—Otra vez lo mismo— respondió sin ganas.

—Ya van tres veces ¿crees que nos dejaran de convocar en algún momento? —comentó Hange con los ojos cansados.

—He conocido a gente que ha sido llamada diez veces.

—¿Diez veces? Según yo eso es ilegal.

—No lo es.

Hange y Levi se encontraban frente al colegio público a las 7.30 am. Las elecciones habían llegado y desgraciadamente de nuevo habían sido elegidos como vocales de mesa. Para su desgracia esta vez serían dos días y para su alegría el sueldo había aumentado un poco y nuevamente les había tocado juntos en la misma mesa.

—Veamos el lado bueno, sesenta lucas no suenan tan mal—dijo Hange siendo optimista mientras saludaba a los militares.

—Si, pero ahora son cuatro votos por lo tanto cuatro conteos, cuatro actas de registro y….

—Ok, ok ya caché la idea.

—Solo espero que la vocal que siempre se nos asigna no sea la misma.

—¿La que tiene nombre flaite? —preguntó Hange intentando a recordar —¿Cómo era su nombre? ¿Yesenia? ¿Jhendelyn? No creo que ese no era.

La susodicha era tan desagradable para Levi que ni siquiera se había tomado la molestia de aprenderse su nombre, siendo que los tres se conocían desde la primera vez que fueron llamados a cumplir con el bien de la nación siendo vocales de mesa. Por otro lado, a excepción de la mujer, todo había marchado bien. Levi y Hange se conocieron siendo unos ignorantes en el tema y cuando se dieron cuenta que nuevamente iban a estar en la misma mesa decidieron contactarse por redes sociales.

Ahora bien, tal como Levi había dicho, era la tercera vez que eran convocados y para desgrado suyo la flaite no aparecido aún.

—Es que no lo entiendo—comentó Levi con rabia— se supone que todos sabemos que teníamos que estar aquí a las 7.30 para poder buscar los materiales. ¿Por qué esa weona siempre llega tarde?

—¡Yubitza! — dijo Hange acordándose del nombre de la mujer— sabia que un nombre como ese no se me podía olvidar.

—¿me estas escuchando?

—Por supuesto que si— dijo Hange sonriendo nerviosamente. Ante la mirada expectante de Levi se rindió— ok, no te escuche ¿Qué decías?

—Olvídalo. Mejor vamos a nuestra mesa.

En cuanto llegaron a su mesa, Levi frunció el ceño. Era blanca y estaba asquerosamente sucia. Sabiendo de antemano que iba a pasar esto, Levi abrió su mochila y saco un toallitas húmedas y alcohol gel para desinfectar. Hange sacó unas servilletas y juntos comenzaron a limpiar. Una vez terminada el procedimiento de limpieza, solo se limitaron a sentarse y a esperar a que se conformara la mesa. Sin embargo, ya eran las 9.30 am todas las mesas estaban constituidas menos la suya.

—Por la chucha— dijo Levi cruzándose de brazos— siempre pasa la misma wea con esta mina.

—Me pregunto qué excusa se inventará esta vez. Ya veo que saca lo de la hija de nuevo.

—Desde que la conocemos le da pecho a esa pendeja, juro que si me sale con esa mierda de nuevo voy a….

—Cállate, cállate ahí llegó.

—Mierda.

La mujer ingresó apurada a la sala y directamente se fue a la mesa. Levi al ver su rostro frunció el ceño, la flaite tenia cara de maricona sonriente.

—Que bueno que nos haya tocado juntos otra vez— comentó la tal Yubitza— Lo siento por demorarme, pero vivo en lo espejo y por eso me demoré un poquito ¿me pueden esperar un ratito? Tengo que avisarle a mi marido algo.

Así como la mujer vino, se fue y apenas lo hizo Levi le dijo a su compañera.

—Más carerraja no puede ser.

—Cálmate Levi…

—¡Pero weón! Si juega con el tiempo ajeno. ¿Qué me importa que viva en Lo espejo? Si tanto le cuesta llegar a una comuna que no es en la que vive, mínimo cámbiate de domicilio electoral.

—Te encuentro toda la razón—dijo Hange sobando la espalda del pelinegro— pero no sacamos nada con ponernos a la defensiva. Tenemos que estar los tres juntos los próximos dos días y tenemos que llevarnos bien para que todo fluya normal.

—Es que no lo soporto. Tu sabes que odio a la gente impuntual y esta mina se pasa.

—Cállate, viene alguien.

Cuando Levi vio a la persona frente suyo, supo que estaba en presencia de un fastidioso apoderado. Suspiró esperando a que el tipo dijera algo.

—Necesito hablar con el presidente de la mesa.

—¿Acaso vez que esta mesa está conformada? Con cuea somos dos y ninguno es presidente aún. Además…

—Lo que intenta decir mi compañero—dijo Hange interrumpiendo al pelinegro— es que aun falta un tercer miembro para poder tener la mesa lista. Luego de que llegue recién podríamos designar roles.

—Entiendo, muchas gracias.

El apoderado de mesa se retiró y Hange dijo:

—Debes ser más cordial.

—Odio a los apoderados de mesa, solo están ahí para fastidiar.

—Pero ellos solo cumplen con su deber.

—Son unos cagados de la cabeza. Su único propósito es pelear los votos y molestar. Por otro lado ¿Dónde se metió la tipa? No se supone que iba a volver pronto.

—Cállate, ahí viene.

Levi inhaló para armarse de paciencia para lidiar con la mujer que había entrado nuevamente a la sala. En cuanto llegó dijo:

—perdón, es que tenia que darle pecho a mi hija antes de separarme de ella.

¿Me estai webeando? Si tu hija ya debe tener más de tres años, pensó Levi para sus adentros.

—Tranquila, hay cosas que no podemos evitar— dijo Hange tratando de que su compañero no dijera nada—antes de que vayamos a buscar las cosas, definamos que papel tomaremos. Uno debe ser presidente, otro comisario y otro el secretario.

—Yo quiero ser secretario— dijo Levi ofreciéndose de antemano— Yubitza podría ser presidente.

—Ay no, es que esas cosas a mi no se me dan. Tú sabes más de esto, deberías ser el presidente.

—Hemos sido la misma cantidad de veces vocales de mesa— dijo Levi entre dientes. Sin embargo, sabía que la mujer era una inoperante con todas sus letras. Tal vez ofrecerse como presidente aminoraría muchos problemas futuros— Esta bien, yo seré presidente. ¿Serias comisario, Hange?

