NOCHE
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La jornada había sido especialmente larga y tediosa. La joven mujer, había andado de arriba abajo, verificando los trámites de los permisos de construcción, supervisando a los pasantes, corrigiendo planos, realizando renders complicados. Sus pies se negaban a dar un paso más, su mente estaba hecha un embrollo; en un mundo en el que, se consideraba extraordinario que una mujer tuviera presencia, ella, no sólo la tenía, era una de las mejores en su ramo.
Sentada frente a su ordenador, terminando de hacer las correcciones de los planos, de acuerdo a las especificaciones que recibió en el correo electrónico matutino, decidió darse unos minutos de descanso, se estiró lo más que pudo y soltó un sonoro suspiro, se sobó las sienes, aquella molesta jaqueca, amenazaba con convertirse en migraña, y eso que aún no anochecía. Eran las cinco de la tarde, pero ella estaba en su oficina desde las seis de la mañana, estaba decidida a terminar las correcciones de los planos, era la primera vez que le asignaban un proyecto tan ambicioso, y no quería defraudar a aquellos que habían confiado en ella. Se puso de pie y caminó hacia la ventana, el doceavo piso ofrecía una vista espectacular, era una pena que, no siempre tenía tiempo para admirarla, pero recordaba haber presenciado, en más de una ocasión, atardeceres majestuosos. Por unos minutos, se permitió viajar lejos de ahí, su mente divagó un poco, visitando lugares lejanos, que quizá sólo existían dentro de su imaginación, o quizá sí eran reales, pero no recordaba haberlos visitado. De pronto, un conocido sonido, la sacó de su estado de ensueño, su móvil le anunció la llegada de un mensaje, quizá era el mensaje que había ansiado recibir desde que despertó.
"—¿Trabajando duro?" Rin sonrió, su novio había leído su mente, aún a la distancia.
"—¿Cómo supiste?... Voy a empezar a creer que me estas espiando…" Le respondió Rin sonriendo de manera pícara, para después morderse el labio inferior, esperando por la respuesta.
"—Sabes que sería incapaz de algo así… aunque no me molestaría espiarte… pero no estoy precisamente interesado en verte trabajar… quizá me concentraría en hacerlo mientras estas en un lugar más… INTERESANTE…" Rin rió por la ocurrencia de su novio, el primogénito de los Taishō era un hombre serio, ecuánime, algunos dirían que, incluso frío, y en ocasiones parecía un tanto insensible; pero Rin lo conocía de verdad, sólo ella podía presumir haber tratado con el peliplateado, en todas y cada una de sus facetas; sólo ella sabía lo apasionado y entregado que podía ser en la intimidad; y sólo ella había experimentado, en carne propia, la ternura y atenciones que él era capaz de prodigar, a un ser amado.
"—Sessh, no tienes remedio…"
"—Tratándose de ti…" Rin volvió a reír, ese pequeño rato de distracción le había sabido a gloria.
"—De acuerdo, me rindo… tienes toda la razón, sigo en la oficina…"
"—¿Sigues trabajando en el mismo proyecto?
"—Sí… sabes lo importante que es para mí. Aunque ya estoy por terminar"
"—Perfecto… ¿paso por ti? Quiero invitarte a cenar.
"—¡Sí!"
"—Bien, estaré ahí en una hora" —Rin dejó su móvil sobre el escritorio y dio un pequeño salto de emoción, tenía toda la semana sin poder ver a Sesshōmaru, lo extrañaba en demasía. Deprisa se volvió a colocar en su silla, frente a la computadora, y le echó una revisada a los planos, por última vez, todo había quedado a pedir de boca, guardó el archivo, y lo envió por correo para la aprobación final por parte de su jefe.
La joven arquitecta, entró al baño de su oficina, se retocó un poco su maquillaje y se examinó a consciencia, quedando satisfecha consigo misma. Suspiró, y tembló de anticipación, su mente vagó hacia sitios oscuros y placenteros, agradecía haberse puesto un conjunto de ropa interior "sexy", sonrió para sus adentros, a veces, resultaba inverosímil lo bien que conocía al primogénito de los Taishō, sabía muy bien que, el joven empresario, no aguantaría mucho tiempo sin verla, sin gozar de su compañía o disfrutar de sus atenciones. Se miró a los ojos, su mirada era profunda, intensa, cargada de deseo; nunca se consideró a sí misma fea, pero tampoco se consideraba poseedora de una belleza extraordinaria, a su parecer, ella era una mujer bonita, con rasgos favorecedores y unos enormes ojos que, resaltaban bastante, de hecho consideraba que éstos, eran su mejor atributo; sin embargo, cada vez que Sesshōmaru la miraba, contemplándola en su totalidad, devorándola con la mirada en el punto exacto, justo antes de poseerla y hacerle el amor, en esos instantes, Rin se sentía la mujer más sexy y deseada del mundo, y eso, era algo que sólo él, era capaz de conseguir.
