Premisa del fanfic:
*Voldemort fallece desde el día en que asesinó a los padres de Harry, y al estar muerto, nadie es mortífago ni prestan tanta atención a la pureza de la sangre.
Advertencias: Omegaverse (AlfaHarry x AlgunaDinámicaDraco). Fluff. Romance. Síndrome de la Mano Ajena.
Disclaimer: Los personajes de Harry Potter pertenecen a J.K. Rowling.
Cada vez que te veo
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"Ahí, donde no tengas necesidad de fingir y seas tú… quédate"
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1.
Si Harry ya se tenía la sospecha de la inusual preferencia que la vida tenía con él para que le otorgase las situaciones más extrañas, todo eso lo terminó por confirmar un domingo por la mañana, cuando su brazo izquierdo le golpeó directamente en su rostro, y no fue un golpe cualquiera, éste fue directamente a su nariz.
Poca fuerza faltó para que se la fracturara.
—¡Harry! —La voz de Ron lo sacó del aturdimiento—, ¿estás bien?
—Si, sólo… creo que tuve un mal sueño —respondió consternado, mirando como los dedos de su mano izquierda se movían… sin que él estuviera consciente de ello o siquiera quisiera hacerlo.
—Deberías de ir con Madam Pomfrey —dijo Neville cuando descendió de su cama—. Se escuchó muy feo el golpe.
—Estoy bien, nada de qué preocuparse. —Harry le restó importancia agitando su brazo derecho. Era domingo, tenían el día libre, y lo último que quería Harry era desperdiciarlo quedándose en la enfermería por un golpe en la cabeza.
—Suerte que eres Alfa, amigo —dijo Seamus mientras se acercaba al barullo que se formaba alrededor de la cama de Harry—. Casi te regeneras tú solo.
—Ya Seamus, ¿no tienes algo que quemar? —Ron intervino como buen amigo y mediador—. Mejor vámonos, dijimos que iríamos a Hogsmade a beber un buen tarro de cerveza de mantequilla.
Harry no podía estar más agradecido; realmente el tema de las castas —o segundo género—, le seguía incomodando, aún con dieciséis años. Y no era su culpa, pues creció durante once años apartado de todo lo relacionado con el mundo mágico; todas sus reglas, su biología mitad mágica fue constantemente reprimida por parte de sus tíos —aunque aún lo tenía que hacer cuando pasaba los veranos con ellos—, por lo que nunca se enteró que, la sociedad mágica, se divide en 3 castas.
Los alfas, los betas, y los omegas.
Todos nacen con un sexo asignado de nacimiento —hombre y mujer— y a partir de la edad de catorce años es cuando despierta el instinto que dicta cuál es el segundo género.
Y él lo tuvo que comprobar de una manera muy poco amable; fue un martes cuando cursaba el cuarto grado, caminando a la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras, que pateó con fuerza excesiva a un chico de Ravenclaw quien estaba molestando a Hermione. Ella, quien recién descubrieron era una omega —y más tarde se enterarían, dominante—, comenzó a ser acosada por ese sujeto —de quien ya no recuerda el nombre por la vergüenza de haberlo casi matado—. Afortunadamente, Ron estaba con él y logró contenerlo.
Benditos sean los betas —como Ron— quienes, aun cuando su aroma es muy sutil —a comparación de los omegas o alfas—, fungen como los mediadores entre estas dos castas. Son inteligentes y astutos, saben dominar —en la mayor parte del tiempo— sus emociones y tienen buen protagonismo dentro de la sociedad en general.
Harry le explicó a Dumbledore que no sabía el motivo por el que reaccionó de esa forma; el director, con su paciencia y comprendiendo todas las cosas que aún Harry desconocía de su herencia mágica, le dijo a Ron que le explicara todo lo referente a ello.
Ron le explicó que todos tienen un aroma particular y que se diferencian entre dominante o recesivo de acuerdo a la capacidad de utilizarlo, además de la función de los betas; después, le explicó de los omegas, quienes —indistintamente del sexo de nacimiento— podían procrear al estar en celo, el cual les llegaba cada dos meses; tienden a ser tranquilos, mesurados y con un intelecto superior.
Y después, le platicó de los alfas; personas fuertes, talentosas en diversos campos, con cualidades superiores al resto de la población y que tienen la capacidad de, en el sexo, embarazar a un omega, son impulsivos, territoriales y el rut que tienen —el cual es el equivalente al celo—, les llega cada tres meses.
«Harry, tú eres un alfa.» Dijo Ron mientras terminaba de apuntar en la pizarra. «Hermione es una omega, y naturalmente te sentiste amenazado porque otro Alfa comenzó a rondar y molestar a alguien de tu manada. Yo soy beta, por lo que no despierta tu instinto por alejarme al no considerarme un peligro.»
Harry pensó que todo eso era demasiada información. Lo único que le interesó es que, desde los catorce, él se había manifestado como un alfa, y todos querían rendirse a sus pies… lo detestaba. Personas que no le habían hablado en cuatro años asistiendo a Hogwarts, querían empezar a entablar conversación con cualquier pretexto y él, sin poder rechazarlos tan descortésmente, sólo se refugiaba en estar con sus mejores amigos para no despreciar a nadie evidentemente.
Le molestaba que la gente le alabara sin razón, que dieran por sentado que, por ser Alfa, podría hacer cualquier cosa o que hicieran alusión que sus atributos físicos fueran una total ventaja en todos los campos de su vida, desde el Quidditch, hasta su repentina sabiduría en clase de Pociones.
Si tan solo supieran que eso último se lo agradecía al libro viejo olvidado que encontró en una gaveta del lugar donde asistían a la clase.
Poco a poco, comenzó a odiar la idea de ser un Alfa. Daría lo que fuera por ser un beta. Hasta ahora, dos años después, nunca le preguntó a nadie a qué olía él —era un tema demasiado íntimo para tocar, incluso entre mejores amigos—, y definitivamente estaba agradecido que tampoco alguien cometiera la imprudencia de decirle.
Harry se levantó de su cama y fue al baño a darse una ducha, muy dispuesto a olvidar los pequeños calambres que sentía en el brazo y, sobre todo, a disfrutar su día libre en compañía de, quienes, consideraba sus mejores amigos.
Ellos eran sus amigos, nada de manada.
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2.
Transcurrieron un par de días antes de que se presentara otro evento con su brazo, pues en clase de pociones, derramó por accidente un poco de veneno de tarántula que usaban.
Snape, obviamente, le restó puntos a la casa Gryffindor.
