Advertencia: Contenido sexual explícito; leve BDSM; PWP with feelings(?)

Dedicatoria: Como regalo de cumpleaños para la bella Nare [inserte corazoncito aquí]

Quiero agradecer a mi beta, Mia topazio, por echarme una mano como siembre ;D


LET'S PLAY

Si había algo que Todoroki disfrutaba, eran las drogas; de manera muy particular, la suya llevaba por nombre Bakugō Katsuki, y aunque le gustaba pensar que la consumía con moderación, la realidad era que la droga lo consumía a él con desmesura.

Las veces que había saboreado la euforia, el placer y el éxtasis al estar con Bakugō eran incontables. Lo anhelaba, lo necesitaba, lo deseaba; lo buscaba con la mirada, con el tacto, con el olfato y el resto de los sentidos. Era un vil adicto y lo sabía, razón por la que algunas venas se tornaban nítidas y palpables en sus brazos ante el esfuerzo de no poder librarse de la corbata que mantenía sus muñecas juntas e inmóviles a la cabecera de la cama.

—Sólo conseguirás dejarte marcas, así que resígnate.

Escuchó decir a su captor, con el aire altivo y victorioso que le caracterizaba.

—Más… —suplicó, sintiendo la garganta raposa con cada palabra que emergía de sus labios—. Háblame más.

No recibió respuesta.

Todoroki era capaz de percibir el calor de Bakugō como el placer y la tortura más grandes que había experimentado en su corta vida. Lo tenía sentado a horcajadas sobre su pelvis, utilizando su pene para penetrarse, como si se tratara de un juguete sexual. No se quejaba de ello, tampoco era la primera vez que lo montaban o lo ataban; a decir verdad, lo prefería así. Lo único que lo sacaba de sus casillas era el no poder ver, no poder tocar, no poder casi oír; era salvaje sentir sólo con la cadera y apañárselas con lo que la imaginación le ofrecía como regalo de consolación.

Contrario a lo que cualquiera pudiera pensar a causa del escándalo que hacía de forma cotidiana, Bakugō no era ruidoso en la cama, de hecho, quien solía inundar la habitación con gemidos, jadeos y ocasionales gruñidos era Todoroki.

—Oh, por Dios… —Echó la cabeza hacia atrás—. B-Bakugō…

De un momento a otro, la forma en la que el nombrado movía la cadera de enfrente hacia atrás, cambió por una serie de golpeteos constantes de piel contra piel. El sonido que producía lo excitaba mucho, sin mencionar que el cambio tan brusco de ritmo hizo que los dedos de los pies se abrieran y cerraran sobre las sábanas.

Bakugō se detuvo en seco al ver como Todoroki se removía sobre su lugar. Observó su pecho subir y bajar como si le faltara el aire; acto seguido, colocó las manos a los costados del rostro de Todoroki y con malicia, bajó los labios hacia los opuestos con lentitud, dejando que al otro se le hiciera agua la boca al sentir su aliento; no obstante, se alejó en el momento en que Todoroki levantó la cabeza de la almohada, frustrando la intención que tenía de besarlo.

—Quiero besarte.

Al no recibir respuesta, ni caricias, ni nada, volvió a hablar.

—Bakugō, quiero besarte. Déjame… sólo un poco…

—Me la estás metiendo —interrumpió—. ¿Acaso no es suficiente para ti?

—No. —Nunca lo era. Nunca podría tener suficiente de la persona que más amaba, sin importar cuánto lo hicieran.

Bakugō soltó una risa lacónica mientras pasaba una mano de su frente hacia su cabello en un sexy ademán que su amante no tuvo el placer de ver. Después, decidió reanudar el vaivén de sus caderas, con un balanceo constante, pero pausado.

—Cuida muy bien la forma en que respondes con esa boca o la próxima vez también te amordazaré.

Todoroki soltó un gruñido a modo de reproche al escuchar la amenaza. Sabía que lo cumpliría, por algo ahora tenía las manos atadas. Su único error fue el dejar unas cuantas marcas sobre los muslos ajenos en una ocasión en que le permitió invertir posiciones. No había sido su culpa, tenía la vista nublada por el placer y no pensó con claridad; lo único que le daba el cerebro era gemir el nombre de Bakugō y presionar su cuerpo contra el opuesto, buscando la máxima unión posible. No midió su fuerza… Se disculpó apropiadamente al terminar, pero Bakugō no se la perdonó y lo estaba pagando.

