"Te veo luego, Hanji"

Quizás en otra vida – agregó para sí mismo.

Levi se despertó cansado, más de lo usual, aquel viaje a Londres resultó ser más agotador de lo que pensó. Tener la fuerza de un hombre normal y estar en silla de ruedas no era algo que le hubiese resultado fácil, pero aprendió a vivir con ello de la misma forma que aprendió a vivir con el extraño silencio que ahora le rodeaba. Nunca pensó que extrañaria el bullicio y desorden de los cuarteles, ni la compañía obligada de todos esos soldados con pocos hábitos de higiene.

A pesar de todo encontraba cierta tranquilidad en su soledad, continuamente intentaba no sentirse muy a gusto en ella, porque entonces lo invadian los recuerdos y comenzaba a preguntarse cuánto tiempo era un hasta pronto. Aquel día se cumplían tres años desde el retumbar, tres años desde que la vio con vida por última vez, tres años desde que los vio a todos entre la niebla.

–¿Necesita ayuda Señor Levi? –la voz de la mujer llegó desde fuera de su habitación.

Levi negó con la cabeza aunque sabía que ella no podría verlo. No pasó desapercibido para él, que esta vez ella llegó una hora antes de su horario establecido. Dina, era una mujer joven y alegre, madre de dos niños y cuyo marido había muerto en el retumbar, Onyankopon la contrató para asistir al ex capitán en las tareas del hogar, Levi odiaba la idea de admitir que necesitaba ayuda así que el hombre fue muy astuto al no mencionarlo directamente. Tras un par de días admitió que le vendría bien la ayuda de la mujer, la sometió a intensas charlas sobre como se debía hacer una correcta limpieza y que productos utilizar.

Con el tiempo se estableció una relación de confianza, Dina cumplia con sus tareas a la perfección, en un inicio en un estricto silencio y a medida que pasaron los meses Levi descubrió que se trataba de una mujer muy habladora, hablaba del clima, de los vecinos, de los soldados, de sus hijos, a él realmente no le importaba de qué hablaba, realmente no escuchaba, pero era un agradable ruido de fondo. Le recordaba otros tiempos, le recordaba a otra persona que solía hablar día y noche si no se le detenía, y a veces incluso si la detenias, lo llamaría enano gruñón y él se enfadaría, pero no se iría, se quedaría y seguiría escuchando. Si antes hubiera sabido cuánto llegaría a extrañar sus extensos discursos y desvaríos, habría valorado aún más cada momento.

– Jefe –dijo Dina en voz baja en cuanto Levi salió de la habitación correctamente vestido y empujando las ruedas de su silla–. Lo esperan en la sala, creo que se trata de una dama ¿Qué le digo? – preguntó en una voz inusualmente baja para que la inesperada visita no lo oyera.

– Tsk – gruñó Levi, las únicas mujeres que solían visitarlo eran Gaby, o las madres de Gaby o Falco, a veces también acudían Mikasa o Pieck, pero eran visitas ocasionales para cerciorarse de que seguía vivo, y el ex titán carguero solo lo hacía a petición de su pareja. Pero Dina conocía a cualquiera de ellas.

En su momento también recibió la visita de algunas mujeres al azar, que buscaban conocer al soldado más fuerte de la humanidad, título que aún no se desvanecía a pesar de que estaba muy lejos de ser siquiera la mitad de lo fuerte que fue en algún momento de su vida.

A pesar de estar mutilado, medio ciego e invalido, aún puede ser un buen prospecto para algunas mujeres, es un héroe, le dijo Dina sin pelos en la lengua cuando el cuestionó porque las extrañas visitas.

–Le pedí que esperara en la sala, el señor ya va –dijo Dina en voz alta cuando se comenzaron a escuchar unos pasos que caminaban desde la sala hacia donde estaban y se detuvieron donde Levi estimo estaba su biblioteca con su colección de tazas para el Té. Pudo oír el "tin" que hace la taza al ser levantada del plato, un fuerte chillido y luego el ruido que hizo la taza al estrellarse contra el sueño.

Levi avanzó molesto, arrastró la silla hacia su sala de estar, preguntándose quién sería aquella mujer que osaba invadir su privacidad y romper uno de sus juegos de té. Esperaba que no fuese el que pensaba poner de exhibición en la tienda, lo había traído de su viaje solo por ello.