—No tengo problema.

—Entonces yo soy la secretaria.

—Voy a buscar las cosas, ¿Me acompañas Levi?

El pelinegro asintió y junto a la mujer de lentes se fueron en busca de la caja de materiales. La persona encargada pidió hablar específicamente con el comisario y para ello, Levi se hizo a un lado y esperó a Hange en unas bancas que se encontraban en el patio.

Mientras la esperaba, se fijó en la poca gente que estaba transitando y la mayoría de estas correspondían a militares que se encontraban haciendo guardia en el establecimiento. Por lo general no se sentía intimidado con la presencia de ellos, ni siquiera por el militar que se acercaba cautelosamente hacia él.

—Disculpa, ¿Necesita encontrar tu mesa?

Levi se giró para ver al oficial. El hombre era alto y portaba con el típico uniforme militar. Sin embargo, lo primero que destacó en él eran sus brillantes ojos azules, cuyo color era poco habitual en la población chilena. Especialmente dentro de las comunas más pobres y periféricas dentro de la región metropolitana.

—Soy vocal de mesa.

—Oh— comentó confundido el militar—Perdón, pensé que era un votante.

—No hay cuidado.

Con esto, Levi pensó que la conversación con el militar se daría por terminada. Sin embargo, el hombre de traje verde preguntó:

—¿Ya llegaron votantes a su mesa?

—Ojalá— dijo Levi con ironía. Rápidamente se arrepintió al ver la fija mirada del oficial—Quiero decir, recién estamos constituyendo mesa.

—¿Recién? —preguntó el militar mirando su reloj de muñeca— Pero yo pensé que las mesas se constituían a las 7.30 am.

—Si, pero una de las vocales de mi mesa acaba de llegar y nos retrasamos.

—Ya veo. ¿Hay alguna especie de penalización si llegan tarde?

—Ojalá la hubiera, pero no. Sin embargo, agradezco que hubiera llegado, sino agarrarían a cualquier persona que venga a votar y a obligarlo a ser vocal.

—Eso ya pasó en una mesa.

—Pobre desgraciado— dijo Levi aguantándose la risa— ¿Tú lo tomaste?

—No, eso es deber de los encargados de las elecciones.

—¿Y cuál es tu deber? —preguntó Levi intentando contribuir con la conversación.

—Es velar que las votaciones se realicen con normalidad.

—¿Y eso contempla a?

—Cualquier cosa que rompa con la normalidad. Por ejemplo, si llega alguien y quiere robarse una urna, tengo el deber de tomarlo detenido.

—Entiendo ¿Y lo que tienes ahí es una pistola?

—No— dijo el militar señalándole el arma que portaba— Es solo un bastón.

—Ya veo. ¿Y te ha tocado a alguien que se haya robado una urna?

—Gracias a Dios no.

Levi hubiera hecho una pregunta más para satisfacer su curiosidad. Sin embargo, la voz de Hange sonó a lo lejos y lo hizo voltearse.

—¡LEVI! ¡NO ME PUEDO LAS CAJAS!

El militar rio para adentro y dijo:

—Parece que lo están llamando, señor Levi.

—Así parece—dijo Levi rascándose la cabeza— Bueno, nos vemos.

—Que tenga un buen día.

El pelinegro asintió con la cabeza y se fue para ayudar a Hange. Ella lo miró curiosa y preguntó:

—¿Desde cuando eres amigo de los milicos?

—Desde nunca.

—Pues, te veías animado hablando con él ¿De qué hablaban?

—Copuchenta.

Levi se llevó dos cajas dejando a Hange con las otras más livianas. Cuando llegaron, instalaron la mesa y de a poco comenzaron a hacer ingreso de los votantes. Mientras las personas sufragaban, Levi leía el manual en caso de que hubiera alguna actualización con las instrucciones. Además, veía de reojo como la castaña le enseñaba a la otra vocal diferenciar los votos.

—El celeste es alcaldes, blanco concejales, naranjo gobernador regional y amarillo constituyentes y también los verdes que son para los constituyentes indígenas.

—Son demasiados votos, y no puedo ver la diferencia entre uno y otro.

—Todos tienen nombre…—dijo Levi haciéndolo notar aún más obvio.

—Sí, pero lo decía por el color. Soy daltónica y me cuesta distinguir colores.

—¿De verdad eres daltónica? —preguntó Hange conmocionada.

—Genial…—dijo Levi en un susurro.

—Por eso les pido que también me ayuden a ver los votos.

—No te preocupes— dijo la castaña siendo empática.

Ahora falta que diga que es analfabeta. Esta serán unas elecciones muy largas, pensó Levi antes de retomar su atención en el manual. Sin embargo, sus ojos repararon en la puerta que daba hacia el patio y desde ahí pudo observar al militar Smith, quien guiaba a los votantes a sus salas.

Desde que tenía uso de razón, su familia y la gente en general les tenia cierto prejuicio a los militares. No tanto como con los carabineros, ellos sí que eran odiados. Aun así, el prejuicio existía. Sin embargo, el tono de voz y la forma de expresarse, le hizo pensar que el señor milico era amable.

. . .

—Iré a fumarme un cigarrito—dijo Yubitza levantándose de la mesa— Ustedes ya saben que me cuesta aguantarme uno ¿Pueden darme unos minutos?

—Ve tranquila— dijo Hange.

La mujer asintió y llevándose su cartera, se retiró de la mesa.

—Fuma como chimenea y aún sigue dando pecho, ¿Es que no piensa en su hija? Mínimo debería dejar el cigarro.

—Fuma demasiado. Por cierto, traje unos pancitos, ¿Quieres uno?

—Por ahora no, traje tecito para el frio.

—Tomemos juntos, yo traje café. ¿Qué trajiste de almuerzo?

—Mi tío me dijo que mamá me había preparado pastel de choclo. Me lo traerá tipo dos.

—¿Pastel de choclo? Que envidia. El último que mi mamá hizo se le quemó.

—Si quieres puedo pedir que te traiga uno.

—No, yo traje mi propia comida. Así que no te preocupes.

Al igual que Hange, Levi era universitario. Con 25 años, el joven vivía en el gran Santiago en un pequeño departamento que lograba pagar por si mismo. Además, de estudiar, trabajaba en una cafetería que le servía para pagar parte del arriendo. Originalmente era de región, pero debido a los estudios tuvo que transferirse a la capital. Sin embargo, no estaba del todo solo, su madre junto a su tío lo visitaban algunos fines de semana y este no era la excepción.