Y después de eso, todo empeoró; comida siendo lanzada sin razón aparente a través del gran comedor, más derrame de ingredientes en clase de pociones, travesuras en clase de adivinación, un par de accidentes con su escoba…
Sin mencionar lo incómodo que estaba cuando, algunas veces, despertaba en la madrugada al sentir una mano en su pene; estaba siendo masturbado por su propio brazo.
Por más que intentó ignorar todas las veces en que no tenía control sobre su brazo izquierdo, fue tres semanas después cuando Hermione lo veía fijamente mientras estaban sentados en las mesas del gran comedor; él comía tranquilo, mientras que su brazo izquierdo se empeñaba en arrancarse la corbata costara lo que costara.
Bueno, tenía un punto… a Harry no le gustaba la sensación de la corbata, y siempre tuvo el deseo reprimido de no portarla —sin añadir, claro, que estaba haciendo calor como de 35 grados—. Aunque claro, eso solo daría motivos a los profesores de restar puntos a su casa por estar desaliñado.
—Harry, esto es serio —dijo Hermione, dejando su comida a un lado—. Tienes que ir con Madam Pomfrey, o al menos decirle a Dumbledor lo que te ocurre.
—Estoy bien Hermione. —Harry intentó poner su voz tranquilizadora, pero fracasaba maravillosamente.
—Claramente no lo estás.
—Ella tiene razón, amigo —comentó Ron, quien secundó a, su recién, novia—. Necesitamos saber qué ocurre antes de que eso que tengas…
Harry vio a Ron callarse y arrugar su entrecejo; eso sólo lo hacía cuando aparecía en su campo de visión una persona en específico. Volteó simplemente para comprobar su teoría, y ahí estaba él, a escasos metros de ellos, justo en la entrada del gran comedor.
Draco Malfoy.
Con el mismo porte arrogante de siempre.
Draco era un chico de la casa Slytherin de su mismo grado, quien incluso antes de iniciar sus clases en Hogwarts, le ofreció su amistad y él la rechazó lo más cortes que pudo al sentir una vibra similar a la de su primo Dudley; desde entonces, han sido enemigos naturales, quienes viven y respiran por hacer de todo lo existente una competencia y así fastidiarse uno al otro.
Si Harry estaba en el equipo de Quidditch de su casa, Draco también lo haría —y en el mismo puesto para variar—; si Harry sacaba dos madrágoras sin desmayarse en el intento, Draco sacaría dos y obteniendo un sobresaliente en la clase —aunque él mismo reconocería que no le agradaba demasiado la clase de herbología—.
O al menos lo era hasta hace un par de meses, cuando de pronto el sarcasmo cesó súbitamente y Draco se salía de su eje poco a poco. De vez en cuando, lanzaba comentarios hirientes e indirectos en clase —los que todos creían y estaban convencidos que iban hacia Harry o sus amigos—, pero todo terminaba incluso antes de empezar cuando le veía, respondía con insultos y simplemente evadía su mirada.
Porque claro, Draco dejó de hacerle frente al mismo tiempo que se corría el rumor de su género como Beta; no era por fanfarronear, pero un Beta pocas veces lograba ganarle a un Alfa, y Draco era lo suficientemente Slytherin para reconocer las batallas en las que no triunfaría y retrocedía para evitar la vergüenza de la derrota.
Llegó a odiarle un poco más que al resto por ello; incluso Malfoy ya no quería continuar con sus clásicas peleas.
Esperó ver su mirada altiva y el evidente el desdén reflejado en su rostro cuanto veía a alguien que no fuera un Slytherin; pero todo lo que vio fue una mueca en su boca, un rictus perfecto que a leguas transmitía enojo, ojeras grises adornaban debajo de sus ojos y sudaba como si estuviera enfermo.
Por un momento, se preguntó si estaba bien. Un presentimiento, una corazonada dentro de él, le respondió que no.
Sus ojos chocaron y Draco rápidamente deshizo el contacto, caminando acelerado con el claro objetivo de llegar al otro extremo del salón, a la mesa donde estaban el resto de los Slytherin.
—Ignóralo, Ron. Malfoy no se ha metido con nosotros en mucho tiempo, es momento de olvidar —dijo Hermione obligando a sus amigos a prestarle atención.
—Como sea. —Ron parecía fastidiado, aunque la molestia en su rostro desapareció—. Volviendo al punto, necesitas investigar qué te pasa antes de que se vuelva incontrolable.
—Dije que estaré bien.
Pocas eran las veces que Harry hacía uso un poco de su voz alfa, y realmente le avergonzaba hacerlo, pero se sentía demasiado nervioso cuando insistían en algo que no quería hacer. Ron y Hermione se quedaron callados al instante y en seguida, vieron como la parte izquierda del cuerpo de Harry le obligaba a levantarse de su asiento; estaban desconcertados, y Harry se sentía extraño, sólo para entrar en pánico al ver como su pierna comenzó a arrastrarlo hacia la persona que había pasado por su lugar en ese momento.
Todos quienes lo vieron, rieron al creer que se trataba de un mal conjuro de alguien principiante. Harry se ancló con toda su fuerza del lado derecho y se sostuvo de una parte de la gran mesa de los Gryffindor. Alzó la mirada con pena hacia el otro; Draco le miró extrañado, pero después de unos segundos observándole, se volteó y continuó con su camino.
Harry suspiró y se volteó con Ron y Hermione. Su cara delataba pánico.
—De acuerdo, si necesito ayuda.
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3.
Harry, Ron y Hermione se dirigieron a la sala común recién despertaron; libros y pergaminos se apilaban sobre la mesa y alrededor de ellos, mientras leían la información de diversas enfermedades mágicas. La más concentrada era Hermione, quien mientras leía un libro, que levitaba sobre ella, escribía anotaciones sobre temas de su interés académico y resolvía las tareas que se debían de entregar.
Harry agradecía enormemente su ayuda, porque hasta el momento, su brazo sólo lograba tranquilizarse cuando bebía sus supresores alfa, algo que detestaba hacer en realidad; por ello, era su interés por encontrar la respuesta a lo que le estaba pasando.
—Esto es aburrido —dijo Ron lanzando uno de los pergaminos a la banca contigua—. Deberíamos sólo ir con Dumbledor y preguntarle si tiene alguna idea de lo que pasa.
—Ronald Weasley, no seas negativo.
—Es la verdad, llevamos días estando aquí encerrados y no encontramos algo remotamente similar a lo que le ocurre a Harry.
—No iré con el director —rezongó Harry abriendo otro libro, ahora de una pasta gruesa—. No quiero que esto se convierta en un espectáculo, suficiente tengo con ser… esto.
