Oh Capitana, Mí Capitana:
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Ser miembro del cuarto escuadrón era todo un honor para cualquier shinigami. No sólo porque dicho escuadrón cumplía con la ardua tarea de curar y velar por las vidas de los demás soldados tanto en misiones oficiales como fuera de ellas. Sino porque dicho escuadrón era el más respetado de todos en la sociedad de almas.
El escuadrón número cuatro tenía los miembros más poderosos en cuanto a control y capacidad de kido, tanto que podían lograr con ello cosas inimaginables. El control que los soldados pertenecientes a dicho escuadrón dominaban sobre sus propios poderes era la envidia de todos los demás soldados de las demás divisiones.
Pese a todo ello, la razón por la cual el cuarto escuadrón era el más respetado por todos, era su capitana. Retsu Unohana.
Pocos Shinigamis en la historia habían alcanzado las cotas que la mujer había alcanzado. La ex Kenpachi no tenía un igual. El respeto que la capitana Unohana recibía sólo con entrar a una habitación era la prueba de que nadie estaba a su nivel. Muchos le temían, todos la respetaban y nadie la cuestionaba.
Era un honor para él haber logrado entrar al escuadrón número cuatro. Era más que un honor poder tener a Retsu Unohana como capitana, era el sueño de cualquier alma, y- para él- lo que todo el mundo debería a aspirar, poder servir a semejante icono de la historia de los shinigamis.
La mujer era buena y alegre con todo el mundo. Nunca levantaba la voz -aunque nunca le sea necesario-, y siempre excedía con las altas expectativas puestas en ella. Sea como capitana, como guerrera o como médica.
La capitana Unohana era increíble, nunca parecía tener un mal día, la sonrisa en su rostro y la bondad estaban siempre presentes en ella. Era la primera en presentarse en los cuarteles y la última en irse a casa. Era una figura de culto en el seireitei.
Tenía la admiración, el respeto y el cariño de todos sus subordinados. Pero sobre todo el de él.
Llevaba tan sólo tres meses como miembro de aquel escuadrón, y en esos tres meses ya había sido ascendido a quinto oficial.
Se presentaba temprano en el cuartel y trabajaba tan duro como nadie sólo para oír un "Buen trabajo" por parte de su capitana. En sus misiones en el mundo humano era el que más huecos asesinaba y más almas rescataba.
En sus ratos libres se mataba entrenando como nadie. Pasaba horas y horas en los campos entrenamientos, agotándose e intentando superarse constantemente. Entrenaba hasta quedar sin un ápice de energía y desmayarse, sólo para oír a su capitana decirle "Tu esfuerzo es admirable" o "entrenas más duro que nadie"
No le daba vergüenza decir que adoraba a Retsu Unohana. Al contrario, le daría vergüenza no hacerlo.
Era la mujer perfecta. No solo por su estatus de legenda, pero es que no había ninguna mujer en el seireitei que siquiera se acerque su belleza.
Su cabello siempre se mostraba bien peinado, no importase el día o la hora, siempre se encontraba elegante. Sus ojos azules eran oscuros, y sin embargo eran tan brillantes como las estrellas en una noche despejada. Su fino rostro maternal siempre irradiaba felicidad, y sus labios carnosos tan sólo resaltaban su belleza infinita.
Su cabello siempre iba peinado en dos trenzas que caían sobre su -muy prominente- busto, escondiéndolo un poco y dándole más elegancia a su imagen.
Simplemente, Retsu Unohana era la mujer más bella del mundo.
Moriría como un simple lacayo con tal de poder estar medianamente cerca de semejante estandarte. Le encantaba su nueva vida, trabajando constantemente bajo las órdenes de Retsu Unohana, la leyenda del seireitei. Su capitana. Para él, formar parte del escuadrón número cuatro era un regalo de la vida.
Lo que no sabía es que la vida tenía pensado darle algunos regalos más.
Hacía poco había cumplido su segundo año como miembro de un escuadrón del seireitei, y, francamente, no podía pedir más.
Creía que su sueño y su objetivo en la vida se había cumplido simplemente conunirse al escuadrón número cuatro, pero no. El destino le había preparado mucho más para él.
De alguna manera, trabajar las veinticuatro horas del día y entrenar hasta desmayarse había conseguido llamar la atención de su capitana.
Los simples comentarios de apoyo que antes le daba quedaban pequeños con el nuevo trato que ella le mostraba.
Se había tomado el trabajo de aprender su nombre. Se sentía halagado cada vez que la bellísima capitana lo saludaba todas las mañanas por su nombre, seguido de un "buen día" y su maternal sonrisa.
Había comenzado también a darle sus misiones personalmente, en lugar de delegar el trabajo a la bella teniente -y su amiga- Isane. Cada vez que la capitana personalmente le daba a realizar una misión, el shinigami daba el trescientos por ciento de sí. Y siempre que regresaba al cuartel la capitana recibía su reporte al instante, de hecho, era el único de los miembros del escuadrón -sin contar a Isane, por supuesto- que entregaba los reportes de sus misiones oralmente, y directamente hacia la capitana.
Sus compañeros y compañeras lo felicitaban por sus logros, y sin embargo sólo le interesaba la felicitación de su capitana.
La capitana Unohana incluso malgastaba parte de su tiempo observándolo entrenar. Una o dos veces a la semana la ex Kenpachi se presentaba en el campo de entrenamiento que él reservaba, y se sentaba en silencio a observarlo por horas.
Sí hablaba era poco. Lo felicitaba por su progreso, lo alagaba (¡!) por su comportamiento y sus ganas constantes de mejorar, y a veces le brindaba consejos excepcionales.
