Esta historia pertenece a Aquarius no Kari "Lies That Matter" llegué a ella de casualidad y me quedé con muchísimas ganas de que tenga un final, ya que en el capítulo 14 dejó de ser actualizada, allá por el año 2008.
Recopilo sus capítulos con algunas modificaciones, y a modo de homenaje me tomé el atrevimiento de darle el final que me hubiese gustado leer.
Le doy todo el crédito a la autora original, esperando algún día que lea esta continuación de su maravillosa historia.
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Por obra del movimiento de rotación y translación de la tierra, la ciudad se encontraba envuelta bajo el manto del invierno. Con las calles llenas de niebla, los pisos cubiertos de pequeños copos de nieve, sus habitantes vistiendo pieles y abrigos que pudieran proteger su dermis del frío; todos a unas cuantas horas de festejar una fecha importante señalada en el calendario: La Navidad.
Las tiendas vestían colores seductores ante las pupilas. Tonos dorados, rojizos y verdosos, adornaban las pasarelas y ventanales donde anunciaban sus productos.
Un pequeño de cabellos rubios, cortos y crespos, pegó las manos protegidas por lana, a uno de los cristales, intentado visualizar mejor con sus pupilas azuladas, el tren que corría por la vía haciendo «chu, chu», mientras pasaba por debajo de un puente, bajo el árbol de navidad, en el aparador.
- Eso es para niños - Escuchó la voz familiar de otro rubio de cabellos lacios y un poco más largos que los suyos, unos meses mayor, y que siempre se comportaba como si no tuviera la edad que sus facciones delataban.
- Discúlpame - Frunció el ceño a modo de respuesta, dejando de observar el juguete para mirarle con cara de pocos amigos. – Tengo sólo siete años - El otro alzó los hombros, indiferente.
- Yo también y no pienso pedirle al viejo barbón ese...
- Santa Claus...
- ... que me traiga un trencito - Continuó, ignorando totalmente su corrección. El más pequeño bufó ante su insolencia. A veces lo odiaba por creerse mejor, cuando no lo era; quizá por tener los padres que él no tuvo... pero eso no le hacía superior...
- Niños, es hora de irnos - Dijo una mujer saliendo de la tienda, cuyas hebras de cabello, eran tan doradas como el sol que las nubes se negaban a mostrar.
- Tía, Shaka me esta molestando - Se quejó el rubio rizado tirándole del abrigo de piel.
- Mentiroso... - Murmuró el delatado cuando la mujer clavó sus pupilas en él, con una mueca de disgusto.
- Qué tienes que decir en tu defensa, jovencito? - Le sostuvo la mirada al tiempo que respondía
- Soy inocente y lo puedo firmar ante la corte de los Estados Unidos... - Declaró con la mano en el pecho. Su madre sonrió, aunque al otro niño no le causó gracia
- No es para tanto - Le riñó con una ojeada recelosa, entrelazando los brazos sobre su pequeño estómago. El otro alegó:
- Algún día seré un gran abogado, tengo que estar listo para presentar mi defensa cuando se me acuse tan cruelmente como lo haces tú
- Ya párale Shaka
- Tú comenzaste Milo!
Ambos se habían situado frente a frente, retándose con la mirada, casi al punto de querer estrellar el puño cerrado contra la cara del otro; pero la mujer se apresuró a separarlos con su propias extremidades.
- Niños, niños, niños. Es víspera de navidad, no deben pelear. - Pero las chispas parecían seguir surgiendo de las pupilas de ambos infantes. – Mejor vamos a casa. Dana debe haber preparado el panqué navideño que tanto te gusta, Milo.
El mencionado olvidó la disputa con su primo, para sonreír con ganas, mostrando los dientes a modo de emoción. Shaka iba a hacer otro comentario sobre lo infantil que era, cuando su madre le tomó la mano y acalló las palabras con un fuerte apretón.
A la mujer no le gustaba que su hijo incomodara a su sobrino, ya que el pobre había perdido a sus padres en un "accidente", cuando el invierno había cruzado cinco veces por la línea de su vida. Y ella lo quería como si fuera de su propia descendencia, aunque el niño no llevara su misma sangre por las venas si no la de su esposo.