—Déjame tocarte —rogó, sabiendo que sería inútil—, prometo no quitarme la venda de los ojos, sólo…

—Ni hablar —cortó la oración en seco, con un rugido autoritario.

—Entonces déjame besarte. —Tentó a la suerte, de todas formas, sabía que Bakugō le haría a su cuerpo lo que se le viniera en gana—. Será sólo un momento.

Bakugo chasqueó la lengua en respuesta. Todoroki no tenía modo de saber si estaba molesto o no.

—Saca la lengua —ordenó Bakugō, a la par en que frenaba los movimientos de cadera para inclinarse hacia el frente.

Todoroki obedeció sin rechistar y en cuestión de segundos sintió la de su amante juguetear con la propia, entrelazándose, antes de ser atrapada por los dientes contrarios y se mantuvo quietecito hasta el momento en que unieron sus labios.

Todoroki ahogó un gemido en la boca contraria y dejó que saliera a flote toda la pasión que sentía por el hombre con el que había aprendido a besar. Tras unos instantes que, gracias al cielo, parecieron horas, Bakugō se separó y Todoroki no dudó en tragar la saliva que se había acumulado.

«Besa rico el desgraciado» pensó Bakugō mientras bajaba por el cuello del susodicho para dejar algunas marcas.

Por alguna razón recordó aquella vez en la que preguntó a Todoroki si había tenido algún novio o novia antes, llevándose una negativa como respuesta. Le costó creerlo de buenas a primeras, incluso sospechó que le había mentido, mas el día en que recibió sexo oral por primera vez, descubrió que Todoroki tan sólo tenía talento con la lengua y casi se ríe al concluir que era una habilidad extraña para venir de alguien tan callado.

—Muérdeme.

Todoroki tardó más en decir aquello que en sentir un terrible ardor sobre la piel, pero sonrió satisfecho. Apretó los dientes y un quejido gutural no se hizo de esperar cuando sintió al conjunto de dientes intentado desgarrarle la clavícula.

—Una más —enunció en un jadeo provocador.

Bakugō se deslizó lo justo y necesario para que el pene de su novio quedara fuera de su cuerpo, arrebatándole un respingo amargo en el proceso. Bajó el rostro hasta la cara interna de uno de los muslos y se relamió los labios antes de cumplir el capricho de Todoroki, marcando con fuerza la piel.

En esta ocasión, Todoroki no alcanzó a reprimir un quejido doloso y Bakugō aceptó que, quizá, había empleado demasiada fuerza, pues un fino líquido carmesí se mezcló con el remanente más cercano de saliva. Pasó la lengua por el área afectada, en un intento de limpieza improvisada, para evaluar qué tan severo había sido el daño; por suerte, no fue más que un rasguño, así que no dijo nada y, una vez más, montó a su dócil semental.

Un leve gutural resonó en su garganta. Era extraña la sensación que persistía en su cuerpo al quedar vacío para ser llenado de nuevo momentos después.

«Suficiente de juegos» dijo para sus adentros antes de darse placer con el miembro de su pareja.

«Esto es bueno. Muy bueno» reiteró, cuando prosiguió a dar pequeños y apresurados saltos, en lugar de menear el culo hacia enfrente y hacia atrás.

Se debatió entre cerrar los ojos y no; disfrutaba más más cuando la visión se oscurecía, por eso tenía predilección para tener sexo de noche y con las luces apagadas, mas eso no se podía comparar con el goce de ver a Todoroki extasiado camino a llegar al orgasmo, por lo que se deleitó, hasta el último instante, de los gemidos y jadeos desesperados de Todoroki. Supo que había eyaculado cuando éste levantó la cadera y se mantuvo allí unos instantes, previo a desplomarse sobre la cama, buscando recuperar oxígeno.

Bakugō no era tan cruel como para seguir abusando de su pareja sólo por no haberse corrido aún, por lo que se puso a gatas y avanzó hasta tener su erección frente al rostro opuesto, donde procedió a masturbarse con un ritmo acelerado; él también estaba cerca.