Esos meses eran los mejores de su vida y parecía que serían los mejores de su vida por siempre, pero todo mejoró aún más al pasar el tiempo.
Debido a la traición del capitán Aizen, y con la partida de tres de los capitanes más fuertes que tenían los escuadrones de la corte, el seireitei en su totalidad había quedado tocado.
Había incertidumbre sobre cómo procedería el Capitán Yamamoto con semejante situación. Era algo nunca antes visto en la historia de los doce escuadrones de la corte, que tres capitanes traicionen el seireitei al mismo tiempo.
Uno de los rumores que se paseó por todo el seireitei en aquellos días era que, uno de los nuevos capitanes a designarse era, ni más ni menos, Isane Kotetsu. La joven, talentosa, brillante y muy poderosa Isane Kotetsu. Su teniente, superiora y amiga.
Pese a que era tan sólo un rumor, no pudo evitar sentirse muy feliz por Isane, su mejor amiga. Nadie se merecía ser capitán más que ella, su talento era inigualable y su conducta intachable.
Y, si Isane de verdad pasaba a ser capitana de alguno de los escuadrones que necesitaban un nuevo líder, esto dejaba una vacante en el escuadrón número cuatro que debería ser ocupada por alguien…
Las chances de poder ser el nuevo teniente de Retsu Unohana eran casi inexistentes. Creía que había varios camaradas que lo merecían más. No se sentía listo, no todavía. Pero demonios, si no es que se esforzó el triple para conseguir al menos que lo consideren como candidato.
Fueron un par de meses en los que ese rumor recorrió la sociedad de almas, y él lo único que hizo fue entrenar y trabajar. Dormía tan solo tres o cuatro horas, había noches en las directamente no dormía, se la pasaba perfeccionando su control de kido y aprendiendo técnicas nuevas.
Fue en esos meses que, con la supervisión de su capitana Retsu Unohana, logró lo imposible. Desbloqueó su Bankai.
Tan sólo dos meses antes de ello apenas había desbloqueado su shikai y conocido el nombre de su zanpakuto. La bella Sakuyasama. No lo pensaba porque fuese su zanpakuto, él de verdad creía que no había arma más bella que la suya.
La empuñadura era roja, tan roja como la sangre. Dos flores de cerezo estaban presentes en ella -una roja y una rosa-, volviéndola mucho más bella. La hoja del arma era negra, tal vez algo pequeña comparadas con otros zanpakuto, con detalles también rojos.
Era bellísima, no había palabras para enmarcar la majestuosidad de su zanpakuto.
Su capitana lo felicitó, contenta, y no paró de repetir lo orgullosa que estaba de él. La sonrisa en el rostro de ella casi detiene su corazón. Era hasta injusto que exista un ser tan bello como su capitana.
Esto hizo que él pasase los siguientes meses dedicándose pura y exclusivamente a entender a su preciosa zanpakuto, cuando no estaba entrenando con ella y descubriendo sus habilidades, estaba meditando. Conociendo su mundo, entendiendo a Sakuyasama, conociendo, no solo a ella, pero también conociéndose a sí mismo.
Ella era una parte de él. Un espíritu que representaba sus anhelos, sueños y su corazón.
Semana tras semana se entendía mejor con su espada. Ya en reiteradas ocasiones había luchado contra ella en su mente. Así fue como conoció que una de sus habilidades era poder controlar -hasta cierto punto- los elementos de la naturaleza.
Aun así, pese a que su capitana lo felicitaba constantemente, ella le aconsejaba que no intentara apresurar su crecimiento.
"Tu zanpakuto es hermosa, y tu talento es indiscutible. Pero por favor, no te sobre exijas." Una vez ella le dijo "Tienes muchísimos años por delante y vivencias por tener. Llegarás a lo más alto, yo misma me aseguraré de ello, pero no te apresures."
Sus palabras siempre eran bienvenidas. Amaba escuchar su voz. Cada vez que le dirigía la palabra sentía que su corazón encontraba la verdadera paz.
Pero no podía bajar la intensidad. Como miembro del escuadrón número cuatro, como shinigami bajo las ordenes de la legendaria Retsu Unohana, estaba obligado a dar siempre lo mejor de sí. No hacerlo sería decepcionarla, y preferiría morir antes que decepcionar a su capitana.
Esa fue la primera vez en la que hizo caso omiso a las palabras de ella. Él creía que Unohana subestimaba, o tal vez simplemente no estaba al tanto, de la devoción que tenía por ella.
Haría lo que sea por esa mujer, daría su vida por ella. De hecho, ya estaba dando su vida por ella. Sirviéndole de la mejor manera posible, dando todo su esfuerzo para que sus propias acciones hablen bien de su propia capitana. Haciendo todo lo posible para quitarle trabajo de encima a su capitana y que se encontrara siempre a gusto.
Retsu Unohana era su convicción, su mundo, incluso su razón de vivir. Respiraba por y para ella.
Lo que él no sabía o, mejor dicho, no había entendido del todo. Era que su zanpakuto, la bella Sakuyasama, compartía por completo sus convicciones.
Ese día estaba enfadado, molesto consigo mismo. Llevaba entrenando por meses, pero simplemente ya no percibía ningún progreso alguno. No conseguía desbloquear o entender todos los poderes de su Sakuyasama. constantemente ellos conversaban, y su espíritu le decía que todavía no conocía nada de lo que era capaz de hacer, y de su verdadera identidad.
Se sentía pésimo, el peor shinigami de todo el seireitei. Se estaba fallando a sí mismo, le estaba fallando a Sakuyasama, y lo peor, le estaba fallando a Retsu Unohana, su capitana y su convicción número uno.
