Descargo: Los personajes le pertenecen a Hajime Isayama, solo han sido tomados para esta historia.
Capítulo Uno:
Tan Solo te Vi
«No se trata de dónde
te vi por primera vez,
sino de lo que sentí
al mirarte».
(Vanessa Álvarez).
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Había pasado ya un tiempo desde que dejó de tener aquellas pesadillas. Con tan solo cuatro años, se recordó, estas habían empezado a atormentarlo, haciéndolo siempre ver el rostro de aquella persona en sueños, llenándolo de angustia. Con el tiempo, no obstante, las pesadillas cesaron como si no hubieran pasado nunca; aun así, ese día había vuelto a soñar con él.
Luego de alistarse como todas las mañanas, desayunó algo sencillo y tomó su bufanda, chamarra y mochila antes de salir de su hogar. Tranquilamente, caminó siguiendo su recorrido habitual, pero en su mente ese sueño no dejaba de repetirse una y otra vez… Un sentimiento de nostalgia y ansiedad que se instaló en su pecho, pero el cual intentó ignorar y no dar más importancia.
Una vez llegó a la universidad, se encontró con su mejor amigo y lo saludó como de costumbre, caminando junto a este hasta el aula donde se impartiría su primera clase, tomando sus respectivos lugares.
Las clases de ese día mantuvieron su rumbo habitual, pero él fue incapaz de concentrarse en ninguna ya que aún seguía pensando en ese sueño y en esa persona. La preocupación de su amigo por su extraño actuar era evidente, pero este no lo presionó, seguro de que Eren le diría voluntariamente en algún momento lo que le ocurría.
Cuando el receso dio inicio, aprovecharon de comprar algo para comer y buscaron un sitio cómodo para degustar sus alimentos. Tras un rato de estar sumidos en un extraño silencio —pues ellos solían hablar mucho en ese tiempo libre—, su amigo finalmente le preguntó:
—Eren, ¿te encuentras bien?
Desconcertado, él parpadeó y lo miró por un momento.
—Todo está bien Armin —fue la breve respuesta que dio, ante la que su amigo se encogió de hombros respetando su silencio como tantas otras veces, manteniéndose en este hasta que acabaron de comer.
Una vez regresaron a las clases, Eren siguió sin prestar atención del todo. De vez en cuando anotaba algo de lo que sus profesores decían, pero si cerraba los ojos por un instante, ese sueño volvía a su cabeza, no dejándole pensar en nada más.
Al mirar el cielo tras la ventana, el sentimiento de nostalgia y ansiedad que lo embargaba no hizo más que crecer dentro de su pecho, y al notar como este comenzaba a cambiar de su habitual tono azul a un gris entristecido, se preguntó, suspirando, si es que acaso su propio estado de ánimo sombrío había afectado también al mismo cielo.
La campana que anunció el final de las clases sonó y salió de su ensoñación, regañándose por lo ridículo que era pensar que sus emociones pudieran afectar al tiempo, aunque él lo sintiera así en ese momento.
Dándose cuenta de que quizá la profesora había dejado tarea o había mencionado algo importante a lo que no prestó atención, Eren se sintió culpable. Armin se acercó nuevamente a su lado, mirándolo con un poco de preocupación, ya que no era habitual que él se comportara así.
—¿Nos vamos juntos? —le preguntó su amigo.
Eren, no estando de humor para tener compañía, negó con la cabeza; aun así, Armin esperó a que terminara de guardar sus cosas, sin presionarlo más. Tras volver a acomodarse la bufanda en torno al cuello, la chamarra y la mochila, salió del aula junto a su amigo, y una vez llegaron a la salida de la universidad, ambos se despidieron para tomar sus rumbos correspondientes.
Caminando tranquilo y algo desanimado, Eren de tanto en tanto volvía a mirar el cielo, como si esperase que este fuera a calmar al menos un poquito de la ansiedad que tenía; sin embargo, al bajar su vista en aquella ocasión, sus ojos se abrieron ante la sorpresa de lo que vio, siendo incapaz de dar un paso más, como si se hubiese quedado enganchado al pavimento.
Había caminado incontables veces por esa calle, a la misma hora y prácticamente un día tras otro, pero aun así jamás le había visto hasta ese momento; no obstante, allí se encontraba ahora, estático y sintiendo que el tiempo se había detenido por alguna razón.
«Solo es una cara en la multitud», pensó mientras lo veía a la distancia, pero la opresión en su pecho dolía y lastimaba. «La cara de una persona que no he conocido en toda mi vida, y aun así la reconocería entre millones, porque la he visto en mis sueños cientos y miles de veces antes».
Al sentir las lágrimas salir de sus ojos sin previo aviso se sorprendió, y, sin embargo, sabía que no estaba en un error. Sin poder moverse y sin poder despegar la vista de aquella persona que ni siquiera se había percatado de que él lo observaba con detenimiento, Eren contempló como sus lágrimas cayeron delante de sus pies, manchando el pavimento.
Sabía que esa vez no estaba soñando y que ese rostro lo reconocería en cualquier lugar. Realmente quería acercarse y hablar con ese hombre, pero sus pies no respondieron y sus lágrimas no cesaron de caer.
«Porque lo he visto en sueños que están llenos de recuerdos de otro tiempo, de otra vida. Sueños con una chispa de calor en un mundo infinitamente más frío y cruel que éste», pensó. «Sueños que provocan un dolor que he sentido hasta los huesos desde que tengo uso de razón».
Sus ojos se cerraron por un momento, y un fragmento de aquella pesadilla se hizo presente viendo aquel bosque con árboles enormes y el rostro de ese hombre lleno de sangre; viendo la infinita tristeza que se reflejaba en esos ojos color gris, la manera tan peculiar en como agarraba una taza y su torso desnudo, cerniéndose sobre él como un recuerdo cálido; viendo el porte que este tenía al levantar aquellas dos espadas mientras la capa que tenía unas alas ondeaba a sus espalda, y contemplando sus manos unidas como si jamás se quisieran dejar ir.
Al abrir sus ojos, Eren lo vio con aquel uniforme, como si sueños y realidad se mezclaran, pasado y presente se mezclaran, y solo pudo llorar más.
«Sin ningún tipo de advertencia… esa persona apareció repentinamente justo delante de mí».
Sin saber si ese inesperado encuentro era la razón por la cuál había vuelto a tener esa pesadilla, Eren pensó que estaba tan cerca, pero a la vez tan lejos del otro, quien se mantenía con sus manos a los costados, hablando despreocupadamente por teléfono.
No supo en qué momento el tiempo comenzó a avanzar, pero al ver como aquella persona guardaba su celular y cruzaba la calle, sintió que su cuerpo liberaba la nostalgia y la ansiedad que lo habían embargado durante todo el día.
Eren alzo nuevamente su vista al cielo y cerró sus ojos, permitiendo que sus labios formaran una sutil sonrisa, motivo por el que no pudo percatarse de que aquel hombre también había volteado, sorprendiéndose al verlo.
Aun así, este sí sonrió, pues recordaba todo… Y quien sabía, tal vez algún día el tiempo los volvería a juntar.
Si han llegado hasta el final de esta pequeña historia les quiero agradecer, también es la primera vez que escribo algo así.
