Notas Iniciales: Algo que se me ocurrió de pronto. Es lo malo de entrar en un fandom nuevo: lees, miras fanarts, escuchas teorías, te diviertes y de pronto surge una idea para escribir un fanfic. Sólo espero no desviarme demasiado porque recién nos van presentando el conflicto de Helluva Boss y no quiero conjeturar más de la cuenta
Inspirado en las canciones "Never Enough" de Epica y "El Príncipe de la dulce pena" de Mago de Oz (Gaia II, la voz dormida).
Advertencias: Mentes rotas y Parafilias.
Salve Conspirancy.
Despertar en una cama matrimonial ultrajada con el hedor de la infidelidad, siempre la obligaba levantarse de mal humor para apresurarse a marchar antes de que siquiera su esposo dejase de balbucear entre sueños. Sus días como pareja habían sido una rutina desde hace mucho tiempo. No era como si el romance hubiese sembrado una semilla en su interacción, pero Stella al menos esperó por que la monotonía se mantuviera hasta el día en que la silenciosa segunda muerte tocara sus puertas, más las circunstancias señalaron sus deseos un insulto al mundo infernal donde todos coloreaban sus corazones depravados.
Stella estaba cansada, fastidiada, asqueada. Todo en su vida se fue en picada sin remedio alguno en el momento que Stolas conoció a ese imp de clase baja y su limite se encontraba al borde de un derramamiento cerebral. Tal vez ella no se habría sentido tan ofendida si al menos su esposo hubiese tenido la decencia de buscar otro sitio donde follar hasta el alba. Sin embargo, Stolas eligió su casa, sus aposentos, los muebles que juntos eligieron para decorar, el nido; herencia familiar. Fue inevitable que el hecho la golpeara con fuerza y lograse hacerla estallar. Además tenían una hija, una hija que ya debía estar harta al igual que todos respecto a la continua tensión familiar, escondiéndose de toda la frustración generada tras la música a todo volumen de su celular.
Quizás fue la imagen triste de Octavia lo que hizo que Stella saliera de la mansión temprano aquel día, pues sólo ver el rostro sonriente -desvergonzado- de su marido hacía que la hembra deseara retorcerle el pescuezo. Al menos por ese día descansaría del enojo que la simple silueta de Stolas le causaba, al tiempo que dejaría a Octavia tener un momento de paz auditiva con la carencia de sus gritos.
Stella no había sido una buena madre desde que aquel plebeyo calló sobre su mesa y derramó su té para luego escupirle la traición sexual de su esposo frente a su pico.
Con un suspiro admiró el rico vecindario plagado de demonios hipócritas, políticos y sacerdotes, antes de que su ostentoso auto con chofer de etiqueta demoniaca se adentrara a las calles de los imps con bajos recursos monetarios, aquellos que se atrevían a masticar mierda con tal de recibir un mísero centavo. Los mismos demonios que Stella aprendió a mirar con desdén desde su postura como miembro de la alta alcurnia. Pero no siempre fue así. Mucho antes de que fuese comprometida con Stolas y su rebeldía hacia el código aún yacía vigente, existió un imp que cautivó a la joven Stella de entonces. Un imp salvaje, varonil y cínico pero lo suficiente astuto para no caer en lo vulgar como sucedía con la mayoría.
Los recuerdos la consumieron durante toda su travesía, incluso después de que descendiera la noche lejos de casa y todos sus negocios reales finalizaran.
Con mirada nostálgica, Stella notó el bar que recordaba haber frecuentado junto a él en aquella época distante, sorprendiéndose de que todavía existiera, razón por la que no dudó ordenarle a su chofer frenar frente a sus puertas, importándole poco haber atropellado a un anciano con muletas. Sus planes sólo fueron mirar a través de la ventana pero su cuerpo se impulsó salir antes de que su cerebro se percatara de sus acciones, así que no se resistió adentrarse a pesar de las miradas que le dirigieron los imps rojos que no estaban dormidos de ebrios, drogados o distraídos en la pelea que ocurría en el fondo del recinto.
Un demonio de piel roja estaba peleando contra otro de tez más clara, si se le podría llamar así a un combate donde el más cornudo estaba teniendo problemas para quitarse al de cola cascabeleante de encima, una vez habiéndolo acorralado en el suelo. Stella arrugó el pico cuando reconoció esos ojos verdes en forma de ondas, justo cuando había desempolvado sus memorias de él.
Que curiosa casualidad.
