Mi querida Partner in Crime aquí está tu prompt que tienes más que merecido por todo eso que tú sabes que yo sé que no mencionaré aquí. Espero te guste y lo disfrutes porque, as usual, fue escrito con mucho cariño para ti.

Quiero que sepan que este prompt fue todo un reto para mí porque es una idea muy buena que debía desarrollar en un sólo capítulo (sí, así me lo pidió autumnevil5), así que verán un estilo un poquito diferente al que acostumbro.

Nota: Como siempre hay pequeños cambios en el canon para la comodidad del desarrollo de esta pequeña historia.

Advertencias: Nada nuevo aquí, las mismas de todo el tiempo. Ya me conocen. El fic está catalogado para adultos así que saben qué esperar. Si cree que algo podría no ser de su agrado es mejor que no lea. Sea responsable de lo que consume.

Por cierto, alguien por ahí me puso en los comentarios que le gustaría saber ¿qué hubiera pasado sí? (no les voy a contar qué) jaja… No recuerdo el nombre de la persona (sorry), pero esta historia lo incluye y si andas por aquí espero te guste :)


A veces los secretos protegen a la gente que amamos…

El rastro que les guiaba por Neverland para encontrar a Neal terminó justo frente a unas cuevas que no parecían ser una prisión como lo pensaron pues se suponía que Neal era prisionero de Pan. No había guardias ni nadie alrededor que estuviera custodiando a las afueras y eso les confundió por un momento.

Algo que no duró mucho tiempo puesto que Hook, que conocía muy bien ese lugar, les reveló que se trataba de las Cuevas del Eco.

Contó además que era necesario decir un secreto para rescatar a alguien de ahí dentro

"Cuanto más profunda es la mentira, más verdad hay en su eco"

- Debes revelar algo personal - fueron las palabras de Kilian.

Y al parecer era cierto porque estaban dentro de las cuevas con Neal enjaulado a aproximadamente 30 metros de distancia frente a ellos, pero sin ninguna forma de llegar hasta él

- Aunque consiguiéramos cuerda, no hay donde atarla. Ni como columpiarnos - dijo David inspeccionando el lugar

- ¿Qué hacemos? - preguntó Emma y el pirata exhaló ruidosamente

- Les dije lo que había qué hacer - respondió Hook - No hay otra forma - sentenció.

Y fue así como uno a uno fue diciendo una verdad que revelaba un secreto personal y con cada uno de ellos se iba formando un puente de roca que les permitiría llegar hasta Neal.

Hook confesó que besó a Emma. Mary Margaret confesó quería tener la oportunidad de tener otro bebé y entonces, fue el turno de David

- Mary Margaret - se relamió los labios con nerviosismo. No era fácil lo que confesaría ahí frente a su esposa e hija, mucho menos cuando la princesa acababa de revelar que quería tener otro hijo con él - Mientras estuvimos bajo la Maldición - se sentía sumamente ansioso. Hizo una larga pausa donde los otros tres le miraban atentos y algo preocupados por lo que fuera a decir - Me acosté con Regina - confesó por fin.

Mary Margaret le miró como no creyendo lo que decía mientras otra parte del puente de piedra se formaba quedando ya muy cerca

- ¿Qué? - preguntó Emma a su padre

- No es el momento - interrumpió Killian antes de que se desatara la segura discusión porque ni él podía creer que la Reina Malvada se hubiera acostado con el Príncipe Encantador y de ser posible, quería detalles, pero no ahí - Recuerden que Pan está jugando y quiere que nosotros mismos nos destruyamos al revelar nuestros secretos - les explicó por si alguno aún no había entendido que todo eso era una trampa del niño perdido.

Aun con la sorpresa encima, Emma reveló su secreto para al fin rescatar a Neal. Fue un emotivo reencuentro a pesar de que la sheriff confesó que le habría gustado que él estuviera muerto.

Después de eso abandonaron las cuevas, todos estaban muy serios y Hook siguió insistiendo en que lo primordial era salir de esa isla, que debían evitar caer en el juego de Pan a toda costa o jamás podrían irse.

Fueron apenas varios minutos los que avanzaron en pleno silencio atendiendo la advertencia de Killian, y afortunadamente habían encontrado a Tinkerbell que se les unió al saber que tenían una forma de salir de Neverland, cuando de pronto, escucharon ramas moverse frente a ellos y se prepararon para atacar en caso de ser necesario

- Si esta es su versión de una fiesta de rescate llegamos antes - dijo Regina sarcásticamente al momento de salir de entre la jungla con Rumpel tras ella

- Tú - la voz de Mary Margaret fue apenas un susurro - ¡Tú! - exclamó con furia esta vez - ¡Eres un monstruo! - arremetió contra la reina dando algunos pasos hacia ella

- ¿Disculpa? - preguntó Regina terriblemente ofendida por la acusación sin sentido de la idiota princesa. Miró a todos como buscando una explicación

- Mary Margaret - de inmediato el príncipe trató de intervenir

- No voy a permitir que vuelvas a separar a mi familia - advirtió sin hacer caso a su marido - ¡Te lo juro, ¿me oíste?! - chilló al decir eso

- ¿Pero qué demonios te pasa ahora? - preguntó de nuevo la reina haciendo evidente su molestia ante las amenazas de la princesa. Estaba ya harta de que le acusaran y culparan siempre por todo

- ¡Te acostaste con mi marido! - gritó su reclamo con ojos cargados de lágrimas.

El bello rostro de la Reina se tornó serio en cuanto la escuchó. Miró momentáneamente a David quien asintió haciéndole saber que fue él quien había confesado aquello que se suponía había quedado sólo entre ellos dos

- Y sé que lo hiciste por venganza, para separarnos. No querías que nos encontráramos porque no querías que se rompiera tu Maldición y pudiéramos recuperar nuestra familia y nuestro final feliz - le acusó la princesa.

La culpa se dejó sentir como un peso asfixiante en el corazón de la reina al escucharla.


Escena retrospectiva

Sorprendentemente para Regina la compañía de David durante la cena había resultado encantadora y se suponía que eso no le debía agradar de ninguna forma, pero estaba pasando.

En su desesperación porque su maldición siguiera intacta había planeado seducir al príncipe para hacerle perder interés en Snow. Se inventó que Henry no iría a cenar cuando la verdad era que sabía que estaba con Emma sin intenciones de regresar a no ser que ella le buscara y era algo que Regina no haría puesto que necesitaba llevar a cabo su plan para separar a David de Snow de una vez por todas.

El príncipe lavaba los platos mientras seguía con su amena y simpática plática que a Regina no dejaba de parecerle agradable. Le agradeció por las atenciones que había tenido con él y cuando terminó los platos, le pidió la contara cómo fue que lo encontró

- Es como si el universo hubiese querido que me encontraras - dijo David con la mirada fija en los bellos ojos chocolate de la alcaldesa que se veía conmovida después de contarle la trágica historia.

Fue ese preciso momento en el que Regina se decidió, acercándose al príncipe encantador para besarlo.

