La pequeña Carla había nacido en una familia pequeña, solo tenía a su papá y a su mamá, pero siempre había visitas en su casa desde que ella tenía memoria.
Venía un señor de cabello rubio y ojos azules, siempre traía un maletín grueso y negro, sacaba unos instrumentos y revisaba a su mamá, le tocaba la espalda con unas mangueras largas, un día el señor muy amablemente le dijo que era un estetoscopio y que con ese revisaba los pulmones de mama.
Siempre venía acompañado de una señora muy linda que también tenía el cabello rubio pero mas opaco y ojos azules cristalinos, casi como el agua.
Siempre le llevaba dulces y platicaba con ella en el jardín, desde hace unos días le había crecido la panza, la pequeña Carla tenía miedo de que algun dia le explotará su estómago, pero ella le dijo una vez que alli había un niño tan adorable como ella y que lo cuidaría para que un día pudieran jugar en el jardín los tres juntos.
Ellos venían dos veces a la semana y apesar de que eran muy amables no le gustaba que fueran a su casa, siempre que se iban el rostro de su papá se veía triste, tal vez si ellos se quedarán a dormir en su casa su papá ya no estaría triste.
También venía una muchacha de cabello castaño, hablaba muy gracioso y siempre llevaba consigo comida, con ella llegaba un muchacho, papá le decía por alguna extraña razón cara de caballo, un día se pregunto si le decía así porque ellos a diferencia de los señores rubios que llegaban en un auto, llegaban en una carroza con un caballo.
También llegaba un chico de cabello corto, aveces venía con los otros dos o aveces venía sólo, también iba con otra chica rubia mas bajita o con una chica morena de cabello castaño.
Eran muchas personas y a ella le costaba trabajo récordar sus nombres, pero siempre que iba con su mamá le decía el nombre de cada uno de ellos.
— Carla, esas personas se preocupan mucho por tí, debes hablarles con respeto y récordar su nombre, porque ellos nunca olvidarán el tuyo— le había dicho su madre Mikasa Ackerman.
— Lo siento mucho mami... — dijo la pequeña bajando la mirada jugando con su cabello.
— Esta bien... estoy segura que te esforzaras asi como mamá lo hace— le dijo acariciando su cabeza con ternura.
La pequeña vio a su madre, desde hace mucho no le gustaba verla, su mamá había cambiado demasiado, cada día estaba mas delgada apesar de que su padre le llevaba comida cinco veces al día.
Se veía pálida aunque salía al jardín todos los días a caminar y estaba la mayor parte del tiempo pegada a la ventana tratando de hagarrar un poco de color con el sol.
Sus ojos se veían apagados y cansados apesar de que dormía todo el día y desde hace mucho tiempo no veía su cabello, por alguna razón su madre siempre escondía con una pañoleta su hermoso cabello negro, pero siempre que ella le pedía verlo, su madre se ponía muy triste y decía que estaba desarreglado y que no quería que lo viera así.
Por eso no le gustaba ver a su madre, porque ya no era la misma de antes, pero si no lo hacía su madre se ponía muy triste y odiaba verla así.
— Mami... vamos a jugar en el jardín con papá... — dijo la pequeña Carla de seis años, cabello negro y ojos esmeraldas.
— Carla mamá esta muy cansada para jugar— dijo su padre entrando a la habitación con una charola en las manos.
— Cuando regrese del hospital... jugaremos todo lo que quieras... — le dijo con ternura mientras apartaba algunos mechones de su rostro.
— Mami tiene que comer... vamos a jugar con tus muñecas, enseguida te alcanzó— le dijo su padre tomándola de la mano ayudándole a bajar de la cama.
— No tardes papi— dijo la niña antes de abandonar la habitación.
Eren volteó hacía su mujer tratando de disimular el dolor que sentía en su pecho asi como el miedo acumulado en el mismo.
— Gracias por traerme de comer Eren— agradeció con una calida sonrisa.
— Siempre cuidaste de mi alimentación cuando era un niño rebelde— Eren coloco la bandeja sobre sus piernas y la acomodo para que ella comiera.
— Siempre has sido un niño rebelde— se burló ella llevándose un bocado de comida.
Eren la observó comer asegurándose de que ingiriera cada bocado, Mikasa débilmente comía, le cansaba cargar con el cubierto, tardaba masticando y tragando la comida.
— Déjame ayudarte— le dijo Eren tomándo su mano y quitándole el cubierto.
— Me da mucha pena... que tengas que hacer esto— dijo con las mejillas rojas.
— Lo hiciste por mi muchas veces, déjame hacerlo por ti— Eren le daba bocados pequeños para que le costará menos trabajo procesarlos.
