguntaba como demonios había llegado a la ciudad, no sintió que la arena cambiara a pavimento. Simplemente el ambiente había dado un giro de 180 grados, ahora estaba a unos metros de cuatro chicos.
—Haruka Tenoh, eres todo un caso — decía un pelinegro que le palmeaba la espalda.
Corrección, tres chicos y una chica con cabello corto, que cerraba los ojos para reír y a la que se le formaban unos hoyuelos en las mejillas.
—Mi querido señor Chiba, por algo soy una estrella.
—¿Cómo te quedó el ojo Diamante? Haruka es más soberbia que los demás.
—Así pasa con personajes como ella.
—Ya, dejen de molestar y vayamos a divertirnos. ¿Dónde está el escandaloso?
—¿Yaten? — dijeron los otros.
—Sí.
—Se adelantó.
—¿Están hospedados en el hostal? — dijo la mujer y Michiru al fin pudo ver sus ojos verdes.
—Diamante, yo ya tengo residencia permanente.
—¡Bien! Esto lo debemos celebrar — reía la chica.
—¿Y tú Haruka? — comento al que llamaban Diamante.
—¿No sueñas con quedarte en esta isla?
—La verdad Chiba es que como bien se ha escrito "en el mundo, en conclusión, todos sueñan lo que son."
—¿Qué quieres decir?
—Mi verdadero sueño no es estar en esta Isla, sino ser y vivir.
—Hoy estás de un pésimo sentido del humor — reclamaba el pelinegro.
—Mejor vamos a divertirnos, tanto Diamante como yo debemos irnos a las 12. Alcancemos a Yaten que ya debe de estar pidiendo nuestras bebidas.
La alta chica de cabellos cenizos llevó sus manos a las espaldas de sus amigos para hacerlos avanzar. Mientras que Michiru levantaba la mirada para leer el nombre que destacaba en la pared.
—"Ilusión" ¿de verdad me encontró?
¿Qué más debía de pensar? La realidad era que, si ya estaba en la entrada de la discoteca, debía dejar que las cosas pasaran. Estaba un tanto nerviosa, no sabía como socializar muy bien, casi siempre la gente se acercaba a ella, hacía la plática y Michiru se limitaba a sonreír, decir que sí o un "tal vez", pero nada más allá.
Al pasar la puerta se encontró con esas grandes máquinas de baile, maquinas de monedas de videojuegos, la gente con ropa algo llamativa, los calentadores y la música que deleita al oído para que puedas bailar.
Vio la barra del bar, se lo pensó unos momentos y caminó, porque al fin se daría el gusto de tomar una bebida alcohólica.
—Disculpa— le dijo al barman.
—¿Sí linda?
—Bueno yo… Quiero… ¿Qué tienes de tomar?
El chico señaló el cartel que estaba sobre él, Michiru sonrió llena de pena y procedió a leer.
—¿Qué te doy?
—Yo… Me lo pensaré un poco más, iré al área de videojuegos.
—De acuerdo.
Al menos el tipo era amable con ella, no la incomodó o le insistió para que bebiera algo. Luego de unos momentos se reprochó por no tener el valor de pedir un whisky o una cerveza o… ¿Tequila? ¿Vodka? Ella estaba a nada de pedir un vaso de agua, algo que le quedaría bien con su ropa de lerda.
Mientras más se acercaba al área de juegos, se sentía más cómoda, lo mejor era pasarla de una manera más sana que bebiendo hasta ponerse idiota. ¿Qué tal que no llegaba al hostal a tiempo? ¿Si se perdía?
—Pacman — dijo divertida.
—¿Quieres un compañero?
—¿Qué? — respondió al chico de lentes de fondo de botella.
—Podemos jugar ese otro — señaló uno de carreras.
—Parece divertido — entonces vio como uno de los chicos que jugaban en él volcaba y se lamentaba —. Pero mejor otro día.
—De acuerdo — el pobre chico tímido regresó a su lugar mientras miraba a la chica alejarse a la pista de baile.
En medio de todos estaba la chica de ojos verdes, parecía ser el centro de la fiesta, los reflectores de todos caían sobre ella. La saludaban, la abrazaban o la molestaban como parecía que sucedía con una de las chicas del lugar.
—¿De verdad no quieres ir a Frenesí?
—No— dijo molesta.
—Vamos Haruka, quiero estar contigo.
—Dije que no.
—¿Por qué?
—Me quedé de ver con alguien aquí.
—¿Ah sí?
