Bridgette iba de un lado a otro de su habitación, recogiendo algunas libretas que iba guardando en su bolso mientras que, con la mirada, recorría todo el lugar esperando hallar su zapatilla izquierda; no era tan tarde como para pensar que llegaría..., bueno, tarde, pero sus padres la habían educado para valorar su tiempo y el de los demás, así que no podía evitar sentirse ansiosa por lo cerca que estaba el inicio de su clase.
Cuando por fin encontró su zapatilla y confirmó que llevaba todo lo que necesitaba, atravesó corriendo la extensión de su casa, la panadería de sus tíos, la calle que estaba en pausa y la plaza del colegio; deteniéndose abruptamente frente a su salón de clases, un par de minutos antes de que la campana sonara.
—¡Buenos días! —saludó, recibiendo algunas respuestas de quienes ya se encontraban ahí mientras ella se dirigía a su lugar habitual.
La mayoría de sus compañeros hablaba animadamente, nada inusual, pues su grupo era muy unido y, si hacía falta mayor explicación, ese día era viernes, lo cual siempre era una buena noticia. Lo que Bridgette no entendía del todo, era la presencia de los globos rojos y rosas que atiborraban el salón y que, sin duda, evitarían que más de uno pudiese ver la pizarra correctamente. Y ni hablar de las rosas o peluches que algunos compañeros tenían sobre su escritorio, los cuales harían muy difícil hacer apuntes ese día.
Por su parte, la kwami rojiza aprovechó el espectáculo a su alrededor para pasearse entre los globos y oler las flores que tenía cerca, siempre procurando no mover nada por error. Una cosa era que los humanos no pudiesen verla y otra muy distinta que no notarán objetos moviéndose sin ninguna razón.
Bridgette sacó su libreta y suspiró. París, era muy diferente a su natal China o al menos, así solía sentirlo. Llevaba apenas unos meses en el país, acostumbrándose a la cercanía con la que los franceses interactuaban e intentando no equivocarse de nombre al dirigirse a alguien. No que lo hubiese logrado, pues esto le había pasado ya un par de veces con Allegra, a quien, por alguna extraña razón, terminaba diciéndole Alya. Menos mal que la morena no se molestaba por eso.
El timbre sonó y la profesora en turno entró al salón seguida de Félix, que se mostraba más malhumorado de lo habitual. Un par de compañeros lo saludaron al verlo, pero él ni se inmutó, lo cual fue raro; Félix solía contestar a todos, aunque fuese en un acto puramente diplomático.
Sobra decir, que Bridgette presto más atención a las acciones malhumoradas de Félix que a lo que le explicaban en clases. No es que fuese una acosadora (sí lo era) o que estuviese enamorada de su compañero rubio (sí lo estaba); lo que pasaba es que él era todo un enigma y ella, era como un gato negro, ¨metiendo los bigotes dónde no debía y atrayendo toda clase de problemas¨... palabras de Félix, no suyas.
Siendo honesta, ella sentía que no podían culparla. Pasaban cosas asombrosas todo el tiempo en todos lados y era completamente razonable sentir curiosidad por ello. Los problemas eran un plus, del cual, no podía hablar sin antes explicar la existencia de su pequeña amiga rojiza... aunque tampoco es que entendiese demasiado del tema.
Hubo un par de veces durante el día que Bridgette pensó que el rubio se giraría hacia ella y le recriminaría por observarlo con tan poca prudencia, mas no paso. Toda la atención de Félix estaba concentrada en sostener una mirada gélida que mantuviese alejadas a las chicas que intentaban acercarse a él con alguna carta, un globo o algún chocolate de regalo.
Fue hasta ese momento en el que la azabache entendió la existencia de los globos dentro y fuera del salón, ese día era 14 de Febrero; una festividad que conocía superficialmente, ya que en China no era demasiado relevante y que se veía opacada por el Año Nuevo que se celebraba ese mismo mes. Conocía lo básico gracias a una que otra película y por las pequeñas celebraciones que sus amigos habían realizado emulando las costumbres de otros países. Donde ella había realizado chocolates rellenos para sus amigos al puro estilo japonés y a cambio, había recibido rosas y cartas llenas de cariño.
