La Rosa y La Daga
Esta historia no es mía; fue escrita por Renée Ahdieh. Esta es una adaptación de su trabajo con personajes del anime/manga Inuyasha, creados por Rumiko Takahashi. Al leerla no pude evitar pensar en estos personajes y en compartir con ustedes la historia de Las Mil y Una Noches re-imaginada.
Esta es la continuación de La ira y el amanecer (The Wrath and The Dawn), si es que no han leído la primera novela, les recomiendo leerla antes de continuar. Pueden encontrarla en mi perfil.
Espero que disfruten la historia tanto como yo y si es así, los invito a leer la novela (The Rose and The Dagger) en el idioma de su preferencia, inglés o español :3
Resumen
Estoy rodeada por el desierto. Una invitada, en una prisión de arena y sol. Mi familia está aquí. Y no sé en quién puedo confiar.
En una tierra al borde de la guerra, Kagome ha sido arrancada del amor de su marido Inuyasha, el Califa de Khorasan. Ella una vez creyó que era un monstruo, pero sus secretos revelaron a un hombre atormentado por la culpa y una poderosa maldición, una que podría mantenerlos separados para siempre. Reunida con su familia, quienes se han refugiado con los enemigos de Inuyasha, y Koga, su amor de la infancia, ella debería ser feliz. Pero Koga ahora envía fuerzas a destruir el imperio de Inuyasha. Kagome es casi una prisionera, atrapada entre la lealtad a las personas que ama. Pero ella se niega a ser un peón y diseña un plan.
Mientras que su padre, Saito, sigue jugando con fuerzas mágicas que aún no entiende, Kagome trata de descubrir los poderes que podrían permanecer dormidos en su interior. Con la ayuda de una alfombra vieja y andrajosa y un joven tempestuoso pero sabio, Kagome intentará romper la maldición y reunirse con su verdadero amor.
0. PRÓLOGO
La niña tenía once años y tres cuartos.
Las tres cuartas partes eran muy importantes.
Habían sido de importancia cuando su padre la había dejado a cargo esa mañana, con una importante tarea para completar. Así, con un suspiro cansada del mundo, empujó las mangas hechas jirones y lanzó otra palada de escombros polvorientos, en la carretilla que estaba cerca.
"Es demasiado pesada" su hermano de ocho años se quejó mientras trataba de mover a un lado otra pieza con restos de cenizas desde el interior de los restos de su casa. Tosió cuando una nube de hollín se levantó de entre los restos carbonizados.
"Déjame ayudarte" la chica dejó caer la pala con un sonido metálico agudo.
"¡No necesito ninguna ayuda!"
"Debemos trabajar juntos, o no vamos a terminar de limpiar todo antes de que Baba vuelva a casa" ella apoyó los puños en las caderas antes de mirar hacia él.
"¡Mira a tu alrededor!" él levantó las manos en el aire. "Nunca vamos a terminar de limpiar todo."
Sus ojos siguieron sus manos.
Las paredes de barro de su casa estaban destrozadas. Rotas. Ennegrecidas. Su techo se abrió hasta los cielos. Hacia un cielo opaco y triste.
A lo que había sido una gloriosa ciudad.
El sol del mediodía se ocultaba detrás de los tejados rotos de Rey. Creaba sombras de la luz y la oscuridad a través de la piedra y mármol quemado. Aquí y allí, todavía había humeantes montones de escombros que servían como un duro recordatorio de lo que había tenido lugar hace tan sólo unos pocos días.
La joven endureció la mirada y dio un paso más cerca de su hermano.
"Si no quieres ayuda, entonces ve a esperar afuera. Pero voy a seguir trabajando. Alguien tiene que hacerlo." Una vez más, buscó su pala.
El chico le dio una patada a una piedra cercana. Se deslizó por la tierra prensada antes de estrellarse contra los pies de un desconocido con capucha por los escombros de la puerta.
Tensando su agarre en la pala, la chica puso a su hermano detrás de ella.
"¿Puedo ayudarlo…?" ella hizo una pausa. El rida' negro del desconocido estaba bordado con plata e hilo de oro. La vaina de la espada estaba finamente grabada y delicadamente enjoyada, y sus sandalias estaban hechas de piel de becerro de la más alta calidad.
Él no era un simple bandolero.
La chica se enderezó más.
"¿Puedo ayudarle sahib?"
Cuando él no respondió de inmediato, la niña levantó la pala, la frente tensa y su corazón martilleando en su pecho.
El desconocido salió de debajo de la sombra de la puerta. Se echó hacia atrás la capucha y levantó las dos palmas de sus manos en súplica. Cada uno de sus gestos eran cuidadosos, y se movía con una especie de gracia líquida.
Mientras caminaba en un débil rayo de luz, la chica vio su rostro por primera vez.
Era más joven de lo que aparentaba. No más de veinte años.
Su cara se acercaba a la hermosura. Pero sus ángulos eran demasiado duros, con una expresión demasiado severa. La luz del sol en sus manos reveló algo más bien en desacuerdo con el resto de sus galas: la piel de sus manos estaba roja y agrietada y pelada dando la evidencia de trabajo duro.
Sus cansados ojos eran de un color dorado rojizo. Había visto ojos como esos una vez. En la pintura de un león.
"No era mi intención asustarte" dijo el desconocido en voz baja. Sus ojos se movieron alrededor de las ruinas de su morada. "¿Puedo hablar con tu padre?"
