Notas: Este es el regalo de Usio por su cumple, ¡muchas felicidades! Al final pude terminarlo a tiempo. Como dije, es cortito, pero espero que te guste. A tí y a quien quiera leerlo.
Espero que no me haya salido muy OOC, estoy más acostumbrada a otro fandom, pero no quiere decir que no me guste este.
Disclaimer: Bleach no es mío, pero Tite Kubo hizo un buen trabajo con el Ichihime.
Indecisiones de una cita
- No puedo hacerlo…
La voz quejumbrosa de su esposa hizo que detuviese sus manos sobre los botones de su camisa. Se giró y la observó detenidamente. La mujer, recién salida de la ducha con una toalla envolviéndole el cuerpo y otra el cabello, le miraba con ojos culpables. Suspiró con cansancio. - Ya lo hemos hablado y estábamos de acuerdo…
- ¡Pero y si ocurre algo! - Exclamó con urgencia. - ¡Y si...!
- Estará en las mejores manos. - Se levantó del borde de la cama y caminó hacia ella, apoyando una mano en su desnudo hombro. - Y necesitamos esto. ¿No fuiste tú quien lo pidió?
- Pero he estado junto a él más de un año… Separarme ahora… - Sus ojos grises se cristalizaron.
- Lo sé. Pero tendrás que empezar a hacerlo tarde o temprano.
- ¿Y no puede ser más tarde? - Se quejó.
El hombre suspiró. - ¿Es eso lo que quieres?
- Sí… No… ¡No lo sé! - Exclamó. - Estoy hecha un lío.
- Hagamos una cosa… Vayamos esta noche. Hagamos una prueba. Y si no te sientes cómoda, nos volvemos pronto y no lo haremos más. ¿De acuerdo? - Leyó la duda en la mirada de la mujer. - Necesitas ésto.
Se quedaron en silencio unos segundos, hasta que ella asintió con la cabeza. - De acuerdo. - Miró a su marido con decisión. - Iremos.
Una sonrisa ladeada apareció en el rostro masculino. - No pensarás ir así, ¿verdad?
Los ojos grises desaparecieron tras los párpados varias veces, asombrados por sus palabras. Se miró el cuerpo y un adorable rubor se asomó en sus mejillas. - ¡Por supuesto que no! - Una varonil carcajada resonó en la habitación. - ¡No te burles, Ichigo!
- Lo siento. - Se disculpó, pero los dos sabían que no lo hacía en serio. Se acercó a sus labios y le dio un corto beso, adorando el rubor de su mujer. - Termina de arreglarte, vamos a llegar tarde.
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- Me veo gorda. - Dijo en un quejido lastimero.
El pelinaranja la observó con detenimiento, mientras ella se miraba en el espejo de cuerpo completo de su dormitorio en lencería rosa pálido. Arqueó una ceja un poco confundido. Ella nunca se había preocupado mucho por su aspecto, pero viendo las circunstancias, inconscientemente estaba buscando más excusas para no salir de casa. - No estás gorda.
- ¡Sí lo estoy! - Le miró desde su reflejo y se giró para encararle, apuntando hacia la cama que compartían. - No entro en esa ropa.
Miró de reojo las telas tiradas de mala manera. - Se habrán encogido…
- ¡No han encogido! - Dijo molesta. - ¡Yo me he hecho enorme! - Se volvió a girar y se cruzó de brazos.
Ichigo suspiró con paciencia y se acercó a ella. Pegó su pecho a la espalda femenina y la miró a los ojos a través del espejo, apoyando sus manos en las caderas de su mujer. - Es normal que tu cuerpo haya cambiado en los últimos meses… Pero sigues siendo la más hermosa. - Terminó susurrando en el oído, notando el leve temblor en el cuerpo de la mujer.
Sus ojos grises brillaron con emoción. - ¿No me ves gorda? - Preguntó también en un susurro ahogado.
Sonrió como sólo él sabía hacerlo y le acarició la piel hasta apoyar sus palmas en el estómago. - Eres perfecta.
Se giró entre sus brazos y le besó con necesidad mientras le rodeaba el cuello para profundizarlo. Cuando se separaron no apartaron su mirada del otro. - Siempre sabes qué decir.
Sonrió de lado. - Es mi trabajo y la verdad… Y deberías vestirte pronto, o ni yo querré salir de estas cuatro paredes.
Un adorable rubor y una sonrisa cómplice aparecieron en el rostro de la mujer. - Encontraré algo que ponerme.
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No encontraba a su esposa por ninguna parte. Se había recorrido la casa entera, faltándole sólo una habitación en la que buscar.
En cuanto abrió la puerta, se maldijo a sí mismo por no ocurrírsele buscar allí en primer lugar.
