advertencia: contiene espoilers del arco de Shibuya y un poco después de este arco.
El viaje por carretera se había extendido más de lo que pretendían, pero al no encontrar un lugar seguro donde pasar la noche decidieron seguir adelante, hasta que encontrarán otra estación de servicio o se acabará la gasolina, lo que pasará primero.
Yuuji sentía las piernas entumecidas junto a su trasero pero decidió ignorar la incomodidad pues pedirle a Choso que manejará había quedado descartado -pues no sabía manejar naturalmente-. Habían tomado "prestada" una Jeep gris abandonada y donde afortunadamente las llaves seguían pegadas y el tanque tenía tres cuartos de gasolina, dándoles la oportunidad de escapar del tipo loco rubio quien se presentó como Naoya Zen'in y quién dijo cosas raras de Fushiguro.
Cuando iba a pedir mayores explicaciones otro tipo aún más raro apareció en uno de los edificios presentándose como Okkotsu Yuuta, su verdugo.
La realidad golpeándole nuevamente en la cara que debía morir por todo lo que sucedió, por toda la gente que murió por su culpa.
"No te des tanto crédito mocoso"
Ahí estaba Sukuna y su indeseable presencia y comentarios de más, siempre jodiendolo todo.
Tuvieron que correr por sus vidas al verse superados en fuerza aunque fueran dos contra dos, y de cierta forma, corriendo con suerte porque el tal Okkotsu no se estaba tomando enserio la pelea aún que quisiera demostrar lo contrario.
Algo le decía a Yuuji que de haber querido lo hubiera matado de un golpe y sin pestañear, pero de alguna forma lo había dejado escapar después de atacarlo con un cuchillo de supervivencia encontrado en la Jeep y que después tomó para ir rápidamente por Choso.
El sol se había ido hace muchas horas y en medio de la oscura carretera solo los faroles, la luna creciente y las estrellas iluminaban su camino hacia el sur, alejándose lo más que pudieran de Tokyo y los recuerdos...esos jodidos recuerdos.
Choso se quedó dormido con su cabeza recargada en el vidrio de la ventana del copiloto con los brazos cruzados en su pecho, parecía que trataba de contenerse así mismo como si fuera a romperse en cualquier momento, Yuuji piensa que tal vez es solo él proyectándose en el contrario y en realidad es él quien quisiera abrazarse para no terminar de desmoronarse. Para que las piezas de su alma ya resquebrajada no se perdieran en la carretera.
Yuuji aparta la mirada y la regresa al frente, siente que los ojos le pican y antes de registrar lo que pasa una lágrima abandona su ojo y cae por su mejilla magullada y sucia, llegando a su quijada y cayendo en alguna parte de su chamarra negra que encontró y se puso, dejando de lado la roja llena de vida, pues sintió que esa negra le iba mejor por cómo se sentía; de luto.
No, no se puede permitir pensar ahora en lo que dejó atrás, en lo que perdió. Sin embargo es demasiado tarde, sus recuerdos lo traicionan y no solo recuerda la pesadilla de esa noche en Tokyo, lo recuerda todo, desde el día que lo conoció, en el que solo era alguien que le enseñaría unas cuantas cosas sobre hechicería y que era de total confianza para Gojo-sensei.
Ojos castaños rasgados, resguardados tras unas gafas peculiares que se sostienen del tabique de su nariz respingada, pómulos y barbilla afiladas y de las que Yuuji piensa tontamente que se sentíria increíble trazarlas con sus dedos, pero desecha el pensamiento así como llega. Cabello rubio y pulcramente peinado de lado y hacia atrás, más alto que él pero no tanto como Gojo-sensei. El traje beige con camisa azul cobalto combinan tan bien con su cuerpo y porte, que incluso esa curiosa corbata amarilla con puntos negros le queda perfecta.
Sensei lo presenta como Nanami Kento; hechicero de primer grado, ex asalariado de oficina y alguien de su entera confianza.