En eso, Hange dijo:

—Me pregunto si hoy saldremos a las seis.

—Por lo que tengo entendido a esa hora terminamos de cerrar la mesa.

Horas más tarde, Levi se encontraba contando las firmas dentro del padrón de mesa, mientras que Yubitza intentaba de hacer un sobreesfuerzo para lidiar con el aburrimiento.

—Me quiero ir— dijo la mujer agobiada—Mis pobres hijas deben estar extrañándome.

—¿Cuántos años tienen tus hijas?

—Una tiene seis años y la otra tres. Yo no debería estar aquí, ellas me necesitan, además de que estoy muy lejos de mi comuna.

—Deberías haber cambiado tu ubicación electoral.

—Sí, pero se me olvidó.

Levi ladeo los ojos con fastidio y se concentró en las firmas. En eso, una sombra se posó en el libro y lo obligó a mirar hacia arriba.

—Hola— dijo el militar que le había hablado en la mañana.

—Hola —dijo Hange recibiéndolo— ¿Hay algún problema?

—Ninguno, vengo a votar— dijo el militar sonriendo— Casualmente esta es mi mesa.

—Necesito tu carnet— dijo Levi pidiéndoselo.

El militar asintió y le entregó su cédula de identidad. Desde su posición, Levi lo sintió aún más alto en comparación a la vez que lo vio y en cuanto tuvo el documento en sus manos pudo saber de primera mano el nombre del milico que se encontraba frente a él.

—Erwin Smith— dijo buscándolo en el padrón de mesa— S, es mi padrón.

Lo buscó entre el millar de nombres y lo encontró en el número 165, hizo una mosca, cortó los talonarios y les entregó los votos junto a los sellos. El tal Erwin, ingresó a la casilla de votación, mientras que Levi se quedó mirando distraídamente el nombre de Erwin en el cuaderno. Entonces, Hange comentó:

—Es guapo el milico ¿Viste sus bellos ojos? De seguro es cuico.

—No ando fijándome en esas cosas.

—Por supuesto— dijo Hange siendo irónica— Tampoco te delató la manera coqueta en que le hablaste.

—Solo le pedí su carnet. ¿Qué hay de coqueto en eso?

Levi se quedó callado al ver como el militar salió y algo nervioso se acercó a él.

—Lo siento, es que no sé si doblé bien los votos.

—Mientras estén bien sellados, no hay ningún problema— dijo Hange con una sonrisa— Levi, ¿Por qué no le enseñas al buen militar como doblar los votos?

Levi chasqueó la lengua y le enseñó paso por paso el dobles de cada uno de los votos, mientras que Erwin imitaba cada uno de sus movimientos.

—Es un experto, esto de verdad parece un origami. Muchas gracias.

—No hay problema, solo cuidado con los colores.

Erwin se dirigió a las urnas y Levi al verlo dudar, se acercó para ayudarlo un poco.

—La naranja va aquí— dijo Levi indicándole la urna— Espera, ¡esa es la amarilla!

—Lo siento, es que se ven muy similares.

—Tranquilo, a más de uno le ha pasado.

Cuando Erwin dejó todos votos en sus correspondientes urnas, se dirigió nuevamente a Levi para firmar y retirar su cédula. Cuando se marchó, se despidió del vocal con una simpática sonrisa que Levi encontró deslumbrante.

Luego de que el militar se fue, llegaron mas votantes. Levi miraba con el ceño fruncido como Yubitza nuevamente se retiró de la sala.

—Ya es la quinta vez que sale a fumar, ¿Cómo no le da cáncer al pulmón? — preguntó Levi hablando más solo que con la castaña.

En eso, escuchó la estruendosa risa de Hange, quien, agarrándose del estómago, dijo:

—Ay weón, es que no podi hacer eso— dijo la castaña sin despegar la mirada de su celular— este weón la embarra.

—¿De quién chucha hablas?

—Del Pixis culiao

Levi observó como la cara del presidente era la novedad en redes sociales, y para variar era para reírse de él la mayoría del tiempo. Cuando vio al hombre lamer la sticker de los votos, reprimió una risa.

—Como tan weón— dijo Levi intentando hacer un esfuerzo por no reírse— De ese hombre me espero cualquier wea, pero puta, igual lo comprendo. Hace un rato llegó un viejito y lamió también el sticker. Tuve que deternerlo para que no hiciera lo mismo con los que quedaban.

—Ya pero que lo haga Pixis es otra cosa. Literal es un meme en vida ese weón. Ya quiero que salgan los memes.

Levi le dio un sorbo a su té y se abrigó el cuello con la bufanda que llevaba. La mayor parte del día presentó bajas temperaturas y era perfecto para estar acostado en su cama viendo cualquier cosa que se le presentara en la tele o bien terminar lo que tenia pendiente en la universidad.

Mientras se lamentaba por estar desperdiciando su tiempo en esto, Yubitza llegó y le comentó a Hange que había comenzado una Pyme de estampado de poleras. Al escucharla, Levi se sintió tentado en preguntar como era la calidad de las poleras. Su prima Mikasa pronto estaría de cumpleaños y ansiaba tener una polera de su cantante favorito.

—Son bastante buenas, y las vendo a un buen precio. Si quieres déjame tu número y apenas llegue a mi casa te hablo para que hagamos el contacto.

Incomodo, Levi le dio el número a la tipa. Había compartido con ella tres veces y nunca había tenido la necesidad de agregarla a su lista de contactos. Se relajó pensando que de esta manera tendría de forma segura el regalo para Mikasa.

Cuando llegaron las seis de la tarde, Levi junto a Hange cerraron la mesa y acomodaron todo para que el día de mañana estuviera listo. Yubitza se había excusado para irse antes. Sin embargo, antes de irse Levi le advirtió de la manera más cortes que mañana tendría que quedarse durante toda la jornada, recalcando con mayor énfasis el conteo de votos.

—¿Te vendrán a buscar? —preguntó Levi a Hange.

—Si, Moblit viene en camino ¿Quieres que te llevemos?

—Mi tío me dijo que me vendría a buscar, así que ve tranquila.

—Esta bien, entonces nos vemos mañana.

Hange se retiró mientras que Levi se quedó dentro del patio del colegio. Se frotó las manos las cuales estaban congeladas por el frio. En eso, observó al militar Smith mirando hacia la salida del establecimiento. Levi se acercó esperando que fuera buena idea hablarle mientras esperaba a su tío.