Ron y Hermione se quedaron callados y serios. No les hacía nada de gracia que Harry despotricara cosas contra la cuestión de las castas, y lograban entender los motivos pero estarían mintiendo si no esperaban que, en algún momento, Harry aceptara lo que es; gracias hasta el momento, sólo había experimentado un rut desde su revelación como alfa.
Aunque veían que poco a poco, se perdía la compostura que usualmente tenía.
—Si Harry no quiere que nadie más se entere, yo lo apoyaré —dijo tajante Hermione regresando su mirada nuevamente al libro.
—De acuerdo. —Ron exhaló cansado y se resignó ante las demandas de sus amigos.
Todos continuaron leyendo e hicieron lo mismo que días anteriores; tomaban breves recesos para despejarse un rato, comer o asistir a las clases que tenían programadas —el sexto grado es el más pesado después de todo—. Cerca de la noche, Ron despegó sus ojos del pergamino que llevaba releyendo cerca de dos horas sin realmente retener información.
—¡Lo tengo! —dijo mirando a Hermione que, en ese momento, volteaba su mirada bastante cansada.
—¿Encontraste lo que me pasa? —Preguntó Harry totalmente emocionado.
—Harry… —susurró Hermione tapándose la nariz—, nuevamente olvidaste tus supresores.
—Cierto. —En ese momento, Ron tapó a Hermione con su cobija y Harry se llevó una pastilla a su boca y la tragó con desespero. Era de las cosas que odiaba, no podía regularse como antes; pronto, cuando pasaron unos momentos, el aroma de las feromonas alfa, se disipó por completo.
—¿Estás bien? —Inquirió Ron a Hermione, sosteniendo con sus manos sus mejillas.
—Si, estoy bien —contestó ella, quien cerró los ojos mostrando su rostro relajado.
Harry los vio y, por un instante, los envidió. La química que tenían Hermione y Ron era increíble, pues a pesar de uno ser beta y la otra omega, seguían procurándose como siempre; por supuesto que, ahora, Harry los cuidaba a ambos mucho más de lo que antes lo hacía, pero le molestaba que todo se debiera a un instinto primario que venía a su cuerpo.
Manada, proteger…
En cambio, entre ellos, nada en su relación como amigos había cambiado, e incluso, comenzaban a dar pasos gigantescos en su relación como novios; a Harry le conmovía lo mucho que Ron siempre estaba al pendiente de Hermione —y como era Beta, su comportamiento no estaba influenciado por instintos—.
De pronto, la imagen de Draco pálido y ojeroso vino a su mente. De un tiempo para acá se veía cansado, sin energía… una diferencia abismal a su usual personalidad pomposa y sarcástica; nuevamente la preocupación inundó su cuerpo. Sacudió su cabeza para despejar sus ideas. Se sintió traicionado por su propio cerebro.
Tosió para llamar un poco la atención y ambos lo voltearon a ver, sonrojándose por lo que había pasado.
—Ron, dijiste que tenías una idea —dijo Harry enrollando el pergamino en sus piernas para poder acercarse a sus amigos.
—Cierto, escuchen… —Ron hizo una pausa pequeña para revisar que le prestaban atención—. Tal vez no estamos buscando en los libros adecuados, y antes de que me veas mal, Hermione, no me refiero a que no hiciste una búsqueda exhaustiva de ello.
—¿A qué te refieres entonces?
—Me refiero a que Harry tiene sangre muggle en sus venas. Su madre era bruja, sí, pero los padres de ella eran no mágicos. —Ron continuó con su explicación—. Esto quiere decir que, tal vez lo que tiene Harry no es una enfermedad del mundo mágico…
—Si no una muggle —completó Hermione abriendo los ojos con sorpresa—. Brillante.
—Gracias —dijo Ron mostrando una sonrisa orgullosa.
—Entiendo, eso tiene sentido. —Harry ahora veía un poco más de cerca la respuesta y eso lo motivó a estar más relajado—. Pero ahora, ¿cómo vamos a investigar lo que tengo?
—Mi padre es dentista Harry, sé que no es médico, pero es algo cercano —contestó Hermione y comenzó a escribir en un pedazo de pergamino—. Le mandaré una carta y espero que pueda orientarnos un poco más al respecto.
Harry, sin gente fuera de Hogwarts que lo esperara, sólo pudo agradecer por tener a la familia de sus amigos para apoyarlo. Sonrió y con mayor energía, comenzó a apilar la cantidad de libros que tendrían que regresar mañana a la biblioteca.
—Listo, espero que en poco tiempo mi padre pueda resolverlo, ¿Hedwing podría llevarla?
—Con gusto. —Harry llamó a su lechuza y esta llegó volando, cruzando toda la habitación con sus alas blancas hasta posarse en su brazo derecho—. Lleva esto con los padres de Hermione, quédate con ellos de ser necesario hasta que logren contestar.
Y con esa indicación, Hedwing alzó su vuelo y desapareció como un punto blanco entre el firmamento oscuro del cielo.
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4.
Pasaron sólo cinco días y su lechuza aún no había vuelto de su encargo y Harry comenzaba a desesperarse un poco; al ser automedicar su cuerpo en supresores que no eran los indicados para él —pues aún con todo, decidió no acudir a revisión con nadie y las pastillas las adquirió del botiquín general—, el efecto se disipaba muy rápido y experimentaba episodios vergonzosos que antes no tenía.
Y, por desgracia, en casi todos ellos se veía involucrado Draco Malfoy.
Como estar en medio de la clase de Pociones y soltar un ligero ronroneo ante el acercamiento de Draco cuando fueron a recoger ingredientes para la clase del día. O estar en Defensa contra las Artes Oscuras y sentir júbilo desmedido al escuchar que su compañero de práctica sería éste mismo. Sin mencionar lo duro que se puso cuando lo vio practicando Quidditch la tarde anterior, observando el perfil afilado que brillaba como porcelana y cómo los muslos magros y largos de Draco se apretaban a la escoba para no caerse.
Nunca había pasado algo como eso, y era extraño.
El colmo había llegado ese domingo. Harry salió a Hogsmade con sus amigos, nada le relajaba más que estar lejos de la zona donde podía encontrarse con quien, últimamente, le causaba estragos a su cuerpo; pero no había aprendido que la vida es muy injusta y por azares del destino, la persona que menos quería ver era quien estaba a unos pasos de él.