Fue aquel día, en aquel preciso instante en el que desde el suelo, frustrado consigo mismo, con tristeza e impotencia en su corazón, observó a Retsu Unohana sentada bajo la sombra de un árbol, observando su entrenamiento en silencio como siempre hacía. Su capitana, pese a que él sentía que le estaba fallando, le propinó la sonrisa más hermosa que jamás le había dado.
Fue en aquel sencillo instante en el que sucedió. Su Bankai despertó.
La explosión y su grito se sintieron en todo el lugar. Cuando el humo se dispersó, ahí estaba él, todavía de pie.
Su Zanpakuto había aumentado ligeramente de tamaño, y el color de la hoja era blanco.
Unas alas rojas se extendían tras su espalda, y las puntas de esas alas tenían un ligero color rosado. Detrás de él, como si estuviera protegiéndolo, El espíritu de su Zanpakuto hacia acto de presencia. Una bella mujer de piel pálida y cabello azabache, muy lacio, y que caía como una cascada por su espalda. Sus ojos estaban cerrados, y una sonrisa maternal adornaba el bello rostro del espíritu.
Sus ropas eran un bello y holgado kimono japonés, de color blanco con flores rojas decorándolo. Su cabello también estaba repleto de flores de todo tipo, completamente florecidas.
Una sensación de paz lo invadió a él cuando sostuvo su zanpakuto, todos los problemas y el estrés desaparecieron de su corazón, como si el mínimo contacto con su zanpakuto haya limpiado su alma.
"Florece, princesa del árbol de cereza… Bankai: Konohana-sakuyasama" susurró.
Se desmoronó segundos después. Su rodilla en el suelo, lo único que pudo hacer fue clavar su preciosa zanpakuto en el suelo.
Rosas, camelias, flores de todo tipo aparecieron de la nada en el campo de entrenamiento, rodeándolo a él. Todas ellas florecieron en su máximo al mismo tiempo. La imagen fue bellísima.
Un segundo después, su Bankai desapareció. Pero el prado de flores siguió ahí.
Retsu Unohana se acercó a él, su sonrisa radiante y llena de felicidad
"Lo lograste, de verdad lo lograste…" Susurró mientras sostenía sus manos con las de ella "Jamás vi un Bankai tan precioso como el tuyo, de hecho…" Su capitana tomó una de las flores que estaban en el suelo "Jamás conocí ningún Bankai que pudiera crear vida."
Esas fueron las últimas palabras que escuchó antes de desmayarse.
Meses pasaron desde aquel día, y nunca, ni una sola vez pudo volver a despertar su Bankai.
Estuvo algo triste y frustrado al principio, pese a que entrenara tanto, le aterraba nunca más volver a poder utilizar su Bankai.
Pero las palabras de Retsu Unohana siempre fueron las mismas "Tranquilo, has alcanzado en tan poco tiempo lo que otros Shinigamis logran en miles de años, puedes descansar un poco. Te lo mereces"
Y esta vez, decidió hacerle caso a su increíble capitana. Además que, en sus sueños, su Zanpakuto también le daba consejos similares.
Date tiempo, danos tiempo, compañero. Te prometo que si nos das tiempo entonces toda el entrenamiento y la espera habrán valido la pena. Confía en mí, confía en nosotros, por favor.
Le dijo una vez, y fue más que suficiente para volver a calmar su corazón. Si ella quería un poco más de tiempo, no le quedaba otra que hacerle caso, después de todo ella formaba parte de él.
Finalmente, el rumor que circuló por meses y meses terminó siendo una realidad. Kotetsu Isane fue designada como la nueva Capitana del noveno escuadrón.
Todo el mundo la felicitó, todos en el escuadrón estaban muy felices por su nuevo ascenso. Esto dejaba bien en claro que el escuadrón numero cuatro era el más respetado de todos, y con los miembros más capacitados. Isane sería una perdida grande para ellos, pero también era una prueba del prestigio que aquel escuadrón tenía.
Retsu Unohana tardó tan sólo cuarenta días en elegir a su nuevo teniente. En esos cuarenta días su relación con su capitana cambió.
Empezaron a pasar más tiempo juntos. Las noches en las que todos los miembros del escuadrón se iban a sus casas, ellos se quedaban un tiempo más tomando té y conversando de temas no relacionados al trabajo.
En esos cuarenta días tuvo la suerte y el honor de conocer a Retsu Unohana. No la capitana, no la ex- kenpachi, ni tampoco a la médica. Conoció a Retsu Unohana, la mujer.
Ella le contó que en sus días libres amaba ir a las montañas a recolectar plantas, flores o simplemente quedarse allí oliéndolas y disfrutando de la calma que estas le daban.
El día que su vida cambió para siempre, Unohana le había pedido que la acompañase a las montañas, para que disfrutaran juntos de su día libre.
Supongo que sabrás el por qué te invite aquí le dijo Unohana de repente, rompiendo el suave y cómodo silencio en el que estaban sumergidos.
Nunca jamás olvidaría las palabras que ese día, Retsu Unohana le dijo.
La naturaleza, las flores y la vida es lo que más te representa. Tanto como shinigami, como persona e incluso representan a tu mismísima alma. Es por eso que aquí, en mi lugar favorito en todo este mundo, quería darte la noticia de que te he elegido como mi próximo teniente. Claro, si te gustaría…
Inmediatamente se inclinó ante su capitana, con su cabeza gacha. Lágrimas y lágrimas de felicidad y agradecimiento caían de sus ojos.
Lloró como nunca, y entre su balbuceo lo único que se pudo oír con claridad fue lo honrado y alagado que estaba de poder ser su nuevo teniente. Y que daría su vida, su alma y su mente por ella y solo por ella.
