—¿La maldición de los amantes desventurados? —preguntó Akane mientras recibía un plato de arroz de manos de Kasumi.
—Eso fue lo que me dijeron —respondió Nabiki, aderezando su porción con salsa de soya.
—¡Qué tontería! —exclamó Ranma.
La conversación sucedía al mismo tiempo en que él y su padre, en forma de panda, libraban un duelo de palillos por una pieza de calamar frito.
—Me parece que eres el menos indicado para subestimar algo así, Ranma —comentó Soun tranquilamente.
La atención de Ranma se volvió hacia su tío. El panda aprovechó su distracción para arrojarlo al estanque y devorar el calamar de la discordia. Levantó su letrero: "Es correcto".
—¡Papá! ¡Me las vas a pagar! —reclamó la pelirroja, emergiendo furiosa.
Hallando la escena enteramente cotidiana, Akane suspiró y se giró hacia Nabiki.
—Cuéntanos de qué se trata.
—De acuerdo —aceptó, disfrutando ser el centro de atención—. Hace cientos de años, un chico y una chica se enamoraron perdidamente el uno del otro. Los dos se prometieron amor eterno. Poco después, el chico fue a buscar al padre para pedir la mano de su hija en matrimonio. El hombre rechazó su petición, diciendo que su hija estaba comprometida con un importante terrateniente de la región. El chico no se dio por vencido e ideó un plan. Esperaría a la noche de luna nueva, cuando todo estuviera más oscuro, para robarse a su amada. Así, ambos podrían escapar y empezar una nueva vida donde nadie los conociera.
—Suena muy romántico —comentó Kasumi, llevándose una mano a la mejilla.
—Más bien, ridículo... —contradijo Ranma, sentándose en la orilla del pasillo y exprimiendo la parte inferior de su camisa.
—¡Guarda silencio! —exclamó Akane, golpeando la mesa con la palma de su mano.
—Pero —añadió Nabiki, alzando la voz—, el padre de la chica se enteró de su plan. Le puso una trampa. Cuando se presentó, ya lo esperaban un montón de hombres armados, quienes acabaron con él al instante. La chica, devastada, no pudo sobrellevarlo.
—Y, ¿qué hizo? —preguntó Akane preocupada.
—Desapareció.
El panda levantó su letrero: "Qué tragedia".
—Así es. El cadáver del chico también desapareció. Se dice que lo único que encontraron en su lugar fue una piedra en forma de corazón roto, la cual no ha traído más que desgracias.
Nabiki sacó algo de su bolsillo y lo colocó sobre la mesa.
—Vaya, pero si esta piedra es justo como la que describes en tu historia —observó Kasumi.
—Eso es porque me la dio la persona que me contó la historia.
—No deberías aceptar regalos extraños —advirtió Ranma, acercándose a gatas para observar la piedra con curiosidad—. Aunque parece una roca común y corriente.
—Me dio 10,000 yenes por aceptarla.
—Nabiki, hija —enunció Soun con calma —… ¿¡Acaso quieres decir que nos has arriesgado a todos por 10,000 yenes!? —exclamó, perdiendo la compostura.
—Tranquilo, papá —dijo agitando la mano, restándole importancia—. La maldición es bastante específica. De hecho, venía con instrucciones —agregó, sacando un panfleto.
—Por supuesto… No puede ser una maldición milenaria si no viene con instrucciones —dijo la pelirroja con sarcasmo—. ¿Puedo ver?
Nabiki le entregó el panfleto y todos se amontonaron detrás de Ranma para alcanzar a echar un vistazo.
—Bien, aquí dice que "la piedra contiene los espíritus de los amantes desventurados, quienes deben consumar su amor frustrado para liberar sus almas y así romper la maldición…"
—¿Qué? ¡Dame eso! —exclamó Akane, arrebatándole las instrucciones para seguir leyendo—. "La piedra tomará posesión de dos cuerpos del sexo opuesto que cumplan con los siguientes requisitos: los poseídos deben estar dentro de la propiedad donde la piedra está hospedada en el momento de la posesión, los poseídos deben tener la misma edad, los poseídos deben estar enamorados…" ¡Nabiki!