Draco iba caminando junto con Pansy y Theo; los tres reían de cosas que contaba la chica, y todos sin sentir que estaban siendo observados sólo por él—por desgracia, les había dicho a sus amigos que se adelantaran al caldero chorreante en lo que él compraba dulces—. Harry se detuvo en medio de la vereda sin saber qué hacer, y sólo continuó con sus ojos en Draco, quien se veía mejor de lo que estaba hace unos días; tenía sus mejillas rosadas, probablemente por las temperaturas altas, sus ojos se veían radiantes, muy diferentes a comparación de la irritación que había alrededor de ellos, sin mencionar la delgada camisa gris que usaba y resaltaba su esbelta figura.
—¿Se te perdió algo, Potter?
Harry salió de su transe al escuchar la voz y parpadeó bastante confundido. Se reprendió haberse perdido observando a Draco, pero para sorpresa de él, quien le estaba haciendo frente no era su archienemigo escolar, si no la chica azabache que sostenía la mano de Draco; mostraba una mirada fiera, y Theo sólo estaba a lado de ellos con postura firme.
—¿Disculpa? —Harry se acercó poco a ellos para evitar gritar. Lo mejor en esos casos, era hacerse el occiso.
—Estás soltando malditas feromonas, idiota —respondió Pansy sosteniendo aun la mirada desdeñosa—. Cómprate unos supresores y deja de intimidar a otros.
—No lo hago a propósito —rezongó él, ahora ligeramente molesto por recibir reprimenda de alguien. Nadie tenía por qué saber que su último supresor lo tomó hace muy poco.
—¿De verdad? Oh, discúlpame —dijo ella con sarcasmo, afianzando sus manos con las de sus amigos—. Si no te haces cargo de eso, es como si lo hicieras.
Harry se quedó el silencio unos momentos, contemplando que más de una persona se había detenido a observar el pequeño enfrentamiento que tenían. Él estaba avergonzado y molesto, Pansy se veía furiosa, Theo estaba a la defensiva, y Draco era el más ecuánime de todos.
—Pansy, aunque me agradaría bastante terminar de humillar a Potter, debemos regresar pronto —dijo Draco sosteniéndole la mirada, quien le veía orgulloso.
—Pero… —ella intentó reclamar, fue detenida por un dedo largo en su boca.
—Necesito regresar, ¿comprendes? —Draco la miró con intensidad.
—De acuerdo —dijo derrotada, más por Draco que por la presencia alfa de Harry—. Vámonos Theo.
Los Tres Slytherin comenzaron a caminar rumbo al castillo para pasar de largo junto a él, quién ya había relajado su respiración para evitar seguir soltando feromonas alfa. Decidió pasar ese altercado a segundo plano y retomó su andar a donde lo esperaban sus amigos; mientras Draco pasaba a su lado, por un segundo, llegó a su nariz un tenue aroma, provocando que su corazón se acelerara por ello.
Sin poder anticiparlo, su mano izquierda tomó el brazo de Draco y lo jaló hasta estar cerca de él. Dos o cinco segundos pasaron, Harry perdió la noción del tiempo y de verdad odiaba su instinto, pues en un acto osado —e involuntario—, acercó su nariz hasta el cuello blanco de Draco e inhaló profundo.
Lo que le llevó a recibir un petrificus totalus y caer sobre el empedrado del camino.
—¿Quién mierda te crees, Potter?
Harry, desde el suelo, vio a Draco apuntarle con su varita y recordó el duelo que tuvo con él en segundo grado; tenía que reconocer lo tonto que era, pues ahora recordaba una caída muy fuerte cuando le lanzó un everte statum, el otro siempre fue bueno con sus reflejos al momento de realizar un hechizo.
Draco respiraba muy rápido y temblaba su mano, y tal vez tantos golpes en su vida le habían afectado la cabeza, porque podía ver como tenía un rostro lleno de vergüenza, aun cuando sus ojos grises irradiaban molestia.
—Vámonos.
Harry los escuchó irse y segundos después, algunas personas se acercaron a ofrecerle ayuda, realizando el encantamiento para revertir el estado petrificado en que se encontraba; muchos le instaron a que reportara a Malfoy por haber usado su magia de esa forma, pero él no estaba del todo de acuerdo y sólo agradeció con una sonrisa.
Apretó sus manos, recogió los dulces que se habían caído con él y se fue corriendo hacia el bosque para llegar a la valla de la casa de los gritos, donde se sentó sobre una roca y jaló su cabello desesperado. La normalidad de su vida pasó a segundo término desde temprana edad, pero el hecho de no poder controlar su cuerpo, sus acciones, era lo que le tenía desesperado.
Oficialmente, había sobrepasado los límites con ello; entendía que Draco sólo actuó en defensa propia, pues fue él quien, deliberadamente, invadió el espacio personal de otra persona. Y en realidad no sabía por qué lo hizo, no reconocía que, por su mente, cruzara la idea de inhalar el aroma de alguien; específicamente de Draco.
Y en primera instancia, Draco al ser Beta, no tenía feromonas. Bueno, si poseía algo similar a un aroma—por lo que recordaba de las clases con Ron—, muy sutil, pero que en realidad no podía influenciar el comportamiento de alguien —mucho menos un alfa como él—; por lo que no tenía sentido pensar, siquiera, que ese agradable olor a colonia de menta le haya instado a hacer eso.
Se sentía más confundido de lo que había estado últimamente; impotente por no poder hacer algo para detenerlo, y furioso por no poder controlarse ante él, al grado de soltar feromonas por sólo verlo.
Harry envidió a Draco por ser sólo un beta.
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5.
Harry regresó a Hogwarts después de estar solo toda la tarde; las últimas horas se quedó sentado cerca de la casa de los gritos, comiendo los dulces que alcanzó a rescatar y pensando en qué tenía que hacer para poder evitar a Draco los siguientes años escolares para evitar la vergüenza de recordar oliéndole.
Llegó a la sala común de su casa y ahí estaban Ron y Hermione, mirándole con reproche; no podía culparlos, era cerca de las nueve de la noche y él nunca se presentó donde habían quedado.
—Harry, nos preocupaste —dijo Hermione acercándose a él y le abrazó. Él, por inercia, correspondió el abrazo.
—Lo siento, tuve un percance. —Harry sobó la parte trasera de su cabeza. No quería revivir lo sucedido, pero conociendo a sus amigos, sería inevitable.
—¿Qué sucedió? —Ron era quien se preocupó más y soltó el interrogatorio.
—Saliendo de Honeyduckes me topé con Malfoy y sus amigos —respondió Harry comenzando a caminar cerca de la chimenea—. Comencé a discutir con Pansy, y cuando ya se iban… mi mano izquierda tomó a Draco y lo acerqué a mi lo suficiente para olfatearlo, me lanzó un petrificus y fui a despejar la mente un poco después de eso.