Sin embargo, a pesar de todo el amor que le profesaba, no podía revelarle ciertas cosas, tales como la causa verdadera por la que sus padres habían dejado de existir. Sencillamente sentía que era un golpe muy duro que no podía soportar. Era como decirle que su nacimiento había sido por un accidente...
Continuaron el trayecto por las vistosas calles, deteniéndose en algunos aparadores cuando el pequeño Milo se mostraba encantado por algún juguete, al dar la vuelta en una calle, la joven fijó la vista a ambos lados de la acera. Y ahí estaba, a escasos pasos de su destino, del sitio donde tendría que pasar para recibir algo; aunque sabía que podía ser imprudente llevar a sus dos niños con ella, eso podría hacerla parecer más normal que cualquier otro atuendo o peluca que hubiera decidido vestir.
Un hombre con gabardina negra salía de un local, con algunas bolsas bajo el brazo simulando las compras navideñas.
- Milo, ponte bien el gorro - Indicó la rubia observando a su pequeño sobrino, quien enseguida acató la orden, soltando su mano. Los ojos de ella se concentraron luego en el sujeto que caminaba hacia ellos.
Estaban a pocos pasos del contacto...
- Detente ahí! - Gritó un sujeto completamente vestido de negro, saliendo del mismo sitio de donde el primero había procedido. El cuerpo de la mujer tembló, eso lo percibió Shaka a través de su agarre.
El hombre viró su cabello azul hacia atrás, antes de salir corriendo y compartir una mirada con la joven. Empujó al pequeño Milo a un lado para abrirse camino, mientras hacía lo mismo con su tía, y desaparecía entre la gente con varios captores detrás de él.
- Qué loco! - Exclamó indignado el rubio crespo, levantándose y sacudiendo su ropa.
- Tenemos que irnos... - Dijo ella de pronto, con un temblor bastante notable en su voz
- Pasa algo tía? - Inquirió, pero la pregunta quedó al aire cuando le tomó la mano y corrió con ambos infantes en la dirección contraria hacia donde los otros se habían dirigido.
Pero ninguno de los niños entendía el motivo ni la causa que les hacía huir con tal desesperación.
- Aquí «Celeste». Estoy cerca de la avenida 10, vengo con mi sobrino y mi hijo; necesito un medio de escape pronto - Comenzó a decir ella sin dejar de correr, atropellando a todo el que se interpusiera en su camino. – No sé si me reconocieron! Sólo dime como diantre salgo de aquí... - Los niños se preocuparon por su estado de salud mental, pero no dijeron nada.
Llegaron al estacionamiento de un centro comercial y abrió la puerta de un auto sin el menor cuidado, como si fuera de su propiedad, o estuviera simplemente estacionado, esperando que llegara. Los niños se sentaron en el asiento de atrás mientras ella encendía el vehículo y colocaba algo debajo de la guantera. Era un aparato que les permitía escuchar la voz de un hombre
- Dirígete hacia el puente, en la desviación debes perderlo
- No arriesgaré a mi niños! - Exclamó pisando el acelerador
- Eso debiste pensarlo antes, Artemis
- Cierra la boca! Dedícate a encontrar una forma para salir de aquí - Los niños la miraban sin comprender nada del asunto...
- Quizá puedas usar la desviación de la central, está a cinco minutos de tu ubicación
- Entendido - Dio la vuelta en un callejón y siguió conduciendo; pero tan pronto como creyó que todo estaba bajo control, algo rompió su parabrisas trasero. Shaka y Milo se cubrieron la cabeza con las manos, mientras la mujer apretaba los dientes, reconociendo aquél sonido como una bala – Me persiguen! - Exclamó. - No creo que el agente Bolton me delatara, quizá ellos se dieron cuenta...
Un segundo disparo rompió lo que quedaba del vidrio. El rubio lacio comenzó a llorar
- Shaka! Dime que estas bien!