—Abre la boca —demandó, impaciente.

Todoroki acató la orden y más temprano que tarde sintió como una carga de semen, vertida en dos chorros, cayó dentro de su boca. Lo tragó sin dificultad gracias al suave sabor que tenía. Siendo honesto, presentía que algo así pasaría. En alguna ocasión, producto de serendipias en Internet, se toparon con ciertos alimentos que ayudaban a cambiar el sabor del semen y como el par de adolescentes sanos y curiosos que eran, decidieron averiguar qué tan cierto era aquello. Se llevaron una grata sorpresa luego de que Bakugō hiciera dieta por un par de días y que Todoroki confirmara el sabor. A partir de ese momento, cuando este último veía a Bakugō alterar la comida que ingería, lo tomaba como un preámbulo de que terminaría con esperma metido hasta en la garganta. Literalmente.

Todoroki echó la cabeza hacia adelante, dispuesto a dejar limpio a Bakugō, por lo que tanteó el terreno con la lengua y succionó la punta del glande con cuidado.

Un escalofrío placentero hizo que Bakugō se estremeciera y luego de un par de lamidas, se hizo a un lado. Le retiró el condón a su pareja, haciendo un nudo antes de lanzarlo sin cuidado hacia donde recordaba que debía haber un cesto de basura y se tiró sobre la cama un rato.

Fijó la mirada en el techo y una serie de pensamientos estúpidos decidieron hacer acto de presencia. Pronto cumplirían tres años como novios; primero sería la graduación de la academia y meses más tarde ellos…

Desvió la mirada hacia Todoroki, quien aún seguía maniatado y vendado. Pobrecito, aunque no se arrepentía de nada. Já. Todavía recordaba cómo fue su primera vez con él. Nada que ver con el mandón (así lo definía, pese a no ser verdad) que se había vuelto.

«Bésame», «Desátame», «Muérdeme», «Tócame», y muchas cosas más eran las que Todoroki podía comentar sin reparos a esas alturas; sin embargo, al inicio se dirigía a él con una mezcla extraña entre la formalidad y la timidez.

«¿Puedo besarte?», «¿Puedo tocarte?», «¿Te encuentras bien?». ¿Dónde estaba el idiota ridículo capaz de preguntar aquello mientras lo acariciaba con manos trémulas? Aunque, en aquel entonces percibió con tanta claridad los colores de Todoroki: una mitad cabello blanco, otra mitad, cabello rojo; un ojo azul, el otro, gris (a veces lo veía marrón); una parte de él se deshacía ante la emoción de tener relaciones por primera vez, la otra, no sabía qué carajos hacer ni por dónde comenzar. Recuerda haberse molestado de que el otro ni siquiera hubiera buscado algún video porno para hacerse a la idea, lo cual, lo obligó a tomar las riendas de la situación y, para qué negarlo, le fascinó.

Con el pasar del tiempo y gracias a la cercanía y privacidad que un conjunto de dormitorios puede ofrecer a dos adolescentes calenturientos, fue que terminaron intimando más, compartiendo más, conociéndose más, amándose más.

—Eh, ¿Bakugō?

El susodicho salió de su trance al escuchar aquella voz tan serena, que a esas alturas de su vida resultaba inconfundible. Seguro le iba a pedir que lo desatara.

—¿Tienes agua?

De los labios de Bakugō emergió un sonido parecido a un «pffft» y se cubrió la boca en un intento vago por frenar una carcajada, antes de pasar por encima de Todoroki para bajar de la cama.

—¿Qué pasa? —preguntó Todoroki, exhibiendo un tenue sonrojo de vergüenza en las mejillas. Después de todo, seguía con los ojos vendados y no sabía qué era tan divertido.

—Sí, sí tengo —respondió entre débiles risas, ignorando la pregunta del otro.

Mientras destapaba la botella, miró a su novio de arriba abajo.

«De todas las cosas que podía pedir… ¿Agua?» Él veía venir un: "Desátame", pero, ¡¿agua?!

Puso una mano sobre las abdominales de Todoroki y en una caricia lenta subió hasta dejarla al centro de los pectorales.