Se sintió triunfante cuando él respondió al beso y se vio envuelta entre los fuertes brazos que la estrecharon contra el varonil cuerpo. La lengua del príncipe se metió en su boca y comenzó a acariciar apasionadamente provocando que el deseo en ella se encendiera.

Eso facilitaría todo para Regina. El sentirse excitada la hacía sentir viva, entera y poderosa, y podía olvidarse de que era el Príncipe Encantador con quien estaba a punto de irse a la cama.

No era algo nuevo para ella. El sexo siempre había sido una de sus armas más poderosas, pero eso no le impedía disfrutar.

Fue ella quien terminó el beso y mientras jadeaba con mejillas adorablemente sonrosadas miró a David con intensidad, le tomó de una mano y comenzó a caminar llevándolo con ella.

Mientras subía las escaleras podía sentir su orgullo y tranquilidad crecer, porque eso que estaba por pasar sería algo que alejaría a David y a Mary Margaret por siempre. Con o sin Maldición era algo de lo que la pareja no podría sobreponerse jamás.

Llegaron a la habitación principal y el príncipe no quiso perder el tiempo. Estaba excitado ya, su erección estaba dura y apretada entre sus pantalones haciendo todo un tanto incómodo. Le urgía liberar su miembro, pero más que nada se estaba muriendo de deseo por tener sexo con la bella e irresistible Regina Mills.

Ni Kathryn ni Mary Margaret pasaron en ese momento por su mente, no había nada más que el ardiente deseo que lo tenía como hipnotizado y deseoso por la hermosa mujer a la que volvía a envolver entre sus brazos para besarla con toda esa pasión que sentía le quemaba por dentro y que necesita dejar salir.

La aprisionó contra la pared sin dejar de besarla mientras sus manos apresuradas subían la falda del entallado vestido azul que llevaba hasta que quedó enrollado en la estrecha cintura de la alcaldesa. Dejó los tersos y deliciosos labios para dejarse caer de rodillas frente a ella.

Regina se sorprendió un poco al verlo porque no esperaba esa acción por parte de David, pero en definitiva no se iba a quejar. Le bajó de imprevisto las medias negras junto con la ropa interior dejando su intimidad al descubierto. Las grandes manos le jalaron un poco las caderas hacia el frente. Los ojos azules se clavaron en los suyos, mirándole encendidos de ardiente pasión.

Los labios de David dejaron un beso húmedo en su cadera derecha, pasaron por su plano vientre donde repartieron algunos besos y después se fueron directo a la cadera izquierda donde esta vez mordisqueó un poco.

Y mientras el príncipe bajaba un poco a sus muslos, Regina pensaba en que era la primera vez en años que estaría con un hombre diferente a Graham. Lo sintió sacar sus zapatillas y le ayudó un poco a sacarle la ropa interior y las medias negras.

Veintiocho años para ser exactos.

Y no sólo era eso, sería también la primera vez en muchísimo tiempo que tendría sexo con un hombre que no estaría controlado por su magia.

Todo, absolutamente todo lo que David haría sería por libre albedrío y no porque Regina así lo quisiera. Y contrario a lo que pudiera pensar, el sólo hecho de ser consciente de ese detalle la humedecía mucho más de lo que ya estaba.

Saber que el Príncipe Encantador la deseaba la excitaba.

Abrió los ojos grandes ante la sorpresa cuando el príncipe enterró la nariz justo en su monte de venus e inhaló profundo dejando escapar un gemido grave que sólo logró encenderla más y, al sentir la lengua lamiendo a lo largo de sus pliegues, cerró los ojos dejándose llevar.

David también cerró los ojos en cuanto percibió el exquisito aroma de la alcaldesa y desde luego que no se privó de probarla, internando su lengua una y otra vez entre los rosados pliegues que escondían el manjar en el que estaba interesado. Y en cuanto la saboreó embriagó todos sus sentidos impulsándolo a enterrar la lengua en la húmeda cavidad que le ofrecía más de ese adictivo sabor.

Gruñó guturalmente desde la garganta cuando la escuchó jadear mientras la penetraba con la lengua y sus manos viajaron hasta las nalgas de la alcaldesa. Se las apretó y ella respondió empujando un poco más contra él, como pidiendo por más.

Y desde luego que se lo daría.

La penetraba y después lamía procurando estimular el clítoris, para luego volver a introducir su lengua tratando de llegar hasta lo más profundo que pudiera. No puedo evitar sonreír al escucharla ser más vocal. Los gemidos y jadeos que estaba dejando escapar sólo le enardecía más

- No puedo parar - jadeó mientras le aferraba con la mano izquierda de la cintura, se concentraba en chupar el hinchado clítoris y colocaba un dedo de la mano derecha en la húmeda y palpitante entrada

- No lo hagas - gimió Regina buscando desesperada a qué aferrarse al sentir el dedo penetrándola y sin esperar nada lo empezó a sacar y meter.

Terminó con una mano contra la pared y la otra en uno de los anchos hombros del príncipe encajando las uñas en ambos lugares cuando fue añadido otro dedo. Frunció el ceño y abrió grande la boca cuando sintió la estimulación precisa en su punto G.

Sin temor a equivocarse podía afirmar que David Nolan sabía bien lo que estaba haciendo con su cuerpo que ahora empezaba a tensarse y temblar ligeramente anunciando su llegada al clímax.

Oh por Dios, oh por Dios, parecía esmerarse en chupar con ganas su clítoris, jugando con él con la lengua sin detener el movimiento de los dedos

- Ah… - jadeó pesado - Ah... oh, ¡oooohhh! - lanzó un largo gemido agudo que con seguridad se escuchó por toda la Mansión. Su cuerpo seguía sufriendo espasmos mientras era atacado por la exquisita y electrizante sensación del orgasmo con David aun lamiendo su intimidad.

Y en un segundo el príncipe estuvo de pie, tomándola del rostro con ambas manos, besándola con arrebato. La hizo girar y empezar a retroceder, aunque Regina juraba que sus piernas no podrían sostenerla más.

Cuando sus piernas colisionaron con la orilla de la cama, David la giró de nuevo y le empezó a besar el cuello con pasión. Las grandes manos masajeaban todo lo que estuviera a su alcance y pronto encontraron el cierre de su vestido. Lo bajó y lo jaló hasta que la prenda estuvo a sus pies y ella con sólo su sostén

- Me fascina el encaje - susurró besándole el hombro izquierdo al tiempo que desabrochaba con maestría los pequeños ganchos para sacar la prenda dejándola ahora sí totalmente desnuda ante él.

La soltó y se hizo un poco para atrás admirando apenas un momento la espectacular vista trasera de la alcaldesa que se giró casi de inmediato dejándole apreciarla de frente

- Eres hermosa, Regina. Pero nunca pensé que fueras así de bella al natural - sus palabras fueron sinceras, pero su tono de voz estuvo afectado por la excitación que sentía lo hizo escucharse provocativo.

No tenía idea cómo no se había venido ya en sus pantalones con sólo verla, sentirla, probarla y hacerla llegar al orgasmo. Sólo sabía que la anticipación por hacerla suya le estaba consumiendo.