—¿Ven? Ustedes nunca se cansan de expresar lo mucho que se detestan. Entonces, nadie aquí es apto para la posesión. Claro, salvo que nos estén ocultando algo —añadió mirando hacia Ranma y Akane con picardía.
—¡Ja! ¡Como si yo pudiera estar enamorado de Akane! —exclamó Ranma, cruzándose de brazos y girándose hacia otro lado.
—¡Es lo que yo debería decir! —respondió ella, dándole la espalda.
Kasumi retiró gentilmente el instructivo de manos de su hermana menor para retomar la lectura.
—"Advertencia. La posesión implica el control parcial o total del cuerpo, con grados de intensidad que varían de acuerdo a la fuerza de voluntad de los poseídos, así como de la fase lunar. Los espíritus de los amantes desventurados niegan cualquier responsabilidad en la eventualidad de que los poseídos presenten daños físicos, psicológicos o embarazos no deseados". Cielos, suena muy serio.
—¿¡Qué!? —exclamaron Ranma y Akane al unísono.
—Miren, hasta tiene una sección de Preguntas Frecuentes —agregó Kasumi, desdoblando otro papel.
—No veo por qué debamos leer todo eso —comentó Nabiki, tomando el instructivo y guardándolo en su bolsillo—. Después de todo, nada pasará.
—Oye, Nabiki, ¿no sería mejor -no sé- deshacernos de ella? —preguntó Ranma.
—¿Por qué? ¿Tienes miedo?
—Por supuesto que no.
—De cualquier forma, no podemos deshacernos de ella inmediatamente. El hombre que me la dio dijo que debe pasar cinco días en la casa que la hospeda antes de poder otorgársele a alguien más.
—¿Qué importa lo que haya dicho? Bien podríamos ponerle fin a todo esto —contradijo Akane, tratando de tomar la piedra.
Un aura rodeó a la piedra, impidiendo que Akane la tocara. Todos se echaron hacia atrás.
—Solo yo puedo tocarla —aclaró Nabiki, acomodándola en medio de la mesa—. La dejaré aquí hasta que pase ese tiempo.
—¿Qué pasa si tratas de deshacerte de ella antes que se cumplan los cinco días? —preguntó Akane.
—Según aquel hombre… Desapareceré —respondió en un tono sombrío.
Todos se quedaron paralizados.
—¡Vamos! Reaccionan como si no hubiéramos pasado por cosas peores. Por lo menos, en esta ocasión pude sacarle provecho. Cuando la venda, será problema de alguien más —afirmó, revisando el contenido de su cartera.
—¿Qué tonto te la comprará? Seguro tendrás que pagarle a alguien para que se la lleve, así como tuvieron que hacerlo contigo —observó Ranma.
—Ranma, Ranma, Ranma… La publicidad no demanda absoluta honestidad. Uno puede adornar por aquí y por allá.
—Bueno, me parece que entonces la única solución que queda es ser pacientes. Una semana pasará en un abrir y cerrar de ojos —comentó Soun. Después, se inclinó hacia Genma para susurrarle al oído—. Tal vez al final de la semana finalmente estemos celebrando una boda.
"Así es, Tendo", se leía en el letrero del panda.
El intercambio no había sido tan discreto.
—¡Ni lo sueñen! —gritó la pelirroja, pisando la cabeza de su padre—. ¡Qué bobería! Me voy a entrenar.
—Y yo me voy a estudiar —dijo Akane.
Los chicos caminaron en direcciones opuestas aparentando mucha seguridad, aunque por dentro estaban llenos de dudas.
El resto del día transcurrió sin ningún incidente. Ranma y Akane incluso llegaron a pensar que la maldición era mentira y que no tenían por qué temerle... hasta la mañana siguiente cuando todos se reunieron para desayunar.
—¡Ah! Buenos días, Ranma, Akane. El desayuno está listo.
—Gracias, Kasumi —respondieron al unísono, ocupando los lugares que quedaban disponibles, uno al lado del otro.
—¿Y? —inquirió Genma sugerentemente.
—¿Y qué? —preguntó Ranma de mal humor.
—¿Sientes algo diferente?
—¡Eso no es de tu incumbencia! Además, todo esto de la maldición no es más que una charlatanería.
—¿Y tú, Akane? —preguntó Nabiki.