«Sexy» dijo para sus adentros.

Sin meditarlo mucho, bebió del agua, pero no la tragó. La mantuvo en la boca para unir sus labios con los de Todoroki y pasar el líquido sin que se desperdiciara demasiado. Cualquier persona normal habría desatado a su pareja para que se hidratara con normalidad, mas no Bakugō. A él le parecía erótico hacerlo de esa forma; una parte de él se debatía entre dejar caer el agua sobre el rostro directamente y disfrutar de la escena, pero eso sería demasiado.

Repitió la acción un par de veces hasta que entre los dos se deshicieron de medio litro. Bakugō bajó por la mandíbula ajena, limpiando los restos de líquido que habían escurrido y en poco tiempo se volvió a colocar a horcajadas a la altura del diafragma de Todoroki.

—Dame un poco de hielo —agregó mientras entrelazaba sus dedos con la mano derecha de Todoroki, la cual, se sentía algo fría de las yemas, debido a la inapropiada circulación de la sangre.

«Por eso te dije que no forcejearas».

—¿Qué vas a hacer? —cuestionó Todoroki.

—No preguntes, sólo hazlo.

Aún bajo la venda, Bakugō podía percibir la mirada confusa de su novio, por lo que se vio obligado a dar una explicación.

—Me vino en gana tener algo frío en la boca. —Lo cual, era más o menos cierto.

Todoroki le dio uso a su quirk, formando una estalagmita de hielo, corta e irregular, que cabía en la palma de su mano.

—¿Esto es suficiente?

—Sí —respondió, quitándole el objeto de la mano.

Tal y como había dicho, mordió un trozo de hielo y el resto lo dejó a un lado sobre la cama. No quería derretirlo con su calor corporal y, con esa misma mano, un poco helada, acarició uno de los pezones de Todoroki, quien se estremeció al tacto.

—Está frío.

—No me digas —canturreó con ironía.

Cuando el hielo en su boca ya era más líquido que sólido, se acomodó hasta quedar entre las ingles opuestas; bajó el rostro y abrió la boca sobre el pene, dejando salir la mezcla de agua helada con saliva.

Todoroki cerró las piernas como acto reflejo, pero Bakugō puso las manos sobre sus muslos y volvió a separarlos; acto seguido, repartió algunas lamidas sobre el miembro, ahora flácido, de su pareja.

—Se siente… raro —se quejó Todoroki; primero frío, después caliente y no podía tener nada de la erótica escena que se desarrollaba entre sus piernas—. ¿Quieres hacerlo de nuevo?

—¿Tú qué crees?

La voz ronca y seductora de Bakugō era algo que conseguía erizar la piel de Todoroki con suma facilidad; no importaba que estuviera grabada con cincel en su memoria, tan sólo era algo imposible de contener. A veces creía que eso lo había hecho perder su heterosexualidad… si alguna vez la tuvo.

—Esta vez… —hizo una pausa para tomar aire, puesto que le estremecía ser sobreestimulado—. ¿Puedes desatarme esta vez?

—Hmm —dejó de lado la labor de chupar el miembro de su pareja para responder—. Ponte duro y lo consideraré.

Escuchar eso fue un atisbo de esperanza para Todoroki. Necesitaba acariciar la piel de Bakugō, necesitaba besarlo, necesitaba inundar sus fosas nasales con su esencia; estaba desesperado, razón por la que, por unos instantes, envidió el quirk de Kirishima, aunque sabía que no funcionaba de esa manera.

Más tarde que temprano y gracias a las hábiles manos de su pareja, Todoroki tuvo otra erección. Bakugō le colocó otro preservativo en cuanto vio y sintió que era del tamaño que conocía y no dudó en sentarse de nuevo sobre este, tras verter una cantidad abundante de lubricante, emitiendo un sonido placentero y gutural en el proceso.

—Bakugō —pronunció Todoroki, con tono de súplica entrecortada.

—No seas tan impaciente. —No mentiría, le encantaba que su novio lo buscara casi como si sufriera de una enfermiza ansiedad.

Luego de eso, colocó las manos sobre el abdomen contrario, recorriendo con los dedos cada surco que los músculos bien definidos dejaban al paso. Subió por los pectorales, los hombros, los brazos, hasta llegar a las muñecas y desató la corbata con la que las mantenía inmóviles a la cabecera de la cama.