Pero toda la furia se esfumó en cuanto llegó a la sala y una visión familiar llegó a él, una persona yacía de rodillas en el piso, con dedos nerviosos intentaba apilar los trozos rotos de la taza mientras murmuraba lo que parecían maldiciones. Pero lo que hizo que se quedara sin aire, fue el cabello castaño atado en un desordenado moño que parecía no tener un orden preciso. Y las gafas, aquellas gafas que estaban descuidadamente sobre su cabeza.

–Lo siento, lo siento. Solo quería verla –comenzó a mascullar en voz alta, Levi no sabía si para si misma o para él.

Dina se acercó a la mujer para ayudar, pero Levi no prestó atención.

–¿Quién eres? –dijo Levi enojado. ¿Quién era aquella mujer y cómo osaba venir a su casa, romper sus cosas y recordarle de manera tan dolorosa a Hanji? esperó que la mujer se volteara para darle una explicación, pero ella se quedó quieta y en silencio.

En un arrebato se acercó más de lo necesario y la empujo por el hombro para que lo viera a la cara.

Un rostro conocido le devolvió la mirada, no eran solo las gafas o el cabello, era su mirada, eran sus cicatrices, sus heridas y tan expresiva como lo fue antes. Había alucinado antes, a veces creía ver a alguno de sus ex compañeros en medio de la gente, a veces le sonreían y a veces la veía a ella, destacaba entre la gente y cuando su corazón se aceleraba, se daba cuenta de que solo estaba poniendo su rostro en alguien que tenía un cabello similar o que parecía tan desastrosa como ella. A veces su mente la imaginaba de pie al lado de su cama o detrás de su silla de ruedas, burlándose de él, hablándole de titanes, de los árboles que plantó en su jardín, levi nunca le respondía, sabia que no había nadie ahí por más que quisiera que fuera real, también sabía que si respondía no podría detenerse, era débil y aunque se tratase sólo de una fantasma de sus recuerdos, disfrutaba de verla de nuevo ahí.

Pero la mujer frente a ella, no podía ser fruto de su imaginación, era demasiado diferente a la mujer que él recordaba, su cabello más largo y semi rizado, su piel mucho más morena, y a través de la ropa podía apreciar más curvas de las que Hanji hubiese tenido. Ningún cambio que su mente hubiese podido maquinar, eran tan diferente que no parecía Hanji en absoluto, sin embargo parecía ella, una Hanji que no murió y cambio. Algo imposible.

–¿Quién eres tú?

24 meses atrás

"Deberiamos vivir juntos en el bosque"

El recuerdo de aquellas palabras hizo eco en su mente, no podía apartarlas desde que las escucho en sus sueños, unas noches atrás. No podía reconocer la voz, no sabía si era receptor o remitente, pero el sentimiento implícito en ellas hizo que quisiera saberlo así que se esforzó el doble para reproducirlas en su mente una y otra vez, pero ningún recuerdo llegó y eso la enfureció, pateó estúpidamente un tronco y se lastimó los dedos del pie.

Mientras quitaba unas pequeñas astillas que quedaron entre sus dedos, se preguntó qué pecado tan grande había cometido para ser castigada de esa forma. Le habían sido arrebatados todos sus recuerdos, perdió la visión total de un ojo y con el otro no podía distinguir muy bien el rostro de una persona del de otra, estaba segura de haber perdido un poco la audición de un oído, escuchaba un zumbido permanente en él, no sabía si era normal o si se desvanecerá con el tiempo, no tenía a quien preguntar.

Las personas que la salvaron no hablaban su idioma y varios de ellos parecían temerle. A pesar de sus temores, ellos la sacaron del mar cuando uno de sus pescadores la vio flotando a la deriva, la dieron por muerta y solo querían darle un digno entierro por respeto, más tarde ella misma se enteraría de que efectivamente su corazón se había detenido durante un tiempo, Afeni, la curandera de la tribu, pidió verla y de alguna forma logró que su corazón latiera otra vez. Solo su corazón latió, el resto de su cuerpo no reaccionó y continuó sumida en un largo sueño del que solo despertó casi seis meses después.

Desde entonces había pasado casi medio año y aún se sentía abrumada por la falta de recuerdos, se sentía dormida la mayor parte del tiempo, como si estuviera en un sueño muy profundo. A veces veía su reflejo en el río y no reconocía a la persona que le devolvía la mirada. Se preguntó si siempre fue callada o simplemente era que ahora no tenía a nadie con quien hablar.