Regina lo tomó de la camisa y le jaló hacia ella para besarlo mientras sus manos abrían los estorbosos pantalones. Él mismo se despojó de la camisa de franela y le ayudó a deshacerse de las demás prendas. Fue ahora ella quien se hizo un poco hacia atrás para observar al Príncipe Encantador en toda su desnudez y no pudo evitar morderse brevemente el labio inferior al ver lo bien proporcionado que era.

Se subió a la cama lo más sexy, sensual y provocativa que pudo, viendo con satisfacción que tuvo éxito al ver el apuesto rostro de David que le miraba como si quisiera devorarla entera.

Eso le gustaba, que a pesar de que lo que la impulsaba a hacer eso era su venganza no se podía negar que había deseo entre ellos. Al menos en ese momento.

Casi en un instante lo tuvo sobre ella. No era fanática de estar debajo, lo suyo era llevar el control, pero tenía tantas ganas de que el príncipe no pudiera dejar de pensar nunca en esa noche, que estaba dispuesta a ello.

Dejó de pensar cuando se vio invadida de nuevo por esa lengua que hacía maravillas en su boca. Las grandes manos le acariciaban los muslos mientras se los acomodaba para que sus piernas estuvieran alrededor de él.

Llevó sus manos hasta el apuesto rostro para intensificar el beso. Podía sentir el arrebato y la pasión desenfrenada en David y eso sólo acrecentaba la necesidad en su vientre bajo

- Dentro - pidió sensualmente la reina jadeando contra la boca del príncipe.

Al escucharla la besó de nuevo tomando su hinchado y necesitado miembro para colocarlo contra la húmeda y caliente intimidad de Regina.

Empujó apenas un poco logrando que la cabeza entrara y entonces, ya no se pudo detener. Se introdujo en ella hasta el final y a pesar de que tenía los ojos cerrados los sintió girar hacia atrás al sentirse envuelto en la caliente estrechez de la alcaldesa que apenas gimió y ahora jadeaba despacio contra su oído.

Fue demasiado para él. El deseo carnal y la excitación del momento le hicieron iniciar el acto.

Se retiró casi por completo y se volvió a meter en ella de una sola estocada que la hizo gemir ahogado.

Empezó a salir y entrar de su intimidad con algo de prisa. Podía sentirlo presa del momento y eso le encantaba. Saber que estaba siendo incapaz de controlarse, que era tanto lo que la deseaba que no estaba pensando siquiera. Y sí, Regina quería saber hasta dónde más podía llegar.

Así que le envolvió con sus estilizadas piernas y movió sus propias caderas sincronizando el ritmo de las firmes estocadas que David le estaba dando y mentiría si dijera que no lo estaba gozando.

Escucharlo gruñir casi como poseído, sentirlo grande y duro en su interior, yendo y viniendo con toda la intención de enterrarse hasta lo más profundo de ella era sumamente delicioso.

De pronto se alzó un poco y metió las manos por debajo de su cuerpo para alzarla ligeramente mientras se encorvaba para atacar uno de sus duros pezones

- Sí - la palabra de puro gozo abandonó su boca casi sin su consentimiento. Se aferró con ambas manos a la almohada bajo su cabeza, sintiendo como poco a poco su segundo orgasmo se acercaba. Siseó con ardor cuando David mordisqueó su pezón derecho. Después se alzó de nuevo y colocó las grandes manos en su cabeza.

Se miraron fijamente por unos segundos y el príncipe encantador empezó a empujarse con fuerza haciéndola gemir ahogado con cada embate que de un momento a otro aceleró cambiando a un ritmo castigador que la hizo ahora dar pequeños gritos con cada una de las estocadas.

Lo tomó del apuesto rostro de nuevo y pegó su frente con la de él cuando la sensación la sobrepasó

- D-david - le llamó jadeándole en el sudoroso rostro - Me voy a venir... - siseó con ardor alzando un poco el rostro y llevando las manos hasta la espalda ancha - Oh Dios… ¡Me vengo otra vez! - alcanzó a anunciar justo antes de que un potente orgasmo la azotara

- ¡J-joder! - gimió David al sentirla apretarse con excesiva fuerza sobre su miembro que no tardaría mucho en explotar. Siseó cuando ella arañó su espalda mientras temblaba sin control debajo suyo.

No pudo evitar sonreír y sentirse en el mismo cielo porque la hermosa mujer que gemía y se retorcía presa de placer sobre esa cama era nada más y nada menos que la bella, temible e imponente alcaldesa de Storybrooke.

Regina se prendió de los exquisitos labios del príncipe en cuanto le fue posible. No entendía por qué, pero quería más de él. Quería sentirle mucho más íntimo y suyo, aunque eso estaba muy lejos de ser una realidad.

Y casi como si David pensara lo mismo que Regina, la abrazó y, sin salir de ella, se dio la vuelta dejándola encima suyo.

De inmediato la reina empezó a moverse. Se inclinó para besarlo mientras él le acariciaba la espalda y bajaba hasta sus nalgas que apretó con ganas. Dejó una mano en el amplio pecho y con la otra se apoyó en el respaldo de su cama.

Empezó a montarlo con ímpetu dejando escapar de su boca sensuales gemidos y jadeos mientras lo escuchaba gruñir y jadear a él también

- ¡Ah! - dio un pequeño grito cuando David le dio una pequeña pero deliciosa nalgada que le encantó. Bajó su bello rostro y le sonrió empeñándose en moverse de tal forma que pudiera haber el mayor placer posible para ambos.

El príncipe, sin dejar de mirarla, le dio otro par de nalgadas que consiguieron que los ojos de Regina se llenaran de lágrimas de placer. La tomó entonces por la estrecha cintura con ambas manos y enterró el rostro entre los perfectos pechos, besándolos, chupándolos y mordisqueando

- ¡Mmhhnagggh! - el orgasmo llegó sin previo aviso. Los fuertes brazos la envolvieron para sostenerla mientras él la siguió penetrando un par de veces y entonces gruñó con fuerza en el momento en que empezó a eyacular dentro de ella.

Trató de quitarla de encima suyo, pero la reina se abrazó con fuerza a él para no dejarlo

- Está bien - jadeó contra los rubios cabellos, haciéndole saber que no había nada de malo en que hubiera terminando dentro - Está bien - repitió sin aliento - Me gusta - sonrió con los ojos cerrados soltando un largo suspiro sintiéndolo relajarse bajo ella.

Se acomodó sobre el pecho del Príncipe Encantador y con él aun en su interior Regina experimentaba una triunfante sensación de satisfacción porque había ganado.


Presente

- Pero el bien siempre gana, Regina - dijo Mary Margaret viéndola como si sintiera lástima por ella, aunque muy en el fondo, estaba realmente muriendo de rabia, decepción y sí, de celos.

