Ninguno de los personajes de Star Wars me pertenece. Esta es una historia alterna en el universo desarrollado por Lucas Film y no pretendo lucrar con ella.
I
Toqué a la puerta insistentemente. La lluvia caía estrepitosamente y el aire frío que soplaba esa noche hacía que mi vestido de lana empapado pareciera un manto de hielo sobre mí.
La pequeña ventanilla de la puerta de madera se abrió y pude ver unos grandes ojos asomarse.
—¿Quién es? — preguntó la voz en el interior.
—Busco a la señora Kanata. — le respondí con prisa. Si no me resguardaba pronto de la lluvia moriría congelada. —Soy...
—Sé quién eres. — me interrumpió. —Pasa, niña, pescarás un resfriado en la lluvia.
La puerta se abrió y pude ver cómo una anciana se bajaba de un cajón atrás de la puerta y mostraba su verdadera altura. Creo que era la mujer más baja de estatura que hubiera visto.
Me llevó directo al salón donde una enorme chimenea ardía con grandes brazas, calentando la habitación a la vez que la alumbraba. Retiré mi chal y lo colgué en una silla. Mi vestido estaba arruinado por el lodo, pero confiaba en que pronto se secaría con esa llama tan viva.
—¿Tú eres Maz Kanata? — le pregunté justo cuando me prestaba una cobija para cubrirme un poco del frío. Me sonrió y pude entender que era un sí.
Viéndola ya con la luz se veía más vieja de lo que creía y esos grandes lentes que portaba le hacían ver los ojos de un tamaño desproporcionadamente grandes para su rostro.
—¿Qué te trae por aquí, Rey de Jaku? — me sorprendió que supiera mi nombre, pero estaba de espaldas a mí, por lo que no pudo ver mi asombro.
—¿Cómo sabes quién soy? Nunca había venido a Takodana.
—Eres la huérfana que el Padre Luke y la Princesa Leía tomaron bajo su tutela y eres, ahora que ellos han muerto y te dejaron todas sus posesiones, la mujer más rica del reino. — se volteó y me ofreció un poco de vino caliente, que desde el primer sorbo me ayudó a entrar en calor. —Es difícil que alguien no sepa de ti, Rey. — dio un trago a su propia taza. —Lo que no entiendo es qué te trae por aquí, a la humilde morada de Maz Kanata.
—Se dicen muchas cosas de ti. Me han hablado de tu sabiduría y de lo buena que eres para aconsejar a la gente...— volvió a sonreírme. —También me hablaron de... dijeron que tú...— me era difícil tocarle el tema. —Dicen que eres una hechicera... que conoces la Antigua Creencia.
Una fuerte carcajada salió de su interior y tardó unos segundos en recomponerse. A esas alturas ya estaba empezado a preguntarme si había sido buena idea venir hasta aquí.
—No deberías creer todo lo que dicen, niña. — se llevó su taza a los labios y esta vez bebió todo su contenido. —He vivido lo suficiente para saber mucho de muchas cosas, si a eso le llaman hechicería pues entonces sí lo soy.
Por un momento dudé en proseguir. Tal vez debí escuchar las advertencias de Rose sobre mi loca idea, pero olvidé rápido ese pensamiento. Me había prometido seguir adelante hasta las últimas consecuencias.
Saqué un viejo libro de mi bolso. Por suerte la piel con que estaba forrado protegió su contenido de la lluvia.
—Este libro estaba en poder del Padre Skywalker. Fue parte de las posesiones que me heredó. — dije poniéndolo sobre mis piernas.
—Praeseptau'r Llu— Leyó el título escrito en la portada de cuero. —Es un libro extraño para la lectura de una dama. — se reclinó en su asiento.
—Luke...El Padre Skywalker me enseñó muchas cosas, entre ellos algunos pasajes del libro.
—Lo que dices sería considerado blasfemia. Todos lo consideraban un hombre de Dios, casi un santo...
Me puse bastante nerviosa, tenía que avanzar con cuidado, no estaba en mi terreno y tenía todas las de perder. Al parecer, Maz notó mi nerviosismo.
—Para muchos sería blasfemia, pero no para mi... Conocí un poco a Luke y muy bien a su hermana, la Princesa. — me calmó. —Sé de dónde provenían y cómo afectaba eso su manera de ver el mundo.
Me relaje y expulsé el aire que resguardaba en los pulmones.
—Hay un pasaje del libro del que quisiera hablarle, Y byd rhwng bydoedd. —Empecé.
—El Mundo entre Mundos. — comentó la anciana. Por supuesto que lo conocía.
—Habla sobre un portal místico y un ritual para abrirlo y que es posible incluso, hallar a alguien del otro lado y traerlo de regreso. — le sostuve la mirada a sus grandes ojos. Estaba dicho, no había vuelta atrás.