"Vaya, nunca nadie estuvo tan feliz de servirme. Me siento afortunada de tener tu lealtad, cariño y devoción, mi nuevo teniente. Me pone muy feliz tenerte conmigo."
La vida le había otorgado otro regalo inmenso, pero no acabaría así.
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"Yawnnn, creí que el día no acabaría jamás" bostezó su capitana.
Ambos habían estado trabajando desde la primera hora del día. No pudo evitar sonreír un poco al ver a su capitana bostezando y estirando su cuerpo, le parecía sumamente tierna. Aunque no era la primera vez que la veía bostezar.
Tampoco era la primera vez que se encontraba allí, en su hogar. Su capitana se quitó su Haori y se adentró en su salón. La casa de Retsu Unohana era tan bella y pulcra como su dueña.
Varias veces, desde su ascenso a teniente, habían compartido varios momentos en la residencia de su capitana. A veces cenaban, otras tardes solo se sentaban juntos a tomar el té en silencio, y alguna que otra vez degustaban una botella de Sake juntos…
Justo como lo estaban haciendo en ese momento…
Se sentía el shinigami más afortunado del mundo. Ninguno de sus camaradas del escuadrón número cuatro siquiera sabía dónde residía su capitana. Mucho menos tenían la oportunidad de compartir momentos privados como ese junto a su capitana.
La velada estaba siendo como muchas otras, pero no por eso menos entretenida.
Unohana solía contar anécdotas, y él escuchaba atento, riendo junto con ella y dando su punto de vista cuando ella lo solicitaba, y solía hacerlo seguido.
-Pero, en algún punto de la velada, algo cambió, y lo que terminó sucediendo fue, para ambos, la mejor experiencia de sus vidas. -
"Yawn!" Su capitana bostezó más fuerte que antes. Ya habían terminado de beber el té, y Unohana se puso de pie a duras penas "¡Qué día agotador, todo mi cuerpo me duele!"
La mujer de cabello negro comenzó a estirar sus brazos por encima de su cabeza. Entendía por qué estaba agotada, estos últimos días había habido muchísimos heridos y más trabajo que nunca, fue una semana más que trabajosa para el escuadrón número cuatro, y sobre todo para su capitana.
Él se dispuso a retirarse. No quería incordiar a su capitana alargando aún más la velada. La mujer estaba agotada, necesitaba y merecía descansar.
Cuando se quiso despedir de ella, su capitana se lo impidió.
"No te vayas todavía…" Unohana se había acercado hasta él, su pálida mano sostenía la manga de su Shihakusho "Verás, necesitaría un favor de tu parte."
Inmediatamente su respuesta fue sí, lo que usted necesite mi capitana. No importase que ya no estuviesen en el cuartel o fuese muy tarde, el siempre sería su teniente, listo para servirle.
Las mejillas de la bella mujer adquirieron cierto color rosado en ellas, su mirada brillaba tanto que el teniente se preocupó. ¿Y si su capitana no se estaba sintiendo bien?
"Normalmente suelo bañarme a esta hora antes de ir a dormir, pero me siento tan, tan cansada… Sé que a lo mejor es mucho pedir… Si te parece una molestia puedes declinar, a lo mejor crees que es una locura…"
Su capitana estaba avergonzada, sus ojos la esquivaban, aunque no del todo. Como si fuera una niña frotaba sus pies, ansiosa y muy nerviosa.
Él estaba nervioso, igual de nervioso y avergonzado que ella. Dudaba de si lo que Unohana le iba a pedir era lo que él se estaba imaginando.
"Mi teniente… ¿Podrías bañarme?"
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"Mhh, el agua está tan caliente… Qué agradable"
Escuchó detrás de él a su capitana hablar, al mismo tiempo que ingresaba a la tina de su baño.
El vapor del agua se extendía por todo el lujoso y espacioso baño.
Esto era una locura, una completa locura. Jamás hubiese pensado que su capitana le pediría algo así, jamás.
Alguna vez le había cocinado, y varias veces el mismo se había ofrecido a masajear los finos pies de su capitana en días en los que simplemente la mujer estaba agotada.
Pero ¿Bañarla? Jamás se le hubiese ocurrido. Le parecía una clara invasión a la privacidad de su amada capitana. Pero de la forma en la que se lo había pedido… Le era imposible rechazar a su capitana.
Ahora estaba detrás de ella, quien estaba disfrutando del calor del agua. El vapor, junto con las burbujas en la tina, cubrían la mayor parte del cuerpo de su capitana, lo cual era bueno.
Sus manos recorrían el largo y sedoso cabello de la ex kenpachi. No era la primera vez que la veía con el cabello suelto, pero aun le sorprendía gratamente verla sin las trenzas que normalmente llevaba.
Su largo y voluminoso cabello debía de llegarle hasta sus muslos, o quizás más. Sus dedos acariciaban sus largos mechones con delicadeza, pero aun así intentaba limpiar su cabello de la mejor manera posible. Luego de unos minutos, sus manos se detuvieron.
La duda lo invadió cuando se dio cuenta que aun le faltaba parte de su cabello. Los largos y voluminosos mechones que caían desde el alrededor del contorno de su rostro hacia su busto.
No supo que hacer, si seguir acariciando y limpiando su cabello, o simplemente parar.
Pero su capitana le había pedido que la ayude a bañarse… Así que debía hacer un buen trabajo, aunque se sienta nervioso e incómodo.
Siguió enjabonando y cuidando del cabello de su superiora como si fuese lo más suave y valioso del mundo, y para él ciertamente lo era.