Mikasa se sentía muy feliz y satisfecha de tener a alguien como Eren a su lado.
Eren por otra parte estaba tratando de ser fuerte y no romperse delante de ella, la mujer que amaba con toda su alma estaba luchando por su vida, tratando de vencer el cáncer, Armin le había dicho que necesitaria una cirugía para tratar de retirar el tumor, la quimioterapia había reducido el tumor a un considerable tamaño y si lograban retirarlo con éxito, Mikasa estaría libre del cáncer, pero ella había estado muy débil y apesar de que su cuerpo estaba preparado para la cirugía existía la posibilidad de que ella no lo logrará, todo dependía de ella y su resistencia.
— Mikasa... — Eren colocó la charola vacía en el pequeño mueble que estaba aun costado de la cama, Mikasa se había recostado en la cama pero estaba atenta a su marido.
— ¿Eren?— llamo su atención al notar el silencio abrumador de su boca.
— Tienes que volver... — le dijo Eren con lágrimas en los ojos.
— ¿Volver?— pregunto Mikasa confundida sin apartar la mirada de él.
— No se que hare yo solo con Carla, no podre hacerlo sólo... no puedes dejarnos— dijo sosteniendo su mano y acariciando su mejilla.
— Eren... — susurro su nombre con preocupación.
— Perdoname... soy un cobarde... no quiero que Carla sufra... en verdad quisiera estar en tu lugar— Mikasa rápidamente se arrojó a sus brazos tratando de reconfortar su llanto— Tú podrías cuidar mejor de ella... tu sabrías que decirle... por eso debes regresar, porque Carla te necesitaría mas de lo que me necesitaría a mí, tienes prohibido no regresar a casa ¿Me oíste Mikasa?... Si no vuelves... jamas te lo perdonaría— dijo con los ojos llorosos, sintiéndose como la peor escoria del mundo por no darle la tranquilidad que le debería de dar a su mujer.
— Te lo prometo Eren... — dijo Mikasa con una sonrisa sosteniendo su mejilla— cuando regrese a casa volvere a cuidar de Carla y cuídare de ti... no te dejare solo y no me volveré a separar de ti...— Eren sostuvo sus manos, Mikasa no se merecía a una basura de marido como él.
— Te amo — dijo besando sus labios dulcemente.
— Te amo... Eren— dijo Mikasa abrazándolo nuevamente por el cuello.
El día había llegado, Eren preparaba maletas con ayuda de Carla quién se divertía mientras escogía su ropa y la guardaba en la maleta siendo supervisada por Mikasa quien se veía mejor que los días anteriores.
— Ese es muy bonito, lo escogió mamá para ti— le dijo mientras le enseñaba un lindo vestido rosa con un listón amarillo.
— El amarillo me hace ver gorda— dijo la pequeña, Mikasa río ante su comentario.
— ¿De donde sacaste eso?— le dijo divertida.
— No lo sé... — Carla levantó los hombros mientras metía el vestido en la maleta.
Eren entro a la habitación y se quedó parado en el marco de la puerta viendo la tierna escena, esperando y deseando que muy pronto se volviera a repetir, pero por otras circunstancias, por otros motivos que no fueran tan deprimentes como el de aquel día.
— Carla deja que mamá escoga tu ropa— dijo Eren agachándose a su altura.
— Quiero que papá escoga un conjunto— dijo señalando la ropa.
— ¿Yo?— Eren se señaló a si mismo buscando en el guardarropa— Me gusta mucho este... — dijo señalando un vestido amarillo.
— Pero ese me hace ver gorda— Carla se cruzó de brazos infantilmente.
— ¿De que hablas?... Si eres igual de hermosa que tú madre— Eren la abrazo y la lleno de besos en las mejillas, Carla carca lojeo al sentir la rasposa barba de su padre.
Mikasa veía la escena con ternura, su esposo y su hija se veían verdaderamente feliz apesar de todo, y al igual que Eren tuvo miedo de dejar a su familia sola, tenía miedo de no volver a ver sus hermosas sonrisas y sobre todo, tenía miedo que ninguno de los dos volviera a sonreír de esa manera.
Mikasa pronto se unió al abrazo y beso de igual manera las mejillas de Carla, tratando de esconder las lágrimas en sus ojos, los cerró fuertemente y con un fuerte abrazo le dio todo su amor a las personas más importantes en su vida.
— Los amo... — susurro en una voz ahogada.
Eren noto la voz ahogada de su mujer y se dio cuenta que Mikasa también estaba asustada, al igual que él, pero no podía permitir que ella tuviera miedo, ahora él necesitaba ser fuerte para ella.
— ¡Muy bien!... ¡Arriba!— dijo levantándose del piso, sacudiéndo un poco a la pequeña entre sus brazos para que ella riera — Tenemos que tomar un vuelo.
