Aqui les llegó con otra historia, espero les guste.Es un AU mafia. Volvemos a aclarar que hay diferencia de edad canónica, osea Satoru y Yuuji se llevan por trece años. Va a haber flash backs y serán diferenciados por fechas (más como el año y no un día en específico).Desde hace tiempo eh querido hacer este AU pero me daba miedito, pero por fin aquí les va mi versión.Por fin saldrá Sakuna en uno de mis fics y las demás maldiciones, así que fijamos que tienen cuerpos humanos. También salen Kechizu y Ezou también imaginé los como humanos XD. Ya estaré describiendolos más adelante.También quiero aclarar que en este fic no tengo un rol específico en las ships, todos son versátiles, todos se dan y reciben dependiendo de que humor estén.Habrá varias ships y mucho drama antes de llegar a consolidarlos, así que no se espanten si llegan a ver una ship rara ( bueno igual me gustan las ships crack pero de ante mano sepan que habrá YuutaxToge y SakuFushi)Espero lograr crear un long fic, tampoco tengo fecha exacta de actu, como habrán visto a veces actualizo muy rápido y otras tardo pero lo hago, y con este proyecto quiero tomarme el tiempo y espero me salga emocionante y todo eso.Mil gracias por su apoyo, de verdad que no me arrepiento haber llegado a este fandom tan bello con lectores tan hermosos y hermosas. Gracias por tenerme paciencia y sus bellas palabras que leo a veces diez veces para creermela. .Ah y no tiene lectura beta así que perdón si se me escapa algo.Sin más empecemos esto.
Satoru, Geto y Shoko desde que tienen memoria han estado en el orfanato Jujutsu, un lugar olvidado en las tantas calles de los suburbios de Tokio pero muy bien recordado cuando se tenían que deshacer de errores y contratiempos en las ajetreadas vidas adultas. Para todos era conocido como una casa hogar donde se admitía a cuanto niño llegará sin preguntas ni juicios pues era preferible que se quedarán ahí a vagar por las calles o regresar a sus hogares y ser víctimas de maltrato algo mucho peor, Así que Yaga, dueño del lugar los recibía siempre con los brazos abiertos.
Aquí aprendieron sobre amistad, compañerismo y familia. Tenían sus bajas y altas y no siempre estaban de acuerdo ni en buenos términos, aún así siempre se apoyarían en cualquier problema. Satoru y Geto siempre darían la cara por cualquiera de sus hermanos y le partieran la cara a quien quiera aprovecharse de ellos.
Durante mucho tiempo fueron ellos tres viendo ir y venir a hermanos mayores y menores. Aún que rara vez eran adoptados los más pequeños.
Ellos y los más grandes no corrían con suerte pues una vez escucharon de unos padres que ellos ya estaban maleados y sabría dios de dónde habían salido y tener problemas era lo que menos querían en sus familia así que no eran opción.
De un día para otro notaron que ya ningún niño era adoptado y no se les permitía más la entrada a las parejas buscando al hijo ideal. Años después se enteraron que dos de los niños adoptados habían sido asesinados por los supuestos padres amorosos que les habían dado cobijo y Yaga no cometería ese error nuevamente.
2002.
Una noche de tormenta los mayores habían organizado una pijamada en el salón principal para que los más pequeños no tuvieran miedo por los relámpagos y el ir y venir de la luz. Había futones viejos y roídos junto a mantas y unos intentos de almohadas esparcidos por todo el piso. Todos estaban acostados o sentados escuchando atentamente como Shoko narraba una historia de los contados libros que tenían en la pequeña biblioteca.
Los encargados ya se habían ido a dormir dejando a los tres más grandes a cargo y a Nanami y Haibara a cargo de estos, aún que se llevaran por un año la realidad era que estos dos últimos eran más responsables ante el descontrol.
En la parte más emocionante y tensa de la lectura de Shoko y donde todos estaban apenas respirando, un fuerte golpe en la puerta principal los hizo gritar y exaltarse, pues tampoco ayudaba que el relato fuera de un libro de leyendas de Japón.
Los más grandes trataron de tranquilizar a los más pequeños asegurándo que debió ser un la rama de un árbol que se cayó o solo el viento.
Satoru se ofreció para ir a investigar, así que salio de la sala con su rostro calmado y sonrisa confiada, metiendo sus manos en los bolsillos de su chandal totalmente despreocupado por qué los fantasmas no existían, eso era obvio. Satoru siempre fue el más valiente y el más temerario, Geto no se quedaba atrás pero el sentido de supervivencia prevalecía más en el azabache...solo a veces en realidad.
Al abrir la puerta de madera desgastada y escuchar el rechinido de las bisagras sin aceitar fue resubido por la ráfaga de aire frío junto al salpicar de la lluvia torrencial y que le hicieron temblar.