—Hola de nuevo— dijo Erwin apenas lo vio— ¿Un día ajetreado?

—No mucho, vino muy poca gente.

—Qué lástima. De seguro mañana llegaran más.

—Si ¿Hubo algún inconveniente durante el día?

—Para nada, todo estuvo bastante tranquilo durante la jornada— dijo el militar con los brazos cruzados— ¿Ya se va a casa? Debe tener cuidado, este barrio es un poco peligroso.

Con ello, Levi pensó que Erwin Smith resultaba ser un militar bastante atento.

—Mi tío me vendrá a buscar, así que no me va a pasar nada. Además, me sé me defender. ¿Y tú? ¿Hasta qué hora te quedas?

—Yo debo pasar la noche aquí.

—Uy, ¿Y no te cagas de frio?

—Un poco, pero ya nos acostumbramos, estamos desde el miércoles aquí.

—Que horrible.

—No es para tanto, aunque me gustaría tomar una ducha con agua caliente y más en esta época del año.

Le hubiese gustado seguir bromeando respecto a las duchas heladas. Sin embargo, el tono de celular interrumpió la conversación. Levi sacó el aparato de su bolsillo trasero viendo que era su tío quien llamaba. Miró a Erwin y dijo:

—Ya llegaron por mí.

Erwin asintió y lo acompañó hasta la entrada del colegio. Desde ahí, los ojos grises de Levi observaron como el auto de Kenny le hacía luces para que supiera que era él.

—Creo que es el suyo—dijo el militar con una sonrisa en el rostro— Nos vemos mañana, ¿Cierto?

—No tengo muchas opciones, estoy obligado a venir. Bueno, tú también.

—Cierto. Que pase una buena noche.

Levi se despidió de él con un apretón de manos y se fue para ingresar al auto de su tío. El huraño hombre, le dijo:

—No deberías hablar con milicos, ellos no son de fiar.

—Hablar no es una actividad que amenace con mi vida— dijo Levi observando a Erwin desde el espejo lateral del auto, quien aún permanencia en el portón del establecimiento— Además, este es simpático.

—Si como no. Es mejor que nos vayamos luego, tu mamá nos esta esperando para tomar once.

Levi asintió, mentalizándose en levantarse nuevamente temprano el día domingo.

. . .

Al otro día, levi se presentó a las 7.15 en el local electoral. Observó como la delegada del establecimiento abrió la puerta siendo escoltada por Erwin, quien cada cierto tiempo le dedicaba una fugaz mirada.

—Les entregaremos las cajas una vez que se hayan conformado las mesas.

Genial, pensó Levi para sus adentros. Asumía que sus compañeras llegarían temprano, no tenia duda que de Hange lo haría, pero de Yubitza, lo dudaba por completo. Se quedó de brazos cruzados observando como las mesas conformadas iban en busca del material. En eso, su celular sonó.

—¿Aló?

—Por favor perdóname—dijo angustiada Hange desde la otra línea.

Levi se alejó de la pequeña multitud y se sentó en una banca para hablar en privado con la castaña.

—¿Qué te pasó?

—El auto de Moblit se le agotó la batería y estamos esperando a que el vecino nos ayude.

—Bueno, ¿Cuánto tiempo crees que demores?

—Tal vez llegue media hora más tarde. ¿Me perdonas?

—Nah, tranquila. Además, dudo que llegues después que la flaite esa.

—Bueno, nos vemos entonces. Chau

—Chao.

Levi cortó y suspiró ruidosamente. El día había amanecido nublado como el anterior y agradeció de todo corazón que su madre le haya insistido en usar parca.

—Frio culiao— dijo Levi poniéndose la capucha que venia con la parca.

—¿De nuevo tu mesa no está conformada?

Levi miró hacia arriba y vio los ojos azules del militar Smith. Entonces respondió:

—Sep, pero bueno, ya me acostumbré a que pasen estas cosas. ¿Qué tal pasaste la noche? ¿Te cagaste de frio?

—Tengo suficientes mantas, pero lo complicado es atravesar el pasillo cuando quiero ir al baño.

—Me lo imagino— dijo Levi observando su boina detenidamente. Su mirada se fijo en otro milico en la entrada cuya gorra era distinta. De pronto, su mente ya creo otro tema de conversación — Siempre he tenido una pregunta, ¿por qué tu usas boina y el de allá solo un gorro?

—Es por la especialidad, yo soy aviador y paracaidista. En cambio, él pertenece a artillería.

—¿Paracaidista? Wau, eso suena la raja.

—Es entretenido.

—¿Y qué tiene que ver la boina? ¿El primer paracaidista fue un francés o algo así?

—No, es un símbolo de luto por la segunda guerra mundial. Es negra porque representa a todos los paracaidistas que se sacrificaron durante la guerra.

—Mish, eso no lo sabía.

—Uno aprende algo nuevo todos los días— comentó Erwin con una sonrisa— ¿Y usted? ¿Estudia algo o trabaja?

—Aún estudio, pero si todo sale bien me titulo a fin de año.

—Qué bueno, ¿Y qué carrera?

—Ingeniería en informática.

—Que cabezón.

—Ni tanto.

Se quedaron hablando mientras las personas fluían. Levi aprendió que Erwin llevaba 10 años en la milicia y que había entrado apenas cumplió la mayoría de edad. Había participado en la parada militar tres veces, que amaba los deportes y que tenía un perro llamado Bruno.

—Asumo que no tienes problemas de vértigo.

—Si los tuviera no podría ser paracaidista.

—No era necesario que lo argumentaras.

Los dos rieron un poco antes de que Hange apareciera a la vista.

—Parece que su amiga ya llegó.

—Sep— dijo Levi poniéndose las manos en los bolsillos—Pero aún no llega la otra.

—¿La otra?

—Mi compañera de mesa, Hange y yo le decimos la flaite. No sé si la viste ayer, pero viste como uno.

—Tenia una ropa algo peculiar. Me he fijado que fuma un poco.

—Bastante. Es una chimenea con patas. Bueno, mejor me voy a ver a Hange.

—Que tenga un buen día, Levi.

Levi se alejó de Smith para acercarse a Hange, quien lo miraba de forma picarona. Entonces ella dijo:

—No era necesario que vinieras por mí. Quería dejarlos hablar a ti y al señor milico tranquilos.

—No digas estupideces.

—Es más que obvio que estaba pinchando contigo.