Ella retrocedió cuando el demonio con atuendo de vaquero consiguió romperle al otro el cuello y tomaba de la mesa caída su sombrero, el cual acomodó casi con adoración sobre su afilada cabeza mientras algunos imps se acercaban a curiosear la expresión aterrada del muerto. Stella lo esperó fuera del bar, bajo la sombra de un callejón sin salida, donde la luz del faro encontraba su punto muerto. Su auto se había alejado de las miradas indiscretas de los habitantes de la ciudad, así que el demonio con cascabel no pudo percatarse de su presencia hasta que ella le dirigió la palabra.
—Tan modesto como te recuerdo, Striker. —El aludido detuvo su andar y se giró con un movimiento sigiloso al escuchar su nombre, encontrándose a la elegante emplumada, quien se veía desconcertantemente alta en comparación a todos los citadinos—. Aunque creí que evitabas dar cualquier clase de espectáculos.
—Algunas cosas cambian en el camino, Madam —le respondió con una media sonrisa que descubría sus colmillos dorados, bajando ligeramente el ala frontal de su sombrero, gesto que no alcanzó a ocultar los ojos depredadores dignos de un mercenario letal ardiendo en rencor; fue un aspecto que aumentó el interés de la Goetia sobre él.
—Entonces, ¿debo suponer que tus estándares han bajado?
—Al contrario. De hecho, si lo desea, se lo puedo demostrar.
—Una excelente propuesta para una excelente ocasión.
—¿De verdad? —Striker se mostró consternado bajo su semblante confiado.
—Escuché que la disputa empezó porque ese plebeyo intentó robarte el arma que llevas encima y debo decir que no me sorprende, es una compañera deslumbrante. —Striker se llevó la mano al pecho inconscientemente después de tremenda declaración, acariciando el revolver de punta bendita oculto bajo su chaqueta. Stella sonrió con alevosía—. Puedo ofrecerte un equipo más actualizado si gustas, sólo tienes que hacerme un favor.
—¿Necesitas a un hombre de verdad en tu cama?
—Ya quisieras, hijo de puta —espetó ella mordaz, remarcando cada silaba con veneno. Striker se rio por primera vez pero el ácido en su acento permanecía latente—. Lo que en verdad necesito es que mates a alguien por mi.
—¿Algún amante fastidioso irrumpiendo en tu familia feliz?
—A un infiel codicioso que persigue algo que no puede tener. —Sorprendido por lo que implicaba aquella frase, Striker intentó discernir entre la furia brotando de la voz femenina a la expresión impasible en su rostro—. Pronto será el festival de la cosecha lunar en el anillo de la ira y mi esposo estará ocupado maldiciendo sus tierras, será el momento indicado para ponerle fin a sus asquerosos juegos.
—¿De esa manera es como vas a responder al capricho sexual de tu esposo?
—Hay más cosas en juego que sólo mi dignidad como regente, no se trata sólo del daño a nuestra familia. Sin embargo, tampoco voy a justificarme. No me importa verme como la perra celosa que manda matar a su marido por adulterio. Stolas debió ser consciente desde el momento que ató el listón nupcial. —Stella se apartó del muro—. Ninguna promesa de eternidad nos une, es de esa manera como dibujaré la línea entre él y yo.
Striker dejó que su risa brotara de su garganta grácilmente, atravesando su lengua bífida con el dulzor de una poesía siniestra, confidencia remarcándose en sus movimientos mientras encaraba a su solicitante, a quien había dado por ajena para toda la eternidad pero que ahora se presentaba ante él con un atractivo trabajo de campo.
—Me ha convencido, Madam. Así que me gustaría hablar detalladamente al respecto en un lugar más acogedor, si no le importa —agregó guiñando un ojo—. ¿Figuraría un insulto que la invitara a un motel?
—Preferiría jugar según mis términos —Stella siquiera terminó su frase cuando Striker visualizó las luces del lujoso automóvil de vuelta al borde de la acera, machacando el cadáver fresco que ninguno se había molestado en mirar desde el principio de su reencuentro—. Sube, conversaremos adentro.
Obedeciendo, Striker se tomó la libertad de entrar sin ninguna advertencia a los asientos traseros, siendo imitado por la Goetia, quien le siguió luego de dar un rápido vistazo a los alrededores. Con un suspiro, dejó que su espalda descansara en el asiento sin importarle que sus brazos se rozaran en el movimiento, y al contrario, sintiéndose cómodos con la compañía del otro, era casi como en los viejos tiempos pero ninguno de esos antiguos sentimientos podrían interferir en sus realidades actuales.
