Ahora un OS MinaObi porque me encantan y siento que su relación sería así de bonita uwu.
Quise explorar un poco el tema de la baja autoestima, especialmente en Obito, porque no sé, tengo ese headcanon de que él lucha un poco con eso debido a su nueva apariencia. Así que si siguen leyendo cosas mías, se darán cuenta que sí, tengo MUUUY marcado esto en mi cabeza. Sin embargo, no quise profundizar demasiaaado en ello, ya que siento que me hubiese dejado llevar y hubiese terminado haciendo un fanfic largo (que oye, pensándolo bien, hasta debería, why not). Como sea, espero que a nadie le moleste.
También me encanta que Minato sea más bajo que él (y Kakashi), porque me parece sexy, no sé. Quizás estoy loca, pero hay algo en el hecho de que él sea bajito comparado con esos dos y aún así los pueda dominar de cierta manera hashahsa.
También metí por ahí un poquito de odio hacia los Uchihas because i wanted to. sorry not sorry.
Y otro headcanon de que Kakashi es un pervertido de primera xd (no es tanto headcanon... u know)
Como sea, gracias por leer
Obito sonríe cuando ve a su sensei acercarse a él. Aún estaba algo lejos, pero podía verlo claramente (¿quién no vería esos cabellos rubios que resaltaban tanto? Minato parecía brillar).
Era un día soleado, hasta quizás un poco caluroso. Sin duda estaba llegando el verano y el cuarto Hokage había decidido ir ligero de ropa. Sólo con una camisa blanca y holgada que jamás lo había visto usar, y unos pantalones ninja también blancos. Sin duda alguna capturaba la mirada de todo el mundo cuando pasaba y sonreía amablemente cuando cualquiera lo saludaba al pasar por su lado.
Obito no puede evitar sonrojarse intensamente.
A diferencia de su sensei, él lucía un poco más… mediocre. Si era honesto consigo mismo, él siempre luciría mediocre al lado de su sensei, quién ahora le sonreía a él y nada más que a él, con una expresión suave y cálida que le provocó un fuerte revoloteo en el estómago.
Su ropa contrastaba del todo con la de Minato. Tenía su típica ropa ninja, con el emblema Uchiha en la espalda, todo de color negro. También consideraba que se había vestido ligeramente, pero a diferencia, él estaba usando mangas largas.
Aún no tenía la confianza suficiente como para salir al mundo y mostrar sus cicatrices y la leve pero muy notoria visible descoloración en la parte derecha de su cuerpo.
—¿Cómo es posible que cada vez te veo más alto, Obito? —el mencionado ríe, reteniendo su vergüenza ante lo dicho.
—Porque siempre que nos vemos, han pasado días o semanas desde la última vez —admite, alzándose de hombros y queriendo restarle importancia al asunto. Aun así, hay un sentimiento de incomodidad por ahí que Minato es capaz de percibir—. Además tengo diecinueve, sigo creciendo.
Ahora es el rubio quién ríe.
—Ahora estás igual de alto que yo —Obito levanta una ceja, escéptico.
—Ahora soy más alto que tú —Minato ya no se molesta por ese comentario. Desde hacía unos cuántos años él ya se había dado a la idea de que sus estudiantes crecerían mucho más de lo que él lo hizo. Desde que habían cumplido quince, ambos, Obito y Kakashi, habían comenzado a estirarse de manera apresurada.
Obito es quién tuvo el cambio más impresionante.
Creció y, a diferencia del peli plata, comenzó a verse mucho más varonil y fuerte (Kakashi era fuerte también, por supuesto, eso no podía negarlo. Pero su figura siempre había sido más delicada y delgada a comparación con el Uchiha).
Obito simplemente creció, y se convirtió en un hombre atractivo y realmente hermoso.
Eso sin hablar de la voz que había desarrollado.
Oh, mierda, su voz.
Aunque a veces este mismo negara ese hecho y dijera que no era para nada guapo si alguien se detenía a realmente mirarlo.