Para sorpresa de todos, David se apresuró a ponerse entre medio de ellas dos encarando a la princesa

- Espera, espera - intervino frenando a su esposa de seguir con las acusaciones desmedidas e injustas - Fue una irresponsabilidad mía y no voy a dejar que toda la culpa recaiga en Regina - explicó el príncipe - Reclámame a mí - le pidió

- ¿De qué hablas? - preguntó Mary Margaret sin poder creer que David estuviera defendiendo a la Reina Malvada

- Regina no lo hizo por venganza ni para lastimarnos. Fue producto del momento, ella estaba sola, dolida por el rechazo de Henry y yo…

- ¿Eso te dijo? - preguntó la princesa mirándolo como si no lo reconociera

- Sí - respondió David sin titubeo alguno. Recordaba la vulnerabilidad con la que Regina le confesó que nunca hubo mala intención en esa cena, que era tanto el dolor por su situación con Henry que simplemente se dejó llevar

- ¡Oh por favor, David! - exclamó Mary Margaret - ¿Cómo le puedes creer a esta arpía? - le preguntó a modo de reclamo - ¡Te ha estado engañando todo este tiempo porque es lo que siempre hace con tal de salirse con la suya! - le dijo buscando hacerlo entrar en razón - ¡Es la Reina Malvada, por Dios! - dijo exasperada.

- ¡No! - insistió el príncipe, muy seguro de lo que decía. No dudaba de la palabra de Regina, no después de haberla visto como la vio durante esos días en los que Mary Margaret y Emma estuvieron en el bosque encantado

- Me pesa mucho lo que voy a decir, pero tú no eres el hombre que yo creía que eras, David. No puedo creer que te hayas acostado con ella por voluntad y que encima la estés defendiendo - le reprochó sintiendo que el enojo, la rabia y los celos la estaban sobrepasando.

Los actos de bondad no iban con Regina. No era algo que estuviera en su naturaleza desde que tomó las riendas de su vida tras la muerte de su miserable esposo, pero era tanta la culpa que sentía en esos momentos que por increíble que pudiera parecer no podía permitir que David perdiera a su familia.

No después de haberse convencido que era un buen hombre que le permitió recuperar a su hijo y que le acompañó en uno de los momentos más dolorosos de su vida que fue perder nuevamente a Daniel. Él estuvo ahí y no la dejó sola en ningún momento

- Te mentí, David - dijo Regina recuperando la compostura y su habitual porte egocéntrico - Mary Margaret tiene razón. Lo hice por venganza, porque no podía permitir que ustedes se encontraran y se rompieran mi Maldición - confesó y pudo sentir claramente como su corazón se partió al ver la mirada herida del príncipe.

Desvió la suya siendo incapaz de sostenérsela

- No, no, no - se acercó a ella desesperado y se atrevió a tomarla de los brazos para que le mirara - Eso no es verdad, estás mintiendo - le dijo casi suplicante, necesitaba que la reina aceptara que eso que decía no era real, que no lo había usado ni le había engañado de esa forma

- Lo hice por maldad - confesó sintiendo un nudo en la garganta.

Apretó los dientes con enojo, la soltó y la tomó de una delicada mano comenzando a caminar en la dirección contraria a la que originalmente iban

- ¿Qué estás haciendo? - le preguntó Regina

- Te voy a llevar a las Cuevas del Eco - dijo David sin detenerse ni voltear a ver a nadie - Quiero que repitas todo eso que me dijiste ahí dentro - habló con lágrimas en los ojos que afortunadamente nadie podía ver pues iba al frente de todos.

Mary Margaret reclamó, Emma trató de mediar, Killian repetía que estaban perdidos porque habían caído en el juego de Pan, Tink iba en completo silencio, pero les estaban siguiendo.

Regina no puso objeción y le parecía perfecto que los demás vinieran también para ser testigos. Así David se decantaría por completo, Mary Margaret podría eximirlo de toda culpa por haberse acostado con ella y podrían seguir adelante con sus vidas.

Estaba frío dentro de las cuevas y la reina se abrazó un poco a sí misma buscando brindarse algo de calor. Sabía de esas cuevas y entendía lo que hacían ahí

- Repite lo que dijiste allá afuera - exigió David rogando internamente porque la cueva no respondiera ante lo que Regina diría. No se le escapó lo frágil que se vio por un momento al escucharlo y pensó en abrazarla y estrecharla entre sus brazos, pero fue algo momentáneo porque la reina recuperó la compostura casi de inmediato

- Me acosté contigo por mi venganza contra Snow y te mentí diciendo que no fue así sólo para que me dejaras estar cerca de Henry - confesó con seguridad y de pronto, toda la cueva se estremeció.

De entre las paredes salieron estacas de roca que David pudo sentir claramente como si se clavaran justo en su corazón rompiéndolo por completo.

Sí, estaba enamorado de Regina. Se había enamorado de ella durante el tiempo que estuvieron conviviendo en Storybrooke. Cuando la Maldición se rompió, él le reclamó por haberlo usado esa noche y ella se apresuró a decirle que no había sido así, que el mismo dolor que sentía por el rechazo de su hijo y sentirse sola la había hecho dejarse llevar. Eso le convenció de no prohibirle ver al niño, de dejar que lo frecuentara y que tuviera la oportunidad de recuperarlo.

Fue una dinámica maravillosa hacerse cargo los dos de Henry y verla sonreír cada que el niño respondía positivamente ante sus esfuerzos por ser mejor madre para él.

Fue el tiempo suficiente que le bastó para darse cuenta que Regina era una madre excelente y que Henry sólo creía que debía odiarla porque era la Reina Malvada. Le dolió en el alma verla destrozada por tener que matar a Daniel y recordaba haberse quedado con ella en los establos, abrazándola y consolándola hasta que se quedó dormida entre sus brazos.

Y ahora resultaba que lo había usado y que le había mentido

- ¿Ya lo ves? - dijo Mary Margaret acercándose a David, sintiéndose confiada ahora porque una vez más el bien había triunfado sobre el mal

- Eres… - el príncipe se detuvo a sí mismo de decir algo que no quería

- ¿Un monstruo? - preguntó Regina con voz vacía - Dilo - le retó - Sólo faltas tú, encantador - y nunca en su vida rogó tanto porque alguien no hiciera lo que pedía porque estaba segura que no iba a soportar escucharlo de él.

David negó con su cabeza y salió de la cueva sin decir más. Todos le siguieron dejando como siempre atrás y sola a Regina

- Estoy enamorada de ti, David - confesó el más oscuro de sus secretos en medio de la soledad de las cuevas que respondieron ante esa verdad.


Lo único que David sentía en esos momentos era decepción. Estaba decepcionado de Regina y de sus propios sentimientos. Estaba perdidamente enamorado de ella y aunque siempre supo que nunca iba a suceder nada entre ellos se sentía mal por el engaño.

Era absurdo, que el Príncipe Encantador y la Reina Malvada estuvieran juntos viviendo un final feliz, pero ¿qué podía hacer si era lo que su corazón le pedía a gritos?