—¿Podrían dejar de molestarnos con sus preguntas? Si estuviéramos poseídos, ¿no creen que ya lo habrían notado? —observó Akane.
—Hm… Buen punto. Quiere decir que yo tenía razón y nadie en esta casa es apto para ser poseído.
Ranma y Akane notaron como si el ánimo de los demás hubiera decaído de repente. ¿Acaso tanto así esperaban que algo sucediera entre ellos?
—Qué alivio que hoy no vamos retrasados, ¿no? —comentó Ranma, tratando de cambiar el tema.
—Qué alivio que hoy sí te levantaste temprano, querrás decir —corrigió Akane, dirigiéndole una mirada acusatoria.
—Oye, si a veces duermo de más es porque trabajo muy duro.
—¿Tú? ¡Por favor! Si yo siempre termino ayudándote con tus tareas...
—Muchachos, es muy temprano para discutir —comentó Soun desde detrás de su periódico—. Desayunen en paz.
Ambos guardaron silencio.
Akane quiso darle un sorbo a su té, pero cuando trató de sostener la taza, una de sus manos no respondió. Extrañada, la buscó con la mirada. Se horrorizó al darse cuenta que ésta estaba entrelazada con la de Ranma por debajo de la mesa. Sintió el calor de la mano de su prometido en la suya. Su corazón dio un brinco ¿Sería por el contacto o por el temor a ser descubiertos? ¿O sería porque no tenía la menor idea de cómo su mano había llegado hasta ahí? Tal vez las tres cosas.
Akane intentó liberarse discretamente sin llamar la atención de nadie. No logró mover ni un dedo; era como si su mano hubiera perdido comunicación con la torre de control. Trató de ayudarse con su otra mano, pero tampoco logró separarlas.
—¿Qué haces? —preguntó Ranma mirando hacia ahí, percatándose finalmente de que algo sucedía.
—Suéltame —ordenó ella en voz baja.
—¿Pero qué...? —Ranma se quedó observando sus manos entrelazadas confundido.
—La mano.
—¿Cuándo pasó esto?
—No lo sé, de pronto miré y ya estábamos así. Suéltame.
—No… no puedo.
—Ranma, Akane, ¿qué tanto susurran? —preguntó Nabiki entre sorbos de té.
—Nada —respondió Akane tomando su mochila y usándola para cubrir sus manos—, solo que recordamos que hoy nos tocaba limpiar el salón antes de clases. ¡Ya nos tenemos que ir! —mintió, empujando a Ranma para que se levantara.
—Ah, claro, es cierto —secundó él.
Ambos salieron del comedor cubriendo sus manos entrelazadas y no bajaron la guardia hasta que llegaron a la calle. Apenados, se quedaron contemplando sus manos sin saber qué hacer.
—¿Crees que sea la maldición? —preguntó Akane, tratando de hacer el momento menos incómodo.
—¿Por qué lo sería? —preguntó Ranma a la defensiva, como si el considerarlo fuera admitir estar enamorado de ella.
—Pues, porque Kasumi dijo que la posesión podía ser parcial y solo hemos perdido el control de nuestras manos.
—Pero, si fuera la maldición, tú… tú tendrías que… bueno nosotros… —el nerviosismo no le permitía ni mirarla a los ojos, ni terminar la frase.
—Ah… ¿lo dices por lo de estar enamorados?
—Bueno… pues sí, eso…
—Estuve pensando en lo que decían las instrucciones exactamente… ¿No decían solo que los poseídos debían estar enamorados?
—Eso decían, pero no entiendo a qué te refieres.
—¿No lo ves? No especifica de quién deben estar enamorados…
Ranma se quedó meditándolo en silencio. Aunque no estaba convencido, era una explicación que, por orgullo, estaría mucho más dispuesto a aceptar... Un momento, ¿por qué a ella se le había ocurrido esa teoría? ¿Akane estaba enamorada de alguien más? Antes de que pudiera preguntar, la vecina lo roció con agua fría accidentalmente mientras limpiaba la entrada de su casa.
—Ah, ya puedo moverme —dijo la pelirroja, soltando a Akane y probando su mano, abriéndola y cerrándola en repetidas ocasiones.