—Son cosas que solo suceden en tu cabeza.

—¿Te imaginas que sea el amor de tu vida? Digo, conocerlo en las elecciones, tú como vocal de mesa y él como un milico que cumple con cuidarte. Que romántico.

—Ridícula—dijo Levi dándole un leve golpe en la frente— ¿Qué tiene de romántico conocernos en plenas elecciones? ¿Contar votos a la luz de las velas? Que romántico…

—Ay pero que amargado.

Mientras Hange fantaseaba con ese primer encuentro, Levi tomaba té de su termo. Su mirada gris se posaba en distintas partes del paisaje, pero la mayoría de las veces se detenía en el militar, quien charlaba con sus otros compañeros. Hange a veces lo pillaba en esas andanzas, dándole mas peso de que era obra del destino de que ambos se hayan conocido.

Cuando la tercer integrante llegó armaron nuevamente la mesa.

. . .

—Ya le dije señor, no puedo entregarle esa clase de información.

—Pero si ayer le pregunté a su compañera y fue muy cortes en decírmelo.

—Lo que hizo mi compañera esta mal. Según lo dictado por la junta electoral, no estamos autorizados a decir el número del votante del padrón de mesa.

—Pero….

—Si tiene quejas, hable con la delegada del establecimiento.

Refunfuñando, el apoderado se retiró de la mesa y Levi se dirigió a su compañera.

—No puedes darles esa información a los apoderados. Ni tampoco mostrarles el padrón de mesa, esto es exclusivo de nosotros. ¿Entendiste, Yubitza?

—Lo siento, no tenia como saberlo.

—En el manual lo dice explícito. Y si tenías dudas podías habernos preguntado a mi o a Hange.

—¿Qué ocurrió? —preguntó Hange luego de haber regresado del baño.

—Lo que te dije en la mañana. Un apoderado preguntó sobre los números de cada uno de los votantes que habían sufragado.

—Lo bueno es que Yubitza ya lo sabe.

Las horas transcurrieron y excusándose como siempre, la flaite se fue a fumar. Levi estaba apunto de explotar y la poca vitalidad que tenía comenzaba a desvanacerse.

—¿Qué hora es?

—Apenas son las cuatro.

—Y ya se acabo el té— comentó Levi con pesar.

—¿Quieres ir a almorzar? Eres el único que no ha comido.

—No quiero dejarte sola. Esperaré a que la otra weona se digne en aparecer.

—No han llegado votantes, estaré bien yo sola.

Levi se la quedó mirando y asintió con la cabeza para llevarse sus cosas para ir a almorzar. Cuando llegó al comedor, se sorprendió que no hubiera en ninguna parte un microondas. Lo peor es que no tenia ganas de comer helado su pastel de choclo.

—Disculpa— dijo Levi acercándose con algunos asistentes de votación— ¿Dónde tienen microondas?

—Como junta electoral, no poseemos microondas.

Pero que buen servicio, pensó Levi para si mismo.

—¿Y cómo quieren que caliente mi almuerzo? Ustedes como junta ni siquiera ofrecen comida por el servicio que estamos haciendo los vocales de mesa. Mínimo deberían tener algo para calentar la comida que nosotros traemos.

—Escuché que los militares tienen microondas.

—Ok.

Levi se alejó del encargado y buscó con la mirada al milico que sí podría ayudarle. Sin embargo, no se encontraba dentro del sector en que estaba.

¿Dónde te metiste señor milico?, pensó Levi.

Le tomó cinco minutos encontrarlo y aceleró su paso para hablarle.

—Levi, ¿Qué ocurre? —preguntó Erwin al verlo acercándose de forma agitada.

—No quisiera molestarte, pero quiero comer y los desgraciados de la junta electoral no tienen un miserable microondas, pero me dijeron que ustedes cuentan con uno.

—¿Quiere que caliente tu comida?

—Si no es mucha molestia.

—¿Cuántos minutos necesita? — dijo Erwin extendiendo la mano.

—Me bastara con dos— le ofreció su pequeño tapper de almuerzo y Erwin asintió.

—Veré que puedo hacer, usted espere aquí.

Levi esperó apoyado en un árbol y dentro de dos minutos Erwin regresó con su almuerzo ya caliente.

—¿Pastel de choclo?

—Así es.

—Huele exquisito— dijo entregándole la bolsa— Que tenga un buen provecho.

—Gracias.

Con su almuerzo caliente entre sus manos, Levi fue hacia el casino, el cual estaba vacío. Se sentó en la primera mesa que encontró e inhaló el delicioso aroma del pastel, sintiendo toda el hambre que había aguantado en el día.

En eso, la puerta se abrió apareciendo en ella Erwin.

—¿Le importa si almuerzo con usted?

—Siéntate.

A diferencia de Levi, Erwin no tenia un almuerzo muy elaborado. Este consistía en papas cocidas y atún.

—¿Es lo que les dan en el ejercito?

—Más o menos. Estoy aburrido de comer esto. Ya van tres días.

Levi se quedo mirando el incipiente almuerzo del rubio y entonces dijo:

—Me gusta el atún. ¿Quieres cambiar?

—¿De verdad? —preguntó Erwin sorprendido— No es necesario, puedo comer esto.

—Lo digo en serio. Además, comer atún con papas no me matará —dijo Levi intercambiando sus almuerzos— Come antes de que se enfríe.

Erwin no le quedó más que comer el almuerzo de Levi, pero no fue un desagrado. Es más, lo comió con muchas ganas. Cuando se terminó la bandeja, miró a Levi con una sonrisa en los labios. El pelinegro podría darse cuenta de la gratitud que reflejaban sus llamativos ojos azules.

—Estuvo exquisito. De verdad, muchas gracias.

Levi solo se encogió de hombros aceptando la gratitud y se retiró para volver a su puesto de trabajo. Cuando llegó observó a Hange complicada con un votante, la chica lucía nerviosa y la persona frente a ella no se lo estaba haciendo fácil.

—¿Cómo es posible que te equivoques? Yo soy Gutierrez Perez. No, Gutierrez Pereira.

—Lo lamento, señora— dijo la castaña afligida— había tres Gutierrez y me confundí.

—¿Qué sucede? —preguntó Levi acercándose a Hange.

—Me equivoqué al traspasar los datos del votante.

—Solo táchalos y escríbelos en el lugar correspondiente.

—Si.

—Eso te pasa por no estar atenta. Deberías estar más ojo en estas cosas, señorita.