Claro que eso siempre estuvo muy lejos de volverse realidad, y no porque la gente les iba a juzgar y le rompería el corazón a Mary Margaret y a Emma, sino porque Regina Mills era un imposible. Ella jamás se fijaría en él, por eso no había hecho ningún movimiento y prefería vivir ese intenso amor que sentía en secreto para no hacerle daño a nadie.

Especialmente a Regina, porque todo el mundo la iba a juzgar y a odiar si se sabía que dejaba a Mary Margaret por el amor que le tenía a ella.

Que idiota había sido, al pensar que tal vez…

- No puedo creer que te hayas acostado con ella - insistió Mary Margaret a un visiblemente afectado David. Los mismos celos la estaban impulsando a seguirle reclamando la infidelidad, aunque estaba consciente que el príncipe fue engañado, que como siempre, todo había sido maldad de Regina

- En estos momentos no tengo cabeza para pensar - fue todo lo que el príncipe fue capaz de decir en medio del dolor que sentía. Apresuró su paso, adelantándose lo suficiente para no ir con ella y entonces fue Emma quien la abordó

- ¿Por qué le estás reclamando que se haya acostado con Regina? - preguntó sin dejar de avanzar

- Porque aún bajo la maldición él decía que me quería y… - negó con la cabeza mientras cerraba los ojos - Me cuesta creer que mi amor verdadero se haya acostado con otra así tan fácil - dijo con determinación - Lo de Katrhyn lo entiendo porque pensaba que era su esposa, ¿pero lo de Regina? - preguntó - Me ha decepcionado - negó un poco con la cabeza

- Perdona que te lo diga, pero me parece bastante hipócrita de tu parte - le dijo Emma sorprendiendo a su madre, pero no se quería callar nada. No le parecía justo lo que estaba haciendo - Tú te acostaste con medio Storybrooke durante la Maldición y él nunca te lo ha reclamado - le echó en cara

- Emma yo… - quiso defenderse

- David estaba bajo la Maldición, no recordaba que Regina era la Reina Malvada y es injusto que le estés juzgando por eso - terminó y se adelantó igual que el príncipe, dejando a Mary Margaret para que pensara un poco las cosas.


A las horas estuvieron todos reunidos de nuevo en un campamento improvisado en medio de la jungla de Neverland.

Regina había vuelto con ellos, pero se estaba manteniendo a parte de todos porque obviamente no quería hablar con nadie, no quería reclamos ni enfrentamientos, y si no fuera porque su hijo estaba en peligro, no estaría ahí con ellos bajo ninguna circunstancia.

Le dolía ver a David sentado enseguida de Mary Margaret mientras mantenían lo que parecía una seria plática de reconciliación. Le mataba por dentro, aunque sabía que era lo correcto, que el príncipe pertenecía ahí

- Ya se te hizo costumbre estar tras un árbol - Tinkerbell se sentó enseguida de ella como la vez anterior

- No estoy de humor - respondió la reina con evidente molestia. No quería la compañía de nadie, mucho menos cuando estaba segura lo único que iba a recibir era reclamos por lo que había hecho.

Sí lo hizo por maldad y sí estaba en parte arrepentida porque ahora le dolía haberle causado daño, pero ya nada podía hacer. Lo hecho, hecho estaba y ni siquiera se iba a molestar en disculparse porque de seguro nadie le iba a creer que era sincera

- Eres una cobarde. No has cambiado nada - le reprochó el hada así de la nada

- ¿Disculpa? - preguntó Regina mirándola fijamente. Parecía que ya se estaba haciendo costumbre que la acusaran de imprevisto

- Una vez más le estás cerrando las puertas al amor como cuando no ingresaste a la taberna para tu segunda oportunidad - le reclamó con todo el afán de que la reina se diera esa nueva oportunidad que tenía en el amor - Estás negando tus sentimientos otra vez, pero ahora por David - le dijo y el destello en los ojos de la reina le confirmaron que estaba en lo cierto.

Le sorprendió que Tinkerbell se diera cuenta de sus sentimientos y no quiso desgastarse en negar las afirmaciones porque estaba segura que ninguna forma podría convencerla. Además, sabía que el hada no buscaba hacerle daño

- No hay ninguna oportunidad ahí - se relamió los labios luchando contra las ganas de llorar que la invadieron al escuchar a Tink - Él tiene una familia, un final feliz asegurado y no es conmigo - dijo convencida de sus palabras

- Pero… - trató de debatir

- No importa lo que yo sienta, David nunca se decidiría por mí. Mucho menos después de saber que lo engañé - cerró los ojos con dolor y recargó su cabeza contra el tronco del árbol en el que estaban recargadas.

Ninguna de las dos se dio cuenta que Emma escuchó todo.

La sheriff se retiró sigilosa para que no se dieran cuenta y de inmediato decidió que no podía decir lo que acababa de escuchar. Era algo muy fuerte que podría destruir a su familia. Se fue a sentar cerca del fuego y no le pasó desapercibido que su madre le seguía reclamando a David la infidelidad.

Eso la hizo enojar mucho de nuevo, tanto, que las llamas de la fogata se avivaron asustando a todos.

Se levantó y fue directo hasta donde estaban sus padres

- ¿Podemos hablar? - preguntó enojada a Mary Margaret - Es importante - le dijo cuando la otra estaba por negarse

- Está bien - respondió poniéndose de pie, acompañando a su hija hasta un punto donde al parecer nadie podía escucharlos

- Ya déjalo en paz, de seguro lo hizo porque trataba de protegerte, por eso no te dijo nada, pero estás insistiendo en algo que no fue su culpa, cuando tú… - estaba dispuesta a echarle en cara de nuevo los acostones con cuanto hombre tuvo oportunidad durante la Maldición, pero la otra le interrumpió

- Es que me molesta que se haya acostado con Regina, no con otra mujer - confesó por fin - Y ni siquiera fue capaz de decírmelo. Me estuvo mintiendo todo este tiempo con algo tan importante como eso - los ojos se le llenaron de lágrimas por la impotencia que sentía - No lo reconozco - sollozó

- Mary Margaret, estoy segura que no te dijo nada porque sabía que no ibas a poder con la verdad - trató de convencerla. No le parecía justo que insistiera en crucificar a David por algo que hizo cuando estaba bajo la Maldición

- Tú no entiendes, Emma - se limpió las lágrimas - Siento que muy en el fondo, David en verdad deseaba a Regina tanto que no fue capaz de resistirse aun sabiendo que estaba casado y que tenía sentimientos por mí - se cruzó de brazos - De verdad pensé que ahora sí podríamos comenzar a vivir nuestro final feliz - se retiró sin decir nada más, andando a paso apesadumbrado.

Fue entonces cuando Emma entendió su propio sentir: muy en el fondo estaba enojada con Snow porque quería tener otro hijo para reemplazarla y no estaba siendo capaz de controlar lo mucho que eso la hería.


Después de que Regina lograra capturar a Pan, rescatar a Henry y salvar el día estaban todos a bordo del Jolly Roger con rumbo a Storybrooke.

