Fragmento 1

La vida de Kagome era como un pergamino maldito, su familia era dueña de uno de los templos más prósperos de Japón, en el pasado su abuelo le había dejado muy en claro que su deber era proteger ese lugar sagrado donde se imponían el poso que conectaba a otro mundo y al gigantesco Goshinboku.

Para ella eran simples leyendas y patrañas, su abuelo se caracterizaba por ser un historiador que dejaba escapar ciertas patrañas, pero tenía el don de ser escuchado, siempre que un evento se suscitaba en ese lugar lograba obtener la atención y el aplauso de todos.

El templo Higurashi era un lugar pacifico, hogareño y próspero, pero todo se fue al mismísimo infierno cuando el líder de los Shichinintai, una reconocida banda de asesinos destruyo sin piedad a su familia. Recordar las últimas palabras de su madre cuando la ocultaba en un pasaje debajo del templo era un puñal para sus emociones, "debes vivir Kagome, tu deber es proteger este templo y pase lo que pase no salgas hasta que las cosas se hayan calmado, te amo hija mía" eso acompañado del último beso que su madre regalo a su frente la hacían flaquear.

Una vez lista y con su nuevo uniforme de preparatoria se dispuso a salir de la solitaria casa, luego de ese acontecimiento se convirtió en una joven callada y que con dificultad buscaba entablar conversaciones con cualquier persona que se acercara a ella, su familia tenía 4 años de haber desaparecido y fue el tiempo más duro de su corta vida solitaria.

Caminaba con la vista clavada al suelo, ocultando la solitaria mirada que poseía, a su alrededor miradas extrañas y acusadoras acompañadas de errados comentarios se dejaban oír a su alrededor mientras se dirigía al instituto shikon, el tercer instituto al que se transfería y quizá el último, los ahorros que su familia dejo para ella estaban casi extinguiéndose así que era necesario reducir gastos de esa forma hasta lograr encontrar un trabajo quizá de medio tiempo, o al menos lo suficiente para sobrevivir.

Al llegar a la entrada del instituto dejo escapar un pesado suspiro, ya deseaba marcharse de ese lugar, pero graduarse era una de las cosas que más anhelaba su madre y para ella solo eso bastaba para motivarla a seguir adelante, debía hacerlo por su familia.

-¡De pie! – se dejó escuchar dentro del salón donde espero nerviosa para hacer su entrada, era su nuevo curso, el aula 2-2 – a partir del día de hoy nos acompañara una nueva estudiante, por favor adelante señorita

La puerta corrediza chillo a su paso dejando ver una delicada y pálida figura femenina, el aula enmudeció durante un instante y eso solo sirvió para embargarla de nervios.

-Soy-Soy Higurashi Kagome – dijo rápidamente – espero llevarme bien con todos – hizo una rápida reverencia que acabo tirando vergonzosamente la mochila amarilla que llevaba sujeta solo de un hombro, desparramando todo

El salón rio completamente, pero fueron todos reprendidos por el sensei que indico al poco tiempo el lugar donde debía sentarse. Dentro de ella no cabía más vergüenza, tenía miedo y desconfianza de todo el mundo a su alrededor, en su vida no había cabida para una infancia normal, había madurado más rápido que la gente de su edad, su inseguridad tampoco la ayudada, la hacía sentir como una chiquilla de 13 años.

Al llegar a su asiento rápidamente dejo caer su rostro contra la fría madera de la mesa abrazando su cabeza con los brazos, no quería saber nada de nadie, gesto que no pasó desapercibido por una azulada mirada que estaba justo a su lado.

-Disculpa – escucho venir de una voz femenina a su lado – Hola, soy Sango – sonrió al ver que su compañera la miraba extrañada – deberías relajar el rostro, tienes una cara muy bonita y si frunces el ceño tan seguido la echaras a perder

La chica sonrió nerviosamente relajando su postura llevando su atención a la pizarra donde el profesor hacia apuntes, no entendía nada, podía esforzarse, pero era inútil. La clase continuo un par de horas más y decidió prestar la mayor atención posible para poder comprender un poco mejor lo que el profesor explicaba de la clase de matemáticas.

Un par de horas pasaron y el profesor marco el fin de la clase marchándose, dejando a una clase alborotada y feliz, muchos se marchaban al patio central o al cafetín, la hora del almuerzo había llegado.

Guardo todo en su mochila y la llevo consigo al cafetín, "¿por qué me miran de esa forma?" pensaba observando su alrededor, comprendía que era una estudiante recién ingresada y quizá eso tenía extrañados a sus compañeros

-Oye – Bufo el pelinegro - ¿Por qué una estudiante entraría al cafetín con su mochila? – una carcajada de su parte se robó algunas miradas levantándose del lugar

-Keh! Qué mujer tan tonta… – sonrió al verla y regreso su atención a la comida siendo reprochado por otro de sus compañeros

-Oye Inuyasha siempre luces como si no te importara nadie – contesto Miroku bebiendo un poco de la gaseosa que tenía en la mano

- ¿Debería preocuparme por una chica que entra a la cafetería con su mochila encima? – pregunto incrédulo enarcando una de sus cejas

-Bankotsu no pierde nada de tiempo – sonrió dando un sorbo más al ver al chico de cabello trenzado caminar en dirección a la nueva estudiante, debía admitir que ella no estaba nada mal, pero estaba ahora con Sango y hacia un esfuerzo para mantener su fidelidad confiable.