Bridgette suspiró intentando poner en orden sus sentimientos. Por un lado, estaba la melancolía por su pasado, por otro, la euforia de su vida actual y al final, los celos que sentía de aquellas personas que tenían el coraje de presentar sus sentimientos que podían, o no, ser correspondidos.
Aun así, no entendía por qué querían hacerlo ese día en concreto. De algún modo, se sentía superficial, como si los sentimientos declarados sólo tuviesen importancia ese día, o como si solo se tuviera permiso de hablar de ellos cuando el calendario lo marcaba.
Llegó el final del día y Félix se fue, dejando atrás a un tumulto de chicas tristes por no ser capaces de declarar sus sentimientos ante el rubio. Bridgette sintió algo de pena por ellas, aunque se sentía peor por Félix, que desapareció con una mirada más irritada que con la que había llegado.
Con el corazón un poco magullado regresó a casa, encontrándose con su tía que terminaba de preparar la comida.
—Pensé que llegarías tarde, cariño —canturreó, deseando molestar un poco a su sobrina, quien apenas y se inmutó.
—Pero tía, esta es la hora de siempre.
—Sí, pero hoy es un día especial —la mujer se lavó las manos y las secó con el trapo que llevaba prendido a su cadera—. Pensé que saldrías con tus amigos o quizás con algún pretendiente.
—Allegra salió con su novio —contestó de inmediato, sentándose frente a la barra desayunadora—, y yo no tengo ningún pretendiente.
—Eso dices tú. Estoy segura de que hay más de un jovencito al que le gustaría caminar contigo tomados de la mano.
—Aunque sea así, yo solo quiero ir de la mano con un chico —los labios de Bridgette se curvaron en una sonrisa ante la idea—, y estoy bastante segura de que él nunca aceptaría.
—Nunca digas nunca, cariño. Las cosas cambian cuando menos lo esperamos.
—Entonces tendré que esperar sentada —la sonrisa de Bridgette se esfumó, dando paso a su molestia—. Lo hubieras visto hoy, tía; parecía que estaba harto de todo y de todos.
—Es comprensible, debe conocer muchas personas que se acercan a él solo por los beneficios —a Sabine no le gustaba decir cosas así, pero gracias a su sobrina, se daba una idea del tipo de vida que ese chico llevaba.
—Me gustaría hacer algo por él...
—¿Y por qué no lo haces?
—¿Perdón? —preguntó, pues no entendía lo que su tía quería que hiciese ante esa situación.
—Haz algo para él.
—Algo así como... ¿un regalo? —Sabine sonrió, divertida ante la cara de asombro de su sobrina.
—No como un regalo, un regalo.
—Pero tía, medio colegio intentó regalarle algo todo el día. ¿Cómo un regalo de mi parte hará que se sienta mejor?
—Bueno, los matices son importantes. En primer lugar, no se lo darías para confesarle tus sentimientos, ¿verdad?
—¡Por supuesto que no! —Gritó, aterrada ante la idea.
—Y tampoco se lo darías por ser San Valentín, ya habrá tiempo para eso —Sabine le guiñó un ojo a su sobrina, haciéndola reír—. Solo un presente cualquiera en un día cualquiera.
—Tía, me encanta la idea, de verdad. Pero aún hay un pequeño problema.
—¿Y cuál sería ese?
—No tengo idea de qué regalarle.
—Oh, cariño. ¿De verdad ese es el problema? ¿Para ti? ¿La niña más ingeniosa en todo París?
—Tía... —empezó a quejarse Bridgette.
—Sí, sí, sí. Ya sé que no eres una niña —le interrumpió la mayor—, pero no nos desviemos de lo importante. Hay mil y un cosas que podrías obsequiarle. Un libro, por ejemplo.
—No, nunca —se apresuró Bridgette— ¿Qué tal si le compro un libro que ya ha leído? O peor aún ¿uno que no le gusta?
—¿Ropa? Podrías comprar ese suéter que tanto te gustó y que pensabas que sería perfecto para él.