Realmente fue un día cansado, y lo que menos quería ver era a sus amigos con caras sorprendidas y con más confusión de la que él tenía. Sólo esperó paciente a que continuaran diciéndole algo, a reclamarle por haberse metido nuevamente con Draco sin ellos para respaldarle, pero nada llegó hasta que abrió sus ojos y Ron seguía con su rostro confundido y Hermione se puso tensa.
—Harry, él es un beta —dijo Hermione ahora mirándole a los ojos.
—Tal vez haber negado tanto tu segundo género afectó tu olfato. —Ron se veía pasmado, pero no presentaba molestia ante la situación.
—Si no fuera alfa, no tendría que reprimirlo en primer lugar.
Todos mantuvieron un acuerdo de silencio; cuando Harry se ponía en ese humor, era mejor que nadie le contradijera o se pondría peor. Todos se sentaron en los sillones de la estancia y aguardaron con la mayor quietud posible. Cuando pasaron unos minutos, escucharon un sonido que provenía de la ventana cercana, Hermione se acercó a abrirla y Hedwing entró con tranquilidad, planeando hasta llegar a Harry y posarse en sus piernas.
—Por fin una respuesta —dijo con un tono más alegre, desató el rollito de papel que tenía amarrada a una de sus patas y la estiró a sus amigos—. ¿Podrías leerla Hermione?
—Claro —recibió la carta y comenzó a leerla: —Querida hija, lamento mucho haber tardado con la respuesta, después de leer tu carta, comencé a investigar con mis colegas y en algunos libros psiquiátricos que están en la Biblioteca Central; tengo buenas y malas noticias para nuestro Harry, pues efectivamente, los síntomas concuerdan con una enfermedad llamada "Síndrome de la mano ajena"; por desgracia, es muy reciente, y no hay mucha bibliografía para entenderla, y por supuesto, no existe una cura hasta el momento.
» Transcribí lo que encontré de esta enfermedad, te envío las copias para que puedas revisarlo y averiguar si en el mundo mágico, podría existir una solución para ello. Si requieres algo más, sabes que puedes pedírmelo.
» Espero que estés bien y tomes tus medicamentos. Tu madre y yo enviamos saludos a Harry y Ron.
» Con amor, mamá y papá.
—¿Síndrome de la mano ajena? —Ron se acostó en la alfombra roja—. Es muy raro eso.
—No hay cura —repitió Harry en un susurro—. Estoy condenado.
—Aquí dice que las causas más frecuentes son por un golpe en la cabeza —dijo Hermione levantándose y comenzó a caminar alrededor de ellos—. Hay una sesconexión interhemisférica, resultado de lesiones en el área motora suplementaria, cuerpo calloso, cortex frontomedial, frontal, parietal posterior y tálamo, por lo cual hay una despersonalización y uno de los brazos comienza a tener su propia personalidad.
» El cerebro humano tiene dos hemisferios, los cuáles se encuentran conectados para poder trabajar conjuntamente y uno de ellos predomina sobre el otro —continuó explicando Hermione lo que venía en las copias que envió su padre—. Pero al momento del trauma, el hemisferio que no es dominante, por lo regular el derecho, es quien se desconecta, o al menos una parte.
—¿Entonces sólo tenemos que encontrar la forma de conectarme nuevamente?
—La teoría dice que sí —dijo Hermione sentándose cerca de Ron—. Aunque me pregunto si las compulsiones que tienes, es decir, todo lo que haces sin que tú, Harry, lo desees, no se debe a que es tu alfa quien habla.
—No entendí. —Ron y Harry dijeron al unísono.
—Para hacerlo más breve… se supone que tanto los alfas como los omegas tenemos un instinto, lo que nos obliga, algunas veces, a hacer cosas que normalmente no haríamos, ya que lo regula la parte racional de nosotros. —Hermione esperó a que dieran algún indicio de que si entendían y continuó: —. Por lo que, ahora que Harry no puede regular dichas pulsiones, hay una parte de su cuerpo que puede hacer esto con libertad.
—Quieres decir… ¿que mi parte alfa es quien ha estado haciendo todas estas cosas con mi brazo izquierdo? —Harry preguntó verdaderamente interesado.
—Es la conclusión que tengo por el momento —dijo Hermione regresando su mirada a las hojas que le envió su padre.
—Eres maravillosa —susurró Ron con rostro embelesado. Ella sólo sonrió con orgullo.
Ahora Harry se sentía más confiado; aunque no existiera una cura, al menos ya tenía un nombre lo que le sucedía, no estaba loco, y mucho menos hechizado. Todo se debía a esa parte de él que siempre quiso negar, y tal vez fue por ello, que se manifestó a la primera oportunidad que tuvo.
Pero la pregunta que aún no tenía respuesta…
¿Por qué siempre cerca de Draco Malfoy?
Quería seguir negando la atracción que sentía por él.
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6.
Las noches anteriores, Harry debatió con sus amigos si debía contarle a Dumbledor lo que le sucedía para ver si los medimagos podían hacer algo por él, ya sabían que la medicina muggle no había nada, pero nada perdía con intentarlo.
Aunque una parte de él, ahora, se sentía en conflicto; si todo había comenzado por reprimir tanto su lado alfa, probablemente empeoraría si de nuevo él tenía el dominio total de su cuerpo. Sin embargo, existía la posibilidad de que eso no sucediera. Y eso incluía en repararlo antes de regresar a casa en vacaciones de verano, pues si sus tíos no lo querían por ser un mago, lo odiarían de enterarse que, aparte con su herencia mágica, vino un regalo sorpresa de un género secundario.
Exhaló el aire retenido y siguió caminando hacia la cabaña de Hagrid. En situaciones así, siempre le ayudaba hablar con el primer amigo del mundo mágico que tuvo para pensar con mayor claridad y poder tomar una decisión. Además de relajarse tomando un poco de cerveza de mantequilla mientras comía un poco de la tarta de melaza que preparaba Hagrid.
Siempre era agradable caminar a las afueras del castillo; estirar las piernas un momento, salir de aquel remolino de aromas diversos que pululaban en los pasillos de la escuela y respirar todo ese aire con olor a pino, tierra y menta que tanto le encantaba.
Harry se detuvo en seco. Abrió sus ojos y su corazón se agitó.
Sólo conocía a una persona que usaba con una colonia de menta muy similar a la fragancia que olía en ese momento.