"Nunca me ha gustado que me toquen el cabello" Dijo su capitana de repente, y él estuvo a punto de retirar sus manos de su pelo "¡No! Disculpa, me expresé mal… Nunca me ha gustado que alguien me toque el cabello… Pero me encanta como tú lo haces. Podría acostumbrarme a esto~"
Sus mejillas estaban rojas. Agradecía que su capitana esté de espaldas a él, además que la cantidad de vapor que había en el aire ayudaba más.
Continuó con lo que estaba haciendo, pero estaba aterrorizado. Completamente aterrorizado de estar tan cerca de su capitana, de una forma tan pero tan privada.
Cuando su capitana tomó dulcemente su temblorosa mano, se calmó un poco.
"Relájate, mi querido teniente, es sólo un baño… Aunque no debes de seguir si no lo deseas…"
Se negó. Si su capitana quería que el la ayudara a bañarse, entonces lo haría sin rechistar. Por más que se muera de la vergüenza.
Continuó con su trabajo. Entre sus caricias intentó en ningún momento tocar con el cuerpo de su amada capitana, no merecía tocarlo. No lo pudo evitar.
Más de una vez tocó sus hombros, y los muy ligeros balbuceos de su capitana no le terminaban de decir si disfrutaba esos roces o los detestaba.
Sin querer uno de sus nudillos tocó la profunda cicatriz que la hermosa mujer tenía en su cuello, la cicatriz que todos los días cubría con su cabello y ropas.
Unohana se estremeció al tacto. Él dio un paso hacia atrás, completamente apenado.
"No te preocupes ¿Por qué me enojaría que hayas tocado mi cicatriz? Yo fui la que te pidió que me ayudaras a bañarme, mi teniente"
El shinigami volvió a relajarse un poco. Ya que había terminado con su bellísimo cabello, decidió seguir por su espalda.
Tardó un poco en continuar, puesto que se entretuvo un poco buscando alguna esponja para ayudar a bañar a su capitana. No se creía para nada digno de tocar su cuerpo, aunque sea para bañarla.
Sus movimientos fueron algo torpes debido a los nervios. Aun así, intentaba ser lo más cauteloso y delicado con la piel de su capitana.
Era increíble lo delgada y estilizada que era Retsu Unohana. Limpiaba lentamente sus hombros, pasando la suave esponja por su pálida piel. Su cuello era delgado y bello, y su clavícula se marcaba de una manera increíblemente sensual.
Pensar en lo bello que era su cuello le hizo notar lo cerca que estaba de sus senos. Sus senos estaban bajo el agua, escondidos entre las burbujas. Pero igual, un simple movimiento de su capitana podría dejarlos a la vista…
Una vez que ya limpió sus hombros y cuello, no sabía que más hacer. El resto del cuerpo de su capitana estaba sumergido en la tina de baño.
Estuvo a punto de decirle que ya había acabado, que se retiraría por la noche, pero su capitana se le adelantó.
"Disculpa, no me di cuenta que ya habías acabado con mi cabello." Inmediatamente Unohana se levantó de la tina de baño.
Se dio vuelta lo más rápido que pudo, avergonzado y con mucho miedo de ver el cuerpo de su capitana.
Ella no hizo más que reírse "Tranquilo, puedes voltearte, continua con mi espalda"
Lo hizo, y al hacerlo no pudo evitar sonrojarse al ver a su adorada capitana sentada sobre el borde de la tina. Su femenina y sensual espalda se veía aún más apetecible con las gotas de agua cayendo sobre ella.
La piel de la mujer parecía hecha de porcelana. Se podría haber quedado allí, parado por horas admirando la sensual espalda de su capitana, pero tenía una tarea que hacer.
Tomó la esponja y dudó por un segundo. Verdaderamente no se merecía ver, ni mucho menos tocar el cuerpo de Retsu Unohana, ni siquiera bañarlo con una esponja. Esta mujer le parecía tan pero tan fina, bella y espectacular que no merecía que nadie la tocase.
Su capitana le preguntó por qué no continuaba, y es ahí cuando espabiló. Si su capitana le había dado una orden, él la acataría.
Ver la espalda de su capitana brillando por el jabón era algo que no olvidaría jamás. Era increíblemente delgada, y la sombra de sus músculos asomaba, lo que le daba un toque un poco más de guerrera, pero no por eso menos femenino, al contrario.
Su espalda estaba derecha, y Unohana se inclinaba levemente hacia adelante, quizás para darle mayor acceso a él. Pero la realidad es que esto tan sólo resaltaba su preciosa cintura y sus sensuales caderas.
Intentó no prestarle atención a nada más que a su tarea. Procuraba pasar la esponja en toda la espalda de su capitana, movimientos lentos, suaves, no quería ser brusco con su hermosa piel.
Cuando terminó de limpiar su espalda intentó limpiar los costados de su cuerpo. Sus movimientos eran todavía más lentos, ya que no quería tocar ninguna parte indebida.
Con sus lentos movimientos marcaba la figura de Retsu Unohana. Desde sus amplias, fuertes y sensuales caderas, hasta su estrecha y despampanante cintura. Más de una vez Unohana se estremeció, pero en ningún momento le pidió que se detuviese.
En una ocasión estuvo a punto de tocar el costado de uno de sus senos con la esponja. Tan cerca estuvo, que su capitana pareció ocultar un ligero gemido. Su piel ahora estaba erizada.
"Mi teniente… "Le habló Unohana luego de tanto silencio, parecía estar respirando con cierta dificultad ¿T-Te gusta mi cuerpo?"
Algo en su rostro había cambiado, pero no pudo decir con certeza qué. Sus ojos estaban vidriosos, pero no parecía triste… Más bien, parecía extremadamente contenta. No recordaba haberla visto tan feliz como en ese momento, también, había algo en su rostro que no descifraba, quizás era lujuria, quizás era otra cosa.
