Disclaimer: Black Clover y sus personajes pertenecen a Yūki Tabata.


-Haru Matsuri-


—¡Grey, estás guapísima!

El grito ensordecedor y exageradamente entusiasta de Vanessa hizo que la chica de cabello azul se sonrojara profusamente. No era nada nuevo, pues se pasaba un porcentaje muy elevado de su vida con el rubor cubriendo sus mejillas y sintiendo una vergüenza inexplicable, pero el pudor crecía sin control cuando la elogiaban.

Como persona extremadamente tímida que era, no soportaba que la miraran demasiado o ser el centro de atención, así que esa situación se le antojaba más que incómoda.

El Reino del Trébol estaba atravesando un período de paz largo e inusual tras la derrota de la Tríada Oscura, así que Yami había decidido que todo el escuadrón del que él era el capitán se iría de vacaciones. Y no eligió un lugar al azar, sino que decidió que era hora de volver a sus raíces, al país en el que había nacido y que llevaba años sin ver.

La mayor sorpresa fue que Charlotte Roselei los acompañaba en esa ocasión, pero ni siquiera fue una sorpresa propiamente dicha porque casi todos los Toros Negros la habían visto de visita en la base y alguno que otro incluso había presenciado gestos más que cariñosos entre los dos capitanes.

Habían elegido la primavera para viajar, pues era una época muy especial en el país natal de Yami, en la que los cerezos en flor adornaban las calles de forma fascinante y, como en casi todas las épocas del año, había festivales que acompañaban a esa estación. Pero precisamente el Haru Matsuri era el que Yami más disfrutaba, por eso quería volver a verlo y especialmente le gustaba la idea de compartirlo con Charlotte.

Grande fue la sorpresa de Grey que, esa misma mañana, había recibido la invitación de uno de sus compañeros de orden para ir a aquel festival juntos. Y no era un compañero cualquiera además, sino que se trataba de la persona más indescifrable de los Toros Negros: Gauche.

Se lo había dicho con un tono un tanto seco, de esos que él acostumbraba a usar, pero lo que Grey no sabía era que esa forma un tanto desagradable de expresarse cuando iba dirigida hacia ella era porque estaba nervioso. En cualquier caso, había aceptado la invitación entre múltiples titubeos y ahora ahí estaba, poniéndose ese traje tan raro para ir al festival.

Según les había explicado la dueña de la posada en la que se hospedaban, para los festivales se debía llevar una ropa distinta, que era como una especie de vestido que llevaba una cinta en la parte baja del pecho y que se llamaba yukata. Esa misma mujer también les había llevado yukatas a las chicas y a los chicos, porque esa prenda también podía ser de hombre, aunque eran bastante diferentes, con colores más apagados y recios y con la cinta colocada en una parte más baja.

La yukata de Grey era de un tono rosáceo tenue, estaba adornada con un estampado de flores pequeñas de un color rosa más intenso y el cinturón era de color blanco. No era la ropa más cómoda del mundo, pero como era tradición y todas las chicas se lo iban a poner, no le quedó más remedio a ella que hacerlo también. Además que estaba segura de que Vanessa la habría obligado si no hubiese accedido.

—N-no me digas e-eso… —susurró con vergüenza.

—Pero ¿por qué no? ¡Si es verdad! ¡Estás preciosa!

Grey bajó la vista al suelo mientras entrelazaba sus dedos con nerviosismo. No le gustaban los halagos y todos sus compañeros lo sabían. No entendía por qué —especialmente Vanessa— seguían diciéndoselos.

—Bu-bueno… gracias…

Vanessa sonrió. A pesar de que tenían prácticamente la misma edad, la consideraba como una hermana pequeña a la que proteger y aconsejar en todo momento dada la naturaleza de su carácter. Se sentó en la cama de la habitación y le dio dos ligeros toques al colchón para que Grey la acompañara.

Grey se sentó a su lado sin mirarla directamente y se apretó las rodillas con las manos. No podía negarlo; estaba nerviosa. Y lo estaba porque era la primera vez que alguien se fijaba tanto en ella como para invitarla a una cita. Además, no se trataba de alguien cualquiera, sino de la persona de la que llevaba enamorada mucho tiempo. No quería hacerse demasiadas ilusiones porque tal vez solo era una invitación cortés de un amigo. Sin embargo, no podía dejar de pensar que le encantaría que no fuera así y que Gauche estuviera mínimamente interesado aunque fuera en ella.

—Grey, tienes que confiar más en ti misma. Esta es tu oportunidad. Tienes que decirle a Gauche lo que sientes por él —afirmó Vanessa de forma decidida.

—¡N-no! —gritó Grey como respuesta. De solo pensarlo incluso se le revolvía el estómago—. Yo… no puedo hacer eso…

—¡Claro que puedes! —Vanessa le sujetó las manos entre las suyas con cariño, haciendo que la joven de cabello azul la mirara por fin—. Y si no puedes, díselo de otra manera.

—¿De otra manera…?