—Avanza —demandó Stella a su chofer, el cual inmediatamente arrancó con intenciones obvias de perderse en un paseo insulso por la ruidosa ciudad nocturna mientras finalizaban las negociaciones.
—Entonces... —Striker se obligó romper el silencio—. ¿Cuál es la historia?
—Es un caso común, sólo un degenerado más que encuentra estimulante divertirse con un sucio imp macho sobre la cama que comparte con su consorte.
—Repugnante sin duda.
—No vale la pena matar a ese diablillo si existen muchos más en esta ciudad. Después de hacerlo una vez, nada le impedirá a mi esposo volver hacerlo, por eso quiero ir a la raíz del problema. Sin embargo, no puedo confiar en cualquier jodido sicario de este Circulo, necesito un mercenario que realmente sabe lo que hace y ejecute los mejores métodos.
—Me halaga, Madam —siseó Striker con galantería.
—Siendo franca, no esperaba que continuaras convida, así que haberte encontrado lo soluciona todo.
—Si, comprendo que esté complacida pero debe saber que no puedo hacer esto gratis, ni siquiera por ser una conocida. Siendo una hembra tan inteligente, apuesto que conoce el verdadero lenguaje de los seres como yo.
—Descuida, una vez termines el trabajo, te aseguro tendrás tanto dinero en tus manos que consideraras retirarte en perpetuidad.
—En tal caso, vayamos al grano de una vez —replicó Striker con una sonrisa plagada de sadismo—. ¿Cómo desea que sea su muerte? ¿Lenta y tortuosa o rápida y silenciosa?
—No me interesa que haya testigos, el momento, intensidad o cómo lo hagas, lo único que me importa es que él perezca.
—¿No tiene una hija con él? ¿No le partirá el corazón perder a su padre tan repentinamente?
—Ella ha estado viviendo su propia agonía desde que los lazos de sus padres se destrozaron. Confío en la fuerza mental de mi hija, así como su voluntad para superar los traumas que esto pueda causarle. Una vez el proceso luctuoso termine, las cosas serán más sencillas.
—Tan fría —se admiró Striker con un siseo nostálgico—, no has cambiado mucho desde la última vez que nos vimos, Stella.
—Tampoco tú. —La doncella Goetia sonrió—. Aún arrastras ese espeso odio en tu mirada. Veo que no has logrado encontrar la calma. Trabajo difícil para un psicópata, ¿no?
—Hasta ahora sólo me he cruzado con parásitos. —Striker se cruzó de brazos, desviando la mirada a través de la ventana con expresión ilegible—. Todos y cada uno de esos imps conformistas jamás lograran escalar ni alcanzar mi nivel, sólo débiles y patéticos que se hunden felizmente en el lodo, incapaces de defenderse ante una verdadera amenaza. Lo cierto es que comienzo a perder la esperanza de encontrar un camarada digno.
—No puedes depender de alguien más para sentirte dichoso. Sé que la soledad no es atractiva pero mírate, haz hecho tanto por tu cuenta. No necesitas perseguir ilusiones.
—Creo que eso aplica en los dos.
Stella le dedicó una mirada sorprendida a su acompañante, cuya sonrisa logró erizarle las plumas de su nuca como primer reacción. Aquella sonrisa no eran las que Striker usualmente dibujaba en su rostro cuando se trataba de matar a alguien o seducirlo, esta sonrisa pertenecía al joven imp con quien Stella escapó de sus deberes reales tantas veces en el pasado, el único que contrastaba con las escorias aborrecidas del infierno. El imp a quien pudo llamar con toda sinceridad su capricho.
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El vehiculó frenó justo frente al motel que Striker había señalado como su posada temporal. El imp de tez clara bajó pero no sin antes despedirse de su clienta con una sonrisa seductora. Stella fingió no haber sentido su corazón saltar ante el gesto mientras observaba al mercenario marcharse con el estuche que acababa de facilitarle para que cumpliera con su trabajo. Con un nuevo suspiro, demandó a su chofer se pusieran en marcha de vuelta a su mansión, preparándose para ver al desagradable plumífero de su marido. La elección ya estaba hecha y ella no se acobardaría, sólo sería cuestión de tiempo para que comenzara a recibir resultados, los cuales esperaba fueran positivos.