Aquello, en ocasiones, molestaba un poco a Minato. Su estudiante, luego del accidente que tuvo en el puente Kannabi, había perdido casi toda su confianza en sí mismo (al menos en su apariencia física); sin embargo, para Minato, el Uchiha se veía cada día mucho mejor y, con el tiempo, cuando cumplió sus dieciocho años, ambos comenzaron a salir.
Llevó tiempo acostumbrarse al cambio en su relación, especialmente por parte de Obito. Este había comenzado a sentirse atraído hacia su sensei desde, precisamente, sus quince años (quizás catorce) y, para su sorpresa, resultó que el cuarto Hokage le correspondía. Contra todo pronóstico, según él, aunque para Rin había sido algo obvio y para nada inesperado. Sólo ella y Kakashi sabían al respecto y aun así, frente a ellos, no solían actuar como pareja.
Esto había sido una decisión que básicamente Obito había tomado por su cuenta.
Había sido complicado para él aceptar que ambos quizás habían comenzado a atraerse de otra forma, específicamente porque ¡vamos!, era su sensei. Pero justo antes de su cumpleaños número dieciocho, los acercamientos que habían tenido eran demasiado obvios e imposibles de ignorar; especialmente porque su sensei no era para nada reservado con sus sentimientos (como, y para sorpresa de todos, él había dejado de ser luego del puente Kannabi. Es más, se había convertido en alguien mucho más serio y frío que el mismo Kakashi, quién también había tenido un cambio radical en su comportamiento). A Obito no le molestaba para nada las muestras de afecto de Minato hacia él, pero a veces lo incomodaba un poco.
Esto era única y exclusivamente cuando ambos estaban en público.
El Uchiha no tenía el menor problema con darse muestras de afecto con su sensei cuando estaban ambos por su cuenta, en la casa del otro, o en la oficina Hokage. Para nada. Sin embargo, las cosas eran muy diferentes cuando alguien más estaba cerca.
Y es que, para Obito, era realmente difícil creer que él merecía estar con Minato. Alguien como su sensei, así de atractivo, fuerte e inteligente debía salir con alguien digno y que complementara esos atributos. No alguien como... él.
Desde que comenzaron a salir, el menor creía que no era lo suficientemente especial como para decir que estaba con el Relámpago amarillo de Konoha, con el Cuarto Hokage, quien le dio fin a la tercera gran guerra ninja y que era amado y respetado por todos en la aldea.
¿Él qué derecho tenía de decir que su pareja era Minato Namikaze, siendo él alguien que ni siquiera era del todo querido por los habitantes de Konoha?
No sentía tenerlo.
Por eso, es por lo que siempre insistía en mantenerlo oculto, excusándose con decir que así protegía la imagen del Hokage y que no le causaba inconvenientes mayores.
Minato odiaba eso.
Había estado trabajando muy duro para hacer sentir a Obito no sólo lo más amado posible (teniendo en cuenta que, mientras crecía, careció mucho de verdadero y honesto afecto); sino digno de ser amado. Porque Minato notaba como él parecía encogerse cuando alguien lo complementaba por algo que hubiese dicho, hecho o, por su apariencia.
A veces era triste y desesperante ver como el Uchiha no sólo no tomaba en serio esos halagos, sino que los desprestigiaba cuando los recibía. Riendo amargamente y comentando de vuelta, muchas veces, un «¿Sufres de la vista?», o cosas por el estilo.
Así que la noche anterior había mandado todo a la mierda y decidió invitarlo a salir en pleno día, como casi nunca hacían.
Ambos eran ninjas de élite, él era el Hokage y Obito estaba en ANBU, no sólo en la división de asesinato, sino en la de reconocimiento y espionaje, siendo el único shinobi capacitado en tres especializaciones a la edad de sólo diecinueve años y, por ende, ambos siempre estaban lo suficientemente ocupados como para no verse tan seguido como al mayor le gustaría.
Llevaban un poco más de un año estando juntos y en una ocasión no se vieron por tres meses. Peor aún, llevaban más de un año y sólo dos personas sabían sobre su relación y jamás los habían visto interactuar como una pareja normalmente debería.