—Sí.
—¿Y?
—¡Allí estás! — Michiru simplemente se quedó un poco confundida al ver a la chica caminar a ella — ¿Por qué no me esperaste en la entrada como quedamos?
—Pues… Te tardaste y yo te dije que no me gusta que la gente sea impuntual.
—Sólo fueron unos minutos, no puedes molestarte por eso.
—Para mí cinco minutos o 30 tarde son la misma majadería Haruka— se cruzó de brazos.
—Lo lamento— tocó su hombro.
—Nos vemos luego Haruka.
Se despedía la chica y la de ojos verdes simplemente levantó su mano a manera de despedida. Al ver desaparecer a la mujer entre la multitud se giró para quedar de frente a la chica de cabellos aguamarina.
—Gracias.
—De nada, parecía que no estabas a gusto con ella.
—Es mi culpa, creo que le di esperanzas de algo, pero la verdad es que no me gusta de esa manera ¿sabes?
—Pues… No, la verdad no sé mucho de eso.
—El toque de mi nombre fue un detalle soberbio. En verdad que te debo una…
—Michiru.
—¿Eres nueva en Segismundo?
—Sí, es mi primera vez.
—¿Quieres algo de tomar?
—Pues yo… No sé qué tomar— dijo tímida.
—Soda con algo de ron, es buena para comenzar. Te compro la primera, a manera de agradecimiento.
—No, descuida.
—Sin excusas, me imagino que es tu día de prueba y debes de vivir toda la experiencia. No me discutas Michiru.
—Pero…
—Sin dudas, créeme, sé de lo que hablo.
—Parece que sí porque todos te conocen.
—Dos sodas con ron — le decía al barman —. Perdón, ¿me decías?
—Que todos te conocen y eso quiere decir que te la pasas bien siempre que vienes a despejar tu mente en Segismundo.
—No lo malinterpretes, llevo aquí mucho tiempo… Digamos que yo comencé esta isla y algunas veces vengo a asegurarme que nada se sale de control.
—Ya veo… ¿El lugar es tan genial como dicen?
—Mejor… Aquí tienes.
—Gracias.
—Por allá hay una mesa, charlemos, parece que tienes dudas de la isla.
—Algunas.
Agachó la mirada, se sabía descubierta por una de las personas que habían creado Segismundo. Así que por eso todos la conocían y por eso hablaban con ella de una charla. Haruka caminaba con seguridad por el lugar, todo lo contrario, a Michiru que parecía encorvarse de vez en cuando, por miedo a lo desconocido.
—Ay— hizo una cara de desagrado al beber del vaso.
—¿No habías bebido antes?
—No… Esto es… Al menos sé que la soda es buena.
—Sí, ¿no es fantástico lo que logramos?
—Pues sí… Ustedes son genios.
—¿A qué te dedicas Michiru?
—Soy violinista.
—Genial.
—No tanto — dijo con algo de tristeza.
—¿Te obligaron a estudiar eso?
—No… Digo que no tanto porque fuera de este lugar yo… No puedo tocar.
—¿Por eso viniste? ¿Crees que este lugar te ayudará a desarrollar las herramientas para aceptar que no puedes tocar?
—Eso dicen en el grupo de terapia, mis manos quedaron dañadas a raíz del accidente que sufrí y… Sí, me deprimí mucho, deseaba estar muerta, ya sabes… Intenté hacerlo, pero mis padres me encontraron antes de que lograra mi objetivo.
Michiru miró a Haruka que no perdía detalle sobre ella, parecía que la estaba juzgando, pero al mirar detenidamente pudo darse cuenta de que en esos ojos verdes se reflejaba algo muy parecido a la comprensión, sabía de lo que hablaba. Al menos, eso era lo que la chica de cabellos aguamarina creía.
—Me alegra mucho que decidieras venir a Segismundo. Todos encuentran paz en este lugar, puedes llevar tu experiencia al otro nivel.
—¿Cómo poder tocar?
—Si eso te aleja de la depresión por no hacerlo allá afuera, claro.
—Pero ¿no es como un placebo Haruka?
—No lo creo, bien lo dice el eslogan "en Segismundo todos los sueños son posibles."
—Un engaño.
—¿Y la vida no lo es de cierta forma?
—No, es obvio que no.
—¿Ya comenzabas a tocar en lugares de renombre?
—No, me titulaba y tenía en puerta una oferta de una de las mejores sinfónicas del mundo.
—Tu sueño se estaba cumpliendo.