Pero no le dio mucho tiempo para recriminaciones internas, ya que su pecho se infló de dulzura y amor ante la escena que vio ante sus ojos.
- Orihime… - Su mujer se giró hacia él. Su cabello anormalmente naranja como el suyo estaba peinado en un moño, con sus prendedores sujetando a un lado su flequillo. Unos pendientes de plata largos, compaginados con un collar alrededor de su cuello, se movían gráciles con su movimiento. Su rostro apenas maquillado, aunque no era como si necesitase de ello ya que su belleza ya deslumbraba por sí sola, le observó con una sonrisa llena de amor. Su traje negro de escote en pico, entallado hasta debajo de su busto, y tela suelta hasta sus rodillas con un vuelo no tan pronunciado, la hacía ver como la única mujer en el mundo. No obvió el zapato de poco tacón negro que cubría sus pies, sabiendo los dos cómo era su torpeza.
Y para culminar la bella escena, en sus brazos acunaba a su pequeño hijo. Kazui. Su cabello naranja heredado de sus dos padres era lo que más destacaba.
- Está tan tranquilo… - Volvió a observar al bebé, escuchando los pasos de su esposo acercarse y notando su calor cuando se situó a su lado. Kazui dormía plácidamente en los brazos de su madre. - Será sólo un par de horas, ¿verdad?
Ichigo no apartaba los ojos de su hijo. - Sí… - Extendió una mano al pequeño rostro, acariciando la suave mejilla. - Volveremos antes de que despierte. - La mujer repitió el gesto de su marido con dulzura. - ¿Preparada?
Asintió. - Sí… - Acercó la cabeza al rostro del bebé y le dio un tierno beso en la frente. El pequeño se removió, pero no despertó. - Descansa, mi pequeño. Mamá y papá volverán pronto.
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- Gracias por venir. - El pelinegro de gafas saludó a la pelinaranja con una sonrisa tímida. - Sé que es difícil separarse de un bebé después de tanto tiempo.
Orihime sonrió. - Sí lo es, pero como Ichigo ha dicho, tenemos que acostumbrarnos tarde o temprano.
- Los bebés crecen tan rápido…
La mujer miró a su alrededor. - ¿Y dónde está...?
- No ha podido venir. - Aclaró al saber a quién se refería. - Su estado está bastante avanzado y debe guardar reposo.
- Ya queda poco para que otro Ishida de la lata. - Su marido apareció con tono irónico. Se había quedado en la entrada hablando con unos colegas, mientras que ella quería saludar a su amigo lo antes posible.
La sonrisa del médico desapareció, para mirar al hombre recién llegado con ojos afilados. - Kurosaki… Siempre es un placer verte. - Respondió a su puya soez.
- Lamento decirte que no es mutuo. - Sonrió con prepotencia.
Orihime suspiró con hastío. Los dos hombres por muchas discusiones que tuviesen, sabía que en el fondo se respetaban mutuamente. Miró su móvil en la mano, no lo había soltado desde que habían salido de su casa, mirando la pantalla cada pocos minutos por si acaso se le había escapado alguna notificación.
- ¿Preocupada? - La voz de Sado la trajo de nuevo, mirando al gran hombre moreno que se había acercado a su grupo. - Un poco. - Confirmó. - Pero Yuzu me prometió que si ocurría algo me llamaría.
Ichigo escuchó las palabras de su mujer, palpando inconscientemente el bolsillo del pantalón donde estaba su propio teléfono. Esa acción no pasó desapercibida para el hombre de gafas. - Incluso sabiendo que está bien, la preocupación de un padre no desaparece.
Ichigo suspiró y asintió. - Dentro de poco estarás en nuestra situación… Por cierto, felicidades por el premio.
- Bueno… - Se colocó las gafas. - Uno no puede dejar de ser bueno en su trabajo. - Bromeó.
- Idiota… - Sonrió.
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Orihime e Ichigo se encontraban en unas de las mesas redondas cerca del escenario, como los mejores amigos del homenajeado. El discurso de la entrega de premios ya llevaba más de diez minutos, pero cierta pelinaranja no estaba atendiendo a lo que decían. Su atención estaba puesta en el móvil silencioso en sus manos.
Su marido la miró de reojo, incluido al aparato. No quería aparentarlo delante de ella, pero una opresión en el pecho se había instalado cuando abandonaron su hogar. No sabía quién estaba más preocupado, si Orihime o él.
Cuando se dio cuenta que él mismo había sacado su móvil y escrito a su hermana, sabía que era demasiado pronto para separarse de Kazui.
- Vete. - Las palabras de Ishida a su lado le despertaron de su ensoñamiento. Le miró, pero él no lo veía a él. Observaba el escenario con aire aburrido. No supo qué hacer, pero el hombre sí sabía lo que el Shinigami debía. - Esto es aburridísimo, y ya he recibido mi premio, aunque ni siquiera se han dado cuenta. - Sonrió de lado. - Si pudiese, me iría de aquí. Pero Ryuken me daría una charla de horas que preferiría evitar. - Comentó hastiado, finalmente mirándole a los ojos. - Coge a Inoue, y largaos con vuestro hijo.