Pasada una hora, tal como se lo había prometido, el hombre peliplateado, esperaba pacientemente en la entrada del edificio, por su novia. Sentado a bordo del elegante automóvil negro, Sesshōmaru aparentaba una calma que, en realidad no poseía, pues ardía en deseo por Rin, nunca llegó a creer que, en su vida, amaría y desearía tanto a alguien, como lo hacía por ella. Las puertas del edificio se abrieron de par en par y detrás de ellas, se le reveló a la hermosa joven que era dueña de su corazón desde hacía ya tres años. El primogénito Taishō suspiró, cómo la había extrañado, y aunque dentro de sus acuerdos de pareja estaba bien estipulado, el respetar los tiempos y horarios laborales de cada uno, eso no significaba que, cuando estaban separados, no se extrañaran.
Sesshōmaru descendió del automóvil, lo rodeó y aguardó por su mujer. Al llegar a él, Rin rodeó su cuello con los brazos y ambos se fundieron en un profundo beso que, si bien no era recatado, ambos sabían de sobra que, se estaban conteniendo.
—Hola… —dijo ella, mientras sonreía
—Hola… —respondió él con voz ronca y varonil, consiguiendo con esto que la piel de Rin se erizara. —¿Nos vamos? —Rin asintió.
A bordo del automóvil de Sesshōmaru, ambos hablaban de cómo había estado su semana, Rin le contaba a su novio lo entusiasmada que se sentía por el proyecto nuevo en el que estaba trabajando, él orgulloso de ella, la alentaba a seguir con ello y buscar más proyectos de la misma envergadura, sabía lo buena que era su novia en su ramo y lo dedicada que era con sus proyectos; de cuando en cuando, el hombre tomaba la mano de su novia y le besaba el dorso, cuando no estaba en esto, le regalaba pequeñas, casi imperceptibles caricias, con su dedo pulgar, deleitándose con la suave piel.
Ambos reían, gozando de su complicidad, el trayecto se les hizo especialmente corto, pero se sintieron agradecidos por ello. Sesshōmaru presionó el botón que abrió el portón eléctrico de ingreso a su casa, ya en la cochera, se estacionó justo frente a la entrada principal, bajó de su automóvil y lo rodeó, para abrir la puerta del copiloto y ayudarle a Rin a descender. Ambos, caminaron tomados de la mano, el hombre peliplateado, le cedió el paso a su novia, para después seguirla hacia adentro del domicilio, y cerrar la puerta tras de sí, asegurándose de que había corrido bien el cerrojo. Avanzaron un par de pasos, y entonces, el hombre, en un hábil movimiento, acorraló a Rin contra el muro, para atacarla con un fogoso beso que de inmediato los puso a ambos a tono, Rin soltó un pequeño grito por lo inesperado de la acción, pero de inmediato respondió al beso y con la misma intensidad. Sus respiraciones, no tardaron en acelerarse, sonoros jadeos se escuchaban en el lugar, el hombre comenzó a restregar deliciosamente, su cuerpo contra el de Rin, quien ya se sentía húmeda y dispuesta a recibir a su novio, aquello era una locura, un pequeño roce, un beso dado en el momento y forma adecuada, y ellos explotaban de deseo.
El hombre le dio tregua por un momento a los labios de Rin, para después atacar al delgado y fino cuello con húmedos y candentes besos. Rin soltó sonoros suspiros por lo placentero de la sensación, Sesshōmaru la devoraba impaciente y con ansiedad contenida, su interior era una vorágine de sensaciones y deseos contradictorios; una parte de él, moría por destrozar el vestido de su amada y hacerla suya ahí mismo, dejándose llevar por sus más bajos instintos; otra parte de él, sin embargo, anhelaba llenarse de ella, recorrer centímetro a centímetro, consumirla toda, con calma y consciencia, hasta hacerla enloquecer por el placer.
—Creí que íbamos a cenar… ¡Ah!... creí que cenaríamos primero ¡Ah!… —dijo Rin esforzándose por hablar, pues con aquel hombre poderoso, besándola y tocándola de aquella manera, apenas podía formar algo coherente en su mente, en vez de rendirse de lleno a las sensaciones provocadas por el peliplateado.