Yuuji lo escucha criticar la vida adulta y la mierda que es trabajar y también ser un hechicero pero que alguien tiene que hacerlo. Yuuji piensa que es encantador a su manera. Así que se emociona y le dice que él también hará su mayor esfuerzo y que espera con ansias trabajar con él, pero Nanami es hueso duro de roer y sabe, desde que le dice que no confía en él por ser el contenedor de Sukuna, que ganarse su confianza será difícil, pero no imposible.
La colonia de Nanami huele a notas amaderadas, toronja y menta, pues el carro dónde los lleva Ijichi rápidamente se inunda de su aroma varonil y Yuuji no puede evitar respirar hondo dejando que ese aroma lo relaje y que su subconsciente lo guarde en su memoria a largo plazo, asociando ese sentir con Nanami.
No hablan ni se voltean a ver, cada uno mira hacia afuera desde su respectiva ventana como el agua cae a cántaros. Nanami piensa en que ojalá el agua amaine una vez lleguen a dónde se les solicitó ir por quizás el ataque de una maldición a unos estudiantes en un cine y ya haciando memoria que dejó un par de paraguas en la cajuela del auto, con suerte seguirán ahi. Yuuji piensa en que la lluvia es molesta y espera que se corte una vez lleguen a dónde se les llamó por qué no trajo paraguas y tampoco quisiera que Nanami se mojara.
Ijichi termina prendiendo la radio pues entran a una de las avenidas más concurridas y llenas de tráfico del centro y que con la lluvia empeora, así que estarán ahí un buen rato atrapados. Sabe que Nanami no conversara con él ni con Itadori y por su lado Itadori se ve absorto en sus pensamientos así que un poco de música de fondo no les vendría mal.
Tarda un poco en encontrar una estación donde no se estén dando noticias o el clima evidentemente malo, hasta que capta un canal donde empieza a sonar una balada tranquila que empieza con el rasgueo de una guitarra para dar paso a la voz masculina y suave que canta en inglés, la música se extiende por todo el auto desde las bocinas traceras hasta las de las puertas de enfrente. Yuuji tiene la sensación de que ha escuchado la canción pero no recuerda dónde ni cuándo.
Extrañamente le recuerda a su abuelo.
Antes de hundirse en pensamientos hacia su viejo el tarareo de alguien lo devuelve a su presente dentro del coche, voltea y es Nanami quien tararea al ritmo de la canción; tiene los brazos cruzados sobre su pecho haciendo resaltar los músculos por sobre la tela tensada y solo ve parte de su perfil pues sigue volteando hacia la ventana, también ve que mueve su dedo índice sobre su brazo al ritmo de la tonada.
Sus palabras salen antes de detenerlas o siquiera pensarlas.
—¿Conoces esa canción Nanamin?
Nanami detiene el tarareo junto al movimiento del dedo y se queda un instante quieto, pero Yuuji jura ver que ha fruncido el ceño. No lo voltea a ver cuándo le responde.
—Si, se llama Tears in heaven la canta Eric Clapton...y no me llames así por favor Itadori-kun.
Yuuji ignora lo último y empieza a preguntar sobre la canción y lo que dice, realmente lo hace para sacar conversación y parece que Nanami no se molesta por eso, así que decide voltear a verlo y contarle una triste historia sobre la canción y quién la canta.
Yuuji piensa que no quiere ni imaginarse el dolor de ese hombre al perder a su pequeño hijo y que nadie debería pasar por ese tipo de dolor.
—¿Itadori estás bien?, Estás llorando ¿Que paso?
Yuuji oye ya voz de Choso preocupada y solo puede cerrar los ojos con fuerza derramando más lágrimas. No puede contenerse más y da un volantazo haciendo que la Jeep se desvíe y salga de la carretera con algo de dureza, se estaciona, apaga el motor y lleva sus manos a su cara dejando que los sollozos se vuelvan cada vez más audibles hasta que termina llorando a todo pulmón.
Su pecho lo siente desgarrado, de repente no hay nada que lo sostenga en la tierra y siente que si no lo mata alguien, él solito va a morir de la tristeza.