Levi frunció el ceño ante el tono despectivo de la mujer mayor.

—Lo siento mucho.

—Solo haz bien tu trabajo en vez de disculparte tanto.

—Y usted podría tener un poco más de empatía, señora— dijo Levi saliendo a la defensa de Hange— Desconozco si usted lo sabe, pero estamos desde las 7.30 am desde el día de ayer y a estas alturas la energía se nos está agotando y la paciencia también.

—Yo solo estoy dando una retroalimentación.

—Y nadie se lo pidió. Usted pudo aceptar amablemente el error y retirarse, pero no le bastó con eso y juzgó el trabajo de mi compañera. Es fácil criticar el trabajo ajeno cuando uno solo es espectador.

—Qué persona más insolente.

—En ningún momento le he faltado el respeto—dijo Levi entregándole un lápiz— Ahora necesito que ponga su firma, tome su carnet y abandone la mesa. Hay más personas que quieren sufragar y no tengo todo el día.

De mala manera, la mujer tomó el lápiz y firmó duramente el libro. Luego le quitó su identificación al pelinegro y se fue maldiciendo.

—¿Quién se cree que es para tratarte de esa manera? Vieja de mierda.

—Gracias, Levi— dijo Hange con un hilo de voz— La mujer me puso nerviosa.

—Tranquila— dijo Levi sobándole la espalda— Ya queda poco.

Las próximas horas fueron agobiantes. Levi ya no quería más y lo único que ansiaba que fueran las seis para cerrar la mesa y comenzar el conteo. Cuando la hora ansiada llegó, Levi salió de la sala para gritar que la mesa 104 estaba cerrada.

—Bien, lo que tenemos que hacer ahora es firmar los votos y comenzar a abrirlos. Yubitza y yo seremos quienes firmen, mientras que Hange los abrirá y los agrupara de diez en diez.

Ambas hicieron lo que Levi demandó. Les tomó casi diez minutos hacerlo para solo una urna. Entonces, Levi miró a Yubitza y le dijo:

—Como secretaria, tu deber es ir contabilizando a los candidatos. Yo cantaré y tu anotaras.

—Yo no puedo hacerlo— dijo la mujer excusándose por milésima vez.

—¿Por qué no? Si tú elegiste ser la secretaria y es lo que ellas hacen.

—Pero me enredo en hacer los conteos.

Levi le dedicó una mirada fulminante y cargada en odio. Estaba a punto de decirle lo incompetente que había sido en ambos días, pero Hange llegó diciendo que podría realizar el trabajo de la mujer. Levi se tragó el rosario de garabatos que le tenía propinado a Yubitza y se dedicó a cantar.

Mientras cantaba, sus ojos se posaron en los milicos que se encontraban en el patio, pero su atención se dirigió en Smith, quien lo saludaba con la mano. Eso lo ayudó a aligerar su mal humor.

Así fue como las seis de la tarde se convirtieron en las diez de la noche. Y Levi al igual que sus compañeras, se encontraba profundamente mareado y con un terrible dolor de cabeza.

—Yo no puedo más, iré a tomar algo de aire fresco—comentó Yubitza apunto de ir hacia la salida.

—¿Otra vez? Terminemos de hacer esto para irnos de una puta vez.

—Es que no puedo, me siento muy mal, quiero vomitar y me duele mucho la cabeza. Además, mi esposo no para de llamar por mis hijas.

En eso, el teléfono de la flaite sonó por millonésima vez. Levi ya estaba harto, pero respiró hondo y le dijo:

—Ve afuera, contesta tu puto teléfono y luego regresas. Todos nos queremos ir, pero a diferencia tuya ni Hange ni yo nos estamos quejando.

La mujer asintió y se retiró. Hange llegó con la ultima urna y la depositó en la mesa para realizar el mismo trabajo.

—Solo nos falta concejales. Luego nos quedaría rellenar las minutas y formularios y estamos listos.

Levi comenzó a firmar mientras Hange abría los votos. En eso, Yubitza regresó.

—Con Hange ya empezamos a abrir los votos, necesito que firmes.

—No puedo.

Levi detuvo lo que estaba haciendo y se giró para verla. Hange hizo lo mismo.

—¿Perdón?

—Hablé con la delegada del establecimiento y le comenté mi situación y me dio permiso para irme antes.

La mente de Levi procesó lo que la mujer había dicho, pero cuando por fin reaccionó para matarla con palabras, Yubitza ya se había marchado.

—Perra de mierda, ¿Quién se cree por la chucha? —dijo Levi cabreado— Siempre hace la misma wea, pero esto no se va a quedar así, yo le ire a sacar la c….

—¡Levi déjala! —dijo Hange agotada— Solo terminemos esto, por favor. Mientras más rápido nos movamos, más rápido podremos ir a casa.

El pelinegro se mordió los labios y de mala gana le hizo caso a Hange y juntos comenzaron a realizar el último conteo.

Así fue como el reloj marcó media noche. Levi ya estaba exhausto y con la garganta seca. Mientras que Hange tenia todo el cabello chascón.

—Por fin, dejemos las cajas y vayámonos.

Desgraciadamente, la fila era eterna y tuvieron que esperar media hora para ser atendidos. Cuando Levi entregó las cajas e hizo todas las firmas necesarias salió, se despidió de la delegada del local y buscó a Hange. La encontró hablando animosamente con el militar Smith.

—Entonces la tipa nos dejó con todo el trabajo y con Levi tuvimos que arreglárnoslas solos.

—Que mala suerte tienen. ¿Es posible hacer alguna amonestación?

—No— dijo Levi metiéndose en la conversación sabiendo perfectamente el tema— Lo hizo y no hay nada más que hacer.

—¿Necesitan alguna otra cosa, Levi? —preguntó Hange.

—No. Ya terminé de entregar todo.

—Bien, por fin la pesadilla terminó. Y no nos volveremos a ver dentro del próximo año.

—¿Próximo año? —preguntó Erwin— Pero si las presidenciales se vienen en noviembre.

—¿Qué? —preguntó Levi y Hange al unísono.

—Es verdad, la delegada me lo comentó hoy.

—Mierda, otra vez la misma wea— dijo Levi agarrándose su cabello estresado— Y lo peor es que nos tocará con esa culía de nuevo. Lo bueno es que aún queda tiempo para eso.

—Llamaré a mi novio para que me venga a buscar—dijo Hange tratando de cambiar el tema— ¿Quieres que te pasemos a dejar?