Quizás esto era una prueba, una extraña prueba para que su capitana pudiera comprobar su sinceridad, lealtad o valores. No lo sabía con certeza.
Lo que sí sabía es que Retsu Unohana era la mujer más bella de todo el mundo, y no se perdonaría a sí mismo si dijese lo contrario.
"Mi adorada capitana… Estaría loco si no me gustara su cuerpo… Usted es la mujer más buena, bella, hermosa y sexy que jamás ha existido…"
Sus mejillas se tornaron un poco rosadas, pero aun así no titubeó.
Su capitana pareció muy afectada por sus palabras, estaba completamente sonrojada, y el creyó que nunca nadie podía emanar tanta ternura y a la vez sensualidad como lo hizo ella en ese instante, con sus palabras.
"Entonces, por favor… Tócalo. Quiero que toques mi cuerpo…"
Su sucia mente le jugó una mala pasada, sus mejillas se sonrojaron mucho al oír la forma en la que su capitana le pidió que limpiase su cuerpo. Su rostro le ardía, su corazón latía desenfrenadamente.
Aun así, intentó calmarse. Fuertemente tragó saliva, llevaría aquella tarea con el empeño y el respeto que Retsu Unohana merecía.
"A sus órdenes, capitana Unohana."
Inmediatamente dejó la esponja a un lado y tomó un jabón.
No diría que sus manos eran bellas o suaves, porque era mentira. Sus manos eran algo secas, con callos y zonas duras de tanto entrenar, y con algunas cicatrices.
Pese a ello intentó ser extremadamente delicado con la tersa piel de su capitana.
Comenzó por su brazo izquierdo, el jabón se deslizaba por la piel de Retsu, y él con la menos torpeza posible acariciaba su brazo y lo limpiaba.
Su capitana estaba caliente. El agua debía de estar hirviendo para que su cuerpo se caliente de tal forma, o quizás era por algo más.
"N-no me interesa el jabón… Quiero sentir tus manos tocándome, por favor"
Si eso era lo que su capitana quería…
Con ambas manos comenzó a acariciar su brazo. Tal vez estaba siendo un poco más intenso que antes, pero eso a su capitana pareció gustarle.
Acarició todo el camino hasta llegar al cuello de la mujer. Con fuerza comenzó a masajearla.
Sus duras y desgastadas manos contrastaban muchísimo con la fina piel de su capitana, pero a ambos parecía gustarle esto.
Masajeó sus hombros unos minutos, y luego acarició toda su espalda hasta llegar a sus preciosas caderas.
Su capitana literalmente dio un sobresalto al sentir sus frías manos. Al instante estaba de nuevo tranquila, aunque respirando algo agitada.
Fue ahí cuando notó que sus cuerpos estaban muy cerca. Quizás ella con el sobresalto había apegado su cuerpo al de él, o quizás él en el pequeño trance en el que estaba se acercó de más.
A ninguno de los dos les importó. Él estaba muy a gusto acariciando el cuerpo de su capitana, y a ella parecía encantarle.
Sus manos acariciaban su cintura, la apretujaba un poco, con sus dedos. Con sus dedos trazaba un ligero circulo sobre su piel, una y otra vez.
Estuvo bastante tiempo así, acariciando las caderas y cintura de su capitana, trazando varias figuras en su piel con la yema de sus dedos.
De repente la mano de su capitana se posó en su nuca. Le acarició el cabello un poco, pero luego lo acercó a ella.
Él se inclinó un poco hasta estar a su altura. Estaba tan cerca de ella que no pudo evitar sentirse excitado. Desde allí podía ver los senos de su capitana a la perfección, aunque hizo todo lo posible para no verlos.
En cambio, sus ojos se concentraron en el rostro de su capitana. Por primera vez Unohana le dirigía la mirada. Sus ojos tenían fuego dentro, la ligera sonrisa -algo nerviosa- que tenía le demostraba que estaba algo avergonzada.
Pero el placer en su rostro era más que evidente.
Su capitana se mordió sus labios antes de tomar sus manos.
Dejó sus manos tiernamente sobre sus senos. Él se sobresaltó un poco, pero su capitana le tomó el brazo, diciéndole sin palabras que eso era lo que quería.
Esto estaba mal, muy mal. Él no merecía tocar su cuerpo, no merecía tener un momento tan íntimo con su capitana Unohana, por más que lo deseara. Además, eran miembros del mismo escuadrón, estaba prohibido cualquier acercamiento entre camaradas, sea algo sentimental o carnal.
Cuando estuvo nuevamente a punto de retirar sus manos de los senos de su capitana, Unohana lamió muy dulcemente su cuello, y luego le dio un pequeño beso en la misma zona.
"P-por favor ~" Ronroneó, escondiendo su rostro en el cuello de su teniente, lamiéndolo un poco más "Necesito sentir tus manos en mi cuerpo… Mi teniente, l-lo necesito" Las palabras de la pelinegra tenían tanto placer en ellas, tanta necesidad por él, por sus caricias.
Tal vez apretujó sus senos con mucha energía, porque su capitana se retorció en sus brazos y gimió de placer. La verdad era que estaba nublado por el placer.
Sus manos se movían por su cuenta, luego de apretujar sus senos comenzó a acariciarlos, recordando que se supone que simplemente estaba bañando a su capitana.
Los senos de Retsu Unohana eran muy grandes, ciertamente los más grandes que jamás había visto (aunque había visto pocos) y podía asegurar que eran sencillamente perfectos.
Eran grandes, pero cabían perfecto en sus manos, como si estuviesen hechos a su medida.
La piel era extremadamente suave, aun más suave que el resto de su cuerpo. Sus pezones tan rosados, no pudo evitar acariciarlos también.