—Y… ¿qué crees tú que estoy haciendo? —dijo el hombre, para después besarla en los labios con ardorosa pasión. —Estoy "degustando mi cena" —mencionó con plena convicción, mientras atacaba nuevamente el níveo cuello de su novia, al tiempo que posaba una de sus manos, sobre el erecto seno de su mujer. Esto la hizo perder la cabeza, ya no aguantaba más, Rin necesitaba unirse a su hombre con urgencia. En ese momento, Rin inició un movimiento de cadera, que consiguió unir su centro, con el tumefacto miembro de Sesshōmaru, haciéndoles caer en un roce enloquecedor, que no hizo más que incrementar su excitado estado. El peliplata cargo a Rin, apoyándola contra el muro y consiguiendo con esto, que ella lo rodeara con sus piernas, por las caderas, fue entonces que, él en un hábil movimiento, desabotonó su pantalón y liberó su órgano viril, temblando de anticipación por lo que sabía que venía a continuación. Rin lo atrajo más hacia sí, mientras su hombre, hizo a un lado las bragas de su novia y hábilmente, buscó con sus dedos aquello que había anhelado tocar desde el momento mismo en que la besó, cuando ingresaron en la residencia Taishō. Sabiéndose conocedor y maestro, del cuerpo de su mujer y lo concerniente a él, Sesshōmaru inició una caricia estremecedora, estimulando el clítoris de Rin hasta conseguir que explotara de placer para él. Rin no pudo contenerse, sus gritos y jadeos fueron en aumento, hasta desgañitarse, por el orgasmo conseguido. Aún no se recuperaba del todo, cuando súbitamente se vió invadida de una sola estocada, por el miembro de su novio, logrando con esto que ambos soltaran un fuerte suspiro por la placentera sensación. Rin apretó su agarre, estrujando la cadera de Sesshōmaru con sus muslos, mientras él continuaba con sus estocadas; entre el forcejeo, el peliplata logró liberar uno de los senos de la joven, la erecta punta, no fue más que una tentadora invitación, por lo que rápidamente fue rodeada y succionada por los expertos labios del apuesto hombre. Rin no podía más, se sentía al borde de la locura, las poderosas estocadas, acompañadas de la deliciosa succión, resultaron ser la combinación perfecta para que ella cayera en un frenesí tal, que su mente quedó completamente en blanco.
—¡Sí!... ¡Ah!...
—¿Te gusta…? Dime mi amor… quiero oírlo —dijo Sesshōmaru, mientras aumentaba la intensidad de sus estocadas. Rin se sentía al borde de a locura ¿cómo era posible que su novio lograra estremecerla de esta manera, hasta lo más profundo de su ser?
—¡Ah! ¡Oh… dios!
—¡Dímelo!
—¡Sí! ¡me gusta! ¡ME ENCANTA!
—¿Quieres más? —dijo el hombre, y de nuevo atacó con otra poderosa embestida. Rin lo sabía, estaba a punto de culminar, sus gritos eran el preámbulo de ello
—Sessh… ¡ya casi…! ¡SESSH! ¡yo voy a…!
—¡Sí! ¡Hazlo! ¡Vente, Rin! ¡Quiero que te vengas para mí, amor!
—¡Aaaahhh! —El grito de Rin resonó en el recibidor, había llegado a la cima, y lo había hecho deliciosamente; pronto, el peliplata sintió como su miembro era aprisionado por las intermitentes contracciones del húmedo y caliente interior de su novia, tres estocadas después, él la acompañó con su propia culminación, dejando escapar un gutural sonido en el acto. Ambos, quedaron exhaustos por el sexo, y plenamente satisfechos, trataban de regresar su respiración a la normalidad, pero les estaba costando trabajo, se sentían abrumados y completamente dominados por sus emociones y las sensaciones. Lentamente, Sesshōmaru salió del cálido interior de su novia, y con algo de pesar de su parte, ambos se separaron; el hombre le dio un tierno beso en la frente a su novia y después la tomó en sus brazos, ella se entregó por completo al momento, aspirando el aroma de su novio, deleitándose con el fuerte abrazo de su hombre. Al separarse, Sesshōmaru llevó a Rin a la cocina, y le mostró lo que le había preparado para cenar, con bastante dedicación, cabe agregar. Ambos, tomaron su plato, un par de copas de cristal y una botella de vino tinto, y decidieron cenar en la sala de estar, a pie de chimenea, mientras se acompañaban de un poco de música instrumental para mejorar el ambiente.
La noche se les había venido encima, pero ellos ni se habían percatado de ello, ambos estaban ahí, sentados en el piso, sobre la afelpada alfombra frente a la chimenea, degustando el fuerte sabor del vino tinto, disfrutando de su mutua compañía, riendo y charlando. Rin traía puesto sobre sí, sólo la camisa de su hombre, él sólo llevaba su ropa interior. Sobre los sillones quedaban resquicios de lo que había sido un "segundo round". Ambos estaban aliviados, por fin habían encontrado un momento para reunirse, después de varios intentos fallidos desde la semana pasada. Él, contemplaba con cierta fascinación a su novia, poniendo atención a cada palabra, a cada detalle; se sabía perdidamente enamorado de ella y se sentía agradecido por eso. A sus treinta y ocho años, podía decir que, había encontrado en aquella mujer de treinta años, a su alma gemela, al amor de su vida, y no deseaba nada más en este mundo que, hacérselo saber y hacerla feliz. ¿Sospecharía ella, acaso que, él pensaba pedirle matrimonio? Seguramente no, y aunque el construir una vida juntos ya era un tema plenamente tratado entre ellos, él aún quería darle esa agradable sorpresa, una propuesta de matrimonio, sincera inesperada y romántica.
No sabía con exactitud el "cuándo", sabía perfectamente el "cómo" —había repasado la escena una y otra vez en su mente—, pero sin duda, sabía bien que pronto, Rin Noto se convertiría en su esposa, mientras, se dedicaría a disfrutar el resto de la noche a su lado, pues la noche estaba —lo tenía bastante claro— llena de promesas.