—Con gestos.

—¿Gestos? ¿Qué tipo de ge-gestos?

Vanessa sonrió pícaramente antes de contestar.

—Con un beso.

Grey enrojeció completa. ¿Cómo iba a ser capaz de besarlo si no podía mirarlo a los ojos durante más de cuatro segundos seguidos? Se levantó deprisa y, dándole la espalda, le dijo que debían irse ya porque iban a llegar tarde.

Vanessa volvió a sonreír, asintió y se levantó también. Estaba segura de que ese día iba a ser prometedor.


Gauche daba vueltas sin parar en su habitación. Estúpida ropa del estúpido país natal de su estúpido capitán. Dios, cómo odiaba todo; su incompetencia incluida.

Siendo una persona tan segura como era, no podía creer que la propuesta que le había hecho a Grey de ir juntos y solos al festival ese día hubiese sido tan increíblemente incómoda. Su tono de voz había sido casi sentenciador —y eso que se había prometido a sí mismo ser amable y delicado— y Grey se había quedado congelada hasta que había aceptado entre interminables tartamudeos.

¡Y ahora incluso estaba pensando en pedirle a Finral algún que otro consejo! Eso era el colmo.

Cuando lo vio entrar a la habitación que compartían durante ese viaje, se mordió el labio inferior con frustración. Lo haría, qué más daba ya todo. No tenía más opciones, estaba tan nervioso que no parecía ni él mismo y necesitaba tranquilizarse aunque fuera insultando a su compañero después de que le dijera sus idioteces amorosas.

Le explicó brevemente la situación y con cada palabra que pronunciaba, los ojos de Finral se iluminaban más y el gesto de Gauche creaba una cierta mueca de asco por su reacción. Realmente esa era la peor idea que había tenido en toda su vida.

—¿Entonces tienes una cita con Grey?

—No es una cita, imbécil.

Finral sonrió con incomodidad. ¿Gauche quería consejo o simplemente iba a insultarlo? Bueno, en cualquier caso, como él era alguien bondadoso y generoso, le daría algunos trucos para que el amor entre esos dos por fin triunfara.

—Bien, te daré algún consejo para tu no cita —Gauche lo fulminó con la mirada y Finral volvió a sonreír, esta vez un poco asustado—. Estos festivales son muy grandes y hay muchas cosas que hacer: podéis ir a comer, jugar a algo… Creo que incluso hay fuegos artificiales. Tienes que tratarla con cuidado porque Grey es muy vergonzosa. No seas tan brusco hoy. Tienes que… dejar de ser un poco tú. Ah y dale flores. Eso les encanta a las mujeres.

Gauche frunció el ceño y se reafirmó: realmente pedirle consejos al mago espacial había sido una idea nefasta. Pero como él no tenía ni idea de mujeres ni de citas —porque sí, eso era una cita aunque no quisiera confesarlo en voz alta—, le haría algo de caso.

Se fueron juntos hasta el festival. Ya habían estado otros días pero sin llevar esa ropa tan extraña, así que ya conocían más o menos su distribución. Por eso, Gauche había quedado con Grey al lado de una fuente que estaba un tanto alejada de los puestos.

Cuando la vio llegando en la lejanía, el corazón empezó a latirle con más intensidad que de costumbre. Hacía un buen tiempo que se había dado cuenta de que Grey le gustaba, pero todavía no se había acostumbrado a tener esas reacciones involuntarias tan extrañas. Estaba realmente preciosa vistiendo esa ropa rara. Además, la luz del atardecer le daba un brillo especial a sus ojos y ni siquiera supo qué decir cuando estuvo enfrente suya.

Quería decirle muchas cosas, quería expresarle todos los sentimientos que tenía encerrados en el pecho, quería oír de sus labios que ella también sentía lo mismo, pero no fue capaz de articular un discurso coherente. En cambio, solo se dio la vuelta y le espetó un tenue «vamos». Se puso a caminar y Grey lo siguió en silencio. El ambiente era tan incómodo que los dos se arrepintieron de haber planeado esa cita.

Entre el tumulto de puestos y gente, mientras Gauche andaba, sintió unas manos, pequeñas y femeninas, aferrándose a la tela que cubría la parte de su espalda. Se giró un poco y vio a Grey con la cara escondida mientras daba pequeños pasitos para seguirlo. Qué idiota había sido. La había llevado a un sitio completamente abarrotado, sabiendo que eso era lo ella que más odiaba, y era su deber arreglarlo.

Gauche se dio la vuelta despacio y pudo entonces observar el rostro carmesí y los ojos lacrimosos de Grey. Le sujetó la mano en un gesto inconsciente y se la llevó de aquella multitud hacia una colina un tanto apartada donde podrían estar solos.

Durante el trayecto, Grey no dejaba de mirarle la espalda. Más que nerviosa por el contacto, estaba impresionada. Nunca habría imaginado que Gauche haría algo así. El corazón le desbordaba felicidad y, aunque notaba que la mano de Gauche sudaba ligeramente —probablemente a causa de su nerviosismo—, sentía una sensación muy cálida en su interior.

