One-Shot

"Rizos Rubios"


HogwartsColegio de magia y hechiceríaSéptimo año.

Ese año en particular, había empezado como algo muy diferente para todos. Los prejuicios de sangre y sobre las casas habían quedado atrás. Hogwarts después de la guerra se convirtió en el lugar de los jóvenes refugiados, aquellas personas que estaban rotas por la guerra y deseaban un nuevo comienzo. Fue así como sucedió lo impensable.

"Leones y serpientes conviviendo en armonía"

Comenzaron con simples palabras cordiales y roces. Después vinieron las pláticas largas e interminables, en dónde se dedicaron a conocerse. No era para menos, pues ser premios anuales les había ayudado bastante a estar en contacto constante. Hermione Granger y Draco Malfoy podrían denominarse como amigos, quizás no los mejores, pero amigos al fin al cabo. Desde luego, tenían sus diferencias como cualquier persona, pero habían llegado al punto de tolerar y sobreponerlas.

Todos los alumnos en el castillo ese día se encontraban realizando diversas actividades. No era nada extraño, ya que era un sábado por la tarde. Recién empezaba la hora del té y algunos miembros del cuerpo estudiantil se encontraban relajándose en sus diferentes aficiones.

Los premios anuales se encontraban relajados, pasando el tiempo en su torre. La princesa de gryffindor había decidido a leer un buen libro sobre criaturas mitológicas, de un autor muggle. Toda esta actividad en compañía de un buen té mientras se encontraba cómoda en un sillón orejero. Por su parte, frente a ella se encontraba el príncipe de Slytherin.

El rubio sostenía un libro frente a su cara, fingiendo leer. Hubiera sido una acción del todo creíble de no ser por un pequeño detalle. Constantemente se encontraba viendo fijamente por encima del libro a su compañera de frente, analizandola con aquel par de ojos parecidos a la plata líquida. La razón de su análisis era simple y todo tenía que ver con aquella leona y su melena: Sus rizos salvajes.

A Draco Malfoy siempre le había parecido curioso el cabello de Granger, ya que le parecía algo único. Desde luego que con anterioridad había conocido personas de cabellos rizados, pero nada comparado con los salvajes de su compañera, que con el paso de los años lucían cada vez más bonitos y definidos. ¿Le pasaría si cabello?. ¿Se sentiría acalorada por la densidad de su melena? ¿Cómo lograba peinarse y bañarse en la mañana? ¿Sus rizos eran hereditarios? Esas y muchas preguntas más pasaban por su cabeza.

Hermione llegó al punto de jugar exasperada. Desde hace rato había sentido sobre ella aquella mirada de ojos claros. ¿Ahora que le pasaba al hombre frente a ella? ¿Tenía algo en la cara?. Tuvo un momento de pánico, pero descarto rápido la idea. Si fuera eso, Draco ya se hubiera burlado de la situación. Decidió interrumpir su entretenida lectura, dejando de lado el libro en el reposabrazos del sillón, ya que la curiosidad fue más fuerte en esta ocasión. Miró fijamente al joven rubio platinado.

— ¿Se podría saber que tengo de interesante?. ¿Qué tanto me ves? — Preguntó la castaña mirando con curiosidad al joven. Este por la sorpresa se sobresaltó un poco.

— Solo estoy leyendo. Lamento decepcionarte, pero el libro es más interesante que tú, Granger. — Contestó arrogante el rubio, tratando de ofender a la joven en el proceso (de manera amistosa, claro está) mientras regresaba a su tarea de seguir fingiendo que leía su libro.

Hermione arqueó una ceja escéptica.

— Claro, de seguro es tan interesante tu libro. Solo que estoy algo confundida, no sabía que eras capaz de leer y comprender los textos cuando el libro está al revés. — Contestó sarcástica la chica de ojos castaños, sonriendo de lado.

Draco maldijo la astucia de Granger. Que estúpido había sido al ser tan descuidado frente a la bruja. Tan absorto se encontraba en su actividad de mirar el cabello de Granger que no se había percatado que había tomado el libro de cabeza. No le quedó de otra que también dejar su libro de lado. Y mirarla con seriedad.

— Que imbécil eres. — Se maldijo internamente.

— ¿Y bien? ¿Qué sucede contigo, hurón? — Cuestionó nuevamente la fémina demandante.