—Seria muy bueno que lo hiciera— dijo Erwin siendo atento— Ya es muy tarde y puede pasarle cualquier cosa.

—No se preocupen, llamaré a mi madre quien me vendrá a buscar.

En eso, su celular vibró y lo tomó pensando que era Kuchel. Sin embargo, al abrir su aplicación de Whatssap su furia volvió a renacer.

Hola Levy, soy yo Yubitza. Es mi watsap por si kieres poleras

Ya se vinieron?

O aun aya?

No sabia si le molestaba más que tuviera el descaro de preguntarle si aun estaban en el establecimiento o su falta de ortografía. Por sanidad mental, decidió bloquear su pantalla. Sin embargo, otro mensaje llegó.

Oooo se enojaron porque me viene antes. Sorri pero tengo hijas. Ahí me avisas si necesitas algo

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Aaa y tu mañana tienes que ir por lo que supe, poooobre que penita

Cualkier cosa de poleras me avisas

Chaito

Levi miraba el celular indignado, mientras que Hange y Erwin lo miraban preocupados. Entonces la castaña preguntó:

—¿Quién es Levi?

Levi detuvo el hablar de Hange con una mano y marcó el número telefónico de la susodicha. Esperó atentamente a que la persona nefasta de la otra línea contestara hasta que lo hizo.

—Levi, leíste mis mensajes ¿Quieres poleras?

—Si, de hecho, quiero encargarte una. Es personalizada sí.

—Entiendo, ¿Qué quieres que diga?

—Quiero que diga algo como, toma tu negocio de poleras y métetelo entero por la raja, maraca culía. Aprende a tener un poco de tino con tu pega y cumple con tu wea. Me importa un soberano pico que tengas unas pendejas de mierda a quien cuidar, tú solo cumple con tu deber, aprende a organizarte y llega a la hora como la persona adulta que eres. Y si tu mediocre cabeza no puede con tanto, como mínimo cámbiate de comuna y excúsate para que no vuelvas a ser vocal de mesa porque así le haces un favor a los desgraciados que les toque trabajar contigo. Además, deja el cigarro por tus hijas, weón. Si tanto las quieres déjalo y les haces un favor a ellas. ¿Te quedo claro?

—Yo…

—¡Ah! Y una cosa más, espero desde lo profundo de mi jodida alma, que nunca más me vuelvas a tocar como compañera de mesa. Eres una lacra de persona y ojalá que tus hijas no sigan tu ejemplo.

Levi no dio la oportunidad de que la mujer dijera alguna palabra y cortó. Cuando lo hizo, se encontró la mirada de Erwin y de Hange mirándolos estupefactos.

—¿Qué? Tenia que hacerlo, me tenia las pelotas hinchadas.

Hange estalló en carcajadas, mientras que Erwin lo miraba asombrado.

—Vaya que usted es increíble—dijo Erwin. Y al igual que Hange comenzó a reír.

Minutos más tarde, Levi se despedía de Hange quien ya había subido al auto de su novio. Cuando el auto se alejó, se volteo para ver a Erwin quien se encontraba en la entrada del establecimiento.

—¿Te toca hacer guardia?

—Tengo que esperar a que todos los vocales se vayan.

—Entiendo—dijo Levi mirándolo fijamente a los ojos— Supongo que nos veremos en noviembre ¿No?

—Tal vez.

Se quedaron mirando en silencio. La noche estaba helada y las mejillas de Erwin estaban sonrojadas por el frio mientras que Levi sentía el hielo bajo sus pequeños pies. Sus ojos lo observaron con mayor detenimiento. Ante él, el milico resultó ser un hombre extremedamente guapo y no se había percatado de ello hasta ahora.

De pronto, su mente pensó en la descabellada idea de pedirle su número telefónico o su Whatsapp o bien su Instagram para seguirlo en redes sociales. Se armó de valor para hacerlo, pero la bocina del auto de su mamá lo detuvo por completo.

—Levi, cariño, mamá ya esta aquí— gritó Kuchel a todo pulmón— Ven pronto que hace frio y no quiero que te resfríes.

—¡Ya te escuché! —gritó el pelinegro avergonzado.

—Ya llegaron por ti— dijo Erwin con una gentil sonrisa— Espero que tengas un buen regreso a casa.

Levi asintió y se marchó dejando atrás al hombre uniformado. Recordó las cursis palabras de Hange y pensó en que situaciones como esas solo ocurren en las películas o en los libros románticos de quinceañeras.

. . .

—¿Me estas diciendo que ni siquiera le pediste su número?

—Obviamente, ¿Qué querías que hiciera luego de pedírselo?

Levi se encontraba en la barra de la cafetería en la que trabajaba. Se le ocurrió la brillante idea de contarle lo sucedido en las elecciones a Nanaba, su compañera de trabajo. Sin embargo, no se imaginó que la chica lo hostigaría con preguntas.

—Que lo llamaras por supuesto.

—No seas ridícula.

—¿No has pensado que él pudo haber sido el amor de tu vida?

—Estas pensando igual que Hange. ¿Qué piensan las mujeres hoy en día? ¿Conocer a un hombre de una manera poco habitual significa que estarán unidos por siempre? Esas cosas no pasan. Tú y Hange tienen pura mierda en la cabeza. ¿Acaso crees que el amor de mi vida vendrá por mí y aparecerá por esa puerta?

En eso, la puerta de la cafetería se abrió, y el rubio hizo su aparición.

—Bueno, el mío sí.

Nanaba fue corriendo a su encuentro mientras que Levi solo se limitó a girar los ojos. Escuchó la conversación de los enamorados mientras secaba las tazas.

—Es temprano. ¿Viniste por mí?

—Quería pasar a saludarte y a presentarte a mi amigo de infancia.

—Hola amigo de infancia de Mike—saludó la rubia chistosamente— mi nombre es Nanaba.

—Hola, mi nombre es Erwin Smith. Un gusto en conocerte.

Sin poder creerlo, Levi se giró para ver la fuente de aquella voz. Su rostro se sonrojó en cuanto vio al señor milico vestido de civil. Se veía distinto, juvenil y extremadamente atractivo. Desvió la mirada rápidamente evitando a toda costa que sus miradas se encontraran.

—¿Quieres servirte algo?

—Solo algo para llevar. Enseguida me uno a ustedes.

Mierda, pensó Levi al sentir como los pasos de Erwin se acercaban a él. Definitivamente no estaba preparado para esto. Y lo peor es que había una alta probabilidad de que Erwin no lo recordara después de dos semanas de las elecciones.

