Disclaimer: The Legend of Korra no me pertenece, sus excelentes personajes y grandes aventuras son propiedad de Michael Dante DiMartino y Bryan Konietzko… Y de Nickelodeon.

Nota de la autora: Este fic no tiene ninguna intención racista, sino todo lo contrario; quiero exaltar la belleza de los tonos de piel haciendo un simili con los sabores. Es hecho con un enfoque de inocencia en cuanto a la niñez además de mucho cariño, respeto y se recalca que la atracción por un determinado tono de piel no es discriminación, son simples gustos de cada quien (lo mismo aplicable a sexo, altura, peso, etc.)


Vainilla

—Esta es una misión imposible, extremadamente peligrosa, solo apta para el Avatar Korra y su fiel compañera de aventuras, la feroz Naga… nos estamos introduciendo al territorio enemigo, un área mortal llena de trampas malignas donde el más mínimo ruido…

—¡Korra! ¡Korra, cariño!

Entre un improvisado fuerte nieve, una morenita de castaños cabellos, mostrando un pronunciado puchero, asomó la cabeza seguida de la de un cachorro de perro oso polar.

—¡Mamáaaaa! -gritó la niña, refunfuñado, con ceño fruncido- ¿No ves que Naga y yo estábamos en una misión? ¡Nos acaban de descubrir los malosos por tu culpa!

La mujer mayor se acerca y lidia contra el impulso de apretar los cachetes regordetes de su descendencia. Se la veía tan dulce con ese pucherito y ceño fruncido… desde que habían descubierto que era el avatar se metía mucho más en sus juegos y Naga parecía gustosa de seguirle la corriente. "Tal para cual" pensó la mujer.

—Oh, siento mi imprudencia noble Avatar -se disculpó la Senna en tono dulce, tratando de aguantar la risilla- pero la cena está lista… ¿O es que acaso la cumpleañera no tiene hambre?

Al escuchar la palabra cena, el estómago de la pequeña da un sonoro gruñido que ablanda su ceño y sonrosa sus mejillas.

De inmediato sale del fuerte que con tanto ahínco su mascota y ella habían construido y se para frente a su mamá colocando sus manitas sobre su pronunciado vientre sobándolo.

—¡Claro que tengo hambre, mami! -Menciona sonriendo- Mi pancita ruge... -al escuchar un agudo ladrido a su lado y sentir una lamida, agrega- ¡Y la de Naga también! ¿Qué hay de cenar, mami?

—Guiso de ciruelas de mar cariño, tu favorito y…

—Que sean fideos de algas, que sean fideos de algas… -susurró la pequeña para sí misma, cruzando los dedos. Su madre sonrió y añadió

—Y fideos de algas.

—¡Si! -La niña dio saltitos de alegría- ¿Escuchaste Naga? ¡Mamá es la mejor!

La pequeña se abrazó a las piernas de su mamá y su mascota la imitó.

—Eso no es todo cariño, también hay una cosa más… ¡Un postre!

La niña se separa ligeramente del abrazo a su madre y la mira con grandes y brillantes ojos mientras un hilillo de saliva escurre de su boca.

Después de todo no era para menos, en su corta vida eran pocas las veces que había escuchado la palabra "Postre", era algo que solo servían en su casa cuando era cumpleaños de alguien. Un acontecimiento tan esporádico siendo tres en la familia, por lo que se había olvidado la existencia del mismo.

—¿Qué es mami? ¿Qué hiciste? ¿Es raspado de limón como el del cumpleaños de papá? -al ver que su mamá niega con la cabeza, insiste- ¿Entonces helado de melocotón? -la mayor vuelve a negar lo cual frustra a la niñita- Oh vamos... Dímelo ¿Sí…? -Insistió la niña volviendo a dar saltitos ansiosos.

—Es una sorpresa, tu papá lo traerá. Pero ahora ve a lavarte las manos y la cara y de paso le lavas las patas a Naga para que ambas estén listas, en cualquier momento llegará y no querrás recibirlo toda sucia ¿Verdad?

—A papi no le molesta la tierra o el lodo, mami; es más, dice que es símbolo de entrenar duro -menciona la niña con brazos en jarra e inflando pecho.

Senna rueda los ojos y niega con la cabeza mientras piensa "Es puro Tonraq esta pequeña"

—Igual vayan a asearse o el avatar se quedará sin postre. -mencionó cruzándose de brazos y alzando una ceja

La más joven da un gritillo de susto que alerta hasta a su mascota.

—¡No, no, no! ¡Ahorita vamos! ¡Ven Naga!

Acto seguido la morenita corre dentro del iglú. Senna la ve alejarse y sonriendo, suspira.

A veces quisiera darle más alegrías a su niña, más dulces y juguetes… pero simplemente su situación no se los permitía.