Se sentaron juntos en el césped de la colina sin decir una sola palabra. La situación era muy tensa y ninguno de los dos sabía cómo hacer desaparecer esa extraña incomodidad que pululaba por el ambiente. Gauche se estaba quebrando la cabeza pensando en qué decir, incluso meditaba contarle que había tenido que, literalmente, amenazar a Gordon para que no le siguiera porque quería acompañarlos.

Sin embargo, Grey le dio una grata sorpresa al ser ella quien comenzó a hablar.

—E-este sitio es mu-muy bonito, ¿verdad?

Gauche miró a su alrededor. Era cierto. Había muchos cerezos en flor y el atardecer hacía que la tierra brillara. Pero sin lugar a duda para él, la estampa que más belleza irradiaba no eran las flores ni la puesta de sol, sino la imagen de Grey sentada mientras se sujetaba las piernas, miraba el horizonte y sonreía suavemente.

—Sí —afirmó en voz alta, aunque en realidad estaba confirmando sus propios pensamientos.

Por fin, pudieron crear un ambiente un poco más distendido y relajado, en el que los silencios y las conversaciones se entremezclaban con aire natural hasta que la noche cayó por completo y los fuegos artificiales adornaron el cielo con una explosión de color y sonido que pocas veces habían presenciado.

—Grey, nunca te he agradecido que me curaras cuando Dante me hirió. Realmente tú… me salvaste la vida —dijo cuando el espectáculo finalizó.

Grey lo miró un instante y después volvió a enrojecer. ¿Cómo le decía que en realidad había sido él el que verdaderamente la salvó? Si era sincera consigo misma, tenía muchas ganas de contarle cómo había sido su verdadero primer encuentro, pero a esas alturas aún no era capaz.

—N-no es necesario —titubeó nerviosamente—. Quiero decir… E-estoy se-segura de que tú habrías hecho lo m-mismo por mí…

Gauche sonrió. Le gustaba mucho su sencillez y la forma que tenía de no atribuirse grandes logros, porque eso solo demostraba la gran persona que era. Se levantó despacio, se sacudió su yukata de color azul oscuro y le ofreció la mano a Grey para que se levantara. Ya se hacía tarde, así que lo mejor sería que se fueran a la posada a descansar.

El camino fue más o menos silencioso también, pero no les resultó pesado a ninguno de los dos. Gauche la acompañó incluso hasta la puerta de su habitación. Quería elogiarla, pero no sabía bien cómo se hacían esas cosas, así que optó por simplemente despedirse y marcharse. Ya tendría más oportunidades de decirle que estaba enamorado de ella en el futuro.

Grey, mientras tanto, lo miraba un poco contrariada. Sentía el corazón latiéndole de forma tan absurdamente veloz que pensaba que se le iba a salir del pecho y todo ello se debía a que estaba intentando reunir todo el valor que cupiese en su menudo cuerpo para llevar a cabo el consejo de Vanessa.

—Bueno, será mejor que me vaya a mi habitación. Buenas noches.

La joven, que miraba hacia el frente, levantó su mirada hacia los ojos de Gauche y, tras suspirar levemente, se inclinó un poco y le dio un beso muy corto en los labios mientras mantenía los ojos cerrados con fuerza. Después, entró a su cuarto con velocidad extrema y sin decir nada más.

Gauche abrió los ojos, atónito ante lo que acababa de pasar. Se dio la vuelta y se apoyó en la puerta. Involuntariamente, sonrió y se acarició los labios muy despacio. Cuando se recompuso un poco de la agradable sorpresa y del cosquilleo del estómago que el beso le había producido, se fue hacia su cuarto, seguro de que esa noche no podría ser capaz de dormir demasiado.

Jamás habría imaginado que aquella primera cita —o no cita, tal y como la había llamado Finral— con Grey acabaría de esa manera tan inesperadamente maravillosa.


FIN


Nota de la autora:

Ay, esta historia me hace especial ilusión porque es mi fic número 50 aquí y el número 20 en Wattpad y qué mejor que escribir de estos dos que cada vez se están ganando más mi corazón. Por cierto, hace poco escribí un one-shot que se llama Caricias trémulas y también es de ellos, es de clasificación M, así que no sale en la lista de fics a no ser que se filtre. Si lo queréis leer, está en mi perfil.

A mí me encantan las tradiciones japonesas y como es primavera en este lado del mundo, me ha resultado inevitable escribir esto. Por cierto, esta historia está basada también en unos preciosos headcanons escritos por mi querida Lyra (lyranova en tumblr), así que muchas gracias por dejarme usarlos para escribir esta historia, preciosa.

Y nada, espero que os haya gustado. Ojalá más autores se animaran a escribir de Grey y Gauche, pero mientras tanto, yo seguiré haciéndolo. Muchísimas gracias por leer.

¡Hasta la próxima!