Mientras tanto, Striker ya cerraba con llave la puerta de su habitación y extendía las cortinas después de encender una pequeña laptop, impaciente por admirar durante más tiempo el rifle carmín que había recibido en sus manos. El brillo que este despidió apenas abrirse el escuche, envió a cada uno de los nervios componiendo su cuerpo un escalofrío placentero, no tardando en impulsarse sostenerlo entre sus dedos con las ansias emanando por entre sus escamas. El cascabel en la punta de su cola se agitó ávidamente, creyendo percibir una corriente de energía dispararse desde el arma hacia toda su anatomía, mezclándose con sus extremidades, aceptándolo como su nuevo dueño.
Striker estaba casi conmovido por la situación.
Como deseaba haberse contactado con Stella antes, si aquello le hubiese asegurado que tendría en sus manos la preciosa joya destructora que en esos instantes estaba tocando. No podía esperar por probarla en el objetivo, uno de aquellos cuales armas de fuego imp comunes no eran capaces de matar. Los azares del infierno finalmente le sonreían y Striker se reconocía satisfecho de yacer al centro de esa bendición maquiavélica.
—Con esto el infierno contará un sangre azul menos en la lista. Y todo se lo debo a usted, Madam. Pero primero...
Striker estrechó el rifle para posteriormente recargarlo contra su pecho y cadera, mientras con su mano libre manipulaba el teclado táctil de su computadora portátil, abriendo la bolsa de trabajo digital para enfocarse en los anuncios realizados desde el anillo de la ira, pues tendría que encontrar la ubicación adecuada para ejecutar su verdadero propósito. Debido a la naturaleza del territorio, no le sorprendió que los pueblerinos solicitaran mano de obra para negocios similares, todos tan humildes y poco resaltantes entre sí: agricultura y otros tantos trabajos relacionados a la granja. Cuando notó que las características de los interesados no eran del todo específicas, más allá de fuerza física y disponibilidad de horario, optó por revisar los establecimientos en persona. Pensarlo lo fastidió ya que era la parte que menos le gustaba de infiltrarse para un asesinato, aún así reprimió un gruñido que amenazó con salir de su garganta, no tenía caso molestarse en ese punto.
Luego de darle un chequeo final al rifle en sus manos, lo guardó nuevamente en el estuche y se retiró al único sillón del lugar junto a su guitarra acústica. Y aunque estuvo tentado encender la guitarra eléctrica, se sintió más entusiasmado de arrullarse con el sonido de las cuerdas de tripa humana, mientras dejaba a los pensamientos deslizarse libremente por cada rincón de la habitación sin un orden determinado.
No recordaba cuándo había sido la última vez que fornicó con alguien, o más bien que sintió algo además de placer motor durante la copulación, y eso lo llevó fantasear con aquellos días en que podía fundirse hasta la saciedad dentro de una revolución hormonal, pues en la actualidad todos y cada uno de esos diablillos que sometió a su voluntad le parecían inferiores e indignos de su atención. ¿Qué necesitaba hacer para encontrar el imp adecuado? Ni siquiera la influyente y poderosa Stella cristalizada para sus memorias de adolescencia podría apaciguar el deseo ardiente en su espíritu, no con tantas vivencias fallidas acumuladas en su vida como asesino solitario. Sin mencionar que no le apetecía mezclarse con cualquiera de esos pútridos sangre azul que componían la realeza.
Stella tenía razón, el odio aún palpitaba en su ser, de hecho había incrementado esas décadas, al punto en que el simple anhelo de coleccionar muertes de Overlords significaba más atractivo que alimentar hasta el más bajo de sus vicios.
Pareciera que estuviera persiguiendo espectros inexistentes formando sombras contra-luz, pero sólo eso conseguía controlar la ansiedad que contaminaba su cuerpo en ocasiones especiales, donde su soledad era un siseo dividido por la atmósfera. Casi podría admitir que se sentía vacío a pesar de todos sus talentos y la facilidad con la que lograba adaptarse al entorno por más duro que fuera. Por ello había iniciado aquella vana búsqueda exhaustiva, aunque muy dentro suyo ya conociera el resultado.
Lo que Striker no sabía era que las casualidades de la vida le traerían una grata sorpresa.
Fin.
Notas Finales: Metiéndonos en contexto, quería hacer una exploración a los personajes de Stella y Striker sobre sus sentires y motivaciones, si me equivoco igual no me arrepiento de escribir esta cosa. ¿Excusa? Fueron los que más llamaron mi atención. Quizás me anime a escribir algo más en el futuro.