No lo iba a admitir, pero desde la última vez que lo vio, intentó localizarlo por medio de cualquier red social, no obstante, no tuvo éxito alguno. Ahora lo tenia enfrente y no recordaba ni siquiera como decir hola.

—Disculpa, me gustaría pedir un frappucchino.

Respiró hondo tratando de actuar con naturalidad. Si no lo reconocía, fingiría demencia y asunto resuelto.

—¿Cuál es su orden?

Sin embargo, los ojos de Erwin lo miraron como si lo reconociera entre una multitud de mil personas. Miró como los labios de este se ensancharon para formar una linda sonrisa que lo hizo derretirse por dentro.

—Levi, que casualidad encontrarlo por aquí. ¿Se acuerdas de mi verdad?

—Erwin ¿cierto? —preguntó Levi intentado sonar desinteresado— Que bueno verte. Enseguida prepararé tu orden.

—¿Cómo ha estado? ¿Aquí es donde trabajas?

—Solo medio turno. ¿Y qué haces aquí? ¿No deberías estar en el ejercito?

—Es mi semana libre. Así que decidí hacer un paseo por la ciudad.

—Entiendo, si es así entonces tutéame ¿sí? No estás en servicio como para tratarme de usted.

Erwin asintió y se quedaron hablando mientras Levi preparaba el frappucchino. Escribió en el vaso de plástico y distraídamente le puso más chocolate y crema batida de lo habitual. Erwin miraba entretenido como este preparaba su café.

Cuando terminó el rubio dijo:

—Muchas gracias. Se ve exquisito.

—No hay de qué. Espero que lo disfrutes.

—Lo haré— dijo Erwin dándole un sorbo— Está fabuloso.

Quedaron mirándose unos breves segundos hasta que Mike lo llamó para que abandonaran la cafetería. Se marcharon y Nanaba volvió a sus funciones.

—Simpático, ¿Cierto?

—Así es—dijo Levi ilusionado.

Pasaron las horas acercándose el horario de cierre. Los clientes fueron abandonando la cafetería mientras que Levi ordenaba todo para el día de mañana.

—Levi —dijo Nanaba acercándole su celular— Te está llamando un número desconocido.

Levi tomó el teléfono y contestó sin titubeos.

—¿Aló?

—Hola, Levi es su teléfono ¿Cierto?

El corazón de Levi saltó de alegría al escuchar la voz de Erwin. Nunca esperó que dejar su número telefónico en el vaso fuese a funcionar.

—Así es—dijo Levi intentando sonar interesante— ¿Necesitas que te ayude en algo?

—¿Ya salió? Digo ¿Ya saliste? Conozco un pub cerca de donde trabajas. ¿Te tinca ir?

Levi sonrió tontamente y aceptó, ansiando terminar pronto para ir a encontrarse con el señor milico.

. . .

Ahora se encontraba con su prima y los ojos negros lo miraban expectantes. Casi podían brillar de la emoción.

—Entonces ¿De esa manera conociste al tío Erwin? —preguntó Mikasa curiosa.

—Se podría decir que sí.

—Pero es un milico, el tío Kenny odia a los milicos.

—Si, pero Erwin es un milico distinto y eso es todo lo que importa. Además, me sirve como guardaespaldas.

—Buena forma de usar a tu esposo. Además, son tan distintos, él es tan educado y tú un mal hablado.

—Ten más respeto conmigo, pendeja.

—Por otro lado, ignorando ese detalle, su forma de conocerse fue bastante peculiar. Como si fuera obra del destino.

—¿Por qué lo dices?

—Si tú no hubieras sido vocal de mesa, nunca hubieras conocido a Erwin.

Levi lo pensó con detenimiento y le concedió la razón a su prima. Si no hubieran sido por esas horribles elecciones, él jamás hubiera tenido el placer de conocer a Erwin Smith. Pensar en esa posibilidad le provocaba una profunda angustia.

En eso, la voz de otra persona se escuchó dentro de la habitación y ambos pelinegros fueron a su encuentro.

—Lamento interrumpir la interesante conversación, pero la once ya esta lista.

—¿Qué hiciste? —preguntó Mikasa.

—El favorito de Levi, completos.

Mikasa se levantó contenta por la rica once que su tío político le había preparado y corrió para comer de una buena vez.

—Recuerda lavarte las manos—Gritó Levi esperando que la chica le hiciera caso— Gracias por cocinar.

—No es nada, ¿De qué hablaban?

—De como nos conocimos.

—¿En serio? —preguntó Erwin rodeando el cuerpo de su esposo con sus fuertes brazos— Supongo que omitiste la parte donde puteabas a la flaite ¿Cierto?

—Por supuesto que no, ese es el climax de la historia.

—Levi—dijo Erwin reprendiéndolo.

—Lo hice apto para niños.

—Está bien.

Levi se levantó en puntitas para alcanzar los labios de Erwin, quienes lo recibieron gustosos. Sus bocas comenzaron a besarse juguetonamente ignorando por completo que Mikasa los miraba a lo lejos.

—Dejen de comerse, tengo hambre y las salchichas se enfrían.

Levi y Erwin se separaron con una sonrisa y fueron a tomar once con Mikasa. Mientras veía a Erwin conversar junto a la niña, Levi pensó que tanto Hange como Nanaba podrían tener algo de razón. El señor milico puede que sea el amor de su vida y que había llegado inesperadamente por obra del destino.

Suspiró como un tonto enamorado al ver a Erwin tomando once a su lado. Nunca se imaginó que agradecería tanto haber sido obligado a ser vocal de mesa.


Hola todos, ¿qué tal están?

Les traigo esta nueva historia que me surgió mientras fue vocal de mesa en Chile. Si, el trabajo es un asco, pero no había otra opción. Créanme que uno se aburre tanto durante las elecciones, que para poder distraerme mi mente comenzó a crear este oneshot. Cabe mencionar que es una historia completamente distinta a las demás y por lo mismo es que estoy insegura de ella. Sin embargo, estoy feliz con el oneshot.

Como la historia está ambientada en Chile, agregué algunas jergas típicas, las cuales no son entendibles para la gran mayoría del público. Por otro lado, siempre me he imaginado a Levi puteando a lo chileno y bueno he aquí el resultado.

Espero que les haya gustado y si tienen dudas con alguna palabra, me escriben un comentario.

Sin más que decir, me despido.

¡Nos leemos!