Todo lo sucedido había hecho que Mary Margaret reflexionara y decidiera darle una nueva oportunidad a David porque no iba a permitir que Regina se aprovechara de la situación e intentara algo más con él. No quería dejarla ganar y tampoco quería renunciar a lo que siempre soñó cuando estaba tan cerca de conseguirlo. No por algo que la Reina Malvada había hecho

- Cuando lleguemos a Storybrooke las cosas van a cambiar - empezó a decirle a un afligido David - Vamos a ser la familia que siempre soñé y al fin, al fin podremos tener un bebé que criaremos juntos como tantas veces lo imaginé - le besó en los labios - Ahora sí podré tener la vida que siempre quise y nunca pude por culpa de Regina - le sonrió ilusionada.

El príncipe sólo asintió y besó la mano de la princesa que sostenía en ese momento. La escuchó atento y le habría encantado que esos también fueran sus sueños y anhelos, pero eso estaba muy lejos de ser verdad.

Emma sintió su dolido corazón llenarse de odio al escuchar.


Al arribar a Storybrooke hubo comité de bienvenida por parte de todo el pueblo. Mary Margaret hablaba victoriosa abrazada de su príncipe encantador mientras Regina miraba hacia la nada, apartada de ellos y sonreía algo nostálgica al escuchar las típicas palabras de los héroes.

Y estaba segura que Mary Margaret le reconoció ante los presentes sólo por echarle en cara de nuevo que el bien había triunfado sobre el mal. Lo sabía, porque lo podía ver en la mirada poco amigable de la princesa

- Ven conmigo - Emma enganchó su brazo con el de su padre y lo sacó prácticamente del tumulto de gente

- ¿Sucede algo? - le preguntó a su hija. No podía estar más orgulloso de ella y no entendía cuál era el apuro de Mary Margaret por tener otro hijo cuando Emma estaba ahí, la habían recuperado y era perfecta

- Sí - respondió cruzando sus brazos y alzando un poco la barbilla - Estoy segura que sientes algo por Regina - le dijo. Sí, sí, estaba tan enojada con Mary Margaret porque la quería sustituir con otro hijo que estaba actuando impulsivamente, pero no le importaba, quería desquitarse, aunque eso significara que destruiría a su propia familia.

David la miró fijamente por unos segundos y decidió que no iba a mentirle a su hija

- Eso no importa - respondió con una triste sonrisa - Mi lugar está con mi familia, con Mary Margaret - miró de reojo a la reina que en ese momento abrazaba amorosamente a Henry - Además Regina lo único que quiso fue separarme de ustedes - se escuchó terriblemente decepcionado.

Y era ahora o nunca…

- Ella siente algo por ti - le confesó a su padre quien le miró con el ceño fruncido al escucharle - La escuché hablando con Tinkerbell en Neverland, algo de segundas oportunidades en el amor, Regina negando sus sentimientos por ti - dijo con la esperanza de que eso hiciera que el príncipe se decidiera por la reina y que Mary Margaret no tuviera éxito en su plan de tener otro hijo para conseguir su soñado final feliz donde ella no servía porque ya era una adulta.

David se quedó mirando la hermosa figura de Regina que se retiraba del lugar.


Se estuvo conteniendo todo el rato que la celebración en Granny 's duró. Estaba muriendo por llegar a casa. No quería dar un espectáculo público ahí y por eso mismo estaba evitando mirar a Regina. No quería más reclamos y reproches por parte de Mary Margaret.

La reina se retiró con Henry que sorprendentemente quiso irse con ella dejando a Emma confundida.

Los tres se fueron al apartamento. Esperó paciente a que su hija subiera a dormir y para su sorpresa, no era el único que estuvo aguardando por ese momento.

Mary Margaret comenzó a besarlo de la misma forma en que siempre lo hacía cuando quería ir a la cama con él

- Es hora de hacer al nuevo bebé. Ya no quiero esperar más - rio suavemente, pero su rostro se tornó serio cuando David negó con la cabeza

- Tenemos que hablar - le dijo lo más claro y en calma que pudo pues no sería fácil lo que diría

- ¿De qué? - preguntó confundida

- No puedo tener otro hijo contigo - apretó los labios

- ¿Por qué? - preguntó con lágrimas agolpadas en los ojos porque muy en el fondo sabía lo que diría y no quería escucharlo

- Porque estoy enamorado de Regina - confesó sincerándose al fin con la mujer con la que había compartido parte importante de su vida y que era la madre de su hija

- ¿Qué? - preguntó apartándose de él - ¿De qué estás hablando? - preguntó negándose a aceptar lo que su príncipe encantador decía

- Me enamoré de ella en el tiempo que tú y Emma estuvieron en el bosque. La conocí de forma distinta y simplemente sucedió - contó lo más breve que pudo. No había mucho que explicar

- David, no - trató de persuadirlo, de convencerlo que estaba equivocado - Debe ser una confusión, tú no puedes estar enamorado de Regina - sollozó

- Lo lamento - se disculpó

- No, no es verdad - sorbió la nariz - Es ella, es ella tratando de separarnos de nuevo - empezó a decir

- Regina no está haciendo nada - intervino Emma. Estuvo escuchando toda la conversación y mentiría si dijera que no lo estaba disfrutando

- ¿Cómo no? - preguntó Mary Margaret - Está diciendo que se enamoró de ella sólo porque tuvieron sexo - dijo desesperada

- No me enamoré de ella por eso - aclaró David para sacarla de ese absurdo pensamiento

- Estoy segura que abrir las piernas es lo único que sabe hacer para que un hombre esté con ella - siguiendo hablando impulsada por los celos que sentía

- ¡Ya fue suficiente! - exclamó David enojado al escucharla hablar de esa forma tan despectiva de Regina - Ya aguanté mucho tus reclamos y ya te dije que fue cosa de los dos. Sí me acosté con ella durante la Maldición porque quise, sí te mentí porque quería protegerte, porque sabía que no ibas a ser capaz de soportar la verdad. Y sí me enamoré de ella en el tiempo que tú y Emma estuvieron en el bosque encantado. Tuve oportunidad de conocerla y me robó el corazón - esas últimas palabras las dijo casi desbordando el amor que sentía por la reina

- ¿Tiene tu corazón? - preguntó Mary Margaret abriendo los ojos grandes con espanto

- ¡No! - respondió el príncipe. Se acercó a ella y la tomó de las manos con una suya, la otra la puso en la nuca de la princesa - Siempre te amaré Mary Margaret. Eres parte importante de mi vida y la madre de mi hija, pero mi corazón ya no te pertenece - le dejó un beso en la frente - Emma es perfecta, no entiendo tu afán por reemplazarla con otro hijo - le dijo mientras tomaba sus llaves y se retiraba del apartamento.

Mary Margaret volteó a ver a su hija que tenía los ojos llenos de lágrimas

- Lo siento - le dijo - No puedo evitar sentirme así - sollozó y en un instante su madre la tenía envuelta entre sus brazos - Te escuché decir que con nuevo hijo ahora sí podrías tener todo lo que soñaste - comenzó a llorar abiertamente

- Oh, no Emma. Te amo tal cual eres - dijo la princesa quien también lloraba al darse cuenta que había lastimado a su hija con su egoísmo por conseguir lo que quería.