Ichigo se quedó varios segundos en blanco, para luego sonreír de lado y asentir. - No te creía tan sentimental.
Se encogió de hombros. - Dentro de poco estaré en tu lugar. Y espero que hagas lo mismo por mi.
- Siempre buscando el beneficio en lo que haces, ¿no?
- Y dentro de poco Inoue se va a quedar sin uñas. - Apuntó, mirando los dos a la mujer, mordiéndose la uña con desesperación.
El pelinaranja rozó la piel del brazo de la mujer, llamando su atención. Ella le miró con sus ojos grises llenos de angustia. A Ichigo se le encogió el corazón. Definitivamente, era demasiado pronto. Hizo un gesto con la cabeza y la instó a levantarse, recibiendo sólo duda de su parte.
Orihime miró hacia Uryu, que le susurró un "llega bien a casa". La mujer sonrió y se fue junto con su marido con premura.
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- Ichi-nii… - Susurró sorprendida Yuzu en cuanto vio entrar por la puerta de la casa a su hermano y cuñada. - ¿Qué ha pasado? ¿Por qué han llegado tan pronto?
- Lo siento, Yuzu-chan… Yo… - La pelinaranja no sabía qué decir. Si le decía que estaba preocupada, la mujer se sentirá mal porque pensará que no confiaban en ella.
- La fiesta era todo un muermo. - Intervino Ichigo. - En cuanto le dieron el premio a Ishida, nos fuimos. - Y no era ninguna mentira sus palabras.
Su hermana sonrió. - ¡Oh! Bueno qué se le va a hacer, ya saldréis y os divertiréis en otro momento.
Orihime sonrió. - Esperamos contar contigo.
- ¡Por supuesto! Cuando quieran, avísenme. - Cogió su bolso. - Kazui no ha despertado, así que no se ha dado cuenta de que habéis salido. - La madre dejó escapar un suspiro de agradecimiento por eso. - Yo me voy marchando entonces.
- Gracias, Yuzu. - Agradeció su hermano mientras la acompañaba a la puerta.
- De nada. - Sonrió. - Espero que para la próxima estén preparados para separarse de Kazui un rato más. - Rió ante la cara de sorpresa de su hermano. - Con sólo ver sus caras he sabido todo. No te preocupes, sois primerizos y es normal. Papá me avisó de que ésto podría pasar.
- Ese viejo… - Recriminó. - Lo siento…
Negó con la cabeza. - No te disculpes. No estoy ofendida. Que me hayáis elegido para cuidar de mi sobrino me ha alegrado mucho. - Rió por algo que recordó. - Además, te pareces bastante a papá.
Ichigo no sabía si su hermana pequeña se estaba burlando de él. - ¿Qué?
- Papá me contó la primera vez que salió con mamá después de tenerte. No tardaron ni media hora de volver a casa para estar contigo. Dijo que estaba más angustiado él que mamá. - Añadió. - Aunque creo que los dos estaban igual, viendo lo que me han contado de ella. - Comentó más para sí misma. - Bueno, descansen bien.
El pelinaranja aún estaba procesando lo que le dijo su hermana, cuando la vio marcharse. - ¡Espera! Te llevo a casa.
Yuzu se detuvo y se giró. - He llamado un taxi, no te preocupes. - Dijo sin que su sonrisa se borrase. En cuanto se giró de nuevo, el taxi acababa de aparcar en la entrada.
- Avisa cuando llegues a casa. - Le advirtió.
Su hermana le miró de nuevo y asintió mientras se subía en el asiento de pasajero. - Sí, Ichi-nii. Descuida.
En cuanto Ichigo entró y cerró la puerta de su casa, se dio cuenta de que su esposa no estaba por ninguna parte. Pero sabía exactamente dónde estaría.
Subió las escaleras y entró en el cuarto de su hijo, viéndola junto a la cuna, observando a su pequeño.
Se acercó a ella y sus ojos se posaron en el bebé. Estaba justo como lo habían dejado. Durmiendo plácidamente. La opresión que estaba alojada en su pecho desde que habían salido, desapareció en un suspiro.
- Era demasiado pronto.
- Sí… - Asintió. - Lo era.
- Lo intentaremos de nuevo más adelante.
- Coincido.
Su esposa le miró. - ¿Vamos a dormir?
- Sólo un poco más… - Orihime sonrió y apoyó la cabeza en su hombro, mirando a su pequeño de nuevo.
No se creían capaces de aburrirse de observar a su pequeño tesoro.
FIN