—Claro, ese era otro de los requisitos... Están buscando cuerpos del sexo opuesto. Tal vez, lo mejor es que esta semana trates de pasarla como mujer. Por lo menos cuando estemos en casa.
—De acuerdo.
Ambos trataron de pasar la mayor parte del día fuera de casa perdiendo el tiempo, se quedaron en la escuela hasta mucho después de clase, pasearon por el centro comercial y visitaron a Ukyo. No se presentó ningún otro evento paranormal. Cuando volvieron, ya todos estaban reunidos para cenar.
—Ranma, ¿por qué sigues transformado en mujer? —cuestionó Nabiki con suspicacia.
Ranma y Akane intercambiaron miradas preocupadas.
—N-no es por nada en especial, solo me cayó agua fría de camino hacia acá.
—Ah, ya veo. Por un momento, creí que le temías a la maldición.
—¿Sigues con eso? No tengo nada que temer.
—Es verdad. Es más bien Akane quien debería cuidarse esta noche —agregó burlona.
—¡Nabiki! —reclamó Akane.
—¡Estás loca si crees que tengo algún interés en escabullirme en la habitación de una mujer tan violenta como Akane!
—¡Me parece perfecto! ¡Yo tampoco tengo ningún interés en un cobarde como tú!
—Bien, Ranma. Entonces, esto no te molestará —interrumpió Genma, mojándolo con agua caliente.
Todos se quedaron inmóviles unos instantes. Por más que observaron, nada sugería que una posesión estuviera sucediendo.
—¿Satisfechos? —preguntó Ranma exasperado— Esto debe convencerlos finalmente de que no estamos bajo ninguna maldición. Así que, ya ¡déjennos en paz! —exclamó antes de marcharse a su habitación.
Mientras Ranma se preparaba para ir a dormir, el evento de la mañana todavía le llenaba la mente de dudas… Si había perdido el control de su mano, eso quería decir que bien podría perder el control de más partes de su cuerpo. Sacudió su cabeza con fuerza. Las instrucciones también habían descrito la fuerza de voluntad como un factor determinante en el momento de la posesión y no cabía duda que él era un hombre muy fuerte en todos los aspectos… Sabría combatirlo. Además, si no salía de su habitación, no tenía por qué pasar absolutamente nada. Antes de cerrar los ojos, lo último que pensó fue "unos días más y todo esto terminará".
Ranma se sintió desorientado al abrir los ojos. Estaba de pie, en medio de una habitación oscura. Su futón no estaba ahí, ni su padre tampoco. Tardó en asimilar que no estaba en la habitación de huéspedes. Identificó la ventana, el escritorio y la cama de su prometida... Quiso huir de ahí, pero sus piernas no respondieron. Tragó saliva nervioso. Akane dormía plácidamente, sin percatarse aún de la invasión.
—¡Akane! ¡Akane! —susurró lo más alto que pudo. No quería despertar a nadie más—. ¡Despierta!
Akane se talló los ojos y se sentó en la cama. Miró a su alrededor confundida. ¿Era un sueño? Discernió la silueta de su prometido, quien llevaba solo la ropa interior que usaba para dormir.
—Ranma, ¿qué haces aquí? —preguntó indignada.
—Debió ser la piedra. No puedo moverme. Tendrás que golpearme y hacerme volar por la ventana.
Akane se quitó las cobijas de encima.
—Estoy listo. Dame tu mejor golpe —dijo él, apretando los ojos.
Pasó un rato en silencio. Ranma abrió los ojos para entender por qué Akane no lo había mandado ya hasta el otro lado de la ciudad. Su prometida seguía en la misma posición. Las piernas de Ranma comenzaron a avanzar hacia la joven, aunque muy despacio, delatando que su dueño estaba oponiendo resistencia.
—Akane, reacciona. Tienes que hacer algo pronto.
—Yo tampoco puedo moverme —confesó temerosa.
Akane se llevó las manos al pecho.
—¿Cómo no? Si estás moviendo las ma-nos...
La voz del muchacho se fue apagando cuando se dio cuenta que la joven estaba desabrochándose los botones de su pijama.
—¿Q-qué estás haciendo? ¿qué estás haciendo? —preguntó, entrando en pánico.
—¡No mires!