No es que fueran pobres, simplemente eran personas sencillas y humildes; tenían su iglú propio y nunca faltaba el alimento en su mesa… ni siquiera para la glotona de Naga (Que competía estrechamente en hambre con su hija y su esposo). Pero había ciertos lujos que simplemente no podían darse para poder utilizar ese dinero en cosas más importantes. Prioridades.

Pero este día habían acordado apretar un poco más el presupuesto, puesto que sería el último cumpleaños que pasarían con su retoño antes de que fuese al complejo de entrenamiento que estaba finalizando el Loto Blanco. La celebración debía ser por demás especial.

Claro, si su marido lograba conseguir lo ideado

—Un yuan por tus pensamientos

—¡Querido! -la mujer da un pequeño salto del susto, pero inmediatamente se gira y abraza a su esposo. Tras la muestra de afecto se da cuenta de que el hombre tiene una caja en la mano- ¿Eso es…?

—Sí-afirmó dando una gran sonrisa- ¿Crees que le guste?

—Oh, algo me dice que será su favorito… Vamos antes de que salga a ensuciarse de nuevo.


—Oh Senna, toda la comida estuvo riquísima

—Sí mami, estoy muy llena y tan rechonchita como un tigre foca

La mujer mayor sonrió al ver a sus dos amores sobar sus estómagos con caras de felicidad, tres si contaba a la Perra oso polar que yacía perezosamente panza arriba. La comida había salido perfecta y pasaron un ameno rato familiar tanto mientras cenaban como al hacer la sobremesa. Pero faltaba algo.

—¿Eso quiere decir, mi Pingüino nutria, que no quieres nada más? ¿Ni siquiera un… Pos-tre?

La niña que se había arrastrado junto a su mascota para recostarse panza arriba a su lado abrió los ojos y cual al resorte se paró.

—¡Postre! -comenzó a dar saltitos de un lado al otro y fue a donde su padre sentándose en su regazo- ¿Qué trajiste papi? ¿Es rico? ¿Puedo comer ya?

—No sé… pensé que estabas llena -mencionó en tono juguetón mientras hacía un gesto de pensar la situación

—¡Nunca se está suficientemente llena para un postre!

El hombre rió ante el ímpetu de su hija y despeinó sus castaños cabellos con cariño mientras le hacía señas a su mujer para que trajera la caja que habían mantenido elevada para que Korra no la viera.

La mujer mayor delicadamente fue quitando la atadura de la misma y levantando la tapa, con demasiada parsimonia para la pequeña inquieta que veía con ansias los ademanes maternos. Finalmente, después de lo que le pareció una eternidad pudo observar el contenido.

Los ojitos azules brillaron más que la cristalina agua que rodeaba los glaciares del sur. Ante ella estaba un… ¿Qué era eso? ¡No sabía pero se veía delicioso!

Circular, blanco como la nieve que rodeaba su hogar y en medio su nombre (Una de las pocas cosas que por ahora sabía leer)

—Es un pastel, cariño – habló su madre al ver la cara de asombro de su nena.

—Y no cualquier pastel… ¡Uno de Vainilla! Mencionó el hombre orgulloso

No era para menos, conseguir un pastel por esos lares era una misión casi imposible… ¡Y uno de ese sabor era un asunto realmente complejo! Era lo último de dulces en la lejana Ciudad República, junto con los bombones Tuvo que mover cielo y tierra para poder obtener este postre y aunque tendría que trabajar un par de dobles turnos para pagar el resto de la cuota del mismo… valía la pena solo por ver esa carita de estupefacta ilusión en su amada hija. Ella valía cualquier sacrificio sin duda alguna.

La mujer mayor fue a la cocina y volvió con una vela que colocó encima del nombre de su hija y con los cerillos se disponía a encenderla

—¡N-no! -exclamó la pequeña al ver las intenciones de su mamá ¡Es mi pastel, yo puedo!

—Está bien cariño, pero ten cuidado que quemado no podremos comerlo

—Veamos- La niña asintió frunciendo en señal de concentración, mientras de su dedo emergía una pequeña llama. Cuidando que el flujo de la misma no aumentara para que no se saliera de control, se acercó lentamente a la vela y la prendió- ¡Listo! ¡Te dije que podía mami!

Ambos padres aplaudieron a su niña. Y poniéndose a ambos lados de la misma comenzaron a cantarle a viva voz celebrando su quinto natalicio. La niña se sentía tan bien, tan querida y agasajada por su familia includa Naga que aullaba al son de los cánticos de sus padres. Una vez finalizado su padre le dio una palmadita en la espalda.

—Ahora Korra, debes pedir un deseo y soplar la vela

La niña pensó y pensó, pero no se le ocurrió que pedir, estaba tan emocionada por consumir el dulce que no se podía concentrar en nada más

—¿Puedo pedirlo después, papi?

Aunque no fuese conforme a la tradición, el hombre asintió. De todas formas, esta era la primera vez que su hija participaba del rito Republicano del pastel, asunto que trataría de hacerlo tradición al menos para los cumpleaños de su descendencia.