Al recuperar la movilidad de las extremidades, lo primero que Todoroki hizo, no fue sobarse ni estirar los dedos en un intento por recuperar la correcta circulación, sino que se apresuró a sentarse, con Bakugō encima, para tomarlo entre sus brazos; sentir su calor al fin y juntar sus cuerpos tanto como le fuera posible.

—¿No querías quitarte también la venda de los ojos? —preguntó con cierto sarcasmo, al tiempo en que se sostenía de los hombros contrarios y acomodaba las piernas para mover la cadera y mantener una penetración constante.

—¿Pu-Puedo? —tartamudeó, producto del movimiento sobre su entrepierna. El chico que tenía encima era una verdadera locura.

En lugar de contestar a eso, Bakugō tomó el trozo de tela que cubría parte de su rostro y lo deslizó hacia arriba, revelando aquellos ojos inusuales y heterocrómicos que tenían por costumbre seguirlo a todos lados. Dada la cercanía, logró ver como esas pupilas se dilataban y una sonrisa, entre maliciosa y cariñosa, curvó sus labios.

Como si ambos hubieran compartido el mismo pensamiento, se lanzaron por la boca del otro. No comenzaron por un contacto superficial, no hubo jugueteo, tan sólo desesperación y deseo. Entrelazaron sus lenguas de manera tan impetuosa y húmeda, que la saliva no tardó en escurrir. Quizá, al ojo ajeno eso podía resultar asqueroso y hasta obsceno, pero a ellos les subía el libido y la temperatura.

Al separarse, ambos respiraban con agitación, como si acabaran de tener un orgasmo. Todoroki lamió, al instante, los remanentes de fluidos mezclados de una de las comisuras de los labios del otro para dejarlo limpio. Bakugo, por su parte, se los retiró con el pulgar y pasó la lengua encima con el mismo objetivo que su pareja.

—Eso fue erótico —habló Todoroki; acto seguido, llenó de besos el cuello y los hombros del otro.

Bakugō llevó una mano hacia la mata de cabellos bicolor, descubriendo el sudor que los empapaba en la parte baja de la nuca.

—Te encargo el resto.

—Sí… —respondió sin aliento—. Sí, lo haré bien.

Su siguiente acción fue acostar a Bakugō, acomodándose entre sus piernas, para comenzar a penetrarlo de una manera un tanto más cuidadosa y lenta, en comparación a lo brusco que era el otro al momento de montarlo.

—Más fuerte —demandó Bakugō, a sabiendas de que no cambiaría gran cosa.

Por alguna razón, la manera en la que Todoroki le daba sexo le parecía… cursi. No le molestaba en realidad, era bueno alternar el ritmo de vez en cuando, aunque sí le causaba curiosidad el cómo, con la cantidad de veces que habían mantenido relaciones, no había conseguido cambiarlo ni un poco.

«Eres un romántico insufrible» pensó mientras subía una mano hacia el cuello ajeno, con la misión de rodearlo y atraerlo de un tirón para comerle la boca de nuevo. Le hacía mucha gracia que Todoroki no pudiera centrarse en dos cosas al mismo tiempo, por lo que no le sorprendió que el movimiento de caderas cesara de forma paulatina para concentrarse en el beso.

Ante eso, Bakugō enroscó las piernas sobre la cintura de su amante a manera de recriminarle la falta de acción. En consecuencia, Todoroki reanudó el vaivén de sus caderas, pero descuidó sus labios, dejando que el otro hiciera lo que quisiera.

Bakugō cortó el beso apenas sintió el estímulo sobre su próstata. Mantuvo un gruñido entre dientes y cerró los ojos para habituarse a la sensación. Luego de unos instantes, en los que procedió a masturbarse, volvió la vista a Todoroki, quien llevaba buen rato jadeando.

—Si vieras qué cara tienes —canturreó con provocación, llevando la mano libre a sostener el mentón de su chico—. ¿Tanto te gusta?

—Sí —no vaciló al responder, importándole poco cuán sonrojado tenía el rostro o que tan vidriosos se le pusieron los ojos—. Me gusta. Me fascina.