—Hasta el accidente.
—Es decir, te engañaste ¿no?
—¿Qué?
—Tu vida prefabricada en la que salías del conservatorio y comenzabas a tocar en una de las mejores sinfónicas del mundo. Luego de viajar por todos lados conocerías al amor de tu vida y formarías esa linda familia, mediarías tu profesión con tu vida hogareña, sin importar que tuvieras hijos o no. Luego envejecerías y por placer darías clases a la gente que quisiera aprender a tocar el violín, así no te alejarías de la música ni un segundo. Sólo hasta el día de tu muerte.
—Pues…
—La realidad Michiru fue otra, tú viviste engañada por tus propias expectativas y sueños. ¿Por qué es diferente en Segismundo? ¿Qué lo hace malévolo o engañoso?
—Que sé que debo despertar.
—Cosa que lo hace más real que allá — Haruka señaló el techo.
—Dicen que debo dejar que las cosas fluyan, pero me parece un fraude.
—¿Fraude?
—Sí.
—El verdadero fraude está en el lugar que te destrozó tus sueños Michiru, ¿por qué no vivirlos aquí en Segismundo?
—¿Tú eres real?
—Tan real como tú.
—¿Y qué te truncaron allá?
—Era una super estrella, al igual que tú un accidente me truncó la carrera que tanto me costó construir. Quise morir, no tenía ganas de nada y pensé justo lo que te dije ¿qué pasaría si pudiera controlar mis sueños, mi entorno?
—Segismundo fue la solución.
—A todo, si te dejas fluir, ni siquiera recordarás lo que te duele y estar allá será llevadero porque en Segismundo puedes volver a disfrutar de tu vida.
—Todo se acaba a las 12.
—Por el momento.
—¿Qué?
—Hablando de eso… Son las 11:30, es hora de irnos, te pasaré a dejar al hostal De la Barca.
—¿Te hospedas allí?
—Sí.
—¿Por qué salir a las 12? No me digas que algo malo pasa si no nos desconectamos a esa hora.
—No, vas a despertar allá sin problemas. Pero la experiencia puede ser un tanto confusa para los nuevos, por lo que en el día de prueba se les dice que lleguen al hotel, de esa forma no perderán el sentido de lo real y Segismundo.
—Bien, eres una experta, así que te haré caso… ¿Por qué dices que por el momento?
—Digamos que tengo una charla con mis colegas el día de mañana.
—Así que dejaste tu pasión y decidiste inventar Segismundo.
Haruka simplemente sonrió sin responder a la pregunta de Michiru, ambas caminaron a la salida del lugar. Caminaron sin decir palabra alguna porque la de cabellos aguamarina estaba pensativa con el discurso de Haruka.
—Llegamos.
—Eh… Oh, sí, estamos aquí… Gracias por acompañarme.
—Espero verte pronto Michiru.
—La verdad, no lo sé.
—Bien… Piensa en lo que te dije, la decisión es tuya y no de los demás. Si no quieres regresar a Segismundo, está bien.
—Gracias… ¿Nos veremos allá?
—No controlo eso, pero… Espero que sí— Haruka levantó su mano para despedirse y caminar por otro pasillo.
—Espera.
—¿Sí?
—En caso de que decidiera regresar… ¿Me explicarías tu forma tan rara de ver una realidad en Segismundo?
—Claro.
—No es seguro.
—Yo… Prometo hacer todo lo posible por encontrarte allá en caso de que no te vea en Segismundo de nuevo.
Michiru simplemente se quedó observando la tranquilidad de Haruka que se retiraba y llevaba sus brazos a la espalda.
—Señorita Kaioh.
—¿Sí?
—Es hora de regresar a su habitación.
—¿Tan rápido?
—Eso pasa con las pruebas o quienes están pensando en quedarse en Segismundo por más tiempo.
—¿Si me hiciera con la residencia permanente?
—Se retiraría a la hora que lo desee.
—¿Haruka?
—Ah… La joven Tenoh es un caso especial en este lugar, pero usted debe de regresar señorita Kaioh.
—Entonces iré a mi habitación.
—Espero que su estadía en el hostal fuera satisfactoria.
—Lo fue.
Nota de autor: Quisiera agradecer a la plataforma por permitirme plasmar las historias que se forman en mi cabeza, para que así todos ustedes puedan disfrutar de ellas.
Por favor, espero que le den una oportunidad y desearía que me ayudaran a mejorar con sus comentarios. Por lo pronto, gracias.