El rubio rápidamente se encontró en una encrucijada. ¿Mentir como el experto slytherin oportunista que era? O ¿Sincerarse con la castaña con facilidad? De lejos le apetecía tomar la primera opción, pero sabía que Hermione podía ser algo cabeza dura y no dejaría de cuestionarlo e incordiarlo todo el día hasta conocer la razón de mirarla. No le quedó de otra más que confesarle la verdad.

— Sonará muy extraño, pero tengo una fascinación por tus rizos. — Contestó firme, sin arrepentirse el joven slytherin.

La castaña le miró preocupada. Con rapidez se acercó a tocar su frente con la palma de su mano. Draco ante el toque retrocedió un poco nervioso.

— Pero, ¿Qué haces Granger? — Preguntó un poco descolocado.

— Estoy comprobando si te encuentras enfermo. — Respondió la joven con un poco de sorpresa. La piel de Draco se encontraba en la temperatura correcta.

Ninguna enfermedad o delirio le había empujado a decir aquellas palabras: "Tengo fascinación por tus rizos". Las había dicho en plena facultad el rubio. Ahora sentía más curiosidad.

— Hey, tierra llamando a Granger. — Le llamó el rubio mientras agitaba lentamente su palma de la mano frente a ella, de arriba a abajo. La mencionada decidió romper el silencio.

— ¿Por qué? ¿Qué sucede con mis rizos? — Preguntó curiosa mientras se sentaba al lado del rubio en su sillón.

— No me dejaras en paz, hasta que te lo diga. ¿Verdad? — Preguntó mientras suspiraba derrotado.

— Para que preguntas si ya sabes la respuesta. — Dijo con simpleza la Leona.

— Bien. Lo que sucede es que me gustan tus rizos, me parecen divertidos y bonitos. — Contestó rápidamente y con dificultad, mientras evitaba hacer contacto con la mirada de color avellana.

— Wow, estoy sorprendida, lo admito. — Contestó asombrada la joven, abriendo ligeramente sus ojos y tocándose el cabello inconscientemente.

Draco se sentía aliviado, ya lo había dicho. Además, por primera vez Granger no había indagado más allá de lo que podía confesarle.

— ¿Y por qué piensas eso ? — Volvió a preguntar rápidamente.

Draco se golpeó mentalmente. Bien, ya estaba harto. Le diría la verdad que tanto anhelaba la chica.

— Porque se ve diferente, no como mi cabello que es lacio. — Masculló fingiendo indiferencia. — ¿Qué se siente tener ese cabello Granger? — Preguntó el rubio con curiosidad.

— Es muy raro todo esto, viniendo de ti.— Susurró incrédula la leona. — Horrible, se tiene que tener muchos cuidados. — Expresó malhumorada la castaña.

— Te hace ver diferente, de una buena manera. No exageres. — Contestó sonriendo de lado el joven. — ¿Qué tan difícil puede ser?

— Oh, no sabes lo que dices. — Suspiró fastidiada, pero después una idea cruzó por su cabeza. Le miró de forma maliciosa. — ¿Te gustaría probar?

— ¿Ah? Estás loca, nadie toca mi perfecto cabello. — Expresó petulante peinando su cabello rubio hacia atrás.

— Vamos, tú eras el que tenías curiosidad. — Contestó animada la castaña, pretendiendo acercarse a la serpiente. Este se paró de su asiento como un resorte y se dirigió a la salida de la torre con rapidez.

— ¡Dije jamás, Granger! — Gritó a lo lejos Draco Malfoy huyendo de la chica. Está solo se dedicó a sonreír divertida.

— Tu te lo pierdes. — Dijo calmada mientras volvía a tomar su libro para continuar con su lectura.


Torre de premios anualesCena

Cuando Draco y Hermione quisieron conocerse un poco más, entre los dos habían pactado que cenarian en su sala común, todo con la finalidad de platicar un poco más.

Los dos ese día ya se encontraban cenando calmadamente. Estaban en un agradable silencio. Aunque Draco Malfoy decidió romperlo.

— Habrá una cena en Malfoy Manor, mañana. — Le dijo de forma directa y seria, mirándola a los ojos.

— ¿Con qué motivo? — Preguntó confundida la leona.

— Mi madre quiere conocerte. — Contestó con simpleza el rubio, evaluando la cara de su compañera. Esta pasó de la duda al pánico.