Y tal vez si en la cueva le hubieran preguntado, habría confesado que ella tampoco sentía ya lo mismo por David.


Mientras en la mansión, Regina estaba en su habitación, acostada en su amplia cama mirando al techo y pensando.

Estaba feliz porque Henry estaba a salvo y había vuelto a casa con ella por decisión propia, pero también estaba muy triste y se sentía destrozada por lo ocurrido con David.

Nunca iba a ser capaz de quitarse de la mente la mirada de súplica y de decepción en el apuesto rostro del príncipe.

Lo peor de todo es que David nunca se iba a entrenar de que ella estaba enamorada de él, que lo amaba y que nada le haría más feliz en el mundo que estar a su lado.

En verdad quería que David fuera feliz y prefería callar lo que sentía para no hacerle daño, aunque eso significaba que ella tendría que verlo con su familia viviendo un final feliz.

Las lágrimas se agolparon en sus bellos ojos porque Mary Margaret tenía razón: el bien siempre triunfaba sobre el mal y por ese motivo no había forma en que ella pudiera un día alcanzar la verdadera felicidad.

Y ahora estaba más convencida que nunca que su oportunidad en el amor, de un verdadero amor y un final feliz, habían muerto en los establos a manos de su madre junto con Daniel.


Contrario a lo que se pudiera pensar, el príncipe decidió no ir de una vez con Regina a confesar sus sentimientos. Quería hacer las cosas bien después de haberse equivocado y sólo quería unos días para que Storybrooke se hiciera a la idea de que él y Mary Margaret habían terminado para correr al lado de la reina.

El pueblo se enteró al día siguiente tal cual lo planeó, pero para su mala suerte ese mismo día la ciudad se volvió un caos porque Pan estaba en Storybrooke. Había cambiado de cuerpo con Henry.

Cuando se dieron cuenta ya era tarde, Regina estaba en peligro y Storybrooke también. Rumpelstikin se sacrificó para acabar con el niño perdido quien ya había lanzado una nueva maldición que les alcanzaría en minutos.

Regina tuvo una visión de lo que debía hacer para detenerla cuando tocó el pequeño pergamino con el conjuro de su propia Maldición.

Tuvieron que tomar decisiones rápidas y correctas, pero como siempre debía haber sacrificios.

Henry no podía ir con ellos al bosque encantado por lo que debía irse de Storybrooke, que desaparecería cuando Regina rompiera el pergamino. Se iría con Emma y la reina les diría recuerdos falsos para que tuvieran una buena vida y se olvidaran de todo ellos

- Tú no eres una villana, eres mi mamá - dijo Henry a la reina cuando se estaban despidiendo.

El corazón de Regina se llenó de un hermoso sentimiento al escuchar a su hijo. Pensó que jamás le reconocería como su madre.

El niño se subió al auto con Emma y fue el momento en el que David se decidió. Se acercó a ella y la tomó de los brazos tal cual lo hizo en Neverland

- David… no - no quería escuchar nada en ese momento tan doloroso. No quería más reclamos, ¿qué importaba ya? estaban por regresar al bosque y tanto él como Snow podrían seguir adelante con su tan anhelado final feliz.

Pero el príncipe no estaba dispuesto a no decirle la verdad

- Siento mucho no haberlo hecho en cuanto supe que sentías algo por mi - el bello rostro de la reina se llenó de sorpresa al escucharlo, seguramente porque no se imaginaba que ya sabía lo que ella sentía por él - Regina tengo algo muy importante que confesarte - le sonrió enamorado - Estoy muy enamorado de ti - le reveló y suspiró - Te amo - la jaló hacia él y estampó sus labios con los de ella en un bello lleno de ese amor puro y verdadero que sentía por ella. Estaba muy seguro de sus sentimientos y de los de la reina por él.

En cuanto sus labios se unieron una potente ráfaga del color del arcoíris se expandió con potencia por los alrededores sorprendiendo a todos los presentes e inclusive a la pareja que acababa de compartir ese beso de amor verdadero.

Se miraron por unos segundos, con los sentimientos a flor de piel, llenos de emoción, felicidad y de amor

- También te amo, David - dijo Regina profundamente conmovida por lo que acababa de suceder y volvió a besarlo con todo ese amor que sentía por él. El mismo amor que estuvo callando durante todo ese tiempo para no lastimarlo y dejarlo ser feliz, aunque no fuera con ella

- Regina… - la voz del hada Azul les interrumpió. Dejaron de besarse y voltearon a verla - La Maldición se detuvo - señaló hacia el horizonte por donde la nube verde se estuvo avecinando y que ahora mostraba un hermoso cielo azul

- ¡Mamá! - gritó Henry atravesando la invisible barrera que delimitaba a Storybrooke

- Mi pequeño príncipe - recibió con amorosos brazos a su hijo y lo estrechó con fuerza porque por un momento pensó que en verdad no volvería a verlo jamás, que tendría que aprender a vivir sin él.

La rubia también entró corriendo directo a los brazos de su padre que la recibió emocionado y después, abrazó a su madre quien estaba ansiosa por abrazarla también.

Regina, David y Henry se fueron de ahí en una nube de magia que la reina invocó.


Aparecieron dentro de la Mansión y, tal como aquella noche durante la Maldición, David ayudó a Regina a cocinar en una hermosa dinámica familiar que les hacía sentir muy bien a los dos.

Henry, para sorpresa de ambos, estaba emocionado con la noticia del beso de amor verdadero y con saber que el Príncipe Encantador y la ex Reina Malvada se amaban en verdad

- ¡Es que es la historia perfecta porque nadie nunca se lo esperaría! - exclamó el niño entusiasmado durante la cena.

Los dos adultos rieron mientras compartían miradas enamoradas y ligeramente íntimas

- Yo me encargo de los platos - dijo David comenzando a levantar todo

- Que caballeroso, encantador - sonrió Regina terminando su copa de vino. El príncipe le lanzó una insinuante mirada y la reina se aclaró la garganta - A lavarse los dientes, Henry - le dijo a su hijo quien asintió y, afortunadamente, se fue sin más.

En cuanto se escuchó que el niño corría por el pasillo de la planta alta. David se acercó e inclinó sobre ella

- No voy a dejar que mi reina se haga cargo de todo - le habló insinuante, se acercó tanto que estaba a nada de besarla, pero no lo hizo. Le quitó la copa vacía de la delicada mano y se fue rumbo a la cocina para lavar los platos.

Lo hizo con una sonrisa triunfante porque sabía que había logrado afectarla

- Iré a ver si Henry necesita algo para dormir - informó levantándose de la mesa y caminando con dirección a las escaleras.

Y mientras las subía se mordió el labio inferior con emoción pensando en que no tenía duda que la vida con él sería encantadora.


Encantadora, perfecta y maravillosa, era así como la reina podía visualizar esa nueva vida que estaba comenzando al lado de David que en ese momento la estaba penetrando sobre la cama que estaban compartiendo por segunda vez, pero de una forma muy distinta.