Se quedó mirándome unos minutos, con expresión seria pero no molesta. No decía nada y temí lo peor cuando se levantó y acortó la distancia entre nosotras. Tomó mis manos y su altura de pie era la mía sentada. Su rostro me mostró una profunda ternura y compasión.
—Mi niña, lo que planeas es muy peligroso. Si alguien regresa del otro lado, podría no ser el mismo. Podría incluso, no recordar a nada ni nadie. Podría herirte aún más que lo que ya lo hace su muerte.
Sentí una lagrima correr por mi mejilla. Sus palabras escocían la herida que traía en el alma.
—¿Acaso es eso posible? ¿Sufrir más que ahora por su ausencia? ¿Tú que vas a saber del amor, vieja? — dije mientras apartaba sus manos de las mías.
Sí, lo sé, fui bastante grosera, pero cuando se trataba de este asunto no pensaba con claridad.
—Lo siento, no puedo ayudarte. Lo que me pides es magia oscura y la magia oscura siempre cobra un precio muy alto por usarla.
—¿Sabes de quién se trata? ¿Para quién necesito el ritual? — la detuve de alejarse tomando su pequeña muñeca.
—Traer de vuelta a Kylo Ren puede significar un retroceso a todo lo que se logró a la caída del Imperio. — me dijo volteando hacia otro lado.
—Ben Solo, el hijo de la Princesa Leía... y Lord Han. — me apresuré a decirle y al parecer toqué una fibra sensible en ella al mencionar a este último.
—En sus últimos momentos, él decidió dejar todo atrás, al emperador, la Primera Orden... todo. Incluso peleó contra los Caballeros de la Orden de Ren, de la cual era Gran Maestre... por mí. Él dio su vida por mí. — la solté y se volvió a sentar, entrelazando los dedos y pensando en quién sabe qué. Necesitaba presionar más y lo hice.
—Leia pensaba que no todo estaba perdido para él, que aún podía volver al camino correcto. En su lecho de muerte lo llamó y él vino. Yo le ayudé a entrar en el castillo para que pudiera ver a su madre. No tuvieron mucho tiempo para hablar, pero sí el suficiente. La Princesa lo perdonó por la muerte de Sir Han y Ben la absolvió de cualquier culpa que pudiera tener ella en lo qué pasó. Se fue en paz, Maz, pues recuperó a su hijo, lo más valioso que tenía. Y él... ¡ay, Maz! ¡Si lo hubieras visto! Todo en él cambió, mejoró, fue la primera vez que lo vi tranquilo, la primera vez que vi a Ben Solo realmente. Ya no se fue. No nos dejó. Organizó la defensa del castillo contra el ataque del emperador y gracias a eso pudimos resistir hasta que el General Poe llegó con las tropas reclutadas en el norte. ¡Luchó con valentía hasta el último momento! ¡Y se sacrificó por mí! ¡Mi vida no es mía ahora sino de él! Pero de nada me sirve si no está aquí conmigo...
No resistí más y el llanto me impidió continuar. Era la primera vez que hablaba con alguien de lo que había pasado y me di cuenta que traer de vuelta a Ben era lo que más necesitaba en la vida.
—y rhan arall o'ch enaid. — dijo mientras yo lloraba desconsolada y entendí a que se refería, "la otra parte de mi alma". —Estás decidida a hacerlo. Incluso aunque mueras en el intento. — fue una afirmación y yo sólo pude asentir entre sollozos. Se levantó y fue directo al escritorio al otro lado del salón.
—Como dije, yo no te puedo ayudar, pues está fuera de mi alcance, pero conozco a quien sí podrá. — escribió algo rápidamente en un papel, lo dobló y me lo dio, haciendo una mueca para que no lo leyera en aquel momento. —La tragedia ha azotado a la familia Skywalker por generaciones. Espero que esto no te arrastre a ti también, así como lo hizo con mi Han. — pude ver una profunda tristeza en su rostro y, a pesar de eso, me sentía muy animada pues estaba un paso más cerca de mi objetivo.
Unos minutos después estaba fuera de la casa de Maz Kanata, con la ropa aún húmeda, el frío haciéndome castañear los dientes, pero con el corazón lleno de esperanza.
Subí al carruaje que me esperaba a unos 100 metros de ahí y, mientras avanzaba de regreso a casa, me cambié rápido la ropa por una muda seca que llevaba. No podía arriesgarme a un resfriado estando tan cerca.
Moría de ansiedad por no poder ver lo que decía la nota en la oscuridad del coche, tanto que no esperé a que me ayudaran a bajar apenas se detuvo en el pórtico de la gran mansión y definitivamente no oí lo que el Sr. Tripp, el mayordomo, me dijo al llegar. Azoté la puerta de mi habitación al llegar y alumbré mi secreter con la vela que tenía cerca.
Lo que leí en la nota, escrita con una caligrafía perfecta, me dejó sin palabras.
Ahsoka Tano.