Tomo la mano de su mujer y se la llevó a la boca donde depósito un tierno beso mientras la veía a los ojos.
— Todo estará bien... Mikasa— ella solo sonrió ante el apoyo que sintió por parte de él en ese momento.
Habían viajado desde muy lejos, su vuelo llegó con dos horas de retardo por las tormentas que habían azotado la capital de Shingashina, una vez recuperaron sus maletas salieron del aeropuerto y Armin los esperaba junto con su mujer Annie.
Después de saludarse subieron al auto del matrimonio y los llevaron a su residencia, Armin había accedido a darles alojamiento para ahorrarles el gasto del hospedaje y se negó a recibir una compensación monetaria por parte de Eren diciendo que él haría lo mismo por su familia.
Aunque Eren dejo de insistir buscaría la manera de compensarlo más tarde.
Después de un par de días de su llegada se encontraban en el hospital preparando todo para la cirugía de Mikasa, Eren acomodaba sus cosas personales en un pequeño estante mientras Mikasa se quitaba la ropa reemplazada por una bata azul.
Se vio en el espejo mientras se quitaba la pañoleta de su cabeza, dejando ver su cuero cabelludo al desnudo, sonrió con tristeza al récordar el abundante cabello que cepillaba a diario antes de las quimioterapias, también recordó el haber llorado a escondidas en el baño mientras se retiraba grandes mechones del mismo.
También noto que las ojeras y las bolsas de sus ojos estabanas marcadas y que sus mejillas habían desaparecido dejando ver los huesos de sus pómulos, se veía demacrada, más bien se veía vieja y derrotada, pero aún después de todo, Eren no dejaba de llamarla hermosa, tampoco dejaba de llevarle flores hasta su cama, he incluso aquélla mañana había amanecido con cierta parte de su anatomía muy despierta, restregándose contra sus glúteos y con sus manos buscando sus senos que también se veían caídos.
Sin duda esas pequeñas acciones y el hecho de saber que él aún la miraba con deseó la hacía sentir mucho mejor y no la dejaba tumbarse, mientras Eren siguiera a su lado ella estaría bien.
Una vez salió del baño vio a su marido sentado al borde de la camilla con la cabeza baja sostenida por sus propias manos, a simple vista parecía que estaba orando, cosa que le extrañó a Mikasa.
— ¿Que haces?— le pregunto curiosa, pues el nunca fue un hombre de fe.
— Nada... — dijo levantándo la cabeza con una sonrisa de lado.
— No pidas un milagro a estas alturas... no estoy tan mal— dijo riendo mientras acomodaba su ropa doblada en una maleta semi vacía.
— No lo hago... — dijo Eren acercándose a ella para abrazarla dulcemente por la cintura— No quiero dejarte aquí.
— No te preocupes, solo será una noche, no me operarán hoy— él recargo su cabeza en su hombro y Mikasa acarició su cabello mientras que con la otra sostenía su mano.
Eren se había restregado más a ella, beso su cuello un par de veces antes de olfatearla y suspirar sobre su oreja haciendo que ella se estremeciera de cierto placer.
— Eren... — susurro su nombre cerrando los ojos mientras lo sentía recorrer sus manos por debajo de la bata hasta llegar a sus senos.
— Mikasa... — Eren se separó un poco de ella para buscar sus labios, Mikasa hecho la cabeza hacía atrás para poder besarlo mejor aún sintiendo sus manos sobre su piel.
Mikasa cortó el beso con la respiración agitada, se dio la vuelta y lo abrazo.
— ¿Como puedes seguir sintiendo deseo por mí?... — le dijo mientras se hundía en su pecho— Éstoy empezando a creer que tienes un fetiche muy extraño.
Eren río ante su comentario, la tomo de los hombros para separarla un poco de su cuerpo y nuevamente volvió a besarla, está vez con ternura.
— ¿Te puedo confesar algo? — Mikasa asintió con la cabeza no muy segura— en un principio sentí miedo... cuando comenzó todo esto, pensé que no volvería a verte de esta manera, me sentí como un completó imbécil y me dio miedo lastimar tus sentimientos por mis deseos de hombre, pero cuando paso el tiempo, era tanto lo que te dedicaba cuidándote que no note el cambio en tu cuerpo, como cuando Carla comenzo a crecer y ya había dejado los pañales, aún así para ti y para mí seguía siendo nuestra bebé recién nacida— Mikasa sonrió con ternura al récordar a su pequeña hija.