"Mounn, ¡Ahh! ~" Gemía su capitana, cada ruido que salía de su boca en ese momento era música para sus oídos.
Sus pezones estaban despiertos, por lo que siguió estimulándolos aún más, frotándolos y acariciándolos entre sus dedos. Sus huellas dactilares podrían bien haber quedado impresas en los bellos y grandes senos de Retsu Unohana. La forma en la que enterraba sus dedos en los senos de ella, la volvían loca.
Podía a sentir a su lado la penetrante mirada de Unohana, estaba concentrada en su rostro, cada gemido iba dirigido a él, y parecía estar enamorada de sus labios por la forma en la que los miraba. El calor que sus cuerpos desprendían era palpable, esto ya no era un simple baño -Si es que en algún punto lo había sido-, él estaba disfrutando del bellísimo y voluptuoso cuerpo de su capitana, y ella disfrutaba a viva voz sus caricias.
Parece que en un momento Unohana no pudo evitarlo más. Sus cabezas chocaron torpemente, un ligero golpe que no molestó ni dolió a ninguno. Tampoco tuvieron tiempo de siquiera percatarse de ello.
La capitana del cuarto escuadrón, Retsu Unohana, había saltado sobre él con lujuria, y ambos se besaron.
Fue un beso muy candente, sus labios se encontraron y bebieron del otro por unos instantes, para inmediatamente dar paso a sus lenguas. Pese a la lujuria y el deseo que se sentía en el aire, el beso fue bastante lento. Sus lenguas se encontraban de tanto en tanto, acariciándose dulcemente.
Unohana acarició su rostro con una de sus manos, y esto hizo que -de alguna manera- el beso fuese mil veces más disfrutable, mil veces más íntimo.
Sus labios eran tan dulces, y su lengua tan caliente y deliciosa. Era un vicio, podría volverse adicto a besar a Retsu Unohana.
Lo cual era una completa locura, y por fin entró en razón.
Finalmente él rompió el beso, y ambos dejaron una pausa para respirar un poco.
En todo ese tiempo, en ningún momento él había dejado de acariciar los senos de ella.
Estuvo a punto de decirle que todo eso era una locura, una completa locura, pero sus palabras hicieron que su corazón casi se detuviera.
"E-ese… Ese fue mi primer beso"
Él había tomado el primer beso de la shinigami más fuerte del Seireitei. Eso era una completa locura.
"Yo… Yo no merecía su primer beso, capitana."
"No digas cosas así…" Le dijo su capitana, una sonrisa sincera en su rostro. "Desde el primer día te he notado… Amo como me miras, amo como te diriges a mí, amo como te esfuerzas y siempre das el máximo de ti por mí… Amo y disfruto cada momento que tenemos a solas… Y amo sentir tus manos en todo mi cuerpo…"
Retsu no pudo seguir hablándole, porque él la calló con un beso.
Y esta vez el beso sí tuvo toda la pasión del universo. Su lengua directamente aplacó la de su capitana, gemidos de ella resonaban en el beso, las manos de ambos recorrían el cuerpo del otro con tanta urgencia, como si estuvieran por desaparecer en cualquier momento.
Él la levantó de un solo movimiento, sacándola de la tina de baño. Un segundo después ambos estaban besándose contra la pared de aquel baño.
Estaban poseídos por el deseo. Tantos meses estando juntos, trabajando, en misiones o simplemente disfrutando de la compañía del otro, en esos meses él había desarrollado un amor por su capitana que iba más allá de lo platónico, del respeto que le tenía como guerrera o como su superiora. Amaba a Retsu Unohana, la bella mujer amante de las flores, las plantas y el té.
Estaba dispuesto a demostrarle y transmitirle todo ese amor en ese beso.
Unohana estaba atrapada entre la espada y el cuerpo de su teniente, pero no le interesaba lo más mínimo. Estaba desnuda y mojada por haber salido apenas de la tina, y aun así todo lo que quería hacer era estar todavía más cerca de su querido teniente.
Jamás había sentido algo así. La pierna de su teniente se apareció entre sus muslos, y ella más que contenta le dio permiso.
Él volvió a romper el beso, y esta vez la cara de ambos denotaba amor puro y adoración. Ambos estaban extremadamente agitados, y un hilo de baba unía los labios de ambos.
"Esto… Esto está mal…"
"Si está mal ¿Entonces por qué se siente tan bien?" Murmuró su capitana, viéndolo fijamente a los ojos con una sonrisa -la diferencia de altura entre ellos era clara. Unohana tomó la iniciativa y volvió a posar la mano de él en su cuerpo. "Yo… Creo que estoy enamorada de ti… N-nunca sentí algo como esto…"
Su teniente estaba nuevamente tocando todo su cuerpo. Besaba una y otra y otra vez su fino cuello, incluso más de una vez besó su profunda cicatriz.
También le explicó lo que sentía, le dijo que estaba enamorado de ella. Pero aún así, tuvo que intentar frenar esto, por más que no quisiera. Ella era su capitana, el un simple teniente, no podían estar juntos, por más que ambos lo deseasen.
"¿Por qué tiene que ser así? Es muy injusto" Le dijo Unohana entrecortadamente, aun sufriendo las caricias de su teniente "Jamás sentí cosas así por nadie, se me acelera el corazón cada vez que te veo, y me alivia el alma escuchar tu voz" Unohana tomó una de sus manos y la guio hasta su entre pierna "Te lo ruego… Regálame un poco más de esto, déjame sentir tus manos en mi… Solo por esta vez, por favor…"
Sus palabras terminaron de romperle el corazón. A él le dolía de la misma manera que a ella. El deseo que tenía era tan grande que no pudo evitar ceder ante el pedido de su capitana, por más incorrecto que sea.