Ranma cerró los ojos con fuerza. En ese momento parecía ser lo único sobre lo que tenía control. Sus piernas siguieron acercándolo hasta llevarlo a sentarse en la cama de su prometida. Aunque no veía nada, podía sentir la respiración entrecortada de Akane sobre su rostro.
—¿No puedes mover nada? —preguntó Ranma con la voz temblorosa. Jamás había estado tan nervioso en toda su vida.
—Creo que-
Akane aspiró repentinamente, dejando la frase inconclusa. Ranma entendió por qué cuando sintió la piel de Akane rozar la punta de sus dedos. Aunque, más bien, era su mano la que traviesamente se había posado en el cuello de la muchacha y había comenzado una trayectoria descendente, pasando por su clavícula, su hombro y su brazo. Esto significaba que Akane se había librado por completo de la parte superior de su pijama. La sola idea lo quemaba por dentro.
Por su parte, la sensación tomó a la joven por sorpresa; no pudo evitar que se le escapara un suspiro. Examinó el rostro de su prometido con detenimiento, aprovechando la cercanía y que él todavía tenía los ojos cerrados. Por un segundo, la invadió un anhelo por besarlo, pero su conciencia no tardó en reprenderla. Si él tuviera el control de su cuerpo, jamás se habría acercado con esas intenciones y, muy probablemente, ella tampoco lo hubiera permitido. Su sentido de alarma regresó cuando vio a una de sus manos introducirse por sí sola debajo de la camiseta interior de su prometido. Sintió un golpe de calor cuando la palma de su mano hizo contacto con el torso desnudo de Ranma.
—¿Akane? —dijo su nombre como una queja.
Él seguía esperando la respuesta pendiente. Akane se concentró en cada parte de su propio cuerpo, mientras su mano izquierda seguía explorando los relieves de la musculatura de su prometido. Probó mover su brazo derecho de un lado a otro, así como abrir y cerrar esa mano.
—Sí, ahora tengo mi brazo derecho.
Akane trató de alejar a Ranma con ese brazo, pero no lograba oponer mucha resistencia ante el equipo que hacían tanto su brazo izquierdo, como el cuerpo de Ranma, los cuales luchaban por lo contrario.
—No me ganarás con un solo brazo —dijo, percibiendo lo que Akane intentaba hacer.
—Ni siquiera en estos momentos puedes dejar de ser un engreído.
—Eres una tonta. No lo digo por burlarme de ti.
El reclamo se oponía a sus acciones. Ranma la rodeó por la cintura y la abrazó fuertemente contra su cuerpo. El muchacho tragó saliva al sentir los senos de su prometida moldearse contra su pecho, separados tan solo por una delgada capa de tela.
—Lo digo en serio, ¿entiendes? —finalizó su idea, sin percatarse de que su voz se había ablandado.
—Sí —concedió, asintiendo débilmente.
—Tengo que abrir los ojos. No te miraré, lo prometo.
—De acuerdo.
Ranma buscó con la mirada algo que pudiera serles de utilidad. Esta tarea era particularmente difícil, considerando que el brazo izquierdo de su prometida ahora buscaba quitarle la camiseta. Sus ojos se clavaron en el escritorio de Akane. Sobre éste había un vaso con una flor que Ryoga le había regalado. Maldito cerdo. No podía creer que al final sería él quien vendría a sacarlos de este apuro.
—Lo tengo, Akane. Solo tienes que alcanzar ese vaso.
Akane giró la cabeza en dirección a su escritorio. ¡Claro! Solo tendría que verter el agua sobre Ranma y los espíritus los dejarían tranquilos una vez que se convirtiera en mujer. La joven estiró el brazo hacia atrás, lo rozó con la punta de los dedos. Debía acercarse más. De pronto, Ranma le capturó esa muñeca, llevándola hacia su costado, para inmovilizarla.
—¿Qué diablos hace? —preguntó Ranma, quien tampoco se esperaba aquel movimiento.
Con su otra mano, Ranma acarició el abdomen de Akane, y subió hasta detenerse justo debajo de uno de sus pechos. Fuerza de voluntad. Fuerza de voluntad. Su mano temblaba en la batalla por seguir subiendo y por quedarse quieta. Demonios, ¿por qué su piel tenía que ser tan suave?