—Es cierto que te pusiste más delgada, que las quimioterapias han deteriorado tu cuerpo, tu hermoso cabello se fue cayendo poco a poco y aún así tus ojos siguen brillando de la misma manera y sigues llena de vida, apesar de todo tu sonrisa no se ha ido y tus manos siguen siendo igual de suaves y calidas... la primera vez que te escuche llorar en el baño quería entrar y abrazarte, decirte que jamás te había visto tan hermosa... y no miento, supe desde ese momento que no importa cuánto cambie tu apariencia siempre serás hermosa por el simple hecho de ser tú...— Él la abrazo fuertemente y Mikasa se hundió en su pecho empezando a llorar por las palabras de su marido.
— ¿En verdad piensas eso?— dijo entre sollozos.
— ¿Cuando te he dicho mentiras?— él empezó a acariciar su cabeza y depósito un tierno beso en su frente.
Se quedaron así abrazados por un buen rato hasta que una de las enfermeras llego y le pidió amablemente que se retirará de la habitación, mañana antes de la cirugía podía volver a verla.
Eren abrazo y beso una última vez a su mujer, no quería soltarla y mucho menos quería dejarla sola, aún así abandonó la habitación con la promesa de regresar a primera hora al día siguiente.
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Eren estaba nervioso mordiéndose las uñas y con un tic en la pierna, esperando por noticias de su mujer, hace más de siete horas que estaba en cirugía ¡Siete malditas horas! Él confiaba plenamente en Armin quien era el que llevaba acabo la cirugía pero no podía evitar estar ansioso, la última vez que vio a su mujer ella le juro nuevamente que estaría muy pronto en sus brazos y en los de Carla.
Suspiró cansado recordando también que Carla no había podido conciliar el sueño, Mikasa nunca había estado tan lejos de ella y que su mamá no llegara a dormir la puso muy triste, Eren se pasó toda la noche consolando a la pequeña asegurándole que ella estaba bien y que sólo serían un par de noches.
Mientras su mente divagaba entre montones y montones de preocupaciones no se percató que Armin finalmente había salido del quirófano.
— Eren... — lo llamo mientras le colocaba una mano en su hombro.
El mencionado salto del susto y se levantó rápidamente cuando vio a su amigo.
— ¡Armin!... ¡¿Mikasa está bien?!— pregunto tomándolo de los hombros, Armin lo tomo de las manos ante un Eren angustiado, se quitó la mascarilla y Eren se relajo cuando vio una sonrisa en su rostro.
— Aunque tuvimos complicaciones ella estará bien, el tumor fue removido con éxito, Mikasa está libre de cáncer— le informo Armin abrazándo a su amigo quién empezó a llorar de felicidad.
— ! Muchas gracias Armin!... ¿Como puedo pagarte lo que has hecho por nosotros?— le dijo Eren entre lágrimas y sollozos.
— ¿De que hablas Eren?... ¡Si yo estoy igual de agradecido con mis colegas por salvar a mi mejor amiga!—.
Después de un rato Mikasa fue trasladada a su habitación nuevamente, donde Eren estaba esperándola, la vio ingresar en la camilla con ayuda de las enfermeras, aún estaba uncon.
— Despertara entre dos o hasta cinco horas... depende de la anestesia... — dijo la enfermera mientras le daba instrucciones a Eren.
— Muchísimas gracias... — dijo Eren haciendo una reverencia, después se dirigió a Mikasa y se sentó a su lado sosteniendo sus manos con firmeza aún con el nudo en la garganta y lágrimas en los ojos.
Mikasa abrió los ojos lentamente y lo primero que vio fue la cabellera castaña de Eren recargada en la cama, estaba apunto de despertarlo pero lo primero que hizo antes de eso fue tocarse la zona donde sentía un ligero ardor, tragó saliva con temor mientras trataba de buscar un bulto en su seno derecho, pero dicho bulto había desaparecido.
Su estómago se estrugo y en vez de llevar su mano a la cabellera de su marido la llevo a sus ojos y se los cubrió tratando de contener unas lágrimas silenciosas, pero no paso mucho tiempo para que sus manos no pudieran contenerlas y sus mejillas se mojaron dejando un ligero rio de agua salada sobre ellas.
Eren abrió los ojos y vi a su mujer profundamente dormida recostada de lado con sus mejillas rojas, no necesitaba ser adivinó para entender que ella ya se había despertado y que el llanto la habia hecho caer en un profundo sueño nuevamente.
Suspiró antes de levantarse de la cama y darle un dulce beso en la frente.
"Que tonta eres... "
Pensó mientras se retiraba de la habitación para ir a la cafetería y traer algo de comer.
"Te vez mas atractiva ahora..."
Bueno voy a publicar una serie de historias Eremika porque me dolió el final del manga y quiero creer que ellos viven felices :')
Este es el primero tendrá continuación más adelante pero por ahora lo dejo como One Shot.