Vio que no había nada ni nadie, solo la calle completamente vacía. Suspiro, se dio media vuelta y cuando estaba por cerrar la puerta un balbuceo lo hizo detenerse en seco, volver su vista nuevamente hacia afuera escaneando con cuidado, hasta que llevó su mirada hacia abajo y ahí en el piso de la entrada había una caja de cartón que ya empezaba a empaparse. Satoru dudo en tomar la caja pensando que quizás eran cachorros y si los metía los niños los verían y se encariñarian, convirtiéndose en más bocas que alimentar. Volvió a suspirar, se agacho para tomar la caja y fue que oyó con mayor claridad un balbuceo.
Definitivamente los perros no hacían ese sonido.
Metió la caja, cerró la puerta y volvió a ponerla en el piso, su sorpresa e indignación creció por igual al ver que dentro había un bebé envuelto en un cobertor blanco de hospital.
Estaba moviendo su boquita y tratando de abrir sus ojos, alcanzó a ver un poco de café en su iris. Satoru metió su mano para destapar más la cara y cabeza del bebé y notó que su cabello era corto y escaso pero se alcanzaba a ver un tono rosado claro.
El repentino llanto del bebé lo hizo sacarlo de la caja y cargarlo en sus brazos, era cálido y no pesaba casi nada. El llanto cesó y Satoru se encaminó hacia la sala donde estaban los demás.
Al entrar, más de quince pares de ojos lo observaron ansiosos por saber que había sido el ruido. Shoko y Geto se acercaron al instante que vieron lo que tenía en los brazos y el sonido de otro balbuceo.
Los tres se miraron extrañados pero a la vez comprendiendo que había sido abandonado y ahora sería parte de la familia.
Todos se acercaron a ver al bebé, Satoru se arrodilló para que los más pequeños pudieran apreciarlo y darle la vivienda. El pequeño Choso se acercó primero con sus dos hermanos Ezou y Kechizu aferrados a su espalda temerosos por lo que verían, pero una vez que lo tuvieron enfrente y vieron lo pequeño y frágil que era se animaron y empezaron a acariciar sus regordetas mejillas. Choso quedó cautivado al ver cómo la pequeña mano se aferraba a su dedo y abría su boquita para sonreír.
Una vez que Geto reviso la caja donde lo dejaron encontró una pequeña nota donde solo se decía la fecha de nacimiento del bebé y su nombre: Yuuji. Había nacido hace dos meses y ya tenía que enfrentarse a la dureza de la vida siendo un huérfano.
2021.
—¡Satoru-san si vino!. — Yuuji corrió a través de los arbustos del patio lateral del orfanato al ver a Satoru quien llegaba por la entrada principal.
Desde que se había ido del orfanato era usual verlo de visita, siempre en trajes de vestir negros y elegantes, sus lentes redondos de sol ocultando siempre sus azules ojos. Para Yuuji siempre resultaba fascinante verlo y esperaba que el sonrojo que siempre le sacaba cuando lo veía no evidenciara su enamoramiento por el más grande. Apenas era un adolecente en comparación al adulto que ya era Satoru, pero dicen que en el corazón no se manda.
—Cómo no iba a venir si mi chico favorito esta cumpliendo años. Más tarde llegarán Geto y los demás, Shoko te ha preparado un...oh no puedo decirlo es sorpresa...trata de verte sorprendido en el momento o me matará. ¿Lo prometes Yuuji? —Satoru bajo a conciencia sus lentes para que viera el guiño de su ojo. Yuuji solo rio por lo bajo y chocó su puño con el del mayor.
Ambos se adentraron a la casona vieja pero remodelada; ahora todo estaba en buen estado. Los pisos de madera ya no rechinaban y el techo ya no goteaba o tenía manchas de moho, las paredes habían sido quitadas y puestas nuevamente con madera nueva. La comida era suficiente y hasta más para los niños que llegarán. La biblioteca había sido abastecida y cada cierto tiempo llegaban más libros cortesía de Shoko. Las habitaciones ahora tenían camas cómodas y cada niño tenía su propio ropero y sus propias cosas. Geto había contratado a una firma de construcción para ampliar la casa y ponerle un pequeño gimnasio donde los chicos podían hacer deportes y una cancha al aire libre por si querían jugar fútbol o béisbol, todo lo que ellos quisieran ahora podían tenerlo.
Nadie sabía en qué trabajaban Satoru, Geto y Shoko después de irse, pero les iba muy bien, incluso emplearon a los hermanos que al cumplir los dieciocho debían dejar el orfanato.
Yuuji estaba por cumplir precisamente los dieciocho y Satoru había estado todo ese año inquieto por saber qué quería hacer una vez saliera también de la preparatoria.