—Ranma, solo tienes que soltarme —dijo ella, retorciendo su mano cautiva, tratando de liberarla.
—Estoy intentando —dijo entre dientes—. No puedo.
De pronto, Akane tuvo una revelación. Tendría que usar otra estrategia. Definitivamente, tomaría a Ranma por sorpresa, pero las explicaciones tendrían que esperar hasta después... si todo salía como ella esperaba.
—Ranma… —dijo suavemente.
—No, no digas mi nombre de esa forma, Akane…
—¿Por qué no?
—¡Lo haces mucho más difícil! —reclamó.
—Ranma… ¿Por qué estamos resistiéndonos tanto?
Esta vez fue más que solo el tono seductor lo que hizo que se le erizara la piel.
—¿Q-qué dices? —preguntó Ranma confundido.
—Tócame, Ranma —suplicó.
Ranma se estremeció al sentir su aliento acariciando su oído.
—Quiero sentirte —añadió, enfatizando la petición delineándole el lóbulo de la oreja con la lengua y rematando con una suave mordida.
Ranma jadeó y dejó de luchar, derritiéndose ante las palabras de su prometida. Su cara se hundió en el cuello de Akane, mientras que sus manos recorrieron hambrientas sus pechos, su espalda y su cintura. Estaba disfrutándolo tanto, que no estaba seguro de que los movimientos estuvieran siendo controlados por algo más o si ya eran suyos.
—Quítatela —ordenó ella, jalando parcialmente hacia arriba su camiseta con ambas manos.
Ranma obedeció. Esto iba en serio.
Aprovechando el instante en el que se vio libre del abrazo de Ranma, Akane estiró el brazo sobre el que todavía mantenía el control. En un acto triunfal, logró tomar el vaso. Estuvo a punto de caérsele cuando su prometido la tomó por la cadera y la obligó a recostarse de un jalón. Él ya había descartado su camiseta y ahora estaba entre sus piernas.
Ranma se le abalanzó para un segundo asedio. Akane disfrutó el roce del pecho desnudo de su prometido contra ella y las caricias de su lengua abrasarle el cuello… ¿Qué era lo que tenía que hacer? No fue sino hasta que trató de corresponderle, que recordó que aún sostenía el vaso. Era ahora o nunca. Casi a regañadientes, vertió el agua sobre su prometido. La flor se deslizó, imperceptible, hasta el piso.
Akane sintió a Ranma empequeñecer sobre ella. El cuerpo que la aprisionaba contra el colchón se volvió más liviano, y la complexión firme era ahora suave y curvilínea. Contrario a sus expectativas, el agua no tuvo ningún efecto despabilador. Las manos de Ranma seguían paseándose por su cuerpo con avidez y aún se abría paso por su cuello con sensuales mordidas. Ranma estaba perdido en la excitación del momento y ella tendría que detenerlo… en cinco minutos más...
El vaso cayó, acompañando a la flor en el piso. Akane abrazó a su prometido y, arqueando la espalda, lo invitó a que hiciera cuanto quisiera.
Ranma nunca había imaginado que estar con Akane de esta forma le provocaría sensaciones tan abrumadoras y -mucho se temía- adictivas. Los roces y las caricias no eran suficientes, sino que avivaban un deseo cada vez mayor. Buscando saciarlo, la tomó por los muslos y embistió su cadera contra la de ella. Sintió a Akane rodearlo con sus piernas, acercándolo más a ella. La inesperada ola de placer les arrancó un gemido a los dos, pero Ranma pausó al percatarse de que había algo diferente.
Pensando que la situación estaba por salírsele de las manos, Akane aprovechó ese instante para hablar.
—¿Ranma?
—¿Hm?
La pelirroja acercó el rostro al de su prometida, esperando. Akane trastabilló al ver el deseo arder en esos ojos azules, los cuales se clavaron en sus labios. Esa mirada hipnotizante era suficiente para hacer que su cuerpo temblara de anticipación. ¿Acaso solo estaba esperando a que hablara? ¿o querría besarla y dejarse llevar tanto como ella?
—Ya… ya eres mujer —se atrevió a confesar.