Minato no quería forzar las cosas, mucho menos hacer algo que incomodara al menor; pero a veces, y gracias a un muy mal consejo de Kakashi que había decidido seguir, pudo darse cuenta de que en ocasiones hay que tomar ciertas medidas —por no decir desesperadas— extremas.
Así que ahí se encontraban: a principios del verano, casi al medio día, en el distrito mercantil de Konoha. Casi podría afirmar que toda la aldea estaba allí al ser inicio de semana ya que los productos estarían lo más frescos posibles.
—No me dijiste qué íbamos a hacer —dice Obito, ladeando un poco la cabeza. Ambos comienzan a caminar sin rumbo alguno.
—No tengo nada en mente. Sólo quería estar contigo —la respuesta del rubio intimida un poco al menor, quien ladea la cabeza avergonzado y obviamente sonrojado—. Estuviste fuera tres semanas, así que–
—Siempre podíamos habernos visto en tu casa… —susurra el Uchiha, incómodo. Estar entre tantas personas con su pareja siempre lo hacía sentir así. Siempre tenía la impresión de que iba a hacer o decir algo indebido, precisamente porque él era de ese tipo (quizás un poco pervertido, sólo un poco, comparado con Kakashi), así que, cuando podía, siempre intentaba verse con Minato en lugares cerrados y más íntimos. No quería exponerse porque sí, tenía qué admitirlo: le daba miedo el qué dirán.
No tanto por él —aunque bueno, en parte—, sino más bien por su sensei. No quería que él pasara por un mal momento debido a su culpa y él tampoco estaba muy interesado en escuchar lo que otros tendrían para decir.
Después de todo ellos no eran la pareja más convencional de todas.
Ambos eran hombres (algo no muy común), uno de ellos era el Hokage, por favor, ¡un Kage! Y, para rematar, eran estudiante–profesor.
¿Qué diría la gente sobre eso? Toda la aldea sabía quiénes eran el equipo siete.
El escándalo que ocasionaría la noticia sería terrible.
—No, hoy quería salir —responde sin más Minato.
Ambos caminan lentamente por el mercado, en silencio. El rubio odiaba cuando su novio lucía como que no quería estar con él.
—¿Y tardaremos mucho?
Minato suspira, un poco molesto. Últimamente había comenzado a sentirse así con respecto a la situación en la que ambos estaban en su relación. Era paciente, sí, pero en serio tenía un límite.
Él no quería ocultar su noviazgo; al contrario, si pudiese declararlo oficialmente frente a toda la aldea, mejor. Pero Obito…
—Si no quieres estar conmigo, entonces vete —y lo dice, sin más. Sin tapujos. Tampoco le gustaba hablarle así a su estudiante, pero bueno, ya qué. Kakashi también le había dicho algo sobre ser severo, pero no sabía si el consejo aplicaba a la situación o era solamente en un contexto más sexual. Con el peli plata ya no se sabía.
Obito se detiene, un poco impactado por la respuesta del de ojos azules y se queda estático un momento sin saber qué decir.
No le gustaba hacer enojar al cuarto. O a cualquier persona en general, llámalo pánico o ansiedad.
—Nunca dije eso —se defiende. Minato se da la vuelta y lo observa a los ojos.
—Eso es lo que me diste a entender.
Hay un silencio pesado, uno que ninguno al parecer es capaz de romper por su cuenta. Alegremente una mujer con sus hijos estaba pasando cerca y saludó al Hokage alegremente, mejorando relativamente el ambiente.
—Quiero pasar tiempo contigo —dice una vez que la mujer desaparece de su vista y se cerciora de que nadie los esté oyendo realmente. Minato suspira.
—Y yo contigo —dice sin más—. Pero no encerrados en casa. Afuera. Haciendo algo. Juntos.
Obito desvía su mirada y retrocede dos pasos cuando su sensei se acerca a él. Sin embargo, y para su mala suerte, se tropieza con un hombre haciendo que sus cosas cayeran al suelo.