La sensación de estar haciendo el amor con su amor verdadero era casi como un sueño y era tan hermoso que no pudo evitar que las lágrimas resbalaran de la comisura de sus ojos

- ¿Estás bien? - preguntó David preocupado. Se había detenido y ahora la miraba muy atento.

Ella abrió los ojos y asintió, le dedicó una pequeña sonrisa mientras una mano de él le limpiaba una lágrima con cuidado y cariño.

Tal como aquella noche el príncipe estaba sobre Regina y no porque estuviera cediendo, era porque estaba profundamente enamorada y su perspectiva de tener sexo había cambiado junto con sus sentimientos.

Además, David sabía muy bien lo que hacía y por eso ahora no le importa estar debajo de él

- Esto es lo más hermoso que me ha pasado en mucho tiempo - sorbió su nariz y le dedicó una deslumbrante sonrisa que lo hizo sonreír a él también.

Se inclinó para besarla y empezó a moverse dentro de ella de nuevo. Entrando y saliendo de la estrecha y húmeda intimidad.

Regina le abrazó por el cuello y enterró el bello rostro ahí. Tenía sus piernas tensas y pegadas al varonil cuerpo que hacía estremecer al suyo cada vez que el miembro turgente se adentraba en su sexo

- Más, más rápido - pidió la reina. Su voz se escuchó amortiguada, pero David le entendió a la perfección.

Aumentó el ritmo y cambió el ángulo de las penetraciones para estimular ese punto especial dentro de ella. Sonrió cuando la escuchó soltar pequeños gritos aún con el bello rostro enterrado en su hombro y pecho.

La sintió empezar a apretar intermitentemente sobre su miembro y sabía bien que estaba cerca, muy cerca del orgasmo

- ¿Te vas a venir? - le preguntó sin dejar de moverse justo como ella lo había pedido.

Gimió con gusto cuando la sintió asentir y se concentró en llevarla hasta ese maravilloso punto de no retorno, quería verla deshacerse por el placer que él le estaba brindando

- Vente jun-tohh co-conmigo, David - alcanzó a decir en medio del abrasante placer que estaba experimentado. En verdad pensó que no sería capaz de articular palabra

- Sí… - siseó el príncipe - Sí voy a venirme contigo, mi amor - se empujó con un poco más de fuerza dentro de ella lográndolo.

Ambos se vinieron al mismo tiempo, David gritó el nombre de Regina derramando su semen dentro de ella mientras la reina le mordía con fuerza el hombro derecho y le encajaba las uñas en la espalda para luego perder el control del cuerpo gracias al mismo orgasmo que los tenía a los dos delirando de placer

- Te amo - exhaló Regina dejando luego un beso en el punto que había mordido y sonrió al sentir un tierno beso en la cabeza con el cual le decía que también la amaba

- Perdón por no haberte dicho antes que te amaba - dijo el príncipe con la voz cargada de emoción. Regina se movió para poderlo mirar - Pensé que al no hacerlo te estaba protegiendo - le contó algo apenado

- Me pasó lo mismo - confesó la reina - Sabía que si decía algo perderías a tu familia y además pensaba que tú nunca… - los labios de David estampándose con los suyos le impidieron seguir hablando

- Eres todo lo que algún día soñé, Regina - le confesó el príncipe y la besó suavemente de nuevo

- ¿D-de verdad? - preguntó conmocionada por esa bella confesión y no pudo evitar que de nuevo las lágrimas se agolparan en sus ojos cuando él asintió - Tú también lo eres para mí - lo abrazó del cuello y lo besó apasionadamente

- Dios… como te amo - gimió sensualmente David al sentirla girar las caderas. Aún estaba dentro de ella y eso le estimuló.

La suave y bella risa que soltó Regina se convirtió de inmediato en el nuevo sonido favorito del príncipe.


Un par de días después, David estacionó su camioneta frente a la lujosa Mansión Mills que era ahora su hogar.

Bajó y la rodeó abriendo la puerta del copiloto para que su acompañante también descendiera. Cerró la puerta y empezó a andar por el camino en medio del jardín que llevaba hasta la entrada principal.

Estaba nervioso porque no sabía cómo iba a reaccionar Regina, pero esperaba que lo hiciera bien.

Tocó el timbre por gusto, no porque necesitara hacerlo pues tenía llaves de la Mansión, pero por alguna razón sintió que era lo correcto.

Escuchó con claridad los tacones acercándose. Se preparó y también lo hizo su acompañante, como si supiera lo que estaba a punto de suceder.

La puerta se abrió revelando a la hermosa alcaldesa de Storybrooke que frunció el ceño en cuanto le vio

- ¿Por qué toca… - miró hacia abajo y volvió su atención al príncipe quien le sonreía como forzado - Y este es… - señaló al acompañante de David

- Thor, su nombre es Thor - le sonrió encantadoramente esta vez mientras acariciaba la cabeza del fascinante animal

- ¡Hola David! - saludó Henry y en cuanto vio al fiel acompañante del príncipe fue incapaz de contener la emoción - ¡Un perro! - exclamó con euforia y se dejó caer de rodillas para acariciarlo - ¿Qué raza es? ¿Cómo se llama? ¿Te lo vas a traer a vivir con nosotros? - preguntó ilusionado

- Su nombre es Thor - respondió David

- ¡Se llama como uno de los Vengadores! - exclamó entusiasmado el niño

- Es un Alaskan Malamute, tiene un año y cinco meses. Su dueña ya no podía tenerlo, lo dejó en el refugio, pero no fui capaz de dejarlo ahí - miró a Henry acariciando al perro - Se quedará con nosotros sólo si tu mamá quiere - miró esperanzado a Regina quien ya negaba con la cabeza

- Mamá por favor - rogó el pequeño - ¿Ya viste que tiene un ojo café y otro azul? - preguntó mirando con detenimiento al perro que le lamió el rostro completo de un solo lengüetazo.

No iba a ceder, estaba decidida y muy segura de que no iba a ceder bajo ninguna circunstancia, pero entonces los tres le miraron con ojitos de cachorro y simplemente no se pudo negar

- Está bien - respondió fingiendo fastidio mientras veía a Thor rascarse tras la oreja y luego sacudirse con fuerza

- ¡Sí! - festejó Henry

- Pero ustedes serán responsables de él y no quiero ningún destrozo - advirtió mientras David la envolvía con un brazo por la cintura y la besaba en los labios - Lo digo en serio - le dijo dando dos pequeños toques en los labios del príncipe con su dedo índice

- Sus deseos son órdenes para mí, Majestad - soltó la correa cuando la mano de Henry se la solicitó y aprovechó para envolver a la reina entre sus brazos mientras ella se le abrazaba al cuello - Te amo tanto - susurró bajito sólo para que ella le escuchara

- También te amo, encantador - se alzó de puntitas para poderlo besar de nuevo.

Se abrazaron mientras veían a Henry ser correteado por el nuevo y peludo integrante de la familia, sin sospechar que dentro de poco menos de nueve meses serían una hermosa familia de seis.