"Lo que desees, Retsu" Le dijo al oído.
Inmediatamente se abalanzó sobre ella. Sus dedos ingresaron en la vagina de su capitana con mucha facilidad. Estaba muy caliente, inmediatamente Unohana gimió, pero él la acalló con un beso.
Sus dedos ingresaban y salían de su caliente sexo frenéticamente, su capitana estaba empapada.
Gemidos y gemidos de ella morían en los labios de él, su lengua estaba dominando la de su capitana dentro de su propia boca. Retsu Unohana, la mujer más poderosa del seireitei, estaba a su merced.
Sus labios atacaron directamente el cuello de su capitana. Ella le acariciaba la nuca suavemente, incitándole con gemidos y caricias que continuara. Qué fácil que sería morderle el cuello y marcarla, pero no podía hacerlo, sería una falta de respeto total para su capitana.
Su piel era tan rica, su cuello delicioso. Emanaba calor, ya no sabía si las gotas que caían por el rostro y cuello de Retsu eran de agua de la bañera, o gotas de sudor.
La pelinegra se abrazó aun más a él, sus piernas temblaban un poco, y sin embargo quiso liberar el pene de su teniente de sus prendas para poder darle el mismo placer que él le estaba dando a ella.
Pero su teniente se lo impidió.
"No, esto se trata de ti" le dijo, e inmediatamente comenzó a lamer y morder sus senos,
"¡Mahhh! ~" Gimió Retsu, entregándose a su teniente.
Los senos de Retsu Unohana eran increíbles. Grandes, redondos y firmes, los mordió, lamió y degustó como si fuesen lo más delicioso del mundo.
Mordisqueó ambos pezones, juntó sus senos de forma lasciva y mordisqueó ambos. Su capitana tan solo gemía y gemía de placer.
Mientras el se divertía con sus senos, agregó un tercer dedo dentro de la vagina de su capitana.
Ella gemía de tal forma que pensó que se quedaría sin voz. Cada vez le pedía, le rogaba por más.
Y él no podía defraudarla.
Con su dedo pulgar comenzó a acariciar su clítoris, mientras tres de sus dedos la penetraban frenéticamente. Su mano libre tan sólo acariciaba repetitivamente su voluptuoso y firme trasero.
La velocidad en sus dedos aumentaba más y más, la vagina de su capitana estaba prácticamente goteando fluidos del placer.
Cuando esta gimió en éxtasis al haber alcanzado su orgasmo, él la acalló nuevamente con un fuerte -pero tierno- beso.
Los músculos de su vagina se contrajeron y sus piernas se entumecieron un poco. Su capitana estaba temblando del placer, tanto que casi pierde el equilibrio.
Él la sostuvo a tiempo, y retiró sus dedos del mojado sexo de su capitana. Estaban húmedos. Aprovechando que ella lo observaba -Aunque su mirada estaba algo perdida por el orgasmo- se lamió los dedos.
Besó su mejilla, y desde ahí trazó un camino de besos hasta llegar nuevamente a sus labios. Se quedaron abrazados, el sostenía a Unohana hasta que esta pudiera recuperar el equilibrio.
"Eso fue… Lo más placentero que jamás sentí en mi vida. Me has hecho muy feliz" Le dijo, para luego robarle un muy inocente beso.
Desafortunadamente -o afortunadamente, dependiendo el punto de vista- su capitana se separó de él. Todo el placer, lujuria y felicidad que había estado presente en su rostro se desvaneció, ahora cierta tristeza adornaba su semblante.
Verla de esa manera lo puso verdaderamente triste.
"Es triste… Me gustaría poder hacer contigo mucho más que solo esto…"
"A mí también, capitana. Lo deseo más que nada en el mundo, pero está prohibido, No me gustaría faltarle el respeto a su estatus como capitana del cuarto escuadrón, jamás"
Su capitana le sonrió y agradeció. Y luego de que ella se pusiera una bata, ambos salieron del baño.
Qué triste era la vida. Le había dado muchísimos regalos, anteriormente no hubiese ni imaginado llegar a ser teniente de Retsu Unohana. Pero igual, que un viejo protocolo y estúpidas reglas les impida estar juntos, era injusto. El universo era muy injusto.
Y no podía echarse la culpa por haberse enamorado de su capitana, porque ella sentía lo mismo por él…
La vida le había dado regalos, eso era claro, pero esta desilusión y tristeza era horrible.
Cuando estuvo a punto de irse su capitana llamó por él una última vez.
"Disculpa… Sé que es tarde, pero… ¿Puedo robar un poco más de tu tiempo?"
Parece que todavía su capitana no había entrado en razón…
"Capitana Unohana, sabe que desearía poder estar con usted, p-pero"
"Quédate conmigo…" Lo interrumpió Unohana con un poco de desesperación en su tono, escucharla así le rompió el corazón "Durmamos juntos, por favor…" Sus ojos estaban a punto de derramar lágrimas.
"Sólo dormir…"
"Así es… Sólo dormir." Repitió ella, tomándolo de la mano.
Él teniente se dejó guiar por su capitana. Esa noche ambos durmieron abrazados, y al día siguiente continuaron sus vidas como si nada.
Ambos estaban enloquecidos por el otro, solo querían sentir placer y dejar que la lujuria los tomara a los dos. Querían hacerse millones de cosas, decirse miles de palabras y expresar lo que sentían de todas las maneras posibles.
Pero no podían, tenían que aceptarlo. Algunas cosas simplemente estaban destinadas a nunca ocurrir.
Pequeño homenaje a Retsu Unohana.
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