Esa frase confirmó la sospecha de Ranma. Se sonrojó e intentó echarse hacia atrás apenado, pero las piernas de Akane se lo impidieron. Al darse cuenta, su prometida lo liberó de aquella llave inmediatamente. Ranma se reprendió en silencio. ¿Desde hacía cuánto tenía el control de sus propios movimientos?
—Ranma…
—¿Podrías golpearme hasta mañana? Estoy... estoy exhausto.
—No pensaba hacerlo —dijo ella con timidez—. Voy a ponerme la pijama —agregó avergonzada.
Ranma se sonrojó. El comentario de Akane lo volvió a hacer consciente de su desnudez. Se giró para quedar de cara a la pared.
Akane se levantó de la cama y rescató la parte superior de su pijama para ponérsela nuevamente. El silencio era ensordecedor.
—A-Akane… —llamó Ranma sin despegar la mirada de la pared.
—Dime —dijo mientras se abotonaba.
—¿Qué fue eso… ehm... al final? ¿Cuando dijiste que querías... sentirme? —pronunció la última palabra avergonzado.
—Ah, supuse que no te darías cuenta —comentó, sentándose nuevamente sobre el colchón.
Ranma se giró hacia ella, posponiendo la vergüenza un momento.
—¿De qué?
—Sabían lo que tramábamos, Ranma. En el momento exacto que mencionaste el vaso, el espíritu retuvo la mano que me quedaba libre.
—Es cierto...
—Pensé que la mejor opción para que bajara la guardia sería seguirle el juego.
—Ya veo.
Por un lado, Ranma pensó que había sido una estrategia muy inteligente, por otro, no pudo evitar sentirse algo decepcionado. No tardó en enmascarar esa decepción con molestia.
—Pervertida, ¿no crees que lo llevaste muy lejos? —dijo, llevándose la mano a la oreja y recordando la sensación que le había provocado.
—¿Yo? El único pervertido aquí eres tú —respondió burlona.
—Fue la maldición...
—Pues —Akane acercó su rostro al de la pelirroja y acarició su trenza de forma seductora—, te recuerdo que fue como mujer que no podías parar.
Ranma quiso responder con algún insulto, pero todo lo que acababa de ocurrir, así como la promesa en la voz de su prometida lo dejaron inmóvil. Por más que se negara a admitirlo, ella tenía razón. Su cuerpo seguía a la expectativa de algo más. Su único consuelo era que como mujer su deseo no era tan humillantemente evidente.
—Pues, tú tampoco te resististe tanto, Akane —reclamó finalmente—. De hecho, creo que estabas pasándola muy bien.
—Eso quisieras. Si yo no hubiera dicho nada...
—Si tú no hubieras dicho nada, ¿qué?
—Estabas a punto de besarme, idiota —lo acusó ella.
—Yo no besaría a una mujer tan antipática como tú.
—Entonces, ¿no me dejarías besarte ahora?
Esa no era una de las respuestas para las que Ranma estaba preparado. Se quedó quieto, temiendo que cualquier movimiento pudiera hacerla cambiar de opinión. Akane acercó sus labios a los suyos lentamente. Ranma esperaba con ansias que ella fuera quien iniciara algo que no tuviera nada que ver con los dichosos espíritus.
—Ranma… —susurró, casi rozando sus labios.
—¿Qué? —preguntó con los ojos entrecerrados.
—¿Creíste que hablaba en serio, bobo? —preguntó, empujándolo hacia atrás.
—Oye, pero, ¿qué te pasa? —reclamó sintiéndose engañado una vez más.
—Querías comprobar quién era el pervertido, ahí está tu respuesta —dijo ella, sacando la lengua—. Además, yo no soy la que está desnuda metida en la cama de alguien más —agregó, arrojándole su camiseta interior.
—Bien, no pienso discutir más —dijo, poniéndose su camiseta de mala gana—. Solo olvidémonos de lo que pasó.
—Será difícil hacerlo mientras la piedra siga aquí.
—Tenemos que recuperar las instrucciones de manos de Nabiki. Debe haber algo ahí que nos pueda ayudar.
AN: Pues estuve reviendo Ranma y me dieron muchas ganas de escribir un fic, así que aquí está. La idea original era para un one-shot pero estoy pensando que puede dar para algunos capítulos más. Espero que les guste :)