Volteó a su izquierda y luego a su derecha, revisando todo el perímetro, sin encontrar a la persona que esperaba ver. Decidió cerrar los ojos e inspirar una gran bocanada de aire, y con eso, su mano izquierda se estiró hacia las inmediaciones del bosque prohibido; cedió a la picazón de la parte izquierda de su cuerpo y comenzó a caminar hacia donde, pensaba, provenía el olor.
Después de llegar al cerco donde Hagrid daba sus clases de Cuidados de Creaturas mágicas, abrió sus ojos y ahí, en el centro de ese mar de árboles, estaba sentado Draco sobre una roca. A diferencia de él, Draco iba vestido con el uniforme escolar, pero contrario a otros días, se veía totalmente desaliñado; la corbata estaba floja, los primeros botones de su camisa blanca desabrochados, y no llevaba puesta la túnica de su casa, si no esta era usada como manta para no ensuciarse.
Tragó la saliva acumulada en su boca, indeciso por lo que haría.
—¿No estás muy lejos de tus amigos, Potter?
—Lo mismo puedo decir —dijo acercándose un poco más. A pesar de verse tan poco pulcro, aún conservaba esa vena sarcástica y rostro travieso que tanto lo caracterizaba.
—Necesito tiempo de vez en cuando para mí —respondió Draco aun sin verle a la cara.
Y Harry abrió sus ojos en sorpresa; ahora lo recordaba, no había visto a Draco en clases ese día.
—¿Saltándote las clases? —Preguntó Harry con autentica curiosidad.
—Créeme, aun cuando me salte todas las clases que restan del año, puedo pasar con mejores calificaciones que tú.
Harry frunció el ceño, no tenía forma de refutar esa aseveración. Quería hacer más preguntas, pero el aire a su alrededor le hizo perder la concentración y sólo se dedicó a inhalar el aroma que lo había guiado hasta ese lugar. No sabía por qué, pero estaba casi seguro de que provenía de Draco, quien estaba ahí sentado sin verle, con la mirada clavada en la tierra y los pocos rayos de sol bañando su etéreo cuerpo.
Se sintió incómodo ante sus pensamientos, no era propio de él pensar en las otras personas con tanta poesía; tan solo no estaba seguro de que algo así sucediera en el pasado, con nadie. Sin duda, el aura que Draco le inspiraba era de acercarse a él y, con la punta de sus dedos, acariciar lentamente la pálida piel de su nuca.
Tuvo que contener con su mano derecha el impulso de su brazo izquierdo, que estaba desesperado y muy dispuesto por romper la brecha entre él y Draco.
Unos minutos después, una lechuza grisácea se detuvo a unos pasos de Draco; extendió sus alas para mostrar un pequeño paquete de color verde atado en su pata derecha. Draco se acercó a él, desató el moño negro y le dio un bocadillo que sacó de su túnica.
—Gracias Júpiter. Llévale a mi madre muchos cariños —dijo y vio partir a la lechuza inmediatamente.
Le vieron cruzando el cielo hasta perderse, y enseguida, abrió con prisa la caja, destruyéndola a su paso, y sacó un frasco de vidrio transparente, el cual contenía pequeñas pastillas amarillas; ahora Harry se sentía verdaderamente intrigado. ¿Para qué querría Draco un medicamento? Y de pronto, el semblante cansado de su compañero, más la falta a las clases el día de hoy, encendieron las alarmas en su cabeza.
—¿Estás bien? —Inquirió Harry acercándose a Draco veloz.
—Eso no es asunto tuyo —respondió a la defensiva el otro.
Harry sabía que Draco tenía razón. Pero él nunca fue bueno siendo racional, por lo que cedió a sus impulsos y su mano derecha tomó la mano otro, sin demasiada fuerza, solo la suficiente para asegurar de que no se escapase.
Y fue cuando sucedió. La magia del aroma a menta emanó del cuerpo de Draco, quien soltó un jadeo suave, y llenó el penoso silencio del que eran presos ambos. Harry lo soltó por inercia, como si el calor de la piel del otro le quemara en un instante; y Draco seguía ahí, parado frente a él, con una mano en su boca para reprimir inútilmente los sonidos suaves y bajos que salían de sus labios, y ocultando el tono rosado que poco a poco llenaba sus mejillas.
Se sintió mareado, pero lleno de un júbilo que crecía en su pecho de forma incontrolable. No podía encontrar punto de comparación a la emoción que sentía su cuerpo; era como su primera clase de vuelo, o esa vez en que Molly Weasley le preparó tarta de melaza para su cumpleaños y festejaron todos en La madriguera. Se sentía un calor agradable en su pecho, como a hogar.
Su respiración se aceleró e inspiró nuevamente el aroma a menta que le estaba volviendo loco. Las respuestas estaban ahí, las pistas eran tan evidentes y claras.
Harry lo entendió.
Draco era un omega.
—Malfoy…
—Eres un idiota, Potter —dijo Draco cuando recobró la compostura un poco. Tomó su túnica y comenzó a correr rumbo al castillo.
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7.
Sentía sus piernas pesadas, y le costaba mucho caminar después de todo lo que recién descubrió. Estaba atónito aún, pero todo lo que había estado viviendo podría ser explicado por saber el secreto de Draco; su lado alfa, aquel que tanto había reprimido, se dio cuenta que Draco era un omega y poco a poco intentó llamar su atención. Aun se sentía feliz, pues con todo eso, su brazo izquierdo se mantuvo tranquilo todo ese tiempo.
Sin visitar a Hagrid, Harry regresó al castillo rumbo a la sala común, necesitaba encontrar a sus amigos para contarles lo que había pasado en el bosque esa tarde. Corrió hasta sentir fríos sus pulmones por el aire de la noche; sabía que tenía que hacer algo, con Draco, pero no podía ordenar las ideas revueltas en su mente.
Cuando dijo la contraseña a la Dama Gorda y cruzó el pasillo hasta la sala común, revisó el perímetro para constatar que no había nadie además de Hermione y Ron, quienes dejaron de besarse al momento de verlo jadeando y su mirada cambió a una preocupada.
—Draco es un omega —dijo Harry vomitando sin contexto su descubrimiento. Sin pensar siquiera que Draco quisiera que alguien se enterara y se arrepintió en el acto.
Maldita sea la costumbre Gryffindor de hacer y luego pensar.
El rostro de Ron era risible, casi podía escucharle soltar una sonora carcajada; Hermione, en cambio, guardó silencio y no derrochó una avalancha de preguntas.
Alzó su ceja, extrañado; eso era muy raro en ella.