—¡Fíjate por dónde vas, imbécil! —el hombre alza su voz y parece realmente enojado. El Uchiha se apresura a disculparse pero el hombre parece no escuchar y comienza a insultarlo—. ¡Tenías que ser Uchiha, maldito imbécil!
—Ya se disculpó, señor. No hace falta que lo trate así —Minato da varios pasos hacia adelante y, como por arte de magia, el hombre parece olvidar su enojo y su rostro se ilumina.
Sí, todos reaccionaban así ante el rubio.
—¡Hokage–sama!, lo siento mucho, pero este idiota seguramente lo hizo a propósito —el rostro del ojiazul es severo y Obito se siente pequeño al saber que su sensei está realmente enojado. También se siente un poco estúpido porque, honestamente, ¿qué mierda sucedía con él? Era un ninja de élite, temido y respetado. ¿Por qué parecía que no podía hablar correctamente con las personas ahora? Antes jamás fue así.
Y ahora hacer que Minato se encargue de sus propios problemas…
Quizás sí sería mejor irse.
Sólo estaba causando problemas, a Minato, para colmo. Como justamente no quería hacer.
—Obito —y ante el llamado, se dio cuenta que se perdió en sus pensamientos y no notó cuando el hombre se fue o qué había realmente sucedido.
Aún así, en su mente llega un pensamiento muy claro que es incapaz de borrar.
Especialmente cuando el rubio se vuelve a acercar a él y lo toma del mentón, sin ningún miedo.
Obito entra en pánico y decide soltar aquello que ahora estaba en su cabeza.
—¿Estás seguro de que quieres que te vean conmigo? —y contra todo pronóstico, Minato ríe.
Es una risa un poco amarga, pero algo burlona, también. Ambos se ven a los ojos y, gracias a que el mayor aún lo sostenía del mentón, el pelinegro es incapaz de desviar su mirada hacia las personas que él sentía los estaban mirando sin pudor.
—Obito —la voz de su sensei es suave y un poco áspera. Le provoca un fuerte escalofrío y no es capaz de entender cómo es que Minato puede provocarle tantas sensaciones con sólo decir su nombre—. Te amo.
Y de nuevo hay silencio.
No es como si fuera la primera vez que lo escuchaba decirle eso. Pero en aquella ocasión, por alguna razón, y a pesar de que estaban en medio de un atareado mercado, sintió la declaración muy íntima. Más que cuando incluso se lo decía en la cama, luego de una acalorada sesión de besos, o después de un entrenamiento donde sólo estaban los dos.
El Uchiha quiere responder, pero ahora las personas están susurrando cosas.
—Sensei, no…–
—Cállate, Obito. Déjame hablar —y eso hace. Se queda en silencio, ansioso por lo que va a escuchar y temblando levemente por estar en la situación en la que se encontraban—. Estoy harto de que siempre estés huyendo de nosotros —el menor iba a replicar, pero el de ojos azules lo mira con cierta advertencia—. A mí no me importa lo que digan las personas, me importas tú y sólo tú. No voy a obligarte a nada, pero tampoco quiero que lo hagas conmigo. No tienes por qué hacer algo que te incomode, pero al menos déjame a mí hacer lo que quiero contigo.
El Uchiha puede sentir su corazón palpitar realmente rápido, casi creyendo que se saldría de su pecho en cualquier momento.
De nuevo se queda sin saber qué decir. Siente que debe hacerlo, pero su mente no puede generar palabras para responderle a su sensei. Es frustrante y, más que nada, se siente decepcionado de sí mismo.
¿Cómo había llegado a ese punto tan patético?
—También te amo, sensei.
Susurra, después, cerrando sus ojos con impotencia al no saber qué más puede hacer o decir. Tampoco quiere ver a Minato a los ojos, y aunque tiene cierta resistencia hacia él, que lo atrae a su cuerpo quizás para besarlo, está dispuesto a hacerlo porque pensándolo bien, tampoco quiere que el Hokage sienta que no quiere pasar tempo con él. Especialmente cuando se les dificulta tanto sacar tiempo para el otro gracias a las misiones.
