Disclaimer: Los personajes de Shingeki No Kyojin no son de mi propiedad, le pertenecen a Hajime Isayama.
Desconozco quién es el autor del arte de la portada. Si alguien lo sabe, por favor, dígame. Por mientras, créditos para esa personita anónima.
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—… ¿Nos veremos mañana? —el tono cantarín de Sasha no lograba enfocar su absoluta atención, por más que intentase concentrarse en esta. Sus frases llegaban inconexas, cual desordenado manojo de sinsentidos en su mayoría indescifrables—. Ah, recuerda llevar tus apuntes y…
Mikasa se vio obligada a desatenderle por completo, alejando el teléfono y hundiendo el rostro en su almohada al ya no poder contener los gemidos que dejó salir allí sin contemplaciones una vez hubo estado segura de que pasarían desapercibidos para su amiga, quien hablaba y hablaba y aguardaba por sus respuestas en el otro extremo de la línea. Ahogó los gemidos en su mullida cabecera hasta que le faltó el aire y su cara ardió a más no poder y, al sentir su voluntad un tanto más recompuesta, respiró profundo y devolvió el auricular a su oreja en su urgencia de terminar con la conversación cuanto antes.
—¿¡Holaaaaaaa!? —Sasha chillaba, notablemente impaciente—. ¿¡Me escuchas ahora!?
—Sí —cerró los párpados, pidiéndole al cielo que no se percatase de su repentina ronquera—, mañana a la diez.
—¿A las diez dónde? ¿En la biblioteca o en el parque? —le cuestionó entre risas—. ¡Mikasa, qué dispersa estás hoy!
La aludida se mordió los labios, luchando por sellarlos. Moriría de vergüenza si se le escapaba algún ruido… extraño.
—En la biblioteca, Sasha —gruñó—. ¡Y no estoy dispersa, estoy ocupada!
—Oh, ¡lo sieeento! —Mikasa volvió a ocultarse en la almohada, resistiéndose a duras penas a liberar los jadeos que naufragaban en su garganta. Por supuesto que pensó en colgarle, mas sabía que, conociéndole, Sasha insistiría en hablarle para pautar el horario y ubicación de la junta de estudios que organizaban para el día siguiente. No le juzgaba, sin embargo. Su amiga no tenía ni idea de qué era lo que la tenía tan… ocupada—. ¡No te molesto más, Miki! ¡Nos vemos, que descanses!
Apenas cortó la comunicación, lanzó su celular a un lado y solo entonces se giró un tanto para encontrar por sobre su hombro la mirada del culpable de sus delirios, fallando en el proceso. En su defecto, él no se percató de que su novia lo observaba severa en plan de reprenderle en mudez por su desconsideración. No la notó, pues se hallaba embelesado contemplando su… ¿trasero?
—¡Levi!
—¿Hmn? —farfulló, reparando en ella al fin. Mikasa se tomó unos segundos para apreciar la preciosa intensidad que el azul de sus ojos adoptaba durante la intimidad antes de continuar.
—¿Por qué no paraste?
—¿Te duele? —frunció el ceño, deteniéndose al instante, genuinamente confundido. Su mocosa nunca le exigía eso, y él no había sido muy brusco... ¿o si?
—No —exclamó ella, casi gimiendo al empujarse hacia él queriendo evitar que rompiese el delicioso contacto—. ¡Pero sí estaba al teléfono!
—Tch, mocosa de mierda, ¿cómo se te ocurre contestar el maldito teléfono mientras estoy haciéndotelo? —se mofó, divertido, lamiéndose los labios no pudiendo evitar sonreírle al vehemente sonrojo que tiñó sus pálidas mejillas. Mikasa le fulminó de soslayo, advirtiéndole que no le era gracioso el tema en cuestión. Empero, a Levi lejos de intimidarle, le quemaba la piel y hervía la sangre.
Consciente de que su respiración se tornaba más profunda y de que sus manos comenzaban a inquietarse, se inclinó para enredar sus dedos en su corto cabello y tironear con suavidad su cabeza hacia atrás. Cómodamente apoyado en su mano restante le besó el cuello, la quijada, la mejilla, la boca. Todo sin abandonar su cuerpo, porque así la misma Mikasa lo dispuso.
—Mi prioridad siempre será follarte, mocosa —le murmuró al oído, bajito, con su peso aprisionándola levemente contra la cama—. Así que te agradecería que no me pidas que prescinda de esto solo porque alguien se le antoje molestarte en el momento menos oportuno.
Al no obtener respuesta, Levi se irguió apoyándose ahora en sus rodillas, regocijándose con la privilegiada vista que gozaba desde esa perspectiva. Esas nalgas le enloquecían. Amaba su redondez, su firmeza y la hermosa forma de corazón invertido que ascendía a fundirse con su estrecha cintura. Amaba su tez alba y el matiz rojizo que quedaba en ellas cuando las palmeaba o aferraba con fuerza al embestirla. Amaba la línea que definía su espina dorsal y sus diminutos lunares salpicando su espalda y la expresión que ponía cada que se hundía y salía de ella.
Deseaba tocarla, anhelaba tocarla, necesitaba tocarla.
No obstante, era paciente. Ella era suya y el tiempo del que disponían en esa ocasión corría a su favor… si es que, por desgracia, no volvían a importunarles.
Estaba –por milésima vez– abstraído en su desnudez cuando le sintió menear sus caderas contra sí. Gimió, inmovilizándola, sujetándola por su fina cintura, porque siempre que la mocosa de mierda marcaba el ritmo le costaba retrasar su inminente orgasmo. Por alguna razón que no comprendía, el placer que le proveía lo superaba por mucho.
—Espera, no dejemos esto a medias. Hablábamos sobre...
—Sí, sí —apresuró ella—. Apagaré el celular la próxima vez —convino dócil, rendida ante su voz y sus ojos penetrantes y su tacto suave y sus besos húmedos. Su enojo ya mágicamente esfumado.
—¿Ansiosa? —murmuró, causándole escalofríos al rozar sus yemas por zonas que conocía eran su debilidad. Mikasa gesticuló un puchero, empujándose aún más en dirección a su unión; rogándole, incitándole.
—Levi, por favor...
—¿Si?
—Lo prometo.
—¿Tu promesa incluye a la fastidiosa de Blouse?
—A cualquiera. De verdad...
Mikasa no fue testigo de cómo los ojos azules de su novio brillaron de satisfacción, pues se resguardó en su almohada cuando él le recompensó reanudando en breve ese vaivén de caderas que la hacía gemir y gemir y gemir. Y Levi, más preocupado por las sensaciones ajenas que por las suyas, no paró sino hasta haber cumplido con la que era su prioridad: agotarla de pura dicha y placer, sin que ningún idiota se atreviese a interrumpirles.