—¿Draco Malfoy? —Repitió Ron, a lo que él sólo asintió—. ¿Seguro? Porque hasta donde toda la escuela sabe, Draco se manifestó como beta hace más de un año.
—Completamente —respondió con seguridad y se acercó hasta estar frente a ellos, cerca del calor de la chimenea—. Hoy percibí su aroma, era… fresco.
Ron reprimió una risa ante el rostro sonrojado de Harry; él sólo desvió sus ojos hacia Hermione, quien apretó la tela de su pijama.
—Harry, déjale. —La voz de Hermione era tranquila, pero firme. Tanto él como Ron se sorprendieron cuando un aroma frutal los rodeó; era extraño que su mejor amiga y novia, respectivamente, usara el aroma que los omegas usaban para armonizar el ambiente.
—No. —Harry se sintió atacado, pero no hizo nada más que fruncir el ceño—. Necesito saber por qué todos pensábamos que era un beta.
—Tal vez sólo le daba vergüenza —contestó Ron, y ante la mirada furiosa de Hermione decidió completar su deducción—. Quiero decir, es extraño que en una familia de Sangre Pura se presente un omega, probablemente sólo lo hace por orden de sus padres… y, aun así, es triste.
Harry se quedó callado; jamás había pensado en que referente a las castas, incluso en el mundo mágico, existiera tal segregación. Aunque él, mucho tiempo, suprimió su instinto alfa —por ser algo que no deseaba—, era diferente para alguien que ha vivido con el conocimiento y tal vez la expectativa de ser uno y, por el contrario, lidiar con la presión de manifestarse como lo contrario a ello. Sintió mucha molestia hacia los padres de Draco —si fuera cierta la suposición de Ron— y la ira corría por sus venas, sintiendo su corazón latiendo con prisa y a su vez, la necesidad de consolar a Draco.
—Yo… yo sabía que era un omega.
Harry y Ron voltearon a ver a Hermione, quien veía las llamas en la chimenea, sin hacer contacto visual con ninguno de ellos, pero manteniendo la cabeza firme, con todo el porte de un dominante.
—¿Por qué no nos dijiste nada? —Preguntó Ron y Harry lo agradeció. De haber sido él, su voz de mando hubiese salido a flote y era lo último que quería en ese momento.
—¿Recuerdas que el año pasado llegó mi celo en clase de Runas? —Ron asintió y Harry tomó asiento cerca de ella—. Fui al sanitario de mujeres del segundo piso, donde Mirtle usualmente vaga; creí que no había nadie, y que era seguro… pero le vi a él, estaba parado y al estar en celo, pude percibir su aroma. Fue algo ligero, pero definitivamente estaba ahí.
—¿Y qué sucedió?
—Draco me ayudó a llegar hasta el dormitorio y dejarme sana y salva —contestó Hermione y sonrió—. No me pidió que guardara su secreto o algo parecido, pero sabía que eso era lo que él quería. Al contrario de mí, Draco es un omega recesivo, Harry.
—¿Omega recesivo?
—Su aroma es casi tan poco penetrante como el de un beta, y puede pasar por uno perfectamente tomando sólo los supresores necesarios—dijo Hermione y abrazó a Ron—. El problema, es que últimamente Draco ha presentado calores recurrentes. Lo sospeché cuando entró al gran comedor hace semanas con cara de no haber dormido… parece que algo está despertando su género secundario con más fuerza.
—Entonces… ¿ha estado sufriendo? —Harry se sintió, instintivamente, protector ante la idea de que Draco padeciera —aunque sea un poco— debido a su género secundario.
—Es lo más probable.
Harry permaneció callado después de eso, pensando en todas aquellas veces en que Draco tuvo que vender una imagen que no era la suya, ocultándose detrás de mentiras, quizá por coerción de su padre. No podía siquiera imaginar lo idiota que fue al pensar que Draco la tenía fácil por ser beta.
—No es tu culpa, Harry —dijo Ron—. Merlín me perdone, lo último que quisiera sería compadecerme de él, pero creo que por algo debió haberlo ocultado…
—Ahora, lo único que podemos hacer, es no decirle a alguien más esto. —Ron y Harry asintieron—. Draco es el único que va a decirlo en cuanto se sienta listo.
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8.
Algunos días después, Harry caminaba por los pasillos de la escuela, aún recordando la plática que tuvo con sus amigos respecto al secreto de Draco. Todo estaba relativamente tranquilo, con la excepción de que Draco le estaba evadiendo desde entonces; no podían estar juntos en el gran comedor para las comidas, pues él salía disparado hacia la salida; y sobre las clases que compartían sus casas, el otro se encargaba de llegar excesivamente temprano o demasiado tarde y siempre se sentaba lo más lejos de él.
Y ni cruzarse en los pasillos; de alguna forma, logró evitarlo hasta para ir al sanitario.
De alguna forma, todo eso lo estaba volviendo loco.
Ahora que tenía pleno conocimiento de ello, podía percibir cada detalle de lo que hacía Draco, aun con la distancia que puso de por medio. Sentía la cercanía de su calor al pasar presuroso a su lado; podía casi saborear los rastros de aroma a menta que dejaba a su paso, y la constante ansiedad que sentía al ver como otra persona ajena a su círculo, se acercaba a él.
No podía discernir si eran sus sentimientos o simplemente, un instinto natural que nacía de él para protegerle.
Y eso le frustraba aún más.
Como en ese momento; Mark Kluibert, un Hufflepuff, había estado rondando a Draco más de lo usual. Generalmente, los Slytherin no se involucraban con otras casas a menos que no sea estrictamente necesario, y podía ver como Mark pudo traspasar esa barrera desde hace un par de días —tal vez porque era el capitán del equipo de Quidditch—; se acercaba a Draco cuando Pansy o sus amigos no estaban a la vista, y Harry podía apostar a que el otro no se veía muy cómodo con tal cercanía.
Harry sólo podía observar en silencio, lejano, y con frustración como Mark tocaba con roces sutiles, la pierna o el brazo de Draco. Y si sólo fuera por él, lo dejaría pasar sintiendo la amargura en su garganta y la ansiedad.
Mío.
Pero se olvidaba que no sólo era él quien manejaba su cuerpo.
Todo sucedió en cámara lenta; en el instante en que vio a Mark acercar su rostro peligrosamente a Draco, Harry no logró contener la parte izquierda de su cuerpo y se acercó hacia ellos lo más rápido que pudo, jaló a Draco lejos del otro, y lo llevó hacia otro lado sin decir una palabra.
