Adevertencias: referencia a escenas sexuales leves y violencia leve.


Lucian no podía dejar de pensar en aquella vampira, era tan semejante a Sonja, sobre todo en la mirada fiera que siempre había caracterizado la mujer que había amado.

Era hermosa cómo todos los de su especie. Aún así era distinta, poseía una ingenuidad en la mirada, a través de toda la hostilidad que emanaba su ser. Victor la había transformado unos años atrás y a pesar de ser novata, era también bastante letal.

Y cazarlo se había convertido en el pasatiempo de Selene, sobretodo por las mentiras que Victor le sembraba contra los lobos.

Pero fue una noche oscura y sin luna cuando ambos se encontraron solos. La química entre ambos se transformó de mortífera a una distinta. Ella tenía hambre, era obvio por como dilataba sus fosas nasales.

Él también la olfateó, su sudor expedía un aroma dulce y salado al mismo tiempo. La había arrinconado contra la pared y ella no encontraba salida, como último recurso Selene lo mordió con fuerza en el hombro.

La visión del pasado de Lucian se le escurrió entre sus terminaciones nerviosas. Se dió cuenta de la verdad, de las mentiras de Victor. La realidad dió paso a la negación.

—No, no, no...— Repetía Selene incrédula.

—Sí— exclamó Lucian.— Es lo qué él es, es lo que él hizo.

Selene lo miró con ira, no sabiendo a quien más culpar por la ilusión rota. Lucian acercó su nariz al cuello de ella, la sintió temblar, no era de miedo, sino de algo más.

Lucian miró aquellos espectrales ojos azules con cierta admiración. Selene en respuesta lo volvió a morder furiosa.

Las imágenes volvieron a invadir sus pensamientos, ya no era solo la sentencia de Sonja y Lucian por amarse, también era la relación de ambos: el amor, la carnalidad y el deseo.

Deseo.

Selene no había conocido nada parecido, ni como humana, ni como inmortal. Además de la obediencia y admiración ciega hacia Victor, no había nada más en su vida. El amor solo lo conocía de manera fraternal, como el que tuvo hacía su familia biológica.

Y a pesar de qué los vampiros eran seductores y se caracterizaban por un libido más desarrollado, Selene nunca se había sentido atraído hacia ello, ella sólo deseaba matar lycans.

Pero ahora envidiaba el vínculo que había unido a Sonja y a Lucian.

Sentía el cuerpo de Lucian apresandola, su mirada contemplandola y algo de él deseándola.

Pero de un momento a otro el desapareció.

Selene se quedó ahí en la oscuridad, con el sabor metálico de la sangre de aquel lycan en su boca.

Cuando volvió al aquelarre, agradeció que nadie quisiera siquiera mirarla, era la protegida de Victor y nada más. El vampiro estaba en su descanso y ella también lo agradeció, no quería enfrentamientos de ningún tipo, ella no podía vencer a alguien como Víctor, no aún.

Se retiró a su habitación, se dió un largo baño y contempló como todo su mundo se desmoronaba.

Pero de esas ruinas, volvían una y otra vez los fragmentos de la historia de Lucian y Sonja, por primera vez Selene deseó a alguien.

Mientras nuevas emociones recorrían el cuerpo de Selene, Lucian añoraba un nuevo reencuentro, volver a llenar sus fosas nasales con su aroma, se imagino lo suave que sería su piel y cuando deseaba descubrir cada rincón de su cuerpo.

La luna se encontraba menguante cuando el encuentro entre ambos volvió a ocurrir, no les costó mucho encontrar un sitio oculto de los ojos de aquella guerra entre razas. El deseo dió entonces paso a la carnalidad.

Afuera comenzó a llover, ellos estaban en una casa abandonada a las afueras de la ciudad, Selene deseaba preguntar tantas cosas y no pudo formular ninguna coherente.

Él tocó una mejilla de ella con la mano rugosa, pidiendo una invitación, Selene lo miró y colocó las manos entre ambos hombros, y se acercó a él. El beso fue lo que ambos esperaban, colmando así su deseo, la ropa cayó paulatinamente.

Y finalmente pudieron consumirse en aquello que habían añorado, Selene nunca reveló su inexperiencia, pues devolvía las caricias con la misma experiencia que Lucian, la culminación del acto fue tan intensa que ambos sintieron que por un segundo habían muerto y renacido de nuevo.

Sin mediar palabra, ambos se alejaron a sus respectivos clanes.

A aquella noche la secundaron muchas más, donde simplemente se dejaban llevar por el placer, hasta que mientras el cielo se aclaraba, Selene debia volver y ocultarse del sol.

Y cuanto más tiempo compartian juntos, el mutismo entre ambos fue dejado de lado, las conversaciones cada vez eran más largas y más profundas.

—No podremos estar así mil años— Dijo Lucian mirando como Selene se vestía.

—Supongo que no— reiteró ella.

— ¿Has pensando qué haremos en un futuro? — Preguntó él.

—No mucho— respondió ella.

Lucian la vió irse.

La luna llena se acercaba, y con ello una batalla sangrienta qué llegó a los oídos de Selene.

No sabía cómo habia ocurrido todo, los rumores decian que los lycans atacaron primero, pero otros decían que los vampiros habían encontrado un escondite y por eso se realizó una lucha.

Entre el alboroto, Selene salió, fue hasta la casa ruinosa donde solía verse con Lucian y esperó, peor el hombre lobo no apareció aquella noche.

Las noches sucedáneas, Selene esperaba, cada vez mas impaciente en aquella casa, donde lo único medio decente era la cama que habia aparecido la segunda vez que habia acudido a ver a Lucian y que Selene había intuido qué él la había llevado ahí.

Selene observó la luna llena a través de la roida cortina.

Fue entonces cuando escuchó pasos, se colocó en posición defensiva. Pero quién entró no fue otro que Lucian.

Se miraron por un segundo antes de abrazarse, Selene comprendio que había estado aterrada de no volverlo a ver.

Aquél encuentro, aunque ansioso, fue distinto, su inmortalidad era una ilusión y por un segundo uno había creído que perdió al otro. Las caricias se volvieron más intensas, los besos más demandantes y las sensaciones más intensas.

A diferencia de otras veces, una vez consumado el acto, Selene se recargó contra el pecho de Lucian, él acarició su espalda desnuda.

Un par de gotas tibias cayeron sobre el pecho de Lucian, si hubiese sido otra mujer, Lucian habria sospechado de lágrimas, pero conocía a Selene y por el olor sabia que era sangre lo que goteaba en su piel.

La tomo del mentón y la obligó a mirarlo, Selene se mordia los labios.

— Deja de hacerlo— indicó él. — si quieres decir algo, solo házlo.

—Estoy cansada— respondió Selene— De esconderme, de fingir y de luchar.

—Es algo qué no sé puede evitar— dijo Lucian.— Aún si no luchamos entre nosotros, sera contra ellos.

Y así Selene decidio que estaba dispuesto a luchar por aquello que acaba de reconocer, iba a luchar por amor.