— No entiendo, ¿Por qué querría conocerme? No es como si fuéramos pareja o algo. Solo somos amigos. — Dijo con pánico Hermione Granger.

— Aún no lo somos, pero seremos. — Pensó con satisfacción Malfoy sonriendo de lado.

Su madre conocía su pequeño secreto. Ella sabía que tenía un flechazo y enamoramiento por Hermione. Draco estaba tan seguro que algún día, esa chiquilla de gryffindor sería su esposa. Simplemente era perfecta para él, los dos eran compatibles en varias cosas, pero sin ser iguales. Eso los hacía tener una conexión única.

— Con ser mi amiga basta, quieren conocerte. Después de todo, deberías sentirte halagada. Los Malfoy somos muy conservadores y exclusivos. — Contestó arrogante mientras observaba divertido las reacciones de la leona.

— No iré. — Contestó huraña, mirándole con desafío.

— Si irás, no importa que haga. Tú asistirás. No puedes dejar botada así la invitación de mis padres. — Respondió en tono mandón la serpiente, sin percatarse que se había echado la soga al cuello.

— ¿Ah, si? Interesante. — Dijo Hermione mientras le regalaba una sonrisa astuta. Al ver esto, el rubio sabía que se había metido en problemas él solito. Lo mejor sería intentar retractarse, aún estaba a tiempo. Cuando intentó abrir su boca para objetar, rápidamente la joven le interrumpió. — Ni se te ocurra retractarte, lo dicho hecho está. ¿No se supone que los Malfoy siempre cumplen con su palabra? — Cuestionó sabionda la chica rizada. El de ojos platas suspiró derrotado.

— ¿Qué es lo que quieres? — Respondió irritado el rubio cruzándose de brazos. Granger le miró con un brillo extraño en su mirada.

— Déjame hacerte rizos ese día. — Dijo emocionada, esperando la reacción del chico.

— ¿Para qué demonios quieres eso? — preguntó malhumorado el mago.

— Me dió algo de curiosidad el asunto de la mañana. Además tú tienes la culpa realmente. — Explicó sabionda, sin dejarse intimidar Hermione. — Solamente así accedere a ir a la cena.

— Si así son las cosas, acepto. — Dijo exasperado cerrando sus ojos con fastidio.

— Aceptaste muy rápido, estoy sorprendida. ¿Dónde está el príncipe altanero de slytherin? — Dijo satisfecha de sí misma la castaña. Draco solo recargo su cabeza en una de sus manos.

— Cállate, harás que me dé jaqueca —

Día de la cena

Cuarto de Hermione Granger

Encima de la cama de la premio anual se encontraba aquella pareja tan inusual.

Frente a ella, sentado erguido y a simple vista incómodo está Draco Malfoy. En una de las manos de la chica tenía una especie de aparato muggle, que el rubio no supo identificar.

— ¿Qué cachivache es ese? — Preguntó curioso el joven slytherin.

— Es un rizador, como su nombre lo dice sirve para hacer rizos. — Explicó de la manera más sencilla la princesa de gryffindor.

— ¿No se supone que la mayoría de objetos muggles no funcionan en Hogwarts? — cuestionó el rubio confundido.

— Este funciona gracias a unos pequeños cilindros llamados baterías. Es algo así como la electricidad que lo hará funcionar, pero dejaremos esa conversación para después. — Contestó tranquila la castaña. Acercó el rizador a su cabello. — No te asustes, sentirás un poco de calor en tu cabello, pero no le sucederá nada. — Advirtió al rubio para evitar que se asustara.

— Solo no me vayas a quemar, Granger. Sé cuánto envidias mi hermoso cabello. — Contestó soberbio Draco. Aunque la sonrisa se borró de su rostro al sentir una pequeña quemadura en su hombro. — ¡Auch! — gritó adolorido.

— Ups, mi error. — Contestó con inocencia Hermione. Al parecer le había recargado el rizador caliente en su hombro.

— Ajá, como si te creyera. — Se quejó malhumorado el rubio. Eso le pasaba por fijarse en una chica tan complicada y anormal como ella, aunque debía admitir que tenía mucho encanto.

— Deja de quejarte y empecemos. — Respondió mandona la joven.