Su mano izquierda tenía, con firmeza, tomada la mano de Draco quien no le había reclamado y se dejaba llevar por donde él caminara; estaba nervioso por no saber qué decir o hacer después de eso, aun cuando casi toda su vida hace las cosas y después las piensa.
Llegaron a un páramo cercano a las canchas de Quidditch, y fue ahí cuando soltó la mano de Draco, quien no se alejó ni un paso y, contrario a ello, le miraba insistente en espera de una respuesta de él. Y aun cuando no sabía por qué lo hizo, tenía la certeza que era por la persona que ha estado en sus pensamientos, quien precisamente le observaba con ojos grises tan penetrantes y transparentes, que casi podía ver el anhelo reflejado en ellos.
Respiro muy hondo, esperando con ello calmar su ansiedad y de paso, darse un empujón de valentía.
—¿Quieres la versión corta o larga de la explicación que quiero darte? —Preguntó Harry dejando sus libros sobre el pasto.
—Definitivamente me interesa escuchar la versión larga, pero en estos momentos, prefiero la corta —respondió Draco—. No creo tener la paciencia para no lanzarte otro hechizo antes de que termines.
—Creo que… al parecer… me gustas.
Harry cerró los ojos esperando alguna reacción no pacífica del otro, pero al no sentir nada, sólo abrió uno de ellos para corroborar que todo estuviera en orden y lo que vio lo dejó en blanco.
Draco estaba ahí, frente a él, con el rostro sonrojado y los puños apretando el maletín donde cargaba sus libros.
No sabía si era su alfa o él quien sintió un vuelco en su pecho, pero la alegría de ver esa reacción era tan real, que, por un egoísta impulso, cerró la brecha entre ellos, acarició la barbilla de Draco y recorrió las pequeñas imperfecciones que tenía en la piel de porcelana. Fue mágico descubrir que aquello que veía de lejos no se comparaba con lo que sentía bajo sus dedos.
Harry percibió una ola de magia brotando de ambos y comenzó a rodearles; era una sensación nueva, su corazón latía frenético y podía sentir la adrenalina corriendo por su cuerpo; era tan cálido como para saber que aquello era por lo cual seguía vivo.
Lo entendió en un instante…
Destino.
—No entiendes —susurró Draco relajándose al contacto al grado de comenzar a sollozar. Sus ojos comenzaban a tener destellos dorados cerca de su pupila—. Yo soy… soy…
—Eres Draco. —Harry le abrazó y, de forma voluntaria, soltó feromonas para tranquilizarle—. ¿Qué importa que seas omega recesivo? Eso no es lo que te define, y no te estoy eligiendo por eso… tal vez, siempre lo negué por ser idiota, y lamento tanto haberte hecho sufrir hasta ahora. Quiero aprender más cosas de ti, y que me conozcas más… y si después de eso prefieres no tenerme cerca, lo entenderé.
Draco se acurrucó en su regazo; sintió su nariz puntiaguda cerca de su cuello, inhalando su aroma y soltando el propio; una perfecta sincronía entre ellos. Harry entendía que su relación era problemática, y no pretendía borrar nada de todo aquello que pasó, pero sí deseaba marcar una nueva página a partir de ese momento.
Terminaron acostados cerca de un árbol. El día pasó lento, constante… las nubes se movían lentamente y ninguno pronunciaba palabra alguna. Draco se tranquilizó y él no quería interrumpir ese breve descanso, pero era necesario regresar a los dormitorios o recibirían una muy severa llamada de atención.
Y Snape le asesinaría si a Draco le pasaba algo.
—Tenemos que regresar —dijo Harry moviéndole un poco.
—No quiero —contestó Draco abrazándole aún más. Harry no se sorprendió, pues tal vez en ese momento, quien hablaba era el omega, quien quedó deshinibido cuando el alfa de Harry se manifestó hace un par de horas.
—Yo tampoco, pero debemos de hacerlo. —Harry apostaba a que su alfa no le dejaría tan fácilmente, no después de haberle permitido estar cerca de quien ahora tenía entre sus brazos—. O el profesor Snape me asesinará antes de poder cortejarte como es debido.
—No me importaría si lo hiciera —dijo Draco con voz divertida—. ¿Cortejar? Creí que no te gustaba tu dinámica Alfa.
—Y no lo hace, apenas nos toleramos. Pero sé que es muy propio de las tradiciones de sangre pura tener cortejo para salir juntos...
—¿Lo harías por mí?
—Creo que todas esas veces en que he actuado idiota frente a ti, es porque el alfa era quien me indicaba que eras tú… que siempre has sido tú. Es momento de no negarlo.
Draco evadió su mirada, y él no insistió en una respuesta. Necesitaba tiempo, y él le daría todo el del mundo.
—¿Puedo besarte?
Harry se sorprendió ante la repentina petición del otro, pero asintió. Fue un beso muy pequeño, apenas un pequeño roce en los labios del otro y acercó sus manos a las mejillas de Draco; sintió júbilo en su cuerpo, certeza y realidad de lo que sucedía.
Quería que ese momento durara por siempre.
El beso terminó y dejó su frente recargada en la del otro, queriendo repetir el gesto, pero con temor a hacerlo; confiaba en que tendría mucho tiempo por delante para hacerlo.
—¿Cómo supiste que era un omega recesivo? Es casi imposible de saberlo…
—Ese día en Hogsmade, había un aroma peculiar en el aire, y sólo podías ser tú —dijo Harry y Draco le vio con cara de duda—. Y Hermione me confirmó eso después del día en el bosque, cuando recibiste tu dosis de supresores.
—Gryffindor boca floja debía ser.
Harry sonrió; sabía que no lo decía en serio. Le extendió la mano para ayudarle a levantarse y, contrario a lo que últimamente hacía, fue su mano derecha la que se precipitó a hacerlo y mantuvo el contacto entre ellos, entrelazando los dedos con los de Draco y caminaron nuevamente hacía el castillo.
Era la primera vez en semanas que su mente y su instinto estaban de acuerdo con algo; y trabajaría firmemente para que no fuera la última.
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N/A: Estoy muy emocionada, porque es el primer omegaverse que escribo de la ship Drarry *corazón* Me encanta Harry como alfa, se me hace tan bello, y Draco ni se diga... me tienen muerta de amor estos dos.
Este es el primer one shot de un par que formarán parte de la serie This story ain´t over, donde veremos mas respecto a la dinámica Alfa/Omega de ellos dos, desde aquí, hasta el cortejo, smut, y quizá hasta los retoños, por qué no.
Espero que hayan disfrutado leerla, ¡muchas gracias!
Besos de arroz con leche.