Bakugō era demasiado para él. Le hizo descubrir el erotismo que no sabía que tenía, le ayudó a sentirse cómodo en completa desnudez, lo volvió cómplice de todas sus aventuras, lo cautivó al punto de tenerlo como máxima prioridad; lo amaba demasiado, lo anhelaba, lo soñaba. ¿Qué más podía hacer sino entregarse en todos los sentidos sin dudarlo?

—Me encantas, Bakugō.

También le había enseñado a expresarse mejor. No lo criticaba si ponía en palabras todo lo que cruzaba sus pensamientos, aunque eso sólo lo hacía con él.

—Bakugō.

El nombrado abrió los ojos en sorpresa ante todo lo que llegaba a sus oídos. No sólo era el continuo chapoteo producido por el exceso de lubricante y el choque de sus cuerpos, sino por todo lo que le decía en ese momento.

—Bakugō.

Recobró la compostura al momento. Todoroki era un chico excepcional sin duda alguna y lo mejor es que lo tenía a sus pies, mas no supo el momento exacto en el que eso ocurrió.

Bakugō cerró las manos sobre las sábanas y apretó las piernas sobre la cintura ajena en el momento que alcanzó el clímax. Un gemido algo ronco y traicionero escapó de su garganta al tiempo en que el semen mojaba su torso.

—También estoy cerca —susurró Todoroki en el oído de su pareja, previo a atrapar el lóbulo con los dientes para soltarlo con lentitud.

El ritmo en el que embestía a su acompañante se tornó errático de un momento a otro, que a juego con los jadeos entre extasiados y fatigados dieron a entender a Bakugō que también había llegado al orgasmo.

Más por fuerza que de gana, Todoroki retiró su miembro del interior de Bakugō, pues sabía que a él no le gustaba que se quedara dentro tiempo después de terminar y, sin soportarlo más, se dejó caer, colocando la cabeza sobre el hombro opuesto.

Bakugō sentía la respiración caliente y agitada de su amado chocando contra el cuello. Por inercia, posó una mano sobre el sedoso cabello rojizo, pues el blanco quedaba contra la cama y, sin mediar una sola palabra, se mantuvieron en esa posición varios minutos, recuperando el aliento.

Por pura casualidad bajó la mirada y se topó con el condón que cubría un pene a medio perder la erección.

—Tú… —gruñó entre dientes, y le retiró el preservativo para hacer un nudo y lanzarlo hacia donde mandó el anterior—. ¡Si vas a hacer algo hazlo bien!

Lo usual hubiera sido recibir un par de palabras en respuesta, pero nada de eso ocurrió.

«¡No me digas que…!» Giró el rostro nada más para toparse con un Todoroki que dormía plácidamente, abrazado a su cuerpo.

Bakugō se acomodó mejor en la cama y chasqueó la lengua.

—Como si hubieras hecho gran cosa hoy —se quejó.

No era la primera vez que la pokebola con patas que tenía por pareja caía inconsciente a causa del cansancio, es más, podía contar con los dedos de una sola mano cuántas veces él se había dormido antes que Todoroki.

Estiró el brazo para tomar el celular y revisar la hora. Apenas pasaban de las once de la noche y era un alivio que no hiciera frío a esas alturas, porque tampoco le sobraban las energías para meterse bajo las cobijas, sin olvidar el sudor y el semen que había sobre su cuerpo y sobre el de su amado.

Dejó el teléfono de lado, apagó la pequeña lámpara que les permitió ver todo lo que hicieron, y se dispuso a dormir. Llevaban mucho tiempo sin disfrutar de una noche así y sí que les hacía falta.


¡Aaaah! ¡Amé escribir sobre ellos! Nunca se me había ocurrido shippearlos hasta que me dijeron "Se parecen al SukuFushi de Jujutsu Kaisen"; mi cerebro hizo los ajustes necesarios para encontrar la comparación entre ambas ships y... Bueno, espero seguir escribiendo más TodoBaku a futuro porque me derriten ashgfdhagscda.

Si llegaron hasta aquí, muchas gracias por leer ;D No duden en dejarme review si les ha gustado, eso me haría el día. [inserte corazoncito aquí]