—No sé su talla, tía. Y no quiero imaginar lo que pensará de mí si llego a adivinarla. Es decir, él ya cree que lo acoso, pero seguramente pensará que he logrado meterme a su casa o algo —No que no lo hubiese hecho, pero aquella vez ella llevaba un traje rojo con motas negras y claro, no había tenido oportunidad de acercarse a su armario.
—¿Por qué no le horneas algo? Nadie le dice que no a un buen postre.
—¿Un postre para el señor "el café se toma solo"? Te lo prometo, tía, es imposible —Sabine sonrió mientras abría una gaveta de la cocina y sacaba una caja metálica que en otra vida llevo galletas en su interior.
—No todos los postres son sinónimo de dulce, corazón. Recuerda, los matices son importantes y tendrás que creerme cuando te digo que tengo la receta ideal —La mujer encontró la tarjeta que buscaba y se la tendió a su sobrina, que no tardó en leer el nombre de la receta.
—¿Una tarta fraisier? —preguntó incrédula, a Bridgette le parecía un postre de lo más común.
Y lo era, no había ningún restaurante ni cafetería donde no pudieses encontrar aquella tarta en el menú. Incluso su tío realizaba un par de tartas cada día para la panadería.
—Lo sé, no parece la gran cosa. Pero esta es especial, no es la que vendemos en la panadería.
Bridgette leyó por encima la receta. Sabía poco (por no decir nada) sobre repostería y sentía que su percepción de lo que era fácil a lo que no, había sido destruida desde que vivía en París. Después de todo, sus tíos pasaban de una preparación a otra sin chistar, no importando cuán complicada fuera la receta, ni cuántas de estas compartieran los mismos ingredientes y ni hablar de la base de la preparación.
—Tía... —Empezó a quejarse, angustiada.
Bridgette intentaba ayudar en la panadería tanto como podía y aunque solía hacer cosas pequeñas, esto no evitaba que se equivocara. Como la vez que su tío le pidió cortar algunas frutas en laminas y ella terminó por cortarlas en cubos, dándole una nueva decoración a los dulces alimentos durante ese día.
Sabine sonrió mientras movía la cabeza negativamente.
—Tranquila, tesoro; te ayudaré en cada paso. La haremos cien veces si es necesario, por ahora ve por tu tío, ya es hora de comer —Bridgette parpadeó un par de veces antes de sonreír ampliamente y tirarse a los brazos de su tía apenas tuvo la oportunidad.
—¡Eres la mejor! —Sabine rio dulcemente.
—Solo no se lo digas a tu tío —dijo mientras le guiñaba un ojo—, podría ponerse celoso.
Y... así empieza.
Como dice la descripción, tenemos frente a nosotros un two-shot, así que este no es el inicio de una gran aventura para entender el enredado amor entre Bridgette y Felix. Solo es un momento bonito y cursi en lo que imagino son sus vidas en 2d.
También aprovecho para contar una o dos cosas sobre cómo creo que funcionan las cosas en el PV de la serie; como Tikki merodeando alrededor, preocupándose solo de no mover algo por error, ya que la única que puede verla es su portador en turno. Esta idea nació del gran tamaño que tienen los kwamis en el PV, que son gigantes y cabezones; definitivamente no caben en la ropa de Bridgette o Felix... ni en la mochila, que tendrían que llevar una para el kwami y otra para sus cosas. Demasiado sospechoso en mi opinión. X'D
Ahora, este fanfic ya había sido publicado. Aunque en ese entonces se trataba de un solo capitulo y estaba menos pulido. O al menos, me gusta creer que he mejorado (aunque sea un poco) mi redacción. Si alguien llegó a leer la antigua versión (y por alguna razón, la recuerda) podrá notarlo.
Por último, pero no menos importante, este escrito estaba (y está) dedicado a LadyDoptera, una persona bellísima que tiene mucho que no veo en el fandom, pero eso. Vayan a su perfil, lean sus historias (todas sobre el PV) y sufran si es que ya no ha escrito nada de Miraculous. xD
Mil gracias por leer, votar y comentar.