Va a morir por todo esos malditos recuerdos de Nanami enseñándole lo que debe de saber al enfrentarse a maldiciones, lo que debe de saber de la cruel y miserable vida, lo que debe de saber de enamorarse, de entregar su corazón sin la garantía de que se lo devuelvan entero o en retazos, o simplemente nunca lo harán por qué su corazón se quedó en Tokyo hecho pedazos junto al de Nanami, su amado Nanamin.
Siente que no tiene derecho de comparar la pérdida de Clapton con la suya pero duele demasiado, arde en cada parte de su cuerpo y piensa que hacía debió de sentirse.
Rememora la letra de la canción y le quema hasta la médula saber que no pertenece al cielo, que no volverá a ver a su amado Kento por qué de todos es quien más merece estar alla. Que no sostendrá otra vez su mano ni volverá a ver sus bellos ojos castaños, porque Yuuji no merece ir al cielo.
Ahora Nanami encontrará la paz que tanto buscaba y ya no habrá lágrimas reprimidas ni estrés por las horas extras que tanto odiaba.
Y por más que Yuuji sintiera derrumbarse, por más que sintiera doblar sus rodillas y su corazón se quebrara, por más que el rogara por favor...Yuuji no pertenencia al cielo.
¿Sabrías mi nombre si yo te viera en el cielo?
¿Sería lo mismo si yo te viera en el cielo?
Debo ser fuerte y continuar.
Porque sé que no pertenezco aquí en el cielo...
Los rayos del sol le dan directo en la cara haciendo que los ojos le duelan al tratar de abrirlos y por un segundo no recuerda dónde está y todo se vuelve tranquilo; la vigilia antes de despertar.
Siente una mano en su cabeza tan familiar que lo transporta a una mañana que se siente lejana en sus recuerdos pero tan viva y nítida en ese momento; la mañana siguiente en la que despertó en la cama de Nanami desnudo y con este pegado a su espalda igual de desnudo con uno de sus brazos rodeando su cintura y el otro sirviendo de almohada para su cabeza, sus piernas siendo un lío enredado y seguro. Nanami está tarareando otra vez esa canción que ha escuchado y bailado con el la noche anterior en su cena compartida y que terminó con ellos entregándose por fin a lo que sentían.
Yuuji está a punto de voltearse para ver mejor a su novio. "Novio", piensa con emoción que ahora puede decirle así, pero nuevamente esa mano familiar en su cabeza lo saca de dónde sea que se sumergió y abre lo ojos sintiendo nuevamente el escozor por los rayos de sol dándole directo en la cara. Ya no está en la cama con Nanami, está en la Jeep con Choso quien le acaricia la cabeza para que despierte y se enderece, cosa que hace y se arrepiente por qué la forma en que durmió le dejó adolorido el cuello y la espalda y en ese momento desea que esa sea una pesadilla de las tantas recurrentes que tiene últimamente y volver a despertar en los brazos de Nanami...pero no pasa.
Termina de despabilarse al escuchar una balada tranquila que empieza con el rasgueo de una guitarra para dar paso a la voz masculina y suave que canta en inglés.
Esta vez, en vez de llorar Yuuji voltea ver a Choso quien lo ve preocupado, Yuuji nota que sus ya deporsi marcadas ojeras están aún más sumidas, supone que debió hacerle pasar un mal rato con su ataque anoche, así que le da una media sonrisa que no llega a sus ojos y Choso se la devuelve y no pregunta ni dice nada, Yuuji lo agradece.
se endereza en el asiento, pone en marcha el motor de la Jeep y acelera, deben de llegar pronto a otra estación de servicio para comer algo y abastecerse de más gasolina.
Yuuji empieza a tararear la canción y deja que los recuerdos dolorosos se resbalen nuevamente a la parte más escondida de su cabeza, porque sabe que debe continuar si algún día quiere pertenecer al cielo y volver a ver a Nanami.
¿Me perdonanan?Escuchar canciones tristes a media noche no es bueno mis amores.Muchas gracias por leer los iloveo un montón!!