- No está herido - Comentó el otro rubio revisándolo. Tenía tantas ganas de llorar como su primo, pero sabía que hacerlo, sólo distraería a su tía y agravaría más la situación
- Me oyes, Anderson? - La radio parecía comenzar a fallar. Artemis estaba sola, bajo los tiros de sus perseguidores, con las personas más importantes para ella a punto de morir si no hacia algo, con aquél documento de suma importancia en su bolsillo.
- Milo, tengo que pedirte un favor - Comenzó a decirle aumentando la velocidad y virando con frenesí por una calle para tratar de perderlos – Saca un papel de mi gabardina - Las llantas rechinaron cuando volvió a virar. El pequeño obedeció, confundido. Shaka gimió con mayor fuerza, asustado cuando su cuerpo golpeó contra la puerta
- Aquí esta - Le mostró la hoja hecha una pequeña bolita
- Bien... memoriza su contenido - Con una mano tomó el volante, con la otra un arma de fuego. El rubio crespo observó el papel, dubitativo. No estaba seguro de poder hacerlo, no con los nervios a flor de piel.
- Hazlo! - Ordenó ella dando la vuelta y sacando el brazo para dar tres tiros hacia atrás
Las pupilas azul cielo del pequeño analizaron cada palmo del documento, después cada una de las escenas materializadas: su primo inconsciente, con un hilo de sangre en la frente, su tía aún manejando, echando maldiciones cuando todo parecía perdido... luego el papel... un sonido consecutivo, tedioso... a ella gritando mientras se arrojaba sobre ambos niños... él cerrando los ojos... sobrevino un dolor indescriptible que le hizo gritar, seguido por un profundo mutismo y total oscuridad.
- QUINCE AÑOS DESPUÉS -
La música de fondo era pausada, romántica, creando un ambiente perfecto que acompañaba a la joven pareja aquella noche.
- Tengo algo que decirte... - Dijo una joven mujer rompiendo el silencio. Su cabello rubio ondulado se desbordaba por el cojín donde tenía apoyada la cabeza, mientras su novio de cabellos tan rojos como el fuego dejaba suaves besos en sus mejillas.
- Soy todo oídos - Respondió sin desistir en su tarea.
- Camus, es importante - El pelirrojo situó sus pupilas caobas en los zafiros de su novia
- No me gusta tu tono - Se incorporó en el sillón, a la par de ella, sentándose a su lado sin despegar la vista de aquella bella criatura. – Es muy serio? - Un ligero temblor recorrió cada fibra de su organismo al sentir su turbación. – Mariah...- Trató de tomarle la mano, pero ella se levantó y le dio la espalda
- No sé como decirlo. Tengo miedo... - Cruzó los brazos sobre su vientre, suspirando con algo más parecido a la melancolía. Su novio presintió la peor de las noticias.
- Dímelo sin problemas, no temas - Besó la parte más próxima de su rostro tratando de trasmitirle seguridad, cuando las siguientes palabras de ella lo dejaron estático, con un pie entre este mundo y el de los muertos.
- Estoy embarazada... - se giró sobre si para mirar la expresión del pelirrojo, quien ahora la soltaba y retrocedía hasta caer sentado en el sillón con un semblante extraño.
A la memoria le vinieron recuerdos de su propia niñez y consecuencias para quien se comenzaba a formar en el vientre de ella, con el trabajo que él mismo venía desempeñando desde hace un par de años...
- Por eso no quería decirte... sabía que no lo aprobarías - La voz de ella y los pasos apresurados que dió hacia la puerta, despertaron al muchacho dubitativo, quien corrió hasta volver a abrazarla por la cintura
- Es la mejor noticia del mundo! - Exclamó con la voz quebrada, ansioso porque esos meses transcurrieran rápido y pudiera tener aquella parte de ambos, entre sus brazos. Ella con una sonrisa dio la vuelta para rozar sus labios con un beso, antes de contemplar la veracidad de sus palabras a través de su mirada.
Aunque el francés no estaba al cien por ciento seguro de que tener un bebé fuera lo mejor en ese momento, no con su empleo.