A veces, mientras dormía o soñaba despierta, destellos de imágenes venían a su memoria, grandes edificios de piedra, un bosque con árboles gigantes, sonido de cientos de caballos al trote, alas y la sensación del viento en su piel, como si estuviera volando. Pero ninguna imagen era precisa, no sabía a que época de su vida correspondía y parecían desvanecerse mientras más pensaba en ellas. Solo quedaba el recuerdo de la sensación del viento en su piel y aquellas palabras que escuchó en sus sueños ¿Eran una petición o una orden? ¿sucedió justo antes de que lo fuera que la llevara a estar perdida en el mar o era algún tipo de recuerdo de su infancia o juventud?

–Co… comer – una voz tímida la sacó de su ensoñación. Una niña de baja estatura y largas trenzas estaba a su lado y le ofrecía un extraño fruto.

–Gracias –respondió en voz baja, tomando la fruta. Se trataba de Salvia, la bisnieta de Afeni, próxima curandera de tribu. La primera tarea de la niña había sido ocuparse de los cuidados de la forastera mientras estaba dormida y luego ayudarla cuando esta se despertó.

Al ver que ella no podía aprender su lengua, Salvia intentó aprender de ella y con el paso de las semanas logró comprender algunas palabras e incluso podrían mantener diálogos sencillos en el idioma de la forastera.

– ¿Por qué Afeni me salvó la vida? ¿Por qué me has cuidado todo este tiempo? –preguntó lentamente, esperando que la niña pudiera comprender. Tenía curiosidad, estuvo inconsciente durante meses y fue una carga para Afeni y Salvia, y para todos en el lugar, sin embargo ambas mujeres insistieron en cuidar de ella hasta que pudiese recuperarse.

– Rega… Regalo. No, señal de los dioses –dijo la niña apuntando con su dedo directo al pecho de la mujer.

–¿Los dioses me enviaron aquí? –espero pacientemente a que la niña ordenara sus ideas y pudiera ponerlas en palabras. Debía admitir que de todas las ideas que había tenido sobre cómo llegó ahí a caer al mar, ser una señal de los dioses no fue una de ella.

–Todos –con su dedo señaló la pequeña aldea– morir. No podíamos irnos y los demonios estaban más allá del mar.

– ¿Demonios?

–De fuego, como montañas.

Salvia tomó una rama y comenzó a dibujar con ella en la tierra, una línea simulando ser el mar, una persona pequeña a su lado y un poco mas alla dibujo a muchos demonios, uno al lado del otro, bordeaban toda la línea que dibujó, de sus cabezas unas líneas curvas que podría ser humo, vapor o hedor.

–Venían hacia acá –la niña la miró y ella pudo ver el miedo del recuerdo en sus ojos –. La abuela pidió una señal a los dioses y apareciste tu. Estabas muerta, pero cuando tu corazón volvió a latir, los demonios desaparecieron del mar.

Ella estaba bastante segura de que no podían haber ocurrido los hechos como lo decía Salvia, ¿Demonios de fuego grandes como las montañas? ¿Se desvanecieron cuando ella volvió a respirar? si eso fue real fue una mera coincidencia. Pensó que la niña podría estar gastándole una broma, pero su mirada aterrada al recordar era una que conocía, que había visto en otras caras, en otros tiempos, pero la misma mirada de terror.

Aquella noche no pudo dormir, sueños demasiado lúcidos invadieron su subconsciente: personas que se transformaban en demonios, una explosión, miedo, su cuerpo demasiado frío, estaba rodeada de agua y oscuridad mientras cargaba algo entre sus brazos, "deberíamos vivir juntos en el bosque", ahora estaba bajo un cielo despejado, específicamente estaba en el cielo y hacía calor, mucha calor, sentía su piel quemarse. Miró hacia abajo y entonces los vio.

Se despertó de golpe con un grito desesperado. Era demasiado real, su piel quemaba y todo su cuerpo dolía, no podía respirar y sus ojos se llenaron de lágrimas mientras más imágenes llegaban a su mente, muerte, gritos, miedo.

Un par de delgados brazos se envolvieron en torno a ella en un intento vago de consolarla.

–Sueño, solo fue un sueño – dijo Salvia.

–Los vi –no sabía que estaba hablando con la niña o para sí misma – pero no son demonios…

Las escenas seguían reproduciéndose una y otra vez, se sintió pequeña e indefensa, la poca estabilidad que había construido hasta ahora se quebró ante la sucesión de imágenes de gente siendo devorada, mutilada o aplastada por aquellas cosas. Ella no los llamaría demonios otra palabra buscaba tomar forma al igual que una extraña llama llena de odio y rencor comenzaba a encenderse dentro de ella otra vez.

–No son demonios –repitió –. Son titanes.