La sospecha se apoderó de la chica una vez más.
"Él no está aquí. Se fue a hacer cola para los materiales de construcción."
El desconocido asintió.
"¿Y tu madre?"
"Muerta" dijo su hermano, saliendo detrás de ella "El techo cayó sobre ella durante la tormenta. Y murió." Había una cualidad atrevida en sus palabras que la joven no sentía. Un reto pendiente que venía con su juventud.
La gravedad del desconocido se profundizó por un instante. Miró hacia otro lado. Sus manos cayeron a los costados.
Después de un segundo, el desconocido se volvió hacia ellos, sus ojos inquebrantables, a pesar de los nudillos blancos de los puños.
"¿Tienen otra pala?"
"¿Por qué necesitas una pala, hombre rico?" su hermano pequeño marchó hacia el desconocido, la acusación en cada uno de sus pasos descalzos.
"¡Kamyar!" gritó su hermana mientras que trataba de alcanzar su rasgado qamis.
"Kamyar, ¿verdad?" preguntó el desconocido, el rastro de una sonrisa adornando sus labios.
Su hermano no dijo nada, a pesar de que apenas era capaz de enfrentarse a la mirada del alto desconocido, incluso desde este punto de vista.
"Le…le pido disculpas, sahib." Tartamudeó la chica. "Es un poco insolente."
"Por favor, no te disculpes. Yo más bien aprecio la insolencia, cuando es realizada por la persona correcta." Esta vez, el desconocido sonrió, y sus rasgos se suavizaron.
"Sí." Interrumpió su hermano. "Mi nombre es Kamyar. ¿Cuál es el tuyo?"
El desconocido se detuvo para estudiar a su hermano por un momento.
"Inuyasha."
"¿Por qué quieres una pala, Inuyasha?" exigió su hermano de nuevo.
"Me gustaría ayudar a reparar su casa."
"¿Por qué?"
"Porque cuando nos ayudamos unos a otros, somos capaces de lograr cosas más rápido."
Kamyar asintió lentamente, pero se detuvo frente al desconocido con la cabeza hacia un lado.
"Pero esta no es su casa. ¿Por qué le importa?"
"Debido a que Rey es mi hogar. Y Rey es tu casa. Si tú me podrías ayudar cuando necesite ayuda, ¿no desearías hacerlo?"
"Si" dijo Kamyar sin dudar. "Me gustaría."
"Entonces está decidido." El desconocido se puso de pie. "¿Quieres compartir tu pala conmigo, Kamyar?"
Por el resto de la tarde, el trío trabajó para limpiar el suelo de madera carbonizada y los residuos anegados. La chica nunca le dio al desconocido su nombre y se negó a llamarlo de otra manera que no fuera sahib, pero Kamyar lo trató como si fuera un amigo perdido desde hace mucho tiempo con un enemigo común. Cuando el extraño les dio agua y pan lavash para comer, la chica bajó la cabeza y tocó su frente con la punta de los dedos, en señal de agradecimiento.
Una rubor de color rosa recorrió sus mejillas cuando el casi-bello desconocido le devolvió el gesto, sin una palabra.
Pronto, el día comenzó a convertirse en noche, y Kamyar se acomodó a sí mismo en una esquina, con la barbilla caída en el pecho y sus ojos lentamente cerrándose.
El desconocido terminó de arreglar la última de las piezas recuperables de madera junto a la puerta y sacudió el polvo de su rida' antes de tirar de la capucha de su capa por encima de su cabeza.
"Gracias" murmuró la chica, sabiendo que era lo menos que debería hacer.
Miró por encima del hombro. Entonces el desconocido metió la mano en su capa y sacó una pequeña bolsa cerrada por un cordón de cuero.
"Por favor. Tómalo."
"No, sahib." Ella sacudió la cabeza." No puedo tomar su dinero. Ya hemos tomado suficiente de su generosidad."
"No es mucho. Me gustaría que lo tomaras." Sus ojos, que habían aparecido cansados al inicio, ahora se veían más allá del agotamiento. "Por favor."
Había algo en su cara en ese momento, escondido entre el juego de sombras, en las motas persistentes de ceniza y polvo…
Algo sobre eso significaba un sufrimiento más profundo que una niña podría esperar comprender.
Tomó la pequeña bolsa de su mano.
"Gracias." Susurró como si él fuera el necesitado.
"Ayumi." Dijo. "Mi nombre es Ayumi."
La incredulidad se registró en sus facciones por un instante. Después, los rasgos afilados de su cara se suavizaron.
En una expresión de paz.
"Por supuesto que lo es." Él se inclinó, con una mano en la frente.
A pesar de su confusión, se las arregló para responder la misma, sus dedos rozando su frente. Cuando levantó la vista de nuevo, él ya había doblado la esquina.
Y desaparecía en la oscuridad de la noche.
Hola a todos!
Después de una pausa les traigo la secuela de La Ira y el Amanecer.
Gracias a todos por su paciencia, por sus comentarios de apoyo y me emociona mucho poder seguir compartiendo con ustedes esta historia.
Por cierto, este prólogo me puso bastante sensible, luego de tener el corazón roto por cómo terminó la primera novela TT-TT
Sobre las actualizaciones, sólo van a ser dos a la semana (lunes y jueves) para poder mantener el ritmo :3
Nos vemos el jueves!