Claro que tanto él como a Choso se les pidió que dejarán a Yuuji elegir por su cuenta y no imponer sus planes sean cuales fueren que tenían para el pelirosa. Si por Satoru fuera se lo llevaría a vivir con él a su departamento en el centro de Tokyo, le daría todo y Yuuji jamás tendría ninguna necesidad de ningún tipo. Satoru estaba completamente convencido de que él sería un increíble esposo para Yuuji, aún que Shoko lo llamara enfermo y Fushiguro viejo verde.
Con Choso estaba seguro que solo era amor fraternal como el que le tenía a sus hermanos menores, en si a todos, pero incluso con Yuuji llegó a ser más sobreprotector de lo debido, y como no, si Yuuji solía ser aún más torpe de pequeño metiéndose en problemas sin querer. Choso los había sorprendido metiendo los puños para defenderlo, al menos en ese aspecto Satoru podía respirar tranquilo al ver que sus hermanos se cuidaban unos a otros.
Todo sería más fácil de hacer si tampoco estuviera su otro asunto, aquel camino peligroso pero que los había bendecido con dinero, conexiones y seguridad hasta cierto punto, Yuuji no podía enterarse de su vida en la mafia por qué iba contra todas las creencias de Yuuji, estaba seguro de que de enterarse lo odiaría y Satoru no podría cargar con ello, que el pequeño bebé que cargó en sus brazos hace dieciocho años perdiera la fe en su héroe.
—Entonces preparemos todo por qué hoy tenemos mucho que celebrar Satoru-san.
—¡Así es Yuuji hoy tiraremos la casa por la ventana!...por cierto ¿ya pensaste que harás una vez salgas de aquí?.
—Si, Nobara, Megumi y yo ya encontramos un apartamento y hemos dado el arrendamiento con nuestros ahorros, la señora es muy amable y nos ha dado más tiempo para pagar la primera renta. Está a las afueras del centro pero es muy bonito y tranquilo. A Megumi le queda cerca de la facultad y a Nobara cerca de la agencia, yo iré a una entrevista de trabajo este jueves y si todo sale bien tendremos el fin de semana para mudarnos.
—Oh ya tienen todo arreglado ahí. Entonces déjenos echarles una mano con la mudanza. Así sirve y sabemos dónde estarán por cualquier cosa que necesiten. ¿Lo sabes cierto Yuuj?, lo que sea que necesiten solo díganos a Geto, Shoko y a mi. — Satoru detuvo sus pasos tomando a Yuuji de su mano atrayendolo a un abrazo de imprevisto, aún así Yuuji se dejó abrazar, siendo ya natural que lo hiciera. —Es increíble, apenas ayer estabas en mis brazos siendo un pequeño bebé y ahora ya ni siquiera puedo cargarte así sin morir de alguna lumbalgia.
Yuuji río en su pecho.
—Satoru-san que dramático eres.
—Me hago viejo mi pequeño Yuuji.
— No eres viejo y yo ya no soy pequeño, ahora soy un hombre Satoru. — Yuuji levantó su cara del protector pecho del peliblanco mirándolo con intensidad, queriendo expresar algo que su boca no podía pronunciar por el miedo y la duda. Satoru ya era un hombre de 31 años con una vida consolidada y solo era cuestión de tiempo para que un día llegará con una hermosa mujer y les anunciará su boda, posteriormente tener hijos y dejar de verlo por qué ahora tenía otras responsabilidades y una familia propia por la cual velar. Así que Yuuji solo podía conformarse con ese lugar especial que se le da aún hermano, un ser querido de infancia nada más.
—Gojo llegaste temprano.
Ambos rompieron la burbuja en la que se habían sumergido al verse a los ojos, para voltear a ver a Geto quien llegaba por la puerta principal con una bolsa de regalo en la mano y una sonrisa calmada al verlos.
—¡Suguru-san! — Yuuji grito y corrió hacia el mencionado quien ya extendía sus brazos para abrazar al cumpleañero. Geto miro la cara de molestia de Satoru siendo tan transparente para él. Saber que Satoru odiaba que todos aún que fueran sus hermanos abrazaran y mimaran a Yuuji. Siempre tan posesivo.
—Pensé que llegarías hasta en la noche.
—Bueno, pude encargarme de ese asunto con rapidez. No quedó de otra más que apresurar la entrega...todo salió bien como planeamos.
Satoru suspiro y se giró para seguir por el pasillo hacia el salón donde solían hacer sus pijamadas grupales y que había sido preparado para festejar el cumpleaños de quién llegará a llenar de luz y amor ese orfanato olvidado por muchos años.
A la llegada de todos Yuuji se quedó por un momento en la puerta apreciando y grabando en su memoria la visión de todos riendo y festejando. Siempre se consideró afortunado de llegar ahí con ellos, jamás pensó en su abandono ni en quienes pudieron haberlo despreciado desde que era un recién nacido, pues aún que no tenían conexión de sangre eran una familia, una fuerte e inquebrantable y que pasará lo que pasará siempre estarían para él así como él estaría siempre para ellos.