Aun así, no siente los labios de su sensei sobre los suyos. Ni su respiración. Peor, deja de sentir su agarre en su mentón y su presencia de repente se siente un poco lejana.
Obito entra en pánico un segundo, creyendo que su novio en cero se habría enojado por la forma de su actuar y se había ido del lugar. El Uchiha no quiere abrir sus ojos para no encontrarse con la decepción de no verlo a él a su lado, por su propia culpa y estúpido pensar, por sus miedos y poca confianza en sí mismo.
Pero a pesar de ello, los abre lentamente.
Minato sigue allí, frente a él. Tiene una sonrisa suave y hermosa dirigida sólo hacia él y, aunque sí estaban llamando la atención, no había sido tan dramático cómo él sintió que era. Su sensei le estaba ofreciendo su mano, para que él la tomara.
Quiere pensárselo, en serio que sí. Le sigue dando miedo, tiene que ser honesto. Pero está viendo a su pareja con una expresión serena, no dándole mucha importancia a las miradas curiosas a su alrededor y sólo observándolo a él con expectación.
Sabe entonces que quiere que él lo siga mirando así siempre y…
Obito se vuelve a sentir un imbécil.
Oh, y vaya imbécil que era.
Ambos eran ninjas. Ambos siempre tenían la posibilidad de morir en cada misión que hacían y las posibilidades de que cada vez que se vieran podría ser la última vez eran enormes.
Obito ahora quiere llorar.
¿En serio se estaba preocupando por cosas tan… superficiales? Bueno, esas preocupaciones tenían su razón de ser y tampoco es como que justo ahí las fuera a olvidar por completo, pero ¡vamos!, ¿por qué tendría qué preocuparse por cómo los demás iban a reaccionar a su relación?
Debería, más bien, preocuparse por su relación.
Decide, un poco dudoso aún, tomar la mano de Minato. Este le había estado esperando pacientemente y sonríe cuando sus dedos se entrelazan. El agarre del Hokage es firme y le hace sentir seguro y protegido ante todo. Ante las miradas del resto, ante la muerte y la incertidumbre, ante sus propias preocupaciones.
Esa era la primera vez que se tomaban de las manos en público y Obito, para su sorpresa, sintió que aquello era lo más apropiado para hacer. Como si siempre lo hubieran hecho y fuera natural ahora. El Uchiha casi ríe por lo idiota que había sido hasta ahora y suspira.
—¿Así de malo es? —bromea Minato, observándolo un poco amargamente.
—No —responde el portador del Sharingan. Se aclara la garganta—. Al contrario. Se siente liberador.
Y no había necesidad de decir más, ambos lo sabían. Por ello comenzaron a caminar tranquilamente por el mercado mientras poco a poco encontraban algo nuevo de lo qué hablar y dejar atrás, por fin, la conversación tan pesada que habían tenido.
Discutir siempre los agotaba emocionalmente porque era lo que menos querían hacer con el otro; pero, de nuevo, Minato no pudo encontrar otra manera para poder solucionar ese pequeño detalle en su relación y, aunque le llevó más de una año, por fin había logrado que Obito se sintiera cómodo con él en público.
O al menos, había comenzado a hacerlo.
Viera como lo viera, había sido un avance muy grande.
Por eso, es por lo que le sonrió agradecido a Kakashi, quién estaba en un local cercano, observándolos, mientras comía una mandarina junto con Rin.
Tuvo que ignorar, también, el gesto obsceno que le dedicaron sus otros dos estudiantes justo después y sólo se concentró en lo que ahora estaba conversando con su novio, quien estaba ajeno a ellos.
Le sostuvo con más fuerza la mano, casi con miedo de que este se soltara de su agarre y sonrió felizmente.
Quizás las personas sí hablarían, pero al menos ellos, en un futuro, les darían de qué hablar realmente.