En la actualidad

– ¿Quién eres?

La pregunta no la tomó por sorpresa, a pesar de que sus recuerdos sobre él eran vagos aún y demasiado ambiguos, inconscientemente sabía que debía esperar algo así. Sin embargo se sorprendió por la intensidad de su agarre y la ira que transmitían sus palabras.

–¿Quién eres tú?

–Señor Levi – intervino Dina intentando que el hombre soltara su agarre sobre la mujer, pero él la ignoró.

–Yo… – liberándose del agarre que tenía sobre ella, se arrodillo frente a la silla de ruedas, no podía distinguir con claridad el rostro del hombre, se preguntó si se veía como en sus recuerdos. Lo buscó durante mucho tiempo, sabiendo que debía hacerlo, tampoco sabía a quien mas acudir, quería recordar quien era. Con el paso del tiempo el letargo al que estaban sometidos su cuerpo y su mente se fueron desvaneciendo, dejando una versión que de ella misma que se sentía más real, y con ello llegó una curiosidad que parecía innata, necesitaba saber. Volver a la civilización había sido el primero de muchos pasos.

Cuando la vio frente a él, Levi quiso apartarla sin importar que fuera descortés o violento, quiso cerrar su ojo y no verla, pero no pudo hacerlo, la ira se fue y sólo quedó ella frente a él. Su mirada lo congeló, a través de los años y viajes, vio gente con algún parecido físico, también tuvo sueños lúcidos , pero ni su mente ni la genética había podido fabricar esa mirada, con la que solo ella podía observar el mundo, esa intensidad que parecía dejarte ver a través de ella.

–Te he estado buscando –murmuró mientras acercaba una mano a su rostro, hacia la cicatriz, y con sus dedos largos y fríos trazaba el contorno de ella, con una delicadeza que parecía innata –. Te ves aún más enano en esa silla.

–¿Eh? –quiso protestar, pero una gran sonrisa se extendió en el rostro de ella y a él ya no le importó quien era, si era su imaginación poniendo su rostro en alguna desconocida, o si era alguna mujer intentando fingir ser ella, si era algún tipo de broma o una mentira. No le importaba no poder razonar correctamente ¿Cómo podría existir una mujer que tuviera exactamente la misma cicatriz, el mismo cabello, las mismas manos nerviosas, la misma mirada y la misma sonrisa? ¿era siquiera

eso posible? ¿Cómo podría ser ella la misma Hanji? él la vio morir, la vio junto a sus camaradas caídos. Nada importaba en ese minuto, si se trataba de un engaño, era la mentira mas bella que había escuchado en el último tiempo, solo por un momento se permitiría creer que ella estaba aquí, que lo miraba y le sonreía.

–Soy Hanji Zoe –murmuró sin apartar la mirada –. O al menos eso creo, te he escuchado en mis sueños llamarme de aquella manera, también cuatro ojos, pero no creo que ese sea mi nombre –agregó con una sonrisa culpable.

–¿Realmente eres tú? –cuestionó Levi llevando su mano al rostro de ella.

–No sé quien se supone que soy o era –respondió dejando que él acariciara su rostro, se sentía antinatural, pero reconfortante –. Mi mente es un desastre con fragmentos de recuerdos, frases, nombres, emociones. Es como un rompecabezas enorme compuesto con piezas demasiado pequeñas. Y no puedo descifrarlo por completo, a veces no se si un recuerdo es real o no, no conectar las piezas sin una base. Solo tengo certeza de tres

cosas: Mi nombre es Hanji Zoe, luchaba contra los titanes y que eras alguien importante en mi vida, tu nombre, tu voz, tu, están constantemente en mis recuerdos, todo sobre ti es un poco más nítido que el resto y me he aferrado a ello para llegar hasta aquí.

–Ha pasado tanto tiempo

Levi se irguió en su silla, acercándose a ella, intentando ver a través, buscando la mentira, pero solo se topó con una mirada curiosa e inocente. Llevó su mano a la cabeza de ella y la obligó a acercarse hasta que sus rostros estuvieron a unos centímetros de distancia.

–Te extrañé.

Nota de autor: Es algo rápido que surgió de mi estado depresivo de ayer. Asi que probablemente estare editando algunas cosas que se me pasaron, solo queria compartirlo antes de arrepentirme.

Inicialmente se trata de un Oneshot, sin embargo pensé en escribir una segunda parte de Hanji contándole a Levi su travesia para llegar hasta él. Y mi mente morbosa quiere una escena subida de tono.