Korra totalmente feliz sopló las velas y sonrió todo el rato desde que su madre fue a la cocina a ver los implementos necesarios para partir el pastel y comerlo, hasta cuando la mujer mayor dividió el dulce y sirvió un trozo en cada plato, dándole el más grande a la joven santa.

La niña llevó con gran emoción un gran trozo blanco a su boquita morena y sus ojos se abrieron cual platos soperos.

Una explosión de un sabor desconocido llenó sus jóvenes papilas gustativas y haciendo un sonido de gusto comenzó a devorar su porción.

Sus padres la veían entre sorprendidos por como comía tan rápido y felices de que le haya gustado tanto. Antes de que si quiera pudieran retarla e indicarle que aminorara la velocidad para que no se atorase, la niña ya había terminado.

—¡Eso estuvo riquísimo! ¿Cómo dicen que se llama? ¿Pate de Ballena?

—Pastel de Vainilla, cariño -corrigió su madre con dulzura mientras despejaba la mesa de los platos sucios, llevándolos a la cocina

—¿Y solo hay en pastel?

—No cariño, hay en helado, también en raspados, bombones y demás, es un sabor nuevo de la lejana Ciudad República.

La niña con ilusión lo miró hablar, pero de repente se quedó sentada, callada y pensativa. Su padre terminando su porción la vio con curiosidad.

—¿Qué pasa por tu mentecilla, mi traviesa Koala nutria?

—Mi deseo papi, lo he decidido

—¿Y cuál es? -mencionó su madre, entrando de nuevo a la sala comedor del iglú

—De ahora en adelante la Vainilla se ha convertido en mi sabor favorito, así que… -mencionó la niña subiéndose a la mesa para dar más énfasis a sus palabras- ¡Cuando sea grande iré a ciudad República y probaré todos los dulces de Vainilla del mundo! Es más ¡Me casaré con una persona de vainilla!

—¿C-con una persona de Vainilla? -repitió su padre extrañado viendo a su esposa que se encogió de hombros

—¡Sí papi! ¡Será una persona blanquita y dulce como la vainilla! ¡Ya lo verás! -exclamó la niña con gran seguridad mientras orgullosa por su decisión ponía los brazos en jarra y levantaba el mentón.

Tonraq enarcó una ceja y vio a su esposa que estaba tratando de aguantar una risilla. Definitivamente no le gustaba que su bebé de 5 años hablara de matrimonio, aunque fuese con una hipotética persona de sabor igual al de su pastel de cumpleaños… pero lo dejó pasar. Después de todo el otro día la misma niña había dicho que de grande sería una poderosa gigante azul, simple imaginación infantil.

—Bien, bien mi pingüinita nutria- mencionó su madre cogiéndola por debajo de los brazos y bajándola de la mesa- pero antes de eso debes ir a lavarte los dientes y a dormir o sino no crecerás lo suficiente para encontrar a tu persona de vainilla.

—Ay no… ¿No puedo comer más postre?

—No seas golosa, sino no tendrás para mañana mencionó su padre restregando los nudillos en la cabeza de la niña a modo de broma cariñosa.

—Está bien, está bien…-mencionó con un puchero, pero rápidamente cambió su expresión para despedirse de ambos padres con un sonoro y baboso beso en los cachetes -Los quiero mucho, gracias por todo mami y papi… ¡Vamos Naga!

Acto seguido la infanta salió corriendo rumbo al baño con su mascota para hacer su rutina e irse a dormir.

—Espero que no vaya a soñar con ese chico de Vainilla -mencionó el hombre con ceño fruncido

—Irónicamente ella nunca dijo que sería un chico, sino una persona -aclaró su esposa sentándose junto a su marido y sonriendo al verlo tan protector de su hija -deja que sueñe e imagine lo que guste, que mantenga mientras más pueda esa inocencia… su camino será muy duro desde ahora…

El hombre miró la mirada nostálgica de su esposa, sentía el mismo pesar dentro de sí, no le gustaba nada que la niña fuera transferida para sus estudios y entrenamiento a ese recinto que, aunque quedara en el mismo polo sur, no brindaría la sensación de familia unida que tanto querían… la normalidad quizás no era para ellos después de todo. Suspiro y puso su mejor cara fuerte para transmitirle seguridad a su mujer.

—Tranquila, es su destino después de todo y ella es por demás fuerte para afrontarlo… Korra hará grandes cosas por este mundo.

Pasaron unos minutos mientras ambos terminaban de ordenar y limpiar antes de entrar al dormitorio y ver a su pequeña hija en su camita abrazada a su cachorra.

Abrazados la contemplaron, nostálgicos pero orgullosos.

Sea cual fuere el destino o las decisiones de la ahora niña y futura adulta, desde pelear con gigantes malvados hasta casarse con personas de vainilla, ellos esperaban con todo su corazón que pudiese ser feliz.