Fue así como Hermione fue tomando mechón por mechón rubio y lo enredaba en aquel tubito de metal, el resultado obtenido era un lindo rizo rubio platinado. Afortunadamente, Draco tenía el cabello ligeramente largo. Nada exagerado, pero al menos no era tan corto que impidiera hacerle los rizos.

Así transcurrió rápidamente media hora. Por fin había terminado la chica y miraba su trabajo final satisfecha y feliz. El joven frente a ella se veía muy apuesto con aquella cabellera llena de delicados y finos rizos platinados. No pudo evitar relacionarlo con una raza de perrito muggle llamada "caniche". Vió como el chico se acercaba al espejo de cuerpo completo de su habitación, admirandose con cuidado.

— No está mal, Granger. Sabía que me vería igual de apuesto. — Habló de forma arrogante y soberbia regalandole una sonrisa torcida, que hizo sonrojar levemente a la castaña.

— Pon los pies en la tierra, no es para tanto. — Contestó fingiendo indignación la bruja para disimular sus nervios. — Aunque pareces un lindo Caniche. — Añadió mirándolo con burla.

Draco le miró frunciendo su entrecejo, sabía perfectamente que era un caniche. Una vez, Hermione le había mostrado un álbum de fotos familiares en donde tenía la foto de un perro de esos.

— No parezco perro. Al contrario, me veo muy bien, solo que no eres capaz de aceptarlo. — Dijo arrastrando las palabras sin perder su elegancia el chico rubio.

Lentamente se acercó a su compañera, haciendo que ella chocara levemente su espalda contra la pared de la habitación. La tenía acorralada.

— ¿Qué haces estúpido caniche? — Pregunto nerviosa la joven tratando de empujar a la serpiente.

— Admite que me veo bien y te dejo en paz. — Contestó de forma seductora Draco Malfoy, acercando su rostro cada vez más al de ella. Ella enrojeció de golpe y le empujó como pudo para salir de esa pose tan comprometedora.

— Te ves bien. Ahora vámonos que tus padres esperan. — Contestó dándole la espalda al joven, alejándose de él. Este sonrió divertido y fue tras ella.


Malfoy manor.

En el gran comedor de la casa se encontraban ya cenando el matrimonio Malfoy en compañía de los jóvenes. Aunque desde que habían llegado, Lucius Malfoy no había articulado palabra alguna, ya que se veía pasmado por la apariencia de su hijo. Hasta ese momento de la noche fue que lo escucharon hablar por primera vez.

— ¿Qué te ha sucedido? — Exclamó un Lucius Malfoy aún incrédulo ante la visión frente a él.

Su querido y único hijo se encontraba frente a él mostrando su peinado nuevo. ¿A dónde se había ido el hermoso cabello lacio característico de los Malfoy?.

—Te ves muy apuesto, hijo. No le hagas caso a tu padre. — Halagó Narcissa Malfoy mientras admiraba al chico. — Hermione, ¿Algún día podrías hacerme un peinado similar? — Le pregunto amablemente sonriendo a la bruja menor.

— Claro que sí, señora Malfoy. Cuando desee. — Contestó educada la joven castaña correspondiendo a la sonrisa de la madre del rubio.

— Cissy, cariño. Odio que la gente cercana a mi hijo me diga señora. — Añadió amable la madre de Draco. Hermione solo se limitó a sonreír.

— Su preciado cabello lacio. ¿Dónde queda la tradición de los Malfoy? — Dijo de manera dramática Lucius, ganándose una mirada fastidiada de su esposa e hijo.

— Lucius, deja de ser tan inmaduro. — Le reprendió irritada Narcissa. — Debes aceptar que si Hermione y Draco llegan a tener hijos posiblemente salgan con pelo rizado. — Explico muy emocionada la bruja.

Hermione le miró sorprendida y muy apenada, mientras que Draco sonreía radiante de lado. Su padre solo se limitó a escupir su bebida sorprendido.

— Draco Malfoy, ¿Qué has hecho? ¿Mis nietos serán rizados? ¡Rizados! — Expresó pasmado el rubio mayor. — Adiós a las tradiciones Malfoy.

— Solo somos amigos. — Mencionó Hermione apenada.

— No por mucho. — Susurró cantarín Draco Malfoy mientras sonreía cómplice a su madre que le correspondía su gesto de manera feliz.